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El aroma del Sol

para -dumboyeol
porque me encanta leerte y
deseo que esta vez me leas tú a mi
♡♡♡

Tenía 8 años la primera vez que lo vi. Más bien, creo que él me vio a mí. Me vio y me quemó.

Desde aquel momento se quedó a mi lado sin que yo lo pidiera.

Me seguía a todos lados. Decía que lo hacía para que nada malo me sucediera, te protejo de los tipos malos, decía. Iba conmigo a la tienda, me acompañaba a la papelería e incluso regresaba conmigo cuando salía de la escuela.

A veces tomaba su mano; no demasiado seguido, solamente cuando nadie nos veía. Otras veces él tomaba la mía, pero lo hacía con todos al rededor, así que yo siempre me alejaba.

Él no era como yo. Él era solo Mingyu. Su nombre le bastaba para definirse como persona. Yo me reía de eso, me parecía gracioso. Y recuerdo que Mingyu se molestaba, pero eso me daba aún más risa. Se enojaba cuando me reía de esa clase de cosas absurdas aunque al final siempre terminara riendo conmigo.

"Mis papás quieren que nos mudemos," dijo una vez mientras ambos compartíamos audífonos sobre un sillón de mi casa.

"¿Entonces te irás?"

Mingyu se lo pensó.

"Quizá."

Cumplí 10 años cuando mamá me regaló un cachorrito. Mingyu realmente se había mudado y yo lo extrañaba un poquito, por eso nombré al perrito Gyu, porque de algún modo me recordaba a él. Ojitos grandes, torpe y con energía infinita.

"Regresará para las vacaciones," me recordó mamá. "Quizá Mingyu se enoje cuando encuentre que un perrito se ha adueñado de su nombre."

Negué acariciando las orejas de Gyu.

"Mingyu jamás se enojaría conmigo."

Tuve razón, porque cuando Mingyu volvió se abalanzó contra mí. Me tackleó tan fuerte que cuando mi cabeza golpeó contra el suelo vi borroso por unos segundos. Después observó al perrito que se acercaba lentamente, con la lengua de fuera y la colita meneándose con ímpetu.

"¡Un cachorrito!," gritó en mi oído.

Fui yo quien se enojó.

"¡Mingyu!," le reclamé y lo aventé lejos de mi.

Mingyu vaciló, pero se terminó riendo y yo rodé los ojos.

Aquellas vacaciones se quedó a mi lado, Mingyu. Dormíamos en mi pequeña cama, nos lavábamos los dientes en el mismo lavabo y comíamos con mis papás en el comedor de madera.

Yo me escondía de su mirada, pero jamás de él.

Cuando salíamos al parque con Gyu, solía quedarse mirando el cielo nublado. Yo le daba un pellizco para alejarlo de sus ensoñaciones.

"Si sale el Sol te quemarás los ojos, idiota."

Mamá me había enseñado a no decir malas palabras; mi padre tampoco las decía. Los papás de Mingyu eran diferentes; decían cualquier grosería frente a su hijo, incluso a veces se las decían a él.

A mis papás no les agradan los padres de Mingyu.

"¿A qué olerá el Sol?"

Me agaché para quitarle la correa a Gyu. Salió disparado a revolcarse en el pasto y el lodo de inmediato y supe que mamá lo haría dormir fuera si no le daba un baño regresando a casa.

"No sé," dije. "A Sol."

Mingyu me miró. Me sentí como la primera vez que lo vi y pensé que de nuevo me seguiría toda una vida.

"Me gusta cuando no sabes algo."

Me confundí.

"¿Qué?"

"Es que siempre lo sabes todo. Me gusta cuando no sabes algo."

Para el día siguiente Mingyu ya había regresado con sus papás.

Cuando tuve 15 probé el té por primera vez. Estaba resfriado y apenas y podía respirar por la nariz. Entonces papá me preparó una taza de té caliente, porque un buen té siempre te hará sentir mejor, dijo.

Me gustó el sabor. A Gyu también le gustó, porque en cuanto terminé la bebida arrasó con las gotas que quedaron dentro de la taza cuando esta cayó al suelo.

Pensé que a Mingyu también le gustaría. El té.

"¿Vas a regresar esta vez?"

Papá sabía que sólo dos cosas me hacían sentir mejor cuando estaba enfermo. El té, y Mingyu. Me dejaba el teléfono cerca de la cama y yo marcaba el número de mi amigo sin pensarlo dos veces cada vez que me sentía mal.

"Quizá."

No me gustaba cuando me respondía eso. Quizá. Significaba tantas cosas y ninguna a la vez.

"¿Por qué? ¿No me quieres ver?"

Mingyu no respondió. Si no hubiera escuchado su respiración casi habría pensado que me había colgado.

"Yo sí te quiero ver."

Eso parecía ser suficiente.

"Entonces quizá regrese."

"No digas «quizá»," reproché. "Promételo."

Un suspiro.

"Lo prometo."

Sonreí.

Regresó. Tuve que esperar 2 años más, pero lo hizo. Regresó.

Esta vez no se abalanzó sobre mí. Se acercó con lentitud y alzó la mano cuando llegó a estar frente mío.

En ningún momento pareció mirarme. Y extrañé el calor que sus ojos me brindaban.

"Hola," dijo.

"Hola," dije.

Por algún motivo su carencia de emoción me lastimó. Esas vacaciones fueron distintas. De algún modo todo parecía haber cambiado drásticamente. Y no me gustaba.

A Gyu tampoco parecía gustarle. Se la pasaba con la cola entre las patas y sin ganas de acompañarme al parque cuando estábamos con Mingyu, aunque aún así lo llevaba.

Pensé que algo malo tendría que haberle pasado a Mingyu para estar así. Tan diferente.

"Lo siento."

Me miró extrañado.

"¿Por qué?"

"Por lo que sea que te haya vuelto así," respondí. "No sé si fui yo, si hice algo que te molestó o..."

"No."

"¿No?"

Una paloma aterrizó cerca de la acera. Gyu miró a Mingyu por un segundo, y Mingyu le acarició las orejas. De pronto la cola del perro se agitó con fuerza y corrió para perseguir a la paloma.

Era un cambio repentino en su actitud que me sorprendió.

"Jamás me molestaría contigo."

Se volvió a ir. Aunque ahora me mandaba mensajes. Mensajes que me hacían feliz.

Buenos días, Hao :)

Buenas noches, Hao

Suerte en tu examen de mañana!!

No olvides comer bien!

A veces te extraño, Hao ):

A los 17 años yo también lo extrañaba. Y no lo extrañaba como cuando éramos niños. Extrañaba su risa, su piel morena y sus ojos de cachorro. Me gustaba pasar tiempo con él, pero me di cuenta de lo que más me gustaba era él.

"Un par de anteojos de Sol," murmure para mí mismo. "Bloqueador y una botella de agua. Sí. Bastará."

Gyu ladeó su cabeza y cerró los ojos cuando acaricié su hocico. Después lo metí al coche y conduje hasta la playa.

Cuando la arena caliente quemó en las plantas de mis pies, sonreí. El Sol abrasaba por completo, y aún así no me quejé. Gyu revoloteaba a mi lado mientras yo observaba el cielo.

Nubes claras, aire fresco. Y el Sol. Siempre el Sol. Brillante y colosal.

Me recordaba a Mingyu. Un poco. Lo llamé sin pensarlo.

"¿Qué te parece salir?"

El silencio inundó la línea del teléfono por un segundo.

"¿Salir?"

Asentí aunque Mingyu no pudiera verme. Tenía 18 años, un par de billetes ahorrados y una cuponera de McDonald's.

"En las vacaciones. Juntos," dije. Dudé un poco antes de agregar lo último: "Tu y yo."

Sentí su sonrisa a kilómetros de distancia.

Mis papás prometieron que cuidarían a Gyu hasta que regresara. Mamá deseaba que le mandara sus saludos a Mingyu y papá solamente insistía en llevarles souvenirs del aeropuerto.

"Bonita playera."

Rodé los ojos, como cuando era niño, y terminé riendo. Nuestras playeras combinaban, de alguna manera. Ambas ilustraban al Sol en su esplendor.

"Me recordaba a alguien. No podía no comprarla."

Cuando llegamos al hotel estaba lloviendo. Pero el Sol aún no se escondía. Un arcoíris brillaba.

Entonces me lo preguntó.

"¿Cuál es el aroma del Sol?"

Yo lo miré una vez. Después parpadeé lento.

"¿Qué hay mejor que el aroma del Sol?," insistió.

Sonreí un poco.

"Lo encontré, Mingyu. Encontré el aroma del Sol."

Se sorprendió y su expresión lo delató. Entramos al cuarto. Y lo pedí.

Té blanco.

Se lo ofrecí y sus fosas nasales se inundaron del cálido aroma. Me miró como cuando éramos niños.

"Papá me lo preparaba cuando enfermaba. Y me gustaba. Me recordaba a ti, el aroma es..."

"Es el aroma del Sol," completó.

Asentí.

"Deseé que lo probaras desde que lo conocí, pero tú..." vacilé. No quería hacerlo sentir mal, pero tampoco quería guardarme lo que pensaba. "Tú te fuiste."

"No porque quisiera," me recordó melancólico. Pasó la mano por su cabello y suspiró. "Mis padres querían irse. Algo así como empezar de nuevo, desde cero. Y yo te extrañé todos los días. Lamentaba mi partida y no haberme despedido de ti."

"Al menos regresabas," dije, tratando de aligerar el ambiente.

Mingyu sonrió.

"Cada vez era más difícil convencerlos, a mis padres. Creo que en realidad no les agradas mucho."

Me reí. Sus papás no me agradaban tampoco a mí.

"Pero lo hacías. Volvías."

"¿Te lastimé?," preguntó de pronto.

"¿Qué?"

"¿Alguna vez?"

No comprendía sus preguntas.

"Cuando te traté... diferente."

Y lo entendí.

"Sí," admití. "Un poco."

Asintió.

"Tenía que ser así, diferente. Mis papás comenzaban a creer cosas tontas de mí y no quería que me alejaran aún más de ti."

No entendí por completo.

"¿Cosas tontas?"

Mingyu posó sus ojos en cualquier cosa que no fuera yo.

"Comenzaban a creer que tú me gustabas. O algo así. No sé."

A mí Mingyu me gustaba. Mi corazón latió desenfrenado ante sus palabras,  y temí que escuchara el eco de mis latidos en aquella pequeña habitación.

Volví a la realidad pronto, cuando la lluvia dejó de caer y el Sol se escondió tras las nubes.

"Lamento haber hecho que pensaran eso."

"No. Está bien. Jamás me enojaría contigo."

Reí porque me lo decía siempre.

"Lo sé."

Después de las agradables vacaciones volvimos al aeropuerto. De nuevo nos separarían kilómetros.

Mamá me solía decir que había que arriesgar para ganar. Y aunque no deseaba exponerme a la pérdida, prefería exteriorizar mis sentimientos a seguir sintiendo que moría cada vez que estaba a un lado de Mingyu.

"Mingyu," lo llamé.

Entonces lo vi. Más bien, creo que él me vio a mi. Me vio y me quemó.

"Minghao."

"Me gustas," le dije.

"Estoy enamorado de ti; enamorado de tus ojos y de tus lunares. Embelesado por tu voz. Estás enredado entre mi corazón y mis pulmones, y si no te lo digo acabaré muriendo," dije.

"Te amé desde antes de que supiera el significado del amor," dije.

Dio un paso hacia atrás. Parecía asustado. Asustado de mis palabras.

El oxígeno alrededor desapareció y por un momento sentí que me asfixiaba.

Después sus labios me encontraron. Sus brazos me aferraron a él y su cabello picó contra mi frente mientras me besaba.

"Te amo," repetí.

"También te amo," dijo.

Y lo sentí. El aroma del Sol, su sabor y su calidez me invadió.

Mingyu era mi Sol. Quizá lo fue desde que me miró. Desde que me miró y me quemó.

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