Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

19. San Miguel Arcángel Vs Lycanon, Lobo Hecho Hombre...


Ubicación astrofísica: Universo actual de la Cuarta Vertical. A fecha 21 de septiembre de 2001 años del calendario terrestre gregoriano y a 130 millones de millones de millones de billones de kilómetros del límite del universo físico. Satélite Io en la órbita de Júpiter, hemisferio boreal de la luna galileana. Ubicación gnóstica del registro cósmico en la Realidad Realmente Material: Reino del Fuego del Sexto Sephiroth, Gebura. Árbol Sephiróthico de la creación. Morada de San Miguel Arcángel.

Io es el satélite más cercano a Júpiter y recibe su nombre de una de las muchas doncellas de las que Zeus se enamoró. Fue descubierto por Galileo Galilei en 1610 y recibió inicialmente el nombre de Júpiter I.

Con un diámetro de 3600 kilómetros, Io es la tercera de las lunas más grandes de Júpiter. Su superficie está llena de planicies muy extensas y también cadenas montañosas que lucen herrumbradas. Sin embargo, muchas de las montañas de Io son en realidad volcanes que despiden gigantes volúmenes de lava de silicatos y dióxido de azufre. Con más de 400 volcanes activos, Io es el objeto geológicamente más activo del Sistema Solar. Las nubes de azufre expulsadas de las chimeneas volcánicas se elevan hasta 500 km y los ríos de lava surcan la superficie a distancias de 2000 kilómetros para luego perderse en fosas y calderas volcánicas de dantesco aspecto. No importa por donde se lo vea, Io es un verdadero infierno.

En aquella furiosa luna de Júpiter, el Demiurgo había anclado uno de los pilares más importantes de su Creación: el alma del elemento fuego. Si bien el fuego es el resultado de la incandescencia de las partículas por reacción de una oxidación violenta, el éter mismo del elemento rojo necesitaba una resonancia muy particular para lograr arder como resultado de la combustión. El alma del fuego se manifiesta en forma de luz y la reacción química, en forma de calor y humo. Para lograr que el fuego brille era necesario asignarle un alma, y para ello el gran ordenador de la materia, Jehovah-Satanás, ancló una gran cantidad de almas sin Espíritu en una ubicación del espacio físico. Decidió hacerlo en Io, la luna de Júpiter, y en su manto levantó el Sephiroth Gebura, asignándole a Miguel Arcángel montar guardia. Desde entonces todo el fuego del universo que brilla producto de la oxidación es repositorio de un alma, convirtiéndose así en uno de los pilares de la vida, de la encarnación y, a largo plazo, de la postura de sentido de las criaturas inteligentes del universo, es decir, sus dolores y alegrías.

En algún lugar del manto fundido de Io se halla una burbuja cuyo interior es protegido por una gruesa capa de residuos de carbono, diamante y silicatos altamente ionizados. Bajo la coraza física se deposita un halo de electrones en revolución, un escudo de plasma eterno que es generado por el devenir de la conciencia de San Miguel en el espacio-tiempo. Dentro de la burbuja existe un palacio de oro y, rodeando a este, jardines de plantas alienígenas en todos los tonos cálidos del espectro: rojo, naranja, amarillo, fucsia, escarlata, etc; e infinidad de variedades de resplandor dorado. La bóveda superior está hecha de derivados del oxígeno e hidrocarburos básicos que sirven como espejo para generar una falsa proyección de un maravilloso cielo azul. Es un mundo de exótica y fascinante belleza, rematado por el magnífico palacio de San Miguel Arcángel en el centro.

El edificio de oro tiene impresionantes diseños que asemejan al fuego con varios ángeles bailando a su alrededor. Las torres, barbacanas, puertas y cúpulas están imbricadas de piedras preciosas y el piso está totalmente hecho de mármol. El interior, tan magnífico como el exterior, está cubierto de alfombras y lámparas de aceite que iluminan impresionantes murales donde el motivo principal es San Miguel y su belleza creada. Todo el templo interior al castillo está atiborrado con los símbolos shambálicos más malditos y heréticos que puedan caber en la imaginación. Y, como es costumbre de los arcángeles, hay muchos esclavos humanos morando en su interior. Los arcángeles no comen, no duermen ni se cansan, por lo tanto la presencia de esclavos en el palacio de San Miguel no es para la servidumbre doméstica sino para el servicio sexual. Todos ellos, varones en su totalidad, fueron castigados con la vida eterna y puestos a disposición de los arcángeles quienes practican días enteros de sodomía con sus esclavos.

En aquel momento en particular San Miguel había terminado su servicio habitual junto a sus presos. Aquellos pobres hombres sufrían terribles hemorragias anales mientras se revolcaban del dolor. Miguel los había vejado hasta llevarlos a la demencia.

Satisfecho, el arcángel decidió que era hora de tomar un baño. En su desnudez era imposible dejar de notar que era un ser muy hermoso, con larga cabellera dorada y un cuerpo esculpido con mucho esmero. De su espalda se desplegaban tres magníficos pares de alas bruñidas, refulgentes como el oro más puro. Su propia piel, producto de la luz del alma del fuego, era virtualmente dorada.

Ingresó a una de las salas del palacio cuyo interior estaba dominado por una gran piscina de agua cristalina dentro de la que vivían magníficas variedades de peces. Los pensamientos de San Miguel estaban totalmente volcados hacia Golab y las acciones deplorables del extinto Asmodius. Por causa de la ambición de ese demonio visceral, uno de los enemigos más peligrosos para el Demiurgo había sido depositado en el alma de Golab. Aunque Halyón era un traidor a su propia gente, no dejaba de ser un Espíritu y, más riesgoso aún, hermano del mortífero Laycón y de Danae, la Diosa Ultravioleta. Si bien sus enemigos estaban encarnados en un universo que el propio Miguel controlaba, el solo hecho de haber sido trasladados a una plaza liberada, rúnicamente cercada, le imposibilitaba eliminarlos de una vez por todas. Además se habían vuelto inmensamente poderosos, ya no eran seres humanos ordinarios y el arcángel sabía muy bien lo que eso representaba.

Miguel amaba a Golab profundamente. Milenios atrás ambos habían copulado y se habían entregado en cuerpo y alma el uno al otro. Pero entonces, desde que Halyón convive con Golab, los ojos del Señor del Foso ya no fueron solo para San Miguel, sino también para Danae. Golab se había enamorado de una mujer, la situación más asquerosa que cualquier arcángel pudiese imaginar. A Miguel le invadían las náuseas de solo pensarlo.

La mente de Miguel seguía dispersándose en sus angustias cuando una presencia infinitamente helada invadió el recinto. Desde luego que el sardónico arcángel dorado sabía de quien se trataba, después de todo, sus enemigos también eran Espíritus. Esbozó una sonrisa y empezó a hablar solo.

—Que ser tan blasfemo —dijo con un aire de arrogancia—. ¿A qué has venido?

El sonido del agua fluyendo era la única respuesta, eso y el vacío. Pero es un hecho físico que no existe el vacío perfecto en el universo, ¿no es verdad? Claro que el recinto no estaba vacío. Una corriente de aire gélido circulaba alrededor, acechando al arcángel.

—Perturbas mi descanso —dijo Miguel, esta vez con molestia.

Pero el aire frío seguía circulando.

—¡Muéstrate! ¡Te ordeno que te muestres!

Silencio, ni siquiera el fluir del agua era audible. Miguel, intuyendo algo extraño en el fenómeno, se incorporó con violencia. Era extraña una presencia tan hostil en el palacio del Sephiroth Gebura, tan helada y rebelde. Más raro aún era que tal presencia hubiese penetrado al palacio sin que Miguel lo notase con anterioridad.

Poco a poco el aire frío se fue arremolinando en una de las esquinas del recinto, fue adquiriendo un volumen más espeso hasta que empezó a lucir como un torbellino de niebla. Entonces, como una espada rasgando una tela, el torbellino se rompió y de su interior emergió la fantasmagórica silueta de un lobo. El rostro de San Miguel mostró su insuperable molestia al notarlo, pero no perdió su postura arrogante por ello.

—Freky, uno de los lobos de Odín —reconoció el arcángel—. ¿Acaso ya no eres la mascota de aquel muchacho? Qué haces aquí, tan lejos de tú amo.

No hubo respuesta, solo el silbar del viento. El arcángel esbozó una sonrisa maléfica y empezó a caminar hacia la silueta canina.

—¿O es que acaso Lycanon y Vairon ya se mataron el uno al otro? Dime, Freky, cuál de los lobos gemelos mató al otro.

El viento soplaba.

—En realidad no me importa quién mató a quién —continuó San Miguel, deteniéndose a unos pocos metros del lobo fantasma—. Ellos jamás volverán a reunificarse, tú y tu hermano Gery lo han sabido todos estos milenios. Pero a diferencia de ustedes, los arcángeles no disfrutamos de las luchas sin sentido. Si tú estás aquí debe ser porque la lucha de los Géminis ha concluido. Seguramente se mataron ambos.

No había necesidad de responder aquellas palabras maliciosas, el fantasma del lobo Freky lo sabía y seguía en silencio.

—Pero —agregó Miguel—, me preocupa el destino de Golab. Responde, Freky, ¿qué han hecho con él?

Silencio...

—Dejé de sentir su presencia desde que cometió la estupidez de enfrentar a los Géminis durante su conflicto. No pudo ser paciente, no quiso esperar a que se matasen el uno al otro. ¿Dónde tienen cautivo a Golab?; habla, Freky.

Entonces las palabras surgieron del interior del espectral lobo. Freky resopló en el éter y dijo:

Yo he sido un simple guía, al igual que Gery, mi hermano. Es tiempo que ambos regresemos al lado de Odín. Nuestro Señor nos ha estado esperando todos estos milenios. Finalmente has recordado el pacto y estás listo para darle cumplimiento. Ya nada aprenderás de mí, por eso accedí a traerte hasta este lugar. Ahora lo dejo todo en tus manos, Rodrigo Lycanon. Fuerza y Honor, Sangre de Michelle.

Y el lobo desapareció tan súbitamente como llegó. Uno o dos segundos más tarde una luz azul sumamente brillante invadió todo el recinto que de golpe bajó su temperatura. El agua de la piscina empezó a resplandecer como si cientos de pequeños focos brillasen bajo su superficie. Un segundo después el agua se congeló totalmente, dejando una perfecta pista de hielo azul. Y en un momento tan breve que apenas podría decirse que ocurrió, el hielo se inflamó y de su interior emergió una figura humana. El arcángel se cubrió la cara para no ser impactado por los cristales de hielo que habían salido expulsados como esquirlas. Cuando el fenómeno se estabilizó, todo el reciento había quedado cubierto por un gélido vapor celeste. En el centro de la piscina congelada aún se erguía aquella figura humana que emergió de su interior.

—Los seres humanos pueden ser criaturas fascinantes —murmuró Miguel.

Una expresión de satisfacción demencial se apoderó del rostro del arcángel, su boca empezó a desprender hilos de baba mientras jadeaba y se hiperventilaba con enfermiza ansiedad. Su miembro se erectó velozmente y expulsó abundante semen en un ataque de orgasmos que dejó al arcángel totalmente extasiado. Sus alas estaban tiesas y sus ojos, desorbitados, no dejaban de ver hacia la bruma helada con total locura.

Cuando los vapores helados se dispersaron surgió la nítida presencia de un muchacho totalmente desnudo. Las cicatrices de su cuerpo y el volumen muscular hablaban de un guerrero con amplia experiencia en combate. Pero su rostro cándido, aún rebosante de niñez, contradecía la experiencia de guerra. Aquel muchacho no podía tener más de quince años. Sus ojos azules eran profundos, metálicos, fríos; su cabellera castaña era corta y tiesa. Su piel era clara, aunque escoliada por luchas pasadas.

—Pero que joven tan hermoso —dijo San Miguel para sí mismo—. Debo... debo estar en él y luego matarlo... Quiero beber su sangre, bañarme en ella. Deseo sus lágrimas, su sufrimiento. No, su semen, quiero su semen.

Finalmente el monstruoso arcángel iba mostrando su verdadera naturaleza. El General de las Legiones del Cielo iba trastornándose ante la presencia de aquel chico que no cambiaba su fría expresión a pesar de los gestos de San Miguel o de la espuma rabiosa que brotaba de su boca.

—Puto mariconazo —espetó de repente el muchacho, dejando helado a Miguel—. A mí no me gustan los jotos como tú, me gustan las chicas.

Sin dudas, aquel muchacho no era parte de algún exótico juego de los dioses. Aunque la aparición de Freky en el Sephiroth Gebura había adelantado la naturaleza del evento, San Miguel se dejó llevar por el descomunal espectro de aquel chico que fácilmente podía abarcar la galaxia entera con su poder. Él no era una alucinación, era real, tan real como un enemigo mortal que llega a casa sin avisar e ingresa para asesinar al señor del castillo. Poco a poco el arcángel iba volviendo en sí hasta que sus recuerdos se hilvanaron de golpe. La expresión del alado cambió entonces de inmediato y en lugar de mostrar una morbosa ansiedad, se transformó en un gesto de rabia.

—Bastardo —masculló el arcángel—. Así que el maldito Freky te ha traído hasta aquí, Lycanon.

Finalmente todo estaba claro, aquel no era otro sino Rodrigo. Había crecido en todo el tiempo que transcurrió desde que finalizó su batalla con su Géminis. Tenía múltiples heridas que Alan le provocó durante su pelea, pero aquella batalla terminó de forjar el Espíritu de Rodrigo hasta convertirse en la máxima expresión del Lobo Hecho Hombre.

—He venido por ti, ángel de mierda —dijo Rodrigo, señalando a San Miguel con el índice—. Te voy a sacar tu puta aquí mismo. Cuando termine contigo ni Jehovah-Satanás podrá reconocer tu cadáver.

El arcángel no podía comprender exactamente el lenguaje usado por el muchacho, aquellas ironías de corte costumbrista y mundano, pero podía entender las intenciones de sus palabras.

—¿Y cómo se supone que harás eso, eh? —replicó Miguel—. No eres más que un patético mortal que ha recibido un Espíritu demasiado grande para su alma por un infortunado accidente. Es más, ni siquiera eres un Espíritu, eres la mitad de uno, no eres más que basura. ¿Acaso has matado a tu hermano solo para venir a enfrentarme?

Rodrigo negó con el dedo.

—Ni que fuera cojudo para seguirle la charla a un ángel maricón como vos.

Sin decir más, el espectro de Rodrigo empezó a elevar su intensidad hasta cubrir todo el Reino del Fuego con él. Su cuerpo empezó a mutar, le salían pelos plateados, su piel se iba engrosando y oscureciendo, un temible hocico armado con monstruosos colmillos emergió de su rostro. Sus ojos, azules y profundos, comenzaron a brillar intensamente mientras que de sus fauces se desprendían vapores azules. Aumentó su tamaño hasta llegar a medir la temible talla de ocho metros, un metro más que el propio San Miguel, que medía siete. Y de sus dedos surgieron garras platinadas cuyo filo desprendía pequeños rayos que recorrían su cuerpo entero. Rodrigo había mutado en la forma final del lobo, en Lycanon el Lobo Hecho Hombre.

San Miguel retrocedió unos pasos y luego elevó la mano. Una flama rojiza lo envolvió y tras ella se materializó una espada dorada encendida en llamas, sostenida en alto en la mano derecha del arcángel. Su cuerpo fue envuelto en fuego y tras cada llamarada se iban corporizando las partes de la armadura dorada de Miguel. Pronto su cuerpo quedó totalmente acorazado tras las láminas de oro y sus alas, cubiertas por un resplandor ígneo y angelical.

Los ojos de Lycanon se perdieron unos segundos en las llamas que envolvían al arcángel y empezó a recordar las palabras que Freky le dijo antes de irse para siempre: "Pon atención, Lycanon Rodrigo. Hace tiempo se te reveló que la cárcel que sellaba tu poder era tu corazón. En tu mano izquierda has sido marcado con el signo del Sephiroth Gebura, lo que solo puede indicar que tu carcelero mora en el Reino del Fuego. Todo lo que has tenido que sufrir y vivir a lo largo de los milenios ha sido para este momento. Tu último desafío ha llegado. Irás al Reino del Fuego donde el Sephiroth Gebura despliega su influencia y matarás a su guardián. Una vez hecho esto tu corazón quedará libre para cumplir con el Pacto de los Lobos y, más que eso, podrás ver frente a frente a tu hermano Halyón y liberarlo de su tormento". Las palabras de Freky estaban claras en la mente de Lycanon. Sabía bien lo que tenía que hacer y no podía fallar, debía derrotar a San Miguel sin importar el costo. Y más que eso, debía volver con vida al lado de Diana, Oscar, Alan y todos sus amigos. Era un desafío mortal.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro