4. Vínculos
Las palabras de aquel viejo bigotudo aún resonaban en mi cabeza. ¿Sería verdad que todo lo que nos habían enseñado a lo largo de nuestra vida era una gran mentira?
¿Cuál sería el fundamento de llenar las mentes de toda la población de engaños?
Quizás fuera que dirigir una sociedad de aletargados ignorantes era más fácil que hacerlo con mentes despiertas.
Indudablemente se trata de eso. Un persona sin ideas no puede alentar una rebelión, pienso.
Pero ahora no era el momento de centrarme en eso.
Si quería sobrevivir al día de hoy debía desalojar de mi mente todos esos malos pensamientos y la rabia que sentía contra el mundo.
Lo único que tenía que tener claro era que mi único deber era pasar la prueba, y conseguir que Loras la pasara conmigo.
Nada me pararía. Haría lo que fuera necesario.
Porque yo sabía que Loras se hacía el valiente frente a mi. Él creía que era su deber ser mi héroe; pero yo era consciente de que debajo de esa coraza solo se escondía un niño asustado que quería ser salvado.
—Bueno, ¿entonces qué? ¿Estáis listos?
Casi me había olvidado de que el representante de La Cúpula seguía ahí.
—¿Acaso nos queda otra opción?—le respondo.
—Me temo que no Elodie, vuestro destino ya estaba escrito mucho antes de que nacierais.
Vaya, es la primera vez que me llama por mi nombre. Quizás lo esté memorizando por si algún día, alguien le pregunta cuál fue el infausto destino de aquellos chicos estúpidos que decidieron sumergirse en una muerte segura.
Asiento con la cabeza y el señor nos invita a subirnos al vehículo que se estaciona a nuestra izquierda. Pese a que nos encontramos en la zona más lujosa de todo El Círculo, la máquina que tengo ante mí destaca, rezuma ostentación y opulencia por donde quiera que se mire. Y al mismo tiempo desprecio por nuestra vasta sociedad.
¿Cómo puede haber niños muriéndose de hambre en las calles bajo la protección de La Cúpula mientras ellos pueden permitirse semejante suntuosidad?
En ese momento me queda más claro que nunca que la élite, solo vive para la élite.
—Algo exagerado no?—me dice el bigotudo mientras veo pasar los edificios de la ciudad por la ventanilla.
—Parece que lees todos mis pensamientos.
—He observado cada paso que has dado en tu vida Elodie. Así que créeme, es cómo si lo hiciera. Te conozco más de lo que lo haces tú misma.
Dice esto tan tranquilo, que casi paso por alto el peso de sus palabras.
—Espera, ¿Cómo que observándome?—le espeto.
Había pillado más de una vez a Elvis mirándome cuando salía de los baños, o mientras hacía deporte.
Creía que él era el único acosador que tendría en mi vida y ahora mira tú por donde, resulta que había tenido a un señor que podría ser el abuelo del abuelo de mi madre espiándome durante toda mi vida.
—Querida no eres consciente de lo valiosa que es tu vida para muchos de nosotros, pero pronto lo entenderás.
—Creo que hay muchas cosas que no sabemos y muy pocas personas en las que poder confiar—, interrumpe Loras iracundo mientras me agarra la mano con firmeza.
Noto en el tono de sus palabras que siente odio por la situación en la que estamos, y aún más furia hacia el hombre que tengo frente a mí.
Casi había olvidado de que mi amigo seguía allí conmigo hasta que abre la boca. Bueno, más bien el amigo con él que sueño casarme algún día.
He de decir que si hubiera sabido que lo único que necesitaba Loras para lanzarse era ver peligrar mi vida, hubiera buscado maneras absurdas de morir mucho antes.
—Casi hemos llegado—me dice mientras suelta el agarre de su mano.
Y así era, cada vez nos encontrábamos más cerca del Jardín de Daphne. Ya se divisaban las grandes enredaderas florecidas que habían crecido alrededor de los barrotes de las vallas.
Era un lugar imponente y sombrío. Destacaba entre toda la suciedad y abandono, porque perfectamente podría ser la única pizca de color que se albergará en toda la parte de la periferia de la ciudad.
El aura que desprendía el lugar te advertía que tenías que mantenerte a una distancia prudencial de él y ahora que lo pienso fríamente podría ser por la cantidad de magia que albergaba en su interior.
Esa magia que hasta hace escasamente media hora no sabía que existía.
Y ahí iba yo, directa al peligro como una loca ciega de amor.
El vehículo se aparca finalmente frente a las grandes puertas de plata que presidían el lugar y nos bajamos de él.
Alcanzo a ver en su parte superior un gravado casi borrado, que parece haber sido esculpido mucho antes de que la ciudad se erigiera.
Afino la vista y veo que se trata de una especie de serpiente mordiendo una manzana.
Entonces caigo, en el Mito de Heracles y el Jardín de Las Hespérides no aparece ninguna serpiente.
En el Mito de Heracles aparece un dragón.
¿Dónde nos hemos metido Loras?
Antes de tener tiempo de advertírselo se abren las puertas, emitiendo un sonoro chirrido proveniente de las bisagras. Entonces el viejo pone una mano sobre mi hombro y me susurra al oído:
—Recuerda niña, ninguna divinidad en el cielo o el infierno posee vínculos con el mundo de los vivos.
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