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Capítulo 16


GABRIEL

Odiaba su guardarropa.

En ese momento más que nunca.

Con la mirada fija entre decenas de pantalones de vestir, no podía creer que le resultara tan complicado encontrar un par blanco. Estaba comenzando a arrepentirse de haber aceptado la invitación para la Gala Benéfica. De no ser porque Evan era su acompañante —él mismo había insistido— ya habría abandona la idea de asistir hacía muchísimo tiempo.

La temática de aquel año era mitología y religión. «Bien» había pensado «Eso es sencillo». Habiéndose criado con dos padres sumamente cristianos, Gabriel sabía bastante sobre religión. No creyó que fuera a frustrarse tanto a último momento.

Ni que fuera tan complicado encontrar un par de pantalones blancos. Había jurado que tenía uno.

Continuó revolviendo entre toda su ropa por diez minutos, hasta que por fin dio con la prenda que había estado buscando.

La camisa que había comprado era blanca también, con algunos arreglos dorados. Era muchísimo más holgada que cualquier otra que se hubiera puesto antes. Le recordaba a aquellas utilizadas en el renacimiento. Con grandes bolados y el pecho abierto. Suponía que iba bastante con el tema de la noche. Se colocó el final de la camisa dentro de la cinturilla del pantalón, y luego tomó sus zapatos. Blancos, también.

Se sentía extraño no llevar ningún color oscuro, o por lo menos neutro.

Fue a buscar el arreglo que debía llevar en la cabeza, cuando el sonido del timbre lo interrumpió. No se preocupó demasiado por ello, debía ser Evan. Un poco temprano, aunque apreciaba que no lo hiciera esperar.

Sin embargo, en cuanto abrió la puerta, no fue a su amigo lo que se encontró detrás de ella, sino, un par de centímetros por debajo, el rostro de Channel, con los labios contraídos en una mueca burlona.

— ¿Qué llevas puesto? —indagó, dándole una mirada de arriba abajo.

Gabriel la imitó.

—Ropa.

Ella rodó los ojos, aunque no se detuvo. Apoyó un hombro contra el umbral de la puerta y cruzó los brazos para continuar inspeccionándolo.

— ¿A dónde vas tan elegante? Creí que hoy estabas reservado para mí.

Cerró los ojos por un segundo.

Lo había olvidado por completo. Ella lo notó, como notaba todo, mas no dijo nada.

—La Gala Benéfica —respondió.

—Ah, eso explica tu vestimenta un poco más. ¿De qué se supone que vas vestido?

—Si alguien pregunta, me inspiré un poco en los ángeles.

Lo examinó haciendo una mueca. La verdad era que no se parecía en nada a un ángel, que por lo general llevaban túnicas y alas. Lo mejor que había podido conseguir era ropa un tanto holgada y una aureola.

— ¿Tú, un ángel? —se burló—. ¿Entre todas las cosas?

— ¿No me pega? —bromeó.

Channel se alejó del umbral y comenzó a avanzar en su dirección. Despacio. Con cautela. Se detuvo a una distancia considerable de la suya, y fingió interesarse por el cuello de su camisa, repleto de volados.

—No, aunque sí que te queda muy bien —admitió, cerca de su rostro.

No la había extrañado. Podía admitir eso. No había tenido tiempo de pensar en ella en los últimos días. No con Aimeé a su alrededor, adormeciendo sus sentidos con su aroma a jazmín; no con su mejor amigo lloriqueando por un corazón roto, y muchísimo menos con una estúpida rata en su departamento.

Eso no significaba nada.

Las manos de Channel ascendieron con lentitud. Sus dedos se acomodaron en su cuello. Gabriel se sostuvo de su cintura.

— ¿Te apetece llegar tarde? —ronroneó.

Al igual que la última vez que había estado allí, cerró la puerta con su pie, sin siquiera mirarla.

Seguía sin comprender como hacía eso.

—No sé, ¿Te apetece retrasarme?

Ella no dijo nada. Su respuesta fueron sus labios, sellándose contra los suyos. Su respuesta fueron sus manos, aferrándose a su cuello, y fue su espada, arqueándose contra su toque.

Channel era buena para volverlo loco. Para tentarlo tanto que sus besos se volvían adictivos. Para dirigirle una sola sonrisa socarrona y lograr que el mundo se deshiciera bajo sus pies. No había pensado en ella en toda la semana, mas podía cambiar eso. Podía arreglar las cosas.

Lo que fuera que tuviera con la muñequita no tenía por qué tener importancia.

La castaña retrocedió, llevándolo con ella, y recostando la espalda contra la puerta. Gabriel repartió besos por su cuello, sosteniéndose de la nuca femenina. Desesperado, perseguía ese sentimiento lo embriagaba cada vez que ella estaba cerca, la sensación de que todos sus pensamientos lo abandonaban y la racionalidad se arrojaba por la ventana.

Sin embargo, no podía parar de pensar.

Channel fue muy cuidadosa al intentar quitarle la camisa. Sabía que iba a necesitarla en las próximas horas. Sus dedos se sintieron helados contra su piel cuando arrastró la tela por sus brazos, enseñando su pecho desnudo.

—Alguien ha estado entrenando de más... —murmuró ella, mordiendo su labio interior, recorriendo sus brazos. Luego, hizo una mueca con sus labios—. Aunque eso no es bueno.

—No me psicoanalices —gruñó.

—No te psicoanalizo, te conozco —corrigió, y volvió a besarlo con lentitud.

Sus labios eran persuasivos, lo atraparon y por un instante deseó que no lo dejaran ir. No importaba con que fuerza intentara besarla, cuantas veces sus dedos recorrieran su cuerpo y la acercaran. No podía acallar su cerebro, una alarma silenciosa advirtiéndole que algo estaba mal.

No fue hasta que llevó sus manos a su cintura, que se extrañó cuando no la sintió dar un respingo por su abrupto movimiento, que se dio cuenta de lo perdido que estaba. Había esperado cosquillas de su parte, que se estremeciera y soltara una risita, pidiendo disculpas.

Ella no era Aimeé.

Y tan solo pensar en lo mucho que aquello le decepcionaba, le provocaba ganas de vomitar.

—Espera... no. —suspiró—. Para.

Aimeé. ¿Qué pensaría si lo viera en aquel instante? ¿En qué se había metido? «No tienes por lo que preocuparte» le había dicho. Y lo había dicho en serio.

Channel dio un paso hacia atrás, y alzó el rostro con ambas cejas fruncidas y la preocupación instalada en sus ojos. Examinó su cuerpo, también, como si esperara encontrar algún daño físico.

— ¿Qué pasa?

Gabriel volvió a cerrar los ojos, y echó la cabeza hacia atrás mientras dejaba salir un suspiro. Preguntándose si de verdad tenía sentido lo que estaba a punto de decir.

—No podemos.

—Creí que tenías tiempo hasta la gala... —murmuró. Su expresión se cayó por completo a los pocos segundos. Aplanó los labios y alzó las cejas—. Oh.

—No puedo seguir haciendo esto.

—Te refieres a detenernos —aclaró—. Para siempre.

Para siempre sonaba a demasiado tiempo. A un compromiso. No quería que creyera eso. No quería creerlo ni él mismo.

Meneó la cabeza.

—Por lo menos por un tiempo.

Se esperó cualquier reacción de su parte, menos la carcajada que soltó justo frente a su cara, y la manera en que se mordió el labio inferior con fuerza, solo para contenerse de soltar otra.

—Perdona —murmuró, y tan solo por la mirada que le dirigió, supo que no lo lamentaba en absoluto—. Es que, ¿Cuánto tardaste en caer? No mucho más de dos meses.

Alzó una ceja,

— ¿Eso es lo único que se te ocurre? ¿Qué la única razón por la que terminaría lo nuestro es porque hay alguien más?

Channel le dio dos golpecitos en el pecho desnudo, y le entregó su camisa antes de comenzar a caminar por el departamento.

—Seamos sinceros, Gabi, de cualquier otra forma soy irresistible.

—Que creída.

Aunque estaba de espaldas a él, se la imaginó sonriendo con astucia.

—Era de esperarse, de todas formas. He visto las fotos con Aimeé. Se los veía juntos, felices y todas esas cosas asquerosas.

— ¿No estás enfadada, entonces?

— ¿Por quién me tomas? Siempre aclaramos que el día en que lo dejáramos lo haríamos sin dramas ni reclamos.

Era verdad. Ambos habían estado de acuerdo en la clase de relación que tendrían. Sin compromisos, sin dramas innecesarios y sin nada de sentimientos románticos de ningún tipo. También era cierto que Gabriel había roto una de sus reglas.

Channel volvió a girarse hacia él con los brazos cruzados, y los labios fruncidos. Por primera vez le pareció verla insegura sobre algo. Aunque tan solo fuera mínimo.

—Ahora que eres un hombre serio y casado...

Rodó los ojos.

—No dije eso. No exageres.

— ¿Podemos seguir viéndonos, no? Como amigos. Entendería si no quisieras... por ella o lo que fuera. Aun así, todavía soy amiga de Evan, y tendrás que verme algún día. —Frunció las cejas—. Además, específicamente aclaramos que no importara lo que ocurriera, no dejaríamos que nos afectara.

— Aww ¿Te preocupa no volver a verme? —se burló—. ¿Me extrañarás mucho?

La castaña entornó los ojos hacia él.

— ¿De quién me burlaría con Evan si no es de ti?

—Podemos continuar viéndonos —aseguró—. Como amigos.

Channel sonrió, entonces. No una de sus usuales sonrisas socarronas, que esbozaba solo porque sabía que tenía la razón. En algo, en todo. No. Fue una sonrisa íntima, y genuina. Una que había presenciado algunas veces, mas no se las mostraba a todo el mundo.

—Que bien. Porque... sí es verdad que me preocupo por ti. Y me agradas. —Gabriel alzó una ceja—. Eh, de verdad.

—Me siento privilegiado, debo ser de las pocas... cinco personas en todo el mundo.

—Deberías sentirte privilegiado. Soy muy selectiva en cuanto a la gente. —Sabía que aquello era cierto. Cuando apenas se conocieron, Gabriel pasó dos meses creyendo que le desagradaba. Aunque para ser honestos, Gabriel le desagradaba a mucha gente—. ¿Y cómo es? Ella

No quería hablar con Channel sobre Aimeé. No quería hablarlo con nadie. Poner en palabras lo que fuera que estaba sucediendo con ella, sería como hacerlo real. De la misma forma en que cortar su acuerdo con Channel lo había sido. Y Gabriel no quería hacerlo real. Quería ignorarlo cuanto más pudiera.

Sin embargo, a su vez, no podía alejarse de Salomón.

— ¿Ella quién?

—Aimeé Salomón —insistió, caminando hacia el sofá y tomándose la libertad de sentarse. Por Dios, no pensaba rendirse—. ¿O de verdad me crees tan estúpida?

—Es... —suspiró—. No sé. Es rara.

La castaña alzó una ceja.

— ¿Es rara? ¿Eso es lo mejor que se te ocurre? Mejor déjala, la invitaré a salir yo.

—No eres su tipo.

Cabía aclarar que Gabriel continuaba sin tener ni idea de cuál era su tipo. Solo que suponía que él se encontraba dentro.

—Estoy segura de que soy el tipo de cualquiera.

Suspiró.

—Es... exactamente como la has visto. Confiada de sí misma y poco modesta...

—Bueno, ya vemos que tú sí que tienes un tipo.

Gabriel la ignoró.

Aunque era cierto.

—Pero es tan dulce que... no lo sé, lo hace funcionar demasiado bien. Nunca parece arrogante. Es muy entusiasta. Y a veces es tan amable que me dan ganas de vomitar.

Channel rodó los ojos.

—Solo tú dirías algo así.

—Es todo lo opuesto a mí, creo que eso puede resumirlo muy bien. Y es pequeñísima, debe medir... ¿Qué? Un metro y medio. Quizá un poco más.

— ¿No es una farsa, entonces?

—Supongo que no.

La castaña lo estudió con detenimiento por un par de segundos.

— ¿Y por qué hablas como si fuera lo peor del mundo?

—Sé que esconde algo. Y creo saber qué es. Pero si es cierto... no pega para nada con ella. Si es cierto, entonces es una farsa.

Gabriel de verdad no quería que fuera una farsa.

— ¿Por qué no le preguntas?

Hizo un gesto con la mano antes de negar con la cabeza.

—Suficientes preguntas por hoy —murmuró.

—No me hagas psicoanalizarte —lo amenazó Channel.

—Es que... no quiero romper la ilusión —confesó, bajando la mirada a sus pies.

Había desarrollado una extraña obsesión por ella, ¿Y qué? Eso era todo. Disfrutaba estar a su alrededor y le gustaba la manera que tenía de endulzarlo todo. Tan solo estaba encaprichado, como lo había estado algunas veces en el pasado. Le costaría alejarse de ella en un principio, si quisiera, pero a la larga, sería como si nada hubiera sucedido.

Estaba seguro.

—Ugh. —Channel lo interrumpió, rodando los ojos—. Estás tan enamorado que es patético.

Frunció el ceño.

—No estoy enamorado. Me gusta un poco, nada...

— ¡¿Qué es eso?! —Casi se dobló el cuello por la rapidez con la que se giró a verla. Channel subió ambas piernas en su sofá, pegando la espalda lo más posible contra el respaldo, y tenía su mirada en... — ¿Es una rata?

Dios, no.

Cuando ella posó los ojos en él, bien abiertos y con una expresión de horror que no había visto jamás; supo que estaba a punto de pasar los peores minutos de su vida.

Suspiró.

—No es una rata. Es...

¿Qué era esa cosa con exactitud? Nunca le prestaba atención del todo a Aimeé cuando lo mencionaba. ¿Un hámster? No, no. Un conejillo de indias. ¿O era un cuy? El animal se encontraba recostado, tan cómodo como siempre, en una cama que Aimeé había traído para él. También tenía su propia jaula, con una rueda y un tubo de agua, en la que lo dejaba la mayoría del tiempo. Aun así, la pelinegra insistía en que debía dejarlo salir algunas veces. Y alimentarlo. Y rellenar su tanque de agua. Y limpiar sus desechos.

Por Dios, ¿Por una cara bonita se había metido en todo ese desastre?

—Es un conejillo de indias —finalizó.

Channel alzó una ceja.

— ¿Es eso diferente a una rata?

Muy a su pesar, asintió con, la cabeza.

—Sí. Son animales domésticos y no trasmiten enfermedades.

Aun desconcertada, la castaña pasó la mirada desde él hasta el animal. Una y otra vez. También notó por primera vez la enorme jaula recostada contra una pared.

— ¿Esa cosa es tu mascota?

—La estoy cuidando por un tiempo —corrigió—. Hasta encontrarle un hogar.

A cada segundo que trascurría, ella parecía cada vez más desconcertada.

— ¿Qué estás haciendo qué? —interrogó, incrédula. Su voz subiendo un par de tonos—. ¿Tú? ¿Qué te cortarías una pierna antes de ser responsable por cualquier otro ser vivo?

Sacudió la cabeza.

—Son solo dos semanas, además...

No lo dejó terminar. Channel se llevó ambas manos a la boca como si acabara de tener una revelación.

—Dios mío —murmuró—. Ella te lo dio, ¿No?

—No me dio nada —gruñó.

— ¡Aimeé te convenció de que metieras una rata en tu casa!

Se esperó las carcajadas incluso antes de que llegaran. Sabía que iba a burlarse de él en cuanto lo supiera, mas había pensado que sería capaz de evitar que lo hiciera.

—Eso es mucho poder —aseguró, conteniendo una risita—. Mis grandes respetos a la muñequita.

—No es la gran...

El sonido del timbre volvió a interrumpirlo.

Genial, lo que le faltara.

Que Evan se uniera también.

Detrás del umbral de la puerta, su mejor amigo lo saludó con una sonrisita relajada. Habían pasado un par de días desde su ruptura con Lucille, y la verdad era que a pesar de haber vuelto a su humor usual, Gabriel lo conocía, y sabía que en el fondo continuaba doliéndole. El moreno, aun sin decir nada, se apuntó a sí mismo con ambos pulgares.

Traía un traje azul apagado, tanto los pantalones como el saco, abierto en el pecho y sin camisa debajo, de manera en que su piel oscura era lo único a la vista. El traje tenía ángeles y flores dibujados a los costados, e incluso había alguno sobre sus pantalones.

Había planeado su atuendo mucho mejor que él, a decir verdad.

— ¿Crees que con este atuendo conquistaré a cierta artista francesa que mide lo mismo que un niño de catorce años?

Bufando, Gabriel se hizo a un lado, sosteniendo la puerta.

—Pasa.

— ¿Por qué estás semidesnudo? —continuó—. Planeas mostrarle a todo el mundo tú... Oh.

En cuanto cerró la puerta y se giró para verlo, notó que su mirada estaba puesta sobre Channel, que sostenía su camisa entre sus dedos, y lo observaba con esa expresión tan suya que ya parecía habitual: Una ceja alzada, y la comisura derecha de sus labios estirada con picardía.

— ¿Oh? —repitió—. ¿Es lo mejor que tienes para decir de mí?

—Si es mi otra mitad —exclamó Evan, alzando los brazos. Luego se giró hacia él—. ¿Interrumpo algo?

—Para nada.

Channel sonrió.

—Hola a ti también. ¿Cómo lo llevas?

Siete palabras. Siete palabras y ya había sabido manejar la situación mejor que él mismo.

Su mejor amigo se encogió de hombros.

—Lo mejor que se puede llevar un corazón roto. Con estilo y luciendo muy sexi. De verdad, ¿Interrumpo algo? —insistió—. Puedo darme una vuelta y volver. Unos quince minutos.

Gabriel alzó una ceja.

— ¿Quince minutos?

— ¿Es demasiado? —Indagó con falsa inocencia—. ¿Prefieres diez?

—Lo cierto era que sí estábamos en medio de algo —respondió Channel, caminando hacia ellos—. Acabo de descubrir que Gabriel tiene una mascota.

Evan sonrió.

— ¿Lo viste tú también? —Cuestionó, la emoción desbordaba de sus ojos—. Esa rata es lo mejor. Es súper cariñosa y odia a Gabriel. Ya tenemos dos cosas en común.

—Suficiente con la rata —gruñó.

Channel lo ignoró.

—Sigo sin poder creerlo. Tengo que hablar con Aimeé y decirle que no tiene ni idea de la hazaña que logró.

—Lástima que no vas a hablar con ella.

—Eh, yo iré a la gala —se metió Evan—. Puedo decirle por ti.

Ah, no.

No quería a ninguno de los dos hablando con Aimeé. No quería saber todo lo que serían capaz de contarle sobre él. O peor aún, podrían intentar coquetearle.

— ¿Podemos parar de hablar del animal? —pidió.

La castaña le arrojó su camisa.

—Está bien —aceptó, apiadándose de él por primera vez. Evan hizo un puchero, demostrando cuanto quería seguir burlándose de él—. Vístete, que no debe quedarte mucho tiempo.

—Hablando de eso —comentó Evan, estudiándolo de arriba abajo—. ¿De qué se supone que vas vestido? ¿De un guía espiritual?

—Va inspirado en los ángeles —aclaró Channel.

—Compré una aureola —se excusó, mientras luchaba por abotonar su camisa.

—Es un poco simple para una gala —continuó el moreno—, pero oye, haz lo que quieras.

Gabriel le dio una mirada de reojo.

—No pedí que criticaras mi atuendo.

— ¿Por qué no dejas que Channel lo arregle un poco? —insistió.

— ¿Perdona? La última vez que pregunté, es una profesora adjunta de psicología, no estilista.

Evan ladeó la cabeza.

—No, pero se viste muy sexi —argumentó—. Además, a Channel le confiaría hasta mi vida.

Gabriel suspiró, y se dijo a si mismo que no tenía nada que perder. La verdad era que a él tampoco le gustaba demasiado su atuendo. Se giró hacia la castaña con una mirada cansada, como diciendo «Anda, dime, ¿Qué cambiarías?». Ella se acercó a él despacio, con sigilo, y lo estudió de cerca.

—Te lo digo, aunque vas a decirme que no.

— ¿Qué?

—Maquillaje. Estás inspirado en un ángel, Gabriel, ¿Dónde están los rastros dorados en tu rostro y tus brazos?

Frunció el ceño.

—Los ángeles no llevan nada dorado —replicó—. Los ángeles eran un conjunto de ojos con alas, todo lo demás es ridículo.

—En las ilustraciones bíblicas, aunque puedes ser creativo e imaginar lo que quieras.

Estuvo a punto de declinar. No le gustaba la sensación del maquillaje sobre su piel, y había algo que lo hacía sentir incómodo, cuando recordó la conversación que había tenido con Aimeé en su camerino.

«Una forma de arte, eso es todo».

Suspiró.

— ¿Qué sugieres? En detalles.

—Primero que nada —comenzó, estirando los brazos y pasando los dedos por su cabello—, comenzaría por revolverte todo este cabello. Está demasiado peinado para mi gusto. Y segundo... si tuviera pintura dorada, creo que sería un lindo detalle pintar siguiendo el camino de tus venas.

—Claro, total eres un paliducho y se notan —se burló Evan.

Channel lo ignoró, aunque sonrió de lado.

—Y algunos anillos, ¿No? Quedarían bien en tus dedos. También podría pintar siguiendo el camino de tus mejillas, como si fueran lágrimas —sugirió.

— ¿Lágrimas doradas?

—Te dije que seas creativo —reprochó, lo que tenía que ser un pedido imposible, porque Gabriel tenía la misma creatividad que un oficinista—. En fin. No tengo nada de maquillaje conmigo, así que ni aunque quisiera podría hacer nada de eso.

Su mejor amigo negó con la cabeza.

—No te preocupes, milady, Evan está al rescate —aseguró—. Pagaría por ver a Gabriel con algo de maquillaje así que iré a comprarlo yo mismo.

¿Pensaba salir a la calle así vestido?

Estuvo a punto de negarse, colocarse la camisa y largarse, sin embargo, Evan fue mucho más rápido. Tomó su billetera y en un parpadeo estaba fuera de su departamento. Channel se encogió de hombros, y divertida, y volvió a dejarse caer en el sofá. La castaña se mantuvo curioseando a su conejillo de indias hasta que Evan volvió, sorpresivamente con más de un frasco de maquillaje dorado, y un par de brochas.

—No sabía que comprar, así que compré todo.

Gabriel alzó una ceja.

— ¿Y lo pagaste?

El moreno sonrió.

—Me llevé tu billetera. Esto corre por tu cuenta, angelito.

Ignorándolos a ambos, Channel empezó a tomar el maquillaje y sus respectivas brochas. Él fue a quejarse cuando arremangó su camisa, ella hizo oídos sordos y comenzó a trazar el camino de sus venas. La pintura se sentía helada sobre su piel. La castaña realizaba trazos finos y precisos, no supo cómo, mas no se equivocó ni una vez. Cuando hubo finalizado con sus brazos, pasó a la parte de su pecho que quedaba descubierto por la abertura de la camisa, ignorando los quejidos de Gabriel, y su nariz arrugada.

Al acabar, alzó la cabeza hacia él.

— ¿Las mejillas también?

—Sí —respondió su mejor amigo. Cuando Gabriel se giró a él con el ceño fruncido, él se encogió de hombros—. Si vas a hacerlo, hazlo a lo grande, ¿No?

Channel sonrió con dulzura cuando acercó la brocha al área debajo de sus ojos.

—Si no te gusta —murmuró—. Te lo puedes quitar.

Al final Evan también optó porque Channel lo maquillara, solo porque le llamó demasiado la atención la pintura dorada. La castaña tan solo hizo algunas líneas sobre su pecho y cuello, tal como él lo había pedido. El maquillaje destacaba muchísimo más contra la piel de su mejor amigo, que sonrió cuando se observó al espejo.

—Ojalá Lucille me viera ahora mismo —murmuró—. Seguro que se arrepentiría de dejarme.

No pasó mucho tiempo hasta que tuvieran que irse. Channel tomó sus cosas y se despidió de ambos, deseándole una bonita noche. Gabriel se sintió mal de no ser capaz de llevar más de un invitado, sabía que aquel era la clase de eventos que ella adoraba.

A los pocos minutos, tanto él como Evan se encontraban en el auto. El trascurso hasta la Opera Baudelaire —la misma en que se había celebrado la fiesta de año nuevo— no fue demasiado largo. El edifico se encontraba cerca del centro de la ciudad.

Por supuesto que fuera del evento se encontraban decenas de fotógrafos, y mientras estacionaba, Gabriel se sintió demasiado consciente de su apariencia y su vestimenta. Deseó haberse colocado alguno de sus trajes oscuros, aburridos, que no daban demasiado de que hablar.

Se sentía ridículo.

¿Era demasiado tarde para quitarse el maquillaje?

Evan le dio una segunda mirada al ver que no se movía.

—Eh, ¿Planeas quedarte aquí dentro toda la noche?

Otro vistazo a los fotógrafos.

—Ya voy —gruñó.

Su mejor amigo lo pilló desprevino y le dio una palmada en el hombro.

—Si no vienes, voy a secuestrar a tu novia, estás avisado.

—No es mí...

Antes de que pudiera terminar, Evan ya se había bajado del auto.

Lo siguió hasta el interior de la ópera, intentando ignorar las aglomeraciones de personas a su alrededor, y las decenas de destellos que provocaban los flashes de las cámaras. ¿Dónde se publicarían todas esas fotos?

Dentro del edificio, todo se encontraba mucho más tranquilo. Por supuesto que el lugar no había cambiado en lo más mínimo desde la última vez que lo había visitado. Entregó su invitación al pie de la escalera, y luego ambos subieron, avanzando hasta el salón en el fondo del pasillo.

Ya no se sintió fuera del lugar.

Ni mucho menos ridículo.

Una sola mirada a los demás invitados bastó para darse cuenta que de todos, Gabriel tenía que haber elegido uno de los atuendos más sencillos. Desde enormes coronas y vestidos repletos de detalles. Sentía que lo habían trasportado a otro siglo. Continuó recorriendo el lugar. La decoración, las luces... volvió a sentirse pequeño, al igual que la última vez.

Y luego la encontró a ella. Por supuesto que lo haría. No sabía cómo, pero había descubierto que no le costaba llevar sus ojos hacia ella, incluso en una habitación repleta de personas. Se veía... Se veía...

Evan se rio, a su lado, y sintió su codo clavado en su costilla.

—Deja de babear y ve a decirle algo —murmuró, antes de alejarse caminando.

En dirección a Aimeé. 



N/A: 

APARECI <3

¿Cómo están? ¿Qué hicieron esta ultima semana? 

Yo tuve dos semanas llenas de exámenes, por si se preguntaban por qué me tomó tanto tiempo actualizar. No tuve mucho tiempo para escribir ni para hacer nada que no fuera estudiar, pero por fin cerraron trimestres así que espero tener un poco más de tiempo libre <3

¿Qué les pareció el capítulo? Confienzo que me encantó escribir el principio JASKJASKA. La amistad entre Channel y Evan es todo lo que está bien, amo a esos dos. Also pueden creer que sean PROFESORES?? 

Ya que estamos les muestre este dibujito rápido que hice de Channel :D (lol si ignoramos lo mal que están los brazos me gusta bastante). 

Espero que les haya gustado mucho, el próximo capítulo también es un poquito largo. Los que están por venir son mis favoritos y estoy segura que van a ser los suyos también. 

Si les gustó no se olviden de votar y comentar. Muchas gracias por leerme, nos vemos en el próximo capítulo <33

besitos

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