2. Condones.
Pasa saliva.
Bien, ¿qué está sucediendo? Nada malo, sólo está muy sorprendido. Ha pasado de los abrazos a las caricias, de piquitos a meterle la lengua, de hacerle piojito a manosearla. La situación con Asa ha evolucionado demasiado, sobre todo ayer cuando después de haber metido la mano bajo la falda para hacer a un lado sus bragas blancas y presionar el timbre del Diablo al mismo tiempo que ella jugaba con la palanca que tiene entre las piernas para subir de velocidad, Asa ha dicho lo que le ha dejado en una nube durante toda la noche.
"¿Podemos hacerlo?"
Ay, mierda, de sólo recordarlo se le para, ¡claro que quiere hacerlo! Su pene se pone ansioso, necesita sentir esa humedad, esa estrechez, esa calidez en toda su extensión. Necesita hacerla enloquecer, que ella jadee en su boca, que le pida más y no paren.
¡Calma, Denji, calma!
Pasa saliva de nuevo.
Delante de él una puerta que conduce a un destino vigoroso. El cuarto de Asa dislumbra su vista, un santuario inmaculado donde sólo ella puede entrar, un sitio donde ni las mismísimas Yoru, Kiga o Makima han entrado. Está titubeante, nervioso, sosteniendo la perilla con los dedos temblorosos, ni siquiera debe de hacer esfuerzo en presionar o jalar.
Entra.
Asa ha dejado la puerta de su habitación sin seguro luego de decirle que iría a buscar el celular para irse a pasear con él, un evento usual cada que tienen citas los viernes por la tarde.
Pero hoy no es viernes por la tarde.
Es sábado.
¿Qué pasa los sábados?
Yoru sale a divertirse.
Kiga sale con su novio Yoshida.
Makima trabaja.
¿Y qué con que no estén?
¿No es obvio?
¡¿No es obvio?!
Retiene la respiración. Ahora, una Asa sentada en la cama mirando la salida de su habitación con timidez lo recibe. Mierda, se le para.
—Tardaste.
¡Sí era obvio, era una invitación!
Dios mío, ¡Jesús, María y José!
Hoy la pone.
¡Hoy la pone!
Debe de tranquilizarse, tomar aire y caminar, no quedarse como idiota en la entrada observándola con la boca abierta.
Pero para confirmar...
—Di... Dijiste que irías por tu celular, tardaste y bueno...
—Mentí.
Mejillas rojas, corazón desbocado. Asa se levanta de pronto a paso lento, toma su muñeca y lo conduce al interior de su habitación para estar cómodos. Pronto la puerta se cierra detrás suyo poniendo su piel de gallina. Observa el interior, quiere estar lo más tranquilo posible para no pensar en que su pito se anda poniendo feliz antes de ser siquiera consentido.
Fotografías en la pared con sus hermanas, un bonito armario blanco, mesita de noche y...
—¿Esto es demasiado para ti, Denji? —pregunta Asa sacándolo de sus pensamientos, de inmediato la voltea a ver.
—Eh... —Intenta encontrar una respuesta que no lo haga ver como un virgen deseoso, pero está seguro que ella ya conoce todo de él—. Jamás había estado en el cuarto de una chica.
—Yo tampoco... —Asa aprieta los labios, ahora que lo nota también está nerviosa, roja—. Pero quiero dar el siguiente paso contigo, Denji.
—¿Estamos hablando de lo mismo que la otra vez?
Ella asiente con timidez—. Sé mi primera vez, Denji.
En su mente, él se ha lanzado a ella a besuquearla, de agarrarla para someterla en la cama y en breve meterle el pito, mas la realidad difiere demasiado con la fantasía. Está quieto, tenso, nervioso. Decide dar el primer paso tomando su mano y acercarse para besarla. Sabe que será torpe, mierda, que es la primera vez que estarán juntos, así que, cuando sus labios impactan, es un alivio que Asa sea lenta en responder como siempre, que ponga sus brazos alrededor de su cuello para mantenerlo cerca. Es una fantasía.
En cámara lenta, la camisa de Asa es desabrochada, dejada de lado en el piso para acercar sus manos y amasar los senos firmes, apretar y repetir, colarlas por debajo del sostén para deleitarse de la calidez suave que se oculta de su vista. Asa no se queda atrás porque ya tiene en su mano izquierda aquel amigo que la hará pecar en esas sábanas blancas.
Gemidos suaves, oraciones cortas a un Dios que seguro estará apartando la mirada.
Para cuando se da cuenta está sobre la cama de Asa sin nada que pueda cubrir un centímetro de su piel, con la mirada de ella lamiéndolo desde la altura. Entonces, cuando ella se retira las ligas del cabello para poder amarrárselo en un peinado alto, decide que es momento de hablar otra vez.
—A-Asa..., ¿tú tienes condones?
Ella desvía la mirada, abochornada—. Esperaba que no preguntaras eso...
—No creo que debamos tener un bebé jóvenes. —Aunque le pesara detenerse, no cree correcto hacerlo en esa situación.
Si este no es el AsaDen más soft que has leído, al menos que sirva como llamada de alerta para mantener relaciones sexuales seguras. El uso de preservativo no solo evita el embarazo, sino también el contagio de alguna enfermedad de transmisión sexual. Si tu pareja no desea usarlo, cámbiala. Es mejor gorrito en mano que nueve meses y sida.
—Descuida... —Ella está acariciándose el brazo, algo que no entiende—. Ya he tomado debidas precauciones.
O en caso de confiar demasiado que tu pareja sexual no tiene una ETS, usar un método anticonceptivo hormonal.
—¿De qué estás hablando?
—Estoy tomando pastillas anticonceptivas, así que...
El sonrojo de Denji se extiende hasta las orejas—. Ya veo... Gracias por pensar en mí. —Diablos, la desea inseminar.
Asa toma posición sentándose en su vientre para besarlo en los labios, jugar con su lengua usando la suya haciéndolo suspirar. Puede sentir el bonito trasero respingón de su culona rozarse contra su pito que llora por estar dentro de ella.
—¿E-estás listo? —pregunta ella mientras alza la cadera para empezar a acomodar la punta entre los pétalos impregnados de rocío que se ubican entre sus piernas.
—A-Asa..., soy virgen... —confiesa de pronto—. Sé gentil...
Ella pasa saliva, asiente con la cabeza—. Antes quiero decirte algo.
—¿Te sientes incómoda? Podemos parar cuando lo decidas —comenta algo nervioso porque aunque su bonita Asa muestre toda la disposición de estar con él puede ser que se sienta presionada.
Asa sonríe suavemente mientras niega—. Estoy segura de dar este paso contigo.
—Te amo, Asa —le roba las palabras de la boca a su amada, incluso se atreve a sonreír ante su mirada atónita—. Cada paso que demos hagámoslo juntos.
Y cualquier duda que tuviera en ese momento simplemente se esfumó por el aire.
—Sí. —Mejillas ardiendo, corazón desbocado, cadera bajando—. Denji..., te amo...
Entonces, al aterrizar las posaderas de Asa en la piel desnuda de Denji, quien ha dejado escapar un jadeo grave, el sonido de la puerta de la casa se abre de improvisto.
—Vamos a mi habitación, Asa debe de estar con su noviecito.
¿Esa es...?
—Cuando dijiste que tenías más hambre no creía que te referías a esto. Menos mal siempre cargo con condones.
¡Mierda!
***
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