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Capítulo 15. Vientre vacío.

Son las tres y cuarenta de la madrugada, permito que la ráfaga helada del aire acondicionado intente, sin éxito bajar mi temperatura corporal, pero claro, es un intento fallido, pues mi calor abrazador no es producto del verano que arremete contra cualquier persona sino por el contrario es por, ¡maldición!, la maternal noticia que va contra el plan "mis ángeles". Me muevo cauteloso por mi despacho mientras ajusto la bata negra que cubre mi tatuado cuerpo y mis pies descalzos se adaptan a la alfombra rojo sangre que adorna el piso, trato de controlar mi frustración, pero un torrente de enojo, ira, enfado y decepción rompe mi autocontrol. Maldigo el día que le permití casarse, tuerzo por quinta vez mi cuello, aprieto mis manos con tal fuerza que puedo jurar que la tinta de mis tatuajes está a punto de abandonar mi piel. Oleg mi fiel sombra y escudo me ofrece un trago de vodka el cual rechazo al estrellarlo contra la inmensa foto de mi boda colgada en la pared. Ajeo mil veces mi matricarcel.

—Trata de tranquilizarte, Vlad —dice entredientes, buscando que yo entienda.

—¿Por qué mierda debo aceptarlo?, ella es mía y yo soy el único que controla su cuerpo, vida y alma como se me pegue la grandísima gana — espeto a la par que lo levanto por la solapa.

—Diablos, Vlad ¿qué esperabas? ella está casada es lógico y normal que esté feliz por su embarazo —suelta bruscamente mi agarre.

—¿Te cuesta tanto entender? —exploto a todo pulmón —yo no le di permiso para que la petite merde esa la preñara, diablos, ese bastardo no nacerá —juro con mis dedos entrelazados frente a mi rostro— ese vientre no es incubadora de nadie y mucho menos de un francesito.

>>Escúchame bien si quieres seguir viendo a tu Lluis es mejor que encuentres la manera que ese embarazo no llegue a término. —Amenazo frío sin piedad a Sombra.

Veo como él traga en seco entendiendo mi mandato. Respiro profundo recordando los centenares informes de 24/7 donde pude ver casi todos los encuentros sexuales de la parejita. En verdad no es de extrañarme la noticia de su embarazo ya que no quedó lugar, mueble o sitio en esa casa que no fuera testigo de sus tandas magistrales de entregas de amor. <<Estúpido sentimiento>>, reprocho y reniego ante él.

Chequeo nuevamente el informe médico; ocho semanas de gestación. Me detengo, tomo mi celular y contacto a Anna quien es ya una eminencia en inseminación asistida.

—Necesito saber las probabilidades de futuros embarazos luego de un aborto accidental en la semana ocho —suelto, sin tan siquiera saludar, siento como la voz de Anna se torna expectante, pero decide responder. Escucho atentamente que el ochenta y cinco por ciento no presenta efectos secundarios ni secuela alguna o tan siquiera presenten problemas a futuro.

—¡Genial! —exclamo feliz —prepara todo, en tres días máximo tendrás que atender a una gran amiga, luego te explico— pronostico resignado al ser yo el ejecutor del pronto dolor que vivirá Arinka, mi Sarka.

Un silencio permanece al otro lado de la llamada, emito un sonido de desagrado con la garganta para llamar toda la atención de mi interlocutora. Ella suspira afirmando con un sí seco.

—Disculpe, Señor Belov, pero ¿esto tiene que ver con nuestros encuentros de hace cuatro años atrás? —indaga en voz baja.

—Es todo por ahora, salúdame a Frank —me despido colgando sin más.

Salgo de mi despacho, subo las escaleras, entro en la ducha, dejo caer cientos de litros de agua helada sobre mí, con el pasar de los minutos se me hace pesada la bata mojada, logro a duras penas aflojar el nudo que presiona silenciosamente mi cintura, aunque lo que necesito es desatar el nudo que ahorca mi alma, cierro los ojos y miles destellos de imágenes de la parejita jugando a ser los mejores amantes llenan mi asqueada mente.

La puerta deslizante de vidrio que me aísla en la ducha se abre y descubro el rostro de Susanne, estoy tan fuera de mí, que por primera vez no sé qué es mejor; ¿si follarla o intentar por primera vez hacerle el amor a moglie? Cómo es de esperarse no necesito mucho tiempo para ponerla en cuatro entrando y saliendo sin piedad desenfrenadamente de sus dos huecos. No necesito entregarle besos ni caricias, hoy no.

Tres días después estoy en espera de coincidir irónicamente por casualidad, si claro, con Arinka para resguardar el plan "mis ángeles". Retorno de un encuentro sanguinario producto de la cobranza forzada de una deuda pendiente, <<estúpidos acreedores que se creen más listos que yo. ¿Porque hay micros humanos que no logran entender que yo, Krov', soy superior a ellos?>>, son las inquietudes que abordan mi brillante mente. Cuando veo a media cuadra a Arinka caminar algo incómoda y ligeramente adolorida, lo sé por la contracción de su frente, la palidez en su rostro y su mirada llena de dudas. Me acerco y como es obvio me reconoce.

—Hola, es un placer volverla a ver —saludo sin demostrar mucho interés.

—Hola —devuelve el gesto —¿cómo está la señora Susanne?— confirmándome su capacidad de socialización.

—Y ¿André, tu esposo cómo está? —mantengo un falso interés en la conversación. Cómo sino supiera que está a miles de millas de distancia en una reunión laboral que yo mismo inventé.

De reojo veo a Oleg aproximarse con el vehículo listo para la siguiente fase del plan "mis ángeles".

Decido iniciar la despedida con un abrazo cuando la siento desvanecerse. Diez minutos después estamos casi por llegar a la clínica La maternidad, dando paso a la siguiente etapa del plan.

Durante el trayecto Arinka logra en dos ocasiones entreabrir los ojos por escasas fracciones de segundos por estar tan débil debido la pérdida de sangre que se desprende de su entrepierna. La acurruco suave, pero hasta cierto grado sobreprotector mientras beso su cabeza, permito que mi mano derecha invada debajo de su falda dejando que mis dedos jugueteen con ese líquido rojo, caliente y atrayente que crea tanto magnetismo en mí. Saco la mano, elevo mis manchados dedos a la altura de mis ojos, los observo, me impregno de su olor a mujer mezclado con hedor a feto sin vida, rozo con suavidad las yemas de los dedos, los separo mirando con agrado un delgado hilo rojo, el cual, se rompe justo cuando mi boca se hace agua para hambrientamente lamerlos. —Mmm, deliciosa—, reconozco suspirando y decido repetir el proceso un par de veces más.

Dos horas después estoy llamando a Susanne para informarle que me encuentro ayudando a la novia de aquella boda de clase trabajadora a la cual asistimos. <<Pero, qué diablos, esa moglie es tan confiada, idiota e ingenua, que; no sé cuándo aprenderá a no creer en todo lo que le sale de mi manipuladora boca>>, retengo una fuerte carcajada cuando la escucho felicitarme por ser un gran hombre.

Claro que soy un gran hombre tan grande que sentencio quien muere aun antes de nacer, suelto la carcajada haciendo que mi Arinka despierte extrañada preguntándose dónde está. En ese momento me acerco para tomarle la mano, ella intenta procesar lo que sucede, pero el sedante la hace dormir por casi una hora más.

Se despierta al sentir un ligero pinchazo cuando le intentan ajustar la intravenosa.

—Hola, señora Arinka —entra la doctora Anna con el reporte médico solapado a su pecho.

—Hola, —duda unos instantes paseando su mirada entre los ojos azules de Anna y los pardos míos.

>>¿Qué sucede?, ¿cómo y cuándo llegué aquí? —pregunta acariciando su vientre ya vacío, para mi tranquilidad y satisfacción.

—Señor Belov, ¿podría explicarme?, recuerdo estar hablando con usted en el centro de la ciudad —intenta intuir lo sucedido, pero sabe que dolerá.

—Te desmayaste; estabas manchada de sangre —hago un ademán con la cabeza señalando sus partes íntimas. Sus lágrimas no tardan en llenar las cuencas de sus ojos. Busca horrorizada el diagnóstico de la doctora.

—Lo lamento, fue un aborto espontáneo, son relativamente frecuentes, pero tranquila no tendrás mayores problemas para quedar en cinta nuevamente. Por ahora debes descansar —le recomienda la doctora mientras toma su mano tratando de transmitirle algo de fortaleza.

Sé que el tono de voz lleno de profesionalismo retumba en sus oídos y quema su alma. Pero total, aquí lo único importante es que doy por finalizado esta etapa del plan "mis ángeles".

Me quedo solo con mi llorosa Arinka abrazándola para apoyarla. Nuevamente el sonido del bendito celular sale de su cartera, me solicita acercárselo, asiento, veo en la pantalla el maldito rostro de quien se atrevió a embarazar a mi zhena.

Está tan devastada que no logra hablar, me devuelve el celular y procedo a explicarle a la petite merde de André la mala noticia para ellos, pero que casualmente es una feliz y planificada noticia para mí. Le ofrezco el jet privado para mañana a primera hora de la tarde, pero lo rechaza agradecido ya que tiene vuelo al día siguiente a media mañana.

Arinka se abraza sola, así que de nuevo le extiendo mis brazos como refugio los cuales son bien recibidos hasta quedarse dormida llorando su pérdida: mi ganancia.

La luz del amanecer pica mis ojos, la veo sentada con sus pies colgando de la cama con lágrimas que trata de retener, me levanto, la abrazo diciéndole que todo estará bien.

>>Verás que tendrás más hijos, acabo de hablar con la especialista —distraigo y preparo su mente para un maternal futuro. —Todo está bien dentro de ti, ya tendrás tiempo suficiente para prepararte para otros embarazos, te lo garantizo— le digo mientras elevo con delicadeza su mentón y la manipulo a buscar esperanza en mis ojos.

—Repite conmigo —le sugiero.

—Pronto seré una hermosa mujer embarazada y maravillosa madre.

La hice repetir hasta el cansancio, luego de un ligero desayuno tras la inspección médica se vuelve a dormir. Cuarenta minutos después llega Susanne con un cambio de ropa y artículos de higiene personal para mí al igual que para Arinka.

Justo cuando son la una con veinte minutos André hace su aparición, abraza con tristeza a su esposa, quien, le pide disculpa por no haber cuidado bien del niño.

—Creo que es momento de irnos —sugiero, Susanne asiente sin protestar.

Ya en el carro beso la mano de moglie con intensidad, le advierto: —jamás me hagas vivir la pérdida de un embarazo —continúo con mi teatrito envuelto en mentiras.

>>Porque, ¡maldición!, no soportaría verte pasar por algo así. —Finalizo mi escena.

Mi esposa ilusionada ante mi falsa demostración de amor, asiente y jura en vano. 

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