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Capítulo 10

Los dos guardaron silencio, tratando de controlar sus emociones y todas las dudas que les traían esos cuerpos. Cranium levantó el hocico y marchó, corriendo, a buscar nuevos huesos mientras ellos seguían estupefactos en el camino.

—Templarios —dijo Zack, boqueando—. Más...

—¿Aquí? —susurró ella, aferrándose a su torso—. ¿Cómo llegaron tan lejos?

—No lo sé. —Observaron como la criatura se metía entre una cota de malla y luego hicieron una mueca. No pudieron evitar ver cómo arrancaba una costilla del esqueleto y prefirieron alejarse cuando él regresó, como si trajera entre los dientes un juguete—. Cranium, ve a comer eso lejos.

Regalo para Lapis Exilis —dijo Cranium, soltando la costilla sobre las zapatillas de Zoey. Ella apretó los dientes. No sabía qué demonios hacer, pero de una cosa estaba segura: no iba a tocar eso con las manos.

—Ah... ¿Gracias? Pero yo como comida... de humanos. No puedo comer huesos —dijo, corriendo la costilla suavemente con el pie hacia él, pero Cranium insistió y lo empujó de vuelta sus zapatillas.

Regalo, regalo.

Zoey gimió.

—Zaaaaack... —suplicó por ayuda. Él, que había estado parado a su lado con una expresión contrariada también, se agachó para agarrar la costilla del difunto caballero templario con la punta de los dedos.

—Es un muy lindo detalle. Cranium, amigo —dijo, agachándose—, Zoey ahora te lo regala a ti, por ser tan buen guía. Ten.

Cranium ladeó la cabeza, un poco confundido. Olfateó la costilla como si nunca la hubiese visto y pareció que se alegraba.

¿Regalo de huesos para mí?

—Claro —le sonrió Zack—. Te los mereces. Puedes comer todos esos... Claro, si nos cuentas después qué demonios hacían aquí.

Cranium agarró la costilla con suma alegría y correteó, estornudando, hasta donde estaban los esqueletos. En ese momento, Zoey se relajó y Zackary se sacudió las manos, con un poco de asco.

—Por favor, vayamos más allá, donde no lo veamos triturar esas cosas —pidió ella.

Se alejaron todo lo que pudieron, pero, para su desgracia, descubrieron más allá del camino otra armadura tirada, con un posible muerto adentro, y tuvieron que avanzar todavía más. Cuando estuvieron a unos 200 metros y el valle comenzaba a ascender hacia una nueva montaña, se sentaron en una roca y suspiraron. Cranium tendría para entretenerse un buen rato y ellos no podían continuar sin él. Seguía siendo el único que conocía ese mundo.

Zoey bebió un poco de agua, para sacarse un poco el malestar que esas cosas le habían provocado, sumado al cansancio. Luego miró la botella, con menos de la mitad del contenido, y apretó los dedos sobre el plástico, pensando gráficamente en llenarla con agua fría.

La magia del dije funcionó y la botella quedó fresca y helada en sus manos.

—¿Te resulta difícil? —preguntó Zack.

—No, nada.

Él miró la lejanía.

—A pesar de que sé que esto se debe a que el dije y tu están funcionados, sin dudas hay que reconocer que tienes una conexión especial con él. Puede que siempre hubieses estado predispuesta a la magia, no como yo —agregó, con una risa.

—No eras tan malo, seguro —lo reconfortó ella, aun creyéndole que no había podido hacer magia buena—. ¿Crees que... Adam era mago?

Zack arqueó una ceja hacia ella.

—No sé, supongo que sí. ¿Por qué esa pregunta ahora?

Zoey se encogió de hombros.

—Me quedé pensando en todos aquellos que murieron por el dije. Los templarios, Adam, Lucas. Tú; incluso Jude.

Él negó con la cabeza.

—Algunos de esos no hay que lamentarlos.

Se quedaron en silencio hasta que notaron que Cranium avanzaba hacia ellos por el camino, pero todavía bien lejos. Al menos, ya no llevaba huesos en la boca. Sin embargo, cuando Zack guardó la botella de agua y el perro del inframundo se distrajo con el siguiente templario muerto, ella apretó los labios.

—¿Qué hacían esos templarios aquí?

—No sé. Podrían haber muerto de hambre o de sed. Cranium sugirió que se habían guardado el arca, que ellos lo habían hecho. Lo que no pensé era que el viaje podría haberlos dañado tanto.

—Sí —aceptó Zoey, apoyando la cabeza en su hombro—. Si ellos guardaron cosas en este mundo... es de esperarse que hayan pasado por aquí.

—Es probable que encontremos otros. Hay que tener el estómago preparado.

Ella asintió y se puso de pie. Cranium parecía haberse aburrido del último esqueleto y se estaba acercando velozmente.

—Nada es peor que lo de Adam, la verdad —replicó ella, cuando la criatura estaba a solo unos metros—. ¿Terminaste? —le preguntó.

Cranium estornudó.

No hay más huesos. Traje regalo —contestó, escupiendo una piedra redonda y pulida.

Zack se estiró para verla y Zoey la levantó con menos terror que el hueso.

—Ah, gracias.

Y otro regalo —añadió la criatura, escupiendo otra cosa, sin saliva ni nada. Esta vez, Zack se puso de pie y se acercó a revisarlo. Era una cruz pequeña de oro y piedras preciosas. Algo que seguro alguno de los cuerpos de los templarios tendría encima.

—Se ve que para ti el asunto de regalar cosas es importante, eh.

Cranium se rascó una oreja con la pata trasera y se irguió para contestar su pregunta.

Los soldados regalaban muchas cosas, yo regalo también.

—¡Qué tierno! —exclamó Zoey, guardándose la piedra redonda en el bolsillo. Prefería mil veces eso que las pertenencias de un hombre muerto—. Gracias.

Recogieron las cosas y retomaron el viaje mientras Zack se proponía entrevistar más seriamente a Cranium. Incluso, comenzó a hablar como él, a ver si así podía obtener respuestas. Durante largos minutos, Cranium solo respondió lo que se le cantó, como que los templarios daban huesos, que guardaban cosas, que eran buenos, que le palmeaban la cabeza y que daban más huesos.

—No te pienso palmear la cabeza —replicó Zack, irguiéndose y dejando de lado su tono amigable.

Zoey puso  los ojos en blanco y decidió intentar otra técnica, porque no era que Cranium no quisiera hablar, si no que no llegaba a comprender de qué podía hablar. No era una persona, así que tampoco podían esperar tanto.

—Cranium —lo saludó, poniéndose a su altura cuando creyó que iba a alejarse para correr por ahí, como siempre—. ¿Estaban ricos los huesos?

Ricos, ricos, sí.

—¿Y no sabías que estaban ahí?

No, no.

—Así que... ¿no comías huesos desde que los templarios cerraron el portal? ¿Verdad? —inquirió ella.

Muchos, muchos, muchos años. Tengo panza llena, llena.

—Ah, sí, ahora debe estar llena —replicó ella, mirando de reojo a Zack, que sacó la lengua para fingir asco—. Entonces... ¿qué crees que estaban haciendo esos templarios aquí cuando murieron? ¿Estaban llevando el arca a ese lugar que nos llevas?

Cranium levantó el hocico hacia ella.

Lapis Exilis no sabe, no sabe.

Zoey se detuvo cuando él lo hizo.

—¿Qué no sé?

El bicho se sentó sobre sus patas traseras y la miró, ladeando la cabeza.

¡Templarios venían de más allá! Más y más allá de las montañas, más y más allá del reino.

En ese momento, Zack soltó los bolsos y ella se quedó viéndolo, con la boca abierta.

—¿Qué, qué? —dijo.

—¿Más allá? —preguntó Zack.

—¿Qué hay más allá? —siguió ella.

—¿Te refieres a otra ciudad? —Zack se acercó—. Pero los templarios son de nuestro mundo, no de este.

Cranium miró a uno, luego al otro, y no se inmutó ni un poco por la ansiedad que creía en los humanos.

Los templarios vienen del otro mundo, sí, sí, sí. Mundo con muchos huesos, más que aquí.

—Sí —Zoey alzó las manos—. Eso nos queda claro. Pero, ¿a qué te refieres con que vinieron de más allá del "reino"? —añadió—. ¿No vinieron por donde entramos nosotros?

Cranium negó lentamente.

Por el portal se fueron y nunca más volvieron.

Los chicos se miraron, con las ideas fluyendo y tratando de decidir si creerlo o no. Si Cranium no estaba mintiendo, que no tendría motivos para hacerlo —o eso querían creer—, los templarios podrían haber entrado al mundo por otro sitio y haberlo recorrido en la dirección contraria que ellos llevaban.

—Puede ser... —dijo Zoey, después de que Zack dijera en voz alta lo que ella estaba pensando—. Porque puede haber más portales. El del colegio era uno, este sería otro.

—¿Y podría haber uno en Europa? —musitó Zack—. ¿Un portal que haya traído a los templarios desde Europa, hace siglos, para sacar de allí todas las reliquias religiosas, el arca, el Santo Grial y el dije?

Ella comenzó a caminar de un lado a otro.

—No sería tan descabellado, después de todo. Ellos podrían haber dejado esa arca en el "reino", tal y como dice Cranium, y luego haber buscado una salida —dijo.

—Y en Europa no eran recibidos porque el Papa disolvió la organización, así que sí huyeron... pero por el lugar menos pensado —continuó él, acercándose a Cranium—. ¿Y se llevaron a Lapis Exilis cuando se fueron por el portal? —le preguntó.

Cranium estornudó.

Pero Lapis Exilis ya volvió.

Esa era toda la confirmación y parecía ser suficiente. Después de todo, necesitaban al dije para abrir los portales. Con esa idea dándole vueltas en la cabeza, Zoey se llevó una mano al pecho. Parecía que el dije no era algo que pudiese ser guardado y protegido tal y como el Santo Grial o el Arca de la Alianza. Era algo que sí o sí debía usarse.

—No suena como sí... ¿el dije fuese una llave? ¿Cómo un guardián de este lugar? Dejaron todo menos el dije porque sin él, obviamente no podrían haber salido. Guardaron otras cosas que era invaluables, pero... irónicamente todo el mundo que sabe de esto, parece saber que el dije es más poderoso y que vale más la pena buscarlo que el arca o el grial. ¿No es... irónico?

Zack suspiró, siguiéndola con la mirada hasta que ella dejó caer la mano, sin respuestas.

—Es irónico. Quizás es que... los que saben esto, tal y como dices tú, saben que el dije tiene magia y las otras cosas... son solo reliquias. Existe esa posibilidad. Sabemos que nos metimos aquí a buscar un grial que bien puede no existir o bien puede que estemos equivocados.

Ella se llevó una mano a la boca y, sin darse cuenta, comenzó a morderse la uña del dedo pulgar. No sabía bien porqué, pero de repente estaba nerviosa. Sentía que tenía todo en la punta de la lengua, todo aquel mapa con información y detalles, pero que no podía completarlo porque le faltaban pocas fichas.

—Pero la profecía dice que Lapis Exilis es el Santo Grial de la vida eterna. Tiene que haber un grial, ¿o no? —contestó.

—Pero Cranium tampoco sabe qué hay dentro del arca.

Dicho eso, ella dejó de morderse y extendió los brazos.

—Sí. Okay, y también es posible que esa arca no sea el Arca de la Alianza. Pero... si no la es, ¿qué vamos a hacer luego?

Zackary se mordió el labio inferior y miró brevemente al animal, que seguía parado junto a él.

—Supongo que tratar de encontrar otras pistas. Si Peat no nos puede alcanzar aquí, todavía tenemos tiempo. Y si hay otros portales, podemos salir por ellos a nuestro mundo y seguir investigando. Lo bueno de este lugar es que realmente estamos solos.

Parecía ser el único plan lógico y válido que tenían, incluso cuando no era un plan B sólido. Pero Zoey se dio cuenta de que las piedras sueltas del camino alrededor de sus pies estaban agitándose a causa de sus nervios. Parecía que la magia que estaba en su interior se descontrolaba como semanas atrás y lo que se le ocurrió era que, a pesar de que el viaje no era complicado, al estar allí, después de todo lo que había pasado en los últimos días, estaba bajo un gran estrés.

De pronto, se sintió muy cansada. No solo físicamente, sino de ánimos. Realmente extrañaba a Jessica, extrañaba su casa, su vida normal, el colegio, a sus padres. Haberlo dejado todo y seguir ese ritmo le estaba pasando factura y la idea de no conseguir nada, ni una respuesta, ni una solución, podían con su optimismo.

Miró a Zack con una expresión agotada y contuvo un suspiro, porque no quería ponerse a llorar ahí ni tampoco quería seguir nerviosa. Trató de pararse derecha y se frotó la cara con las manos. Había mucho que recorrer y todavía no podía rendirse. Había sobrevivo a Peat esa noche pasada, así que debía aprovechar la oportunidad que tenía.

—¿Estás bien? —preguntó él, estirándose para tomarle la mano. Su cariño fue lo que, en ese momento, la reconfortó.

—Sí... es solo que... estoy muy cansada y me entró miedo de que no podamos lograrlo.

Zack la atrajo a su pecho y la abrazó. La estrujó con delicadeza y la mantuvo allí un largo rato mientras ella trataba, todavía más, de no llorar.

—Sé lo que sientes... Solo tenemos que ser realistas. Tener fe y luchar, pero ser realistas.

—Sé que Peat puede matarnos en cualquier momento —le contestó, con la cara contra su camiseta—. Pero es que siempre andamos tan entre las nubes. ¡Nunca tenemos nada claro! Siempre son corazonadas y me gustaría alguna vez tener algo firme en lo cual basarnos.

Él le besó la cabeza y la dejó ir solo cuando ella pareció más recuperada. En todo ese tiempo, Cranium se había sentado a verlos, como si estuviese viendo una roca más del paisaje, y no dijo nada. Ni siquiera una simple acotación sobre todo lo que habían charlado. No era de los que acotaban sobre teorías. Los chicos ya estaban convencidos de ello, pero aun así, cuando se separaron y decidieron continuar, volvieron a dirigirse a él.

—Entonces, vinieron de más allá, hicieron todo este camino y se fueron. ¿Tú los seguiste?

Cranium estornudó.

Yo los seguí desde el reino —explicó, levantándose al notar que reanudarían el viaje—. Me daban huesos.

—¿Y no sabías que estos habían muerto? —dijo Zack, señalando hacia atrás. La criatura siguió la línea que apuntaba su dedo.

Yo fui con los primeros.

Zoey frunció el ceño, a medida que Zack avanzaba cuesta arriba, para comenzar con la siguiente y más alta colina.

—¿Los primeros templarios? ¿Hablas de dos grupos?

Antes de que se fueran, llegaron otros sin huesos, sin regalos. No me dieron nada, nada.

Era evidente que esos templarios fallecidos habían llegado después, claro, y por tal, Cranium no sabía ni de sus muertes ni de sus apetitosos restos. Así que lo único que podían fantasear era sobre lo que encontrarían en el reino, si el arca, el grial o alguna solución mágica a sus problemas, lo suficiente como para destruir a Peat.

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