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Capítulo 11


Zoey sacó su cena congelada y optó por comer bien antes de refugiarse en una casita con Zack en lo que sería la noche. Después de tantos días en ese mundo, sin un reloj, hubiera sido imposible comprender si era de día, o de noche. Allí estaba siempre igual, en un crepúsculo continuo y sin fin.

Tampoco tenían idea de qué tanto se habían alejado del portal de entrada. Era el 10 de diciembre y, según el reloj digital de Zack, las 10:50 de la noche. El cansancio que había acumulado después de tantos días empezaba a mellar en su sistema. Lo que podía agradecer era que su novio siempre la cargaba, mitigando los kilómetros que habría de caminar si no.

Al menos, parecía que reino no estaba tan lejos como antes, porque Cranium caminaba más despacio y contestaba preguntas fáciles sobre el lugar. Ya no decía "¡más, más, más allá!"

—Podrían faltar días aún —musitó Zack, mientras ella se duchaba en el interior de una de las casitas.

Hizo llover desde el techo un agua tibia y pudo hasta lavarse la cabeza y ponerse crema de enjuague. Eso alivio mucho más sus tensiones y amarguras, incluso el sueño se mitigó un poco.

—¿Será mucho problema si nos quedamos un día entero? —propuso, al terminar, preparándose ya para dormir. Él no tenía problemas para avanzar por esos caminos como una máquina, pero Zoey sentía que necesitaba unos momentos quieta en un solo lugar.

Zack le tendió la bolsa.

—No para mí, claro. Si lo necesitas, está bien. Quizás puedas descansar un poco... Pero el asunto es la comida.

—Comeré menos —contestó ella—. Y quizás podamos ir más rápido en el viaje luego. ¿Crees poder correr?

Él miro por la ventana, hacia el sendero de piedra que se perdía en la siguiente colina.

—No lo sé. Si no es tan escarpada, podría mantener un trote seguro. Pero con los bolsos en cada mano, no me quedan libres para sujetarte si algo pasa.

—Quizás... quizás pueda usar magia —contestó ella, pensativa—. ¿Algo de levitar? Para hacer que los bolsos nos sigan. Y podrías cargarme como siempre. ¿Conoces algún hechizo sobre eso? ¿Crees que es posible?

—No conozco ningún hechizo así. Pero haciendo lo que haces —comentó Zack, señalando con la cabeza el pequeño charco que había quedado en el suelo de la ducha—, creo que no tendrás problema alguno.

—Pero siempre hago magia con los elementos. Otros hechizos, no... No se me ocurren.

—Creo que un escudo tampoco sería problema para ti. Podrías probar las cosas que yo hago. Ilusiones, por ejemplo. Si en algún instante no estoy contigo y lo necesitas, lo usarías.

La idea era tentadora y le gustaba. Si se quedaban allí por un día más, podría practicar en paz y poner a prueba su plan con los bolsos. Así Zack no parecería una mula de carga y los dos estarían más cómodos.

Él se tendió a su lado y se ofreció a acostarse debajo de ella para protegerla del suelo.

—Estoy bien, no te preocupes—contestó Zoey, negando con la cabeza—. Si mientras duermo parece que me duele, tienes permiso de moverme y acostarme sobre ti.

Él escondió una sonrisa y le dio un tierno beso en los labios antes de que por fin se durmiera, con menos tensiones que los días anteriores.

-

Todo estaba oscuro a su alrededor y se escuchaban distintas voces. Zoey fue consciente de que esa era la primera vez en más de diez días que no soñaba con ese lugar. Sabía que estaba relacionado con el dije, con Peat y el rey, porque ahora era capaz de percibir una extraña energía atada a esos sueños de la que antes no había sido consciente.

Se giró sobre sí misma, esperando reconocer la voz de alguno de ellos entre todos los que hablaban en la lejanía, pero estuvo parada en medio del estupor un buen rato. Al final no pudo definir quiénes eran ni qué decían entre los restos del pasado que percibía.

Como nada más pasó, trató de caminar. Se dio cuenta de que podía hacerlo y miró el vacío en el que pisaba hasta que encontró formas bajo sus pies. Poco a poco y con más pasos, entendió que estaba viendo baldosas, o adoquines, de piedra, con dibujos que le resultaban vagamente conocidos. Lo cierto, es que podría haberlos visto en miles de lugares durante la última semana.

Cuando comprendió que no iba a sacar nada de ello, levantó la cabeza y trató de prestar atención a las voces otra vez, cuando llegaron en forma de susurros de nuevo. Algunas parecieron más cercanas, a medida que avanzaba y entonces supo que no eran las voces ni del dije, ni del rey ni de Peat.

—¡Clarence! ¡Clarence!

Se detuvo. Ese nombre le sonaba de algo y tardó en reconocerlo. Lo había leído en el libro de la logia alguna vez. Escuchó, mientras el sonido iba y venía con mayor frecuencia y poder, hasta que fue capaz de comprender algo más.

—¡Clarence! ¡HUYE AHORA!

Algo pasó zumbando junto a su oído, haciéndola retroceder de un golpe. Apenas un segundo después, comprendió que había sido una bala. La explosión del arma de fuego, algo que jamás había oído así antes, llegó después.

—¡MALDITO SEAS!

El sueño se apagó, toda ella se hundió en un sopor extraño que perduró hasta que pudo abrir los ojos en la realidad y Zack estaba a su lado, mirándola con el ceño fruncido.

—¿Ya no tienes más sueño? —le preguntó, alzando su muñeca para ver la hora en el reloj—. Son las ocho.

Habían pasado horas y gracias a Dios no se sentía cansada por una movida de tal magnitud en su cabeza. Trató de retener todo fresco en su cabeza, cerrando los ojos durante unos segundos antes de hablar con Zack, y se aferró al recuerdo de la extraña explosión.

—¿Zo?

—Tuve un sueño —fue lo único que le dijo, antes de girarse hacia él y abrir los ojos—. Escuché a alguien pidiéndole a un tal Clarence que huyera. Y luego... una explosión, como de un arma, pero no a las armas que conocemos. No a una pistola. Era diferente.

Él asintió.

—¿La viste?

—No, pero sé que era un arma porque sentí como si la bala me pasara por aquí —dijo, marcando la distancia entre su cabeza y lo que recordaba—. Alguien le disparó a ese Clarence.

—¿J. D. Clarence?

Zoey asintió.

—Seguimos sin saber quién es —murmuró, reteniendo un suspiro.

Zack se giró y miró el techo.

—Solo que ahora está siendo relevante. Si no, ¿por qué soñarías con él? Se relacionó con la logia, por supuesto, pero algo más con el dije debe tener que sea importante para nosotros. Puede que el arma sea un arma antigua y por eso el sonido te resultase distinto. Sin embargo... lo único que nos queda es seguir traduciendo y ver que es lo que el mismo libro nos puede decir sobre él.

Ella asintió y suspiró. La verdad, es que seguía teniendo sueño y aunque creía no poder seguir durmiendo, trató de acomodarse y relajarse otra vez. Fue en vano, claro porque quedó tan picada con el asunto que se levantó a buscar el nombre de Clarence en el libro y no paró hasta encontrarlo y buscar los papeles con el código.

Después de lavar un poco de ropa y tenderla sobre las piedras de afuera, pasó el resto de la mañana con un foco de luz que ella misma creó con una llama, traduciendo algo que fuese relevante, siguiendo por lo último que Jessica había marcado. Esperando cruzarse en algún momento con J. D. Clarence en las páginas siguientes, porque aquella donde estaba anotada la palabra a mano ya habían sido traducidas y hablaban de posesión, se tomó el trabajo de traducir al menos dos hojas más.

Su corazón dio un vuelco, entonces, cuando encontró una fecha en la traducción: 21 de enero de 1856. Contuvo los deseos de llamar a Zack, porque, a pesar de que esa era la primera vez que obtenía algo tan sólido como una fecha real, no era demasiado.

Continuó traduciendo unas líneas más y se llenó de emoción al entender que el nuevo portador había dejado de debatir sobre las ciudades de césares y cuestiones más mágicas. Ahora hablaba de hechos.

Se levantó, de un salto, y corrió hasta Zackary para mostrarle lo que había obtenido. Porque, además, después de dos hojas enteras de traducción, que iban y venían sobre lo mismo, sobre el Santo Grial, sobre la causa, sobre lo que se sentía el ser portador, algo que ella ya sabía, había encontrado el nombre que buscaba.

Él tomó la hoja y ella se sentó a su lado, en la piedra donde tenían la ropa tendida. Cranium apareció con una piedra en la boca, la escupió y dijo: Regalo para ti.

—A ver —Zack extendió el papel—. «...el incendio ha destruido gran parte del viejo archivo. Lo que nos dejaronnuestros antecesores es ceniza y solamente podemos basarnos en los documentosrescatados o en aquellos que nuestros compañeros han logrado memorizar. Sinembargo, lo que más nos ha preocupado es la pérdida de la declaración denuestro inspirador. Sin él, estamos perdidos y lo que se recuerda seráolvidado. Estoy seguro de que ha sido intencional, de que hay un traidor entrenosotros y lo que desea es destruir nuestra causa y todo aquello que nuestrofundador nos dejó hace más de doscientos años. Quieren destruir nuestra misión.Pero por honor a Clarence, jamás la dejaremos hundirse». Vaya...

—¿Será así? —dijo ella, entonces—. ¿Qué Clarence fue el fundador de esta logia?

Zackary bajó el papel.

—Si Clarence fundó la logia, entonces tiene que tener relación con los templarios. La logia tenía bases templarias.

—Algún descendiente, supongo —contestó ella.

—Y por la época, que dice que más de doscientos años, esa arma de fuego no sería rara.

—Ahora —Ella regresó a la casa, corriendo, por el libro—. ¿En qué se relaciona posesión con J.D. Clarence? ¿Por qué están escritos en la misma hoja?

Él arrugó la nariz.

—¿Quizás él fue poseído alguna vez...? —intentó, pero, aunque sonaba posible, por alguna razón que ella no comprendía, no se convenció.

—Esto es dos hojas después de lo que dejó Jessica —explicó—. Si bien sí cambia de tema en un inicio, como había dicho Jess, y habla sobre su responsabilidad como portador y que nadie lo sabe, excepto el líder de la logia y alguien más, vuelve a mencionar el Santo Grial como si fuese una certeza. Siempre dijimos que eran unos locos fanáticos, pero... estamos dentro de la locura misma, ¿no? —añadió Zoey, señalando a su alrededor—. Si buscaban el grial, debía ser por la profecía. Quizás entendieron lo mismo que nosotros, que hay que juntar el dije con el Santo Grial.

Zack asintió y agarró el libro para buscar alguna otra anotación que les sirviera, pero no había nada. La fecha solamente podía servirles para ubicarse en el tiempo y saber qué tan lejos había estado la logia de los templarios. Al menos, casi cuatrocientos años.

Cuando ella se lo hizo notar, él asintió lentamente.

—La fecha de disolución oficial de la organización fue en el 1300, antes de que llegaran a américa. Pero nada dice que los templarios no hayan seguido moviéndose por mucho tiempo más. Si cruzaron por aquí abajo antes que Colon llegaran a América... no lo sé.

—Las teorías de internet dicen que sí —apuntó ella, inclinándose hacia él para ver el libro—. Es probable que los templarios que salieron de aquí hubiesen tenido algún tipo de comunidad. Siendo todos hombres, no creo que hayan durado mucho.

—Y... es difícil saberlo. Podrían haberse entendido con comunidades aborígenes. Podrían haber tenido hijos con mujeres indígenas y haberles trasmitido todo lo que sabían. El dije tuvo que haber pasado de mano en mano.

Zoey asintió y recuperó el libro, regresando a la hoja donde hablaba del incendio. Habían pasado más de quinientos años desde que los templarios habían sido renegados y allí estaban ellos, rodeados de restos y pistas y un animal extraño que había aprendido lo que era regalar gracias a ellos.

—Creo que es lógico —dijo, cerrando el cuaderno—. Incluso si vinieron después, simplemente podrían haberse mezclado con la población, con las colonias.

Dejaron el tema ahí cuando se cansaron de conjeturar. Más no podían decir y al menos sabían que J. D. Clarence podía ser justamente ese Clarence que era llamado el fundador, o el inspirador. Todavía no estaban seguros de qué les servía tener esa información, pero conectar hilos era satisfactorio cuando se estaba metido en medio de la nada de otro mundo acabado.

Le entregó el libro a Zack y al intentar pararse, para chequear la ropa lavada, pateó un montoncito de piedras que Cranium había dejado junto a sus pies mientras hablaban.

—¡Ay! —chilló, tropezando. Zackary la agarró del brazo antes de que se cayera—. Cra... —empezó a decir, queriendo soltar una puteada bárbara, pero cuando vio la expresión siempre vacía del animal, y también bastante desconcertada, se calló la boca. Traía otra piedra para ella—. Me asusté —le dijo después, cuando pudo apoyar ambos pies en el suelo.

Más regalos tengo —avisó él y ella hizo una mueca. Si seguía así iba a enterrarla bajo piedritas de regalo.

—Oye, gracias. Es muy lindo de tu parte —le dijo, porque, a pesar de todo, eso seguía siendo bastante dulce de su parte.

Zack negó con la cabeza, divertido, mirando a Cranium con simpatía.

—No es un perro, pero es gracioso.

Zoey aceptó la siguiente piedra y lo miró, justo cuando Cranium salía corriendo otra vez.

—Ahora entiendo por qué los templarios como que lo adoptaron. Quizás él se sentía solo —le contestó.

—¿Crees que tenga sentimientos? —apuntó él, rascándose la cabeza rubia—. No sé, para mí es que imita comportamientos. Los aprende y los reproduce. Mira cuántas piedras ha traído y sigue pensando que son regalos.

Ella puso los ojos en blanco  y dejó la última piedra-regalo en el montoncito. Chequeó su ropa, la dio vuelta, y al notarla todavía húmeda consideró aplicar calor. Si para la noche no se secaba estaría en problemas. Tendrían que quedarse un día más

De pronto giró la cabeza hacia la casa, donde el foco de fuego que estaba flotando dentro seguía intacto, con una idea repentina y maravillosa. No tardó en juntar las manos y formar una enorme llama nueva, casi tan grande como su cabeza.

Desde donde estaba, Zack arqueó las cejas, pero no dijo nada, atento a lo que planeaba hacer. Decidida, Zoey impulso la bola de fuego hacia arriba y la hizo flotar a unos cuántos metros. En seguida, el valle entero se iluminó, como si una lampara gigante fuera. No era lo mismo que tener un sol, pero quizás, en una de esas, el calor que trasmitiera podría secar más rápido su ropa, además de darles la luz que hacía tantos días no tenían.

Tuvo que achicar los ojos y tardó bastante en acostumbrarse. El pequeño foco que había hecho dentro de la casa no era lo mismo que esa bola enorme de llamas, pero después de un rato, en el que Cranium no se acercó, por aparentemente miedo, pudo sentarse con Zack en la piedra a almorzar y a charlar sobre lo que harían en el día.

Convinieron en que probarían la levitación y el escudo, antes de meterse con las ilusiones. Si ella podría lograr lo primero, no veían por qué no lo segundo. Con la luz en el ambiente, se sintieron hasta animados de probarlo todo y, cuando Cranium se acercó y se sentó a un lado de la roca, casi pareció que estaban de picnic y que no había tantos problemas en realidad.

Después del almuerzo, ella se paró sobre la piedra e intentó hacer levitar uno de los bolsos. Extendió la mano hacia la valija e impulsó sus pensamientos hacia él, tal y como lo hacía con el resto de la magia, dejando que fluyera de una manera más natural.

La maleta se agitó, pero no se levantó. Zoey bajó el brazo y suspiró. En seguida, Zack se levantó de su lugar y se subió a la piedra. Intentó apartarla.

—Me toca, me toca.

—Hey —Zoey quiso resistir—. ¡Es mi turno de tener los poderes!

Él la ignoró, ocupó su lugar y ella se vio obligada a bajarse de la roca. Se sentó, ofuscada, y más ofuscada se sintió cuando la maleta se elevó del suelo ante la magia del chico muerto. Dejó caer la mandíbula, indignada, y le dio un codazo en la pierna.

—¡Mira eso! —celebró Zack, moviendo la maleta por el aire como si esta fuese un avión.

—¡Ya basta! ¡Tenía que hacerlo yo! —gaznó, tirando de su pantalón de jean—. Y bájala, o vas a quemarla con mí fuego.

Zack rió y suspendió la maleta sobre ellos. Zoey dejó de tironearlo y observó, muy insegura, la situación.

—Sostenla —le dijo él, liberando el bolso de su magia, que se precipitó hacia el suelo. Ella chilló y se encogió, rogando que por voluntad del señor no saliera tan lastimada. Pero, unos segundos después, se dio cuenta de que nada la había impactado. La maleta estaba levitando a un par de centímetros de su cabeza—. Te dije que la sostuvieras —murmuró Zack, que estaba agarrándola de las manijas—. No que te hicieras un bicho bolita.

Enojada, aprovechó para darle un buen golpe en la pierna. Sabía que no lo sentiría, claro, pero esperaba que comprendiera su molestia. ¿Cómo iba a sostenerla así de la nada cuando ni siquiera había estado preparada? En cuánto se lo dijo, en medio de gritos, Zack señaló que ese era el punto.

—Nunca estamos preparados.

—No estamos en una situación de vida o muerte ahora —le espetó Zoey, alejándose al fin.

—Pero podríamos estarlo. ¿Y si Peat apareciera ahora? ¿Qué harías? Es probable que él esté preparado para que lo que hicimos la última vez no funcione. Quieres ser la que tiene los poderes ahora —la obligó a razonar el muchacho, bajándose de la piedra y sentándose en ella—, así que tienes que hacerlo de verdad. Seriamente.

Zoey se frenó a mitad de camino. Bufó y dejó caer los brazos. Tenía razón, tenía toda la jodida razón. Tenía que estar preparada para todo, incluso para bolsos voladores.

—Bien —aceptó, dándose la vuelta—. Lánzamelo y trataré de frenarlo.

—Sin prenderlo fuego —avisó Zack, levantando el bolso. Lo elevó, despacio, observando que estuviese mediamente preparada. Por el momento, iba a empezar así. Luego, se lo lanzaría cuando no estuviera lista.

Zoey asintió y se concentró. Se imaginó el bolso deteniéndose delante de ella y cuando él lo impulsó directo hacia su cara, estuvo a punto de flaquear. Por impulso, se corrió hacia un costado y vio la maleta seguir de largo hacia la casa, dispuesta a estrellarse con todo contra la pared. Movió los brazos y actuó solo por precaución y por culpa. La detuvo en el aire antes de que chocara y se fuera el suelo. Y ella se quedó allí, con los brazos extendidos, observando su truco mágico.

—No tenías que esquivarla —se rio Zack y ella dirigió la sensación de culpa hacia él.

—Perdón, fue un reflejo.

—Pero no la dejaste caer —añadió él, dando una palmada—. Bien hecho.

Contenta, le sonrió y bajó la bolsa lentamente hacia el suelo. Una vez hecho, ya ni parecía difícil. La levantó una vez más y la movió de un lado al otro, hasta decidir dejarla a un metro y medio del suelo. Luego, probó caminar, tirando de su magia para que el bolso la siguiera. Como eso no funcionaba a menos que ella estirara las manos y la moviera expresamente, intentó un nuevo hechizo: empujó sus poderes hacia la maleta y le ordenó moverse detrás de ella cabeza que ella lo hiciera.

Esa vez, cuando se movió, sin hacer magia directamente, funcionó.

—¡Sí!

Zack aplaudió y la siguió con la mirada mientras ella daba una vuelta por los alrededores, probando la resistencia de su hechizo. Una vez comprobó que podía hacerlo y que no había ningún problema, regresó a la piedra donde estaba sentado y le sonrió.

—¿Estás contenta? —le preguntó él.

—Obvio sí. ¿Probamos los escudos ahora?

Zackary chistó y negó con la cabeza, divertido, pero le propuso un juego interesante que involucraba las piedras de Cranium. Al principio, Zoey se mostró renuente, pues temía no hacerlo bien y salir golpeada, pero cuando él insistió en que seguro le saldría rápido, se convenció.

Sin embargo, cuando él empezó a tirarle las piedras, sin mucha velocidad ni fuerza, no pudo detener ni una. Terminó esquivándolas y corriendo lejos de ellas, incluso metiéndose dentro de la casa.

—Zo, paralas a mitad de camino, no cuando ya están llegando a ti —le dijo él, teniendo cuidado de no lastimarla. Estaba apuntando para que las piedras nunca la tocaran.

—¡No me sale! —refutó Zoey, saliendo de la casa—. Te juro que lo intento. Me imagino un campo de fuerza, con color y todo, entre nosotros, y nada aparece. Impulso la magia y nada sucede.

Así siguieron el resto del día, hasta que se cansó y se dejó caer en las piedras, junto a su ropa a medio secar. Por alguna razón que no comprendía, el hacer escudos no se le daba y llegó a pensar que no estaba entre sus habilidades.

Probó diferentes técnicas, desde visualizar en su mente un muro, hasta tratar de construirlo con sus poderes, como si pusiera capas. Incluso trató de hacer levitar las piedras para detenerlas, pero no lo logró.

—Quizás estás cansada —le dijo Zack, cuando se hicieron las siete de la tarde—. Ese sol estuvo todo el día, probaste algo nuevo, tradujiste durante mucho rato....

Cuando se lo dijo, pensó que podría ser cierto y que quizás estaba presionándose demasiado. En una de esas, al día siguiente podría lograrlo.

—Practicaré en el camino —afirmó, antes de cenar unas galletitas de agua.

Apagó el sol de forma lenta cuando fue la hora supuesta de dormir y juntos se refugiaron en la casita. Allí dentro, apenas hablaron de algo y no se inmutaron por la repentina presencia de Cranium en el umbral, que se echó a descansar bien cerca de ellos.

Se metió en la bolsa de dormir y cerró los ojos, rodeada por los brazos de Zackary y acunada por su respiración. Justo antes de dormirse, se preguntó si volvería a soñar algo relevante, o si alguna vez podría saber quién había sido realmente J. D. Clarence.


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