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Luna: Tormentas De Poder.

Sol me dejó en el muelle de la tribu de los ancestros. Si fuera por mí, saliera por otro sitio, pero ellos tienen la región que conecta con el océano. Es por allí que es la única vía para ir hacia el reino de la luz y el central. Y llegar desde el reino oscuro se puede hacer por tierra. Me bajé del barco junto a mi guardia, menos mal que los carruajes estaban listos. Había hablado con el señor Fergus antes de irme a Solaria; su ritmo de recuperación después de la guerra es lento. Llevan dos años retrasados con los impuestos. Sobreviven con lo que casan y las provisiones que le mandamos.

 Le había dicho a Taurus que como gobernante teníamos que aceptar las dos caras del reino, pero a veces es complejo hacerlo si una no te gusta. La caravana avanza fuera de las tierras de la tribu de los ancestros. Di la orden de dirigirnos hacia la tribu de los Sigurd, necesito hablar con Arem lo más pronto posible y convencerlo de comerciar con los solarianos. El viaje transcurre un poco tormentoso, a medida que nos introducimos, más fuerte es la tormenta. El carruaje se detiene, me asomo por la ventana a ver lo que sucede, pero el viento y la nieve no me lo permiten, alguien se acerca y abre la puerta.

—Mi señora —habla Stephan, me hago a un lado y él entra—. La tormenta no nos deja avanzar y estamos ya entrada en las montañas. Sería muy peligroso si seguimos avanzando.

—¿Y qué propone? Porque también es peligroso quedarse en un solo sitio —lo miro desconcertada—. Podría controlar la tormenta, pero no creo a esta magnitud.

—Es mejor no arriesgarse —Stephan mira por la ventanilla—. Vamos a hacer lo siguiente. Usted se transportará tomando un caballo y un guardia que la escoltará hasta el castillo de mi hermano. Así nosotros podemos avanzar con más calma y no ponerla en peligro.

 Medito sus palabras y acepto a regañadientes. Él abre la puerta del carruaje y baja con cuidado, él me tiende una mano, la cual aceptó con cuidado. Él me guía por el angosto camino, llegamos al principio de la caravana donde se encuentra varios guardias removiendo la nieve con sus poderes. Él le ordena a un guardia que se baje del caballo, este obedece; entre los dos me ayudan a subir. Mi búho se pone en mi hombro, Stephan le ordena que tome otro caballo, ambos estamos a la misma altura. Le pido que tome mi mano y con la otra toque el caballo, él me mira confundido, pero obedece. Stephan se aparta de nosotros y yo desaparezco con el caballo, el guardia montado en su caballo y mi búho. El guardia se asusta, pero se recompone de inmediato.

—Lléveme al castillo del jefe Arem —le ordeno al guardia, este obedece. Nos encontramos en el medio de un bosque, a lo lejos diviso la pequeña ciudad que a un ritmo lento se está alzando.

 Nos vamos por un camino no tan concurrido, no quiero que me miren llegar. También tengo puesto varias joyas. El guardia y yo cabalgamos a un ritmo veloz, pasamos por una calle no tan abundante de personas. Visualizamos el castillo de Arem, también aquí hay una tormenta, no tan fuerte como la que estábamos, pero si hay una. Subimos la colina y un grupo de guardias nos interceptan, al percatarse de quienes somos; nos guían colina arriba. Llegamos a una gran puerta de madera, la cual hace un sonido chirriante al abrirse. Avanzamos un pedazo corto hasta llegar al centro.

 El guardia que me escolta me ayuda a bajar del caballo. Un guardia de Arem me invita a subir por las escaleras hasta llegar a un pasillo, camino hasta una puerta la cual abren y entro. Estoy acostumbrada al frío, pero hay momentos que no lo aguanto y este es uno de esos momentos. Me guían hasta el comedor donde se encuentran Arem cenando tranquilo con su familia.

—Mi señora —se levanta Arem apresurado. Le siguen Gunilda y su hijo Tomas—. No esperaba tenerla por aquí.

—Sí, se suponía que llegaba en tres días, pero una tormenta nos atrapó y me teletransporté hasta acá —les explico la situación con los demás, Arem me pide que me siente mientras que él organiza un equipo de búsqueda y rescate, él se va con el guardia que me había escoltado, y le digo el punto exacto donde nos habíamos quedados.

—¿Tiene hambre, mi señora? —me pregunta Gunilda amable.

—Sí, por favor —le respondo un poco más tranquila. Ella le ordena a una sirvienta que traigan un plato de comida para mí y más vino.

—Mi mamá está embarazada —habla el hijo de Arem, él me mira fijo mientras que se come un plato de carne.

—Lo sé —le respondo tranquila, él es un niño bastante apuesto. Él tiene los ojos de Gunilda, pero el resto del niño como su cabello y el color de la piel son de Arem; el pequeño también heredó los poderes de su padre.

—Va a ser niña —él habla con la boca llena. Su madre lo reprende por hablar con la boca llena, el niño traga y sigue hablando—: Yo voy a ser su hermano mayor.

—¿Y protegerás a tu hermana? —le pregunto sonriente.

—Sí, aunque también jugaré con ella. Pero mi madre dice que podré hacerlo cuando ella esté más grande —él dice triste—. ¿Usted tuvo que esperar mucho tiempo para jugar con sus hermanos?

—Tomas —su madre vuelve a reprender al niño—. Discúlpelo, a veces suele ser un poco entrometido.

—Solo soy curioso, además, padre dice que siempre hay que decir la verdad delante de la reina —él me mira buscando ayuda—, porque ella nos lee la mente y se enoja si mientes.

—Eso es cierto, pero solo con los adultos, ya que los niños siempre son honestos —le sonrío cómplice—. Y para responder a tu pregunta, no, no tuve que esperar mucho para jugar con mis hermanos, ya que no teníamos mucha diferencia de edad.

—Yo conocí a su hermano —él comenta feliz—. Fue amable conmigo, él me ayudó a encontrar a mi madre en su coronación porque mi padre me perdió. Mi madre no le habló en tres días a mi padre, él estaba bastante arrepentido.

—Es entendible el sentimiento de tu madre —comento un poco consternada al escuchar que mi hermano conoció a Arem y a su familia—. ¿Y te acuerdas de todo eso?

—Sí —él toma una copa y bebe, supongo que es agua—. Mamá, ya se congeló —él niño protesta.

—Solo haz lo que tu padre te enseñó —le dice a su hijo controlándose, yo también estaría así si mi hijo hablara de más. Para mi fortuna, llega la sirvienta y coloca mi plato delante de mí. El olor llega a mis narices y las de mi búho también, él se apoya en la mesa; a él también le sirven un tazón de carne asada.

—¿Usted puede descongelarlo? —él pregunta entregándome la copa con agua.

—Tú posees los poderes de tu padre y él te ha enseñado cómo hacerlo —lo miro fijo—. Tú puedes hacerlo, yo confío en ti.

 Tomas me mira asustado, pero empieza de forma torpe a absorber el frío de la copa. Él bebe el contenido y me mira feliz.

—Si pude —tiene el rostro con una sonrisa de oreja a oreja. Su madre lo mira contenta.

—Termina de comer para que te vayas a descansar —dice su madre un poco más tranquila, aunque le sale una mueca de dolor.

—¿Te encuentras bien? —le pregunto un poco preocupada.

—Sí señora, lo que pasa es que ya solo falta un mes y medio para que nazca la bebé y es en esta etapa que las contracciones son más frecuentes —responde Gunilda alejando su plato vacío de comida.

—¿Y cómo van los preparativos para su bienvenida? —tomo un trozo de carne y empiezo a degustar la comida. Está rica, aunque no como a mí me gusta, ellos no cocinan la carne por mucho tiempo. La cocinan así por Arem, los demás solo se acostumbraron.

—Van bien, su cuarto está listo —comenta Gunilda más tranquila.

—Usarán mi cuna —exclama Tomas inocente, su madre lo mira de forma perturbadora—. Le regalé mi cuna a mi hermanita —él se encoge en su silla—. Ya terminé de comer ¿me puedo ir a dormir?

—Sería lo más sensato de tu parte —lo reprende Gunilda molesta—. Despídete de la reina.

 Él se levanta de su silla y rodea la mesa para ponerse a mi lado. Es un poco delgado, pero creo que a su edad es normal ese tipo de cuerpo.

—Adiós, me voy a dormir —él hace una reverencia—. ¿Podría pedirle un favor? —su madre lo regaña otra vez.

—¿Qué deseas? —le pregunto un poco divertida. Los niños son tiernos, pero a veces pueden ser un dolor de cabeza para sus padres.

—No quiero tener pesadillas ¿usted podría alejarlas para que pueda dormir tranquilo? —él pone una carita que se me impide no cumplir su deseo. Le toco su frente y lo bendigo con el don de no tener pesadillas.

—Que tengas dulces sueños Tomas —le doy un beso en la frente. Él sonríe otra vez y deja el comedor, su madre niega con la cabeza. Ella y yo nos encontramos en el lado izquierdo y el pequeños Tomas estaba en el lado derecho.

—Él es un buen niño, pero hay momentos que me sobrepasa —su madre comenta mirando fijo su plato vacío.

—Quisiera dar mi opinión, pero no soy madre para hacerlo —me justifico, yo como mi carne y ella le ordena a una sirvienta que preparen mis aposentos y que se lleven los platos de comida de Arem, Tomas y el de ella.

—¿Puedo preguntarle cómo le fue en su viaje a Solaria? —ella me mira temerosa.

—Fue productivo —le respondo serena—. ¿Y cómo están las cosas por la tribu?

 Ella me cuenta que están mejoran algunas cosas; por ejemplo, Arem abrió la primera escuela para niños. No han ido muchos, pero Tomas empezó a ir y a un ritmo lento se están llenando las aulas. Los padres dicen que necesitan apoyo con las labores de la casa y no pueden mandar a todos sus hijos a la escuela. También abrieron un mercado bastante completo donde ya no tienen que esperar todo un mes por una bolsa de comida, eso alegró a un buen número de personas.

 Arem llega con nosotras, Gunilda le pide que la ayude a levantarse; ella se despide de su esposo y de mí. Su embarazo es bastante notorio, su caminata es lenta y cansada, se sostiene su espalda y maldice en su mente.

—Discúlpeme su majestad, estaba coordinando el equipo de búsqueda —él se sienta en la punta de la mesa—. ¿Se quedará hasta que lleguen su caravana o quiere que la envíe a la capital mañana?

—Necesito conversar contigo sobre la mina, así que me quedaré el día de mañana —él asiente dudoso. Él se ofrece a escoltarme hacia mi habitación. El castillo de Arem no es muy grande que digamos, el castillo se divide en dos niveles; el nivel de abajo se encuentra la armería, el salón de banquetes, la cocina, los establos y las habitaciones del personal del castillo. La parte de arriba se encuentra las habitaciones de visitas y la de su familia, una sala de estar lo bastante cómoda, un comedor familiar y una oficina con su propia biblioteca privada.

 Él me deja en mi habitación, me tranquiliza un poco que ya el equipo de búsqueda se haya ido. Pero igual estoy preocupada por Stephan, mis damas y mis guardias. No tengo un cambio de ropa, no tengo con que cambiarme y mucho menos quien me ayude a cambiarme. Me despojo de las joyas y las dejo en la mesita de noche de madera. Me quito mis zapatos, el vestido es más complicado. Mi guardián se transforma en una persona y me ayuda a deshacer los nudos del vestido, me quito la primera parte del vestido azul y solo me quedo con el camisón. Me había cambiado el vestido de gala, solo minutos antes de haber bajado del barco.

 Me acuesto en la cama pensativa, miro el techo de piedra y madera. Mi guardián se vuelve a transformar y se acuesta a mí lado. Nunca me ha gustado dormir en lugares que no visito constantemente. Me recuerdo que estoy en un lugar a salvo de cualquier criatura, que estaré bien, solo es cerrar los ojos y ya está. Solo es una habitación, una fría y solitaria habitación. Las horas transcurren y yo todavía estoy despierta. Los ojos los tengo cansados, los cierros un poco y me quedo dormida.

 Me despierto asustada, me siento en la cama alerta. Mi búho también se despierta alerta.

—¿Qué sucede? —pregunta aleteando encima de la cama.

—Nada —estrujo mi rostro con mis manos, observo al mi alrededor. Solo quiero volver a mi castillo y enfocarme en mi reino.

 Me levanto de la cama con un leve dolor de espalda. Me coloca mis zapatos de tacón bajo. Aimar me vuelve ayudar a ponerme el vestido azul. Él busca un cepillo para peinarme el cabello, pero no lo consigue, así que con sus garras me acomoda el cabello como mejor puede.

 Salgo de la habitación, es extraño no encontrar a ningún guardia escoltando la puerta. Respiro profundo, este es un lugar de difícil acceso. Me repito eso hasta llegar al comedor. Arem se encuentra ayudando a Gunilda a sentarse.

—Buenos días —les digo a los dos, él hace una reverencia; le indico a Gunilda que no tiene que levantarse.

—Buenos días, mi señora —Gunilda asiente agradecida.

 Tomo asiento en el comedor, Tomas no viene a desayunar porque hoy se levanta tarde. Los padres tampoco hicieron mucho hincapié en levantarlo, no quieren que hable más de la cuenta conmigo. El desayuno transcurre con bastante calma, a excepción de la tormenta que azota el castillo. Todavía tengo en mente a Stephan y mis guardias, en serio no quiero que nada malo les ocurra.

 Al terminar de desayunar, Arem me conduce a su oficina. El lugar está ordenado, los libros en su lugar; una larga mesa donde se reúne con sus principales consejeros, y en la pared un gran mapa de todo El Páramo. Lo curioso es que no tiene un escritorio como tal, sino que trabaja en la misma mesa de reunión. Él y yo tomamos asiento, por protocolo yo me siento en la punta y él en el lado derecho.

—Como sabrás, me he reunido con inversionistas para la mina —hablo con cuidado, ya que él no quería que hablara con nadie. No quiere que las ganancias vayan a caer en otras manos—. Solo una empresa me convenció, pero no concreté nada hasta saber tu opinión.

—Usted sabe cual es mi opinión sobre el tema —él declara autoritario—. Señora, quiero que comprenda mi punto. Con esa mina puedo dar de comer a mi tribu, sin ella no podría ni siquiera pagarle a usted los impuestos.

—No perderás la mina —le aclaro, le cuento todo lo que conversamos el señor Calore y yo. Él me escucha atento y sin opinar—. Él junto a unos colegas, vendrán dentro de un mes a examinar y conversar contigo. Invertirá en el mejoramiento de la mina y de lo que se gane, tú obtendrás un cuarenta y nueve por ciento.

—¿Y le parece justo un cuarenta y nueve por ciento? —él cuestiona irritado.

—Sí ellos invierten en infraestructura, en pagar la maquinaria y el pago de los empleados, entre otro tipo de gastos. Entonces sí me parece justo un cuarenta y nueve por ciento —declaro firme.

 Él me mira sopesando sus ideas. Se encuentra indeciso, por un lado, si quiere aceptar por problemas económicos, pero por el otro, no quiere que extranjeros dominen sus tierras. Me pide tiempo para analizarlo, quiere conversarlo con sus concejales. Lo acepto, pero le aclaro que quiero una respuesta en una semana.

 Dejamos la habitación, quise irme a mi castillo, pero la tormenta nada que terminaba. El día siguiente, Arem me consiguió unos vestidos nuevos para usar en los tres días que tardaron Stephan y mis guardias en llegar. Fue un alivio verlos, les ordeno que se tomen el día para descansar para luego irme a mi acogedor castillo.



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