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Capítulo 5


Alguien gritaba; otra persona golpeaba algo con un hacha. Había sonido de picos, de rocas que se partían y se reventaban al medio. Imágenes serpenteantes se hicieron presentes en su cabeza. Había un camino que seguir y sus pies no dudaban; el mareo que sentía por la velocidad que llevaba no le impedía continuar.

Entonces, sus dedos gruesos y varoniles se aferraron a una pared de piedra, con una cruz tallada en ella, y accionó un mecanismo que solo ella conocía. Luego, claro, se dio cuenta de que esos no eran sus dedos y de que ella no conocía nada de eso.

Una roca, como una puerta oculta, se separó de la pared y luego todo fue historia.


La cabeza le daba vueltas, el mundo le daba vueltas. Se despertó en los brazos de Zack, a media noche. Él la miró, preocupado, y le quitó el pelo mojado de la frente.

—¿Estás bien? Casi me meo del susto. No podía despertarte.

Zoey se incorporó; estaba transpirada, aún bajo la manta y el aire frío de la costa.

—¿Qué...?

—Estabas teniendo una pesadilla.

Apretó los labios y se quitó el sudor de la cara. Se sentía un asco; pero, más allá de eso, se sentía mal.

—Creo que voy a vomitar —le dijo, saliendo de entre sus brazos para llegar al exterior y al agua. Apenas puso las rodillas en la arena y bajó la cabeza hasta el mar, se sintió un poco mejor. Se lavó y se refrescó, justo antes de que Zackary apareciera para llevarla de vuelta a la gruta.

—No hace precisamente calor ahora, me parece —le recordó, poniéndole la manta en los hombros y sosteniéndola para regresar—. Si te desabrigas toda sudada, te enfermarás.

Le hizo caso porque ya no sabía más qué hacer. Volvió al refugio de sus brazos y se acurrucó entre ellos hasta que la sensación de malestar fue lo suficientemente leve como para relajarse. Zack no insistió sobre la pesadilla, paciente, y la instó a volver a dormir para recuperarse de mejor manera.

Pero, después de ese sueño turbio y extraño, no era capaz de pegar un ojo. Los mantuvo abiertos, clavados en las paredes y rocas salientes de la cueva, como si pretendiera encontrar esa cruz tallada en cualquier lado.

—Creo que vi algunas cosas.

Él la abrazó.

—¿Cosas... malas?

—Creo que son pistas, pero iba muy rápido. Dentro de la cueva, eso sí estoy segura.

No dijo nada más y él tampoco preguntó.

—Mañana. —Fue todo lo que obtuvo. Pasó otra hora más hasta que ella pudo aceptar sus palabras y dormir. Después de todo, la montaña rusa imaginaria que había experimentado dentro de sus sueños había sido como un palazo en la cabeza.

Por la mañana, apenas el sol los atacó, ambos estaban lo bastante listos como para encarar la siguiente parte de la aventura. El interior de la cueva estaba apenas más claro y pudieron avanzar unos cuantos metros con la luz natural antes de que Zack optara por caminar por las zonas que era más planas, evidentes del paso humano.

—Creo que por aquí está bastante plano. E igual, siempre puedo cargarte.

Pero eso era algo que ella no quería. Necesitaba caminar por sí misma, necesitaba sentir y tocar. El dije no enviaba ningún tipo de sentimientos a su corazón y no podía fiarse de lo que había visto en sueños. El tema estaba en que, con la poca luz, no veía nada y no reconocía ese paraje.

—Hay que encontrar alguna ruta más angosta —le dijo a Zack—. Algo por lo que solo pase una persona.

Zackary frunció los labios y miró a su alrededor.

—No veo nada por aquí.

Sin más opciones, Zoey se sentó en el suelo y sacó las sobras de la cena anterior.

—Tu ve a buscar, esperaré aquí. Cuando hayas encontrado algo ven por mí —propuso—. Entre los dos, con mi incapacidad para moverme en este piso desparejo, no la encontraremos ni en miles de años.

Se dio cuenta enseguida de que eso a él no le gustaba ni un poco. La verdad es que no le gustaba ni a ella, pero no tenían otra salida. Si Peat los alcanzaba, también dudaba que Zack pudiera hacer una diferencia.

—De acuerdo —suspiró él—. Correré.

Zoey le sonrió.

—Mejor aún.

Zack tomó aire y después de dirigirle una larga mirada, se esfumó. El sonido de sus veloces pasos se perdió en el interior de la cueva y ella captó atisbos de pequeños movimientos mucho más allá. En algún momento, lo oyó hasta hablar. El eco era impresionante.

Sin embargo, a solas y a oscuras, ella tuvo que dejar de prestar atención a eso. Juntó las manos e invocó los poderes del dije que no usaba desde la otra noche. El fuego cobró vida entre sus dedos, sin quemarla y proporcionándole la suficiente luz como para evaluar el interior de la cueva por primera vez. No era ningún lugar especial, por supuesto, pero se sentía mejor así.

Bajó los dedos, mientras las llamas permanecían flotando en el aire y tomaba la comida. Casi que ni se sorprendió de poder despegar el fuego de su mano; después de todo lo que había hecho en la pelea con Peat, pensaba que podía hacer incluso más y que no había límites para la magia del dije. Solo tendría que ser creativa y practicar, así que lo dejó pasar.

En esos momentos, se preguntó cosas banales para distraerse de la soledad. Iban a necesitar comprar más que solo la comida del día, pues obrando así ya no tenían para la próxima cena. Comiendo lo último que le quedaba, notó cuán mal estaba su vida como para considerar el alimento algo banal.

Dos segundos después de considerar todo lo que había perdido otra vez, Zack se detuvo frente a ella.

—Encontré un pasadizo —dijo, con una amplia sonrisa, mirando de reojo el fuego flotante—. Niña maga, ¿lista?

Zoey asintió. A ese punto, ya no valía la pena lamentar nada. Se levantó y tomó la mano de Zack antes de que la llama que había convocado se extinguiera.

Comenzaron el nuevo trayecto en silencio, pasando por varios sectores que pertenecían al recorrido turístico. Conversaron entre murmullos sobre lo que él había podido descubrir, pero, pasados los minutos, con Zoey caminando detrás de él e intentando seguir sus pasos en una cueva cada vez más zigzagueante, solo hicieron silencio.

Entonces, algún tipo de animal emitió un sonido escalofriante. Zoey miró a Zack, deteniéndose por completo. Él, con tranquilidad, se encogió de hombros.

—Debe ser un murciélago.

—Bromeas —contestó ella, creyéndole muy a su pesar. El tono de su voz evidenciaba que él ya los había visto antes. Zack no dijo nada y tiró de su mano, instándola a seguir. Al parecer, mientras más recorrían, más murciélagos había, porque los chillidos fueron en aumento—. Esto sí no me gusta —balbuceó—. Más cuando no puedo verlos.

Zackary le palmeó la espalda.

—Es mejor no verlos, créeme. ¿Quieres que te cargue?

—No. —Ella negó—. Tengo que ver y tocar el túnel por mí misma. Necesito vivirlo así.

—Está aquí nomás.

Y fue cierto. Apenas pasando los chillidos de los animales, encontraron la diminuta ramificación. Zack extendió los brazos, presentándosela, cuando Zoey convocó nuevamente una flama en el aire.

—Es realmente pequeña —musitó, un poco extrañada—. En el sueño me había parecido más amplia.

—Es la única que encontré y solo se puede pasar de a uno. ¿Prefieres ir delante o detrás?

—Iré al frente —le dijo. Después de todo, lo que hubiera más allá no podía ser peor que los murciélagos.

Sin temor, Zoey pasó las manos por las pareces con un sentimiento genuino de confianza que la asaltó de inmediato. Sonrió cuando la llama la siguió por inercia. Esa podía ser la ruta, algo en su corazón se lo decía.

Zack fue quien la siguió en silencio esta vez y ella, a sabiendas de que una sensación no lo sería todo, le pidió que buscara una cruz tallada en la pared. La llama tampoco alcanzaba para obtener una visión ideal.

—Esto ha sido transitado poco —dijo él—. Saben que existe este túnel.

—No lo dudo. Sin embargo, ¿ves magia...?

—No. —El chico negó—. No hay rastros de magia alguna. Si alguna vez alguien la hizo, tuvo que haber sido hace años. Con una estela ya de unos meses estaríamos igual. No podría ver nada de ella. Si fuera de Peat... No lo sé, quizás. Es otra clase de magia y creo que ahora podría reconocerla; no sé cuánto duraría.

Zoey negó con la cabeza.

—No importa. Lo que sí importa es que tenemos un margen de seguridad.

El túnel comenzó a descender. Iba hacia lo profundo del Fuerte y ella pensó que, de haber sido cavado en la roca a mano, habría tomado muchos años. Un trabajo como ese en esas épocas tan antiguas habría sido realmente una obra de ingeniería antigua magistral.

—Cuidado adelante —señaló Zack—. Creo que se termina.

En efecto, había un escalón y una cámara al final del trayecto. La llama de Zoey se elevó sobre sus cabezas, arrojando toda la visibilidad que podía en el entorno.

—¿Eso es una cruz? —le preguntó a su compañero, con esfuerzo—. ¿La ves?

Justo al frente, en la pared, había un tosco dibujo. Se acercaron para comprobarlo; ella más bien a tientas. Su llama estaba empezando a apagarse y la oscuridad amenazaba otra vez con dominar el espacio.

—Hay sitio donde poner antorchas —Zack estiró una mano hacia las rocas—. Esto es muy, muy viejo. ¡Mucho más que las habitaciones de la logia bajo la iglesia! Todos deben creer que es una cámara de culto o algo.

Zoey asintió, pero se concentró en analizar la talladura en la pared. La cruz era profunda y, a pesar de que había sido hecha con precisión, estaba gastada. Las imágenes del sueño regresaron, superponiéndose con su realidad, y fueron más nítidos esta vez. Los dedos gruesos del caballero templario ponían el dije contra la roca y la puerta secreta se revelaba. Sin embargo, ella era el dije ahora.

Empujó magia hacia la cruz y la cámara se iluminó justo cuando su llama se extinguió sobre su cabeza. Una roca secundaria se partió y se salió de su sitio, mostrando una puerta que había permanecido invisible por siglos.

—Pues creen que es una cámara de culto —soltó ella—, pero no lo es.

Más allá de la roca que se había desplazado, lenta y trabajosamente, había un fascinante camino de piedra tallada y refinada, de columnas y arcos que se perdían en una extraña penumbra.

—Está lleno de magia ahí dentro —exclamó Zackary, sin moverse—. ¡Llenísimo!

—¿De dónde viene esa luz? Es muy suave, como si alguien tuviera velas encendidas... con luz blanca —musitó Zoey, asomándose apenitas—. Como una lámpara de papel, ¿no?

Ninguno de los dos se decidió a avanzar.

—¿Es la entrada a la ciudad? ¿A la Ciudad de Césares? —dijo Zack, encontrando su mano para aferrarla—. ¿Debemos suponer que en sí la ciudad es mágica? ¿O más bien que alguien prendió esa lamparita para nosotros?

Desde la cámara, o desde la antecámara, más bien, el camino de bienvenida no parecía tener presencia de algún ser. La tenue luz provenía del camino mismo, del aire, como recibiéndolos.

—Esta es la parte en la que nos preguntamos si tenemos algo que perder... —susurró Zoey, sin mover los ojos de aquel sitio.

Zack apretó los labios.

—Yo ya estoy muerto. Y de todas formas tú lo estarás si Peat nos atrapa.

Con humor, ella bufó.

—No veo por qué no entrar. Y además... atrás hay murciélagos.

—Y policías buscándote.

Zoey suspiró.

—Mejor entremos —terció ella, decidida.

Apretó su mano, también, antes de dar un paso adelante. Contuvieron la respiración, quizás esperando trampas de defensa contra intrusos inoportunos como en cualquier película de Indiana Jones. Sin embargo, nada pasó.

—Bien —festejó Zack, con tono duro—. ¿Qué tal unos pasos más?

Caminaron, prestando exhaustiva atención a su alrededor. Las columnas se veían profesionales, hechas con esmero, al igual que los arcos que culminaban en ornamentos sobre ellos. Ya no era un túnel apretado y tosco; si no un hall digno de cualquier castillo medieval en excelente estado de conservación. Y, efectivamente, la luz provenía del lugar mismo. No había lámparas, ni antorchas, ni velas ni candelabros.

—¿Dónde ves la magia?

—Está en el aire, flotando. De allí debe venir la luz.

El camino se extendía mucho más allá. Hubo dos pares de escaleras cortas y cuando todo parecía no tener fin, llegaron a un arco de roca, cuya pared interior estaba llena de escrituras. Era la culminación de todo ese camino.

—Son iguales a las letras del templo —señaló Zoey.

—Necesitaríamos a Jessica aquí. Quién sabe qué dice y no tenemos tanto tiempo como para averiguarlo —se quejó Zackary, soltando su mano.

—Hay que arreglarnos sin ella.

Sacaron los cuadernos y los papeles del código para intentar obtener alguna pista, pero por alguna razón, eso parecía ser más difícil que los textos del templo. No tenía nada que ver con sus habilidades para descubrir las palabras ocultas.

—Es como si fuera un nivel más complejo. Como cuando sabes inglés, pero te dan un texto lleno de vocabulario técnico.

Zoey apartó los cuadernos cuando realmente comprendió que no sacarían nada con eso. Miró a su alrededor, preguntándose la hora y preguntándose qué deberían hacer a continuación. Tal vez volver al exterior, luego a la ciudad por comida y tal vez podrían acampar allí dentro, cerrando la puerta de la antecámara para que nadie los descubriera.

—¿No es como una puerta? —dijo entonces Zackary, caminando de un lado a otro—. Como si fuese la puerta anterior.

Ella frunció el ceño, pensando en sus palabras. Miró el arco en la pared, directamente tallado sobre ella como el resto de las palabras escritas. Sin más que hacer, con esa posibilidad en la cabeza, se acercó y pasó los dedos por allí, entre la unión del arco con el plano escrito. No había ninguna fisura, pero en la puerta de la antecámara tampoco.

—Sin dudas esto debería llevar a algún lugar —dijo, realmente pensando con lógica—. Tiene mucho sentido que sí lo sea.

—Prueba hacer lo que hiciste antes, empuja el poder del dije —le recomendó él, llegando por detrás.

Zoey lo hizo, pero no hubo respuesta alguna. Lo intentó varias veces más hasta recordar la última noche en el colegio y la pelea con Peat.

—¿Recuerdas que por aquel entonces el dije hablaba conmigo? —Zack asintió—. Nos hizo volver al templo. Dijo que había un portal que nos llevaría a un sitio seguro.

—Y esto claramente podría ser un portal también ¿no? —siguió él, palmeándole la espalda—. ¿Por qué tardamos tanto tiempo en llegar a esa conclusión?

Era cierto, pero ella reconoció que estaba cansada. Si no fuera porque estaba segura de que ese texto era mucho más difícil que los del templo, diría que el agotamiento cerebral le impedía obtener algo con sentido.

—Sin el dije, no tengo ni idea de cómo se hace eso.

Se quedó callada, esperando en vano una ayuda. Ni siquiera cuando se dirigió directamente a él logró una respuesta. Cerró los ojos y le envió unos cuántos reproches, justo antes de recibir un pellizco en la cintura.

—¡AY! —gritó, volteándose para encarar a Zackary, que la miró estupefacto—. ¡Me dolió!

—¿Qué?

—¡Me pellizcaste!

—¡Obvio no! —exclamó el muchacho, sorprendido.

Zoey se llevó la mano a la cintura, incrédula por todo eso. Si no había sido Zackary, tendría que estar asustándose por algo más.

—Pues algo me lastimó —le dijo, levantándose la ropa. En efecto, tenía colorado ese sector. Alguien lo había hecho con verdadera molestia hacia ella.

—Yo nunca haría eso —replicó Zack, con los ojos como platos.

—Lo siento —contestó, frotándose la zona—. Pero alguien lo hizo. Alguien más.

No había nadie allí, estaban completamente solos. Zack lo corroboró al analizar su alrededor y jurar que no había más magia que la que siempre había estado. A menos que esa misma magia tuviera vida propia, no podían pensar en ninguna opción más.

—Quizás debamos irnos —La preocupación se hizo evidente en su tono de voz y Zoey estuvo a punto de aceptarlo, cuando otro pellizco, esta vez en la mano, la hizo gritar—. ¿Qué?

—¡Otra vez!

Un tercer pellizco tiró de su pierna hacia la pared escrita y ella soltó una palabrota. Ya no dolían tanto, pero los ataques aumentaron hasta que a Zack no le quedó otra que apartarse para no recibir los manotazos al aire que comenzó a lanzar. Zoey intentó liberarse de los ataques, insultando a quien sea que fuera, pero no se detuvo hasta se cubrió de llamas de los pies a la cabeza.

—¡Mierda! ¡Déjame en paz! —gritó, molesta y adolorida.

Zackary alzó las manos en el aire, mostrando su inocencia.

—Te juro que no hice nada.

—Ya sé que no fuiste tú —le espetó ella, hecha una antorcha andante.

—Estás llena de magia a tu alrededor, magia que no es tuya. La misma magia que flota en el aire se concentra junto a ti.

Zoey apretó los dientes y se cruzó de brazos. Al parecer, el fuego mantenía ese poder a raya, pero ahora le quedaba claro que era el mismo ambiente quien la atacaba. Esa magia estaba viva y se la estaba liando con ella.

—¿Y qué es lo que pretende?

—No tengo ni la menor idea. No sabía que la magia daba pellizcos. —Zack bajó lentamente los brazos, observando los puntitos de colores brillantes que se reunían alrededor de ella, danzando sin poder atravesar el fuego—. Si no fuera porque no se ven a simple vista, hasta creería que son hadas.

—¿Hadas?

Zackary asintió.

—Por la forma en la que se mueven alrededor de ti. Son como miles de estelas pequeñas que brincan a tu alrededor.

—No son fantasmas, entonces —suspiró ella, relajando los hombros. Si llegaba a ver alguna vez en su vida algo como la chica portadora de la iglesia del pueblo, de nuevo, que para colmo había querido ahogarla en la piscina, moriría de un paro.

—No creo. Fantasmas de hadas... tal vez —soltó él, encogiéndose de hombros.

Guardaron silencio, sin saber qué hacer. Zoey detuvo las llamas durante unos segundos, esperando ataques otra vez que no ocurrieron de pronto. Los puntos alrededor de ella, según Zackary, se quedaron a la espera hasta que ella volvió a cubrirse de fuego.

—Creo que esperan a que te aburras.

Así fue, al parecer, porque cuando ella quitó de nuevo su poder de encima, la magia del lugar volvió a pellizcarla, aunque con menos intención de ser ruda.

—¿Qué es lo que quieren de mí?

Zack se hubiera encogido de hombros otra vez, de no ser porque sus ojos pudieron captar exactamente lo que sucedía. Los puntos ahora chocaban contra su piel sin la misma ansiedad de antes, pero al alejarse, lo hacían recargados y más brillantes. Pudo también vislumbrar como pequeños hilos plateados se escapaban de Zoey hacia ellos.

—Están robando tu magia —musitó, sorprendido y a la vez asustado—. Roban tu magia, ¡pon el fuego otra vez!

Ella obedeció, con las manos extendidas, solo para que él comprobara como los pequeños puntos ya no se le acercaban.

—¿Y ahora? No puedo ser Lavagirl el resto del camino.

—Lo único que se me ocurre es que de pronto comprendieron tu poder y esto lleva aquí siglos sin una fuente de magia real —dijo Zack, agitando la mano cerca de las motitas invisibles—. Quizás no es que el sitio en sí sea una fuente de magia, si no que esta magia vive aquí y se apaga. Al ser tú el dije ahora, simplemente se volvió loca.

Eso hizo que apretara los labios. Los fantasmas de hadas parecían histéricos por ella, pero eso no explicaba por qué no lo había sido desde el principio. Lo único que se le ocurrió es que había pasado solo después de intentar abrir el supuesto portal.

—Creo que lo mejor es que nos vayamos por ahora —admitió—. No puedo estar así todo el tiempo aquí dentro. No quiero ser la antorcha humana.

Él asintió, pero preguntó solo una cosa más:

—¿El dije nunca te dio información sobre como abrir el portal del colegio? ¿No te orientó ni un poco?

A pesar de lo incómoda que estaba con todo eso, ella respondió sus preguntas.

—No. Dijo que necesitaría a Jessica para traducir, ¿recuerdas?

—Jessica tradujo y no abrimos ningún portal.

Se miraron en silencio, buscando sentido a lo ocurrido ese día.

—¿Habrá que traducir y hacer magia al mismo tiempo?

—¿O decir las palabras correctas haciéndolo al mismo tiempo? —corrigió Zack—. ¿Cómo era lo dicho por Jess?

Se apresuró a tomar las notas de Jessica en el cuaderno de traducciones. Por supuesto, esa última noche ella había anotado lo traducido del templo del colegio. Lo había aprendido de memoria en esos momentos extremos, a pesar de que ahora ellos no podían recordar exactamente cómo iba.

Sin acercarse, por el fuego, Zoey esperó.

Lapis exilis es el Santo grial de la vida eterna. La vida se sentará en el trono de oro y reinará con el bastón de mando en su mano derecha. La oscuridad no tendrá quórum, pues la vida supera toda sombra y toda tristeza. Este es el reino perdido, esta es la profecía de la sangre eterna —leyó—. Lapis exilis es el Santo Grial de la vida eterna —repitió al final, mirándola.

—Si eso es lo que quería que tradujera, ¿podemos suponer que funcionaría como un conjuro?

Zack alzó las cejas, mostrando su incertidumbre.

—Repite después de mí y has tu magia.

Zoey no apartó el fuego, por las dudas; puso ambas manos sobre la roca escrita y cerró los ojos, buscando concentrarse en el poder que venía desde lo profundo de su alma, desde el dije.

Lapis exilis es el Santo Grial de la vida —dijo, antes incluso de que él se lo recordara. Infundió magia a la piedra, considerando que eso era siempre mucho menos trabajo que pelear con Peat. El cansancio del día y del viaje no podían vencerla.

La vida se sentará en el trono de oro y reinará con el bastón de mando en su mano derecha —siguió Zackary, pero de allí en más Zoey repitió la frase como si la conociera de memoria. Al final, él guardó silencio y presenció cómo su magia se deslizaba por el arco y lo transformaba a cada palabra dicha en voz clara y precisa. No había ninguna fuera de lugar, no había equivocaciones.

...la vida supera toda sombra y toda tristeza —Zoey abrió los ojos, justo cuando la pared bajo sus dedos desparecía y mostraba todo lo que alguna vez había sido inmenso, fuerte, poderoso y mágico. Con la boca abierta, Zackary llegó a su lado—. Este... este es el reino perdido. Esta es la profecía de la... sangre eterna —terminó, con la impresión impidiéndole concentrarse en algo más—. Este es el reino perdido —afirmó, entonces, replicando todo lo que sus ojos observaban.

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