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Estrella: Fuertes Declaraciones.

Ha pasado siete meses desde que mis amigos fueron atacados. Volvieron a patrullar al día siguiente desde que hablamos. John y yo investigamos lo que podemos sobre el ataque a ese almacén, pero no encontramos nada, no hay testigos, no hay rastro y ya siento la presión de mi maestro por respuestas. Si tan solo hubiera una pista que me condujera a esos infelices, estaría agradecida.

 Me dirijo a mi habitación cansada, solo quiero dormir un poco, solo quiero despejar un momento la mente de tanto estrés. Entro en mi cuarto, cierro con llave y me siento en un mueble de madera. Me quito mis botas junto a las medias, mis pies huelen mal, pero no me importa; ellos se sienten libres y eso es lo único que quiero. Casi a punto de quitarme la ropa, alguien toca fuerte la puerta, me levanto veloz y la abro. En el umbral se encuentra Phillip y John.

—Tenemos que irnos ahora —exclama Phillip. Corro apresurada a ponerme mis botas y salgo con ellos. John y Phillip me guían a los establos donde se encuentra mis amigos con sus guardianes ya listos con unos caballos, incluido mi guardián.

—Tenemos una pista y no podemos dejarla escapar —confiesa John. Todos montamos los caballos y salimos del recinto hacia la ciudad de Caléndula, llegamos al almacén donde mis amigos fueron atacados. Rodeamos el lugar hasta que Phillip se detiene bajándose del caballo.

—Aquí fue donde desaparecieron —Phillip señala un círculo negro. Me bajo de Elio y me acerco al círculo.

—Parece que invocaron espectros en esta zona —comento analizando el lugar. Sé más o menos del tema por los libros que Tristan me hacía leer sobre las artes oscuras cuando éramos niños.

—¿Por qué evocarían espectros...? —pregunta Trixie, pero se escuchan voces procedentes del almacén. Mis amigos se bajan de los caballos y estos hacen silencio. Me acerco a una ventana diviso a un grupo de personas fuertemente armados.

—Esas son armas de mi padre —susurra John a mi lado. El grupo de hombres arrastran una caja grande de madera hacia una sacerdotisa, la cual abre un portal. Los hombres cargan las cajas y todos desaparecen en el portal. Esperamos un breve momento y nos introducimos al almacén.

—Por favor Trixie, dime que sabes rastrear portales —le suplico agitada.

—Más o menos —ella responde acercándose al lugar donde desaparecieron los delincuentes. Ella empieza a mover sus manos y desprende un humo verde brillante creando pequeños portales a su alrededor, se acerca a un en concreto y lo expande con mucho trabajo—. Es este, pero tenemos que darnos prisa porque se va a cerrar.

 Nos miramos entre todos y asentimos. Los caballos entran primero en el portal seguido de nosotros. Aparecemos en un bosque sombrío, lleno de niebla y aves graznando, me causa un sentimiento de ansiedad este lugar.

—Aquí se ve que arrastraron las cajas —señala Luke—, pero se pierden hasta aquí.

—Tenían ya lista la carreta para llevarse las armas —John comenta molesto—. Podemos seguirles el rastro por las marcas en el suelo.

—Entonces andando —hablo montando a mi caballo. Todos hacen lo propio y empezamos a seguir el rastro de la carreta. John y yo estamos liderando la caravana, Phillip y Vidal están en la retaguardia, Haim y Emura en el medio cuidando los costados y Trixie y Luke están detrás de nosotros. Cabalgamos durante mucho tiempo hasta que llagamos a un camino de tierra amplio. Nos acercamos al otro extremo para ver si siguieron por el bosque, pero no hay rastro de nada.

—Carajo —maldice John.

—¿Y qué hacemos ahora? —pregunta Haim. John mira a su alrededor hasta que mira el cielo y se asusta, todos miramos hacia arriba para ver la causa de su temor, y es entonces que caigo en cuenta de su horror. Veo como el cielo se está aclarando, no había caído en cuenta que todo se está haciendo más claro.

—¿Trixie, a dónde nos trajiste? —protesto molesta.

—Solo seguí su rastro, no sé exactamente qué lugar es este —ella responde asustada.

—Tenemos que encontrar un pueblo o civilización para que nos oriente y así dar con el rastro de los ladrones —propongo mirando a todos.

—Será —John replica enojado.

 Volvemos a nuestra caravana y al paso que avanzamos, el cielo adquiere un color rosáceo emergiendo un sol resplandeciente. Me quedo asombrada por lo maravilloso del lugar, las aves salen del bosque llenando el paisaje con sus alas negras. La neblina poco a poco se disipa y mis miedos no. Avanzamos hasta llegar un grupo de guardias que nos detienen, no distingo su estandarte.

—¿Quiénes son ustedes? —nos pregunta un guardia con su espada en el costado, lista para ser empleada.

—Estamos perdidos, sería tan amables decirnos en donde estamos —hablo de primera.

—¿Y cómo lograron perderse? —me interroga un guardia.

—Tomamos el camino equivocado —respondo neutral. El guardia mira a su compañero pensativo.

—Necesitarán un buen barco para salir de este planeta —comenta su compañero.

—¿Planeta? —expreso atónita.

—Les sugiero que sigan el camino hasta llegar a la capital, solo es medio día de viaje y allí encontraran los muelles interplanetarios y los horarios para poder viajar —resopla el guardia.

—Muchas gracias —respondo. Mis compañeros salimos de ese puesto de control galopando, ya cuando estamos lejos empezamos a cabalgar a gran velocidad y sí, llegamos a mitad de mañana, es extraño experimentar la luz en el lado oscuro. Todavía me pregunto en qué planeta nos encontramos.

 Llegamos a la capital, la cual es bastante deplorable. Caléndula no se queda atrás de ciudades descuidadas y mal arregladas. Llegamos a la plaza donde al frente se encuentra un pequeño capitolio.

—¿Y bien qué hacemos ahora? —pregunta Haim.

—¿Alguien tiene dinero para compra algo de comida? —pregunto esperanzada, ya que me vine sin nada. Vidal, Trixie y Emura levantan la mano.

—Estrella, mira —Emura señala al capitolio. Veo una caravana de carruajes estacionar al frente. Las personas se bajan del carruaje y puedo distinguir a uno en particular. Tristan sube la escalinata con tres hombres conversando tranquilo.

—¿Quién es ese? —pegunta John. Empiezo a ir hacia él, pero John me detiene agarrándome por la muñeca—. ¿Quién es? No puedes ir así.

—Es mi hermano, el de cabello gris —lo miro esperanzada. Él me mira confundido—. Él nos puede ayudar con el tema de las armas y, sobre todo a salir de aquí —miro a mis amigos—. Quédense aquí y no llamen la atención, voy a hablar con Tristan y regreso.

—No vas a ir sola, si es eso lo que planeas —él todavía me sostiene por la muñeca—. Voy a ir contigo.

 Lo miro mal, pero me volteo hacia el capitolio y Tristan ya ha desaparecido.

—Bien, pero yo hablo —me suelto brusca de él. John y yo empezamos a caminar hacia el capitolio. Los carruajes ya se han ido y nosotros subimos las escaleras hasta llegar a la entrada, me sorprende su arquitectura. Por fuera se ve una edificación sencilla de piedra blanca, por dentro se esmeraron por darle un diseño elegante con los techos altos y las pinturas en las paredes.

 Nos acercamos a una recepcionista que nos mira con pánico.

—Buenos días —saludo a la pobre. Me quito la capucha negra para que pueda ver mi rostro—. ¿Me puede indicar dónde puedo encontrar al señor Tristan Godness?

—Lo siento, pero no puedo darle ese tipo de información —la chica me mira alarmada—. Si fuese tan amable de retirarse, se lo agradecería mucho.

—Querida —apoyo un brazo en la mesa que nos separa—, vengo buscando a mi hermano —saco mi medallón familiar y ella lo mira fijamente como John. Lo vuelvo a guardar y la chica vuelve del trance del collar—. Ahora, que viste quien soy, te pido que me digas donde puedo encontrar a mi hermano Tristan Godness.

 La chica de nombre Andrea me indica que mi hermano es el gobernador de este planeta y que su oficina se encuentra en el segundo piso en el ala oeste del capitolio. Le agradezco y John y yo nos dirigimos hacia los extensos escalones del recinto.

—¿Qué carajo fue eso lo del medallón? —pregunta consternado. Le cuento la versión corta de su funcionamiento; en teoría a cada miembro de mi familia les entregan un medallón donde muestra la verdadera procedencia de la persona dueña de la joya y que, si alguien quisiera robársela, le caería una maldición.

 Llegamos al segundo piso y este parece estar más vivo. Se encuentran varias mujeres sentadas a las afueras de unas imponentes puertas. Hay un pequeño revuelo, donde varios hombres se dirigen a una habitación y se encierran allí.

—Parece que tienen una reunión —expresa John recostándose en una pared—. ¿Estás segura que tu hermano nos podrá ayudar?

—Sí, es el gobernador de este planeta, él sabrá o le interesará el tema que utilicen su planeta como almacén de contrabando —analizo a las secretarias que trabajan y chismean entre ellas—. Viste como se puso la recepcionista, tal vez pensó que éramos uno de esos contrabandistas... tal vez tengan a mi hermano amenazado.

—Es una teoría, pero no podemos quedarnos a especular mientras que esos delincuentes anden por ahí, a lo mejor usaron otro portal y ya se encuentren en otro planeta —John habla irritado, pero también puede tener razón.

—¿Y qué sugieres? —le pregunto resignada—. Están en una reunión y pueden que tarden.

—Hay dos opciones —él mira a las secretarias y luego a mí—. Podemos quedarnos aquí a esperar que tu adorado hermano salga o nos vamos y buscamos a una sacerdotisa que rastree a esos imbéciles —él saca un pedazo de tela de su bolsillo—. La recogí en el almacén, era de la sacerdotisa.

—Bien —asiento esperanzada—. Pero me voy a quedar —él me mira iracundo—. Escúchame antes, por favor. Tú y el resto del equipo se irán a rastrear a los contrabandistas mientras que yo me quedaré a esperar a Tristan. Él nos puede ayudar a cubrir mejor el rastro.

—No me gusta dejarte aquí, Estrella —él relaja un poco la mirada, pero aún está preocupado.

—Lo sé, pero no me queda de otra —miro otra vez hacia las secretarias, que no se dan cuenta de nuestra presencia—. Vete, antes que esos imbéciles abandonen el planeta.

 Él maldice, pero baja las escaleras apresurado, aunque sin hacer mucho ruido con sus pisadas. Me siento en los escalones, a la espera de que Tristan salga de su reunión. Me sorprende que lo hayan escogido para algo tan importante como gobernador, aunque considerando lo lejanos que son los planetas de los reinos de mi familia, también creería que es una estrategia para mantenerlo alejado de la influencia divina de los Godness. Por el estado del planeta, tiene bastante trabajo por recorrer para que este lugar esté a la altura.

 Me recuesto en la pared aburrida, hambrienta y con sueño. Recuerdo que antes de venir me estaba preparando para dormir, pero no pude hacerlo, y ahora eso me está pasando factura. Mis ojos empiezan a cerrarse, pero unas voces me alertan. Me levanto y me asomo por la pared, donde los hombres salen de la sala de reuniones y con ellos mi hermano, espero que el lugar se despeje un poco para no llamar tanto la atención. Cada hombre se va a una oficina distinta y sus secretarias con ellos, el lugar se despeja y mi hermano se va a la oficina del fondo. Salgo de mi escondite y lo sigo, solo quedan pocas secretarias que me ven, apresuro el paso. Saco mi medallón para mostrarlo en caso de un posible arresto. Un hombre que está hablando con mi hermano se percata de mi presencia y empuja a Tristan hacia atrás desenvaina su espada.

—¿Estrella? —Tristan habla adelantándose a su guardia.

—Vengo en son de paz —me freno y levanto las manos con mi medallón. El guardia se queda embobado con mi medallón, pero Tristan no le causa ningún efecto por tener la sangre de los dioses. Oculto mi medallón y el guardia oculta su espada—. Necesito hablar contigo.

 El guardia mira a Tristan de forma alarmado, pero Tristan asiente. Me invita a pasar a su oficina y su guardia me mira analítico.

—Espero que no hayas venido porque alguno de tus amigos haya sido secuestrado —Tristan habla neutral, él se va a buscar una jarra de vino con unas copas—. Porque no pienso ayudarte en lo más mínimo.

—Me disculpo por lo de la última vez —echo un vistazo fugaz a su oficina—. Lindo lugar.

—Gracias —él me indica que me siente en el mueble, el cual detrás de encuentra un librero enorme—. Cedric, ella es mi hermana. Estrella, él es Cedric Blackwood, capitán de mi guardia.

 Tristan arrastra una silla y se sienta al frente de mí

—Es un placer señor Blackwood —comento amistosa, él relaja un poco el rostro y me devuelve el saludo—. Bueno, para ir al punto de mi visita —saco un cuchillo fabricado por el padre de John—. Hace aproximadamente nueve meses ha habido robos en la región donde me encuentro, Caléndula, para ser más exacta. Dichos robos son armas fabricadas por el maestro de armas de la Legión Negra, las cuales son bastante valiosas por su material y eficacia.

—¿Y eso qué tiene que ver conmigo? —pregunta Tristan examinando el arma.

—Me encontraba en una misión con mi escuadrón siguiendo a los contrabandistas y rastreamos el portal donde se fugaron y nos trajo hasta acá —lo miro seria, él frunce el ceño.

—No tengo nada que ver con esos robos, si por eso estás aquí —él deja el arma y toma una posición cortante.

—No te estoy acusando, solo quiero saber si has visto o sabido algo de esos robos por aquí —lo miro más tranquila—. Necesito saber el paradero de esas armas y devolverlas.

—No tengo mucho tiempo en este puesto —él se recuesta en la silla—. Y lo menos que necesito ahora es este tipo de problemas —él suspira—. Cedric, busca al ministro March, lo más probable él sepa algo de esto.

 Cedric asiente y sale de la oficina de Tristan.

—Tengo a mi escuadrón buscándolos con una sacerdotisa —le comento a Tristan. Él vuelve a tomar la daga.

—¿Cuál es verdadero deseo por recuperar estas armas? —él se inclina hacia delante mirándome fijamente.

—Mi maestro las pidió de regreso, sé que son letales —tomo un poco del vino que me dio—. También quiere que disminuyan los asaltos a sus almacenes.

—Me imagino que tiene que ver con algo más importante, pero no me lo dirás por alguna razón —él juega con la daga.

—Ya te la dije —dejo la copa en la pequeña mesa de al frente. Cedric llega con un señor mayor y de aspecto importante. Se nota en su rostro que se encuentra cansado, pero lo disimula bien.

—Señor March, gracias por venir —Tristan se levanta con la daga—. Por cierto, le presento a mi hermana Estrella, ella ha venido siguiendo a unos delincuentes con un fuerte cargamento de armamento que por alguna razón ha terminado en este planeta —Tristan le entrega la daga y este la examina—. ¿La ha visto? Porque yo sí.

 El hombre palidece.

—Por favor, ministro, explíquele a mi hermana como unas armas robadas de la legión Negra forman parte del armamento de la milicia de este planeta —Tristan habla profundamente enojado, pero yo me quedo helada ante tal revelación.





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