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31. Expedición a Sorata...

Gabriel y su madre habían quedado fusionados en un fuerte abrazo, ella lloraba de emoción por ver a su hijo nuevamente y de pena al verlo ciego; en el rostro de él no había una sola lágrima, solo una expresión de inquietud. Rodrigo también se hallaba con su madre tratando de compensar en pocos segundos todos los meses perdidos. Todos y cada uno de los elegidos se encontraban reunidos con sus padres en aquel momento, ellos a quienes luego de siete meses de ausencia, volvían a encontrar. Pero su reunión no duraría.

El largo y complicado camino que lleva de Erks al campamento de vigilancia resultó mucho menos pesado para los viajeros que la primera vez. Rowena y Aldrick acompañaron la caravana. El tiempo había pasado desde el ataque de Bálaham al campamento y una vez más los soldados del Escuadrón Inti tomaron bajo custodia el Camino de los Dioses. Nadie mencionó el asunto del ataque, no había necesidad de recordarlo.

Después de la bienvenida, una caravana compuesta por varias vagonetas y camionetas partió desde el campamento del Escuadrón Inti rumbo a Sorata. Los padres de los muchachos, que asistieron al puesto de vigilancia solo para saludar a sus hijos, tuvieron que regresar junto al padre Clementi al Claustro de Santo Domingo, en la ciudad de La Paz. A excepción del Mayor Cuellar, ningún otro familiar de los elegidos iba en la caravana, eso por seguridad.

El ambiente en las movilidades era de ansiedad y expectación. Diana, Rodrigo y Jhoanna hablaban sin parar sobre sus expectativas con relación al Arco, tenían la impresión de que tal objeto sería capaz de hazañas como las que se ven en películas de fantasía o ciencia ficción; incluso hablaban de invadir el cielo y asesinar personalmente a Jehová. Edwin y Oscar conversaban de los asuntos operativos que implicaban la aparición del Arco; ambos sabían que tendrían que entrenar mucho más duro. Rocío y Gabriel no hablaban, él tenía la vista apuntando hacia algún lugar del horizonte, no veía nada en realidad, solo sus propios pensamientos en la oscuridad de su ceguera. Ella había apoyado su cabeza en el hombro de su amigo y acariciaba sus manos. Los mimos de Rocío no parecían generar una sensación importante en el chico quien no respondía las atenciones; sin embargo, Gabriel estaba feliz de sentir a Rocío tan cerca. Se sentía amado por ella y le bastaba, no necesitaban más palabras que las necesarias, el resto serían acciones y, muy pronto, el inicio de su propio romance.

El camino a Sorata se consumió bajo la llama de la ansiedad, cada segundo que pasaba ponía a todos en mayor estado de alerta. La presencia del Arco era tan poderosa que en cierto lugar del camino los elegidos pudieron, o creyeron, presentir su poder. Cuando llegaron al pueblo compraron algunos alimentos y provisiones para emplazar el campamento. Luego siguieron cinco o seis kilómetros más por una carretera que se asomaba a mortales precipicios. En cierto punto tuvieron que dejar los vehículos y continuar a pie. Caminaron durante media hora más, a paso de marcha, hasta que llegaron al lugar.

El particular acceso elegido a la gruta de San Pedro, lejos de su punto más turístico ubicado en la ladera de la montaña, se situaba más abajo, tras el velo de una cascada de agua cristalina que cubría con un velo de agua una gran caverna. Una laguna de importante diámetro y rodeada de árboles remataba la cascada y llevaba el agua por medio de una red de vertientes subterráneas. El agua venía del deshiele de monte Illampu, que se filtraba en las montañas adyacentes para formar una red de profundas e inescrutables cavernas. La red de túneles tiene varias desembocaduras al exterior por las montañas adyacentes y las vertientes acuíferas, pero no han sido descubiertas ni la mitad. La más conocida es la primera que se descubrió, un túnel que, al inicio, es de fácil acceso pero que se estrecha más adelante.

El calor era intenso y la vegetación, exuberante. El campamento fue armado rápidamente por los soldados y, casi como un ritual sagrado, se izó una bandera boliviana en el centro del puesto con un asta improvisada. El Mayor Cuellar había aprendido que, por mística, era necesario tener siempre una bandera de Bolivia en cualquier emplazamiento que se asentara; solo así se aseguraban cercar el perímetro con la presencia del Ejército.

Lo siguiente que hicieron fue prepararse para las contingencias. Los soldados que iban en las movilidades cerraron las rutas que iban a la gruta de San Pedro. Debido a su belleza natural era un lugar muy frecuentado por turistas, así que el Mayor Cuellar había asignado como vigilantes a algunos de sus hombres para evitar que llegaran visitas inesperadas. Luego excavaron una trinchera y la estacaron con puntales de madera sobre los cuales pusieron alambre de púas. En las trincheras colocaron morteros, bazucas anti-tanques y ametralladoras antiaéreas. Las grandes maquinarias de artillería tuvieron que ser llevadas pieza por pieza desde las camionetas y luego armarlas en los lugares designados. A los chicos les alarmaba ver tantos preparativos, sentían que la cantidad de armas era exagerada. Pero ellos no sabían lo terrible que fue el encuentro entre el Mayor y Bálaham. Cuellar solo deseaba asegurarse que si volvían a ser atacados por una fuerza similar tuviesen la capacidad de defenderse.

—Papá —llamó Jhoanna mientras entraba en el centro de mando—. ¿Me puedes explicar por qué trajiste tanto armamento? Parece que te preparas para una guerra.

El Mayor la miró de reojo, sin mucho interés, a tiempo que cargaba su pistola Desert Eagle.

—Vamos a extraer un objeto importante de esas cuevas; solo tomo las debidas precauciones.

—Sí, entiendo eso, pero ver tantas armas me confunde un poco.

—Ustedes solo ocúpense de encontrar ese Arco lo más rápido que puedan, nosotros estaremos aquí afuera, esperándolos.

Cuando el campamento estuvo listo el Mayor Cuellar llamó a Aldrick, Rowena y sus respectivos pupilos. Todos se reunieron en el centro de mando. La carpa estaba llena de cajas de madera. Trajes negros se escabullían del interior de algunas de ellas, como si los ropajes hubieran cobrado vida y trataran de escapar. En otras cajas se veían curiosos rifles color beige, parecían ser de plástico. En otras habían pistolas y balas. Varios aparatos habían sido colocados allí, unos soldados observaban las lecturas de los aparatos como si los estuvieran vigilando. Una vez reunidos Cuellar empezó a exponer.

—Seré breve. Hace años que el Ejército se viene preparando para una eventual guerra, por eso se han estado desarrollando convenios militares a ocultas de la opinión pública e incluso de las administraciones de Gobierno. El Escuadrón Inti tiene la ventaja de ser absolutamente independiente del Ejecutivo, pocos saben de nuestra existencia y eso nos ha permitido realizar importantes alianzas estratégicas en el campo de la tecnología militar.

Se acercó el Mayor a una de las cajas y puso varias correas, botas y una serie de instrumentos sobre la mesa.

—Cada uno de ustedes recibirá equipo táctico militar básico —dijo Cuellar y luego puso un traje negro sobre la mesa. Era de material similar al que fabrican los trajes de buzo—. Estos trajes están hechos Vantablack, un material que aún está en su fase experimental. Es térmico, resistente y les ayudarán a mantener el calor corporal si es que deben nadar bajo el agua o en lugares fríos. Las botas que ven son estándar. Descubrirán que son flexibles, resistentes y livianas; nuestras Fuerzas Especiales las usan para misiones de asalto. Los correajes consisten en fundas para pistolas, vainas para armas punzo cortantes, ganchos para granadas, bolsillos y poleas. Les ayudarán a trepar por lugares difíciles de la caverna y a cargar el equipo que llevarán.

De otra caja el Mayor sacó una funda de cuero negro que parecía un molde para espada.

—Sus mentores nos han explicado que ustedes son mucho más hábiles en el manejo de la espada que en otras técnicas —arguyó Cuellar no muy convencido de sus propias palabras—. Yo preferiría que lleven más rifles, pero por petición de sus mentores les hemos traído ésto —les mostró la funda—. Esta es una aljaba de cuero sintético polimeral. Podrán enfundar espadas con filo similar a las hojas de oricalco. Notarán que tienen varios bolsillos, pueden guardar muchas cosas en ella.

Luego se aproximó a unos cajones que contenían varias piezas cuyo aspecto era similar a una armadura. Eran de material de aspecto metálico. Habían pintado las piezas de colores pálidos, pero diferenciables entre sí. Oscar miró las armaduras con cierto desaliento.

—¿Por qué las pintaron así? Pareceremos Power Rangers con estas cosas encima —dijo de mala gana.

—Sus maestros nos comunicaron que su espectro se canaliza de forma más eficiente por medio de la radiación lumínica —respondió el Mayor—. El color de sus armaduras no solo servirá para que puedan distinguirse entre ustedes, sino también para facilitar esa emanación espectral de la que son capaces, sea lo que sea eso. Además, estas piezas son lo último en protección personal. Armaduras hechas de carbino-cristal metálico, serie Tizón Mark 2. Cuenta de un peto, un casco, una concha y un par de canilleras, escarpes, grebas, brazales, coderas y hombreras; cuidan las principales partes del cuerpo sin tener que ser demasiado voluminosas y con articulaciones de grafeno para permitirles máxima movilidad. Fueron secretamente desarrolladas por ingenieros surcoreanos y japoneses. El Ejército las compró para el Escuadrón Inti a fin de ofrecer una mejor protección para las fuerzas de infantería. Después de todo, el enemigo no es un ejército común y corriente. A ustedes les servirán muy bien. Que su aspecto frágil no los engañe, estas armaduras aguantan impactos de munición antitanque.

Los muchachos se veían más satisfechos tras la explicación del Mayor. Diana tomó parte de la armadura que le habían asignado, de un color violeta oscuro. Notó que cada armadura estaba pintada de acuerdo al color que emanaba el espectro de su usuario. Entonces entendió a qué se refería su padre con eso de "radiación lumínica". Cuellar prosiguió:

—En cuanto a las armas, ojalá pudiéramos darles algo mejor para defenderse del enemigo que tenemos, pero aún no existe tal tecnología. Nuevas armas están en desarrollo, pero nada de lo que les demos será totalmente eficaz. Sé que a las bestias que tenemos por enemigos no se las puede eliminar ni con armas nucleares, cualquier ejército de la Tierra es inofensivo para esos monstruos. Pero yo sé que ustedes tienen modos para enfrentarlos, capacidades que exceden mi comprensión. Si pudiera, iría con ustedes, pero solo los estorbaría.

—Descuida, papá, agradecemos todos tus esfuerzos. Cualquier ayuda es mucha utilidad ahora —replicó Edwin. El Mayor gesticuló una resignada seña de aprobación con la cabeza y continuó:

—En fin, ahora les mostraré las armas que llevarán.

Salieron del centro de mando y se dirigieron a una carpa que servía de armería. Cuando los chicos estuvieron allí se asombraron al ver la cantidad de armas que estaban almacenadas. Incluso para Edwin, que era militar, varios de los instrumentos bélicos allí dispuestos le eran desconocidos. El Mayor se aproximó a una caja y sacó una espada que entregó a Aldrick. El Cruzado miró la espada, la examinó cuidadosamente, luego la blandió en el aire y sonrió.

—Su gente ha hecho un trabajo admirable, Mayor.

—Sin las instrucciones de los herreros de Erks jamás lo habríamos logrado.

—Espadas de osmio-oricalco —empezó a explicar Aldrick—. La clave de la materia prima para su elaboración yace en las profundidades de una mina de osmio enriquecido, un elemento químico metálico de la familia del platino cuya existencia solo ha sido registrada en el planeta Tierra de la Diagonal Prima, que es el mundo donde Erks fue levantado. Los erkianos aprecian mucho este metal por su dureza y densidad, pero su mayor virtud es su capacidad de alearse con el oricalco, el metal legendario de las armas atlantes cuya elaboración es un secreto celosamente guardado por los herreros erkianos. Sin embargo, para forjar la aleación de osmio-oricalco hacen falta siglos de trabajo metalúrgico en el método tradicional, así que empleamos tecnología obtenida de este mundo por medio del Escuadrón Inti. Como resultado, conseguimos la aleación en poco tiempo y pudimos crear espadas especialmente para ustedes. Armas que podrán incluso hacerse más fuertes por medio de su espectro —el Cruzado empezó a cortar el aire con la espada nuevamente—, son livianas y maniobrables, filas como bisturís y poderosas como espadas vikingas. Tienen la capacidad de romper enlaces quánticos, así que podrán incluso cortar el espectro. Es una arma terrible, ni siquiera los arcángeles son inmunes a su filo.

—Fue difícil obtener la ayuda de los laboratorios que las crearon, se obsesionaron con las instrucciones que les dimos para realizar el trabajo —intervino Cuellar—, en especial con la directiva que les pedía inscribir veinticuatro runas en las hojas.

—Mientras la Sinarquía no sepa sobre estas armas, nada más es relevante —dijo el Cruzado.

—No lo sabrán —replicó el Mayor—. Forman parte de una organización estadounidense afín a nuestra causa. Matarán a cualquier científico que hable más de lo debido.

Aldrick sonrió con satisfacción, poniendo la espada en la caja de donde la cogió.

—Hay más, Aldrick —intervino Cuellar y sacó pistolas y subfusiles de algunas cajas—. No es que no confíe en sus espadas, pero me sentiré mejor si se llevan algunas armas con ustedes.

—Adelante Mayor —contestó el Cruzado—, qué más tiene para nosotros.

—No pregunten cómo, pero yo sé que las armas de fuego son poco útiles para matar a las bestias que podrían encontrar en esa cueva; sin embargo, pueden ayudar. Todos llevarán pistolas FN Five-SeveN Tactical y subfusiles FN P90-TR. Ambas armas usan munición 5.7 por 28 milímetros, por lo que trabajan bien juntas. Llevaran balas de mercurio y munición táctica de perforación. No les aseguro que logren neutralizar a sus enemigos con estas balas, pero al menos los aturdirán por un tiempo. También llevarán algunas granadas fragmentarias, explosivos, munición extra, granadas de humo, vituallas y equipo táctico —dijo el Mayor y empezó a sacar todos los equipos mencionados de las cajas.

—Le agradecemos por todo, Mayor.

—No, Aldrick, es lo menos que puedo hacer. Encuentren ese Arco rápido y salgamos de aquí. En este momento somos blancos fáciles.

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