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Capítulo 24

Perdió la cuenta de todo el tiempo que Zack había estado corriendo. El palacio quedó atrás y las ruinas de la ciudad también. Las casas estaban espaciadas y el campo seco y oscuro que tenían por delante los exponía muchísimo.

Zoey no paraba de voltear hacia atrás, revisando con la poca luz que siempre tenían el perímetro. Si bien el abuelo de Zack había volado en pedazos, no sabía si Adam había tenido el mismo destino o no. Él podría estar persiguiéndolos.

—¿Dónde está la ciudadela? —preguntó ella, mirando hacia el frente. Cranium seguía rebotando en sus brazos, entre ella y la espalda de Zack.

—No lo sé —admitió Zackary, bajando la velocidad al fin después de un largo rato—. No veo más que las montañas a un par de kilómetros.

—Paremos.

Se detuvieron y pusieron a Cranium en el suelo. Zoey creó huesos para él, con el afán de animarlo. El perrito se quedó quieto y apenas si le prestó atención; se los quedó mirando a ellos, en silencio.

—¿No tienes hambre, Cra? —preguntó Zoey, agachándose junto a él. Terminó sentándose en el suelo, cansada, y Zack la imitó. Después de todo, mientras tuviesen el escudo a su alrededor, podrían sobrevivir.

Cranium ya no temblaba como antes, pero parecía estar un poco confundido aún. Se tomó un minuto entero antes de contestar.

Esos huesos eran malos, malos. Se parecían a Lapis Exilis —murmuró, con la cabeza gacha. Entonces, sí miró sus huesitos de regalo, los que Zoey había hecho.

—Sí —le contestó Zack—. Los hizo ese hombre que vimos en la iglesia, ¿recuerdas? Huimos de él porque es malvado y quiere destruir a Lapis Exilis.

Cra se recostó y puso el hocico sobre sus regalos, pero no se los comió. Ahora, parecía cansado.

—Creo que no hay que presionarlo —musitó Zoey, después de dejar salir un suspiro. Cranium no era humano, ni siquiera sabían cómo era que vivía, si es que estaba vivo, y había recibido muchos golpes en el último rato. Quizás si podría desajustarse algo entre la unión de sus huesos y cartílagos—. Démosle un momento —le recomendó a Zack.

Se quedaron en silencio, tratando de acomodar sus ideas, hasta que Cra empezó a mordisquear la puta de una tibia. En ese momento, los dos miraron a su alrededor, al campo seco ya sin pastos que quizás alguna vez habría tenido una plantación próspera.

—¿Crees que pueda vernos con el brillo de mi escudo? —preguntó Zoey, entonces, mirando hacia lo poco que se veía del reino—. Si es que no le di a Adam.

—Puede ser, también puede estar aún buscándonos por la ciudad —respondió Zack—. Tenemos que considerar, ahora, si lo que Peat no desea es que nosotros justamente salgamos por ese portal.

Ella apretó los labios. No tenían manera de averiguarlo, tampoco muchas opciones. Salieran o no por allí a su propio mundo, Peat podría enviar miles de marionetas más por ellos si ya había descubierto cómo hacer entrar dos.

—Supongo que... tendremos que ver qué pasa —contestó.

—Tampoco sabemos a dónde nos llevara este portal en sí. Podría salir en Rusia —exclamó él.

—No cambia nuestro futuro —le indicó ella—. Después de todo, no sabemos qué hacer a continuación. No tenemos más pistas... —añadió, acordándose de pronto todo lo que no había podido decirle a Zack por culpa de los ataques—. A menos que consideres mis visiones como pistas.

Zackary levantó la cabeza y frunció el ceño, confuso.

—¿A qué te refieres? ¿A lo de los templarios?

Zoey le hizo un gesto con la mano para indicar que por un lado sí, y por el otro no.

—Tiene que ver con nosotros dos.

Él continuó viéndola con una expresión extrañada, pero se quedó callado y espero a que Zoey abriera su mochila para buscar una botella con agua fresca que por suerte había llenado en la mañana, antes de todo eso.

Ella se tragó toda el agua que puso y exhaló con brusquedad. Había muchas teorías que estaba trazando en su cabeza y en ese mismo instante, incluso podía incluir a Adam y al abuelo de Zack en ellas.

—Básicamente, tuve otras visiones, en donde conocí qué papel tiene J. D. Clarence en toda esta historia. Y en especial, es importante para nosotros. Él se llevó el dije muchos años antes de la fundación de la logia. Tuvo hijos con indígenas incluso antes de que llegaran los colonos. Su descendencia se multiplicó y se extendió por el país —explicó, bajando la botella—. En resumen, por un lado, un descendiente fundó una logia basada en lo que J. D. Clarence trasmitió a sus hijos, y por el otro, más descendientes fueron olvidando de dónde venían. Ahí es cuando entramos nosotros. Tú, tu padre, tu abuelo y tus hermanas, descienden de un Clarence. Yo, desciendo de otro.

Zack la miró, en silencio; se miró las manos y luego alzó los ojos de vuelta hasta su rostro.

—¿Me estás diciendo que me acosté con mi prima? —zanjó.

Ella se dio con la botella en la frente. ¡De todo lo importante que había dicho, Zack solamente se preocupaba de un parentesco que, hacia décadas, y quizás aún más, estaba trunco!

—¿Me estás jodiendo? ¿Eso te preocupa?

—Nuestros hijos podrían salir fallados, Zoey —replicó él, inclinándose para adelante. Allí, ella le revoleó la botella a la cara. Cranium se sobresaltó y soltó el hueso que estaba masticando.

—¡Tu y yo no podemos tener hijos, imbécil!

Zack atajó la botella y arqueó una ceja, a punto de decir algo que luego se guardó. Zoey pensó que, quizás, iba a hacer referencia al deseo de ella de darle un nuevo cuerpo. Tal vez ahí eso tendría algún tipo de validez.

—Pero ese no es el asunto —siguió ella—. El asunto es que es definitivo que Clarence desciende del rey. Por eso te pareces a su hijito.

—¿Por eso ambos somos rubios? —replicó el muchacho, cruzándose de brazos después de dejar la botella en el suelo—. No me digas que Clarence también lo es.

—Zack, por Dios —gimió Zoey, acercándose para darle un coscorrón—. Estoy hablando en serio. Los dos descendemos del rey, ¿entiendes? Tu y yo hemos estado relacionados al dije incluso desde antes de nacer. Ya ni siento que todo esto sea una coincidencia. El hecho de que termináramos en la misma escuela, que fue construida sobre un templo, con un posible portal de por medio... ¡En una escuela en la que Peat no podía entrar, Zack! ¿No lo ves?

Él estrechó los ojos y al final asintió.

—Y Peat tampoco puede entrar aquí.

—Pero Adam, tú, tu abuelo, yo y obviamente Clarence y todos esos templarios sí —replicó ella, poniéndole las manos en los hombros—. Hay una relación en todo esto y estoy segura de que por eso tengo las visiones. Es importante que sepamos quién era Clarence y qué papel nos toca interpretar. No somos una coincidencia —repitió.

—Por eso... podría haber usado los huesos de mi abuelo y de Adam para que entraran por él —musitó el muchacho, poniéndose de pie.

—Ya sabemos que el portal debe de abrirse sin el dije también —contestó Zoey, siguiéndolo. Los dos se pusieron a dar vueltas dentro del campo de fuerza, tratando de puntuar todas las ideas serias e importantes y que no tuvieran que ver con el parentesco de ambos—. ¡Si no, el segundo grupo de templarios, el que se llevó el arca, no podría haber ingresado porque el dije lo tenía Clarence y los suyos!

Les llegó un estruendo desde el reino. Ambos se detuvieron y Cranium se irguió, atento y asustado otra vez. Miraron a la lejanía, calculando la distancia recorrida y cuánto les quedaba a ellos por avanzar, hasta que el estruendo se repitió y el suelo tembló.

—Creo que el castillo se está derrumbando —aventuró Zack.

—O puede que Adam siga entero —dijo Zoey, yendo por la botella de agua, que había quedado tirada en el suelo—. En cualquier caso, podría vernos fácilmente desde el final de la ciudad, por el brillo de mi escudo.

Esta vez, ella misma puso un hechizo sobre sus cosas, para que flotaran y marcharan detrás de ellos, y tomó a Cranium en brazos sin avisar.

¿Mis huesos...? —preguntó el perrito, pero Zoey solo le acarició las feas orejas.

—Tenemos que ir a la ciudadela, Cra. ¿Es por allí? —le dijo, señalando las montañas.

Cranium olfateó el aire en esa dirección y luego giró un poquito su cabeza hacia un costado, unos metros más hacia un lado.

Ciudadela por ahí, cerca del río. El portal está en la ciudadela.

Zack tomó nota del sector indicado e invitó a la muchacha a subirse a su espalda. Un minuto después, ya estaban corriendo lejos de allí.

Zoey volvió a mirar hacia atrás, pero no se vio nada en particular ni se escuchó más nada. De todas formas, pensó, volviendo la vista hacia las montañas, aunque Adam no estuviese ya allí, aunque ella le hubiese dado, no tenían donde quedarse ni nada más que hacer en el reino. En realidad, tenía la sensación de que todo lo que ese palacio podía darle ya lo había agotado. Lo mejor era buscar nuevas pistas, quizás algunas leyendas sobre la ubicación del Arca de la Alianza.

La ciudadela apareció entonces unos diez minutos después. Hasta ese momento de su vida, Zoey nunca había visto una en vivo y en directo y se dio cuenta de que se había imaginado algo completamente distinto. La ciudadela en realidad era lo que Cranium llamaba el final del reino. Era un pueblo pequeño, intrincado y apretado, que estaba todavía en pie, y que acompañaba a una gran muralla que protegía al reino. La misma se perdía en la oscuridad, más allá entre las colinas que empezaban a crecer hacia las montañas.

—Al parecer nosotros estamos del lado de adentro de la ciudadela —explicó Zack, cuando ella preguntó al respecto—. Es como el final de una capital. Y no estaba tan lejos como Cranium me hizo creer —bufó después, pero el perro ni se dio por aludido.

Zoey tampoco se entretuvo mucho con el tema, aunque la verdadera razón por la cuál habían pasado tanto tiempo en el reino, en primer lugar, tuviese que ver con la supuesta lejanía del portal. Al fin y al cabo, esos días habían sido bastante productivos.

—¿Por qué querrían tener murallas aquí? —susurró, mirando las sombras oscuras que los muros proyectaban sobre la ciudadela y el campo, pero no obtuvo respuesta.

Cranium se sacudió, cuando llegaron a las primeras casas, con sus calles angostas como pasajes, y terminó bajándose de los brazos de Lapis Exilis.

¡Portal por aquí! —avisó.

—Ya parece él mismo —musitó Zack, caminando detrás de él.

Cra los guió por las callejuelas hasta la muralla, donde, en vez de tener una puerta que permitiese pasar al lado, tenía unos grandes arcos de piedra cuyo interior estaba tallado con palabras en el idioma del dije. Era muy parecido al que habían encontrado bajo el Antiguo Fuerte.

Cuando Zack la bajo, ella se acercó de inmediato al portal. Sin embargo, antes de que pudiera poner los dedos sobre la pared, él la había sujetado de la cintura.

—Dos cosas a tener en cuenta: No sabemos dónde puede dejarnos este portal, como lo más inofensivo. En segundo lugar, Peat puede estar del otro lado. Puede ser una trampa. ¿Estamos listos para eso?

Zoey bajó la mano y lo pensó un momento. Días atrás, había tenido discrepancias consigo misma sobre si lo mejor era salir o quedarse. En ese momento, no podía tampoco estar segura de qué era lo mejor para ellos.

—O salimos por este portal o nos caminamos kilómetros y kilómetros otra vez para buscar otro que quizás sí nos deje en Rusia —murmuró ella—. ¿Cuál crees que sea la mejor opción?

Zack se rascó la barbilla y la soltó lentamente.

—Cualquiera de las dos opciones es en realidad un riesgo —comentó—. Peat podría estar enviando más de estas marionetas por cualquier portal. Podría tener marionetas esperándonos del otro lado. Si creemos que puede estar usando a gente que tiene relación con el dije y este lugar, podría usar a todo el colegio.

—Sea el caso que sea, siempre estamos jugados —asumió ella, esta vez avanzando hacia el portal sin que él la detuviera.

Mantuvo su escudo en alto, lo más fuerte posible, y puso las manos en el muro dentro del arco. Recitó la profecía y el portal respondió a su magia con rapidez, abriendo el paso al otro mundo y dejando ver un entorno lleno de matorrales y sol. Parecía un bosque bajo.

—Iré a controlar —dijo Zackary, dando pasos hacia delante.

Zoey extendió su coraza hacia él y cuando Zack estuvo del otro lado, husmeando entre los pastos y algunos árboles, sintió un ruido a sus espaldas.

Giró la cabeza, con un escalofrío recorriéndole la columna, creyendo que incluso podría encontrar a Peat ahí mismo. Pero detrás, en el pequeño callejón que los había conducido hasta allí, no había nadie.

Se quedó muda, tensa, inmóvil, mientras Cranium también giraba la cabeza hacia atrás, olfateando.

Huesos... —musitó, justo antes de que Adam saliera de entre las sombras.

—Carajo —susurró Zoey, girándose para enfrentarlo. No le había dado y no estaba segura de tener tan buena puntería a esa distancia—. Cra, ve con Zack.

Cranium no esperó ni dos segundos para correr hacia el portal y, con un gesto de los dedos, Zoey envió a sus flotantes cosas hacia el otro lado. Como no escuchó ninguna replica por parte de su novio, supuso que él estaría todavía revisando el perímetro, ajeno a la llegada de la marioneta de Adam.

Eso significaba que tenía que arreglárselas solas por ese instante. O lo dejaba encerrado ahí, o lo destruía de una buena vez por todas. Ajustó su posición mientras Adam caminó hacia ella y trabó los pies en la tierra del suelo. Necesitaba estabilidad y tiempo. Mientras más se acercará, más certero sería su disparo.

Estiró las manos hacia delante y contuvo el aliento. Entonces, cuando estuvo a punto de atacar, escuchó un golpe seco que provenía del portal. Giró la cabeza y dejó caer la mandíbula.

El abuelo de Zack estaba trepado a la muralla, aferrándose al arco de piedra.

—¿Qué...?

Estaba segura de que lo había destruido en el reino, pero por alguna razón que no llegaba a comprender, él estaba de vuelta allí, enterito y mirándola con una expresión neutra, igual que antes.

Se quedó apenas un segundo con la boca abierta, presa de la sorpresa, pero en ese mísero momento, él empezó a romper el arco, tal y como había intentado destruir el palacio con anterioridad. El portal comenzó a parpadear a medida que el arco se resquebrajaba y Zoey solo atinó a dirigir sus manos hacia la marioneta. A ese paso, él destruiría el portal y ella quedaría atrapada adentro.

—¿Zoey? —escuchó que Zack decía, antes de verlo aparecer a través del paso—. ¿Qué...?

Se dio cuenta de que la mejor opción era otra. Tenía que apresurarse y correr hacia Zack. Intentar destruir al abuelo del muchacho otra vez era más peligroso.

Se lanzó hacia delante, levantando a la vez una mano para dirigir un escudo a la marioneta y apartarla del portal antes de que siguiera destruyéndolo. Al menos, tenía que conseguir evitar más grietas para poder pasar.

El abuelo Collins salió volando. Se estrelló contra un muro de la ciudadela y Zoey, sin dejar de correr, miró a Zack, que apenas estaba comprendiendo lo que sucedía.

En esos escasos segundos, mientras acortaba la distancia, sintió en su escudo los desesperados intentos de Adam por detenerla. Le lanzó piedras a ella y luego al paso, intentando cerrarlo de cualquier manera posible.

Ella solo expandió la coraza hasta cercar el arco en la muralla y un momento después, aterrizó en los brazos de Zackary.

—¿Qué demonios...? —dijo él, abrazándola—. Adam nos alcanzó.

—No solo él —jadeó Zoey, irguiéndose y mirando el portal del lado de su propio mundo. Era la ladera simple de una montaña. La roca tenía múltiples texturas, pero era algo natural. No había ningún arco que marcara que allí había algo a lo que prestarle atención.

Sin pensarlo demasiado, envió su magia al paso, que todavía yacía abierto, aunque protegido por su escudo, y reprodujo la profecía en su mente. Entonces, la visión de Adam tratando de alcanzarlos desapareció y todo quedó en silencio. Bueno, el silencio de la montaña, con los cantos de los pájaros y algún otro sonido de un animal todavía sin identificar.

La roca donde antes había estado el portal tenía una pequeña marca que ahora se podía ver. Una leve y vieja talladura en la piedra que podría haber pasado como una curiosidad para muchos de no saber que tenía algo que ver con magia.

Se quedaron los dos en la misma posición, observando la marca en silencio: él sosteniéndola y ella tratando de estabilizar sus pulmones. Entonces, cuando pudo ponerse de pie, Zack le sacudió la ropa.

—Tienes polvo por todos lados.

—Eso es lo de menos —murmuró ella, sacando la botella de agua de una de las maletas con una orden mental. Voló hasta sus manos y se ahogó con la frescura del líquido para recuperarse—. Apenas corrí dos o tres metros, ¿porqué tengo tanta sed? —musitó, cuando bajó la botella.

Zack apretó los labios y se rascó la barbilla.

—¿Quizás porque en realidad llevas más de un rato haciendo magia? Sigues siendo humana y mortal, Zo.

—No como las marionetas —replicó Zoey, usando también el agua para lavarse un poco el rostro—. La de tu abuelo estaba enterito ahí otra vez.

La expresión de su novio fue de pura perplejidad. Se quedó con la boca abierta casi un minuto, hasta que ella se agachó para guardar la botella y buscó a Cranium con la mirada. Él estaba agazapado detrás de unos arbustos, todavía a la espera de que le dijeran que estaba a salvo.

—No jodas... —susurró él—. ¿Hablas en serio? ¿Se recompuso? Lo destruiste.

Zoey se sentó en el suelo y llamó a Cra con los dedos. En seguida, él acudió a su encuentro.

—Pues parece que están hechos de algo que permite que sigan armándose a sí mismos.

—Lo sé, yo le quité el brazo a Adam y se lo puso como si nada. ¡Pero lo hiciste explotar! —exclamó Zack, rodeándola para quedar frente a ella—. No es lo mismo. Explotar es algo serio.

Acariciando el cráneo de su buen amigo peludo, Zoey se mordió el labio inferior.

—Si tu explotaras... ¿podrías volver? —dijo.

Él se quedó un momento pensando y su expresión lo dijo todo al final. Parecía que Peat había podido recrear la magia que había traído a Zack del otro mundo, aunque sin almas, por supuesto. En el caso de Zackary Collins, la única manera de destruirlo era destruir también el alma que ocupaba ese cuerpo. En el caso de las marionetas, como no tenían espíritu, la única opción era destruir a Peat.

—Si tiene un ejercito de estas cosas, estamos jodidos —murmuró él.

—Creo que tenemos que averiguar qué tan serio es todo esto —dijo ella, tomando aire—. Podría tener copias de un montón de gente en todas partes. Podría tener otra de tu abuelo, de tu padre... Y podría enviarlas a buscar a nuestras familias.

—Si necesita huesos, cualquier persona muerta podría ser una marioneta —contestó el muchacho, ordenando a las maletas a moverse otra vez—. Lo que quiere decir que Peat tendrá justo lo que quiere, que volvamos a casa como si fuésemos ratas.

Zoey también se puso de pie y Cranium, atento a todo, se quedó pegado a su pierna.

—Pero tenemos que asegurarnos que estén bien. Tienes que advertirle a tu familia que ningún Zack que aparezca por casa eres tú.

Zack se puso repentinamente pálido y aunque a Zoey le causó curiosidad el cambio en la expresión de todo su cuerpo, guardó silencio. Él acababa de darse cuenta de que fácilmente Peat podía retirar huesos de su propia tumba para crear una copia.

—Tenemos que ir, por muy irónica que suene tu idea —musitó él, mirando un punto fijo en el suelo. Pues claro, que Zack, que estaba muerto, advirtiera a su familia sobre confiar en un cuerpo falso... era algo irónico—. Y tenemos que asegurarnos de desaparecer mis restos, si es que Peat no los tocó ya. Aunque... mi abuelo, mi papá y yo estamos juntos en la misma parcela.

Zoey se calzó la mochila azul sin dudarlo. Ni siquiera sabían dónde estaban, para empezar, pero no tenían más opciones que moverse lo más rápido posible para averiguar qué sucedía.

—Entonces, debemos estar preparados —le dijo, con una mueca.

Zack no contestó y comenzó la marcha por la montaña, buscando un hueco entre los árboles que pudiese funcionar como sendero. Enseguida, ella marchó detrás de él, con más lentitud y buscando espacios seguros para caminar. Cranium, por su parte, fue cuidadoso y no corrió ni un poco. Durante el primer rato, ninguno dijo nada. Parecía que la impresión los había dejado mudos. La idea de que pudiesen cruzarse con un montón de personas fallecidas de su entorno, incluyendo a Zack mismo, era un poco cruda.

Después de unos veinte minutos y de que Cranium se cayera desde una roca, golpeándose la cabeza contra el suelo, Zoey optó por cargarlo y Zack terminó cargándola a ella para sortear mejor los riesgos del camino. Solo después de otra hora, escucharon un murmullo lejano.

—¿Voces? —dijo ella, cuando se detuvieron a escuchar.

Eran personas, sí, y por suerte, hablaban español.

Se quedaron en silencio, agazapados tras unos matorrales, hasta que fueron capaces de vislumbrar a un grupo de montañistas que deambulaban más allá. Parecía que había realmente un sendero y que todos iban colina arriba.

—Oye, ¿escuchas bien lo que yo escucho? —dijo Zack, en su oído.

Zoey asintió.

—¡Son argentinos! —exclamó, emocionada. Había una mezcla de acentos en ese grupo, pero todos ellos eran nacionales, lo que solo podía significar que estaban en casa otra vez.

—¿Es un recorrido turístico? —preguntó Zackary, al aire, cuando se alejaron un poco.

Aprovecharon el instante para alcanzar el sendero y entonces pusieron un hechizo sobre Cranium, para que se viera como un perro normal, y sobre las valijas para hacerlas invisibles y no tener que fingir que las cargaban.

A partir de allí, pudieron hacer el trayecto montaña abajo de forma más cómoda, pero cuando se cruzaron con un grupo que subía y miraron a Cranium de mal modo, Zoey se apresuró a alzarlo. Fue en aquel momento cuando el guía que llevaba a los senderistas les llamó la atención.

—Están prohibidas las mascotas —espetó, con un claro acento de una provincia central del país—. ¿Quién los dejó pasar con ese perro? Esto puede ameritarles una multa.

Zoey miró a Zack, de reojo, porque solía ser él quién siempre se inventaba los mejores cuentos. Sin embargo, Zack no tuvo ninguna buena excusa para ello hasta que el guía insistió en que un compañero suyo, un junior, bajara con los muchachos hasta el pie del cerro para imponerles dicha multa.

—Oiga, no sabíamos —terció Zack—. Ya nos vamos, no tiene porqué cobrarnos nada.

—¿Y dónde están sus entradas? —siguió el hombre, mientras el grupo de gente al que llevaba se impacientaba.

—¿Entradas? —preguntó Zoey, sujetando mejor a Cra.

—¿Es que encima no pagaron?

En primer lugar, no sabía exactamente dónde estaban, así que menos hubieran supuesto que tenían que pagar para estar allí. Esa suposición por parte del guía irritó más a los senderistas que sí habían abonado el ingreso a la montaña y Zoey se preguntó si no podría borrar la memoria de esas personas.

—Claro que pagamos —exclamó Zack, de pronto, metiéndose la mano en un bolsillo y sacándola sin nada en ella, pero todos se quedaron viendo sus dedos como si de verdad pudiesen ver un par de entradas. Probablemente, una ilusión de la cuál Zoey ya no podía participar.

—Entonces escondieron al perro —se jactó el guía, que no pensaba dejárselas pasar por nada del mundo.

—¿Cómo podríamos haber escondido semejante perro? —Zack señaló a Cra con una expresión incrédula. El perrito del infierno volvía a verse como un Beagle y ciertamente no era fácil de esconder—. ¿No es quizás esto responsabilidad de quienes nos cobraron las entradas y no dijeron nada sobre nuestro perro? —añadió él, con soltura—. No es nuestra responsabilidad si nadie nos avisa.

Por un momento, la cara de los encargados fue de pura estupefacción. Mientras más indignado parecía Zackary y señalaba lo complicado que era evitar que nadie los hubiese visto pasar con un perro de ese tamaño, menos seguro de sí mismo parecía.

—Hay carteles abajo —se metió una senderista, que claramente venía de Buenos Aires Capital.

—Yo no los ví —replicó Zoey, alegrándose de poder meter bocado y de no quedar como una boba.

En ese momento irritante, más personas se metieron a debatir la existencia de los carteles y el guía principal insistió en bajar con ellos al pie de la montaña para resolver ese asunto. Cuando Zack aceptó, todavía con su actuación de indignado, Zoey le dio un codazo.

—Nos escaparemos cuando lleguemos abajo —le susurró él.

El grupo de senderistas finalmente siguió con el guía junior hacia arriba y ellos se limitaron a seguir al hombre que no paró de hacer comentarios molestos sobre el perro, sobre la gente irresponsable y sobre las heces que seguro no recogieron de su mascota. Por un instante, Zoey tuvo ganas de decirle que Cranium no hacia del dos. Ni del uno, llegado al caso.

Siguiendo el camino, llegaron a la base de la montaña en un santiamén, solo para descubrir que más bien era un cerro y que se trataba de uno muy famoso en Argentina. Nada más y nada menos que el Cerro Uritorco, en la provincia de Córdoba, conocido por la supuesta visita de alienígenas y la existencia de portales mágicos a otros mundos.

—Qué irónico —murmuró Zoey, apretando el paso detrás de Zack y sujetando mejor a Cranium, que giraba la cabeza de un lado a otro, olfateando el aire y a los turistas que se cruzaban—. Mantente así, Cra, calladito —le recordó al perro.

—Estamos casi en nuestro momento —murmuró Zackary, señalando hacia delante, cuando el guía no los veía. Cruzando un riacho pequeño, casi seco, entre los árboles, había un improvisado estacionamiento y una caseta de cobranzas con varios carteles; entre ellos, aquel que indicaba que nos se permitían perros—. Creo que la gente de este país ya está bastante alarmada con mi aparición en las cámaras estando muertos. ¿Qué tal si desaparecemos? —añadió, poniéndose a su altura.

Zoey lo miró de reojo y ralentizó el paso. Eso era bastante sencillo y no tan complicado; después de todo, sus maletas y bolsos invisibleS los seguían, flotando, y nadie se había dado cuenta.

—Ahora mismo —aceptó ella, apenas haciendo un gesto con el dedo índice para extender su magia hasta ellos. En un segundo, fueron invisibles.

Él la tomó en brazos, como una princesa en apuros,acomodó bien a Cra sobre su regazo y se echó a correr. Cuando el guía se diocuenta de que no estaban detrás, ellos ya habían alcanzado la caseta yesquivado varios autos que llegaban al pie del cerro Uritorco para vivirextrañas experiencias. Al menos, para el guía y para los turistas que en esemomento los habían visto desaparecer, esa sí que sería una buena historia quecontar. 

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