Capítulo 23
Algo mareada, Zoey permaneció sentada frente a la estatua con Cra olfateándola como un desquiciado, muy preocupado por ella. Simplemente, sentía que no tenía la fuerza para ponerse de pie así nomás. Todo lo que creía conocer de sí misma había dando un vuelco importante y ya no podía creer que el dije hubiese terminado en sus manos por un error.
De alguna forma, tanto ella como Zack habían terminado en la misma escuela, en el mismo sitio rodeado por una mística magia y secretos empolvados de una logia templaria. Los dos habían sido portadores y los dos descendían de la misma persona, que más de 400 años antes había estado allí, en el mismo sitio.
Ella no era una inocente ten todo ese asunto. Ella era un eslabón importante de una cadena que desconocía, pero era obvio que la familia de Zackary Collins no era tan ajena a su propio papel.
No supo cómo sentirse al respecto. Por un lado, volvió a sentir rabia por estar metida en un asunto que aún así no debería tener que importarle solamente por ser "hija de...". Era como arrastrar pecados y deudas familiares que no le correspondían. Pero, por otro lado, más en el fondo, sabía que el motivo real de todo aquello era otro. Después de todo, era ella la que estaba fusionada con el dije, la que ahora era el Lapis Exilis y eso tampoco podía ser una coincidencia.
Fue entonces cuando se puso se pie, reteniendo esa última sensación de responsabilidad que crecía en su pecho. Sí era una deuda familiar y quizás era muy justa. Sus antepasados se habían esmerado en mantener el dije lejos de Peat y se sacrificaron de incontables maneras para que, al final, ella estuviese allí, viva. Incluso Zack y su familia se había sacrificado así misma por un bien mayor. Los dos eran quienes tenían que terminarlo todo.
—Estoy bien, Cra —le dijo entonces al perrito, con la voz ronca. Cranium hizo un sonido extraño de angustia—. No te preocupes.
Se pasó las manos por la cara y descubrió que de la impresión se le habían escapado algunas lágrimas. Se apresuró a recomponerse, a tomar aire y a encontrar valor para contarle todo a Zack sin volverlo loco.
En sí, era un motivo para enloquecer. Ella podía creer que quizás ese era su destino, pero no sabía cómo reaccionaría él y si le pasaría lo mismo que a ella, obsesionándose aún más con el cuaderno y con las pistas sueltas que unían de a poco. Le pareció, de nuevo, que tenían que tomárselo con calma ahora que sabía porqué J. D. Clarence era tan importante para la logia, para ellos.
—Todo está bien —repitió, pero más bien para ella misma.
Levantó la mirada, dispuesta ya a marchar y se encontró con otra visión ingresando en el vestíbulo. Un hombre con prendas simples, como una camisa de popelín blanca y pantalones grises, estaba en el umbral del vestíbulo, entre ella y las escaleras que llevaban a la habitación.
Él se parecía increíblemente a Zack y por ende al antiguo rey. Por eso no dudó que fuese algún recuerdo importante que el dije quisiera mostrarle. Tenía el cabello rubio peinado hacia atrás y aunque era mayor que ella, era también bastante joven. Parecía, en realidad, un hombre sacado de la década del cincuenta.
Se quedó esperando a que la visión avanzaba, mientras se preguntaba si ese hombre habría tenido el dije en aquellos años y hubiese abierto un portal para ingresar a ese mundo. Pero luego, se dijo que, de haberlo hecho, tendría que haber abierto el portal en Rosslyn, al menos y para los años cincuenta El dije estaba en Argentina, no en Escocia.
Fue cuando empezó a dudar de su visión que notó que Cranium retrocedía porque él estaba viendo lo mismo que ella. El hombre dio pasos dentro de la sala y con sus pies pateó escombros que rodaron casi hasta la estatua; el sonido fue real, tan real como él.
—¿Qué...?
Entonces, saltó hacia ella y Zoey tropezó, del susto, con Cra, que se había escondido tras sus piernas. El hombre se estrelló contra lo que quedaba de la enorme estatua y ella solo amagó a levantar un escudo antes de que algún escombro la golpeara. Cuando el polvo bajó solo un poco, pudo ver desde el suelo al tipo dándole golpes interminables a su coraza brillante.
—Lapis Exilis —gimió Cranium, que había terminado con todo el pelo de Zoey sobre su propia cabeza pelada—. ¡Malo, malo, malo! Huesos, tiene huesos.
—¿Qué? —dijo ella, irguiéndose un poco, confundida.
No lograba entender nada, pero sí tenía lo suficientemente claro que él estaba allí para matarla y que, fuera quién fuese, no podía dejar que lo lograra. Levantó la mano en el aire, la apuntó hacia él y extendió el escudo a una velocidad que la sorprendió y la llenó de orgullo a la vez. El hombre salió volando y chocó contra una de las paredes del castillo, junto a la puerta del vestíbulo.
—Vamos con Zack —le dijo al perrito, levantándose de una vez.
Disolvió el escudo sin pensarlo en realidad, creyendo que ese golpazo sería suficiente para frenar a cualquier persona. Pero, antes de que llegaran al umbral, el tipo se levantó del suelo como una marioneta, retorciéndose de formas poco normales, lo que asustó aún más a Cra.
—¡Huesos, huesos! —chilló él, con espanto, y lo cierto es que jamás ella creyó que él diría esa palabra con tanto terror.
—¿Qué demonios es esto? —gruñó.
Bueno, vivo, en definitiva, no estaba. El tipo se enderezó del todo y la observó. Tenía los ojos grises también. Era tan igual a Zack que impresionaba.
—¿Quién eres? —susurró ella, aunque sabía que el ataque vendría primero que cualquier respuesta. Otra vez puso su escudo para protegerse y lo utilizó de nuevo como una herramienta para alejarlo de sí misma. Lo lanzó al otro lado de la sala, más allá de la estatua ahora totalmente destruida, y apuró a Cranium a correr.
Llegaron a las escaleras lo más rápido que pudieron, pero al alcanzar el primer rellano los escalones de abajo desaparecieron con una explosión. Cranium perdió el equilibrio y casi cae el agujero que se había formado tras ellos. Zoey lo cazó de una pata y rogó que él no se desarmara al agarrarlo de esa manera. Interpuso un escudo otra vez entre ese tipo y ellos y cargó al perrito hacia arriba.
Ya en el pasillo, escuchó a Zack gritar. Después alguien salió despedido a través de la puerta de su habitación y se estrelló contra una de las paredes, que no pudo resistir el impacto y se derrumbó.
Ella se quedó inmóvil, sin saber qué había pasado y si el que estaba bajo los escombros era Zack. Pero un segundo después, él salió por la puerta, con una expresión de espanto que se alivió solo un par de segundos al verla.
—Zoey, ¿estás bien?
—Un tipo loco y anormal me persigue —contestó ella—. Pero estoy bien.
Zack tronó los dedos hacia el interior de la habitación y sus cosas salieron flotando por la puerta, mientras él corría hasta ella.
—Nos largamos.
—¿Qué está pasando? ¿Te atacó alguien? —preguntó Zoey, cuando él empezó a empujarla en dirección a las escaleras que llevaban a la sala del trono. Apenas lo dijo, el atacante que había quedado sepultado se descubrió con una fuerza impactante. Los pedazos de roca saltaron hacia ellos y Zackary los mantuvo a raya con sus propios poderes, golpeándolos con las manos y ases de luces. Pero cuando él salió de entre los escombros, Zoey pensó que nada podría haberla preparado para eso.
Adam Smith tenía los ojos oscuros, casi negros, clavados en ellos. Se movía exactamente igual que el tipo rubio que había ido tras ella, como si fuese una marioneta o un robot muy resistente. No parecía percatarse de nada más que de sus objetivos.
—No es cierto —murmuró Zoey, reteniendo un escalofrío.
—No está vivo —dijo Zack, pero eso era bastante obvio. El otro, aunque Cranium le hubiese olfateado huesos, tampoco—. Y resiste cualquier cosa.
—¿Cómo entró aquí? —le dijo ella, pero Zack solo la empujó hacia las escaleras y no hizo preguntas cuando oyó los golpes que el otro atacante daba en el escudo de Zoey en el primer rellano.
Corrieron escaleras arriba y los bolsos los siguieron flotando.
—Tienes que lanzarle uno de esos rayos de energía —le dijo él, mientras subían—. Le di golpes terribles y traté de dislocar su brazo, pero él es como yo, ¿entiendes? Su cuerpo es inmortal.
—¿No te reconoce?
—Es una marioneta —replicó Zack, cuando llegaron el piso superior—. Yo no creo tener el poder para destruirlo.
Adam los alcanzó en la sala del trono y ambos se giraron hacia él. Pero antes de poder realmente destruirlo como Zack pretendía, ella solo puso un escudo para mantenerlo apartado.
—Por eso se llevó su cuerpo —dijo—. Peat se llevó su cuerpo y está utilizándolo.
—Tiene huesos, huesos —exclamó Cranium, bajo el brazo de Zoey—. ¡Él también tiene huesos!
—Ha tomado partes de él —dijo Zack.
Escucharon otra explosión en el piso de abajo. El suelo se sacudió y Zack sujetó a Zoey de la cintura. Un par de segundos después, el otro atacante estaba subiendo las escaleras y recorriendo los pasillos hasta ellos.
—¿Rompió la pared para esquivar mi campo de fuerza? —musitó ella, entonces tomando la precaución de extender su coraza. La misma dejó de abarcar solo la puerta, sino que los rodeó por todos los flancos.
—Son máquinas —masculló Zackary, justo cuando el otro alcanzaba el umbral. Entonces, dio un respingo y los dedos que tenía en la cintura de Zoey se crisparon—. No...
—Se parece a tí —le dijo Zoey, cuando él empezó a empujarla hacia atrás.
Él tragó saliva.
—Es mi abuelo.
Ella giró la cabeza hacia Zack, con violencia.
—¿Qué? —gaznó. El hombre se veía joven y aunque parecía la versión de Zack sacada de los años cincuenta, no entendía cómo podría ser su abuelo si, al fin y al cabo, este había muerto de anciano. Adam no se veía, bajo esa misma lógica, como un crío de diez.
—He visto muchas fotos de mi abuelo y soy igualito a él —replicó Zack, levantándola por la cintura y llevándola más allá del trono, hacia el balcón. Zoey acomodó a Cranium en sus brazos y no se quejó. A medida que retrocedían, el escudo lo hacia con ellos, por lo que Adam y el abuelo joven de Zack ingresaron al recinto—. Sé que es él. Ni mi padre se le parecía tanto.
—Tiene que ser una joda. ¿Peat manda a Adam y a tu abuelo a cazarnos?
—La pregunta, además de esa, sería cómo demonios los hizo entrar aquí.
La marioneta de Adam pegó un brinco insospechado. Se trepó a una de las paredes y arrancó un trozo gigante, del tamaño de un perro bóxer, de las columnas que sostenían lo que quedaba del techo como si estuviese partiendo una galleta con los dedos. Al mismo tiempo, el abuelo de Zack clavó los puños en el suelo hasta que hacer una grieta. El piso debajo de ellos empezó a resquebrajarse. Ese era el único sector no cubierto con el escudo de Zoey.
—¡Nos quiere hundir!
—Tienen un plan —contestó Zack, cuando ella extendió la coraza bajo sus pies—. Están coordinados.
—¡Si ni siquiera hablan! —terció ella.
Finalmente, el suelo cedió y aunque tuviesen el escudo, el mismo amenazó con caer al igual que los escombros que se precipitaban hacia los pisos inferiores. Zoey observó las columnas del balcón y formó un látigo de luz con su magia, como un brazo. Enseguida, los ancló al pilar y flotaron en el aire.
—¡Acércanos! —gritó Zack, refiriéndose al balcón—. Saltaremos.
—Estas de joda —chilló Zoey, moviendo la fuerza del escudo hacia el sector indicado, que aún tenía algo de suelo en condiciones.
—Para nada, y si no le lanzas un rayo láser en el medio de la cara a Adam ahora mismo, te lanzaré a ti primero —amenazó él—. Destrúyelo.
Zoey giró la cabeza de Zack, a Adam, que sostenía aún la piedra enorme sobre su cabeza, esperando algo, quizás que cayeran o que se disolviera el escudo, y pensó en cómo jamás imaginó freír a su compañero de colegio. Pero él ya no era ese Adam. Estaba muerto, este era solo un cuerpo manejado por Peat.
Sostuvo a Cranium con una sola mano y levantó la derecha. Apuntó a Adam y rogó no errarle al objetivo. Sus manos brillaron incandescentes, llenas de poder, y lo acumuló hasta que le pareció suficiente. Lo soltó en un segundo y la magia fue derecho a Adam. Entonces, todo a su alrededor explotó. No pudo ver si le había dado a él o si solo había destruido el castillo. El balcón también desapareció y las columnas de las cuales se sujetaba su escudo se desprendieron y cayeron, al igual que ellos.
Zack la abrazó, reteniéndola a su lado, mientras le pedía que encogiera las piernas. No podía ver nada a su alrededor, debido a los escombros, el polvo y el fuego que se había generado con el ataque. Cuando llegaron al suelo, el impacto le sacudió el cerebro y todos los huesos, por más que Zackary estuviese protegiéndola.
Ella cerró los ojos y estrechó a Cra contra su pecho, mientras se les derrumbaba todo encima. Escondió la cara en el cuello de su novio por más de un largo minuto y cuando todo quedó en silencio, se atrevió a levantar la cabeza.
Fuera, todo era un desastre. La mitad de la sala del trono podría estar sobre ellos y lo único que los mantenía a salvo, con aire puro, limpio y sin suciedad era su escudo brillante, que además les permitía ver con su luz. Zack la soltó, lentamente, preguntándole si estaba bien, y luego ambos se fijaron en sus bolsos y mochilas, arrumbados junto a ellos. Cranium, por suerte, también estaba entero.
—Huesos, huesos —musitó, con la cabecita temblando. Parecía mareado.
—Estamos todos bien —dijo Zack—. Salgamos de aquí. Porque dudo que ellos estén inválidos con esto.
—No sé si le di a Adam —dijo ella, agarrándose la cabeza. Le dolía un poco después de semejante caída.
—Si no, estuviste muy cerca —contestó él, usando su magia para empujar los trozos de piedra lejos, aún por encima del escudo de Zoey—. Lo hiciste muy bien. Mucho más que las paredes que derrumbamos ayer.
Zoey agradeció las felicitaciones en voz baja y se puso de pie para ayudarlo. Empujó la magia de su escudo hacia fuera y los trozos que Zack empujaba volaron para todos lados, lejos. En seguida, estuvieron libres, aunque aún flotara tanto polvo que no pudieran ver mucho los resultados de la explosión.
—Estamos en la calle, en la ciudad —dijo Zack, trepándose a una roca y enviando un hechizo a sus cosas para que levitaran otra vez—. No quites el escudo. Tenemos que irnos rápido.
—Sí —aceptó ella, tomando su mano para trepar a la roca que antes habría sido parte del suelo del palacio, y extendió su magia sobre ellos para protegerlos. Entonces, se agachó sobre el hueco que había dejado en el suelo y agarró a Cra, que parecía no poder moverse con normalidad—. Todo está bien, Cranium —lo animó, acurrucándolo.
El animalito siguió temblando mientras salían de allí, lo más rápido que podían. Zack la ayudó todo el tiempo a sortear los escombros, debido a que ella tenía una sola mano para manejarse en ese entorno, y pronto estuvieron fuera de aquellos restos. Levantaron las cabezas hacia el palacio y descubrieron que Zoey había volado al menos un tercio de lo que quedaba de él para cuando llegaron al reino.
—Demonios, Zo —masculló Zack, después de silbar—. Eres una máquina de guerra.
Aunque ella estaba gratamente sorprendida con sus logros, sintió algo de pena por la destrucción a la cuál se habían vistos obligados a ocasionar. Allí se perdía algo más de la historia de los seres humanos, aunque no pudiesen recordarla tal cual.
—Esto era algo importante —murmuró ella, con un bufido—. Pero, en definitiva, a Peat no le importa la historia de este sitio.
Se volteó y ambos se encaminaron hacia la ciudad.
—Será mejor que subas a mi espalda. Correré. Aún si lograste darle a Adam y destruirlo, queda mi abuelo —añadió él, de pronto con una nota de amargura.
Zoey supo lo que él pensaba mientras sujetaba mejor a Cra con el antebrazo y se trepaba a la espalda de Zack. Era un golpe bajo usar caras conocidas para atacarlos, pero más aún era usar a alguien de la propia familia Collins. Para ella, Peat no podía ser más cínico; los usaba a ellos para burlarse de sus presas.
En seguida, Zack avanzó por entre los restos de la ciudad. Detrás de ellos, el palacio continuó crujiendo y cuando Zoey giró la cabeza, notó que más partes de los pisos altos se desmoronaban. Casi que pensó que extrañaría la habitación que habían acondicionado y habitado los últimos días. Quizás no le molestaba que la hubiese obligado a destruir ese lugar por ser un sitio histórico, milenario, si no por todo lo que había aprendido y descubierto en él.
Entonces, notó que un escombro salía despedido por el aire, desde el suelo; una señal más bien obvia de que los atacantes estaban bien activos y se estaban descubriendo.
—¡Zack! Están saliendo, al menos uno de ellos —le avisó, por lo que él asintió y le pidió que ella y Cra se sujetaran bien. Apresuró el paso y Zoey, de no haberle rodeado el cuello con el brazo izquierdo, se hubiera ido derecho al suelo por la aceleración.
—¡Cra! Tienes que decirme por dónde seguir —le dijo el muchacho—. Debemos ir al otro portal.
Pero Cranium rebotaba entre ellos, sujeto a duras penas por Lapis Exilis, y no estaba en condiciones de guiar a nadie. Eso los obligó a detenerse solo un momento para intentar que se orientara. Fue en vano, pues Cranium continuó atontado y sin decir oraciones completas.
—Creo que está en shock —musitó Zoey, palmeándole el cráneo cuando se bajó y lo puso en el suelo—. ¿Se habrá roto? Es decir... no roto, digo... ¿algo se habrá desajustado... en su cabecita?
—No creo, quizás las explosiones lo aturdieron —contestó Zack, mirando más bien a su alrededor. Aunque continuaban con el escudo de Zoey alrededor, él estaba atento a todo.
Zoey apretó los labios y le sujetó la cabeza a Cranium, que aún temblaba.
—Cra, todo va a estar bien, ¿me crees? Lapis Exilis te protegerá. No dejaré que nada te pase, así que no tienes porqué tener miedo.
Cra giró levemente la cabeza hacia ella, pero no podía jurar que estuviese viéndola. Él tampoco se calmó demasiado con eso, pero al menos se quedó quieto un momento.
—Huesos, huesos... malos. Con sangre —musitó, encogiéndose entonces en el suelo. Escondió el morro entre las patas y se quedó allí, oculto tanto como pudiera de los horrores que los perseguían. Zoey se dio cuenta de que así mismo se había sentido ella días atrás, cuando Peat los dejó encerrados.
—Lo sé, pero tienes que decirnos hacia dónde está el portal para que podamos alejarnos de ellos.
—La ciudadela —dijo Zack, inclinándose hacia él—. Tu me señalaste una dirección, hacia las montañas. Me dijiste que la ciudadela estaba hacia allí, ¿verdad?
Escucharon ruidos más allá, cerca del palacio, por lo que Zoey solo tomó a Cra en brazos y le dijo a Zack que lo resolvieran después. Necesitaban poner más distancia entre ellos para poder pensar mejor y mientras más seguro se sintiera Cranium, más podría orientarlos.
—Vámonos —insistió, trepándose a su espalda.
En el momento en que Zack dio un paso hacia adelante, la casa que estaba frente a ellos estalló. Se encogieron, aunque no recibieron daños. Un segundo después, el abuelo de Zack aterrizó sobre ellos, hundiendo sus puños en el escudo. O, al menos, intentándolo.
—Dale con un rayo —ordenó Zackary, mirando a los ojos de su abuelo, sin soltarla.
Zoey tragó saliva y no supo bien cómo interpretar su tono de voz. Parecía que a él le costaba digerirlo, pero por supuesto tenía razón. Al igual que Adam, este era solo una marioneta con la imagen de alguien querido.
—No se si le voy a dar.
—Es hora de poner en practica todo lo que hicimos ayer. Por eso te lanzaba cosas por el aire, ¿entiendes? —contestó el muchacho, girando el rostro hacia ella—. Está sobre nosotros, solo dirígelo hacia su pecho. Está cerca —la instó.
Zoey sintió que se le acumulaba la saliva en la boca otra vez, pero apretó los labios, se mordió la lengua y levantó la mano derecha. Acumuló el poder y cuando sus ojos se trabaron con los de la marioneta, le pareció que él sabía lo que ella estaba haciendo. Sin embargo, era demasiado tarde y ya había liberado su magia.
Le dio de lleno en el estómago y pudo ver con mucha claridad como reventaba, como una fruta. Trozos de hueso, sangre y pedazos de madera chocaron contra el suelo, los muros de las casas y por supuesto el escudo de Zoey. El breve instante en el que le pareció que esa marioneta tenía consciencia quedó enterrado en su cerebro, producto de la impresión posterior.
Se quedaron callados. No pudieron decir ni una sola palabra. Tampoco se movieron y, por un momento, ella sintió que de verdad había matado al abuelo de Zackary por la forma en la que él guardaba silencio, como si estuviera de luto por lo ocurrido.
Entonces, él chistó.
—Qué puto asco —masculló.
La sujetó mejor de las piernas, le envió otra orden mental a las maletas que flotaban cerca de ellos y se lanzó a la carrera, a buscar el siguiente portal.
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