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Capitulo 1: La Traición.

Capítulo 1: La Traición

La noche estaba fría, con un viento que parecía burlarse de la chaqueta ligera que llevaba puesta. Mientras caminaba hacia el café donde Alma me había pedido que nos encontráramos, no podía sacudirme esa sensación extraña que me hacía un nudo en el estómago. ¿Por qué sentía que algo estaba mal?

El lugar estaba igual que siempre: luces cálidas, un aroma a café recién hecho y risas entremezcladas con el suave sonido de la música de fondo. Pero para mí, todo parecía fuera de lugar. Algo en mi pecho me decía que esta noche cambiaría todo.

Al entrar, mis ojos recorrieron el café automáticamente, buscando el rostro familiar de Alma. La encontré casi de inmediato, en una esquina, con su cabello cayendo en cascadas suaves sobre los hombros, pero no estaba sola.

El hombre frente a ella tenía el tipo de sonrisa que podía poner a cualquiera en alerta, y el brillo en los ojos de Alma era inconfundible. Me quedé paralizado. ¿Qué era esto?

Por un segundo, quise creer que estaba exagerando. Tal vez era un amigo, un compañero de trabajo. Pero había algo en la manera en que el hombre se inclinaba hacia Alma, algo en la forma en que ella reía, que me dio un golpe directo al estómago. Esa risa no era cualquiera. Era  su risa, la que ella usaba cuando estaba feliz, cuando yo la hacía feliz.

El tiempo pareció detenerse. Mis pies no se movían, mis pensamientos no se organizaban. No sabía cuánto tiempo había pasado mirando esa escena, hasta que los ojos de Alma se cruzaron con los míos. Su expresión cambió al instante. Sus labios se entreabrieron y su rostro palideció.

—Isaac... yo... —comenzó a decir, levantándose de la silla con torpeza.

—¿Qué estás haciendo? —mi voz sonó más tranquila de lo que esperaba, pero eso solo hacía que el aire entre nosotros se sintiera más pesado.

El hombre, con una mirada confundida, intervino. —Amigo, creo que hay un malentendido...

Solté una risa seca, llena de amargura. —¿Amigo? —repetí, sintiendo cómo la rabia empezaba a llenar cada parte de mi cuerpo—. ¿De verdad estás diciendo eso?

—Isaac, por favor, no es lo que parece... —La voz de Alma temblaba, pero yo ya no podía escucharla.

—¿No es lo que parece? —repetí, dando un paso hacia atrás. Había demasiadas emociones dentro de mí: dolor, decepción, ira. No sabía cuál dejar salir primero.

Sin otra palabra, giré sobre mis talones y salí del café. Necesitaba aire. Necesitaba salir de ahí antes de explotar, antes de que todas las palabras que estaban en mi mente encontraran su camino hacia la superficie.

La brisa fría me golpeó en el rostro mientras mis pasos me llevaban a ningún lugar en particular. Solo quería alejarme. Las risas, las miradas, la expresión de Alma cuando me vio... todo seguía reproduciéndose en mi cabeza como una pesadilla que no podía apagar.

Finalmente, llegué a un parque cercano y me dejé caer en un banco. Mis manos temblaban, y no estaba seguro si era por el frío o por la mezcla de emociones que me consumían. Cerré los ojos y dejé que los recuerdos me inundaran: las noches que pasé escuchándola reír, las promesas que hicimos, los momentos en los que pensé que todo estaba bien.

Había confiado en ella. Alma había sido mi mundo, mi refugio. Había bajado todas mis defensas por ella. Y ahora, todo eso estaba en ruinas.

Me llevé las manos al rostro, respirando profundamente, intentando calmarme, pero el dolor seguía ahí, clavándose como un puñal. Lo peor era que no sabía qué dolía más: la traición o la sensación de que todo lo que compartimos había sido una mentira.

"¿Qué hice mal?" pensé, pero no tenía respuestas. Tal vez nunca las tendría.

Por primera vez en mucho tiempo, sentí que estaba perdido. Pero mientras el viento soplaba entre las ramas desnudas de los árboles, una pequeña chispa de determinación se encendió en mi interior. No iba a dejar que esto me destruyera. No me lo merecía.

Todavía no sabía cómo, pero iba a salir adelante. Aunque me doliera. Aunque cada paso fuera una lucha. Aunque el amor ahora me pareciera una mentira, sabía que no podía dejar que este momento definiera el resto de mi vida.

Con un suspiro tembloroso, me levanté del banco y comencé a caminar.

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