Capítulo 7
Regresaron al portal y, con una mano extendida hacia él, Zack se dirigió a la criatura.
—Hazte a un lado o te lastimaremos —advirtió, pero el animal solo ladeó la cabeza, se rascó y estornudó otra vez—. Pf —bufó el muchacho—. ¿Te das cuenta de que todo ahí adentro me sigue señalando que no hay nada vivo? Esta cosa ni siquiera debe ser mortal —añadió, volteándose hacia ella.
Zoey hizo una mueca. Si estaba compuesta por huesos, era poco probable que estuviese viva en sí.
—Lo dudo —corroboró—. Entra tu primero.
—Yo no soy el problema —señaló él, pero quitó el escudo y entró, haciéndole frente a la criatura mientras Zoey se cubría de llamas, por las dudas. El perro del inframundo retrocedió, bajó las escaleras corriendo y pareció olvidarse completamente de ellos por al menos un instante—. Bueno, no esperaba que me ignorara así —dijo, mientras Zoey se animaba a pasar, envuelta en fuego.
Una vez dentro, se detuvo al inicio de las amplias escaleras de piedra. La entrada a ese mundo se expandía unos dos metros por debajo, hacia las penumbras que cubrían el puente también de roca tallada, más allá. Su presencia y el calor que emitía llamaron la atención de la criatura del inframundo, que dejó de corretear de forma errática, como un perro, irónicamente, y se quedó observándola con curiosidad.
—Mmmm, huesos, huesos. Magia, mucha magia —dijo, poniendo una pata en un escalón.
Zack fue rápido y se ajustó a su posición, enfrentándolo, sacando pecho y llenando sus manos con magia, lo suficientemente agresivo como para asustarlo. No podía bajar la guardia con la actitud tan desconcertante que presentaba.
Con cuidado, el animal quitó su pata.
—Lapis exilis no se toca —dijo, captando la indirecta.
Zoey se detuvo junto al muchacho, frunciendo el ceño, mientras algo que habían estado pasando por alto con toda la conmoción volvía a su cabeza. Mientras él bajaba las escaleras y el bicho corría despreocupadamente hasta el puente, olvidándose otra vez de ambos, ella se giró para ver el portal, latente.
—Zack... Si él dice que yo soy Lapis Exilis, es decir, el dije... ¿Cómo se condice eso con lo que tradujo Jessica en el templo?
Sabía la respuesta, pero quería ver qué decía él al respecto. Zackary se detuvo, mientras el animal metía la cabeza dentro de un yelmo olvidado, olfateando como un .
—Lapis Exilis es la vida eterna —dijo, tal y como antes—. ¿Qué eres inmortal?
Ella apretó los labios.
—La parte siguiente. O la anterior, en realidad. Lo que sea —balbuceó, sacudiendo las manos—. La frase dice que Lapis exilis es la vida eterna, sí. Pero también dice que Lapis Exilis se sentará en un trono y que... reinará.
—Lapis Exilis es el santo Grial de la vida eterna —corrigió Zack, girándose hacia ella, pensativo—. La vida eterna, reinará con el...
—Bastón de mando —completó ella, haciendo uso de su memoria—. Y la oscuridad será vencida. Eso es básicamente la .
—Supongamos que la oscuridad es Peat —dijo él, estirando los brazos, relajándose ahora que el animal estaba lo suficientemente lejos como para no ser una amenaza inmediata—. Y como dijo este bicho, suponiendo que sepa realmente de qué habla, el dije sería la vida eterna, o algo relacionado con el Santo Grial, si es que eso tiene sentido. ¿Verdad?
—Sí —susurró ella, bajando los escalones. El fuego volvía naranja todas esas ruinas desoladas—. Lapis exilis es el dije, ¿y es el Santo Grial? ¿Qué sentido tiene eso? ¿Cómo puede una piedra ser una copa al mismo tiempo?
El muchacho negó, más confundido que antes.
—Quizás haya otra interpretación. Como que el dije, la piedra filosofal y el Santo Grial tienen algo en común. En cualquier caso, la piedra filosofal es conocida por dar inmortalidad. Y el Santo Grial fue usado por alguien que resucitó y consiguió la vida eterna. Por lo que el dije también aplicaría a eso. Quizás se refiere a que el dije otorga inmortalidad —razonó, cuando ella llegaba a su lado—. Y si tú eres el dije, entonces quiere decir que podrías ser inmortal de algún modo que no terminamos de entender ni que Peat tampoco comprende. Quizás.
Zoey se llevó una mano al pecho. Otra vez tenía el impulso de recoger el collar cuando este no estaba ahí. Se quedó callada, evaluando las palabras de Zack mientras recorría el lugar con la mirada. Mientras más observaba, más la abrumaba lo grande que era.
—Bueno, el dije me salvó la vida cuando los demonios de Jude me acuchillaron. Quizás se refiere a eso, a que el dije en sí no puede morir, ¿no? Y yo, estando fusionada con él, seguramente podría salvarme de un montón de heridas. Es decir, si me acuchillaras ahora mismo, de gravedad, seguro el dije me cura.
—Claro, de esto estoy seguro. Pero si Peat absorbe tu alma, con el dije incluido, no sé si eso aplicaría.
—Tampoco creo que aplique —contestó, un poco atemorizada. Eso había estado a punto de pasar y no quería ni imaginarlo—. Pero, si la profecía se sigue entendiendo de ese modo... suponiendo que el dije, la piedra filosofal y el Santo Grial están relacionados a la inmortalidad y de ahí la frase de la vida eterna, entonces... ahí viene lo de que la vida reinará y la oscuridad será vencida. Dice algo también de la sangre eterna.
—Puede seguir siendo una alegoría —replicó él, notando como el bicho se sentaba en dirección hacia ellos, habiéndose aburrido del yelmo—. De que el dije podría ganarle a la oscuridad, a Peat.
—¡O quizás se refiere a que se necesita al dije, a la piedra y al Santo Grial juntos! —exclamó ella, como si hubiese encontrado la respuesta exacta—. Que, con esas cosas, creas la verdadera vida eterna, o la fórmula para tenerla. Quizás sea alguna clase de poder que pueda con Peat.
Zack se giró hacia ella, con la misma emoción, y le puso las manos en lo hombros sin preocuparse por el fuego.
—¡Quizás sin juntásemos el dije con el Santo Grial podrías vencer a Peat!
—¡Si!
Estuvieron a punto de saltar, cuando Zack se dio cuenta de que su ropa mortal, aquella que había sacado de su casa, sí no era inmune al fuego de Zoey y tuvo que retirar las manos antes de que se le chamuscara por completo.
—Y, entonces —añadió él, sacudiendo la manga de chaqueta de algodón—, cabe la increíble posibilidad de que el Santo Grial esté aquí.
Ella apagó las llamas y el bicho, que había estado pendiente, estornudó.
—Somos unos genios adolescentes que han superado a la muerte —bromeó, alzando la mano para que él la chocara—. Dame esos cinco.
—Tu mente es brillante, morena —replicó él, chocándosela y luego agarrándola por la cintura. Le plantó un beso profundo y ella sonrió, habiéndose olvidado por completo en donde estaban—. Y me encantas.
—Gracias, gracias —dijo ella, con soltura—. Es momento de buscar nuestro grial.
Se sonrieron y se giraron al mismo tiempo hacia la criatura, que ladeó la cabeza una vez más al darse cuenta de que iban hacia él.
—No morder Lapis Exilis —avisó, por las dudas.
—No, no vas a morderme —Zoey se quedó a una prudente distancia de tres metros, mientras Zack se paraba delante. Se agachó, para quedar a su altura, y chasqueó los dedos para llamar su atención—. ¿Sabes lo que es el Santo Grial?
La criatura la miró, o al menos eso parecía, a través de las cuencas vacías y negras que tenía por ojos. Se quedó callada, como si intentase comprender de qué le hablaba y, al final, se puso a olfatear el aire.
—Hey, hey —dijo Zack, palmeando el aire—. No te distraigas, cosa... cosita —añadió, cuando obtuvo su atención otra vez—. Nos referimos a una copa. ¿La has visto alguna vez? Es como esas que están allá, de plata, dentro de los baúles. Pero esta tiene que ser especial, podría tener magia, ¿comprendes? Como Lapis Exilis.
El bicho pegó el hocico al suelo.
—No hay nada como Lapis Exilis. Nada, nada.
Zoey suspiró, pero no se rindió.
—¿Parecido? Quizás sea una copa con un poder distinto.
—No, no.
Zack giró la cabeza hacia ella y negó, dándole a entender que él consideraba todo eso una pérdida de tiempo.
Probablemente, tuvieran que poner otras cosas en juego. Quizás preguntar por otras historias sobre ese lugar para obtener pistas. Si los rumores escritos en internet sobre el Santo Grial apuntaban al Antiguo Fuerte, sin duda era por los templarios y esa ciudad detrás de ese portal. Tenían que estar, de algún modo, un poco más cerca.
—Bueno, no importa —le dijo ella—. ¿Qué pasó con la gente de aquí? La que vivía en esta ciudad. ¿Por qué se fueron? ¿Y por qué murieron?
La criatura no dudó en responder.
—¡Guerra! Se olía la guerra, la sangre, los huesos... —añadió, acomodándose en el piso, echándose en el suelo—. Muchos huesos.
—Eso nos quedó claro —replicó Zack—. ¿Qué clase de guerra? ¿Quién podría atacarlos estando aquí?
Allí, sí que no obtuvieron nada. Lo más seguro era que no lo supiera.
—De acuerdo —Zoey se irguió—. ¿Los soldados que vinieron, esos cuyos huesos te comiste, guardaron más cosas en este mundo?
El animalito levantó la cabeza y agitó lo que parecía ser el rabo esquelético. Se puso de pie y caminó alegremente hacia el inicio del puente, más allá del yelmo que había estado olfateando. Zack hizo una mueca y cuando ella se paró a su lado, le tomó la mano.
—Allí, allí, allí —señaló el bicho—. Cosas secretas. No se dice nada, no se dice nada.
—Allí, ¿dónde?
—En el arca.
Sin comprender, los dos se quedaron en silencio. No pasó mucho más, sin embargo, para que Zack se llevara una mano a la sien e intentara sacar alguna conclusión.
—Un arca... ¿Los templarios guardaron cosas en un arca? —dijo. El animal se giró hacia él y movió la cabeza de calavera de arriba abajo—. ¿El arca... de la alianza?
Zoey bufó.
—Ya no estoy entendiendo un pito —replicó.
Él negó.
—Ni tampoco sería tan necesario, porque en pocas palabras, el Arca de la Alianza es como una especie de baúl que Dios le mandó construir a Moisés, para que guardara cosas allí, como las tablas con los mandamientos y las leyes, si no me equivoco. Lo curioso, es que lleva cientos y cientos de años perdida. Nadie sabe dónde está.
—Como el Santo Grial —apuntó ella. Zack dejó caer la mano y chasqueó los dedos, indicando la certera conexión entre ambas cosas.
—Como el Santo Grial —repitió—. Que todo apunta a que los templarios escondieron aquí. Y pudieron haber escondido el arca también.
—Si es que no se refiere a otra arca.
—Hay que ver —murmuró él y entonces se dirigió otra vez a la criatura—. ¿Dónde está el arca?
El bichito empezó a caminar por el puente, alejándose unos metros de ellos. Ninguno quiso seguirlo. No sabían qué tanto peso resistía y, además, bajo él no parecía haber más que un vacío aterrador.
—En el reino —explicó.
—¿No lo estamos ahora?
—No, reino estar allá, montañas allá. Lejos, lejos —dijo, sentándose en el medio del puente, a verlos.
Los chicos levantaron la mirada. Se podían apreciar esas montañas, incluso ella era capaz de vislumbrar algún tipo de construcción sobre sus laderas. Pero estaba lejos, lejísimo. Si Zack corría, seguramente tenían posibilidad de llegar ese mismo día.
Era arriesgado, no sabían qué iban a encontrarse y no tenían comida. Cruzar el puente era una cosa, adentrarse en ese mundo así, yendo tan a lo extremo, era otra.
—No puedo llevarte hasta allí —murmuró él— Si queremos hacerlo, tenemos que prepararnos bien.
Zoey lo pensó, de vuelta yendo sobre todos los problemas que podía traer ir hasta Las Grutas, buscar comida, agua y otras cosas, y volver al Fuerte. La verían, podrían incluso atraparlos la policía.
Se frotó la cara con las manos, tratando de encontrar la mejor solución y luego se giró y volvió a las escaleras. Apresurado, Zack fue tras ella.
—¿Y?
—Irás tu —le dijo, cruzando el portal. Zackary se quedó pasmado por un segundo—. Si vas, puedes moverte mucho más rápido. Nadie sospecharía de ti. Puedes comprar un montón de comida, incluso galletitas y cosas envasadas que duren más tiempo, una bolsa de dormir y cualquier cosa que necesitemos. Yo me quedaré aquí —dijo, en el hall—. Te esperaré. Cerraré el portal, mientras tanto.
Él tomó aire, pero no dijo nada de primer momento. Trató de evaluar la idea, sabiendo que tenía sus puntos fuertes y sus puntos débiles.
—¿Cómo te avisaré que he vuelto a la cámara? —dijo, entonces.
—La dejaré abierta.
—¿Y si alguien viene?
—¿Puedes poner una ilusión?
Con esa idea, él pareció ligeramente más cómodo.
—Pero si Peat viene...
—Si Peat viene, no habrá nada que tú puedas hacer tampoco —contestó ella— En todo caso, lo único que puedes hacer es darme un abrazo, un beso y correr —añadió, con un poco de angustia—. Quiero verte de vuelta, ¿sí?
Zack volvió a tomar aire y le hizo caso. La abrazó bien fuerte, la besó, y luego comenzó a vaciar el bolso de ropa, para poder llevarlo consigo. Luego, Zoey lo acompañó hasta la cámara y recibió otro beso y otro abrazo antes de que él pusiera un escudo y una ilusión, por si algún turista o guía llegaba por error.
Se miraron a los ojos una última vez, antes de que él desapareciera por el enrevesado túnel, y Zoey se quedó sola, sintiéndose insegura y preocupada. Nada en ese lugar la hacía sentir cómoda y lo único que podía hacer era regresar hasta el portal y cerrarlo con la falsa idea de estar más protegida.
Cuando llegó hasta el arco y las escaleras, se dio cuenta de que el extraño animal había atravesado el portal y estaba hurgando entre sus ropas.
—¡Oye! —le espetó, envolviéndose en llamas y amedrentándolo—. ¡Salte de ahí!
La criatura se encogió y corrió, de regreso a su mundo, donde se dedicó a mirarla con su usual expresión de nada.
—No hay huesos.
—Obvio que no.
—Los soldados me daban huesos.
—Pues yo no tengo —dijo, caminando hacia el portal—. Y ahora quédate de ese lado. Volveré en unas horas, ¿de acuerdo? Y quiero que estés allí. Vas a guiarnos al arca. —La criatura estornudó, como única respuesta, y Zoey puso los ojos en blanco. Extendió las manos hacia el portal y repitió lo que se acordaba de la profecía—. Esta es la profecía del reino perdido.
La Ciudad de Césares desapareció y se vio reemplazada por un sólido mudo. Realmente cansada, ella se sentó en el suelo y comenzó a sacudir su ropa y a acomodarla, porque iba a tener un largo, pero largo tiempo de espera.
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