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Capítulo 16

No es que Jessica tuviera habilidades propias de un X-Men de la información, pero había elegido combinaciones de palabras mejores. Ahora, ambos estaban convencidos de que ella estaba en lo correcto y de que tenían un rumbo definido.

Después de todo, siempre avanzaban sobre nubes y la Capilla de Rosslyn, una vieja y pequeña iglesia con varios siglos de antigüedad y muchos misterios, no estaba tan lejos como hubiesen esperado. Jessica pensaba que, ya como decían en las páginas web, allí podía existir un portal a otro mundo y les parecía una buena opción para empezar. Deberían viajar a Escocia pero, tal y como vieron por la web y después consultaron con varias personas en el pueblo, podían hacerlo fácilmente en tren.

You have to go to Birmingham. It's more easy from there.

No, they have to go to Stourbridge or Wolverhampton —dijo otra señora, con seriedad—. Go to there, kids, is more easy and near than Birmingham —añadió, con dulzura.

Ambos aceptaron las indicaciones y luego de chequear el mapa una vez más, decidieron que, efectivamente, convenía ir a Stourbidge, porque era más cerca que ir hasta Birmingham y también tenía trenes.

Consiguieron tomar un pequeño bus la mañana siguiente, llevando a Cranium entre las piernas bajo el asiento, invisible. Después de una hora y media de viaje, los dos estaban en la terminal de buses de Stourbridge y se encontraron con un sitio no solo más grande, si no con más vida y más posibilidades de robar dinero y conseguir ropa decente sin llamar tanto la atención.

Zoey esperó con Cranium cerca de la terminal y Zack regresó con más plata y una muda de ropa para ambos.

—Tenemos que lucir como que tenemos frío.

—Yo tengo frío —le recordó ella.

Resulto ser que, aunque Stourbridge tenía su propia terminal de trenes, se trataba de un circuito más pequeño que aquel que llegaba a Escocia. Tenían que ir hasta Birmingham igual y se dieron cuenta tarde de eso. El tren que podría llevarnos hasta la capital escocesa solo salía de allí.

—Al menos, parece que Birmingham no está lejos —susurró Zoey, cuando compraron un pasaje—. ¿Crees que nos pidan los documentos cuando queramos comprar un boleto para salir del país?

—No sé. —Zack le dio un par de bolsos, para que nadie se fijara en el chico delgado que era más fuerte de lo que parecía. Si cargaba todos los bolsos solos, sin duda se vería raro. Se acomodaron en unas butacas, silbándole a Cranium, que subió con dificultad al vagón. El perrito los siguió y se sentó entre ambos, atento a todas las personas que abordaban con ellos—. Por las dudas, usaremos magia. ¿Serán muy estrictos con los controles de fronteras? Porque, aunque no nos controlen en Escocia, aquí podrían darse cuenta de que nunca entramos legalmente al país.

Llegaron a Birmingham mucho más rápido de lo que habían tardado en arribar a Stourbridge y se bajaron fingiendo que les costaba mucho manipular las maletas.

—¿Qué tal comprar una valija con rueditas? —dijo Zoey, cuando salían de la plataforma para hacer la combinación indicada—. A mí sí me cuesta.

—Te dí las más livianas, eh —le contestó Zack—. Pero sería algo más fácil para momentos como estos.

Se acercaron a las cabinas para comprar el pasaje a Escocia con un poco de nerviosismo. Por supuesto, Zack sabía cómo mantener las apariencias y le proporcionó los documentos de identidad, llenos de ilusiones para mostrar que eran mayores de edad e, incluso, que eran ingleses. Parecía ser una mejor idea que recibir preguntas sobre cómo habían llegado hasta allí. Pero, cuando le dijeron a donde querían ir, el señor de la cabina les indicó que, para eso, debían ir primero a la estación internacional de Birmingham, unos kilómetros más al sur.

No podían hacer más nada que poner mala cara. Compraron los pasajes hasta la estación internacional, junto con los pasajes directo a Escocia que, por suerte, pudieron sacar desde allí mismo. Se consolaron con saber que solo tendrían unos minutos de viaje hasta el trasbordo.

Una vez estuvieron esperando en la plataforma la salida del tren, los dos se relajaron. Cranium se puso de pie solo cuando vio a una señora con un bebé en un carrito pasar a su lado y lo olfateó curioso.

Lapis Exilis —dijo.

—¿Sí?

¿Qué le pasó a ese humano?

—Es un niño —explicó—. Es un humano pequeño.

No preguntó más y después de unos quince minutos de espera, llegó el tren. Cuando la gente bajó por completo y anunciaron que los pasajeros podían abordar, mostraron sus tickets y subieron sus maletas. Mientras Zack las acomodaba sobre los espacios disponibles encima los asientos, Cranium pegó la nariz a la pierna de Zoey.

Sus huesos no huelen igual que los de Lapis Exilis —dijo, todavía refiriéndose a los niños.

Ella no supo que contestarle. Tampoco le agradaba tanto hablar de huesos en esas circunstancias y estaba más preocupada por todo el trayecto que tenían por delante. Se sentó, con Zack a su lado, y se mantuvo en silencio durante todo el viaje hasta la estación internacional.

Cansados de hacer tanto trasbordo, esperaron el tren a Escocia y Zoey se apoyó contra el brazo del muchacho.

—Creo que deberíamos haberle hecho caso al primer señor. Venir directamente a Birmingham.

Zack asintió, pero no dijo nada. Los dos se quedaron en silencio y solo se acomodaron en las mullidas butacas y estiraron los pies. Entonces cuando el tren arrancó, los dos se miraron.

—Ahora solo nos queda disfrutar el viaje, eh.

—Son lindos y cómodos los trenes de aquí, al menos —contestó ella, mirando la estación por la ventana. En Argentina, no había trenes tan limpios, modernos y bellos como esos, menos tan silenciosos.

Suspiró y se repantigó en la silla, armándose de paciencia. Tendrían que pasar por varias paradas antes de llegar a Glasgow, una importante ciudad escocesa. Luego, verían si descansaban allí o iban directo a Rosslyn, que en realidad estaba más cerca de Edimburgo, la capital del país.

Zack sacó los mapas y los analizó, pero ella no le prestó atención y terminó quedándose dormida. Apenas dos horas después, él la despertó y ella saltó, en su asiento, a la defensiva.

—¿Qué?

—Que allá está la señora con el carrito de comida —rió él—. A lo Harry Potter. No es buena idea que te saltees esto. No almorzaste hoy.

Ella hubiera deseado dormir más, pero cuando notó que la señora del carro tenía hasta sándwiches, se despabiló por completo. Por las dudas, compraron hasta galletas y bebidas de más y la señora les preguntó, amablemente, si se iban a comer todo eso y dónde iba a entrarles.

We need this calories —contestó Zack, con una sonrisa.

Cuando ella empezó a comer y él lo hizo por imitación, los dos miraron por la ventana el bello paisaje. Allí, Zoey realmente se dio cuenta de que nunca en su vida hubiese esperado viajar a Inglaterra y lamentó no poder conocerla como quería. Y pensar que estaba tan cerca de Paris...

—Qué cortas son las distancias acá, ¿no? —dijo él, masticando un caramelo—. Mira la pantalla.

En ese momento, una voz femenina, anunció que estarían llegando a la estación de Carlisle, la última de Inglaterra, en unos diez minutos. Luego, quizás tendrían alrededor de una hora para llegar a Glasgow. La pantalla replicó lo dicho por el altavoz y Zoey se reclinó en la silla, pensativa. Por lo largo que le estaba pareciendo el día, sentía que iban a llegar a Glasgow, y más todavía al pueblo de Rosslyn, en siglos.

—Rosslyn estaba más cerca de Edimburgo, ¿no?—preguntó, girándose hacia Zack. Él asintió, masticando otro caramelodistinto—. Cuando lleguemos a Glasgow, de ahí a Edimburgo no debe ser tanto.

—Si en tres horas y un poco más estamos saliendo de un país y entrando a otro, yo creo que no. Mira cuánto viajamos en casa para ir desde Azul hasta Viedma —replicó él con una sonrisa—. Y la verdad, es que viajar así hasta es más divertido, ¿o no?

—Menos mal que sabes algo de inglés, sino estaríamos perdidos.

Zack le dirigió otra sonrisa, esta vez altanera, y se quedó callado, para no seguir inflando el ego. Zoey tampoco le habló sobre eso; más bien, se quedó pensando en aquel día en que habían comprado el pasaje en Azul y todo el mundo había visto a Zoey Scott acompañada por un chico que estaba muerto.

Lo miró de reojo, notando que él no había dicho nada desde el día anterior con respecto a su familia o a que todo el mundo hubiese visto su cara. Y ella, en medio de su cansancio y sus propias preocupaciones, lo había dejado pasar.

—Oye, ¿cómo crees que lo esté tomando tu familia? Siempre hablas poco de ellos y ahora también te mantienes callado —se animó a preguntar. Pocas veces le había hablado tan directamente sobre su familia y más pocas veces aún Zack se había explayado sobre eso. Incluso ahora, preguntarlo, lo sentía raro, como si todavía estuviese entrometiéndose en asuntos que no le importaban.

Zackary apretó los labios, pensativo, y luego lamiró, de lleno.  

—No sé bien qué pensar al respecto —confesó—. Ya hace mucho tiempo te dije lo que sentía conforme a la misión que me impusieron y trato de separar las cosas, de entender que mi abuelo fue el loco abocado a esta idea desquiciada y que mi mamá no tuvo nada que ver. Mi abuelo siempre dijo que mis hermanas no podían llevar el dije, pero no sé por qué. Creo que... para cuando mi mamá se dio cuenta de lo que esto realmente significa, que me matarían por el collar, ya era tarde. No sé, nunca le pregunté. Creo que pensaba, como mis hermanas, que era una cosa de mucho poder a la cual debíamos cuidar, como mi abuelo nos hizo creer, pero no que se moría por ello. A veces, me gustaría hablar con ellas de eso, saber qué era lo que creían, lo que pensaban al respecto, si sienten culpa. Imagino que mi mamá sí, pero... ahora que saben que estoy de regreso, más que sentirme preocupado, pienso que podría hablar con ellas, de volver.

Zoey, que se había quedado callada oyendo con atención, suspiró y estiró la mano para tomar la suya. Le dio un leve apretón y acarició el dorso con los dedos.

—Siempre me resultó confuso todo aquello que tuviera que ver con tu familia. Pero creo que no podemos juzgar a tu mamá o a tus hermanas sin saber su versión de los hechos o qué creyeron que era el dije para aceptar que tuvieras que llevarlo. ¿Fue ella quién te lo puso?

Él negó.

—Fuemi papá. El abuelo decía que él tampoco era el indicado. Al final seequivocaron todos, ¿no? Tuve el dije por casi cuatro años y nunca fui elindicado. La indicada eras tú —le sonrió, pero ella no sintió ningún tipo deempatía por eso. 

Se irguió un poco en el asiento y alzó un dedo.

—¿Tu padre nunca fue un portador? ¿Solo porque tu abuelo dijo que no?

—Ya ves... Él orquestó todo bajo unas ideas que solo él parecía conocer. Mi padre murió poco después. Creo que fue allí cuando mi mamá se dio cuenta de lo que significaba tener el dije, porque creo que ella piensa lo mismo que yo: que lo mataron pensando que era el portador.

—Pero tú ya estabas en el colegio.

—Sano, salvo y muy ignorante —respondió él, sacudiendo la cabeza—. Con mi abuelo sería, también, interesante hablar. A ver qué motivos tenía para meternos a todos en esto. Él y mi papá me entrenaron; aprendí a pelear, a golpear, a disparar armas y a usar otras técnicas para defenderme, por eso siempre te dije que ellos creían que iba a vivir bien.

—O porque tu abuelo creía que eras el indicado —musitó Zoey, llevándose la otra mano a los labios—. No creo que eso sea una coincidencia. Te pareces tanto al rey que realmente no creo que sea una coincidencia, Zack. Quizás tu abuelo no estaba equivocado, ¿sabes? Quizás él sí creía que eras el indicado por alguna conexión que tienes con el rey y con ese mundo.

El muchacho soltó una carcajada.

—¿Bromeas? El dije me soltó antes de que muriera y discúlpame, pero el rey te dice a ti hija, princesita. ¿Cuánto quieres apostar a que eres la descendiente del rey y por eso a Peat le cabreas mucho?

Zoey arqueó las cejas y se cruzó de brazos. Sí, ya lo había pensado y claro que le parecía lógico y todo. Pero él no había visto lo que ella sí y el rey era calcado a Zack, al igual que su pequeño hijo que sí se había salvado de Peat. No creía que eso fuese mera casualidad y no entendía bien las razones por las cuáles veía cosas de ese tipo. Lo único que se le ocurría era que el dije seguía enviando mensajes de modo silencioso.

—Me gustaría que el dije me hablara otra vez.

—¿No lo has intentando de vuelta?

—No desde que noté que era inútil —contestó ella, relajando los brazos. Estiró las piernas, también, y se desparramó en la butaca—. Me abandonó.

—Ni te quejes —rió él—. Que a mí me abandonó peor.

La conversación se desvió a asuntos más banales, cómo qué comerían en Escocia, si conseguirían algo en Rosslyn o qué demonios iba a comer Cra, que seguía acurrucado a sus pies.

Cuando llegaron a Glasgow estaban, entonces, emocionados por visitar otro país, por lo que se bajaron en la estación y se apresuraron a hacer la combinación con los trenes nacionales de Escocia. Debían viajar hasta Edimburgo y de allí, tenían unos kilómetros hasta Rosslyn, aunque aún no sabían qué trayecto harían.

Cranium los siguió, en silencio como siempre, y ya en el siguiente tren, Zoey le preguntó a Zack qué consideraba para el viaje al pueblo. Cuando miraron por la ventana, notaron que estaba empezando a llover y que no podrían usar nada más que un bus. Ni hablar de ir corriendo.

—De igual modo, Edimburgo ha de ser enorme —contestó él, antes de que llegaran a la ciudad, que, efectivamente veían igual de grande que Birmingham—. ¿Qué piensas? ¿Pasamos la noche aquí o... vamos directo a Rosslyn?

Todavía quedaba conseguir un bus hacia el pueblo y no sabía si lo conseguirían, pero Zoey casi que prefería terminar con ese día largo ya en Rosslyn y no tener que andar vagando todavía más al día siguiente.

—Si conseguimos que nos lleven a Rosslyn hoy, prefiero que sea así.

Cuando se bajaron en la estación de la capital, abrumados por la cantidad de gente que se movía por la terminal a esa hora, que iba y venía de sus trabajos, procuraron no perder a Cra entre la muchedumbre y acercarse a una cabina de información. Zack llegó primero y Zoey detrás, arrastrando los bolsos que le habían tocado.

Pidieron la información y escucharon atentamente las indicaciones que la chica de la cabina les dio. Indicó que un bus salía desde la misma terminal a las 18:00 y que tardarían no más que 40 minutos en llegar al centro de Rosslyn, que era un pueblo bastante pequeño. La iglesia, por lo que se mostraba en el mapa que ella sacó, estaba a unas pocas cuadras de los hoteles. También había un gran castillo que podían visitar.

Agradecieron la información y se encaminaron a la calle Princes Street, apenas bajando de la terminal, tal y como la señorita les había dicho. Fueron unos cien metros tortuosos para Zoey, pero una vez encontraron la parada de buses con el cartel con el número 37, se sentaron en los bancos a esperar.

Otras personas se habían sentado con ellos para cuando el autobús llegó, más que puntual, pero fueron los primeros en subir. Zack pagó los boletos, con el cambio justo, ya que el conductor se negó a dar vuelto, y pudieron elegir donde sentarse.

El camino a Rosslyn se hizo todavía más corto. Ninguno hubiese esperado que realmente fuese tan cerca, pero antes de que se dieran cuenta estaban bajando en medio del pueblo, a unas pocas cuadras de la capilla en cuestión, aunque por los altos árboles no podían verla.

Lamentablemente, no consiguieron un hotel a buen precio y se vieron obligados a pagar una habitación que costó un montón de dinero. Como el hospedaje contaba con un restaurante, aunque no muy barato tampoco, Zoey cenó allí. Para ahorrar, ella pidió un plato muy simple y Zack la observó sin comer nada.

Después de un día tan largo, los tres se refugiaron en el pequeño cuarto y ella fue la única en dormirse, esperando obtener algo interesante de la capilla de Rosslyn al día siguiente.

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