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82. Pronóstico reservado...

Camina a través de la luz para encontrar la sombra

Hasta que tus dioses te alejen del borde

Hundido en el pensamiento, la sensación, la distancia

¿Era tu secreto?

Deja de retener el miedo, deja que a las memoria vivir y morir solas

No hay necesidad de estar allí, deja que tu deseo grite

Jade, X Japan

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CERTIFICADO MÉDICO

CAJA NACIONAL DE SALUD

Lugar y Fecha: La Paz, Bolivia. 30 de Noviembre de 2009

Nombres y Apellidos (del Médico): Dr. Arturo Siegnagel

Registro M.S. y P.S.: B-453

Registro C.M.B.: B-214

El médico que suscribe certifica:

El Señor Gabriel Rodrigo Michel, de 22 años de edad, soltero, estudiante de la carrera de Comunicación Social, recibe atención de especialidad psiquiátrica a partir de noviembre del 2000 hasta la presente fecha.

Cuadro mental caracterizado por nerviosismo, irritabilidad violenta, crisis convulsivas a repetición con posteriores automatismos, pérdida de memoria y noción del tiempo, paranoia, alucinaciones auditivas y visuales, alteración de los recuerdos en la memoria a largo plazo, alteración de la sensopercepción, depresión ciclotímica crónica y ansiedad generalizada.

A los exámenes mentales, con enlentecimiento psicomotor, pobreza ideativa, alteración de la sensopercepción, dificultad en retener nueva información y evocación de recuerdos pasados, siendo éstos segundos sustituidos por recuerdos irreales. Presenta dificultad en la planificación y reconocimiento de rostros e identidades de otras personas, confundiendo a gente de su entorno con personajes creados por su mente.

Cuenta con último EEG del 4 de marzo de 2008 que reporta anormal por presencia de actividad paroxística espicular irregular fronto-parietotemporal izquierdo con generalización secundaria, que acentúa la hiperventilación.

Cuenta con los diagnósticos de Trastorno de la Personalidad y Comportamiento, Esquizofrenia crónica y Epilepsia debido a lesión o disfunción cerebral (CIE 10 F 07.9).

La evolución en el curso de los años ha sido poco favorable ya que el paciente no ha mostrado mejorías y las reagudizaciones son más frecuentes e intensas. Las crisis convulsivas a repetición han incrementado el deterioro mental, alterando totalmente la memoria y personalidad del paciente, y llevándolo a mostrar un volumen cada vez mayor de alucinaciones esquizoides. Es incapaz de discernir entre la realidad y la fantasía y esto lo llevó a peligrosos cuadros suicidas, dando como resultado: pronóstico reservado.

Por las características de su enfermedad, su alto índice de irritabilidad violenta y tomando en cuenta la dificultad que produce a niveles social, familiar y académico, se instruyó reclusión para preservar la seguridad del paciente y de su entorno. Se le continuará dando tratamiento psicofarmacológico y controles dentro de instalaciones de la Caja Nacional de Salud. Pasada la etapa de normalización, se podrá permitir al paciente regresar a su hogar donde se le seguirá prescribiendo el tratamiento psicofarmacológico y controles periódicos por consultorio externo en forma indefinida. Además se le sugiere no someterse a situaciones de estrés ni a ejercicios físicos extenuantes.

En cuanto certifico para fines consiguientes de la Caja Nacional de Salud.

Firma Dr. Arturo Siegnagel – Médico Psiquiatra

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Y ese fue el diagnóstico al que llegaron los médicos luego de evaluar mi caso. Supongo que no puedo culparlos, realmente lucía como un loco rematado luego de aquel día fatídico en que visité, por primera y última vez, la tumba supuesta de Diana.

Recuerdo ahora sí el rostro de mi madre y su infinita angustia durante mis oscuros días de reclusión y crisis. Las jeringas, las agujas perforando mi piel, introduciendo extraños líquidos que me freían el cerebro como si hubiesen metido mi cabeza en un horno a microondas. Te juro, querido lector, que en más de una vez busque desesperadamente a la santa muerte para librarme de todo aquello. Entender que toda mi vida había sido un sueño fue demasiado para mí, más de lo que podía manejar. La mayor parte de mis recuerdos eran una mentira.

Cuando volví de aquel lugar, en el que se suponía debía estar el "Campamento de Vigilancia Permanente", me recosté y dormí profundamente. A la mañana siguiente desperté con un monstruoso dolor de cabeza. Fui al baño, me lavé la cara y al ver mi rostro, no podía reconocerlo. Aquella no era mi cara y, como es lógico, di un grito de espanto. Mi madre corrió hasta el cuarto de baño y dijo que me vio tirado en el piso, convulsionando, los ojos blancos, bañado en orines y manando espuma de la boca. Debí lucir como poseído por Jehovah-Satanás.

Ese día, 14 de noviembre de 2009, estalló la crisis final. Finalmente descubrí toda la verdad subyacente en los policopiados de mi, aparentemente, inexistente primo. Y es aquí donde toda realidad se trastoca de esquizofrenia. Desde aquí ya no hay superbatallas, poderes increíbles, dioses, conspiraciones, otros mundos, ciudades ocultas ni cuerpos especiales del ejército. Esta resultó ser la "mi realidad".

Para empezar, la imagen que tenía de mí mismo no correspondía a la que realmente tenía en el "mundo real". Mi rostro, mi cuerpo, todo yo era distinto. Para continuar, la persona que conocía como "tía Eugenia", la madre de Rodrigo, era en realidad mi madre. Mi primo fallecido jamás existió, nadie lo recordaba, nadie pudo dar fe de su existencia y luego los médicos, a fuerza de drogas, me convencieron que todo fue producto de mi mente. Y él no era el único ser sacado de mi imaginación. Rocío, Gabriel, Jhoanna, Edwin, Rhupay, Valya, Qhawaq, Aldrick, Arika, Ikker-Halyón, el Tetragrámaton, el Bafometh, los erkianos. Todo, absolutamente todo había sido un espejismo que duró los largos años de mi enfermedad. Aún más doloroso, los pocos recuerdos felices que tenía de Rodrigo y los demás, empecé a añorarlos como sí yo mismo los hubiera vivido, ardían bajo la piel. Mi dulce Diana, la gran pianista, la bella niña que reía al sol y resplandecía de alegría cada mañana, se esfumó como cenizas al viento. Eso me enloqueció aún más. Enloquecí de dolor en la violencia infinita, esa es la verdad.

Descubrir que viví una larguísima mentira fue atroz y violento. Indudablemente mis ansias suicidas despertaron cuando supe la verdad de Diana: mi amada también fue un espejismo. Todo lo que podía recordar de ella, todo lo que viví a su lado era irreal, una fantasía de mi mente. Estuve enamorado de una alucinación esquizoide por años. Entonces la vi morir, la velé y enterré todos los días, viviendo en luto infinito. Diana había muerto y quería morir con ella. Sentí que una vida donde Diana no existió no valía la pena. Ya nada lo valía. Pero la santa muerte no me recogió. Me negaron el derecho de morir. Me recluyeron y me privaron de la sagrada libertad de elegir cuándo y cómo largarme de esta vida. Como si esos malditos hijos de puta que se hacen llamar médicos tuvieran el poder de decidir sobre la vida de uno. Como si las leyes y el mal llamado Estado de Derecho, instrumento que penaliza el suicidio, tuviese la divina atribución de repartir vida y muerte. Si la vida es un derecho natural, ¡porque también no lo es la muerte! Un Estado que priva a sus ciudadanos del derecho a morir y solo defiende el "derecho" a la vida, es un Estado que debe perecer y perderse junto a su doctrina enferma. Es un Estado que no respeta a la muerte, por lo tanto, es un Estado impío, corrupto y asqueroso; pero esa reflexión corresponde a la filosofía del poder, no a una novela sobre la esquizofrenia, no hablaré del Estado y la legitimad aquí, lo haré en un ensayo socio-político en su día. Sin embargo, una cosa no quita la otra, pues fue por una disposición e instrumento de ese "Estado" ignominioso que no morí. Prefirieron drogarme y cubrirme con una camisa de fuerza antes que dejar elegir mi muerte. ¿Quieres saber cómo se siente la locura? Yo te lo voy a decir.

La esquizofrenia tiene una similitud con la radiación ionizante: ambas te provocan un dolor difícil de describir. La radiación hace pedazos todas las estructuras celulares, la piel se ampolla, se vuelve roja y negra; a eso le sigue un periodo de latencia, los efectos inmediatos disminuyen, los pacientes parecen estar mucho mejor, hasta parecen sanos pero no es así. Luego, el daño celular empieza a manifestarse, la médula ósea muere, el sistema inmune falla, el tejido blando y órganos comienzan a descomponerse, las arterias y venas se abren como coladores, en medio de un dolor tan inimaginable que ni la morfina lo puede contener; es peor que ser hervido vivo en agua. Por su lado, la esquizofrenia hace trizas la estructura del pensamiento, las emociones e ideas se ampollan, se vuelven rojas y negras; a eso le sigue un periodo de latencia, se da una verdadera explosión creativa como único placebo efectivo para el sufrimiento, pero la creatividad no es una mejoría sino un síntoma. Luego, el daño neurológico empieza a manifestarse, las adicciones empiezan y aún nadie nota que estás enfermo. Alcohol, drogas, violencia, lo que sea es bueno. Mientras tanto, tú eres como un piloto de tu cuerpo sin control de él, ni de tus emociones ni ideas. A esas alturas ya no sabes qué es verdad y qué es mentira, la ansiedad, presente las 24 horas del día y los 7 días de la semana, contrae los músculos, generando calambres increíblemente dolorosos. La inflamación nerviosa genera vómitos, diarreas y úlceras, igual que los medicamentos psiquiátricos. Finalmente, el dolor dispersa la concepción de uno mismo, y todo lo que se parezca a una noción de "Yo", se desvanece. 

Aún incomprendidas, las enfermedades mentales son un subproducto lógico de la posmodernidad. Este es el mundo que crearon aquellos que pregonan habernos librado de los autoritarismos, de los nacionalismos y las dictaduras, vendiéndonos una idea de progreso en la que nada es verdad, todo es mentira, todo es cuestionable, todo es relativo. Así nos dejan y nosotros, convertidos en trolls, nos dedicamos a burlamos entre nosotros, descalificándonos y acusándonos de sobredimencionar las cosas. Nos dicen que todas las generaciones pasadas fueron más fuertes, mejores, lo que convierte a la nuestra en una generación de "cristal". Eso nos lo dice la misma gente que permitió que una pardada de políticos inútiles se legitimen en el poder por medio de una democracia que nadie entiende ni quiere entender. Eso nos lo dicen las mismas personas que destruyeron el empleo en pro de la eficiencia y la productividad, del mercado, del consumo, de la libre oferta y demanda. Esa gente, la que nos ha heredado una sociedad moribunda, un mundo en coma, una existencia vacía de sinsentidos, es la que nos ha llamado frágiles niños de cristal. Y luego nos dicen a los enfermos que nuestros síntomas son somáticos. Esos, unos hijos de un container lleno de putas, nos exigen estar siempre positivos y sonrientes para atraer las "buenas vibras"; así que "prohibido sufrir". ¿Pues saben qué? ¡Ellos somos nosotros! No somos mejores que ninguna generación pasada, ninguna generación pasada es mejor que nosotros. Somos la misma cosa: nada. Eso es lo que la locura te enseña.

¡Sí, carajo, sí! La verdad es que yo fui el soñante. Resultó que a quien recluyeron en una clínica mental no fue a Rodrigo, sino a mí. Y la razón por la que tenía tan vívidos recuerdos de la Clínica Psiquiátrica de Miraflores no era por mi visita a mi primo moribundo, sino porque yo mismo había estado ahí. Mi madre me llevaba a la clínica cada vez que sufría esas convulsiones medio epilépticas, medio esquizofrénicas.

Sin embargo, hubo alguien que sí existió. Un personaje que no salió de mi mente. Resultó que Oscar era, en realidad, mi verdadero primo. Dioses, le debo mucho a ese hombre. Gracias a su meticulosa observación entendí la mecánica de mis acciones, las que me llevaron al presente libro. Fue demencial.

Todos los años que pasé como demente, era poco más que un autómata. No puedo recordar eso, claro está. Mientras los días en la "vida real" se consumían, yo estaba viviendo en el mundo de "El Arco de Artemisa", compartiendo con mis primos o siendo acosado por mis compañeros de clase. También sufría en ese mundo, pero no tanto como en la "vida real". Como mi mente estaba apagada en realidad, mis acciones eran similares a las de un zombie. Dormir, despertar, comer, estudiar, cagar y dormir de nuevo. Si bien mi cuerpo estaba aquí, mi mente se hallaba ausente. En la "vida real", la razón del acoso del que fui objeto era justamente por esa característica mía de estar siempre ausente. La gente confundía mi displicencia con arrogancia, mi silencio con soberbia y mi indiferencia con egocentrismo. Me dijeron que me encerraba en las aulas de música del colegio para tocar el piano hasta el ocaso. Que salía a la calle sin avisar y deambulaba como fantasma por ahí, con la mirada perdida en el vacío. Y que regresaba a contar extraordinarias tardes de juegos y joda con mis ilusorios amigos. Tenía citas con Diana. Me alistaba con ansias, le compraba flores y la esperaba pacientemente en "X" o "Z" lugar. Lógicamente ella jamás venía y yo creía que me había dejado plantado... de nuevo. Siempre le compraba rosas, no sé cuántos ramos habrán terminado en el basurero. Recibía visitas de Rodrigo, mi madre me veía hablando solo. Salía con Gabriel y Rocío, pero en realidad pasaba las tardes enteras en soledad, riendo con la nada. Luego llegaba a casa y, de algún modo, me daba cuenta que todo fue irreal, volvía a ver a Diana morir y entonces convulsionaba para luego perder la memoria. Mi cerebro se formateaba y al día siguiente volvía a repetir el ciclo interminable de martirio. Eso es lo más cercano a vivir en el más abyecto infierno de Dante.

La persona que vio todas mis locuras, quien me sacó de prisión en más de una ocasión luego de terribles peleas, siempre fue mi primo Oscar. Él realizó una detallada observación de mi comportamiento y cuando "desperté", me lo contó todo. Ya un poco más consciente de la realidad (o más bien dicho, más drogado), mi madre y mi primo me mostraron la mentada caja de Rodrigo. Era más pequeña de lo que podía recordar. Mi familia me dijo que me ponía peligrosamente violento cuando alguien se acercaba a la caja. Su contenido eran cosas que yo mismo había depositado allí con los años. Las partituras de Diana y Rodrigo estaban allí, en efecto, pero no fueron ellos quienes las escribieron, sino yo. Habían dibujos, varios de ellos, hechos a carbón y lápiz, tal cual cité al inicio de la novela; mas no fue Alan quien los hizo, sino yo, y eran pésimos. Los lienzos y óleos no existían. Vi mapas y recortes de periódico, tal cual recordaba, pero algunos no correspondían a mis recuerdos. Eran distintos. Habían discos sin etiquetar, el contenido eran megas y megas de MP3 de música clásica. Pero, ¿y qué de las ilustraciones que figuran en las ediciones de este relato? Eso es tangible, el lector, tú, las viste. ¿De dónde salieron esas personas si es que los personajes de este libro son solo una ficción? Ese fue un descubrimiento algo surrealista, debo confesar.

En realidad, la persona que encarnó a Diana y que prestó su cuerpo para ilustrar esta saga se llama Alexandra Kisterskaya (Sandra para los amigos); oriunda de San Petersburgo, Rusia. No estoy para contarte cómo, dónde o cuándo la conocí; pero su participación en mi vida fue el disparador de la locura. Jamás perdí contacto con ella, ni en mis días de enfermedad; y su éter, Espíritu, cuerpo, esencia, sangre y vida terminaron por fusionarse con Diana antes que ambos nos diéramos cuenta. El día que Alexandra lo descubrió, solo le causó mucho dolor. La herí demasiado.

Por supuesto, Alexandra no sabía un pepino de español y fue menudo descubrimiento el mío saber que nos comunicábamos en su lengua; es decir, yo entendía, hablaba, escribía y leía en ruso. No recordaba haber estudiado jamás ninguna lengua eslávica, ¡pero sabía ruso! Eso explicó muchas cosas, incluyendo el cómo Alexandra supo de Diana y asimiló ese arquetipo en sus propios sistemas reales. Ninguna sobrevivió.

En cuanto a Rodrigo, Alan, Rocío y todas las personas ilustradas en esta trilogía son gente que conocí y que me conoce. No tengo autorización para revelar el nombre de aquellos que prestaron su cuerpo para encarnar a los personajes, aún sin saberlo; pero a estas alturas no creo que su identidad sea un dato relevante. Ninguno ellos supieron en qué se habían convertido hasta que se publicó el primer tomo de esta trilogía, un 14 de noviembre de 2011. Sus imágenes contribuyeron profundamente a que los arquetipos que representan cada personaje de la novela cobre corporeidad en nuestro plano contexto. Sin embargo, creo que tengo razones legítimas para afirmar que hay quienes deben odiarme profundamente por lo que hice. A algunos solo les desposeí de su verdadera identidad y les asigné una nueva personalidad sin sus permisos. Prestaron sus cuerpos ignorando lo que ello implicaba y los reduje a simples prestamistas de imagen. ¿Podrá ser solo eso? A pesar de lo que ocurrió entre los cuerpos de carne y los arquetipos emergentes que encarnaron, hubieron demasiadas implicancias, coincidencias y fenómenos extraños posteriores que me llevaron a pensar que invoqué entidades sin conocer su naturaleza. En realidad, en aquellos días eso no me importaba ni me preocupaba. Después de todo, me convencieron de que estaba loco. Les creí.

Y la música, claro, si Diana y Rodrigo fueron un sueño creo que podría atribuirme la autoría por la música de "El Arco de Artemisa" (Original Sound Track de "El Arco de Artemisa" disponible de forma gratuita por internet). ¿Cierto que sí? Es decir, debería ser yo el autor. O eso creo.

Al final de cuentas, la verdad empezó a emerger por sí sola. Jamás tuve novia, pocos amigos en mi juventud. Fui violento, pero por razones distintas a las que suponía. Fui alcohólico, hasta que me recluyeron. También traté de matarme para huir del dolor, pero las causas de ese dolor eran diferentes. Mi vida en "El Arco de Artemisa" y la de la "vida real" eran paralelas, pero distintas. De hecho, la trilogía se llama "Visiones de un Sueño de Amatista" porque todo lo que viví fue una visión dentro de un sueño. Has leído el mundo creado de un esquizofrénico. Mas nada. Todo fue ficción, fantasía, alucinación demente, psicoidea. Apuesto a que eso sí puedes creerlo. Apuesto que ahora dices: "Ahhhh, ahora sí todo tiene sentido. No hay otros mundos ni conspiraciones, todo fue producto de la mente de un loco". Por un momento, yo también creí eso. Pero estaba equivocado. Después de todo, existen otros personajes reales tanto en el mundo de "El Arco de Artemisa" como en nuestro "mundo real", "Realmente Material". Por ejemplo, Ursus de la Vega sí existió, pero bajo el nombre de Pablo Santa Cruz de la Vega. Y Rowena von Kaisser también existió, pero su nombre en nuestro mundo es Mariola Materna. ¡Búscalos en Facebook! Verás que no miento ni te estoy diciendo otra de mis "mentirosas alucinaciones".

Y eso no es lo único en común entre los dos mundos. La parte conspiranoica de este texto sí tiene un sentadero real.

Resulta que sí existe algo que puede llamarse "Sinarquía". Sí existe algo como un Demiurgo, que es el soñante que nos está soñando a todos ahora mismo. Sí existen los Doce Misterios. Y más importante aún, sí existe la Gnosis Hiperbórea y hasta el propio Arco de Artemisa. Eso lo descubrí poco tiempo después de mi "despertar", pues cuando estaba totalmente convencido de que todo fue una alucinación esquizoide y me disponía a terminar con mi vida, Rowena (o Mariola) apareció y se convirtió en mi maestra gnóstica. Pocos meses más tarde vino Ursus (o Pablo), y junto a él conocí a Lupus Felis, Miguel Serrano y Nimrod del Rosario. Una cosa llevó a la otra y uno de los objetos de "mi caja de la demencia" (o caja de Rodrigo) adquirió sentido, pues aparte del policopiado de "El Arco de Artemisa" (que yo mismo escribí), también existía una copia de un libro titulado "El Misterio de Belicena Villca" y algunos tomos de los "Fundamentos de la Sabiduría Hiperbórea". Cuando desperté estaba demasiado aturdido para prestarles atención. Pero con la orientación de Rowena y Ursus, los de nuestro mundo, empecé a entender que no todo era una locura. El conocimiento me hizo libre, abandoné mis vicios y terminé de escribir y editar el Primer Episodio de "El Arco de Artemisa" con la ayuda de los medicamentos. El último tomo de esta saga lo edité por última vez durante la cuarentena del 2020, teniendo en cuenta que esta era una especie de "historia de mi vida". O más bien no, esa no lo vale, pero sí valía la pena preservar a tantos Espíritus tan increíbles, pues aunque ellos digan que son personajes, yo los considero... personas.

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