28. El Arco, aparece...
Nocturno Nº20 en Do Mayor de Frederic Chopin, una interpretación delicada y llena de inusitada nostalgia. El intérprete se había dejado llevar por su propia melancolía, una escala descendente que mata las esperanzas y una resolución armónica de intervalo quinto para recuperar algo de optimismo melódico. Un trino impregnado de sutil añoranza y arpegios cabalgando levemente sobre el teclado del piano.
Era Rodrigo quien tocaba. Un día Rowena le dijo que Erks tenía una academia de música. Al principio le pareció a Rodrigo extraña la idea de retomar el piano en un lugar tan distinto a su ciudad natal. Aún más, le resultó inusitado tener que compartir los ambientes con personas que ni siquiera hablaban español y que cuando se dirigían a él no les entendía una sola palabra; pero no todos le resultaron tan ajenos. Algunos estudiantes sí sabían algo de español y le enseñaban el futark erkiano, la lengua que hablaban en Erks.
Diana acompañaba a Rodrigo cada vez que asistía a la academia a practicar, así que ambos practicaban juntos y recuperaban el viejo nivel de prodigios que alguna vez los caracterizó. Diana seguía siendo mucho más hábil que Rodrigo, pero el orgulloso muchacho no cedía en su empeño de mejorar cada día. Después de todo su Misión Familiar era encontrar la música del silencio y eso solo lo podría lograr tocando. A pesar de la lesión irreversible, que casi había inutilizado su mano izquierda, poco a poco iba recuperando la destreza de su zurda e iba aumentando su nivel. Diana se sentía feliz por su novio. Ella deseaba profundamente que él volviese a ser el pianista que era antes.
La academia de Erks albergaba a docenas de estudiantes, luthieres y músicos especializados en una amplia gama de instrumentos. Éstos, en su totalidad, eran músicos de cámara cultivados en la interpretación de piezas clásicas. La academia llevaba el nombre del músico al que rendían homenaje cada año durante el Festival de la Vendimia: Richard Wagner.
De acuerdo al calendario que Rodrigo había traído desde La Paz, la primera quincena del mes de julio del año 2000 se había terminado; sin embargo, para todos los elegidos era como si el tiempo se hubiera acelerado. Parecía que muchos más meses se hubieran consumido.
Gabriel estaba próximo a cumplir los 14 años y sus amigos ya estaban preparando alguna clase de celebración para conmemorar el acontecimiento. Para todos era difícil mirar atrás. Tan solo un año antes, en la misma fecha, los chicos se hallaban festejando la víspera de una fiesta entre infantil y juvenil, pero aquel año 2000 las cosas eran desmesuradamente distintas para pensar siquiera en tal cosa. El entrenamiento no solo los había fortalecido mucho, sino que los había hecho madurar a un ritmo frenético. Para el propio Gabriel su cumpleaños parecía alguna especie de recuerdo lejano. Luego de la pérdida de su visión y la muerte de su padre, el joven Centinela empezó a cambiar radicalmente de carácter. Se volvía cada vez más silencioso. Había dejado de hablar las clásicas tonterías que le identificaban y su costumbre de bromear todo el tiempo, casi se había desvanecido; aunque aún era capaz de expresar un humor bufonesco, aquella ya no era una característica de Gabriel. Diana, por su parte, se propuso llenar el espacio que el usual buen humor de Gabriel había dejado; se esforzaba por ver lo positivo en todo, trataba de ser jocosa, de hacer reír a sus amigos y hermanos.
La melodía de Rodrigo terminó de manera sencilla, espontánea. Diana le miró y tomó sus manos, frotándolas como si los 24 Cº que calentaban la ciudadela fueran insuficientes para mantener el calor.
—Lo has hecho muy bien —dijo Diana.
—Sí, siento que he mejorado un poco.
Las mentes de ambos se concentraban en algún punto distante, dentro de sus propias memorias, observándose como si nada más en el mundo fuese importante. Parecía que ese momento de contemplación sería eterno, pero el intempestivo ingreso de Rocío hizo despertar a la pareja del letargo. La intrusa los miró, sonriendo malévolamente.
—Espero no haber interrumpido nada —dijo Rocío, reprimiendo una leve risita.
—Ejem... no... nada, nada, todo bien... —respondieron Rodrigo y Diana, desordenadamente.
—Que bueno porque Rowena nos está llamando.
En otro lugar de Erks el hermano de Diana, Edwin, golpeaba un saco lleno de piedras a manera de practicar su gancho. El saco era sostenido con cadenas para aguantar la tonelada y media que pesaba, pero para Edwin ese peso era insignificante. La bolsa se mecía violentamente en el aire cada vez que era golpeada, como si pesara algunos kilos y estuviera rellena de trapos. Edwin sentía una ansiedad obsesiva recorriendo su médula, sentía la imperiosa necesidad de ser más fuerte cada día, cada hora, de ser posible. Quería regresar a su mundo, a la ciudad de La Paz y reencontrarse con sus padres. Temía mucho por su familia después que la muerte visitase al padre de Gabriel, por ello tenía que regresar para protegerles. Y no solo Edwin sentía esa necesidad, Oscar y Jhoanna también eran invadidos por las ansias y entrenaban duro para ser más fuertes. Gracias a la instrucción de Aldrick, los tres jóvenes ya habían conseguido elevar su espectro de forma consciente a un nivel aceptable dentro de las reglas del combate hiperbóreo. Se habían internado en la mayoría de los doce Misterios Hiperbóreos y gracias a ello habían logrado desbloquear una buena parte de sus circuitos espectrales.
Su fuerza y agilidad habían superado con creces los límites humanos. Su entrenamiento, desde un inicio, estuvo ligado a las piedras y a la gravedad. Aprendieron a romper monumentales rocas, a jugar con ellas e incluso a hacerlas levitar. Asimismo aprendieron a caer desde inmensas alturas sin sufrir el más mínimo daño; esa era la forma en que Aldrick entrenaba sus circuitos espectrales, dominando las piedras y cayendo de inauditas elevaciones.
El sudor sobre el torso desnudo de Edwin salpicaba de su cuerpo cada vez que golpeaba la bolsa. Sus puños estaban cubiertos con blancos vendajes para evitar que se enfríen o se lesionen. Su postura de boxeo le ayudaba a mantener un equilibrio perfecto y sus golpes eran cada vez más veloces. La bolsa tardaba cinco segundos en mecerse de un extremo al otro y en ese tiempo Edwin era capaz de asestar entre cuarenta a cincuenta golpes sobre la bolsa.
Estaba por terminar su secuencia de golpes cuando Jhoanna se le aproximó. Ella también estaba sudorosa, notablemente agotada luego de desafiarse a sí misma a superar su record de desplazamiento.
—¿Te falta mucho para terminar? —preguntó la agotada chica.
—No —contestó Edwin, jadeando—. Solo dos rondas más.
—El maestro Aldrick nos llama.
Edwin se detuvo bruscamente al oír a su hermana. Abrazó el saco, con la respiración agitada y dándose tiempo para recuperar el aliento.
—¿Sabes qué quiere? —preguntó el joven, Jhoanna respondió negando con la cabeza.
—Me imagino que querrá darnos nuevos ejercicios.
—Sí, eso... —aún Edwin no podía recuperar el aliento, su corazón le latía con fuerza—. Necesito unos segundos.
—Sí, descansaremos un rato —respondió ella, sentándose en un peñasco cercano.
Exhausto, Edwin la secundó y se sentó a su lado reposando su cabeza hacia atrás, para relajar los músculos de su cuello.
—¿Fuiste al pueblo? —preguntó Edwin.
—Sí —respondió su hermana—. Recogí algunos víveres que nos faltaban.
—¿Y no te encontraste con el Rhupay o la Valya?
—No, pero Qhawaq dice que se han recuperado
Edwin cerró los ojos, recordando.
—Jamás olvidaré cuando los vimos llegar con sus rostros llenos de culpa, ¿te acuerdas? —dijo el agotado guerrero.
—Cuando ese monstruo mató al padre de Gabriel; cómo podría olvidarlo —replicó Jhoanna con una expresión de tristeza marcando su rostro.
—Nunca creí que hubiera alguien tan fuerte para ganarle al Rhupay o la Valya.
—A mí también me hizo dar nervios. Ellos, como Primer Cultivo, siempre habían sido los más fuertes entre todos nosotros. Creí que eran invencibles.
—El enemigo no es ningún tonto —sentenció Edwin, deprimido—. Pero nos haremos más fuertes.
Jhoanna lo miró, sonrió y le abrazó.
—Claro, seremos más fuertes que todos nuestros enemigos.
Aldrick y Rowena llegaron a la Catedral de Erks acompañados por sus respectivos estudiantes. Ni bien se encontraron empezaron a juguetear y bromear. Estar juntos los llenaba de energía y alegría y cada vez que se reencontraban, así hubiesen estado separados por breves horas, armaban todo un jolgorio. De forma insólita, el más serio del grupo era Gabriel, pero él también se permitía reír en compañía de sus amigos, en especial de Rocío.
En el interior del edificio los esperaba Qhawaq junto a Rhupay y Valya. Sus rostros estaban serios, como si algo grave hubiera ocurrido. Sus expresiones bastaron para que los que llegaban fueran aplacando la efervescencia y se pusieran también serios.
Aldrick y Rowena se aproximaron a Qhawaq, intercambiaron algunas palabras en lengua de Erks y luego se voltearon a sus estudiantes. El anciano tomó la palabra:
—Varias noticias han llegado a Erks —dijo Qhawaq—. Algunas les preocuparán y otras les satisfarán; sin embargo, nunca olviden que las noticias no son buenas ni malas, tan solo son noticias.
Los corazones de todos se aceleraron cuando oyeron las palabras del anciano. Se preocupaban constantemente por la seguridad de sus familias y cada vez que llegaban noticias de La Paz, temían saber del asesinato de sus padres. Ese pensamiento los atormentaba en cada reunión que sostenían con Qhawaq.
—Empezaré con lo que podría angustiarles —agregó el anciano, los chicos sostuvieron la respiración, preparados para lo peor—. Como bien saben, hace unos meses un enemigo muy poderoso hirió gravemente a Rhupay y Valya, y luego asesinó al padre de Gorkhan —nadie quiso ver a Gabriel, pero todos sabían que un dolor estridente le invadía cada vez que recordaba aquello—. Aunque no se los dijimos, por esa misma fecha el campamento que protege la entrada al Camino de los Dioses también fue atacado.
Los rostros de Edwin, Diana y Jhoanna palidecieron.
—¡Mi papá, cómo está mi papá! —intervino Jhoanna, Qhawaq hizo una seña con su mano para que se calmaran.
—El Mayor Orlando Cuellar está bien, fue herido pero se ha recuperado velozmente y se ha puesto a investigar el asunto.
Un suspiro de tranquilidad brotó de los labios de Edwin y sus hermanas.
—Deben saber que los sobrevivientes del ataque fueron salvados por una poderosa aliada nuestra que en un día no muy lejano van a conocer. La razón de nuestra alarma es que descubrimos que nuestro atacante es Bálaham, un demonio antiguo y sumamente peligroso —dijo Qhawaq y luego fijó sus ojos ciegos en dirección de Rocío.
El anciano sabía la identidad de Bálaham, pero no se atrevía a revelarla ante los Centinelas, mucho menos a Rocío. Decirle que su padre se había convertido en un demonio poderoso podría perjudicarla, él prefería que ella se enterase por sí misma, cuando lo tuviera que enfrentar; y es que Qhawaq sabía que el día en que padre e hija se enfrenten estaba cercano, lo había visto por medio de su clarividencia. El resultado de ese choque podría despertar a Rocío como Centinela, convertirla verdaderamente en Rit, Halcón de Piedra; o acabar con su voluntad y su correspondiente muerte. Qhawaq estaba perfectamente consciente de aquello, pero debía mantener todo eso en reserva. El anciano suspiró levemente y continuó:
—Sin embargo, Bálaham no vino solo. Al ser un demonio tan poderoso tuvo que ser invocado. Rowena y Aldrick hicieron algunas pesquisas conmigo y luego de revisar algunos viejos pergaminos y compararlos con las características de este ataque suponemos quien pudo ser el responsable —todos miraron atentamente a Qhawaq, sin parpadear siquiera. El único que no le miraba era Gabriel, él había agachado la cabeza y es que sabía lo que el anciano iba a decir, su clarividencia le permitía saberlo; eso y algo más—. Existe un sacerdote inmensamente poderoso, un druida en realidad, su nombre es Héxabor; ustedes están familiarizados con él debido a que fue ese sacerdote en concreto quien mandó su sacrificio ritual en septiembre del pasado año. Él debió invocar a Bálaham y lo desencadenó contra nosotros. Se trata de un enemigo que aún no podemos vencer y por eso es necesario que se esfuercen más en su entrenamiento.
Un desaliento general invadió a los muchachos, se sentían desmoralizados por las palabras de Qhawaq.
—Pero hay más —agregó el anciano—. El Mayor Cuellar y Ursus han estado investigando también. Utilizando un espectrómetro magnético y un sensor de resonancia se dedicaron a rastrear a Bálaham, creyendo que podrían dar con su guarida. Recibieron alguna clase de lectura anormal del altiplano y se embarcaron en una misión para hallar la fuente de la anomalía. La lectura provenía del valle de Sorata, pero cuando Ursus estuvo en contacto con la fuente de emanación notó que no se trataba de una trampa de la Sinarquía. Mandó llamar por mí inmediatamente. Me dirigí a Sorata junto a Rhupay y Valya, y no nos quedó la menor duda...
Los chicos retuvieron la respiración, incluso Gabriel cuyo alcance de su clarividencia no había develado las palabras del anciano aún.
—En el interior de la Gruta de San Pedro existe una particular fuente de energía telúrica que da a una red de plasma bajo la tierra. Adentrándose en la cueva pudimos vislumbrar un quiebre quántico en la línea espacio-tiempo. No hay duda, es un portal a un mundo paralelo. La firma espectral está en ultravioleta, lo supe ni bien entré a la gruta y la tecnología del Escuadrón Inti también corroboró el dato. Por todas las evidencias y aquello que interpretamos por medio de la Sabiduría Hiperbórea, hemos concluido que el Arco de Artemisa se ha manifestado y está más allá de este mundo, entrando por medio del portal en Sorata.
Los ojos de Diana se llenaron de gruesas lágrimas de emoción que empezaron a desbordar mientras una sonrisa las contradecía, su emoción fue tal que saltó sobre Rodrigo y le besó. La emoción es contagiosa y pronto todos empezaron a saltar y abrazarse.
—Es muy temprano para celebrar —interrumpió Qhawaq el festejo—. Los especialistas del Escuadrón Inti se han puesto a trabajar junto a una comisión enviada de Erks y han explorado gran parte de la Gruta de San Pedro. Ésta se interna en la tierra y se convierte en una intrincada red de cuevas. Nadie que haya entrado a la Gruta de San Pedro ha regresado jamás. Todos los exploradores que se aventuraron se perdieron en el interior. Será necesario el más alto empleo de las artes hiperbóreas para transitar por allí; y aunque todo apunte a que es el Arco de Artemisa lo que espera atravezando aquel portal, también podría ser otra cosa. No hay manera de saberlo hasta ingresar.
—Pero entonces, ¿qué pasará si no encontramos el Arco allí? —preguntó Diana.
—El Arco está manifestándose, ése es un hecho. Tenemos muchas razones para creer que se encuentra cruzando el portal de Sorata, pero si no está allá, el Graal nos lo indicará —respondió Qhawaq—. Por ahora no se preocupen por ello. El Arco de Artemisa estará en las manos de su portadora en breve.
Todos asintieron silenciosamente, Qhawaq continuó:
—Sepan que en las profundidades habitan peligros más terribles de lo que puedan imaginar. La oscuridad es total en el seno de la Tierra y allí las pesadillas pueden hacerse realidad. Preparen sus corazones para enfrentarse a Satanás. Ahora vayan, alisten sus cosas, partiremos hoy mismo de regreso a su mundo. Llegó la hora de ir por el Arco de Artemisa.
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