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Primer Misterio, El Génesis Hiperbóreo

Versión del Mito Sumerio por Zecharia Sitchin; adaptación del Círculo de Amatista

Cuenta la leyenda que, hace millones de años, en el mundo de los Primordiales, conocidos por los hombres como Anunaki, hubo una terrible crisis que comprometió su Aldea de Origen llamada Hiperbórea. Pugnas de poder habían dañado la Aldea de Origen. El rey de aquella raza de Primordiales era llamado Anu. Él tenía dos hijos; uno de ellos era su legítimo hijo quien debía acceder al trono, se llamaba Enlil; el otro era hijo ilegítimo del rey y hermano mayor de Enlil, su nombre era Enki. El hermano de Enki, Enlil, era un ser bastante odioso y arrogante a quien le gustaba vivir los placeres más bajos. El Gran Ingeniero de la corte era un amigo muy cercano de Enlil y compartía con él sus gustos, su nombre era Yahvé.

Los problemas por el poder entre estos los Primordiales estaban llevando a una terrible crisis planetaria. Descubrieron que la energía espectral estaba desapareciendo a causa de las peleas entre ellos, esto los llevó a tratar de hallar la forma de salvar el macrocosmos de su planeta. Para hacerlo, un grupo de Divinos había creado una máquina capaz de reproducir energía espectral, el gran problema era que no tenían combustible para hacerla funcionar.

A falta de combustible en Hiperbórea, los Divinos empezaron a buscar combustibles y experimentar con los elementos para hallar la forma de hacer funcionar su máquina. Entonces Yahvé, que dominaba la alquimia, les dijo que en un diminuto planeta, en uno de los Universos que había creado, existía un elemento capaz de brindar el poder para su máquina. Un día, en audiencia con el rey Anu, los Primordiales, Enlil, Enki y Yahvé se reunieron y esto fue lo que dijeron:

—En uno de los Universos creados de mi Consciencia, existe un planeta diminuto que orbita una insignificante estrella. Ese planeta tiene un interesante elemento que apareció a causa de un afortunado error mío —afirmó Yahvé.

—¿Dónde está ese planeta? —cuestionó Anu, el rey.

—Está en el Cuarto Universo. Se sitúa orbitando una estrella localizada en una galaxia relativamente cercana a mi Logos.

—¿Y tienes control sobre ese universo? —preguntó Enlil.

—Relativo, aún me falta mucho para perfeccionarlo y no he logrado hacerlo funcionar como debería —respondió Yahvé—. Es que solo me he tomado siete días y siete noches para construirlo y al séptimo día tuve que descansar. Aún está incompleto.

—Pues, si dices que allá hay un elemento que es de ayuda, extráelo —replicó Enki.

—Lo haría, pero no tengo mano de obra calificada.

—Entonces, ¿cómo sugieres que saquemos tal elemento? —cuestionó Anu.

—Lo deberemos hacer nosotros mismos —respondió Yahvé.

—¿Estás sugiriendo que vayamos a uno de tus Universos Creados inferiores? —cuestionó Enki, molesto.

—No hay otra forma —replicó Yahvé.

—Si no existe otro modo, entonces mandaré a mis hijos, que son de mi entera confianza, para realizar la misión —sentenció Anu y finalizó la audiencia.

De ese modo, Enlil, Enki, Yahvé y un numeroso grupo de Primordiales ingresaron al Universo Creado, aún a medio construir, de Yahvé. Lo primero que hicieron fue buscar un centro de operaciones, se instalaron en el Doceavo Planeta del sistema, a una distancia bastante prudente de la estrella central ya que mientras más se aproximaban al astro, su poder iba disminuyendo.

Enlil, que era un brillante ingeniero, hizo un largo estudio del sistema, escaneando planeta por planeta. Los planetas más interesantes resultaron ser los primeros ocho. Entre ellos existían dos gigantes de hielo, dos gigantes de gas y cuatro pequeños planetas rocosos. Al finalizar el escáner, Enlil determinó que el planeta óptimo para la explotación del dichoso metal era el Tercer Planeta. El único gran problema era que para llegar a él había que atravesar un denso cinturón gravitacional el cual era muy difícil penetrar para ellos. Enlil y Yahvé eran demasiado cobardes para atravesarlo; eso llevó a Enki a tomar la decisión final de realizar la hazaña. Yahvé sabía que, a pesar que el Universo que creó se situaba en su propia consciencia, él no tenía control total debido a lo imperfecto que éste era todavía.

Entonces, Enki abordó un transporte junto con un valiente grupo de Divinos Hiperbóreos y partieron rumbo al centro del agresivo sistema, en busca del Tercer Planeta.

La odisea fue terrible, sufrieron varias perdidas y el cinturón gravitacional había causado graves daños a su nave. Al acercase cada vez más a la estrella central, notaron que empezaban a debilitarse. La gravedad y radiación del astro eran muy pesados para seres tan livianos como los Divinos. Cruzaron por una especie de heliopausa, creando un sendero seguro tras de sí, y desembarcaron en el Cuarto Planeta, donde crearon una colonia en medio de una abundante selva con condiciones para vivir. Al terminar la pesada labor de construcción, emprendieron el viaje al Tercer Planeta.

En un tiempo corto, examinaron el planeta. Se hallaban en un mundo caliente y selvático, donde los animales vivían en armonía. Al igual que el Cuarto Planeta; el Tercer Planeta no mostraba signos de vida consciente, realmente la obra de Yahvé estaba muy prematura aún.

Luego de la exhaustiva búsqueda, Enki halló el famoso elemento que Yahvé tanto había anunciado. Era un metal dorado bastante resistente, con grandes capacidades de conducción espectral, cuando se lo fusionaba con el plasma hiperbóreo canalizaba grandes cantidades de espectro, suficiente para hacer funcionar la máquina en su Aldea Original. Inmediatamente, Enki envió el mensaje de su hallazgo a su padre quien lo felicitó y le dio el mando de la misión. En poco tiempo un gran número de Seres Divinos colonizaron el planeta y se asentaron en una gran isla. Llamaron a su colonia: Lemuria.

Pronto, empezó la extracción de aquel metal, que decidieron llamar "oro", y lo enviaban a la colonia en el Cuarto Planeta para su respectivo traslado a Hiperbórea. En poco tiempo, pusieron a funcionar la máquina y la atmósfera empezó a recuperarse lentamente. La misión había sido un éxito, el padre de Enki estaba feliz con él y empezaba a dudar de dejar el trono en manos de Enlil y Yahvé, en vista que ellos no habían tenido éxito. A ninguno de los dos les gustó la posición del rey Anu respecto a Enki y sintieron celos. Ambos pensaban que su consciencia era única en el Universo y que debían ser Uno para reinar. Entonces, ambos dejaron el Doceavo Planeta y arribaron al Cuarto Planeta, donde tomaron el control de la misión por la fuerza. Enki no luchó para evitar derramar sangre y permitió que las cosas siguieran su curso.

Con el tiempo, empezaron a surgir descontentos en Lemuria por el duro trabajo que debían realizar los Primordiales. A pesar de que el hábitat había sido modificado para poder vivir en el Tercer Planeta, el Universo Creado de Yahvé era demasiado pesado. Pronto empezaron las peleas y los mineros dejaron de trabajar. Ante la crisis, Enlil se vio en la obligación de ponerle una pronta solución.

Un día, Yahvé le dijo a Enlil que había hallado un interesante animal. Se trataba de un pequeño homínido que tenía la maña de liberar a los otros animales de las trampas que los Divinos les ponían para poder comérselos. Este mono era especialmente habilidoso, utilizaba rocas para hacer herramientas y parecía que no tardaría en descubrir el fuego. Yahvé le dijo a Enlil que estos homínidos eran otro afortunado accidente en su experimento, ellos perecían hacer funcionar su mundo de manera relativamente equilibrada, a pesar de que eran muy involucionados aún. Entonces Enlil tuvo una idea, capturó a los homínidos y los llevó a la mina a trabajar; desafortunadamente, eran demasiado estúpidos y no lograban aprender nada nuevo, ni siquiera tenían consciencia de sí mismos. Ante la coyuntura del momento, Yahvé tuvo una descabellada idea la que expuso ante Enki y Enlil para su consideración

—Estos homínidos no son lo bastante inteligentes debido a que no han madurado —decía Yahvé—. Yo creo que podemos hacerlos evolucionar a paso acelerado. Si podemos engendrar un óvulo de homínida con un espermatozoide hiperbóreo...

—No, no, no —respondió Enlil—, no podemos darnos el lujo de compartir nuestra divina sangre con estas criaturas.

—Yo creo que sería una eficiente forma de solucionar nuestros problemas, así tendríamos suficientes trabajadores —replicó Yahvé.

—¿Puedes garantizar que todo saldrá bien? —cuestionó Enki

—Lo garantizo —mintió Yahvé..

Haciendo uso de su vasto conocimiento en ingeniería genética, Yahvé cruzó a una homínida con un Primordial y empezaron a salir homúnculos inteligentes. Cuando los pusieron a trabajar, descubrieron que eran efectivos; sin embargo, tenían dos problemas: el primero era que eran muy débiles ya que no soportaban la carga genética divina, y además estaban muy tristes ya que no tenían parejas, todos eran machos. Esto llamó la atención a Enki quien culpó a Yahvé por el fracaso, ahora tenían un montón de homúnculos machos, débiles, algo inteligentes, con consciencia de sí mismos y tristes por falta de hembras. Entonces Yahvé tuvo otra idea para mejorar la raza, él pensó que debían darles hembras de su misma especie para equilibrar la carga genética y tener trabajadores fuertes. Enki y Enlil se opusieron en principio, pero cedieron por las presiones de Yahvé quien pronto hizo hembras homúnculas utilizando la misma técnica que usó con los machos. Cuando empezaron a nacer las primeras hembras, fueron llevadas ante los homúnculos machos quienes les temieron en un principio, pero pronto empezaron a reproducirse; sin embargo, no salieron homúnculos más fuertes, lo que salieron fueron monstruos deformes. El experimento fue un desastre. Enlil estaba furioso ya que sabía que las cosas estaban fuera de control, ahora tenía una raza de homúnculos productores de abominaciones, con genética primordial, y no tenía trabajadores. Si el rey Anu se enteraba, relevaría a Enlil de la sucesión real a la corona por permitir tal desastre.

De ese modo, Enlil empezó a presionar a Enki y Yahvé para que solucionen el problema. Entonces Yahvé tuvo otra idea, él pensó que la nueva raza podría salir perfecta si engendraban un espermatozoide de homúnculo en el vientre de una mujer Primordial. La idea espantó a Enlil, pero, debido a las presiones de Yahvé y la emergencia de la situación, accedió a realizar el experimento. El gran problema fue que ninguna de las mujeres Primordiales quería ser voluntaria para el experimento. Al final, solo una mujer accedió, se trataba de la hija del rey Anu: Inana, quien aceptó llevar al bebé homúnculo en su vientre. Lo único que ella quería era que Enki regresase, la Primordial estaba perdidamente enamorada de él.

Y Yahvé realizó el experimento y pronto nació el primer niño semi-dios, "y Yahvé pensó que su creación era buena y la llamó -especie humana-; y a su primer hombre Él llamó -Adán-" (Dijo Dios: Hagamos al hombre a NUESTRA imagen y semejanza. Que tenga autoridad sobre los peces del mar y sobre las aves del cielo, sobre los animales del campo, las fieras salvajes y los reptiles que se arrastran por el suelo – Gen 1:26)

El nuevo hombre de Yahvé resultó ser un magnifico trabajador, era fuerte y saludable, además de ser muy inteligente. Pronto reconoció a Yahvé y lo consideró su único Dios y Creador, y empezaron a adorarlo y a todo su Universo. Para el nuevo hombre, el mundo era un lugar maravilloso y Yahvé era su Dios. Al vanidoso Yahvé le gustó la adoración de su creación, pero olvidó decirles a los hombres que tenían una madre que era también Diosa. Pronto los hombres empezaron a mostrar signos típicos de un ser independiente, ya no era un animal. El hombre había desarrollado un Espíritu. Cuando Yahvé se fijó en su creación descubrió que los hombres se habían convertido en Primordiales Hiperbóreos encerrados en un cuerpo de carne y en un mundo falso ya que todo era un sueño del mismo Yahvé. Los hombres eran como Primordiales dormidos e ignorantes de la desgracia en la cual habían caído pues habían sido reducidos a trabajadores, encerrados en sacos de carne. Sin embargo, a Yahvé le gustaba la adoración y el sentido que el hombre le ponía a su Universo, el cual empezó a evolucionar rápidamente gracias al hombre y su poder Primordial. Yahvé ocultó esto a Enlil, Enki, Inana y al mismísimo Rey Anu.

Con el tiempo, los hombres empezaron a mostrar características típicas de la raza hiperbórea. Habían desarrollado un lenguaje, habían despertado apetito sexual, habían despertado profundos sentimientos y, con el transcurso de los años, empezaron a necesitar una mujer ya que solo existían machos. Entonces ellos le pidieron una mujer a Yahvé y este accedió. Un buen día durmió a un hombre y lo clonó genéticamente, pero con cuerpo de mujer, su hembra fue llamada Lilith. El resultado fue una hembra exageradamente agresiva con quien el hombre no se sentía a gusto, solo algunos hombres lograron hacer pareja con la nueva hembra en tanto que los demás sufrían de soledad. Entonces Yahvé pidió la ayuda de Enki e Inana para hacer una nueva hembra. A fuerza de insistencia y por compasión con los hombres sufrientes, Inana engendró a un nuevo humano en su vientre que ahora sería hembra. Cuando nació, Yahvé decidió que la llamaría Eva y la puso junto a los hombres quienes se enamoraron profundamente de ella. Yahvé les pidió a Enki e Inana que mantuvieran en secreto la existencia de la nueva hembra a Enlil, ya que él se pondría furioso si se enterase que hicieron una hembra para el hombre.

La nueva mujer humana había salido mucho mejor de lo que Yahvé esperaba. Ella era superior a su macho en casi todos los aspectos y, lo más perturbador, es que había heredado la infinita belleza de las mujeres Primordiales Hiperbóreas, era como una Diosa hecha carne. Los hombres eran felices con ella, pronto las mujeres hablaron a los hombres sobre su madre en común y los rumores de una Diosa empezaron a surgir entre los hombres y mujeres que habitaban Lemuria. Ellos habían razonado sobre el bien y el mal, mas ahora razonaban sobre Yahvé como un Dios más entre muchos. Esto no le gustó a Yahvé quien halló excusas ante Enlil, Enki e Inana para sacar a los hombres de Lemuria y ocultarlos de los demás Dioses. Yahvé llevó a los hombres a una llanura y les dijo que ahora deberían producir sus propios alimentos. ("...A la mujer Dios le dijo: "Multiplicaré tus sufrimientos en los embarazos y darás a luz a tus hijos con dolor. Siempre te hará falta un hombre y él te dominará". Al hombre Dios le dijo: "Por haber escuchado a tu mujer y haber comido del árbol que Yo te había prohibido comer, maldita sea la tierra por tu causa. Con fatiga sacarás de ella el alimento por todos los días de tu vida. Espinas y cardos te dará, mientras le pides las hortalizas que comes. Con el sudor de tu frente comerás tu pan hasta que vuelvas a la tierra, pues de ella fuiste sacado. Sepas que eres polvo y al polvo volverás" – Gen 3:16-19) (Entonces Yahvé Dios dijo: "Ahora que el hombre es como uno de NOSOTROS, pues se ha hecho juez de lo bueno y de lo malo. Que no vaya también a extender su mano y tomar del Árbol de la Vida, pues vivirá para siempre" – Gen 3:22)

Un buen día que Enlil revisaba las obras en la mina, encontró a una hermosa mujer. Era tan bella que quedó hipnotizado. Enlil no sabía que Inana había dado a luz a las hembras humanas y que la mujer que Enlil estaba viendo era una de esas humanas, él pensó que era una mujer Primordial. Enlil pronto la conquistó y tuvo relaciones con ella; la mujer se embarazó, pero la sorpresa de Enlil fue inmensa al ver que empezaron a nacer Gigantes que eran casi como los Primordiales. Entonces Enlil comprendió que algo raro había pasado y llamó a Inana, Enki y Yahvé para pedir explicaciones, él había descubierto que amó a una mujer humana. ("Cuando los hombres empezaron a multiplicarse sobre la tierra y les nacieron hijas, los hijos de Dios se dieron cuenta que las hijas de los hombres eran hermosas, y tomaron por esposas aquellas que les gustaron" – Gen 6:1) ("En ese entonces había gigantes sobre la tierra y también los hubo después, cuando los hijos de Dios se unieron a las hijas de los hombres y tuvieron hijos de ellas. Estos fueron los héroes de la antigüedad, hombres famosos" – Gen 6:4)

Las explicaciones de Yahvé e Inana no convencieron a Enlil que no podía soportar la idea de tener hijos humanos en el Tercer Planeta. Sin dudar más, ordenó a Yahvé destruir a los hombres, entonces Yahvé inclinó el eje del planeta para producir un cataclismo. Él pensó que sería mejor un exterminio por agua que por otro elemento de su Creación. Pronto la Lemuria fue abandonada por los Primordiales y dejaron a los hombres huérfanos y asustados pues no sabían porqué sus amos y padres los estaban abandonando. Pronto, Enki e Inana sintieron pena por los hombres y bajaron para hablar con uno de ellos. Este era uno de los más inteligentes a quien Enki dio la orden de construir una nave acuática, para así soportar el cataclismo que pronto arrasaría el Tercer Planeta. Este hombre hizo como los Dioses le dijeron y reunió a la gente de su comunidad en la nave, listos para soportar la catástrofe. ("Por mi parte, voy a mandar el diluvio, o sea, las aguas sobre la tierra, para acabar con todo ser que tiene aliento y vida bajo el cielo; todo cuanto existe en la tierra perecerá" – Gen 6:17)

En poco tiempo, el eje de la tierra se inclinó tanto, que los terremotos submarinos empezaron a desgarrar la corteza planetaria. Las olas de los maremotos llegaban a los 10000 metros y pronto cubrieron la superficie del planeta, convirtiéndolo en un mundo marino. Inana y Enki, que estaban en una nave mirando el desastre, lloraron con verdadero pesar pues amaban a sus hijos. Entre tanto Yahvé parecía disfrutar del espectáculo; este Primordial siempre se caracterizó por disfrutar del dolor ajeno.

Terminado el caos y ya seguros en la colonia del Cuarto Planeta, Inana y Enki se abrazaron para llorar el dolor de sus hijos muertos; entonces Inana fue furiosa a la presencia de Enlil y Yahvé, que relataban felices las anécdotas del holocausto de agua. Se acercó a ellos y así les habló:

—Ustedes dos son unos malditos que ni siquiera son dignos de estar a la altura de los hombres que destruyeron. A ti Enlil, nunca más permitiré que cometas estos atropellos. Y a ti Yahvé, si es que alguien sobrevivió, jamás permitiré que hagas de nuevo con mis hijos lo que acabas de hacer hoy. Yo soy su MADRE, los protegeré a cualquier costo y si debo entrar en guerra contigo para hacerlo, pues eso mismo haré —sentenció la enardecida Inana con verdadera furia de Diosa.

—Te recuerdo, Inana, que eres extranjera en MI Universo. Esta es MI creación y todo lo que hay aquí me pertenece, eso incluía a tus amados hijos hombres. Si algunos están vivos, haré con ellos lo que me plazca, si no te gusta puedes irte. Pero si te quedas y tratas de enfrentarme dentro de MI Creación, puedes estar segura que perderás, porque YO soy el alfa y omega, el principio y el final. Todo lo que existe en este universo me respira y yo lo respiro, el hombre soy yo como yo soy el hombre. El hombre es mi propiedad y tú no tienes nada que hacer al respecto.

—Mientras sean mis hijos lucharé por ellos, y serán eternamente mis hijos. Ellos no inclinarían su rodilla ante un tirano como tú. Ellos no eran animales de tu sueño, ellos eran Primordiales con Espíritu, igual que nosotros. Pero tú los engañaste, por eso los quieres en tu universo. Para ti, los hombres son constructores y descubridores de tu obra, permitiste que existieran en este universo para darte sentido a ti mismo y para darle continuidad a tu Creación. Bien que si el hombre Primordial no hubiera existido en tu Universo, éste jamás habría evolucionado. Ni Enki ni yo permitiremos que tengas cautivos a los Primordiales, encerrados en tu mundo otra vez.

—Encerrados están y encerrados quedarán —respondió Yahvé, mirando a Enlil—. Después de todo, hay muchos Primordiales que querían mantener cautivos a los Espíritus de los hombres en este Universo. Mi creación es el lugar perfecto para que los Dioses vivan ya que no quieren estar más en Hiperbórea, nos cansamos de Anu. Ellos y yo seremos los dueños de este Universo y el hombre nos adorará, pues lo haré volver.

—Entonces, ustedes son todos Dioses Traidores y tú un Dictador—replicó Inana, furiosa.

—Yo soy Yahvé, yo soy YHVH. Soy el Uno, soy único y jamás dejaré que los hombres recuerden que tú eres su madre. Para ellos, solo yo soy su Creador y su Padre.

—Tú eres un científico que perdió la razón —contestó Inana.

—Esta pelea es una estupidez —intervino Enlil—. Es una locura, los hombres deben estar todos muertos y si no lo están yo...

—Sabes que no te conviene, Enlil —adelantó una respuesta Yahvé—, este Universo puede ser un paraíso. Ayúdame a evolucionarlo y tu recompensa será grande. Tendrás más humanas para amar —tentó Yahvé a Enlil.

—¿Y si mi padre, el rey Anu, se entera? —cuestionó Enlil.

—Él se convencerá de dejarnos acá sin importar lo demás. Solo debemos seguirle enviando oro y él estará conforme pues solo le interesa que la máquina funcione hasta que el poder espectral regrese a Hiperbórea.

—Pues, siendo así me quedaré aquí —replicó Enlil.

—Ambos son unos traidores —respondió Inana—. Jamás les perdonaré esta traición.

Una vez terminada la discusión y la declaratoria de guerra contra YHVH. Enki e Inana volvieron al Tercer Planeta para recoger a sus hijos y llevárselos a Hiperbórea, pero ya era tarde. YHVH los había hallado primero y, haciendo uso de su ciencia, había atado a los Espíritus de los hombres a un nuevo invento suyo al cual llamó alma. El alma de los hombres era aquello que los mantenía encerrados en sus cuerpos de carne y los dejaba ciegos para ver a Inana o Enki. Su alma era su forma de contacto directo con YHVH y una forma de mantener sus Espíritus pesados y hundidos en el mundo de la materia y el tiempo donde YHVH es el rey. Entonces YHVH dejó el control del reino de los hombres en manos de los Dioses Traidores quienes fueron conocidos por los hombres como Ángeles que simulaban ser esclavos de YHVH ante los hombres. Luego YHVH creó una morada para sí mismo, la cual construyó entre el Sol y el Tercer Planeta, y puso puertas para ir del Tercer Planeta y del Cuarto Planeta a su morada. Él llamó a su hogar: Chang Shambalá, que para los hombres sería conocido como El Cielo. A los hombres se los llevó a una nueva ciudad que llamó "Atlántida". Allí les puso un hogar y bendijo su creación.

Inana y Enki también hicieron una morada en el Universo de YHVH, ambos sabían que debían rescatar a sus hijos. Llamaron a su morada Agartha y pronto se revelaron ante un grupo de sus hijos y los bendijeron, ellos hicieron un Pacto de Sangre con Inana, Enki y los Dioses Leales, y con el tiempo pasaron a llamarse Atlantes Blancos, mientras que YHVH hizo un Pacto Cultural con un grupo de hombres a quienes luego se conocieron como Atlantes Morenos. Pronto, la pugna entre los Atlantes Blancos y los Atlantes Morenos se convirtió en guerra. Era un conflicto primordial entre la Diosa y YHVH. Con el tiempo y el avance de la tecnología, la batalla terminó por hundir definitivamente a Atlántida.

Al hundirse el lugar donde vivían, los Atlantes Blancos empezaron a moverse hacia el Este, construyendo grandes monumentos de piedra de gran tecnología y simbolismo, con el objetivo de que sus hermanos del resto de la Tierra, menos avanzados que los Atlantes Blancos y Morenos, los encontrasen. YHVH había encerrado a muchos Espíritus que necesitaban la ayuda de sus superiores hermanos de la Raza Blanca. Conforme ellos avanzaban buscando la forma de liberar a sus hermanos, los Atlantes Morenos destruían o cambiaban los símbolos de las construcciones que los Atlantes Blancos dejaban. Y los Atlantes Blancos llegaron a ser conocidos como Hijos de Caín pues ellos llevaban el Símbolo de su pacto con Inana en la sangre, la llamaban Marca de Caín. Los Hijos de Caín eran Guerreros, Constructores y Agricultores muy sabios, en tanto que los Atlantes Morenos o Hijos de Abel eran comerciantes, sacerdotes, sacrificadores y pastores.

Con los siglos, los Atlantes Morenos pasarían todo su poder y bendiciones al Pueblo de Israel y al Priorato de Sion, para que algún día llegasen a controlar el mundo y concretasen los planes de YHVH y Enlil, que eran: de sacrificar a toda la raza en el holocausto de fuego menos a su Pueblo Elegido. Y a aquellos que llevasen la Marca de Caín, que es el Símbolo del Origen, y su lealtad al Pacto de Sangre con los Atlantes Blancos y los Dioses Leales, deberían ser castigados de la manera más severa. Este es el drama Original, la Guerra Primordial.

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