Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

70. Pensatorium...

Ciudad de La Paz Umbral. Plaza Murillo, centro de la ciudad. Cuartel Central

Los artefactos de vigilancia en el cuartel central hiperbóreo no dejaban de dar lecturas. El contador de Geigers se había vuelto loco. Las radiaciones letales se habían esparcido por toda la ciudad. De no ser por las barreras unipersonales de plasma que los chamanes maoríes e ingpalas habían aplicado a todos los soldados del Ejército Hiperbóreo, probablemente éstos habrían quedado sentenciados a muerte por irradiación.

Un alivio mezclado de sorpresa invadió a los elementos de Inteligencia en el cuartel central cuando notaron que sus radares empezaban a despejarse. El enemigo empezaba a replegarse, por lo que la orden para los hiperbóreos también fue la de retroceder hasta sus trincheras y permanecer allí hasta nueva orden. Pasados apenas diez minutos, todos los combates habían cesado momentáneamente y las tropas regresaban a sus cuarteles.

En el cuartel central se había armado un gran revuelo entre los estrategas por lo ocurrido. Todos tenían diversas hipótesis de las razones del enemigo para retroceder. Algunos lo atribuían a la poderosa luz y el tsunami de fuego faérico que barrió la zona norte de la ciudad. Otros afirmaban que el enemigo se había desgastado y que se estaban reagrupándose para plantear otra forma de invadir. Los hierofantes sostenían que el enemigo iba a utilizar un arma distinta y que estaban evacuando a sus fuerzas para lanzar una ofensiva total y mucho más devastadora. Y, desde luego, no faltaba el acechante peligro de Halyón, que era la justificación más poderosa que los hiperbóreos tenían para explicar el retroceso del enemigo. Pero aún habían dudas, ausencias sin explicar que alteraban a los estrategas. Para todos ellos, la situación de los Centinelas era un misterio que no se les había revelado. Lo único que sabían era que Hagal estaba bajo posesión demoníaca y que atacó a sus fuerzas, destruyendo una de las anclas rúnicas que sostenían la barrera y permitiendo que el enemigo penetre en la umbra. Debido a ello una acalorada discusión se había levantado.

—¡Es un vil traidor! —espetó uno de los estrategas—. Por causa del Centinela hemos perdido la barrera y cientos, quizás miles, han muerto durante su ataque.

—¡Debemos enviar al resto de los Centinelas a combatir a ese traidor!

—¡No, que los erkianos se hagan cargo!

—¡Suficiente! —dijo con firmeza el Mayor Cuellar, dejando a todos mudos. Su autoridad parecía incuestionable—. Ustedes saben perfectamente que la lógica de batalla no tiene ningún efecto en guerras como esta. El enemigo puede desafiar todas las leyes de la Física, por lo tanto siempre va sobrepasar nuestra lógica. Para luchar contra un enemigo así, nosotros también debemos adoptar un método que esté acorde a las circunstancias. Lo ocurrido con Hagal es un designio, así debía ser.

—¡Y dónde están los demás Centinelas, Mayor! Nosotros estamos combatiendo con toda nuestra fuerza a un enemigo infinitamente superior y nuestros caudillos hasta ahora no se presentan. ¡Qué están esperando!

—El momento justo —replicó Cuellar.

—Y ese momento ya llegó —intervino una voz desde las sombras.

Como si llevase espuelas, los pasos del recién llegado eran sonoros y firmes. Cuando se aproximó a la luz, todos lanzaron un suspiro de alivio al ver a Rhupay con su armadura de combate. El Centinela observó a los presentes con cierta displicencia y luego se dirigió a todos ellos con voz firme.

—Muchos han muerto hoy, demasiados. Pero sus muertes no serán en vano. Hemos preparado todo para vencer a nuestro más grande enemigo: Halyón. Por esa razón, los Centinelas debíamos permanecer en espera. Además, ¿por qué creen que Hagal ya no nos atacó?

—Culpa —farfulló uno de los militares—. La culpa debe estarlo matando.

Rhupay le lanzó una mirada de desprecio y replicó:

—Debla lo ha estado conteniendo todo este tiempo, y no solo a nuestro descontrolado Centinela, sino también a Samael.

Cuando los presentes oyeron el nombre del arcángel negro, un escalofrío recorrió sus espinazos. La presencia de un arcángel del Tetragrámaton en la batalla podía haberlo complicado todo. Su intervención pudo doblar la balanza a favor de los invasores, dejando toda esperanza de victoria lejos del alcance de los hiperbóreos.

—Escuchen —prosiguió Rhupay—, tenemos un plan, lo teníamos desde un inicio y a pesar de que algunas cosas no salieron según lo planeado, la mayor parte sí ocurrió tal cual se lo calculó. Gracias a su defensa de la ciudad, Debla pudo deshacerse de Samael. Ya no siento su presencia en ningún universo, lo que solo puede significar que ese maldito arcángel murió. Con él fuera del escenario, ahora nos toca a los Centinelas hacer nuestro trabajo.

—Entonces —intervino otro de los militares—, ¿destruirán ya el cráter del volcán?

Rhupay negó con la cabeza y respondió:

—Ahora que la barrera ha caído, destruir el volcán no tiene sentido. El enemigo puede aparecer por dónde quiera, menos cerca de Tiwanaku pues el cerco rúnico de Kalasasaya les impedirá aproximarse. No deben olvidar que el objetivo del enemigo es destruir el eje carismático de Tiwanaku. Suponíamos que podíamos hacer un cuello de botella en esta ciudad para forzar al enemigo a pasar por aquí si es que quería hacerse de Tiwanaku. Pero considerando que Halyón ha despertado para suplantar a Golab como Señor del Foso, podemos suponer que los objetivos del enemigo también han cambiado. No veo que Halyón esté tan interesado en el eje carismático como su otra mitad, Golab. Por lo tanto, nuestro más terrible enemigo querrá hacerse cargo de nosotros antes de ir por Tiwanaku, lo que nos da una extraordinaria oportunidad de terminar todo en este mismo sitio.

Hubo un silencio de expectación. Los presentes aún esperaban mayores explicaciones de Rhupay. Pero el Centinela sostuvo su hermetismo.

—El enemigo va volver dentro de muy poco —continuó Rhupay—. Es más, ya debe estar en camino. La segunda oleada podría ser peor que la anterior, pero descuiden, esta vez recibiremos algo de apoyo extra.

Y sin decir nada más, Rhupay abandonó la carpa del cuartel general, dejando a los altos mandos disconformes y preocupados. Inmediatamente, Orlando Cuellar también dejó la carpa y fue tras Rhupay.

—¡Espera! —detuvo el Mayor al Centinela con autoridad en la voz—. Mis hombres están muriendo, Rhupay. Confío en mis hijos y en todos ustedes, pero no nos han dado la más mínima información y la situación requiere un poco de certidumbre.

El Centinela permanecía de espaldas al Mayor, y en esa misma postura le respondió:

—Sé que necesitan alguna seguridad, pero basta con que alguno de ustedes sepa la estrategia para que el enemigo también la sepa. Todos llevamos a un espía dentro: el alma. Y todos ustedes tienen un alma que aún no han silenciado. Lo siento Mayor, pero no puedo darle más información.

Cuellar respiró hondamente. Sacó una cajetilla de cigarrillos del bolsillo y un mechero del otro. Encendió el fuego, pero al momento de acercarlo al cigarrillo, sus manos le temblaban.

—Tengo entendido que algo ocurrirá en algún lugar de la ciudad —dijo el Mayor—, algo grande, importante. Me lo dijo el Centinela ciego antes de que todo esto ocurriese. Yo sé que él es vidente, que ve el futuro. Por esa razón he apostado una defensa tan grande en el centro de la ciudad. Pero, no sé qué ocurrirá. ¡Ja!, es más, ni siquiera estoy seguro de que ocurra algo. La disposición de las anclas fue determinada por ustedes, y nosotros las instalamos según nos indicaron. Ahora vienes tú y me dices que debo derribarlas y poner nuevas anclas en nuevas ubicaciones. Y encima de todo me pides que no le diga a nadie la razón de esa orden. En verdad no entiendo nada.

—No es necesario que lo entienda, Mayor. Solo preocúpese de detonar las anclas y colocar las nuevas.

—Dónde están mis hijos.

—Haciendo lo que deben hacer.

—¡Dónde carajos están mis hijos, Rhupay, responde!

El Centinela volteó de golpe y miró al Mayor con los ojos inyectados de ira.

—¡Están luchando por ustedes, Cuellar, por ustedes! Están haciendo grandes esfuerzos para conseguir que este plan funcione. Solo le pido que confíe en nosotros.

—Escucha, Rhupay, no quiero perder a mis hijos en esta guerra, ya perdí a mi esposa y...

—Pues resígnese, Mayor. Ya los perdió. Lo perdió todo desde el momento que nació porque, desde el principio, siempre estuvo perdido en un sueño. Estamos por perder la eternidad, ¿entiende? Y hasta que esta batalla no termine, no habrá oportunidad de recuperarla. 

—Otra vez ese esoterismo de mierda —farfulló Orlando—. Estoy harto de hacer cosas de las que no entiendo nada.

—Entonces escuche la voz de su sangre si quiere entender. Apague su cerebro y su corazón por un momento, solo un momento.

En ese instante, la alarma general volvió a sonar y el Mayor regresó a toda carrera al cuartel central, dejando su cigarrillo sin terminar. Rhupay lo observó retirarse y empezó a alejarse del cuartel central, pero muy lentamente, como si tuviese todo el tiempo del mundo

En el centro de mando había un gran revuelo. Los radares se habían vuelto locos.

—¡Informe! —ordenó el Mayor.

—¡Están volviendo, Mayor!

—¡Todos a sus puestos de combate!

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro