15. Familia Skalmers
La sangre de Idril salía a borbotones de la herida que el Fennir le había infligido en el costado derecho, pintaba mal, en pocos minutos se le habían formado pústulas amarillentas en los cortes donde habían rasgado los colmillos.
—Ser veneno. Veneno no matar demonio, solo ralentizar curación—aseguró el Skalmer.
¿Cómo sabe este avechucho que Idril es un demonio?, pienso.
Lo único que había hecho este animal desde que apareció en nuestro camino era decir trabalenguas sin sentido alguno, parecía que tuviera tres años. Y ahora resultaba que era más místico e inteligente de lo que aparentaba.
—¿Cómo lo sabes?—susurro con la esperanza de que Rea no me oiga.
—Skalmer ser tan viejo como bosque Aldars. Skalmer ver muchas criaturas en vida, Skalmer saber reconocer todas.
En Historia Antigua recuerdo que se nombraba este bosque como cuna de la vida, de aquí habían partido todas las especies, desde los insectos más pequeños hasta los humanos.
Las primeras civilizaciones humanas habían fundado aquí sus ciudades, cerca del gran rio de Almantür aún se podían ver las ruinas de los edificios de los antiguos pobladores.
Se contaba que a mediados del primer milenio el bosque enfureció, y harto de ver como talaban sus árboles milenarios y cazaban a todo animal que pasara por sus pies, puso a todas las fuerzas de la madre naturaleza contra ellos, y los expulsó.
Las raíces de los árboles destruyeron los suelos de las edificaciones, y los ríos se encargaron de anegar los cultivos dejando a los humanos desabastecidos de cualquier materia, obligándolos a abandonar el bosque y buscar refugio dentro del continente.
—¿Entonces estas seguro de que el veneno del Fennir no lo matará?
—Seguro estar, pero tardar horas en curar. Llamar Skalmers para poner a salvo.
No me digas que hay más skalmers, pienso.
—¿Hay más Skalmers?
—Oh, muchos haber. Skalmer volver ahora con familia.
La criatura peluda comenzó a andar tropezando constantemente con su cola, si lo mirabas sin prestarle atención podías confundirlo fácilmente con un castor patoso.
A trompicones el Skalmer desapareció en medio de la maleza sin producir ningún ruido.
—¿Qué le pasa a Ititus?—pregunta Rea, levantándose a unos metros de mí.
—La criatura que lo mordió le inyectó su veneno, pero se va a recuperar, no te preocupes.
Rea asintió y se arrodilló junto a mí.
—¿Sabes? De verdad nunca pensé que existieran tantas bestias—me dijo—, cuándo me crie en el Círculo tenía una amiga que siempre creyó en los cuentos que le contaba por la noches. Yo me reía de ella por lo crédula que era, y ahora resulta que la crédula era yo.
Algo dentro de mí se removió con sus palabras, una parte de mí quería decirle que estaba ahí, junto a ella. Pero la otra sabía perfectamente que eso sería un error.
—A veces tenemos que creer, aunque sea con los ojos cerrados y llenos de miedo.
—Vaya, me parece que le hubieras caído bien. Os parecéis bastante—me dice con tristeza.
—Yo también lo creo—le digo, y una puñalada se asienta en los latidos de mí corazón.
Nuestra conversación se ve interrumpida por una tropa de cientos de Skalmers que salen del bosque, y que en fila india se dirigen al cuerpo de Idril y lo arrastran entre todos.
—Eh, ¿Qué hacéis?—digo tirando en sentido contrario del cuerpo con todas mis fuerzas.
La pandilla de animales me mira con lo que creo que es expresión de desconcierto en sus ojos saltones.
—Skalmer pedir ayuda a Skalmers y Skalmers venir a ayudar a Skalmer—vociferan todos al unísono.
Espera, ¿Qué demonios han dicho?, pienso.
Definitivamente estos bichos deberían asistir a una clase de dicción, era imposible entenderlos.
—¿Qué? –se me adelanta Rea.
—Humanas no poder cargar con demonio, así que Skalmer pedir ayuda a su familia para mover cuerpo hasta recuperarse—explica el que creo que es la criatura que conocíamos.
—¿Ha dicho demonio?—dice Rea por lo bajo.
Bichos idiotas, maldigo por lo bajo.
—¿Dónde humanas querer ir?—dice el Skalmer de su derecha.
Definitivamente eran demasiados Skalmers para un mundo tan pequeño.
—Al Territorio de los Montaraces del Este—digo agotando la gota de paciencia que me queda.
—¡¡UUHHH!! TERRITORIO LIBRE—exclaman todos en el mismo eco con un sonido cuanto menos irritante.
—¿Sabéis cómo llegar hasta ahí?—dice Rea.
—Skalmers provenir de territorio libre. Skalmers conocer entrada secreta.
—Llevadnos pues.
Los castores mal formados empezaron su marcha, unos pocos se metieron debajo del cuerpo de Idril para levantarlo y los otros caminaban a su alrededor, esperando su turno para hacer el relevo.
El que suponía que era el Skalmer jefe, caminaba junto a nosotras agarrando la mano de Rea con su diminuta zarpa para no perder el paso del grupo.
—¿Tardará mucho en recuperarse?—pregunta Rea al bicho que lleva agarrado de la mano.
—Depender de fuerza, poder tardar horas o poder tardar días. Veneno de Fennir peligroso, pero no letal para el—contesta.
—¿Cuánto tiempo falta para llegar a la entrada?—pregunto cortando su conversación.
—Muy poco faltar, menos de kilómetro. Entrada estar en parte antigua de muro.
La parte antigua del muro había sido construida milenios antes de la Gran Guerra de Los Siete Cielos, los pobladores de la época pretendían poner una barrera contra el gran mal que se escondía en las laderas de Uderin.
Los mitos hablaban de una gran sombra que bajaba cada primero de mes y se posaba sobre ellas, extendiéndose lentamente por todo el continente y haciendo desaparecer a todos los niños de nueve años con los que tropezaba en su camino.
Casi nos extinguimos, pero los padres temerosos que aún conservaban a sus hijos comenzaron la construcción del gran muro. Pusieron en sus cimientos madera del árbol de svaldür y lo remataron con la talla de símbolos sagrados en su corteza, pidiendo así la redención a los Antiguos.
Si esa historia era verdad o no era una incógnita, lo que era seguro es que la parte antigua del muro existía y que aún conservaba las tallas de los pobladores.
—¡Ya estar, ya estar!—gritaron los Skalmers.
—Oh, ahí estar entrada—dijo el que nos acompañaba sacudiéndole la mano a Rea.
El muro emergió a pocos pies de nosotros, cubierto en su integridad por el musgo que se había apropiado de las paredes.
Una abertura de apenas un metro de alto y sesenta centímetros de ancho se dejó entrever entre ellas.
—Hasta aquí llegar camino de Skalmers.
—No nos acompañáis?—pregunta Rea.
—Oh no, Skalmers no soportar a primos del Este. Skalmers felices en bosque Aldars.
No creo que sean más pesados que vosotros, o por lo menos lo espero, pienso.
—Muchas gracias por vuestra ayuda—les digo, porque seré antipática, pero mi madre me enseñó modales.
Los bichejos dejaron el cuerpo de Idril en el suelo, el demonio ya comenzaba a poder moverse lentamente pero aún estaba en un estado de seminconsciencia.
—Skalmers encantados ayudar humanas.
—Y nosotras estamos encantadas de conocer a los Sklamers—dice Rea.
Dicho esto, Rea cogió a Idril por una mano y yo por la otra.
Lo arrastramos por el prado hasta que la grieta nos engulló, privándonos de nuestra vista, y dejándonos sumidos en la más austera oscuridad.
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