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Capitulo 9


Había puesto ambas manos hacia los lados mientras yo me quedaba inmóvil disfrutando del beso y a la vez deseando que no hubieran cámaras que hicieran llegar todo a Instagram o a las redes sociales, despejé mi mente de Garin por un segundo y permití que un apuesto e interesante mesero me besara con cierta pasión nunca antes vista.

En cuanto el ascensor se detuvo el me había pellizcado la barbilla en señal de que lo mirase directamente hacia sus ojos grises- Si fueras más despacio primero me hubieras invitado a cenar- añadí entre risas.

Tomó varias bocanas de aire rozando la punta de su nariz junto a la mía- Dime que no dirás nada de esto.

- Por el bien de los dos - Solté con ganas de volver a besarlo. Mi subconsciente rechaza la opción de seguirlo a cambio de elevarnos a siete pisos más para seguir con la mejor parte del día. Inmediatamente avanzamos por un pasillo bastante amplio y nos detuvimos en una de las puertas principales, en cuanto la abrió se hizo a un lado para darme paso - Bienvenida a mi hogar o mejor dicho a mi pequeño champiñón.

Solté una pequeña carcajada ante el comentario.

La casa era pequeña pero se encontraba arreglada de por sí, en la entrada había una pila de libros viejos junto a la puerta de la cocina mientras que todo no se podía ver con tal claridad debido a la falta de luz. Me recosté de una pared esperando a que el muchacho organizara sus compras.

- ¿Porqué todo está tan oscuro? ¿Se quemaron las bombillas?- pregunté por curiosidad.

- Hoy es el apagón, no habrá luz en todo el día hasta que hallan pasado las veinticuatro horas- aclaró mientras sacaba de la bolsa grandes trozos de carne y salchichas.

- Ahorran luz o...

- No- soltó las bolsas y puso ambas manos sobre la mesa - Es un decreto que se ha mantenido desde la llegada de los invasores, a partir de las doce de la noche ellos entran y nadie sale, por el bien de todos nosotros hacemos creer que la ciudad ha sido abandonada.

Me quedé reflexionando un poco acerca de aquello. Mi padre acaba de fallecer a las 2 de la mañana según cuenta mi madre fue una masacre, varios cuerpos descompuestos sin quedar uno solo con vida estando todo desvanecido por completo. Comenzaba a creer que entre una de tantas posibilidades esa pudiera ser la más justa a pesar de que no se me daba mucho creer en mitos y leyendas urbanas pero aún así estaba por considerarse una vez que viera las pruebas de los hechos.

El muchacho ya había ordenado todo en su sitio, tomó una cesta cualquiera y me hizo señas para que lo ayudase a llenarla de frutas.

- ¿Y esto?- agarré varias manzanas y las tiré con poca delicadeza.

- Espera ponlas en orden, así podrán entrar todas- levantó una por una y las fue colocando con mucha paciencia- Dentro de poco lo repartiremos.

Interesante.

- Y... ¿estás sólo o siempre tienes compañía?

- Sólo yo y mi madre, ella está en el cobertizo junto con los demás.

- ¿Los demás?- sobresalté confusa.

- No deberíamos estar aquí a estas horas o nos estaríamos arriesgando a que alguien muera, se dice que ellos tienen los sentidos increíblemente desarrollados, que nos presienten con facilidad estando desde otro lugar más apartado. Su hambre les da más facilidad para concentrarse en su objetivo estando a escasos metros, vuelan a una velocidad determinada cuando se dice que pueden llegar a alcanzar la velocidad de una estrella fugaz.

Me recorrió un escalofrío directamente en mi espalda, por primera vez me sentía vigilada y no era por el cabronazo de Garin. Colaboré con las últimas manzanas hasta notar que habíamos puesto más de veinte - Creo que esa era la última.

- Perfecto- sacó del refrigerador cuatro racimos de bananas y dos de uva - Creo que con esto estaremos bien.

Mi estómago rugió de forma indiscreta cuando mi hora de desayunar era a más tardar a las nueve.

- ¿tendrás fresas?- pregunté imaginándome un vaso full con crema chantillí.

- Déjame preguntarle a Camil, ella es una amiga de seguro tendrá de sobra para el refugio.

- Ok.

Me volví a parar en el medio de la puerta presenciando la manera en la que me miraba fijamente, soltó un suspiro y apretó los labios con firmeza- Pronto hablaremos de lo sucedido en el elevador, lo prometo- sigilosamente se acercó y me plantó un beso en la mejilla. Me hubiera gustado sentir sus fuertes abdominales pero para prevenir decidí mantenerme al margen y conformarme con lo poco que daba.

Ayudé con la cesta de manzanas sujetándola con una mano desde el otro extremo mientras que en la otra llevaba dos racimos de bananas. Subimos por unos escalones que se encontraban al fondo del último pasillo, todo estaba más negro que de costumbre cuando sólo podía visualizar algunos escalones.

- Sube con cuidado es en el último piso, yo llevaré la cesta- tomé todos los racimos de bananas y subí cada escalón con suma precisión hasta finalmente llegar a ver una luz dispersa que se reflejaba poco a lo lejos, se podían escuchar algunas que otras voces manteniendo una conversación en especial, como si estuvieran susurrando hasta que algunas se habían detenido para escuchar mis pasos.

- ¿Liam?- susurró una a unos cuantos pasos.

- ¿Liam eres tú?- miré hacia ambos lados esperando a que el muchacho apareciera y me dijera que hacer hasta que llegué a tener el presentimiento de que había alguien estaba a mis espaldas- sólo sígueme el rollo- susurró en mi oído. Pude sentir como cada uno de mis bellos se erizaban ante el tacto.

Continúe avanzando hacia la luz con la misma precisión hasta llegar a ver el rostro de una niña, mientras mas iba avanzando lograba descifrar su silueta en la sombra que poco a poco se hacía visible.

- ¿Liam eres tu?- preguntó con voz de inocencia.

<< ¿Acaso el mesero se llamaba Liam?>>

Miré hacia el suelo para determinar la cantidad de escalones que me faltaban hasta llegar a subirlos todos, en cuanto había más claridad miré hacia el frente y antes de que pudiera reaccionar había dado un sobresalto en cuanto miré a las personas que apuntaban hacia mí con sus armas, observé de pies a cabeza a la niña que me había hecho un acercamiento con su escopeta que podía llegar a medir la mitad de su tamaño. Ella había apuntado directamente hacia mi ombligo haciéndome sentir la helada punta metálica. Retrocedí precavidamente con los ojos en blanco hasta que me detuve al sentir algo a mis espaldas pero antes de volverme me había detenido a escuchar ese sonido amenazador de las personas recargando sus armas.

<< Papá espero que me guardes un lugar junto a ti >>

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