Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

32. Lycanon y Dianara...


La muerte no existe, la gente solo muere cuando la olvidan; si puedes recordarme, siempre estaré contigo

Isabel Allende, Eva Luna.

_____________________

Rodrigo había empezado a convulsionar. Su estómago le dolía. Se escabulló de los brazos de su primo y corrió al baño a vomitar. Se miró al espejo y se horrorizó con su propio reflejo, aterrorizado y enrojecido. Entonces lanzó un golpe al cristal con el yeso de su mano zurda, haciéndolo añicos.

—¡Basta Rodrigo!

—¡Mientes, mientes! —gritaba desesperado, hasta quedar afónico. Oscar solo se limitaba abrazarlo.

—Debes calmarte, primo —finalmente ocurrió de nuevo, Rodrigo estaba enloqueciendo.

Oscar salió del baño unos momentos, fue a la cocina por un vaso de agua. Los trozos rotos del espejo reflejaban el estado en que quedó Rodrigo: hecho trizas. Le faltaba el aire, vomitar lo dejó exhausto. Loco, tomo un gran pedazo de vidrio con su diestra y miró su reflejo partido en él. Sin pensarlo, trató de enterrar el cristal en su abdomen. Buscaba la muerte, quería acabar con su calvario. Pero su Espíritu guía no iba a dejar que su protegido fracase, Rodrigo lo escuchó claramente hablar dentro de su mente

¿Acaso vas a rendirte ahora? —le dijo Freky.

—Sin Diana no tiene caso seguir viviendo —respondió.

Eso quieren ellos, mátate y realmente todo habrá sido en vano.

—No puedo luchar contra esto, no puedo.

Claro que puedes.

Un frío intenso le congeló el cuerpo, recorrió sus venas y apaciguó la desesperación de su corazón. Luego una nostalgia increíble por Diana lo invadió.

—Ella no ha muerto por nada, ¡levántate, Lycanon!

El vidrio ensangrentado, a medio camino de su estómago, cayó al piso. No había más dolor ni pena.

—¡Carajo huevón, qué te has hecho! —gritó Oscar, horrorizado, al ver la sangre. El vaso se le cayó de las manos por la impresión y se hizo añicos en el piso.

—Llévame a la clínica —pidió Rodrigo, con serenidad.

—¡Estás loco! —le gritó—, debemos desinfectar la herida.

Oscar, llévame con Diana —pidió Rodrigo, poseído por Freky.

Oscar entendió que algo sobrenatural pasaba con su primo. Se calmó y lo miró sin parpadear.

—Todos están alterados.

Confía en mí, llévame a la clínica.

—¿Quién eres? —preguntó Oscar al notar que ya no hablaba con Rodrigo.

Un aliado —más tranquilo, el primo de Rodrigo pensó un poco.

—Hay mucho tráfico, debemos darnos prisa —dijo y emprendieron el viaje.

En el trayecto, Freky devolvió su cuerpo a Rodrigo y una fuerza que jamás conoció inflamó sus venas. Por primera vez en su vida sintió que su propio Espíritu despertaba de un penoso letargo, su cuerpo estaba helado, pero no le molestaba, sus manos aún seguían manchadas de sangre y no le preocupaba. Todo lo existente parecía espantarse y ofenderse ante la presencia de Rodrigo, y a él no le importaba. Lo vio claramente, todo era un sueño, nada era real. Las cosas parecían nubes que se disolvían al tocarlas. Solo entonces Rodrigo fue capaz de ver la magnitud del engaño, ni siquiera su dolor era real. Jamás había sentido tanta calma; no, no sintió nada más.

Ambos entraron a la clínica, el guardia de seguridad parecía no ver a Rodrigo, era como si se hubiera vuelto invisible. Oscar, caminando tras de su primo, se sorprendió al notar que nadie en la clínica aparte de él notaba la presencia del chico. Rodrigo llegó a la sala de espera y se encontró con un cuadro desolador: la madre de Diana estaba destrozada en un rincón, Jhoanna estaba abrazada de ella y Edwin trataba de sostener a ambas. Los hermanos de Diana clavaron la mirada en Rodrigo, pero no se movieron, él les sonrió. En su interior no había dolor, ni lágrimas, ni temor, simplemente una gran nada en medio de su corazón y su mente. Sus venas estaban heladas, llenas de una nostalgia por alguien a quien debía rescatar: Diana. Era como si su cerebro y su corazón estuvieran muertos.

La presencia de Freky llenaba su Espíritu mientras un fuego muy helado se prendía en su pecho. Mientras caminaba, todos los objetos de la clínica lo insultaban y se indignaban al verle. Todo: las paredes, el techo, el piso, las sillas, la ropa de la gente, las puertas, las ventanas, absolutamente todo se mostraba hostil ante Rodrigo y él no sentía temor, sino una fuerza indescriptible. Sintió a los Dioses, a Odín, llamarle por su nombre: Lycanon. Así, sin pensar o sentir, caminó guiado por sus instintos, invisible a la gente que lo rodeaba, guiado por su tótem. Llegó a la habitación donde estaba Diana. El lugar se hallaba vacío y en la cama descansaba el cadáver de la niña. En ese momento, Rodrigo empezó a encender su fuego interior con toda su potencia, sus circuitos espectrales se llenaron de espectro y entonces un ángel se reveló ante sus ojos. Era hermoso y sus blancas alas eran casi cegadoras.

—¡Maldito blasfemo! —gritó el ángel, iracundo—. ¡Cómo te atreves a mostrar ese Símbolo maldito ante mí!

—Aléjate de Diana —amenazó Rodrigo.

—Ella debe morir. Rechazó la misericordia del Señor y ahora debe pagar ese pecado.

¡Ella es Dianara, la Osa de la Luna hija de Morana! ¡Ella debe ser libre! —lo retó mientras una azulada luz brillaba de su pecho.

—Este reino es de Él y ningún demonio lo profanará —replicó el ángel mientras un agudo zumbido empezaba a sonar con fuerza.

¿Quieres pelear?, entonces tendrás pelea —respondió desafiante y un fuerte aullido de lobo resonó en su mente.

Poco a poco, ese aullido se hizo más fuerte hasta que, finalmente, hizo callar al zumbido. En ese momento, Rodrigo sintió una explosión dentro de él, una mutación. Él ya no era Rodrigo, se había convertido en...

¡Yo soy Lycanon, el Lobo Hecho Hombre y no estoy dispuesto a permitir más abusos! —dijo furioso y se lanzó sobre el ángel quién sostenía sus brazos para que no lo tocara—. ¡Hasta aquí toleramos sus castigos inmerecidos, ahora nos toca tomar venganza! —el chico estaba totalmente transmutado ante el aterrorizado ángel. Sin dudar, Rodrigo mordió una oreja de su oponente, como si fuera un lobo. El ángel gritó y luego desapareció.

Rodrigo cayó al piso y, poco a poco, empezó a perder el transe en el que estaba inmerso. Su mente regresó, sus circuitos espectrales se vaciaron, levantó un poco la mirada y vio a una hermosa mujer con el cabello trenzado y coronada con una aureola llena de triángulos y puntas. Le sonrió y luego le habló.

Realmente eres el Lobo Hecho Hombre —le dijo y le hizo una seña con la mano, separando su pulgar de su índice para formar una "V"—. Fuerza y Honor, Lycanon de Michelle —saludó y desapareció.

Rodrigo estaba muy débil, sus sentimientos y pensamientos volvían a él. Sintió como si se estuviera estrellando a gran velocidad. Finalmente, cayó en cuenta de todo lo que pasó y un terror indescriptible se apoderó de él. Así, temblando sin control, se incorporó y, de reojo, vio a la mujer que le habló anteriormente tocando la frente de Diana. Sus ojos sin iris eran vacíos, fríos y profundos. Pronto, Rodrigo supo quien era aquella mujer. Ella, sin duda, era Morana, Isis, Frya, Pyrena, Artemisa, la Virgen Ama, la mismísima Diosa de sus ancestros.

La Diosa, suavemente, sopló al rostro de Diana y ella abrió los ojos de golpe, respirando profunda y angustiosamente; como si estuviera volviendo a nacer. Al verla respirar de nuevo, Rodrigo entró en pánico y cayó lleno de terror, emoción y sorpresa. Diana se retorcía y luego empezó a recuperar su ritmo normal de respiración. Entonces la etérea y bella mujer le habló.

Realmente eres la Osa de la Luna —le dijo haciéndole con la mano la misma seña que le hizo a Rodrigo. Diana se veía hipnotizada mirando los ojos de la Diosa—. Te estaré esperando en los hielos eternos, donde pondré a prueba tu poder, y me demostrarás si eres digna de reclamar el Arco o no. Fuerza y Honor, Dianara de Luchnik, Diosa Ultravioleta —le dijo y luego desapareció. Rodrigo continuaba tendido en el piso, tratando de comprender lo que pasó.

—Vencí —murmuró Diana sin darse cuenta que su amado estaba cerca de ella, aunque fuera de su ángulo de visión—. Me tentaron, torturaron y amenazaron y no cedí —susurraba con total abrumo—. No me derrotaron.

Lentamente, Rodrigo se puso de pie hasta estar al alcance de la vista de su princesa. Ella percibió la presencia de Rodrigo y se quedó mirándolo. Luego empezó a llorar sin consuelo. El asombrado chico, casi de una zancada, se arrojó al cuerpo de Diana y la abrazó lleno de emoción.

En ese instante, un resplandor violáceo en los ojos de Diana transportó a Rodrigo a sus recuerdos, ambos se perdieron dentro de su mente. El tiempo se desvaneció y una visión mancomunada empezó a proyectarse frente a los ojos de ambos. Diana relataba su descenso al infierno durante la visión:

Desde el momento que me perdí, el tiempo fue mucho más largo de lo que jamás había sentido. Fueron como años y cada día era una eternidad. Sentí que pasó tanto tiempo, que empecé a olvidar cómo era mi casa. El día que todo pasó, mi novio cruzó la calle para comprarme una flor. Esa flor debió ser una rosa, quizás una rosa del desierto. De un momento a otro, un ángel apareció, me dijo que se llamaba Tsadkiel y que me llevaría a dar un gran paseo. Quise ignorarlo y entonces vi una rosa roja en el piso, me agaché para recogerla y de repente se deshizo en mi mano hasta quedar un solo pétalo de ella. Luego oí un fuerte bocinazo y me volteé asustada; repentinamente vi que un auto venía hacia mí, completamente fuera de control. Quise saltar para evitar que me arrollara, pero mi reacción fue muy tardía. Solo sentí un fuerte golpe en mi cabeza y luego todo quedó en oscuridad.

Pasó mucho tiempo desde que sintiera el golpe. Fueron meses, quizás años y todo seguía oscuro. Poco a poco sentí que iba olvidando las cosas. Ya no podía recordar ni mi propio rostro. Me sentí tan sola que tuve deseos de desaparecer. Entonces, no sé en qué momento, una luz empezó a brillar, era un hermoso ángel quien se acercó y me ofreció su mano; aturdida por el paso del tiempo, acepté su paseo.

Volamos juntos hasta un lugar muy extraño lleno de alfombras y con un delicado aroma a incienso. Me dijo que el Supremo había decidido darme una segunda oportunidad para lavar mi pecado. Me ofreció todo lo que desease y me dijo que sería eternamente feliz si solo me humillaba ante él y renunciaba a todo. Me sentí muy tentada, pero entonces recordé algo importante: mi Origen. En medio de aquel lugar, mi mente se trasladaba hacia tiempos en los que vivía con mi Pareja Original.

A pesar de todo, había recordado lo más crucial de mi existencia en la Tierra: lo recordaba a él, a mi príncipe. Él y yo éramos libres y estábamos en pie de guerra contra Jehovah-Satanás. Éramos Laycón y Danae, dioses en el universo, espíritus hiperbóreos. El día que el Graal descendió de la Corona de Lucifer, mi amado y yo estábamos en una misión. Fue ese trágico día que él cayó en la oscuridad por la traición de alguien a quien amábamos, la tración de Halyón. Mi amado fue destrozado, consumido por la ira de los Arcángeles y partido en dos mitades gemelas. Fue ese el día que Laycón se convirtió en Lycanon y Vairon, los lobos gemelos. Yo, desesperada, decidí salvarle y descendí al infierno del mundo Creado. Viajé por incontables universos hasta que, finalmente, lo hallé. Debía sacarlo, fue por eso que acepté mi caída al mundo de la muerte. Acepté la ilusión de la vida, respiré en ese lugar tan material y empecé a luchar por él. Vine al infierno solo por él.

En cuanto recordé mi propósito, todo lo que los años de oscuridad me habían hecho olvidar regresó a mi mente. Miré al que me tentaba y rechacé su invitación. El ángel se enfureció y dijo que me doblegaría de cualquier forma. Entonces empezó una interminable tortura. Ese mismo momento quedé ciega y un horrible zumbido empezó a sonar, sentí mucha hambre y sed, pero no había nada que comer ni beber; sentí sueño, pero no hallaba descanso. Al principio pensé que ese ruido y esa sensación duraría unos minutos, pero el tiempo se hacía interminable. Entonces vino lo peor. Sentí los tallos de las rosas, sus espinas desgarrando mi piel, mi cuerpo entero siendo ultrajado. Me estaba volviendo loca y todos mis recuerdos volvían a irse, pero luego oí un sonido que alivió mi dolor. Era un aullido de lobo. Me bastó oírlo por unos instantes para recordar lo que me hacía fuerte. Pensé en mi príncipe, mi amor, aquel que debía rescatar. Recordarlo me dio fuerzas. Dejé de oír el zumbido y solo me concentré en una lejana melodía de piano dentro de mí.

Una helada sensación me invadió, de pronto sentí una furia que jamás había experimentado. Un frío refrescante envolvió mi cuerpo y dejé de temer o pensar. No dudé, me levanté de golpe, desgarrando los tallos del rosal. Sus espinas me habían desollado entera, podía percibirlo; pero el dolor no se comparaba con mi ira. Cuando el ángel se dio cuenta que estaba despierta, elevó una espada en mi dirección, parecía que la blandiría sobre mí; entonces vi una mujer con el cabello trenzado acompañada de un lobo. El ángel se volvió loco de furia al verlos y luego un ejército de criaturas horribles apareció de la nada. La mujer me cargó y me subió al lomo del lobo. Así, los tres comenzamos a descender y durante mi caída empecé a respirar nuevamente, era como renacer, como caer de nuevo en la ilusión de la vida. Sabía que regresaba al infierno de los mortales, pero quería regresar, no había rescatado a mi amado todavía.

No podía recordar su nombre, pero sí su Símbolo, el del lobo irreverente que deambula libre por un universo increado. Escuchaba una bella melodía de piano, misteriosa. La música llenó mi corazón y entonces se inflamó de un fuego frío, refrescante, intenso. Amaba demasiado a mi príncipe como para dejarlo, vine a rescatarlo y no me iría sin él. Entonces su nombre apareció en mi Espíritu como empujado por un resorte. Él era...

La visión acabó de forma abrupta, pero Rodrigo había visto cada palabra que Diana relató. De forma repentina, empezaron a respirar al mismo tiempo, sus corazones latían al unísono. Por unos segundos fueron presa de una mutación. Rodrigo se convirtió en Lycanon, totalmente dominado por un amor que jamás había sentido, un amor por Ella que va más allá de la imaginación. Y Diana se convirtió en Dianara, embargada por la nostalgia de Él en tiempos muy anteriores a su caída al universo de las formas creadas, del tiempo y el espacio.

Si descendiera al infierno y supiera que tú estás luchando en los cielos, cruzaría el inframundo y tomaría los cielos por asalto solo para luchar a tu lado —dijo Rodrigo, convertido en Lycanon, su verdadero YO.

Si ascendiera a los cielos y supiera que tú estás luchando en el infierno, atravesaría el fuego celestial y tomaría los infiernos por asalto solo para luchar a tu lado —respondió Diana, también convertida en ella misma, en Dianara la Osa de la Luna. Entonces, sin pronunciar palabra alguna, sus voces hicieron eco en su sangre.

«Cuando sientas frío te abrigaré, cuando sientas sueño te arrullaré, cuando tengas hambre te alimentaré, cuando tengas sed te daré de beber, cuando te sientas solo te amaré, cuando estés herido te curaré y cuando salgas al campo de batalla, contigo estaré para a tu lado luchar. Vine a rescatarte, te esperé para marcharme. Juntos volveremos al Origen...»

No necesito narrar la sorpresa y la consecución de coyunturas que advinieron a la milagrosa recuperación de Diana. Los peritajes médicos, las reacciones legales o familiares y otras avenencias son totalmente irrelevantes en este punto. Resumiré con decir que todos quienes amaban a Diana tomaron lo ocurrido como una "nueva oportunidad".

Con Diana de regreso en el mundo de los "vivos", no habían más trabas para organizar el traslado de los muchachos a su nuevo hogar: "La Ciudadela de Erks". Los trámites avanzaron rápidamente, la colegiatura de los chicos fue cancelada al igual que la matriculación de la universidad en la que Oscar estudiaba. Vano detalle, como era de esperarse, Rodrigo perdió el año, pero por alguna razón misteriosa, Diana, Rocío y Gabriel aprobaron.

Para principios de diciembre también se borraron todos los datos del registro civil, Rodrigo y sus amigos jamás existieron ante los ojos del Estado. Sus inscripciones en clubes y academias fueron canceladas y en cuestión de días los chicos desaparecieron ante los ojos del mundo, solo quedaría el recuerdo difuso en las personas que los conocieron. De esa forma todo fue meticulosamente planeado, Qhawaq y su gente resultaron ser sumamente efectivos en su trabajo. Lo poco que quedaba por resolver era, netamente, cuestión familiar. Las cuatro familias debieron dar muchas explicaciones y excusas a sus demás parientes, no todos sus familiares estaban enterados de la Misión ni de los enemigos que iban tras su sangre.

Recuerdo el día en que Rodrigo, Oscar y sus madres vinieron a despedirse de mi familia. A pesar de la poca relación que llevábamos con ellos, solíamos reunirnos en ocasiones especiales. Aquella fue la última vez que vi a Rodrigo antes de nuestro encuentro en la clínica. Estaba un poco más flaco, pero lo noté saludable a excepción de su mano izquierda; por un momento quise preguntarle cómo se la rompió, pero la apatía me quitó las ganas de saberlo. Hablamos un poco, le pregunté por Diana, me dijo que estaba bien. Luego me habló sobre la venta de su casa. Su abuelo, que era mi tío-abuelo, era el dueño de esa propiedad y terminó vendiéndosela a un amigo suyo.

Al consumirse las horas de la tarde, Oscar se sumó a la conversación y empezó a molestarme nuevamente por mi sobrepeso mientras Rodrigo se mataba de la risa. Por alguna razón siempre era yo el blanco de las bromas para la diversión comunal, aún hoy lo sigo siendo solo que ahora ya no me importa; igual todos van a morir y serán olvidados como al polvo de estrellas del que vienen. Pero en el pasado no era tan nihilista como ahora, en ese entonces realmente me tomaba en serio la vida. Solo faltaron un par de bromas demás para dar por concluida la diplomática reunión. Recuerdo darles trémola sermoneada a mis primos bajo la humillante contención de mis lágrimas de impotencia, seguidas por las carcajadas de ambos. Al final, mis únicas palabras de despedida para Oscar y Rodrigo fueron:

—Espero que no regresen jamás, no quiero volver a verlos nunca; los odio, es más, los desprecio con todas mis fuerzas. Pero un día habrá justicia y tendrán lo que se merecen.

Vaya puerquito valiente que resulté ser después de todo. Escribir esto es tan personal que casi siento vergüenza de haberlo hecho público. Mierda, hasta me deprimí al narrar esto. Sin embargo, son algunas de las pocas memorias que aún conservo de Rodrigo y Oscar. Todo lo demás es... bueno, un poco imposible.

Así, antes de mediados de diciembre, todo quedó resuelto y preparado. Las maletas estaban listas, ni siquiera se llevarían sus muebles, Qhawaq dijo que les proveerían de casa y comida en la Ciudadela de Erks. Faltaba el último paso que era la entrevista con Rowena, un esperado encuentro para Rodrigo y sus amigos. Era paradójico que la fecha de entrevista cayese justo en Año Nuevo, para variar, fecha en que Diana cumpliría trece años.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro