11. Isla de Kárets
Oigo el latido de mi corazón retumbar en las paredes de mi cráneo, cada palpitación es un horror que me recuerda la misión que debo cumplir; salvar a Rea.
—¿Elodie?—dice Idril mientras me zarandea—¿Me oyes?
Claro que lo oigo, pero en estos momentos no estoy en disposición de contestar. Sólo pienso en el momento en el que los labios del profesor mencionaron su nombre y en que ahora ella es mi prioridad.
—Claro que te oigo—intento decir con naturalidad.
—Está bien, es que parecía que tu alma hubiera abandonado tu cuerpo. Estabas blanca como un papel.
Pensé en contarle el porqué de mi reacción en ese mismo instante, pero temo que alguien me escuche y la misión recaiga en otra persona. No podía permitirlo, Rea iba a ser libre; y daba igual que se interpusiera en mi camino.
—Bueno chicos, ¿listos entonces para entrar al portal?—interrumpe el profesor.
—Sí señor—digo con seguridad.
—Bueno recordad, mientras estéis en el Portal Intermundos no os separéis, podríais separar vuestros caminos y acabar cada uno en una parte diferente de Syphide.
Oh no, no me voy arriesgar a eso, pienso.
Dicho esto, agarro a Idril del antebrazo y nos disponemos juntos a dar el paso que nos separa del portal.
—¿Preparada?—me dice.
—Siempre.
Nuestros pies comienzan a avanzar solos y nos sumergimos dentro del portal. Este nos engulle, y la gravedad junto al viento del lugar hacen mella en nosotros; nos aplasta contra el suelo y hace que cada paso que demos se iguale al esfuerzo de correr durante 3 kilómetros.
—¿Estás bien?—me pregunta.
Asiento con la cabeza, me da miedo abrir la boca y luego no poder volver a cerrarla.
—Ya queda poco, se ve la otra puerta del portal.
Señala un punto a diez metros de distancia que reluce más que ningún otro. Esos metros que quedaban, iban a ser los peores de mi vida.
Un paso, dos, tres...treinta.
La luz estaba cada vez más cerca, casi la podía tocar con la punta de mis dedos. Mire la figura de Idril y me di cuenta que ni el mismísimo hijo de Hades iba a salir indemne de este paseo.
Sólo nos queda un paso para escurrirnos de este horror, entonces lo miro y de mi boca sale una última palabra:
—¿Juntos?
—Juntos—dice apretando los labios.
Y así lo hicimos, unidos por el agarre de nuestros brazos cruzamos el umbral y volvimos a respirar aire puro.
—Ha sido la peor experiencia de mi vida—digo resoplando—, tenéis que hacer esto cada vez que descendéis al mundo humano?
Él se ríe, y constato que su rostro ha cambiado. Su pelo negro ahora es cobrizo, sus negros ojos ahora enmarcados por unas gafas han pasado a ser verdes y su altura ha disminuido en exceso.
—Oh querida, ser inmortal es mucho más difícil de lo que crees—dice rodando los ojos—. Por cierto, estas horrible; odio a las pelirrojas.
Ruedo los ojos y lo miro. Nunca me había parado a pensarlo, pero tiene que ser muy difícil llevar el peso de la vida humana sobre tus hombros. Cada situación, cada nueva vida y cada nueva muerte es supervisada y aceptada por uno de los Círculos, el destino del mundo siempre ha estado en sus manos.
El interrumpe mis pensamientos.
—Tengo algo que contarte.
Que coincidencia, yo también, pienso.
—Hoy tengo otra misión aquí aparte de la del profesor Dodder, es todo lo que puedes saber. No intervengas.
Muevo la cabeza afirmativamente en respuesta, me muero de curiosidad pero necesito que confíe en mí para contarle lo de Rea.
—No me interpondré, lo único que te pido a cambio es que me ayudes a que Rea Mikkelson abandone a su marido.
—Ese era el plan desde el principio, necesito que llegue junto a los montaraces—entonces me mira con escepticismo—¿Qué interés tienes tú en que abandone a su enlace?
—No necesitas saber más.
El suelta una carcajada y prosigue.
—Está bien pequeña fierecilla—sigue riéndose—, el portal nos ha escupido bastante cerca de su casa. Estamos en la Isla de Kárets, en el distrito de Foçer; el muro que separa El Círculo del Territorio Libre del Este está escasamente a tres kilómetros.
—Y cómo la encontramos?—interrumpo.
—Siempre tan impaciente—me espeta sacando un objeto circular del bolsillo derecho—Esto es un Ojo de Xanthis, esta hechizado para permitirnos ver lo que queramos en tiempo real.
Me lo pasa y observo la figura violácea que mantengo en mis manos.
—Pasa dos veces la mano a su alrededor y piensa en lo que quieras que te muestre—me indica.
Lo hago, e inmediatamente la imagen de una demacrada Rea se asienta en la esfera.
—¿La ves?
Asiento.
—¿Dónde ésta?
—Creo que es El Mercado, está comprando en un puesto de telas.
Claro que sí, es costurera idiota, pienso.
—Muy bien, eso está bastante cerca de aquí—dice arrebatándome el Xanthis de las manos—vamos antes de que se nos pierda.
Idril me agarra de la mano y comienza a correr calle abajo por los caminos de tierra que conducen al mercado.
Yo me críe en Falbedür, una ciudad dentro del continente, pero Rea era de aquí. Me describió tantas veces sus calles y su famoso mercado, que sentía que este lugar también me pertenecía un poco a mí, por lo que sus calles eran tan conocidas para mí como lo eran las del Círculo.
Tardamos poco en llegar al centro de la vida de Foçer, y comenzamos a deslizarnos entre los puestos de comida abarrotados de gente haciendo sus ofertas. Más de una vez intentó pararnos una bruja para leernos la mano, a lo que Idril siempre respondía con un gruñido y seguía su camino.
El mercado de telas se encontraba en la parte más alejada, ya que era sólo visitado por las costureras y las damas desposadas con altos cargos militares. Un lujo al alcance de muy pocos.
—¿La ves por aquí?
Comienzo a investigar el lugar y un figura bajita, con el pelo trenzado llama mi atención. Está regateando el precio de una tela de árbol de svaldür con el mercader.
—Es ella—digo señalándola con el mentón.
—Muy bien, vamos allá.
Nos acercamos a paso lento a ella, levantando la tierra con nuestras botas. Cuando la tengo al alcance de mi mano le toco el hombre, ella se gira irritada por la interrupción en la negoción y me dice:
—Perdona, ¿Te conozco?
Ni el crecimiento de mil alas en mi espalda me hubiera dolido tanto como eso.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro