✠ EPÍLOGO | El gato de Schrödinger
Cuando me propuse darle forma este a universo narrativo, sabía que debía darle un profundo simbolismo para que sobreviva al paso del tiempo. Busqué en la gnosis las respuestas que necesitaba y las hallé; encontré un caudal semiótico el que, a su vez, me llevó a convertir un sueño esquizoide en una trama narrativa; hay, pues, un discurso disciplinadamente elaborado aquí. Tanto la Sinarquía como el pantocrátor Jehovah-Satanás constituyen aspectos gnósticos cuyo origen hermético se remonta a la más fina estructura del conocimiento antiguo. Si quieres saber qué es en verdad el Tetragrámaton, el Bafometh, los Siddhas Leales y Traidores, los dioses extrauniverses, los mundos paralelos de ilusión, Chang Shambalá, la Aldea de Origen, Agartha, la Traición Original, el Encadenamiento Espiritual al universo de las formas creadas, el Arco de Artemisa, los Doce Misterios y la Ciudadela de Erks, te recomiendo leer "El Misterio de Belicena Villca" de Luis Felipe Moyano (búscalo en mis listas de lectura con el título que cito aquí, pero no reportes la historia si no te gusta, por favor; si entras a la obra, prepárate para un sacudón profundo). Allí encontrarás una expansión detallada del universo que proponen estas "Visiones de un Sueño de Amatista". Sin embargo, aunque todo esta parezca solo ficción, existe la posibilidad de que realmente todo haya sucedido. Pero para explicarte cómo, necesito que me prestes mucha atención a lo que te voy a explicar. Hablemos de Física.
Capítulos atrás hablamos de la función de onda, que es el comportamiento de lo fáctico en el mundo subatómico. Empecemos por la convención de que todo lo que existe a gran escala es similar a lo que existe a escala diminuta. ¿Mayores referencias? Mira el Sistema Solar y un átomo. ¿Notas el patrón? La naturaleza es un fractal de dimensiones cósmicas que repite los mismos patrones en diversas escalas. ¿Bien hasta aquí? Continuemos.
La función de onda es, en sí misma, las propias partículas de un átomo. La ciencia de nuestros días ha logrado medir esa función de onda para describir cómo funcionan e interactúan las partículas subatómicas que le dan consistencia a los átomos. Sin embargo, esa medición, como se dijo antes, solo toma como muestra un pequeño fragmento del Todo quántico, dejando el resto al principio de incertidumbre. Es decir, si el punto "A" en esta porción de espacio-tiempo es de determinada manera, entonces debe ser igual en todo su conjunto. Claro, esto se debe a que los científicos del siglo pasado creían que la medición era más real que la función de onda. Error. Cuando las ondas gravitacionales fueron detectadas por primera vez, el 11 de febrero de 2016, la ciencia descubrió que la medición no era un parámetro válido para describir la realidad en la totalidad de su infinita proporción.
Desde ya, establezcamos que la función de onda tiene una amplitud compleja, esencialmente un número real más uno imaginario. Max Born propuso que si tomas esa amplitud y la elevas al cuadrado, obtienes la probabilidad de encontrar la partícula que deseas observar. Esa probabilidad fue como un salto filosófico de fe para la Física, debido a que se desprendía de un universo determinista para entrar en uno mucho más abstracto y complejo. La Regla de Born, como se la llama ahora, ha tenido un éxito inigualable en la mecánica quántica por su gran capacidad de predecir resultados en laboratorio. Entonces, la forma en que ahora se entiende la mecánica quántica nos formula dos conjuntos de reglas: a. Cuando no se está mirando, la función de onda simplemente evoluciona de acuerdo a la Ecuación de Schrödinger / b. Pero cuando se está mirando, es decir, realizando una medición, la función de onda colapsa repentina e irreversiblemente, y la probabilidad de medir cualquier resultado particular está dada por la función de onda asociada con ése resultado al cuadrado. Suena a Rick Sánchez balbuceando cualquier cosa, ¿verdad? El propio Schrödinger odiaba esta formulación, razón por la cual se inventó el famoso experimento teórico que ahora conocemos como "El gato de Schrödinger".
En resumen, el experimento plantea poner un gato dentro de una caja con un átomo radioactivo, agrega un detector de radiación que activa la liberación de gas venenoso. Este dispositivo tendrá que estar asegurado contra la interferencia directa del gato. El objetivo del experimento es ampliar el estado del átomo hasta el estado de algo macroscópico y tangible. Si el átomo se desintegra, el dispositivo detecta radiación, libera veneno y el gato muere. Si el átomo no se desintegra, el dispositivo no detecta radiación, no se libera el veneno y el gato vivirá para seguir durmiendo plácidamente. Dado que el estado del gato y el aparato detector están directamente vinculados al estado del átomo, decimos que están entrelazados. Las cosas se ponen raras cuando, conforme la mecánica quántica, el estado del átomo no tiene que estar desintegrado ni no desintegrado. Generalmente, está en una superposición de ambos: desintegrado y no desintegrado al mismo tiempo, claro, suponiendo que no se haya realizado mediciones.
Este estado de superposición se entrelaza con el gato y con el aparato, entonces, luego de un tiempo, la función de onda de todo dentro de la caja está en una superposición. Dicho de otro modo, el gato está vivo y muerto al mismo tiempo. Solo cuando abrimos la caja y observamos los resultados, la función de onda colapsa y el gato se vuelve vivo o muerto.
Ahora bien, nosotros también estamos hechos de átomos, somos mecánicamente quánticos, y sabemos sin lugar a duda que el entrelazamiento y superposición quánticas son verdaderas porque fueron debidamente observadas y estudiadas en laboratorio. No son especulaciones, sino hechos con evidencia concreta. ¿Cómo lo sabemos? Por medio de la medición. ¿Pero no es acaso la medición lo que hace que colapse la función de onda? Así es. Sin embargo, la medición no es una herramienta divina sino humana, hecha por Espíritus contenidos en un traje biomecánico que está anclado a una porción de tiempo-espacio. No estamos más allá ni del gato, ni del dispositivo que detecta radiación, ni del átomo. Por lo tanto, cuando se abre la caja para comprobar el estado del gato, el resultado no tiene porqué ser una cosa o la otra; sino que sigue siendo ambas al mismo tiempo debido a que nos entrelazamos con el estado del todo dentro de la caja. Entonces vemos al gato vivo pero también muerto. Apuesto a que jamás viste un gato vivo y muerto al mismo tiempo. Pero la solución de este acertijo es que el tú que vio al gato vivo, y el tú que vio al gato muerto, en realidad habitan mundos separados. Existen en sus propias realidades completas y en principio, esas realidades nunca interactuarán. Pero queda la pregunta: ¿Y de dónde vienen todos estos mundos separados?
Imagina todas las partículas del medio ambiente, las del aire, los fotones, absolutamente todo lo que no estamos registrando. Si un objeto quántico en una superposición se entrelaza con el medio ambiente, se dice que se somete a decoherencia ambiental. Esto ramifica la función de onda del universo, esencialmente dividiendo el universo en dos copias ligeramente diferentes. Volviendo a la caja y el gato, adentro puede haber aire u otras moléculas interactuando entre sí e interrumpiendo la función de onda. Tú ya estás divido en dos copias idénticas, cada una entrelazada con un resultado del experimento, y sigues siendo idéntico hasta que abras la caja, viendo el gato vivo o muerto, descubriendo el resultado al abrir la caja. Lo que desconocemos es que el otro resultado, el que no observamos, también ocurrió, solo que para alguien que ya no eres exactamente tú. Es decir, ambos observadores provinieron de ti, pero ya no eres tú y ya no son idénticos entre sí.
Crear infinitos mundos sutilmente diferentes todo el tiempo puede sonar a ciencia ficción dura, pero ten en cuenta que todos esos mundos son naturalmente parte de las matemáticas de la mecánica quántica. Siendo así, podemos sentenciar que la función de onda es la realidad en su imposible totalidad y la medición es la porción que podemos detectar de ella, la parte con la que nos entrelazamos cuando interactuamos con un objeto quántico en una superposición. El universo también vuelve a ser determinista, cada resultado ocurre el 100% del tiempo. Simplemente no nos parece así porque solo experimentamos nuestra ínfima porción del gran multiverso, el sueño más grande de todos cuantos existen.
Ahora bien, el colapso de la función de onda también tiene implícita la Ley de Conservación de la Energía. ¿Recuerdas cuando se mencionó que el universo es bipolar, como un magneto? Pues, la Física de Partículas lo interpreta según el comportamiento de la energía. Las Matemáticas dejan claro que la energía de toda la función de onda está conservada al 100%, pero hay una diferencia entre la energía de toda la función de onda y la energía que perciben las personas en cada rama. Lo que debes pensar no es en duplicar todo el universo, sino en tomar cierta cantidad de universo y subdividirlo, cortándolo en dos partes. Las piezas se ven idénticas desde el interior, excepto que una ha subido en energía y la otra ha bajado. Ambas contribuyen menos que el original a la energía total del todo, pero lo hacen; y la forma en que trabajan es por medio de esa bifurcación bipolar que se dispara en direcciones opuestas.
Si todo esto te resulta ya demencial por sí mismo, imagina todos los núcleos atómicos que hay en tu cuerpo. Son radioactivos porque se desintegran a un ritmo de 5000 veces por segundo, un índice de desintegración radioactiva normal para criaturas formadas en base al carbono. Cada núcleo se desintegra o no, como una superposición; una vez que se desintegran, interactúan con lo que los rodea, se entrelazan y el universo se ramifica, esa es su función de onda. Entonces la ramificación ocurre muchas veces por segundo solo porque hay una desintegración radioactiva en tu cuerpo. ¿Está sucediendo infinitamente? Es posible.
Por otro lado, es importante entender que la función de onda obedece a la Ecuación de Schrödinger, la que predice que muchas cosas podrían suceder potencialmente. Pero no todo. Por ejemplo, un electrón nunca se convertirá en un protón; violaría la conservación de la masa, de la carga, y muchas otras cosas que se han probado verdaderas e inequívocas, cosas que la Ecuación de Schrödinger da cero probabilidad que ocurran. Sin embargo, a escala humana las posibilidades son verdaderamente incontables, casi demenciales. Quizá en algún universo, tú, querido lector, eres Presidente de tu país. (Y sí, sé que sigue sonando a Rick y Morty, pero así es la Física Quántica, no me lo estoy inventando)
Entiendo que todo lo que he expuesto en estos últimos párrafos sale más de la ciencia que de la narrativa, pero necesito probar un punto, y es que todo lo que has leído hasta aquí, querido lector, tiene la posibilidad de haber ocurrido. ¿Por qué lo vi? No lo sé. Aún no comprendo cómo funciona el cerebro, qué es la consciencia y las ideas, y cuál su relación con la mecánica quántica; a la ciencia aún le falta mucho para llegar a la comprensión de la realidad, nos falta una Teoría del Todo. Pero hasta ahora lo que sabemos es que tal relación, de hecho, existe. No sé si mañana te levantarás lleno de años de recuerdos y con un quasi-derrame cerebral a causa de toda la información que tu cerebro tendrá que almacenar en poco tiempo. Pero lo que sí sé es que existe la potencial posibilidad de un sinfín de escenarios que tú y yo hemos vivido, vivimos y viviremos de formas simultáneas. Eso es el multiverso.
Entre la Mecánica Quántica y la Gnosis Hiperbórea existe un punto referencial intermedio. La Física propone que hay múltiples realidades. La Gnosis propone lo mismo haciendo uso de herramientas distintas al empirismo científico. Ese paralelismo permite tener dos ángulos diferentes de un mismo fenómeno difícil de explicar por sí mismo, y es lo siguiente: Imagina que esta noche te vas a dormir. Tuviste un día normal, sin nada destacable y solo deseas llegar a tu cama y echarte la pestaña. Entonces, nada, oscuridad, nada. Esta calientito, muy calientito. Escuchas unos susurros, parece un sueño. Entonces, ¡luz! Y hace frío, estás mojado. Gritas de horror y oyes la voz de una mujer diciendo: es niño/a.
Los recuerdos de todo lo que hiciste en tu vida hasta ese momento empiezan a desvanecerse, vas cayendo en una amnesia irresistible. Olvidas a tus padres, tu familia, tus amigos, tu vida, eres muy pequeño y te entregas de lleno a una mujer que te ofrece el pecho. En breves meses, olvidaste toda tu vida anterior, estás viviendo una nueva vida. Te identificas con tu nuevo nombre y el nuevo aspecto físico que presentas. Te acostumbras a un idioma, una cultura, una edad y un contexto determinados. Creces en ese ambiente por décadas y décadas, haces una vida satisfactoria o no, pero vives. Un día, pasados quizá 60 o 70 años (o veinte y pico, como a mí me pasó), te recuestas en cama y duermes. Al día siguiente despiertas y ¡oh sorpresa! Estás en tu vida anterior y todo lo que viviste en esos años de sueño no fue más que una experiencia en el Reino Óntico, el reino de los sueños donde el entrelazamiento quántico permea en la consciencia, directo en la sangre y en las mitocondrias de tus glóbulos blancos. ¿Te imaginas lo que es vivir, 20, 30, 40, 50 años en solo 8 o 10 horas de sueño? ¿Te imaginas los estragos que eso hace en el cerebro? Es como instalar Windows 10 con 1000 películas 4k en una Pentium I. Si sales vivo de tamaña experiencia, el daño será severo sino irreversible. ¡Díganmelo a mí! Lo sufrí en mis carnes y mis neuronas.
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