Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

➳ KASSITAS

Promediaba el II milenio antes de Cristo. La Historia cuenta que una invasión trajo a las tierras de Asiria, a un pueblo Hiperbóreo conocido como Kassita. Eran oriundos del Cáucaso -actual Rusia, Georgia, Armenia y Azerbaiyán- y portaban una piedra muy especial, conocida como Piedra de Venus. Resultaba, pues, que esta era una esmeralda con un poder sin comparación.

Ellos viajaban llevando un estandarte que tenía plasmada la figura de un águila con cabeza de león y alas desplegadas. Su viaje había sido realizado siguiendo las instrucciones de su Dios Arquero: Kus. Este Dios había hecho un pacto con sus Iniciados a fin de que su pueblo participara en la Guerra Esencial.

Cuando llegaron a la Ciudad de Borsippa, al Norte de Nínive -sobre la actual Turquía-, el Rey Nimrod hizo construir una enorme torre sobre un vórtice de energía telúrica, utilizando la técnica numérica de los Zigurat. Lo que Nimrod pretendía era atacar Chang Shambalá, conocida como "La Morada de los Demonios Inmortales".

En la Antigüedad, existían pocos sabios que conservaban los recuerdos de la Atlántida y de la Sabiduría Hiperbórea. Eso significa que recordaban la guerra contra YHVH, rey de Chang Shambalá, y se hicieron a la tarea de fundar pueblos y ciudades con el concurso de Iniciados especialmente dotados. El elemento más importante que se tomaba en cuenta para fundar dichas ciudades era la ubicación de las corrientes de energía telúrica. También podían definir sus coordenadas astrológicas o cualquier otro detalle. Ciudades como Roma o Jerusalén han durado milenios porque están asentadas sobre grandes centros de fuerza, lo que prueba la eficacia del método de elección telúrica del lugar para edificar una ciudad o cualquier otra construcción.

Los Kassitas eran guerreros temibles, perfectamente capaces de vencer a Hombres, Ángeles o Demonios. Ellos vivían en perpetuo estado de Guerra y no conocían miedos ni dudas, de ninguna naturaleza. Eran purasangre y estaban conscientes de su Misión Racial. Peregrinaron durante años hasta que los más Sabios notaron que el vórtice de energía telúrica más fuerte se hallaba dentro de los límites de la ciudad de Borsippa. Esta ciudad estaba habitada por una tribu de pastores "hábiros". Ello no representó ninguna dificultad para un pueblo decidido a librar combate. En breve tiempo los Kassitas dominaron la ciudad y los sabios empezaron a desarrollar el plan de ataque.

Pusieron en práctica una estrategia adecuada para la ofensiva. Primero, los más sabios entrenaron a una élite capaz de resistir a la poderosa magia que los Ángeles y Demonios usarían contra ellos al ingresar en Chang Shambalá. Esta élite Hiperbórea tendría la sagrada misión de exterminar a los Guardianes Alados, misión en la que, seguramente, perderían la vida o la razón. Segundo, los sabios empezaron a construir una "Torre mágica" para canalizar la energía telúrica y usarla para abrir una brecha en la umbra y en la Realidad Realmente Material; de ese modo pretendían acceder a Chang Shambalá.

En la arquitectura de Templos lo más importante es la forma de la base, en la arquitectura hiperbórea de guerra suelen construirse edificios semejantes a fortalezas cuya base casi siempre es un "laberinto". Debe utilizarse esta figura debido a las exigencias técnicas de la canalización de energías telúricas y espectral.

El plan de ataque de Nimrod era simple y solo tenía tres pasos: abrir la puerta al plano de Chang Shambalá; acceder al corazón del templo; y, por último, ¡atacar, atacar y atacar!... Para lograr semejante misión debían tomarse en cuenta todos los detalles. Las armas que decidieron utilizar fueron arcos y flechas. Las flechas serían construidas según una antigua técnica: se usarían plumas de ibis, varas de acacia del Cáucaso y puntas de piedra como pequeñas estalactitas cónicas las cuales debían recogerse de unas cavernas profundas y misteriosas. El arco del Rey Nimrod era una reliquia heredada de los antiguos atlantes y cuyo recuerdo se remontaba hacia muchos eones; dicho arco hacía de Nimrod uno de los más poderosos guerreros del ejército. La armadura que se decidió vestir fue aquella que los antiguos atlantes usaban durante las guerras: las corazas mágicas. Es fácil imaginar hoy, que esta coraza mágica sería como un "campo electrostático de precipitación de materia", o en palabras simples: un "campo de fuerza". Sin embargo, estas "corazas electrónicas", llamadas mágicas en la época de Nimrod, solo podrían ser usadas por los soldados más orientados de su ejército; escogidos por los mismos sabios. El Rey Nimrod y su General Ninurta estaban entre ellos.

De acuerdo a las crónicas, se cuenta que los Guardianes del Umbral en Chang Shambalá contaban también con corazas y armas singulares. Entre ellas había una conocida con el nombre de "Rayo Om", un arma atlante con la que los "Maestros de Sabiduría" de Chang Shambalá solían -y aún lo hacen- desintegrar a los discípulos que se mostraban "díscolos".

La leyenda cuenta que cuando la Torre estuvo lista, se puso una columna metálica de hierro, cobre, plata y oro, rematada con una gigantesca Esmeralda con forma de vulva en medio de la estructura. Esta Piedra había sido entregada a los Kassitas por el Dios Kus cuando los comprometió en la lucha contra YHVH. Según contaban los Iniciados, la Piedra Sagrada había sido traída de Venus por los Dioses que acompañaban a Kus cuando llegaron a la Tierra, antes que el hombre existiera. Hoy, los más osados paleontólogos no se ponen de acuerdo si las Piedras de Venus aparecieron durante el Pérmico superior o inferior, pero es evidente que la existencia de éstas es anterior a la aparición de los mamíferos sobre la Tierra.

Durante el tiempo que duró la travesía de los Kassitas, desde la ladera del monte Elbruz en el Cáucaso, la posesión de este "Presente de los Dioses" fue el estímulo que permitió afrontar todo tipo de penalidades. Era el Centro en torno al cual se formaba la Raza; era el Oráculo que posibilitaba oír la Voz de Dios y era la Tabula Regia donde se podían leer los Nombres de los Reyes. Era también el Signo del Origen ante el cual los Demonios retrocederían aterrados y contra el cual ninguna potencia infernal o celestial tendría poder. Y por el mismo poder se abriría la Puerta en el Cielo para invadir el Infierno y podría entablarse el combate sin tregua contra los servidores de quien encadenó el Espíritu Eterno a la Materia. Muchos pueblos han sido llamados "bárbaros" por otros pueblos más "civilizados", culpando a los supuestos "bárbaros" de ser "salvajes" e "inconscientes"; pero se necesita ser "bárbaro" para pactar con los Dioses y tomar parte en la Guerra Esencial por la Libertad.

Finalizada la construcción de la torre, se enviaron mensajeros a las restantes aldeas Kassitas, pues su Reino incluía a Nínive y otras poblaciones menores. También habían numerosos campamentos que llegaban hasta el lago Van e incluso alcanzaban las laderas del Ararat.

Miles de Embajadores fueron llegando a Borsippa para apreciar la Torre de Nimrod y rendir homenaje a Ishtar, la Diosa de Venus y Ama; así como también a Kus, su Dios racial y esposo de Ishtar. También llegó del Sur un pequeño grupo de Hititas, sus "primos", con quienes los Kassitas partieron juntos muchas décadas atrás, desde el Cáucaso.

Todo se preparó para el Solsticio de verano, día en que Chang Shambalá está "más cerca" de nuestro plano físico. Ese día, el pueblo de Borsippa se reunió junto al gran Zigurat y empezó la espera final. Los invasores Kassitas, cazadores y agricultores, llamados Hijos de Kaín, demostraban abiertamente su salvaje alegría por culminar una tarea que les había absorbido varias generaciones, y en esa alegría latía el anhelo del próximo combate. Dice un antiguo proverbio hiperbóreo: "El furor del guerrero es sagrado, cuando su causa es justa". Pero si esa sed de justicia lleva al Guerrero a enfrentar un enemigo mil veces superior, entonces se necesita un milagro. O quizá algo más que un milagro, una mutación de la naturaleza humana que lleve al Guerrero más allá de los límites materiales, fuera del Tiempo y del Espacio. El pueblo de Nimrod, en su furia santa, presentía la próxima mutación colectiva; se sentía elevado y veía disolverse la realidad engañosa de YHVH. Hervían de valor y así purificaban su sangre. Esa sangre pura, que hierve de furia y heroísmo, al llegar a la cabeza y al corazón, trae el recuerdo del Origen consigo, de la amada Aldea Original, de la más tierna Infancia y del Romance Eterno. En estas circunstancias, no es raro que todo un pueblo gane la inmortalidad del Valhala.

A primera hora de la mañana, cuando el sol recién había despertado, los tambores y las flautas resonaron ya en el aire. En las distintas terrazas de la Torre, las Iniciadas danzaban La Danza de los Pájaros mientras invocaban al Dios de la Raza: Kus. Entre tanto, los hierofantes oficiaban los ritos previos a la batalla dentro del recinto en el cual predominaba el color azul, destacándose, con un intenso brillo, la gran Esmeralda verde con forma de vulva consagrada al Espíritu de Venus, la Diosa que los semitas llamaban Ishtar, los sumerios Imnina, los griegos Atenea o Artemisa, los vikingos Frya, los egipcios Isis o Neftys, los iberos y francos Pyrena, los andinos americanos Pachamama o Virgen Ama de los Andes; y así en cada pueblo sobre la Tierra, en todas las dimensiones del Mundo y en cada momento del tiempo pasado, presente y futuro; a veces, vista como enemiga, otras como aliada y a menudo desconocida en la mente, enigmática en el corazón, pero presente siempre en la sangre.

Los Hierofantes permanecían bajo el techo de la torrecilla superior, afuera, en los pasillos laterales, el Rey Nimrod y sus doscientos arqueros se preparaban para morir. No había temor, solo el frenesí de quien quiere caer en la gloria del combate. Y así, cerca del medio día, empezó a observarse un vapor fantasmagórico, color ceniza, que se colaba por las columnas de la torrecilla superior y giraba lentamente, envolviendo a los imperturbables guerreros. Al principio, pocos percibieron este vapor, pero luego fue visible para todos. La nube adoptaba formas definidas que permanecían un momento para luego disolverse y volver a formarse nuevamente. Los misteriosos relieves de vapor formaban figuras de Dioses-Guerreros; pero también Diosas, niños, niñas, así como de animales: caballos, halcones, lobos u osos. También se veían carros de guerra que se corporizaron, juntándose a los seres, como un Ejército Celeste que giraba lentamente alrededor de la torrecilla. Al pasar los carros de combate, tirados por corceles alados, los Dioses-Guerreros alentaban claramente a Nimrod. También lo alentaban las bellas mujeres Hiperbóreas, sus ojos de acero podían templar el Espíritu hasta el instante justo del combate, pero luego de la lucha esos mismos ojos podían ser el bálsamo de amor helado que cura toda herida, calma el dolor y resucita al héroe. Fantasmagóricas, eternas, perpetuas, guerreras, ellas se desprendían para abrazar a los Guerreros y acariciarlos, y entonces se podía apreciar su tamaño. Doblaban en altura al Rey Nimrod, el guerrero más alto de Borsippa.

Envueltos en aquel frenesí, los ciudadanos de Borsippa no notaron cuando una de las Iniciadas abandonó la danza y subió corriendo a la torrecilla. Pronto, el vapor tomó la forma de una multitud de niñas y niños alados que revoloteaban en torno a ella, derramando vapores, líquidos en apariencia. Sin detenerse un segundo, ella ingresó a la Torre. Entonces los hierofantes cesaron todo canto, toda invocación, y se voltearon hacia ella para mirarla fijamente. Al fin, la Iniciada detuvo su ligero paso, delante de la entrada al laberinto. La muchacha era tan bella que solo mirarla, quitaba el aliento. Sin titubear, empezó a recorrer el laberinto mostrando gran seguridad, tanta, que parecía conocer muy bien el sendero. Si llegase a equivocar el camino, si diese con una valla, ésto hubiera sido tomado como un mal augurio y se debería suspender la operación hasta el año siguiente. Pero la Iniciada tenía abiertos los Mil Ojos de la Sangre y siguió el curso del espectro que, también, inundaba el laberinto resonante.

Todos confiaban en Ella, en la terrible misión que había emprendido, que comenzaba allí pero que se prolongaba en otros mundos... Confiaban porque era una Iniciada Maga Nocturna, de sangre tan azul que las venas quedaban dibujadas sobre su blanca piel como si fueran ramas de árboles añejos. Todos pensaban en ella al verla correr el laberinto, cantando el himno de Kus.

Los hierofantes contenían la respiración mientras las esbeltas piernas de la Iniciada recorrían con destreza los últimos tramos del laberinto; pronto llegaría a la "salida", y lo así hizo. ¡Había triunfado!

Sin embargo, ese triunfo significaba la muerte. Justo al final del laberinto se hallaba la Esmeralda Hiperbórea, la Piedra de Venus. La Iniciada se detuvo frente a ella y subió los peldaños que conducían a la base de la Piedra. Junto con ella, la Serpiente de la Creación había llegado, hipnotizada con la belleza de la muchacha; ella sabía que la Serpiente la seguía por el Laberinto en total silencio, y eso significaba que la Serpiente había caído en la trampa. Entonces, la Iniciada proyectó el Símbolo del Origen sobre la Esmeralda Hiperbórea y esta se encendió mágicamente, bañando de luz verde-azulada el enorme recinto y a todos sus ocupantes. Afuera, el retumbar de tambores y flautas había adquirido un ritmo tan rápido y una intensidad tal, que resultaba imposible pensar o hacer otra cosa que no fuera contemplar el Zigurat rodeado por Nimrod y sus arqueros.

Al medio día y con el Sol en el punto más alto del cielo, las cosas empezaron a tornarse terribles. La bella muchacha retó a la serpiente, anunciando su propio nombre: Isa.

En ese momento la música cesó de golpe, inundando los oídos de silencio; y de una certera mordida, la Serpiente mató a la bella Isa. Los Iniciados sabían que ésto pasaría y sintieron la pérdida, mientras juraban seguir a la princesa hasta la muerte. La sangre de la bella princesa caía a borbotones sobre la brillante Esmeralda que tragaba el rojo líquido santo. Entonces, comenzaron a ocurrir las cosas más increíbles que ojos humanos hubieran contemplado desde muchos siglos atrás.

Quienes se hallaban dentro la torre, pudieron contemplar una escena terrorífica, pues al caer la sangre se apagó por un instante la luz que emanaba de la Esmeralda; pero luego una columna de fuego se elevó del piso, envolviendo, furiosa, el pedestal y la gema. El cuerpo de la princesa estaba tirado en el suelo; no obstante, una imagen espectral y fantasmagórica, desnuda y bella, se levantó del cuerpo y se posó junto a la columna de fuego: se lanzó sobre ella y empezó una especie de forcejeo. El fuego que, en un primer momento era delgado, en aquel momento era tan ancho como un círculo formado por seis hombres. Inicialmente se había deslizado como una serpiente; pero al expandirse fue adoptando la inconfundible figura de un dragón. Era un dragón de fuego cuya espantosa imagen se hacía nítida a cada segundo. En la medida en que aumentaba el forcejeo con el fantasma de la Princesa Isa, el Dragón se tornaba más furioso.

De pronto, las fauces de aquel primitivo demonio exhalaron un rugido terrible. Una enorme llamarada barrió la estancia y carbonizó a numerosos hierofantes. Solo los sobrevivientes pudieron observar el increíble espectáculo de aquella bestia de fuego jineteada por el fantasma de la difunta Isa, quien había trepado a la cabeza del monstruo sentándose entre sus aletas de fuego. Esa audaz acción hizo que el monstruo emitiera el rugido y la mortífera flama que mató a los hierofantes. No obstante, el espectro de la Princesa luchaba, cual valkiria.

Al ver que el Dragón no cedía al forcejeo, la Princesa Isa dibujó el Símbolo de su Origen en su frente, y la horrible criatura de fuego se disparó hacia arriba, como un resorte, atravesando el techo de la Torre y llevando en su cabeza a la bella jinete. En el momento que el Dragón se elevó, un grito de espanto brotó de todas las bocas presentes, pues justo sobre la Torre, a no mucha distancia del techo, el Cielo se descorrió como si se hubiera rasgado un tejido de satén.

Todos contemplaron la negra abertura que escondía totalmente al Sol, a pesar de que éste, por hallarse mucho más alto, debería verse desde algún ángulo lejano. Sin embargo, nadie vio más al Sol. El espectáculo era impresionante y justificaba cualquier distracción. El monstruo de fuego, luego que la Puerta del Cielo se abrió, se fue transformando totalmente. Si bien en un principio pareció como si la espantosa cabeza se hubiese introducido en la tenebrosa abertura, pronto el dragón de fuego se convirtió en un cuerpo lleno de protuberancias a tiempo que cambiaba de color y se teñía de marrón, transformando a su vez las protuberancias en afiladas ramas cubiertas de agudas púas y algunas hojas verdes. Apenas unos segundos después, era un gigantesco árbol de espino que se erguía sobre el Zigurat del Rey Nimrod.

Desde la base de la Torre solo se vio parte del tronco y del follaje superior, pues la copa parecía perderse adentro de la Puerta del Cielo mientras que la raíz permanecía oculta a la vista, en el interior de la Torre. Ni bien se completó la metamorfosis, desapareció todo vestigio de fuego y el fenómeno se estabilizó sin producirse más cambios. Parecía como si el árbol de espino hubiese estado siempre allí. Si no fuera por la siniestra rasgadura del Cielo, todos hubieran pensado que allí nada había sucedido.

Nadie tuvo tiempo para horrorizarse. Ni bien se abrió el cielo, dos hombres corrieron velozmente hasta la cima de la Torre: eran Nimrod y el bravo General Ninurta, quienes se detuvieron frente al hueco del cielo y tensaron sus arcos apuntando hacia el Umbral. El arco de Nimrod era conocido por su mortal puntería, era un arco Hiperbóreo hecho del hueso blanco de un animal atlante, digno de una élite de arqueros. El rey y el general apuntaron sus arcos hacia las tinieblas de la abertura, tratando de distinguir un blanco cuando, de repente, dos figuras emergieron blandiendo sus espadas. Los Demonios tenían el aspecto de enormes hombres blancos que poseían diminutas alas. Flotaban pesadamente en el aire y de alguna manera lograron descargar sus espadas sobre los heroicos arqueros. Las hojas relampaguearon al surcar el espacio, pero rebotaron sin penetrar en las corazas de Nimrod y Ninurta. Una lluvia de flechas cayó sobre los "Demonios-Ángeles", acribillándolos. Cayeron malheridos, y el Rey Nimrod los decapitó con rapidez, y levantó sus cabezas ante la furibunda muchedumbre. En aquel momento el General Ninurta, acompañado por parte de la élite guerrera, comenzó a trepar por el árbol de Espino que unía el Cielo con la Tierra. ¡Por primera vez en miles de años, un grupo de Guerreros Sabios estaba por tomar por asalto a Chang Shambalá, El Cielo y el Castillo de Jehovah-Satanás que está entre las nubes!

El árbol de Espino poseía ramas espaciadas y rectas, de modo que se podía trepar por ellas como si se tratase de una gigantesca escalera. Esto fue justamente lo que hicieron los valientes Kassitas y ascendieron por el árbol para sitiar la "Puerta del Cielo". Ni bien el General Ninurta y sus guerreros treparon lo suficiente, comprobaron que se hallaban frente a la entrada de una caverna. Saltaron audazmente del árbol, sin saber aún si podían pararse sobre el misterioso mundo al que entraban. El suelo era rocoso.

Una suave penumbra reinaba en aquel sitio, sin embargo, había suficiente luz como para distinguir los detalles de la caverna. Se veían siete escalones de piedra y, a partir del último, un pasadizo que se perdía en la distancia. Sobre la entrada estaban clavados siete estandartes triangulares. Cada uno llevaba escrita la misma leyenda en lenguas diferentes. En su propio idioma kassita pudieron leer:

"No oséis poner los pies en este umbral si antes no habéis muerto a las pasiones y a las tentaciones del Mundo. Aquí solo se llega para renacer como Iniciados en la Fraternidad Blanca, pero para obtener tal privilegio es necesario morir primero. ¡Adeptos: si aún estáis vivos, si la llama del deseo primordial aún arde en vuestros corazones, si conserváis el recuerdo y alimentáis el propósito, entonces huid, mientras estéis a tiempo!"

Se trataba de una maniobra estratégica. La leyenda, aparentemente destinada a presuntos adeptos a la iniciación, tenía por objetivo provocar la duda a los intrusos. Sin embargo, lejos de lograr estos fines, el mensaje arrancó instantáneas carcajadas en los guerreros Kassitas. Por el árbol de Espino fueron trepando Nimrod y Ninurta seguidos por otra escuadra de arqueros, quienes, al alcanzarlos, estuvieron dispuestos a entrar en la infernal caverna.

Pronto, un ardor terrible de pasiones y deseos empezó a inflamar los corazones de los guerreros. Nimrod y Ninurta se miraron, vacilantes; ellos esperaban hallar enemigos formados para el combate, ¡pero allí solo había magia! Más adelante hallaron estandartes y en ellos empezaron a mostrarse los placeres más grandes de la carne y el corazón. Ellos sabían perfectamente que el enemigo estaba intentando comprarlos y corromperlos, querían sobornarlos para que abandonasen la lucha y se rindiesen, sin presentar batalla. ¿Los Kassitas derrotados y desarmados por tentaciones de placeres vulgares? El Rey no lo permitiría: desenvainó su espada y con un rápido movimiento se infligió una herida en la mano izquierda, dando un mensaje que aún retumba en la sangre y corazón de los linajes Kassitas: "Escuchad. Yo, Nimrod, quien os ha guiado victoriosamente en mil batallas, os digo que debemos combatir hasta la muerte a estos viles Demonios que no se atreven a enfrentarnos. Os digo que mienten y que sus promesas solo buscan perdernos. ¡Aquí está mi sangre, que es la más pura del mundo! Con ella trazaré el Signo Kus en este estandarte infernal y luego entraremos a matar a los Demonios. ¡Nuestro Signo es invencible!". Valientes las palabras del Rey quien trazó el Signo de su Origen con sangre y pareció como si un fuego consumiese los estandartes.

Sin embargo, no alcanzaron a ingresar al túnel. Aún humeaban en el suelo los restos de los estandartes, cuando los Demonios de Shambalá se dispusieron a emplear una de sus terribles armas atlantes: el "cañón OM". Primero fue un sonido suave, penetrante y agudo, como el cantar de la cigarra; luego comenzó a subir de tono y de volumen hasta volverse inaguantable. Nimrod y Ninurta llamaron a la Mujer, el espectro de Isa, pues, efectivamente, ella estaba a la vista. Isa los miraba y parecía hablar enérgicamente, pero nadie podía oírla. Sin embargo, era impresionante la fe que los Kassitas sentían por la princesa y quizá esa confianza hizo que pronto la oyesen, o creyesen oírla. Ella les ordenó que mirasen el Símbolo del Origen grabado en sus espadas y arcos, y entonces ellos obedecieron de inmediato. Nimrod perdió su mirada en el Símbolo del Origen de su Arco y entonces Isa dio un salto hasta el Rey y el General y puso sus manos en las cabezas de ambos, produciendo la exaltación de un aura en torno a sus cuerpos. Esta operación produjo evidente alivio pues un segundo después ambos estaban maldiciendo, aunque no lograban aún oír sus propios juramentos.

En aquel momento, Nimrod ordenó a un arquero llamar al resto de las tropas y éste así lo hizo. Este llamado era anhelado por el pueblo Kassita y, un instante después, miles de guerreros se lanzaron al asalto del Cielo. Cuando Nimrod y Ninurta se convencieron de que el rayo OM no podía contra ellos, se aprestaron a invadir el lugar. El pasillo era lo suficientemente ancho como para que pudiesen avanzar de a cinco a la vez, cosa que hicieron a la carrera. Al frente iba la espectral figura de la Princesa Isa, seguida por Nimrod, Ninurta y el resto de los arqueros; una docena de los restantes, se que quedaron como guardias a la entrada.

La vanguardia Kassita llevaba recorrida una larga longitud cuando el túnel concluyó abruptamente. Vieron tres salas, una a continuación de la otra, en cuyas entradas habían grandes letreros que permitían saber en qué lugar se hallaban. Uno era el "Templo de la Ignorancia y del Aprendizaje", otro el "Templo de la Fraternidad", y un tercero el "Templo de la Sapiencia". La primera sala se hallaba vacía, salvo un altar con los odiados símbolos de YHVH. La segunda poseía dos altares y dos enormes columnas de piedra a su entrada. La tercera tenía un suntuoso altar con un ataúd marcado con los símbolos más obscenos y malditos que nadie pudiese concebir sin perder la razón. En todas las salas había ricas alfombras y tapices cubriendo pisos y paredes; y sahumerios aromáticos que impregnaban el espacio, suavemente iluminado por varias lámparas de aceite.

Las tres salas constituían un espectáculo insólito para aquellos hombres aguerridos que, minutos antes, se encontrasen en una humilde ciudad del desierto. Inmediatamente la lucha comenzó en la primera sala. Allí, un grupo de los Guardianes de Shambalá, los Hiwa Anakim, les cerraron el paso. Los Guardianes rodeaban a un anciano calvo, semidesnudo, de raza asiática, que parecía un habitante de las lejanas montañas de Kuen Luen. Tenía en sus manos un Cetro de Poder, una poderosísima arma que manejaba toda la gran maquinaria del Universo material. El Cetro emitió un rayo que golpeó el pecho del General Ninurta, arrojándolo al piso y terminando con su vida. Pero el enemigo no tuvo tiempo de regocijarse con este golpe, pues una certera flecha de Nimrod atravesó el corazón del Demonio amarillo, provocando gran confusión entre los Hiwa Anakim. El choque se hizo inevitable; mientras algunos Demonios arrastraban el cadáver del viejo hasta el "Aula del Aprendizaje", otros se dirigían, espada en mano, hacia los guerreros Kassitas. Una lluvia de flechas mágicas cayó sobre las criaturas, pero el ambiente era tan reducido, que pronto hubo que pelear cuerpo a cuerpo. Ya habían caído varios Ángeles-Demonios acribillados y algunos más no tardaron en seguirlos por el efecto de las espadas Kassitas. Nimrod abrió un claro entre los atacantes y, seguido de su escuadra, pasó a la siguiente sala. Allí la lucha se tornó encarnizada.

Nimrod estaba furioso pues había distinguido a un personaje resplandeciente que dirigía el ataque. Se asomó por momentos al Templo de la Sapiencia desde una puerta que parecía dar a un amplio patio, para luego gritar órdenes y apartarse para dar paso a otros torpes Hiwa Anakim quienes hallaban una rápida muerte con las flechas y espadas Kassitas. Aquel personaje, resplandeciente, era un Arcángel-Nephilim, uno de los "Dioses Traidores", pero Nimrod, impresionado por su aspecto Divino y sus grandes alas blancas, pensó que era el mismísimo YHVH. Apuntó cuidadosamente y disparó cuando el Arcángel apareció de nuevo en la puerta. La flecha trazó una suave curva en el espacio y fue a dar directamente a su pecho, rebotando por último, como si hubiese impactado contra una roca.

Aquel Dios Traidor, aquel Arcángel, maldijo a Nimrod de formas impensables para un mortal. Preso de su odio, mandó más tropas de Ángeles-Demonios hacia Nimrod que, horrorizado, observaba cómo muchos Hiwa Anakim se entregaban a devorar ferozmente a los guerreros caídos. Esta visión arrancó un grito de espanto al Rey Kassita y, mientras su espada mantenía a raya a los atacantes, observaba que las bajas eran terribles entre su Elite de arqueros. En aquel momento dio la orden de llamar a los refuerzos. Momentos después, miles de guerreros irrumpían en los malditos Templos de la iniciación sinárquica.

Pronto, los Hiwa Anakim fueron sobrepasados y Nimrod tuvo tiempo de reunir a sus arqueros sobrevivientes. Quedaban menos de la mitad, pero los refuerzos llegados eran impresionantes, al extremo que amenazaban saturar los tres Templos que ya habían sido tomados. Había que intentar una salida hacia el patio exterior.

Nimrod espió por la puerta en que había visto al Arcángel y comprobó que daba al patio de un enorme Palacio, en medio de una ciudad colosal. Era el palacio de Jehovah-Satanás, YHVH.

Ellos estaban en el corazón de Chang Shambalá: el Cielo, muy cerca del Palacio del Rey del Mundo. Pronto, Nimrod miró las salas que tomó y comprendió que la hazaña había sido gigante. Ellos estaban en los lugares de engaño y ablandamiento más grandes del Universo, algo que solo sangre muy pura o mucha nostalgia por el Origen podía resistir. Quienes fueron y van a parar allí, siempre fueron y son personas útiles a la Sinarquía, Jefes de estado, religiosos, reyes, personas ricas e influyentes, presidentes de corporaciones y muchos otros; y a veces son llevados los guerreros para ser tentados, incluso por los mismos Arcángeles; aquellos que han regresado y han afirmado haber sido "raptados por extraterrestres", mas no es así. Aquellos que van allá: "retornan completamente hechizados y dispuestos a trabajar de lleno para cumplir su misión con YHVH". Son los "Iniciados" de la Sinarquía, que han "muerto" y "vuelto a nacer"; pero lo que en realidad ha muerto en ellos es el Espíritu, el Recuerdo de Sangre, que ahora, sumidos en una total confusión estratégica, ya nunca sentirán.

En el patio exterior al Templo de la Sapiencia, donde se habían atrincherado los valientes Kassitas, toda una legión de Hiwa Anakim con espadas en mano y varias escuadras de Sheidim, enanos de piel gris, esperaban inquietos. La vista del patio exterior no podía ser más espeluznante, pero Nimrod deseaba enfrentarse al Arcángel y vengar a sus camaradas. Para ello envió a la infantería en horda, seguidos de una vanguardia de lanceros; atrás quedaría la élite de arqueros, protegiendo la retaguardia y disparando continuamente a los blancos más cercanos. En la confusión, Nimrod intentaría llegar hasta el Arcángel.

El ser alado del que Nimrod quería vengarse era Kokabiel, uno de los Arcángeles Sephiroticos del Tetragrámaton que custodian el mundo, y uno de los doscientos Dioses Traidores que vinieron de Venus y fundaron la Fraternidad Blanca o Jerarquía Oculta de la Tierra. Él se hallaba dirigiendo a sus huestes de pesadilla, escudado tras una fuente de surtidor; su aspecto era deslumbrante...

Nimrod dio la orden de atacar y una horda de guerreros Kassitas se precipitó contra la cerrada formación de los Ángeles-Demonios. Los enanos dispararon sus armas de "cinturón" y produjeron algunos tropiezos entre los primeros guerreros; pero pronto se vio que el ímpetu que llevaban haría imposible detenerlos. Comenzaron a llover docenas de flechas al tiempo que chocaban ambos frentes. En aquel momento Nimrod cayó de dos saltos sobre Kokabiel intentando degollarlo con un filoso puñal de Jade. Esa arma, procedente de la China, la había recomendado Isa como muy efectiva para abatir a los Ángeles-Demonios y Arcángeles.

Rodando en mortal abrazo, los dos ancestrales enemigos, el blanco Nimrod y el tenebroso Kokabiel, jugaban sus ilusorias vidas tratando de apuñalarse mutuamente. ¡Era algo que no se había visto en 8.000 años! Pero sus cuerpos pertenecían a dos razas distintas: Kokabiel era enorme, casi del doble de tamaño que Nimrod, y esa ventaja física, sumada a su odio que constituía una energía casi palpable, ponía en aprietos al Rey Kassita. Pronto, el Arcángel alcanzó el cuello del Rey, sorprendido en mortal llave de lucha. Crujieron los huesos de Nimrod, y repentinamente el espinazo del hombre produjo un estruendo al partirse. El Arcángel no dejaba de maldecirlo, decía que siempre sería recordado como "Nimrod el Derrotado" pues no había logrado nada con su invasión. El Arcángel conjuraba oraciones a YHVH para el eterno castigo contra Nimrod por sus pecados. Pero Nimrod era puro valor, pronto recordó a Isa y tuvo fuerzas para lanzar el cuchillo de jade sobre su verdugo: cuando se sintió morir, difundió su conciencia en la Sangre, a la manera Hiperbórea, y dejó que el último esfuerzo de su brazo fuese guiado por sus instintos. Y entonces la mano, temiblemente armada, se disparó directamente a un punto de la cintura del Arcángel, justo sobre el hígado, en un punto débil de la armadura. Kokabiel cayó con el rostro desfigurado por el temor y, finalmente, murió; nunca más viviría en este Universo, tal es el misterio que tratan de ocultar los Demonios-Arcángeles de Chang Shambalá.

Al caer Kokabiel, un súbito desconcierto se generó entre las huestes demoníacas y celestiales; sin embargo, las voces de otros cobardes ángeles los incitaban a luchar sin retroceder. La matanza era terrible y la sangre cubría ya gran parte del patio, regado con cientos de cadáveres. Una escuadra de soldados comenzó a incendiar los corredores cercanos y pronto ardió el palacio que se hallaba evacuado. En medio de la confusión, algunos guerreros incorporaron al Rey Arquero y le vieron sonreír mientras hablaba con el espectro de Isa, su secreto y gran amor. Algunos decían recordar en la Sangre lo que Isa le dijo a Nimrod, palabras de un amor glorioso que aún resuenan en el perpetuo cantar de los pájaros y el imponente caminar de los Osos. Mujeres de esencia plantígrada nacerían del recuerdo de Isa y con su bendición; y hombres guerreros nacerían tras Nimrod. ¡Qué bellas palabras dijo Isa al Rey!: "¡Oh Nimrod, no temas!, ¡Hemos triunfado gracias a ti: Oh, el vencedor de Kokabiel! Ya me hice a la labor de cumplir con la misión de la Raza y hallar el Sendero de Regreso. La Diosa me guió y ahora podemos volver a nuestra Aldea Original, ¡Hemos conquistado la Libertad del Espíritu, valiente Nimrod! La posibilidad de ser nosotros mismos, nuestra propia creación, de ser nosotros la matriz de nuestro propio parto. ¡Es la Voluntad del Incognoscible, Divino Nimrod, que lo podamos todo!, ¡Vámonos, pues, allá donde el amor es amor y el honor es honor! ¡Vamos donde las palabras no existen y donde yo pueda curarte y amarte, y tú a mí con el A-Mort del Origen! ¡Ven, toma mi mano, déjame llevarte más allá, donde todo es Eterno!". Y así, Isa pronunció las últimas palabras, acompañando el suspiro final del Rey Hiperbóreo.

Aquel "medio día" interminable, permaneció inalterado durante toda la Batalla de Nimrod y se podía considerar su duración aproximada como de doce horas. En el momento en que el Rey Kassita expiraba y se extinguía el combate en Chang Shambalá, el último prodigio sacudía a Borsippa. Habían ya subido al Cielo todos los guerreros disponibles: más de cuatro mil, incluyendo algunos visitantes, y la ciudad presentaba entonces un extraño aspecto. Con esa muchedumbre compuesta mayormente por mujeres y niños que no cesaba de gritar, superponiéndose sus protestas a un fondo de música guerrera tañida por la Iniciadas Kainitas. Y esa torre imponente, erguida hasta el Cielo en abierto desafío. Y ese árbol espino en su cúspide, ese árbol rosáceo que simboliza la sublimación de la materia por parte de Él y su encaje en las Jerarquías Cósmicas cuyo supremo regente es aquel que se autodenomina "Uno". En aquel medio día interminable la imagen de Shamash era inexistente, el Sol estaba totalmente oculto a plena luz del día. ¡Verdad que Borsippa presentaba un raro aspecto en ese, su último día!

Ya no había esclavos en Borsippa; el linaje de YHVH, la sangre de Abraham, los pastores Hábiros, serían salvados. Pero tampoco había cobardes para huir cuando la lenteja plateada apareció en el cielo. Todos quedaron mudos de asombro a tiempo que el gran ojo de plata emergía de una sospechosa nube. Todos murieron en sus puestos cuando el rayo dio de lleno en la Torre de Nimrod. El extremo calor era tan candente que la arena se fundía y chorreaba como agua. Un huracán mortal, un círculo expansivo de fuego, partió de Borsippa matando a cualquier ser viviente en diez millas a la redonda.

Se empleó otra de las armas tácticas atlantes, dando así cumplimiento al ruego que Enlil y Shamash hicieran al Perro del Cielo: Sirio-Sión, y que la princesa Isa presenciara. Una vez consumado el ataque, la lentícula de plata desapareció de toda vista física para retornar al centro de donde había sido proyectada, en Chang Shambalá.

Al disiparse el humo se sostenía en pie la séptima parte de la Torre de Nimrod; Shamash continuaba su viaje hacia el Occidente y el árbol de Espino y la Puerta del Cielo ya no existían. La pesadilla había terminado: el Umbral estaba a salvo para continuar prestando sus servicios a las iniciaciones sinárquicas y los Hijos del Sol de Medianoche habían fracasado nuevamente.

Solo quedaría el recuerdo racial de la gran hazaña de Nimrod y los restos calcinados de su Torre, tal como pueden verse aún hoy en la Torre de Borsippa, con la arena vitrificada por el calor nuclear adherida todavía, tras los milenios, a sus muros. Y también perdurarían las calumnias inventadas por los pastores Hábiros y recogidas por la tradición árabe y judía. En el Talmud y en diversos escritos rabínicos puede leerse, convenientemente alterada, parte de esta historia. Se menciona allí a la Torre de Nimrod "desde la cual sus arqueros disparaban flechas al Cielo", el "orgullo luciférico" del Rey Kassita, su Torre "confundida" con la de Babel, etc. También se han hallado tablillas de arcilla grabadas en escritura cuneiforme que cuentan más objetivamente los hechos, y numerosos Kudurros, piedras grabadas que solían colocarse en Templos o como límites territoriales, con referencias a la hazaña de Nimrod.

Más, la de Nimrod, no fue una derrota, pues ese mismo día el Rey Kassita, su bravo General Ninurta, sus Iniciados y todo el pueblo que murió en Borsippa, emprendieron el Regreso al Origen, guiados por la indómita y fantasmal Isa. Entre tanto, los Demonios Hiwa Anakim devoraban sus cuerpos en Chang Shambalá y el Rey del Mundo pronunciaba su Oración Vespertina, retrasada doce horas ese día por la hazaña imborrable de Nimrod.

El resto del pueblo Kassita continuó dominando durante un tiempo pero finalmente se fundió con sus primos Hititas pues, como bien se sabe en los Círculos Hiperbóreos: "una Raza que pierde sus Iniciados Kainitas es una Raza moribunda" y, junto con Nimrod, habían partido para siempre la Élite de Iniciados Kainitas. Sin embargo, antes de que todo quedara perdido, los primos Hititas de los Kassitas retornaron a Borsippa: había algo que debían hallar.

La gran Esmeralda en forma de vulva se había convertido en una pequeña gema verde azulada, incrustada en un arco, el Arco del Rey Nimrod que, sin explicación alguna, había caído desde los cielos hasta la torre. Un joven Hitita lo tomó y, escuchando la voz de su sangre, se convirtió en un transductor entre el arco, la gema y el mundo de los hombres. Él habría de iniciar su odisea para, por voluntad del Arco de Nimrod, llegar a donde los dioses lo guiarán.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro