Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 3


AIMEÉ

— ¡Pásame los cubiertos! ¡Rápido!

— ¡Y enciende la televisión!

— ¡Y los troncos!

— ¡Eso! ¡Y los troncos!

—Toma la bebida... ¿Faltan vasos? ¿Puedes fijarte si faltan vasos? Ah, y los...

—Ya entendí, ya entendí —interrumpió Léon, alzando las manos y caminando desde la cocina hasta la mesa en el comedor, llevando todo aquello que su hermana y su madre le habían pedido—. Que me encargue de todo, básicamente.

Ambas lo miraron mal.

La señora Micheaux se inclinó sobre su hombro, solo para encontrarse con Aimeé y su esposo, el señor Roux, acomodando la mesa en silencio.

— ¿Falta mucho, cariño? —le preguntó, con toda la dulzura en su voz.

Y no le hablaba a su marido, le hablaba a ella.

Aimeé le dio otro vistazo al televisor. Una cuenta regresiva ocupaba toda la pantalla, los números destacaban por encima del fondo.

—Alrededor de diez minutos.

Aún más agitada, Adèle se apresuró a terminar de preparar todas las cosas, y comenzar a llevarlas con la ayuda de sus dos hijos.

Las navidades en casa de los Roux solían ser mucho más amplias, repletas de familiares lejanos y el triple de comida. Mas en aquella ocasión en específico, habían decidido en quedarse en casa con ella, solo para poder ver el programa que saldría al aire luego de las doce. Y, sin embargo, aun siendo tan pocos y estando atrasados, el ambiente continuaba sintiéndose mágico.

Debajo del árbol en la esquina, se encontraban sus regalos envueltos. Léon había prendido los troncos de navidad, tal como su madre le había pedido, y ahora desprendían un precioso aroma a vino tinto que le adormecía los sentidos. Las luces de distintas escalas decoraban las paredes de la habitación, y allí, con las mismas personas que podría considerar su familia, se sentía... cálida.

Cuando terminó de acomodar los platos, vasos y cubiertos, comenzó a ayudar a la señora Micheaux a llevar la comida y bebida. Una fuente con pavo asado, las castañas, una botella de champagne... Sonrió cuando colocó los quesos sobre la mesa, el último aperitivo que quedaba.

Y entonces:

— ¡Ya es media noche!

— ¡Oh! —Adèle se llevó las manos a la cara, y comenzó a abrazar a todo el mundo. Primero Léon, luego Monet, y siquiera dudó en cuanto llegó a Aimeé. La estrujó como si estuviera hecha de peluche, y en cuanto se apartó, le besó la frente—. Feliz navidad, cariño.

Ella sintió como el pecho le ardía.

—Gracias, igualmente.

El señor Roux se limitó a hacer un ademán en el aire, observándolos a todos con una pequeñita sonrisa.

—Eso, feliz navidad.

A Aimeé le agradaba el señor Roux, aunque fuera un hombre de pocas palabras. Le gustaban sus silencios cómodos y la manera en que, a pesar de no gritarlo a los cuatro vientos como su esposa, la hacía sentir bienvenida y en casa. No podía quejarse sobre ninguno de los Roux, todos se habían portado tan bien con ella que jamás sabría cómo devolvérselos.

Adèle se recompuso luego de saludarlos a todos, enseguida poniendo una mueca.

—No puedo creer que estemos tan atrasados. Vamos, siéntense en sus lugares.

Todos obedecieron. Aimeé tomó asiento junto a Monet, frente a Léon y con Edouard y su esposa en cada punta. Los hermanos tenían la vista fija en nada más que en la comida, toda preparada por Adèle, por supuesto. Nadie más podría haber puesto un dedo sobre esa cocina sin quemarla.

— ¿Quién tiene el control remoto? —cuestionó Monet. Léon lo alzó sin mucho entusiasmo—. Bueno, vamos. Cambia de canal.

—Ya va, ya va. No es como si fuera tan importante.

— ¿Que no es tan importante? —Saltó Adèle, con las cejas alzadas—. Nos estamos perdiendo la misa de media noche por esto, vaya si es importante.

Aimeé se sintió un sonrojo sofocante rodearle las mejillas, y en general todo el rostro, ni bien observó aquellos ojos claros y piel a juego salpicada por lunares aparecer en el televisor. Antes de comenzar con el programa, un breve saludo de navidad apareció en la pantalla... Con él como protagonista.

Monet, a su lado, hizo una mueca. La primera de la noche, aunque seguro no la última.

—Nadie jamás me ha dicho un "Feliz navidad" más árido.

—Sh.... ¡Mira! ¡Ahí está!

—Sí, mamá, ya sabemos que ahí está. Por poco la acompañamos al estudio la semana pasada a grabarlo.

Y entonces comenzó a mostrarse la grabación de la entrevista.

Aimeé se observó como pudo. A través de la pantalla, todo se veía tan... distinto. Serio, formal; cuando ella recordaba las decenas de emociones que la habían atacado en aquel mismo piso, y todas a la vez. Miedo, furia, pánico, irritación, valentía... y quizá... quizá un poquito de atracción.

Gabriel Mercier era más bonito en persona de lo que se hubiera esperado. A veces... cuando sus facciones no destilaban la tensión, y no se encontraba disfrutando de hacerla sufrir... cuando retiraba la vista, esta se suavizaba un poco, y lo hacía ver más humano.

Le gustaba cuando se veía humano.

—Que preciosa que te ves, cariño.

Su mejor amiga alzó la barbilla con orgullo.

—Sí, y todo porque la vestí yo. Mira que bien quedaba el labial rojo con el vestido, sabía que sería una buena elección.

La pelinegra se limitó a asentir como si entendiera algo.

Léon observaba la pantalla como si la estuviera analizando... esperando una tragedia. Ni él ni su hermana se habían tomado bien la noticia de que, al final, ella había decidido aceptar la entrevista. Ambos temían por su reputación, y bueno... su salud mental. Sin embargo, luego de asegurarles de que todo había salido bien, los dos habían logrado relajarse. Hasta entonces, que comenzaron a ver el programa. El menor de los Roux parecía hasta nervioso.

—Tengo frente a mí a una artista muy talentosa.

Resistió la tentación de cerrar los ojos, abochornada. No tenía sentido, no había nada de malo en las preguntas, en sus repuestas o reacciones. Y, sin embargo, sentía que los Roux estaban presenciando algo prohibido. Se observó a sí misma en la pantalla hasta el cansancio. Se odió por no poder saber si su rostro se encontraba rojo, aunque fuera un poco.

Sí.

—Y, por lo visto, poco modesta.

Edouard bufó.

—No lo soporto. Que hombre más arrogante.

—Y grosero —añadió Monet—. ¿Es verdad eso que dicen? ¿Qué no saluda ni a sus compañeros de trabajo?

Por lo poco que había visto de él... podía creérselo. Es más, no dudaba que fuera cierto.

—No lo sé —admitió—. Cuando llegamos con Célestine, estaba en su camerino.

La televisión continuaba sonando, y podía oírse un «¿Te hubieras imaginado hacía... tres años, que estarías donde estás ahora mismo?» de fondo, aunque ya no le estaba prestando tanta atención como antes. Tenía la mirada perdida en esos rasgos definidos y el rastro de barba que cubría su mentón. Recordaba como se había sentido tenerlo frente a ella. Aterrador. Gabriel Mercier era un experto en hacer sentir estúpido a su interlocutor, y más aún si su interlocutor era una persona que solía morirse de los nervios ante la idea de hablar con desconocidos a solas.

— ¿Y es igual en persona? —Interrogó Léon, sin quitarle la vista a la pantalla—. Cínico, intolerante, exigente... ¿O eso es todo un personaje?

Aimeé se encogió de hombros.

La verdad es que aquello también fuera, muy probablemente, cierto. Y aun así, sentía la necesidad de... dejarles una buena impresión de él. De que no lo odiaran tanto. Como si fuera un pretendiente que debía llevar a casa luego.

«Que ridículo».

—No sé —respondió. Los hermanos la observaron con una ceja alzada. Como si fuera estúpida... otra vez—. ¡Es que no hablamos mucho! —se excusó—. Nos presentaron antes del programa y... eso fue todo.

Mentira.

Eso no había sido todo.

Y solo Aimeé lo sabía.

Porque Gabriel las había escuchado, a ella y a Célestine. Estaba segura. La había oído soltar todo aquel vómito verbal sobre como prefería evitar ciertos temas, y como llevaba mintiendo en cada entrevista. Y estuvo todavía más convencida por la manera en que la enfrentó al presentarse. Él sabía algo, y había sido un milagro que no hubiera acabado de descubrirlo en medio de la entrevista.

Más que un milagro. Lo siguiente, si era que existía tal cosa.

—No deberías haber ido —murmuró Léon, distraído.

—Pero ya fui, y salió todo bien.

—Podría haber salido mal —insistió él—. Muy mal.

—Tengo que estar con Léon en esta, Meé —se metió su mejor amiga—, ¿Sabes todo lo que arriesgaste? ¿Lo que podía costarte esa entrevista?

—Sí, lo sé. Pero salió todo bien —repitió, aquella vez un poco más enfadada.

No le agradaba cuando hacían eso. Cuando la hacían sentir como si su opinión o su juicio importara menos. No era una niña. Por el contrario, era una adulta que llevaba varios años sosteniéndose por si sola. Y bastante lejos había llegado, ¿No? Era una artista reconocida a nivel nacional, que podía permitirse vivir de su arte y mucho más. Nada de eso sugería que no sabía cómo tomar decisiones, o manejarse a si misma.

—Todavía no sé cómo hiciste eso —comentó Monet—. Eres la primera persona que ha logrado tal cosa. Nadie ha salido de ese programa sin tener, aunque sea, una parte pequeñita de su reputación dañada.

No quiso darle muchas vueltas al asunto, y se limitó a responder con una sacudida de cabeza, para luego comenzar a servirse su comida en el plato.

El resto de la cena transcurrió en paz... si con paz podía considerarse a Léon y su padre quejándose de Gabriel cada par de minutos, y Adèle soltar algún halago a su físico cada el mismo lapso de tiempo. Por lo menos podía refugiarse en Monet, que se limitaba a observarla y soltar risitas repletas de burla. Cada tanto se le escapaban miraditas a la pantalla, no lo podía evitar. Y quizá se quedaba un par de segundos más de lo debido observando las expresiones faciales de Gabriel. Aunque estuviera mal, le gustaban las sonrisas que destilaban maldad y que soltaba al principio. Le gustaba todavía más la forma en la que estas se fueron desvaneciendo a medida que la entrevista fue trascurriendo, para ser suplantadas por una expresión de frustración pura. La forma en que chasqueaba la lengua cuando no conseguía lo que quería, o cómo había comenzado a temblarle el ojo derecho en los últimos veinte minutos, mandaba sus comisuras a temblar.

Cuando hubieron terminado de cenar, pasaron a abrir los regalos. Todos los Roux recibieron uno por su parte. Aimeé recibió tres: Un pequeño brazalete, por parte de Léon; un jersey de Adèle y Edouard; y un vestido precioso —que le aclaró, era rojo— de Monet... Aquel último, cabía recalcar, no tenía ni idea de para qué ocasión podría usarlo.

No permanecieron despiertos por mucho más tiempo, ya era tarde después de todo. Estaban lejos de Paris, por lo que debían pasar la noche en aquella casa. Como no había habitaciones suficientes, Aimeé y Monet durmieron en la misma cama. Casi como si volvieran a ser dos chiquillas, se quedaron hasta altas horas de la madrugada divagando, sin hablar de ningún tema en particular, y cuando Aimeé cerró los ojos, otro par estaba listo para perseguirla en su cabeza.

Así que se durmió pensando en ellos.

...

GABRIEL

Los fuegos artificiales estallaron en el cielo repleto de estrellas, decorándolo con colores.

«Y contaminación».

Gabriel los observó, con una copa de vino contra los labios, y la mirada perdida. De lejos podía oír el sonido de la televisión. Eran pasadas las doce, por lo que su programa debía estar por comenzar. A nadie en el estudio le había gustado demasiado la idea de un especial de navidad, muchísimo menos en aquel horario en el que todo el mundo se encontraba o cenando con sus familias, o en la misa de medianoche.

No, la única persona que estaba disponible en una fecha como aquella, era él.

Sin embargo, aquel no era un episodio cualquiera, tenía como estrella invitada a Aimeé Salomón, y prefería que la menor cantidad de personas posibles viera como lo destrozaba en televisión nacional, cargando una sonrisa dulce e inocente en todo momento.

Le dolía admitir que lo había vencido en su propio juego.

Había pasado la última semana dándole vuelta a sus palabras, a lo que había oído fuera de su camerino... a todo. Evan le habría dicho que tenía que empezar a tomarse mejor la derrota, por suerte... Evan no estaba allí para reprenderlo. Tenía la certeza de que había mentido al decir que todo había sido un rumor, y quizá podía ir tan lejos como para decir que no pintaba sus propias pinturas. Era la única conclusión a la que había llegado. Eso, y que su entera personalidad estaba basada en un acto.

Se mantuvo de la misma forma por otro par de minutos. Sentado en su terraza, con una manta rodeándolo por los hombros y una botella de vino en la mesa a su derecha.

Hasta que su celular sonó.

Cuando se estiró para tomarlo, el nombre de Evan brillaba en la pantalla.

Luchó, mas se le escapó una minúscula sonrisa.

—Hola —saludó.

— ¡Pero que amigo tan cariñoso que tengo! —ironizó Evan, ya medio borracho—. ¡Feliz navidad para ti también, cariñito!

El castaño rodó los ojos.

—Veo que tomaste.

— ¿De qué otra forma se supone que soporte una cena en casa? No quisiste acompañarme, no me quedaba otra que emborracharme.

Por mal que sonara, se alegró de no ser el único que estaba pasando una navidad horrible. Evan no era una persona que se embriagara con normalidad, muchísimo menos en una reunión familiar, por lo que no tenía que estar pasándola muy bien.

A pesar de todo, prefería estar solo a en un lugar que no quería, como su amigo. Hubiera hecho cualquier cosa con tal de no tener que pasar una navidad en el lugar que se esperaba que llamara casa. Que le importaba estar solo, mientras se mantuviera a kilómetros de lo que más odiaba, podría considerarse afortunado.

— ¿Está todo muy mal por allí? —se obligó a preguntar.

Lo oyó bufar.

—Que va, son la familia perfecta. —A su respuesta le siguió un golpe seco. No quiso preguntar de qué se trataba—. Me sentía un poco fuera de lugar, así que salí al jardín. No sé cuánto tiempo llevo aquí ya. Mañana me arrepentiré muuuucho de esto.

—Tendrás que volver con resaca. Pasar por el aeropuerto... subir al avión...

—Ni me hagas pensarlo —lo cortó—. ¿Y qué hay de ti? ¿Algo muy entretenido por Francia?

«Seguro».

Lo único que había de entretenido era el bar que se encontraba cuatro calles abajo, y siquiera le apetecía ir.

—Eh, más o menos.

—Estás solo en casa bebiendo vino, ¿No?

—Sí.

Volvió a oírlo bufar.

—Desearía poder unirme.

Gabriel carraspeó.

Iba a responder cuando oyó otra voz masculina, aquella más lejana, a través de la línea del teléfono. Supuso que se trataba del padre de Evan, George. Pareció que estaban discutiendo, sin llegar a gritar, aunque claramente cargados de molestia. Pasaron un par de segundos hasta que su amigo volvió a tomar el teléfono.

—Bueno, eh... tengo que irme —balbuceó—. Papá y su novia me llaman.

— ¿Van a castigarte por beber?

—Cállate. Feliz navidad.

Sonrió.

—Feliz navidad. Adiós.

Ni bien cortó la llamada, deseó no haberlo hecho. La voz de Evan, que antes llenaba el silencio, se apagó, y entonces volvió a quedar solo. Un escalofrío le recorrió la espalda en cuanto oyó la voz de la señorita Salomón. Por supuesto que provenía de la televisión, ya habían comenzado a pasar el programa. Y, sin embargo, se oía tan real que por un instante se creyó que estaba allí, en su departamento.

Bajó la mirada al teléfono, y se sorprendió al notar que tenía mensajes de tres personas distintas.

El primero era de Josette. Un audio.

«¡Hola! Bueno, em... niño, no tengo mucha idea de cómo se maneja esta cosa... ay, nunca sé que hacer, ¿Estaré grabando?...» Silencio. «¡Hola! No te das una idea de lo mal que lo estoy pasando con toda esta tecnología que me diste, he tenido que volver a grabar el mensaje tres veces... Confío en que este se envíe. En fin... Feliz navidad a mi nieto favorito. Ojalá la estés pasando muy bien, no te emborraches ni te vayas con muchas mujeres, ¿Eh? Siempre hay que ser responsable. Bueno, pásale bien, adiós».

Se le escapó una sonrisa sin poder contenerla. No quiso responderle el mensaje porque sabía muy bien con quién estaba. Una persona que no quería que escuchara su voz, ni que se sintiera incluido. Así que decidió que la llamaría más tarde.

El segundo mensaje era de Channel.

Channel: ¡Feliz navidad, Gabi! Espero la estés pasando bien y no medio borracho como yo. Besos.

Como odiaba que lo llamara Gabi. Decidió ignorar aquel mensaje. Ya le contestaría después, o no. Que más daba. Quizá se enfadaría, mas no tardaría mucho en olvidarlo. Nunca duraba mucho tiempo enojada con él.

Así que pasó al tercer mensaje. Ya de por sí le extrañó el emisor: Madeleine Levasseu, una famosa actriz que había tenido el placer —o el disgusto— de entrevistar el año anterior. No habían vuelto a hablar desde entonces. Más se extrañó al notar que el mensaje tan solo contenía una foto.

Era una invitación.


Se los invita cordialmente a un baile de máscaras. Una noche de bebidas, música, cena y baile.

El sábado 31 de diciembre, en celebración de un nuevo año, en el edificio Opera Baudelaire. 16 Rue Chaptal, IX Distrito, 75009 Paris, Francia. 9:00 PM.

Código de vestimenta: Venir vestido de manera formal, ¡Y no olvide traer su máscara!


Un baile de máscaras. Para año nuevo.

Tendría que pensarlo.

Las aglomeraciones de gente no era algo que disfrutara. Muchísimo menos si las personas intentaban... hablar con él. Aun así, pasar otra festividad de la misma manera en que estaba pasando aquella —solo—, le dejaba un amargo sabor de boca.

Se dispuso a abandonar su celular y volver al vino, mas cuando salió del chat, se encontró con otro mensaje de Channel.

Channel: Ya vi que has visto el mensaje, imbécil. Ya me he deseado feliz navidad de tu parte, pero no ha sido muy francés eso de ignorarme.

Channel: Ojalá la estés pasando horrible. Besos. 







N/A:

Holii <3 ¿Cómo están? Espero que bien. Yo sigo resfriada :( pero ya bastante mejor. ¿Qué les pareció el capítulo? Es un poco corto pero igual me gustó mucho escribirlo. 

Quiero aclarar unas cositas que por ahí no se entiendan con la lectura sola: 

1. Los troncos que menciona Aimeé son troncos de navidad. Están hechos de madera de cerezo y rociados en vino, y se los quema por toda la noche para que larguen olor rico. 

2. La "Misa de medianoche" Es una misa a la que van algunos franceses (más que nada los católicos) a las 12 para celebrar la navidad, y muchas veces cenan después de eso, en lugar de antes.

Yyyyy también como siento que los nombres son un desastre, acá les voy a dejar la pronunciación de cada uno (en francés) igual yo los pronuncio tal como los escribo porque soy una rebelde, les doy todo el permiso del mundo para hacer lo mismo (si no entienden alguno nada más busquen el nombre + french pronunciation y hay un canal en youtube que los muestra todos jaksjasj). 

Aimeé: /Emie/ (la «i» casi ni se pronuncia)

Gabriel: /Gabrgiel/

Monet: /Moné/

Léon: /Léun/ (más o menos, la «o» se pronuncia como una mezcla entre o y u)

Adèle: /Adele/

Edouard: /Eduarg/

Y los apellidos también :)

Salomón: Meh, mas o menos como suena, pero las «o» suenan un poquito como «u»

Mercier: /Mergcie/

Roux: /Rgu/


Si les gustó el capítulo, no se olviden de votar y comentar. 

Besitos <3



Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro