12. Golab y Halyón...
El caos en la umbra había cesado. Había rasgos de destrucción por doquier y varias estatuas de hielo se erigían donde alguna vez hubieron edificios y autos carcomidos por el óxido. Los sobrevivientes de las tribus locales salían de sus trincheras para cuantificar los daños y quedaban profundamente impresionados por la helada destrucción que los rodeaba. Habían llamas de fuego azul, fuego faérico, brillando por todas partes. Era un escenario apocalíptico que ninguno de aquellos hombres podría haber soñado ni en sus peores pesadillas.
Raiko y Kalo fueron los primeros en salir y cuando vieron que todo había pasado empezaron a organizar a sus cazadores para buscar alimento y agua. Sin embargo, la desolación glaciar de la umbra parecía tan tétrica como mortal. Cualquier gota de agua estaría congelada al igual que la comida que pudiesen hallar. El fuego parecía resistirse a prender en las hogueras de los refugios, como si el calor hubiese sido definitivamente expulsado de su mundo. Pronto los líderes empezaron a temer que todos morirían congelados. Entonces, de la bruma y el fuego azul, dos figuras emergieron llevando consigo a un joven desnudo y con alas vampíricas en la espalda.
—¡Mire, Raiko! —señaló Kalo.
Ambos se detuvieron y observaron atentamente hasta que pudieron distinguir a los misteriosos intrusos. El rostro de Arika se hizo nítido entre la neblina, llevando una expresión de confusión. A su lado estaba Aldrick, llevando en brazos al ser alado. El muchacho tenía los cabellos rubios, la piel blanca y cubierta de cristales de hielo, y sus alas negras totalmente heladas.
—Los magos han sobrevivido —murmuró Raiko.
Kalo y el chamán Raiko llevaron a los visitantes de otro mundo a uno de los refugios. Arika y Aldrick presentaban múltiples heridas y necesitaban descansar. A cambio, Arika prendió fuego cálido en las hogueras de los refugiados haciendo uso del espectro que le quedaba. Luego los jefes de las tribus se reunieron con los maestros hiperbóreos para pedir explicaciones respecto al misterioso ser alado que habían traído consigo.
—Mago Aldrick —tomó Raiko la palabra—. Espero que su explicación al respecto sea convincente, ya estamos cansándonos de estos fenómenos y ustedes parecen los culpables de todo esto. Aunque la hospitalidad es costumbre entre nuestra gente, ustedes están abusando de ella. ¿Quién es ese muchacho que han traído con ustedes?
Aldrick y Arika se miraron unos instantes.
—No estamos seguros —dijo Aldrick—. Es un sobreviviente.
—¡Tiene alas! —prorrumpió Mako—. Debe ser uno de esos dioses que vino a pelear a nuestras tierras. Debemos matarlo ahora que está dormido, antes que despierte y nos destruya a todos.
—No —susurró Arika—. No hay arma que sea capaz de matarlo. Es inmortal.
Los jefes posaron su mirada en el chico desmayado, aún congelado.
—Parece un cadáver —farfulló Kalo.
—¿Entienden que no puedo dejar que se queden, verdad? —dijo Raiko a los maestros hiperbóreos, ambos asintieron.
—Muy pronto nos marcharemos —dijo Aldrick—. Hemos cumplido con nuestro propósito en este lugar.
—Váyanse ahora mismo —intervino Mako y miró al ángel haciendo una mueca de profundo asco—. Y llévense a esta cosa, sea lo que sea.
—Dadnos unas horas más, por favor —pidió Arika. Raiko asintió.
—Tienen hasta el atardecer —concluyó el chamán y los tres los dejaron solos.
Arika y Aldrick lanzaron un suspiro al unísono y la gitana empezó a conversar.
—Esta gente tiene razón en temer, maestro Aldrick. ¿Qué puede significar la aparición de este chico?
El Cruzado, con el rostro afligido, miró a su acompañante y dijo:
—Cuando Rowena y yo combatimos a Asmodius en el mundo abisal, logré internarme en las memorias de aquel demonio. Al descubrir lo que guardaba en ellas me sentí totalmente escéptico, me rehusaba a creerlo, pero veo que era cierto.
—¿De qué habla, Aldrick?
—Antes que la bestia lobo fuese dividida en Vairon y Lycanon, el lobo tenía un hermano: Halyón —Aldrick hizo una pausa y continuó con triste tono en la voz—. Averigüé de los recuerdos de Asmodius que hubo una traición. Halyón traicionó a los suyos y por esa deslealtad el lobo mató a su hermano. Pero los dioses son inmortales. Halyón murió aquella vez, pero renació y este chico no es otro sino el hermano de la bestia lobo.
—¿Afirma que este chico es un dios? —dijo Arika, embargada por el asombro.
—Un berserkire hiperbóreo, pero traidor.
—Imposible. ¡Cómo pudo llegar hasta aquí!
—Eso es lo que me angustia, pues Asmodius, en su infinita codicia de poder cometió el acto más aberrante que un demonio podría realizar. Encadenó el Espíritu de este berserkire al alma de uno de los demonios más poderosos del Bafometh.
Ambos maestros se miraron y entonces Arika lo comprendió todo. Se tapó la boca y luego bajó la mirada.
—¡Por las barbas de Lucifer, eso lo explica todo! —exclamó la gitana.
—Por Asmodius —continuó Aldrick— supe que el hermano del lobo estaba profundamente enamorado de Dianara y debido a los celos traicionó a su hermano durante el hundimiento de la Atlántida. Pero este chico no es solo hermano de la bestia lobo, sino también de Dianara. Él amaba a su hermana. Asmodius lo sabía y, usando su alma para sellar el poder del Señor del Foso, claveteó a Halyón al Espíritu de Golab. Por lo tanto, la única razón por la que el Señor del Foso no mató a Diana y sus amigos cuando tuvo la oportunidad es porque también está enamorado de esa chica, pero no por sí mismo sino por la presencia del amor de Halyón en el corazón de aquel demonio.
—Pero entonces, Golab debe estar...
—Golab es este muchacho, señora Arika. Se convirtió en él al abrir la umbra. Aún así, no hay forma de saber si en los milenios Halyón absorbió a Golab o viceversa. Lo que sí es seguro es que ambos Espíritus, el del oscuro Golab y el traidor Halyón, debieron fusionarse en algún momento del tiempo. Caso contrario no podrían coexistir en un solo cuerpo.
Ambos maestros callaron por unos instantes y luego la gitana habló:
—Tenemos que encontrar a Vairon y Lycanon cuanto antes.
Aldrick sonrió.
—No será necesario. Ellos ya deben estar de regreso.
—¿De regreso a dónde?
—A su rol en esta guerra, maestra Arika. Debemos volver al mundo de la Cuarta Vertical.
—¿Qué le hace pensar que los lobos no se mataron ya mutuamente?
—Lo siento en mi sangre y sé que usted también. Los lobos gemelos todavía tienen una misión que cumplir antes de fusionarse en uno solo.
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