● 𝔔𝔲𝔦𝔫𝔱𝔬 𝔐𝔦𝔰𝔱𝔢𝔯𝔦𝔬 ●
(Kenaz)
Quinto Misterio, El Mito Del Laberinto
Tomado de la Mitología Griega, adaptación del Círculo de Amatista
Cuenta la leyenda que hace siglos un terrible drama se desarrolló en la isla de Creta, en Grecia.
Existió un Rey llamado Minos cuya consciencia no lo dejaba dormir. La razón de su tormento era la infidelidad de su esposa, la maga Pasifae, hija de Helios. Ella había sido víctima de un amor incontrolable despertado por un toro, "El Toro de Creta". Su amor era un castigo de Poseidón hacia el Rey Minos, a quien regaló el Toro y le ordenó su sacrificio, cuando el Rey se negó a sacrificarlo, Poseidón hizo que Pasifae se enamorase del Toro.
La mujer tenía la virtud enceguecida por una pasión hirviente que la asolaba día y noche, y se remordía al saberse profundamente enamorada de un animal. Su mayor anhelo era que el toro fuera humano aunque fuese por unos minutos y saberse correspondida por él. Entonces la maga tuvo una idea. Haciendo uso de su poderosa magia le dio a la bestia de beber una pócima que habría de convertirlo en hombre.
Al día siguiente un hermoso joven de cabellera roja apareció en el palacio de Minos. Se escabulló sagazmente por los pasillos atestados de guardias y fue directo a la alcoba de Pasifae. Ella se dejó llevar por un amor y una pasión sin límites, hizo ingresar al joven y selló la puerta de su alcoba con un conjuro que le permitiría estar con su amante con la esperanza de que el Rey Minos no se enterase.
Durante siete días y siete noches el joven y la maga tuvieron relaciones sexuales. No se detuvieron para comer ni dormir, solo se entregaron sin pausa a un amor tan profundo como placentero. Al cabo de los siete días y sus noches, Pasifae cayó desmayada por el cansancio y durmió profundamente. Cuando despertó ya no encontró al joven apuesto que amó durante días, sino al toro agonizando entre las sábanas de su cama. Horrorizada, Pasifae salió gritando de su alcoba y fue a ver a su esposo, el Rey Minos, a pedir su perdón y su piedad. Minos la perdonó porque amaba a su esposa, pero los Dioses no la perdonaron y la dejaron embarazada del Toro.
Luego de siete meses de complicado embarazo la mujer dio a luz. Su cuerpo casi se partió por la mitad cuando su hijo nació, pues en lugar de una pequeña cabeza de bebé lo que salió de su cuerpo fueron dos cuernos que la desgarraron de adentro hacia afuera. Pasifae no murió por desangramiento ni porque se hallase partida por la mitad; sino que murió de dolor durante el alumbramiento con sus entrañas enganchadas de los cuernos de su hijo, saliéndole por su vientre. Su hijo era un monstruo mitad toro y mitad hombre. El Rey Minos se espantó tanto al ver la abominación que parió su esposa que estuvo a punto de matarlo, pero alguna clase de piedad hacia su difunta mujer lo llevó a dejar vivir a la criatura.
Con los años el hijo de Pasifae creció y se convirtió en un monstruo voraz que tenía la necesidad de alimentarse de carne humana. Minos encerró a su hijo en una jaula con la esperanza que dejara de aterrorizar a la gente, quería mantener el secreto de su tragedia conyugal, pero la bestia se hacía más fuerte cada año que pasaba y cada vez le resultaba más fácil destrozar su jaula y salir al pueblo a protagonizar las masacres que horrorizaban a la gente. Las personas del pueblo sabían cuando el Minotauro, como lo habían bautizado, se aproximaba, pues cuando el monstruo estaba cerca la tierra temblaba con sus pasos.
Desesperado, el Rey Minos acudió a un célebre genio artesano ateniense, a quien la desgracia había tocado la puerta. El hombre estaba huyendo de Atenas debido a la muerte de su sobrino. Aquel genio era conocido como Dédalo y era famoso por su gran ingenio y creatividad. Minos sabía de la inteligencia del artesano y le pidió hacer una cárcel de la cual la bestia jamás pudiese salir. Dédalo obedeció al rey y construyó una de las cárceles más increíbles conocidas por los hombres: "El Laberinto". Se trata, pues, de un enorme enmarañamiento de corredores que parecen no tener salida. Es un lugar tan compacto que es casi imposible escapar. Para una bestia como el Minotauro, sería más que imposible cualquier intento de fuga.
Para trasladar al Minotauro a su nueva celda, Minos lo tuvo que dormir usando las drogas más poderosas creadas por sus magos. Luego de terribles bajas en su ejército y realizando enormes sacrificios, el Rey Minos logró dormir al Minotauro y llevarlo al Laberinto.
Con el trabajo hecho, Dédalo y su hijo, Ícaro, se disponían a abandonar Creta. Sin embargo, el Rey Minos estaba consciente que Dédalo sabía su secreto y no lo dejaría marchar vivo. A traición, el Rey encerró a Dédalo y a su hijo dentro del Laberinto, junto con el Minotauro.
Cuando la bestia despertó estaba hambrienta y podía sentir el olor de la carne humana. Persiguió a Dédalo y a Ícaro durante días hasta que, finalmente, Dédalo halló la salida. Al ser el arquitecto del Laberinto, sabía muy bien por dónde ir. Ambos salieron de la cárcel del Minotauro y el ingenioso Dédalo diseñó alas de cera para él y su hijo. Desgraciadamente, Ícaro era demasiado impetuoso y torpe, voló muy cerca del sol y sus rayos derritieron la cera de las alas. El muchacho cayó al mar y murió.
El Rey Minos estaba conforme con su obra, pero sentía compasión por el monstruoso hijo de Pasifae e hizo una ley para que ofrecieran como comida del Minotauro a todos los criminales sentenciados.
Con los años la existencia del Minotauro enloqueció al Rey. Los mugidos de la bestia por las noches atravesaban el Laberinto y llegaban a la residencia real. Eran lamentos tan terribles que en poco tiempo Minos ya no los pudo soportar. Empezó a mostrarse tiránico y en un giro total a su justa forma de gobernar creó una ley que forzaba a los atenienses a ofrecer a sus jóvenes y niños como comida para la bestia.
A medida que el terror en Atenas aumentaba, crecía también la rabia contra Minos. Hasta que un día un joven llamado Teseo llegó al palacio y se postró ante Minos, ofreciéndose voluntariamente como sacrificio para el Minotauro. Ariadna, hija de Minos, se enamoró profundamente de Teseo en cuanto le vio y admiró su valor. Minos aceptó a Teseo como sacrificio y le dijo que le mandaría escolta hasta la entrada del Laberinto.
Esa noche Ariadna rogó a los Dioses por su ayuda. Rogó tanto que finalmente Artemisa oyó sus ruegos. Al ser Artemisa la Virgen de la Luna, no podía comprender las razones de Ariadna para tratar de salvar a un hombre, o de siquiera amarlo; pero se compadeció de su angustia y le entregó un ovillo de plata, hecho con el mismo material del que estaba hecha la cuerda de su arco. En cuanto Ariadna tuvo el ovillo de plata fue hasta la presencia de Teseo y le dijo que se lo llevara consigo y atara una de las puntas a su cintura, ella sostendría el otro extremo en la salida del Laberinto, para que de esa forma Teseo no se perdiese y pudiese volver.
Al día siguiente Teseo fue llevado al Laberinto. Ingresó con mucha cautela, soltando el hilo a medida que avanzaba. Llevaba consigo un hacha de dos hojas conocida como "Labrys", un arma que Atenea le regaló a su partida a Creta. El Labrys tenía dos hojas, una de ellas apuntaba siempre al frente y cortaba las tinieblas que aparecían hacia adelante, la otra hoja apuntaba hacia él mismo y cortaba el miedo que asolaba su interior. Así, con el Labrys en la mano y el hilo atado a su cintura, Teseo caminó durante días, encontrando a los sobrevivientes que habían logrado esconderse del Minotauro hasta que, a la hora del alba, encontró a la bestia dormida.
Sin dudar Teseo tomó el Labrys y de un golpe certero cortó la cabeza del Minotauro. Los jóvenes que le rodeaban entraron en júbilo. Entonces, haciendo uso del hilo de plata, Teseo regresó tras sus pasos, llevando consigo a todos los jóvenes que había rescatado, y logró salir del Laberinto.
Minos juró vengarse de Teseo, pero sus amenazas jamás se cumplieron. Un día, mientras el Rey Minos se bañaba, halló su final cuando un chorro de agua hirviente le cayó encima. Como venganza antes de irse, Dédalo cambió todo el mecanismo del baño del Rey y organizó la maquinaria para soltar agua hirviente en lugar de agua fría. Minos se cocinó entre alaridos y dolores insufribles. A la muerte del Rey, Hades convirtió a Minos en uno de los Jueces del Infierno, aquel que determina a qué Círculo Infernal irán los condenados.
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