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Capítulo 25

Regresar a Buenos Aires después de todo ese épico viaje, en donde habían descubierto tantos secretos y mundos ocultos, era un poco extraño. Para empezar, parecía que habían dejado sus hogares hacia muchísimo más que solo veinte días. Sentían que habían pasado meses y meses y que en ese lapso ínfimo de tiempo habían cambiado y aprendido más de sí mismos que durante todas sus vidas.

Era recién la mañana del 22 de diciembre cuando Zack saltó con Zoey por encima del muro del cementerio de su ciudad. Sí habían pasado largos meses desde la última vez que habían estado ahí, enterrando a Zackary Collins junto a su familia y el colegio, así que eso, en consecuencia, lo sentían más bien cómo años.

Zoey no pudo evitar recordar a los muertos saliendo de sus tumbas cuando caminaron por entre los mausoleos más olvidados y se encaminaban a las tumbas en tierra, en el parque con el pasto cuidado y bello. También se preguntó qué había pasado con todos esos cuerpos después de que esa flecha encantada alcanzara a Zack en el bus.

Quizás, aquel hechicero rubio los había enviado de regreso antes de ir por ellos a la escuela, en esa noche en la que Zack la arrojó del puente al río para ponerla al resguardo de su atacante.

Sí, definitivamente, había pasado ya tiempo y Zack tampoco era el chico que la acosaba contra las paredes y le pedía con intensidad que jamás dejara de amarlo.

Lo siguió con la mirada, entonces, atenta a sus movimientos o a cualquier actitud que pudiese demostrar que él recordaba justo eso y quisiera burlarse de ella. Pero no sucedió. Estaba atento, alerta y para Zoey fue imposible descifrar exactamente en qué estaba pensando.

Hay muchos, muchos huesos —dijo Cranium, que correteaba con tranquilidad detrás de ella, olfateando las puertas de los mausoleos. Puesto que lo habían hecho invisible otra vez, se sentía con bastante libertar para hacer de las suyas—. Pf, pf, carne fea, carne podrida.

—Ninguno es apto para ti, Cra. No es como el cementerio en Inglaterra. Aquí hay algunos más nuevos —le indicó ella, mientras Zack avanzaba por el pasto.

A esa hora, había poca gente en el cementerio. Eran apenas las 8:30 de la mañana y solo habían visto a una anciana devota limpiar, unos cuántos metros más allá, la tumba de su marido.

—Vamos, Zo —le dijo Zack—. Mi tumba está detrás de esos árboles.

Zoey dejó de ver a la anciana y se apresuró, pero apenas rodearon los árboles, chocó contra la espalda del muchacho, que se había plantado en seco.

—¿Qué...? Au —se quejó, frotándose la frente, pero enseguida se recordó que podían estar en peligro y se preparó mentalmente para defenderse. Puso un escudo sobre los tres y aguardó, espiando por encima del hombro de Zackary y por entre él y el árbol que tenían a un lado.

Sin embargo, a pesar de sus cavilaciones, no había ningún Peat por allí, tampoco marionetas. Frente a los pares de tumbas que estaban bien delimitadas en la parcela, unos diez metros más adelante, había una chica de cabello rubio, sujeto en una coleta despeinada.

Ella les daba la espalda, así que Zoey no pudo ver su rostro, pero, obviamente, sí pudo suponer de quién se trataba.

—¿Una de tus hermanas...? —susurró, agarrándole la mano a Zack.

Él permaneció mudo, inmóvil. Su hermana no se había percatado de su presencia y era ajena totalmente siquiera a que estaba siendo observada. Simplemente estaba allí, parada, mirando las tumbas y los epígrafes en el suelo.

—Hasta que no se vaya... —dijo Zack, finalmente, después de tomar aire—, no podemos revisar las tumbas.

—¿Es que tu pensabas abrirlas? —casi chilló Zo, con la voz ahogada, imaginando lo espantoso que sería abrir el cajón con el cadáver de su novio aún ahí. El estómago se le retorció—. ¿Qué no puedes ver si han sido profanadas desde afuera?

Zack giró la cabeza un poco hacia atrás y la observó con una ceja enarcada.

—¿En serio, cariño? —musitó—. ¿Te piensas que Peat va a dejar todo revuelto y a la vista para que los empleados vengan y digan... "Oh, miren, ¡alguien se llevó los huesos de toda esta familia!"?

Zoey apretó los labios y luego hizo una mueca de asco. En verdad, no le asustaban los huesos del resto de su familia, porque no los había conocido, llevaban años asentados ahí y ella ya había visto varios esqueletos. La idea de verlo a él la alteraba un poco. La última vez que había visto su cuerpo real, este estaba destrozado por una máquina, lleno de sangre y pálido como una tiza.

Se tapó la boca con las manos y reprimió una arcada. Entre el cansancio de la pelea del día anterior, la caminata por el Uritorco y todo el viaje que los había mantenido en vilo durante la noche, ver el cuerpo se Zack sería la gota que colmaría el vaso. Estaba segura de que iba a desmayarse.

—No vayas a vomitar, si quieres puedes esperar aquí mientras yo reviso. En cuanto Samantha se vaya, pondremos un escudo alrededor y montaremos una ilusión —explicó él, todavía cuidando el volumen de su voz—. ¿De acuerdo...?

Zoey asintió con lentitud y se destapó la boca. Estaba tan concentrada en controlar su estómago que no pudo prever el movimiento de Samantha más allá. La hermana de Zack se volteó y, como el escudo que ellos tenían puesto no los hacía invisibles, solo los protegía, la chica los vio.

Se detuvo en seco, tal y como su hermano menor, y luego su expresión pasó de la sorpresa, al horror. Zack se puso tan tenso que cuando agarró la mano de su novia buscando apoyo, terminó apretándola tan fuerte que ella lloriqueó.

—Zack, carajo —gimió ella, empujando los dedos del muchacho con un escudo, para liberarse.

Pero, por supuesto, él no contestó. Estaba en shock, por haber sido descubierto por Samantha, y ella estaba exactamente en la misma situación. Durante varios segundos, lo único que se escuchó fue la respiración alterada de la chica.

—¿Zackary...? —susurró, temblando en su lugar.

Un sonido extraño se escapó de la garganta de Zack y durante varios segundos más, continuó en silencio, como si se debatiera consigo mismo. En esos instantes, Zoey sintió ganas de darle un empujoncito para hacerlo hablar, pero no quiso presionarlo. Si él estaba así, dudando, era porque necesitaba manejar sus propios tiempos para encarar la situación.

—S-Sam —respondió, al final y Zoey pensó que quizás esa era la primera vez que lo escuchaba tartamudear—. Hola.

Samantha se enderezó lentamente. De sus ojos claros caían lágrimas silenciosas y de pronto estas dejaron de ser parte del shock. Ella frunció el ceño y dio un paso hacia delante.

—¿Hola? —gaznó—. ¿HOLA?

Zack quiso retroceder, de la impresión. Samantha estaba exasperada y su mirada denotaba dolor y molestia. Debía sentirse engañada y traicionada por su propio hermano al no poder comprender exactamente qué era lo que ocurría allí.

—Eh... —susurró él, bajando la mirada. No sabía cómo responder a eso, por lo que esta vez, para darle fuerzas, fue Zoey la que tomó su mano.

—¿Vienes hasta aquí, después de todo lo que pasamos mamá, Elizabeth y yo, con tu muerte, con ese maldito video en todos los noticieros, con la incertidumbre y el miedo... a decirme "hola"? ¿Después de que de repente de activara tu cuenta de Facebook y mi hermano, que está muerto, me hablara por el chat? —gritó, con una nota cada vez más aguda, que terminó por quebrarse cuando soltó la palabra "muerto". Zack se quedó callado y Zoey le apretó aún más la mano—. ¡Estás muerto! —continuó Samantha, seguro dañándose la garganta al hacerlo—. ¡Tú estás muerto! Yo te vi en ese cajón. Estás ahí, bajo tierra.

Por supuesto, para explicarle todo a Samantha debían empezar de cero, desde el día en que él había terminado en un cajón. Pero no podían hacerlo hasta que ella se calmara y pudiese escuchar, y por la expresión de su rostro y la desesperación que emanaba, dudaban que lo hiciera pronto.

Fue entonces, mientras ellos se quedaban callados, que Samantha se cayó al suelo de rodillas y se puso a llorar lo más fuerte que pudo. Zack no se movió ni un centímetro, mirando a su hermana deshacerse en dolor y confusión.

—Zack —susurró Zoey, pero no se animó a decirle qué hacer. Quizás, él estaba tan impresionando de verla de vuelta, de recuperar un pedazo de su vida que había perdido, que no solo no sabía cómo reaccionar, si no también cómo relacionarse con su hermana. De ese modo, ella pensó que lo mejor era dar un paso atrás. Le apretó la mano una vez más y la deslizó fuera de entre sus dedos. Cuando Zack la miró, ansioso, trató de sonreírle—. Con cuidado y despacio —le recomendó—. Deja que ella te sienta, que vea que eres real.

Retrocedió un poco, hasta quedar algo oculta tras el árbol y apoyó el hombro en la corteza. Cuando Zack la miró otra vez, de reojo, le hizo un asentimiento y alzó un pulgar. Lo que justamente necesitaba Samantha era la contención de su hermanito y Zack, solo, sin ella, tenía que dársela. Ese era un asunto familiar y no le correspondía meterse.

Zack hizo una mueca, pero finalmente movió la cabeza de arriba abajo y se acercó con paso trémulo a Samantha. Se tomó su tiempo, entonces, para plantarse delante de ella y estirar la mano para tocar su hombro. Apenas puso los dedos sobre su camiseta, ella dio un respingo. Levantó la mirada y observó el rostro de su hermano con los ojos rojos y el corazón roto.

—Yo... —pero Zack no tenía palabras en realidad.

Guardó silencio cuando se dio cuenta de que se le enredaba la lengua y le entraron los nervios. Por un instante, pareció que iba a salir corriendo y Zoey quiso decirle que no importaba si no podía decir nada. Lo que valía era ese primer contacto entre los dos y pareció que Samantha lo entendía por igual, porque un momento después, estaba abrazándolo con todas sus fuerzas.

Zack cayó al suelo de espaldas y Sam, sobre él, lloró largo y tendido. Entonces, cuando Zoey notó que más ancianos aparecían en el cementerio para visitar a sus seres queridos, puso un hechizo sobre ellos para generar la ilusión de la que habían hablado; también, la magia apagó el sonido del llanto para todos aquellos que no estuviesen dentro del perímetro. En un segundo, los hermanos abrazados frente a las tumbas se esfumaron.

Cranium se sentó, a observarlos, curioso, pero mantuvo la boca cerrada mientras Samantha descargaba sus sentimientos. Pensando que eso iba a demorar bastante, Zoey se sentó junto a él y apoyó la espalda en el tronco del árbol, pero, por las dudas tuvo cuidado de no apoyar la nuca o terminaría echándose una siestecita involuntaria.

—Aunque nunca creí que sería capaz de dormir en un cementerio —susurró, para sí misma. Cranium giró la cabeza hacia ella y estornudó, atento a sus palabras.

Fue entonces cuando Samantha levantó la cabeza y clavó sus ojos grises en ella y en el perro Beagle. De pronto, en su mirada había una expresión extraña que nada tenía que ver con el dolor que sentía por su hermano.

—¿Quién es ella? ¿Es Zoey Scott? ¿Es por ella que estás aquí? ¿Con ella usaste mi nombre para llevártela de la escuela? —exclamó. Zack, que todavía estaba acostado en el piso, la observó con perplejidad. Aunque Samantha no estaba haciendo preguntas agresivas, el tono de su voz era claramente duro. Había una nota de acusación en todo eso, como si fuese justamente Zoey la culpable de la muerte de Zackary.

Como había decidido mantenerse al marguen, ella se quedó callada y esperó a que él mismo le respondiera a Samantha qué había pasado desde su muerte.

—Bueno... es largo de explicar.

—¿Largo? —chilló Samantha—. ¿Mientras mamá, Elizabeth y yo nos moríamos de dolor tu andabas dando vueltas por ahí con ella?

Zoey puso cara de póker. Era evidente que el dolor que la chica sentía no le permitía separar las cosas. Se dedicó, en cambio, a atraer a Cranium y a abrazarlo. Mientras, Zack se irguió y puso ambas manos en los hombros de su hermana.

—Te lo explicaré, pero no es nada de lo que piensas. En realidad, todo esto es culpa del dije.

Samantha relajó la expresión de su rostro. Fue como si le hubiesen dado una bofetada.

—¿El dije?

—Estoy aquí, con este cuerpo, por culpa del dije. No estoy vivo, Sam, a pesar de todo. Mi verdadero cuerpo sí está bajo tierra. Zoey no tiene la culpa de nada, es otra victima de las circunstancias —murmuró él, limpiándole el rostro—. Ella fue quién me encontró en ese sótano y terminó con el collar puesto. Hay alguien, algo, muy peligroso, que está detrás de ella. Si la atrapa, el mundo se irá a la verga, ¿entiendes? Por eso me enviaron de vuelta con un cuerpo falso, para cuidarla.

Ella volvió a clavar sus ojos en Zoey y a pesar de la explicación dado por su hermano, corta, pero más clara, no le demostró mucha estima. Conteniendo el aire, Zoey trató de recordarse de que Samantha solamente estaba confundida y que no tenía que tomarse a mal su trato.

—¿Por qué no nos dijiste? —gimió ella, al fin centrando sus ojos de vuelta en su hermano.

Zack apretó los labios y corrió a Sam para poder sentarse mejor en el suelo. Le tomó las manos y suspiró.

—Porqué no estoy vivo. Perdí toda mi identidad cuando morí. Mi única misión aquí es proteger a Zoey. Aunque, bueno, en realidad, ya no hay mucho que yo pueda hacer para defenderla de él.

—¿Y por qué? ¿Por qué te tomas esa responsabilidad? ¡Que ella terminara con el dije ya no nos compete, Zack! Ella no es parte de nuestra familia, el dije por fin se alejó de nosotros. Si mamá hubiese sabido lo que ponértelo significa, nunca hubiese hecho caso a la orden de papá —contestó Samantha—. No tienes porqué meterte en esto ya más.

Zack negó.

—No lo entiendes, Sam. No es así. Quien me hizo volver, lo hizo específicamente para cuidar a Zoey. Fue por ella, y en cierto modo tuve que ver con el hecho de que terminara con el collar puesto. Y, además, esto sigue siendo un asunto familiar... —musitó él, suspirando otra vez. Giró la cabeza levemente hacia Zoey, antes de continuar—. El abuelo lo sabía, al menos una parte.

Samantha también volvió a mirarla y Zoey, un poco cohibida por su mal talante, bajó la cabeza y se puso a juguetear con el pelo que Cranium tenía en las orejas.

—¿De qué estás hablando...? —dijo—. ¿Cómo que sigue siendo un asunto familiar? Ella no es nada nuestro, el collar ya no es nada...

—Sam —Zack la cortó de una, levantando un poco la voz—. Zoey es parte de todo esto, así como lo soy yo. Y no tienes porqué culparla de nada. Ella, yo, tú, Elizabeth e incluso su hermanito bebé, descendemos del mismo tipo, alguien a quién ni siquiera conocíamos pero que tiene que ver mucho con el dije. Y, además, es mi novia. Y la quiero, y no es justo que te enfades con ella por lo que me ha pasado.

Zoey sintió que el pecho se le inflaba de orgullo cuando Zack habló de ella con firmeza y con cariño. Agachó la cabeza, para que el pelo oscuro le ocultara la sonrisa, y continuó callada mientras Samantha volvía a mirarla.

Sin embargo, aunque esperó a que la chica le diera una disculpa, el silencio continuó en ese sector del cementerio y Zoey levantó la cabeza. Zack miraba a la una y a la otra un poco incómodo, mostrando como la terquedad y la soberbia de su hermana lo molestaban.

—Sam...

Samantha asintió lentamente.

—Creí que... era culpa suya que salieras en esas cámaras de seguridad —dijo, de pronto—. Que siguiéramos aquí sin saber nada. Y la veo contigo ahora y no sabía que pensar. Es... es demasiado, todo junto, para mí. Sentía que me mentiste por culpa de ella.

Aunque deseo meterse en la conversación, Zoey se mordió la lengua y esperó a que Zack hiciera la pregunta obvia.

—¿Culpa de que mintiera? Zoey no tiene la culpa de nada. Pero estamos inevitablemente enredados en esto, Sam. Sé que es mucho y no pretendo que entiendas todo de un golpe, pero... Estar aquí tampoco significa que he regresado. No mientras siga muerto y mientras quien nos persigue no desaparezca.

Samantha levantó la mirada una vez más y fue menos dura esta vez cuando la miró. Zoey, manteniéndose firme, le devolvió la mirada.

—¿Por qué la persigue? —susurró.

Zack suspiró y finalmente, se puso de pie. Le tendió las manos a su hermana, pero ella no fue capaz de levantarse. Le temblaban las piernas y todavía seguía inestable.

—Ella se fusionó con el dije hace un tiempo —explicó él—. Quien nos persigue no es más que un ser milenario que quiere su poder. Así que... intenta matarla, absorber su alma y luego conquistar este mundo y matar a todos los que pueda —finalizó, con soltura.

Cuando Samantha pudo levantarse, solo pudo mirar a Zoey una vez más, esta vez con una mezcla de confusión y espanto.

—Suena... surrealista.

—Oye, bruja, ¿que yo esté aquí no es surrealista?

El comentario, destinado a ser gracioso, apenas le sacó una sonrisa triste a su hermana. Pero fue los suficientemente efectivo como para eliminar un poco la tensión en el ambiente. Zack le tendió la mano, invitándola a acercar a Zoey, y cuando ella se levantó para recibirla, intentando ser amistosa, alguien se metió en el círculo ilusorio que los protegía de la vista de los demás.

Zoey jadeó y le gritó a Zack, que estaba de espaldas, que apartara a Samantha. Él, sin entender mucho lo que sucedía, optó por obedecer y jaló al suelo a su hermana, creando una jaula de brazos para protegerla de cualquier cosa. Zoey tuvo tiempo, entonces, de apartar con su magia a un Zackary Collins de ojos apagados que iba por ellos. Para cuando el verdadero Zack lo vio, ella lo había atrapado en una burbuja impenetrable de la cuál no podía escapar.

—¿Qué...? —chilló Samantha, mareada por la sacudida que la había llevado al piso. Su hermano la libero lentamente y se acercó a ver a la marioneta que Peat había dejado suelta por ahí.

—Mierda —murmuró, mientras Zoey creaba un escudo sobre alrededor de ellos, y por debajo también, que hiciera compañía a la ilusión que había montado—. Peat sabía que vendríamos —añadió, analizando a su copia, que golpeaba la burbuja brillante.

A simple vista, no había diferencias entre ellos dos. Era físicamente idénticos y solo bastante con centrarse en la expresión del rostro de la copia para notar cuán falto de alma estaba. Su mirada, tal y como la de Adam y el abuelo Collins, estaba vacía.

—¿Qué es eso? —gritó Samantha, desde el suelo.

Zoey, que también se había acercado a la marioneta, apretó los labios antes de contestar.

—Una copia sin alma ni conciencia que hicieron en base a Zackary —respondió—. Era algo que esperábamos.

—Y puede haber otras —murmuró él, rascándose la barbilla—. Lo que puede ser peligroso para ti, Sam. Para mamá, Elizabeth y la abuela.

—¿Qué tiene que ver la abuela? —replicó ella, cuando Zack se acercó para ayudarla a ponerse de pie.

—La abuela sabe que sigo aquí. Ella nos ayudó mucho con el tema del dije. Y si una de estas copias aparece en su puerta, creerá que soy yo. Peat hizo una del abuelo y seguro hizo una de papá si sacó mis huesos de aquí.

Si la muchacha realmente entendía de qué estaban hablando, no podían jurarlo. Parecía más shockeada y asustada que otra cosa y se rehusó a acercarse a la marioneta mientras Zack y Zoey debatían qué hacer con ella.

—Ninguna de ellas puede realmente hacerte daño, Lapis Exilis —dijo Zack, dirigiéndose a Zoey—. Peat sigue sin saber qué tan buena eres.

—No hay dudas de que ultrajó también tu tumba. Podría haber cientos de estos —contestó ella, poniendo un dedo sobre la superficie de la burbuja. El Zack falso arañaba la pared brillante con furia.

—Es por esto que todavía necesito abrirlas —replicó él, señalando las tumbas con un movimiento de la cabeza. Detrás de él, Samantha dejó caer la mandíbula, con horror.

—¿Qué, qué? —gaznó.

—Lo haré cuando tú te vayas a casa y le digas a mamá que yo dije que todas deben irse.

Ambas chicas lo miraron extrañadas, pero luego Zoey se dio cuenta de que era lo más sensato basado en sus suposiciones. Si cualquiera de las marionetas basadas en los Collins iba a la casa, o a la casa de la abuela, sería terriblemente peligroso.

—Tienes razón —acotó, girándose hacia Samantha—. Peat juega con las personas y disfrutará mucho jugando con sus sentimientos al mostrarles los rostros de sus seres queridos. Además, podría hacerles creer que se trata de este Zack y no del falso, para tomarlos como rehenes y utilizarlos así contra nosotros.

Samantha miró a los dos como si estuviesen locos, aunque lo dicho fuese bastante lógico.

—¿Es que están dementes? ¿Cómo crees que le voy a explicar a mamá esto? —dijo, entonces, mirando a Zack.

Él suspiró, se rascó la nuca y al final extendió un brazo hacia ella.

—Dame tu teléfono.

Apenas entendió lo que él pretendía, Zoey estuvo de acuerdo con Samantha.

—Sí, estás demente —concluyó, marchando hacia los árboles, donde Cranium se había ocultando tras el tronco al ver a la marioneta. Se sentó en el suelo junto al perro y empezó a vaciar los bolsos para buscar algo para comer, pues el cansancio a esa altura solamente podía llevarlo adelante con algo más en el estómago.

Samantha, mientras tanto, miró a su hermano con la mandíbula desencajada.

—¿Qué vas a hacer? —dijo, sin darle el teléfono.

Zack bufó y se acercó a ella para quitárselo del bolsillo trasero del pantalón.

—Jugar al Candy Crush, boba —le espetó—. Voy a llamar a mamá.

Zoey puso los ojos en blanco y apoyó el mentón en una mano, mientras se metía en la boca un par de galletas. El drama familiar Collins todavía no acababa, en realidad estaba empezando, y cuando Sam se dio cuenta de que Zackary realmente pensaba hablar con su madre, entró en pánico.

—¡La vas a matar! —chilló, pero Zack la mantuvo a raya con un escudo simple que dejó a su hermana mayor perpleja.

En cuanto ella se calló, él puso una expresión seria y Zoey controló su rostro, tratando de asegurarse de que estaba bien anímicamente para hacer eso. Pero Zack se aclaró la garganta y esperó a que su madre respondiera con bastante serenidad. Apenas la mujer respondió, él tomó aire.

—¿Mamá?

Hubo un silencio extraño que flotó en el cementerio por unos segundos. Samantha se tapaba la cara con las manos y parecía estar llorando otra vez, y Zoey estiraba el cuello, atenta. Para cuando Zack volvió a hablar, quedó claro que del otro lado de la línea la mujer estaba teniendo un ataque.

—No tengo mucho tiempo para explicártelo —susurró él, con un nudo en la garganta que apareció de la nada. Seguro, su madre estaba llorando y eso lo estaba afectando. Luchó para enderezar sus expresiones y mantenerse seguro de sí mismo—. Samantha te contará todo apenas llegue a casa. Pero tengo que pedirte algo muy importante. Tienes que confiar en mí, ¿sí? ¿Mamá?

Samantha se dejó caer en el suelo. Esta vez sí se notaba su dolor brotándole de los ojos. Zoey se debatió entre acercarse a consolarla o mantenerse alejada de un tema familiar que no podía solucionar. Pero, como Cranium a su lado pareció ansioso por el llanto de la chica, optó por quedarse allí y calmarlo antes de que se pusiera a hablar y empeorara las cosas.

—Mamá, escúchame. Es importante —insistió Zack, caminando por el lugar, alrededor de las tumbas de los Collins y echándole un vistazo a su copia rabiosa, que seguía dándose la cara contra el escudo de Lapis Exilis—. Tu, Samantha y Elizabeth tienen que ir por la abuela y largarse, ¿me entiendes? Mamá, te lo ruego, por favor, escúchame. Todas pueden morir, ¿lo entiendes? Quien me mató irá por ustedes. Prepara las cosas, Samantha irá a casa ahora mismo. Le avisarás a la abuela. Llévate pocas cosas y vete a donde yo no pueda saberlo, ¿está bien? Y no confíes en nadie que se parezca a mí, o a papá o al abuelo. Mamá...

La conversación siguió de esa misma manera. Zack intentaba hablar por encima de todo lo que su madre expresaba y en otras circunstancias, él hubiese tenido paciencia y más fuerzas para controlar sus emociones. Pero el tiempo apremiaba y Zoey se dio cuenta de que por más que él lo explicara, su mamá no le prestaba la debida atención.

Llegó un punto en el que Sam dejó de llorar y se acercó a su hermano, más calmada y seria.

—Dame el teléfono —le exigió. Zack la observó un segundo, suspiró y disolvió el escudo.

—Mamá, Sam te lo explicará todo, ¿sí? Te quiero, las quiero a todas. Espero... —De pronto él se calló la boca. Se mordió el labio inferior y al final le entregó el teléfono a Samantha, que empezó a repetir mucho de lo que Zack había dicho minutos antes. Al final, terminó la llamada y lo observó, cansada—. ¿Entendió algo...?

—Está muy alterada, la escuchaste —dijo Sam, pasándose el dorso de la mano por las mejillas—. Llamaré a la abuela ya mismo para que se prepare.

—No piensen mucho a donde ir —le recomendó él—. Por si alguien las sigue, ¿sí? Si pueden ir lo más lejos posible, mejor. Tienen que huir lo más rápido que puedan.

Samantha asintió y Zack le palmeó un hombro, antes de acercarla para abrazarla. Ella se aferró a él como una garrapata, quizás intuyendo que se aproximaba la despedida.

Zoey suspiró y se esforzó para no llorar, mientras se metía más galletas en la boca. Zack merecía ese abrazo desde hacia mucho tiempo. Era todo el consuelo que ella nunca podría darle, porque no era parte de su familia.

También, se dio cuenta una vez que nunca le había dado la contención necesaria. Zack le había hecho creer que estaba bien y que la única que importaba era ella y se lo había creído durante meses. Por eso, a pesar de todo lo que estaba sucediendo con ellos, le aliviaba que pudiese saldar, aunque sea, una parte de todo el dolor que se había guardado para sí mismo.

—Tienes que irte, Sam. Zoey y yo tenemos que hacer algo aquí que no te gustará. Vete rápido a casa.

Samantha se separó de un golpe y miró a Zoey otra vez, quizás un poco consternada, pero no tan enojada como antes. Al final, le dio otro abrazo gigante a su hermano y lloró un montón más. Él la estrechó, cerrando los ojos con fuerza. Cuando habló de nuevo, su voz se oyó quebradiza, pero, a la vez, con muchísimo sentimiento.

—Te quiero, Sam —musitó. Desde donde estaba, Zoey pudo notar que tenía más palabras en la puta de la lengua, pero que decirlas implicaría más de lo que en verdad podía prometer. Podría asegurarle que se verían de nuevo, jurarle que regresaría a casa, pero no debía hacerlo. No podía. Ahí, Zoey también se dio cuenta de que definitivamente se había mordido la lengua antes de decírselo también a su madre. Había querido decirle lo mucho que esperaba volver a verlas, pero prometerles algo así después de todo lo que había ocurrido, era cruel.

Samantha ahogó un gemido en su cuello, pero fue imposible para ella saber si se daba cuenta de que quizás no lo vería nunca más. Si ellos fallaban, morirían de verdad. Notó que estaba llorando también cuando Sam soltó finalmente a su hermano menor y optó por darle la espalda antes de una despedida aún más fuerte.

Cuando empezó a alejarse, corriendo y limpiándose las lágrimas, Zack bajó la cabeza. Se miró las manos, se miró a sí mismo y a todo ese cuerpo prestado y no hizo falta que abriera la boca para que Zoey supiera que él estaba deseando más que nunca un cuerpo vivo que le permitiera marcharse con su hermana.

Por las dudas, ella se quedó en el suelo junto a Cra durante unos minutos más, hasta que Samantha desapareció de su vista y hasta que él salió de sus pensamientos. Solo bastó que la mirara para que comprendiera que su momento de reflexión consigo mismo había finalizado.

—¿Tenemos que abrirlas... entonces? —musitó ella, acercándose. Por un momento, se preguntó si había sido mejor comer antes o no. Después de todo, estaban por abrir tumbas con cadáveres o esqueletos.

Zack asintió y se giró hacia su tumba primero, lo que hizo que Zoey se tironeara del cabello despeinado. Iba a empezar por la más fresca, ironizó en su mente. Él estaba mostrando un lado bastante masoquista. 

Debido a que el ambiente que persistía en entre ellos era delicado, se tragó las quejas y esperó detrás de él a que Zack levantara la tapa de concreto de su tumba. Sin esfuerzo, la dejó a un lado y aunque Zoey de verdad no quería ver su cuerpo, se asomó por encima con una curiosidad culposa.

Sin embargo, lo que quiso comprobar era si el ataúd tenía puesta su tapa o no. Y allí estaba.

—La dejó desatornillada —comentó Zack, con tranquilidad, tocando la superficie para demostrar que se movía y que efectivamente, Peat la había estado toqueteando. La otra prueba estaba parada a unos metros, gritando en el interior de una burbuja brillante de color azul—. Qué detalle que al menos me haya cubierto de vuelta, eh.

Zoey ahogó un gemido y se dio la vuelta en cuando él comenzó a levantarla. No tenía ni idea de cuánto demoraba un cadáver en descomponerse dentro de un ataúd, pero estaba segura de que la haría vomitar.

En el momento en que él Zack soltó una puteada, supo que realmente había tenido razón y agradeció haberse volteado.

—No mires —le pidió él, con la voz tomada—. Me veo del asco. Ni siquiera me peinaron —acotó después, con un leve tono jocoso.

—¡Zack! —chilló ella, molesta ahora por la broma cuando ella se estaba esforzando por mantener las galletas dentro de su estómago.

—Me falta un ojo.

—¡CÁLLATE!

—Hablo en serio, me veo bien feo. Pensé que sería hermoso hasta descompuesto.

Zoey optó por alejarse de allí a grandes zancadas, tapándose la boca y tratando de apartar los recuerdos del Zack destrozado que mantenía en alguna parte de su cerebro. La mayoría del tiempo, trataba de bloquearlo. En algunas situaciones le parecía que no podía recordar todo con detalles, pero si recordaba su mirada perdida, su palidez, la sangre en el suelo. Pensar que el cuerpo que estaba en el ataúd era el resto de novio después de esa muerte tan dolorosa era una cuota de crueldad para la cuál ya no se sentía fuerte en ese día. Por lo general, tener a Zack entero y haciendo bromas siempre había ayudado a que desconectara a su persona de ese muerto de forma tan literal.

—Bueno, no estoy seguro de si se llevó muchos de mis huesos porque, ya sabes, estoy bastante destruido —anunció él, en voz alta, mientras ella apoyaba la cabeza en el tronco del árbol, junto a Cra—. ¿Estás bien?

—No —gruñó Zoey—. ¿Y entonces?

—Entonces podríamos habernos ahorrado este paso porque no tengo ni la menor idea de cuánto se robó. Supongo que no necesitaría muchos para hacer este tipo de magia. Puede tener este Zack solo —añadió él, echándole un vistazo a la marioneta—. O muchos más. Supongo que lo veremos mejor en mi padre y mi abuelo.

Zoey bufó y se quedó allí, en el árbol, hasta que escuchó como él tapaba el ataúd, se decía palabras bonitas a sí mismo y luego dejaba caer la tapa de concreto encima. Hubo un sonido de quebradura y después lo escuchó reírse.

—Ups, rompí mi tumba.

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