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Luna: Yo Soy La Reina Y Yo Pongo Las Reglas

Después de almorzar en mi habitación me dispuse a repasar todos los documentos que me habían preparado Arem, la señorita Calore y mis consejeros respectivamente. No voy a vender nada y tampoco me voy a apresurar a aceptar cualquier oferta si dicha persona me cause desconfianza. Escucharé las propuestas de las tres grandes compañías que me había propuesto Sol, incluida en ese combo, la compañía de la familia Calore. La señorita Miranda me aclaró que dicha compañía le pertenece a su tío por parte paterna, ella me dijo que su familia tiene extensiones en distintas ramas económicas; minera, agrícola y marítima.

 Sé lo que vale mi mina, pero también sé que no está en las condiciones más elevadas. Quiero invertir en su crecimiento, pero sin perder, hasta la fecha, el bien más preciado que tiene mi reino. Quiero escoger la mejor decisión y la que mejor se adapte a mis necesidades.

 Quise descansar, quise acostarme a dormir, pero las preocupaciones no me dejan. Mi reino necesita una alianza tan poderosa, que sea lo suficiente para cubrir sus propios gastos. Sé que la única forma es a través del matrimonio con algún monarca, me viene a la mente Sol; pero si me casara con él, no podría ser reina de Solaria y él no sería rey de El Páramo. Por las leyes universales de los dioses, un oscuro no puede gobernar un reino de la luz, y un ser de la luz no puede gobernar un reino oscuro. Lo idóneo sería un monarca que conecte mis fronteras y así unificaríamos nuestros reinos.

 Me dirijo hacia la ventana y observo la lejanía de un reino con dragones en su horizonte y altas edificaciones. Observo que podría ser su reina en la clandestinidad, podría manipular las reglas del juego a mi favor. Eso es lo que hacen los grandes reyes, eso me lo enseñó mi padre. Me enseñó que las reglas están para beneficiar a las personas que las crearon y en este caso, yo como reina puedo crear mis propias reglas y las personas inferiores a mí tendrían que seguirlas.

 Poseo un poder, poseo un don que tarde o temprano las personas se darán cuenta que es mejor tenerme como aliada, que como enemiga. Me alejo de la ventana, regreso a la mesa donde había dejado los papeles importantes de mis planes y los guardo en mi bola de nieve. Tomo la bola y la guardo en mi baúl, me topo con un libro que me traje para el viaje; lo tomo y una pequeña hoja cae al suelo. La recojo y la abro, tiene la maltrecha caligrafía de mi hermano. Se nota que esto fue antes de mi ataque.

Estoy triste, no quiero defraudar a nadie ¿Por qué no puedo escoger a los dos? No quiero que mi padre sufra por mi decisión.

 Tristan siempre me dejaba mensajes ocultos en los libros que leía, era su forma de comunicarse conmigo, él no hablaba mucho, de hecho, casi nada. Siempre estaba perdido en sus caóticos pensamientos. En ese mensaje fue días antes de congregarse a mi madre, él quería escoger a los dos, pero solo podía con uno. Fue una reunión sencilla, él no quería una gran celebración; decía que no valía la pena porque no tenía amigos. Recuerdo lo solo que estaba, lo solo que se sentía.

 Arrugo el papel hasta hacerlo una bola pequeña y la lanzo al baúl. Lo menos que necesito ahora son sentimientos abrumadores por el imbécil de mi hermano. Guardo el libro y me voy a la puerta de mi habitación, pero justo que voy abrir la puerta, esta se abre y me topo cara a cara con Stephan.

—Mi señora —él hace una breve reverencia de inmediato—. Me acaban de informar que el rey Sol solicita su presencia.

 Me quedo estupefacta, pero Stephan se voltea y llama a mis damas para que me alisten. Ellas entran y yo vuelvo a la realidad. Les ordeno que escojan un vestido no lo suficiente llamativo, pero tampoco para nada sencillo. Alba saca un vestido de seda verde turquesa con los hombros descubiertos, cinturón de plata como las hombreras, y el cuello alto con apliques plateados. Asiento enérgica, Stephan se sale de la habitación y mis damas me desvisten veloces. Me quedo nada más con un pantaloncillo de seda blanca, ya que el camisón se me vería con el vestido y no quedaría para nada bien.

 Tengo puesto el vestido, me siento en la silla alta donde había almorzado. Paula me peina mientras que Alba corre por unos zapatos que hagan juego con el vestido, preferibles plateados. Paula me recoge el cabello en un moño elegante, dejando dos mechones que sujeta con unos ganchos color verde oscuro. Llena el moño con piedras verdes, las mismas usadas en los ganchos. Y por último una diadema de plata con unas pequeñas hojas y perlas, es sencilla, pero con todas las piedras de mi cabello, más la plata de mi vestido, me parece una decisión razonable. Alba sale corriendo del armario y me coloca unos zapatos de tacón plateados. Me los pone y me levanto.

—Espejo —les digo, Alba me guía al espejo alto en un lado de la puerta de la habitación. Me veo maravillosa, me encanta este vestido. Sol me había traído un cofre lleno con regalos como collares de piedras preciosas, telas de exquisito diseño y color, y uno que otro vestido de diseñador. De esas telas fue confeccionado este espectacular vestido.

 Ya lista, salgo con mis damas fuera de la habitación. Ya afuera de la habitación tengo a Stephan preparado con mi guardia en posición. Había traído en total de nueve hombres, más mi consejero de finanzas el señor Frank Underwood; el padre de Paula. Lo traje con la finalidad de consultar y aconsejar en los temas relacionados con la venta de acero de mi reino.

 Bajo las escaleras resguardada a mis espaldas por mis dos damas, a mi lado derecho se encuentra el señor Underwood impecable con una chaqueta azul índigo con bordado en plata de hojas secas, un claro guiño al estandarte de su familia. A mi lado izquierdo se encuentra Stephan.

 Al salir de la torre, nos encontramos con las damas que me habían puesto Sol y Taurus, ellas están custodiadas por los guardias de Sol acompañados por Taurus otra vez.

—Por favor síganme, su majestad el rey los aguarda —él habla tranquilo, pero sin perder el protocolo.

 Lo seguimos por el mismo camino que recorrimos para llegar a la torre. Pasamos por el salón de los espejos. Sin embargo, nos desviamos y en un abrir y cerrar de puertas maravillosas, nos encontramos en un camino largo y bastante alto. Me doy cuenta al instante que nos encontramos en el salón del trono. Las banderas rojas con el escudo de Solaria, y al final se encuentra Sol acompañado por un grupo de guardias dorados y dos hombres bien vestidos. Detrás de ellos se encuentra un trono bastante enorme de oro, tiene dragones esculpidos en los reposabrazos, las colas de estos animales se extienden hasta llegar al espaldar unidas con una corona igual de oro. Avanzo sin permitir que el asombro y la fascinación me supere.

 Legamos al frente, Taurus hace las presentaciones. Realizo una breve reverencia como mis guardias, damas y mi ministro. Sol me concede una reverencia junto a sus guardias y sus consejeros.

—Es un placer tenerla aquí en Solaria, su majestad —expresa Sol educado—. Por favor discúlpeme por no haberla recibido en su llegada, me encontraba resolviendo algunos asuntos que requerían mi atención.

—No se preocupe, su hermano hizo un buen trabajo en recibirme con mi guardia —comento con una leve sonrisa.

—Ya veo —él se pasa la lengua por sus labios de forma disimulada—. Por favor, su majestad. Permítame mostrarle el lugar por mí mismo.

 Él baja los breves escalones y me extiende el brazo. Tiene una chaqueta color crema con un bordado dorado, en la parte de los hombros lo tiene con piel que combina con el color de la prenda. Porta unos pantalones negros que resaltan a simple vista. Salimos del salón del trono tomados del brazo, él me cuenta la historia del palacio con un toque de más seriedad que la de Taurus. Sol si me cuenta las historias con sumo detalle de las pinturas del palacio.

 Recorremos el primer castillo en su totalidad, Taurus no bromeaba cuando dijo que Sol tenía su propio teatro. Al parecer como todo buen ser de la luz, es amante a las artes de cualquier tipo; en especial, la música y el baile. Sol me dijo que trae todas las semanas un grupo de grandes artistas para que lo distraigan y lo nutran de su pasión por el arte. Luego recorrimos las oficinas de los distintos ministros del reino. No pude ver la sala de guerra porque eso solo es apto para el personal más distinguido de Sol.

 Después de una larga caminata. Sol y yo cenamos en un gran comedor, cerca del salón de baile y del trono. Sol se sienta en la punta extrema izquierda de la sala, sus concejales y Taurus se sientan en el lado izquierdo a cenar. Yo me siento al lado de Sol en el lado derecho, a mi lado se sientan el ministro Underwood y Stephan. El ambiente se mantiene formal mientras que comemos un gran banquete ofrecido por el rey. La extensa mesa se encuentra abarrotada por platos enormes de frutas, verduras de cualquier tipo, carnes con un olor embriagante y pan.

 Obviamente no nos comemos todo. Ya al finalizar la cena Sol me propone escoltarme hasta mi torre, acepto encantada y nos disponemos a irnos; claro, sin olvidarnos de nuestros guardias. La charla se vuelve más tranquila, aunque sin perder el protocolo. Quiero abalanzarme a los brazos de mi amado, sin embargo, no puedo hacerlo porque se supone que nadie deba saber lo que él y yo tenemos.

—Fue un placer haber estado con usted —él habla sereno. Sol me suelta, pero sostiene mi mano y la besa, para luego realizar una reverencia. Yo también la hago.

 Sus concejales y Taurus se despiden con una reverencia y se marchan. Yo entro a la torre con una sonrisa que intento disimular, pero no lo logro. Subo las escaleras hasta llegar a mi habitación. Mis damas se encargan de desvestirme y de quitarme las joyas de mi cabeza.

 Tengo mis pensamientos en una nube de ensoñación en la cual no quisiera despertar. Mis damas me ponen un camisón de satén blanco. Las despido y ellas se marchan. Me dirijo hacia mi cama, Aimar sobrevuela toda la habitación hasta aterrizar en la cama.

—¿Terminaste? —le pregunto sonriente, él camina hasta llegar a la almohada. Sin embargo, un ligero cambio en el aire me hace voltearme y me encuentro con Sol sonriente.

—Quería asegurarme que te había encantado la habitación —él se acerca a mí y me toma por la cintura acercándome a él—. No sabes la desesperación en tenerte desde que entraste al salón del trono.

—Me sorprende este tipo de acciones de tu parte —comento irónica. Él me levanta la barbilla y me besa apasionado. Acaricio su cabellera mientras que él no pierde el tiempo y me acaricia mi trasero de forma posesiva, apretando con esmero mis nalgas. Él me levanta del suelo. Me lleva hacia la cama, donde me deposita con delicadeza.

  Aimar vuela rápido y se va por la ventana para dejar la habitación. Ayudo a Sol a desvestirse, su ropa cae al suelo como mi camisón. Sol me pide que me acueste en la cama. Él se sube encima de mi cuerpo, y procede a besar, acariciar y mimar cada parte de él. Le acaricio su suave cabellera rubia mientras que desciende por mi vientre, hasta llegar a mi vagina. Él separa mis piernas sonriente y procede a hacerme suya como a mí me gusta. Pasamos el resto del tiempo amándonos el uno al otro.

 Es raro el tiempo en el lado de la luz, no me acostumbro que no haya ni una pisca de oscuridad en el cielo. Sol descasa detrás de mí, él tiene su mano en mi vientre y la otra en mi seno. Él duerme placido en sus sueños, pero yo no puedo dormir. Tengo tantas cosas pasándome por la cabeza que el sueño no lo logro. Intento relajarme, tengo a Sol rodeándome con sus fuertes brazos. Me volteo sin despertarlo y lo observo dormir. Así parece un niño, parece una persona tranquila y serena. Quien diría que no es así. Él tiene sus partes ocultas, sus intenciones bien guardadas son la que me hacen mantener un límite entre los dos.

 Sé de sus intenciones de comprarme el acero, porque lo tengo más barato que sus actuales socios comerciales. Sé que tiene a otra mujer rondado en su cabeza. Una princesa de la luz, más hacia el oriente de Vulcan. Un reino de arena, pero que son ridículamente ricos. Desde un punto de vista estratégico, sería una buena unión. Un rey y heredero del dios más rico de su familia, casado con una princesa de importante posición, sería algo que ni siquiera se tendría que pensar.

 Sin embargo, estoy yo en la formula. Una de las cosas que me dijo mi madre hace un tiempo atrás es, que la posición nunca debe ser un impedimento para lograr tus objetivos. Lo que importa es que sepas usar tus cartas de forma estratégica y mantenerte en el juego por todo el tiempo que puedas. Y no morir en el intento.

 Esa princesa no será rival para mí. Tengo algo a mi favor, tengo la posibilidad de jugar con la mente de Sol. Y lo haré si este quiera hacerme a un lado por esa.

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