8. Control de Aura
—¡Auch! –grito.
—Ay, lo siento mucho. No sé medir mi fuerza con los humanos aún—dice Talivy con un extraño acento siseante.
Por fin suelta el agarre del abrazo del que soy presa desde hace minutos, y me mira con sus enormes ojos de gato, que desde mi punto de vista no pueden ser naturales.
—Me llamo Talivy, y vamos a compartir cuarto todo este curso. Me han encargado darte el horario de clase, aquí tienes.
Se acerca a la estantería color marfil que hay sobre su cama y alcanza un pequeño papel que descansaba junto a un libro.
—Empezamos en media hora. Nuestra primera clase es Control del Aura con el profesor Lorrill, es horrible siempre avergüenza a los de primer año—dice preocupada.
Talivy parece ver la incomprensión en mi cara y muestra comprensión.
—Aunque no te preocupes, siempre intenta ser comprensivos con los humanos. Al menos al principio no es tan duro, comprende que sois más frágiles que nosotros.
—Menos mal, lo último que me faltaba era que los profesores también me trataran como a un bicho raro.
—Te han mirado mal cuando subías la Torre, verdad?—dice con cara de malos amigos—. Lo hacen cada vez que llega un novato, pero se ceban más si es un mortal.
Miro las paredes y el suelo intentando no fijar mi mirada en la del demonio frente a mí. Cómo Idril me dijo, no les puedo dejar ver mi debilidad. Y las palabras que ella me decía, me hacían sentirme frágil.
—¿Sabes qué? Haremos una cosa —me dice—, con la ropa que llevas ahora mismo pareces un lindo corderito. Te voy a prestar algo mío, así parecerás una de nosotros con todas las de la ley.
Asiento con la cabeza, y ella abre la puerta de su armario sin esperar un solo segundo.
Toda la ropa que hay dentro es de distintos tonos de negro. Saca decenas de cosas y las pone sobre la cama, intentado elegir el conjunto lo antes posible.
—Creo que esto te sentará bien.
Ella señala unos pantalones negros y una camisa de cuero.
—Mmmm... Creo que ese no es mi estilo, quizás algo más discreto—digo intentado sonar amable.
Hace una mueca.
—Está bien, otra vez será. Pero que sepas que estarías fabulosa—me dice con una gran sonrisa, dejando entrever sus afilados colmillos entre sus labios.
Talivy pasa otros cinco minutos mirando la ropa hasta dar con algo que nos dejara satisfechas a las dos.
Al final acabo con un mono negro de manga larga, con un fruncido a la altura de la cintura.
Me recuerda al que llevaba en casa, y a los nueve años que pasé instruyéndome en El Círculo juntos a los dos únicos amigos que he tenido en mi vida.
Nunca pensé que echaría de menos esa ciudad, pienso.
La chica me mira impaciente y me toma del brazo con urgencia.
—Nos quedan siete minutos para llegar a la clase de Lorril, así que por tu bien espero que esos piececitos caminen rápido.
—Lo harán—afirmo.
Resbalando y a tientas, conseguí bajar las escaleras al ritmo de la chica que aún me jalaba del brazo.
Más le vale que no llegue tarde a mi primera clase. Si se entera madre me tendrá barriendo los Ocho Círculos hasta que cumpla los trescientos, oigo a mi acompañante decir por lo bajo más para sí misma que para mí, y no puedo evitar soltar una carcajada
Cuándo por fin logramos salir del edificio, nos adentramos en un camino de tierra roja serpeante, que nos arroja a un gran patio de piedra enmarcado con arcos en forma de media luna.
En el centro del mismo se encontraba un tumulto de gente esperando la llegada del profesor impacientemente.
—Aunque el señor Lorril sea estricto, esta es sin duda la mejor clase de todas—, me dice mientras nos acercamos rápidamente al grupo frente a nosotras.
Talivy comenzó a darme sus opiniones sobre las distintas materias que se impartían en la escuela. Su clase favorita era Control del Aura, debido a que según ella podía arrojar todos sus sentimientos sobre su contrincante y hacerlos un arma, textualmente dijo '' me hace sentirme poderosa tener el control''.
Por otro lado, la asignatura que más odiaba era Literatura Arcangélica, eso de tener que aprenderse la historia de La Cúpula a través de escritos de los siete originales, no era muy de su agrado.
Continúo su alegato durante un buen rato, interrumpiéndose únicamente cuándo un hombre delgado de pelo rojo irrumpió por uno de los arcos acercándose al grupo.
—Se acabó el alboroto—dijo mirándonos a todos, mientras avanzaba entre nosotros—, para muchos de vosotros esta es vuestra primera clase. No penséis que voy a ser benévolo por ello, hay unas normas que cumplir y el silencio está entre ellas.
El profesor parece olerme entre la multitud, entonces este gira para colocarse a escasos centímetros de mí.
—Vaya, parece que este año ha logrado ascender una humana. Increíble—me dice petulantemente—. Querida, ¿Sabes acaso de lo que trata el control del aura?
Quería dejarme en ridículo, eso estaba claro.
No hace ni 24 horas que llegue, ¿Y ya pretenden que sepa todos y cada uno de los misterios de aquí arriba? Soy una simple humana.
—No señor, no sé de qué trata el control de aura. Acabo de llegar—le respondo con convicción, intentando mostrar firmeza.
El me mira con cara de satisfacción; y está claro que es la respuesta que él esperaba. ¿Acaso no era más clemente con los recién ascendidos?
—Está bien, hoy serás partícipe de una demostración. Elkar ven aquí.
Un chico rubio de ojos azules sale del grupo y se dirige en nuestra dirección. Podría tener perfectamente la complexión de Idril, aunque su cuerpo estaba menos trabajado; en los brazos llevaba una especie de marcas hechas con tinta negra que resaltaban sobre su tez pálida.
—¿Tu nombre querida?—me dice el profesor.
—Elodie.
—Está bien Elodie, hoy iniciarás en el mundo del control de aura con una demostración. Pero antes te enseñaré los principios básicos.
Elkar me mira intentando mostrar comprensión.
—Cierra los ojos—me ordena—, y ahora imagina la forma de los sentimientos.
—¿Cómo voy a imaginar la forma de los sentimientos?—le interrumpo.
—Déjame terminar niña—me dice enfadado por mi insolencia—. Piensa en un momento feliz de tu vida, o en el peor momento que hayas pasado. Suele ser más fácil con los malos recuerdos.
Hago lo que me dice, y por mi mente pasa el día que tuve que dejar a mi madre para ingresar en El Círculo. Como me acompañó a la Zona de Selección y escuchó decir a los guardias que patrullaban que ya era apta para irme.
Recuerdo su cara, y como la decepción y la pena la cruzaron marcando aún más las arrugas que poseía a sus escasos veintinueve años mientras me veía subir al camión militar.
Rememoro tan bien como se partió mi corazón al comprender que la estaba dejando sola en ese despiadado mundo, sin más recuerdo de mí que los enseres que había tenido que dejar en casa.
Hasta hace escasos dos días tenía la esperanza de volver a verla después de nueve años esperando ese reencuentro.
Al caer en la cuenta de que eso no sería así, la tristeza en mi interior se transforma en rabia y aprieto los puños.
—Muy bien Elodie, sigue así. Ahora imagínate el color del sentimiento que estas concibiendo—me anima.
—Naranja—contesto aún con los ojos cerrados, sin entender muy bien porque he dicho ese color.
—Eso nos vale, ahora imagina que cobra forma y sale de ti.
En mi cabeza ese color comienza a cobrar forma de rayo y lo imagino saliendo de mí con fuerza y rabia. Estiro los brazo a la altura de mi corazón, y de verdad puedo notar como esa fuerza brota desde mi interior.
El sonido de algo estampándose contra la pared me hace abrir los ojos.
—Vaya, me has cogido desprevenido—dice Elkar, levantándose del suelo a tres metros de mí mientras se sacude el polvo de su ropa.
De sus manos comienzan a brotar pequeños haces de luces azules que toman forma de estela mientras se acerca.
—Mi turno—dice.
Me he metido con la persona equivocada.
Antes de darme tiempo a reaccionar, una estela de luz se posa sobre mi cuerpo y noto como mi corazón se para durante la milésima de segundo que tardo en caer al suelo, justo antes de quedar inconsciente.
—Mierda, no pretendía darle con tanta fuerza—oigo a lo lejos.
—Será mejor que vayas a responder ante tu padre por esto Elker, será mejor para ti que le informes tú.
—Yo me ocuparé de llevarla a la enfermería—dice una voz que no reconozco.
Unos pasos huecos se acercan y noto como alzan mi cuerpo.
La poca lucidez que queda en mi cuerpo se esfuma, y noto como el hilo de vida que me aferra a este lugar se va debilitando.
¿Se puede morir dos veces?
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