Capítulo 1
Jessica Hill estaba cansada de quedarse callada y aguantarse los interrogatorios y los gritos de los adultos. Pero, ¿qué podía decir? ¿Qué su mejor amiga era la peor enemiga de un ser inmortal bien sádico? No; más allá de que iban a tomarla por loca, no podía exponer a Zoey de esa manera.
Suspiró, ruidosamente, y mantuvo la mirada en el suelo. Los padres de Zoey no podían parar de gritarle y, aunque ella detestaba la situación, entendía por qué lo hacían. Durante esas últimas horas eso fue lo único que hicieron: gritar y llorar.
El oficial de policía intentaba calmar a Helena Scott, mientras su propia madre le exigía a la mujer que no le gritara a su hijita. Después de todo, nada de eso era culpa de ella; pero Helena gritaba porque Jessica se rehusaba a decirle porqué su hija se había salido del colegio y ahora no aparecía.
—Pero Jessica ya te lo ha dicho, Helena.
—¡Zoey nunca se iría! —chilló la mujer, y Jessica se estremeció, porque conocía tan bien a su hija como ella misma. Tenía razón, en situaciones normales, su hija jamás se escaparía.
—Pero lo hizo... —insistió su madre, aferrándole el hombro, pero ni con eso Jessica se sintió más cómoda con toda la situación.
—¡ELLA NO LO HARÍA! ¡Y menos con ese muchacho! Con ese... ¡delincuente! —continuó la mamá de Zoey y la verdad era que, si no estuviera muy concentrada en serle fiel a su amiga, intentaría decirle la verdad solo para tranquilizarla.
—¡Mi hija no está mintiendo! —exclamó entonces su propia mamá.
—¡Sí, lo está! —Helena Scott casi que escupió al gritar.
—Señoras —El oficial intentó parar los gritos en vano y Jessica valoró su buena predisposición—, así no solucionaremos las cosas. Yo hablaré con Jessica a solas esta vez y...
Su madre pareció explotar de pronto.
—¡Mi niña no se quedará a solas con nadie!
—Con todo respeto, señora Hill, una niña ha desaparecido con un muchacho prófugo, el cual, justamente, fue novio de Jessica.
Con eso, sí tuvo que intervenir. Ya sabía que el tema saldría a colación, por supuesto, ya que así lo habían planeado junto con Zack y Zoey. Todo tenía que apuntar a Adam para que no pareciese tan extraño.
—Estuvimos menos de dos semanas —acotó—. Y ya le dije que eso es todo lo que sé. Zoey solo dejó ese papel. Cuando me desperté ya no estaba allí.
—Y es su letra —agregó el oficial, afirmándolo para sí y para la madre de Zoey, que estaba a punto de entrar en coma de la desesperación. El papelito escrito por la chica desaparecida pasaba de mano en mano—. ¿O no lo es, señora Scott? Mírelo de nuevo.
Helena arrugó la nariz, sabiendo que eso era cierto, pero el que respondió por Francisco Scott.
—Sí, la letra es de mi hija. Pero insistimos en que ella no hubiera hecho algo así —dijo.
—Yo no sé más que eso. —Jessica volvió a bajar la mirada.
—Hablaré con Jessica a solas —insistió el oficial, suplicando con la mirada a los padres de la menor.
El señor Scott sacó a su esposa de la oficina y Jessica subió la cabeza para suplicar, a su vez, a su propia madre. Ella se aferró a su silla, poco dispuesta a moverse.
—Señora —dijo el hombre, con voz cada vez más dura, y la mujer, sin más, se vio obligada a salir.
Jessica bajó la cabeza otra vez, pensando velozmente en la historia que habían armado, en cómo la había dicho y en qué debía decir ahora para no estropear las cosas. El oficial Carlos Mancini, un hombre de mediana edad, de aspecto robusto, tomó asiento detrás del escritorio y juntó las manos. Detrás de él, otro oficial que hasta ahora había permanecido en silencio, se puso a anotar en un papel.
—Jessica —la llamó—. Zoey escribió que se iba con Adam Smith. ¿Por qué haría eso?
Ella levantó la mirada y se mostró los más confiada que podía.
—En verdad no lo sé. También creo que Zoey no se iría con él; en ningún momento vi a Adam cerca de ella como para que eso pasara.
—¿Zoey tenía algo con él?
—Ella y yo hemos peleado por Adam —retrucó ella—, pero no por eso.
Desconcertado, el hombre alzó las cejas.
—¿Qué quieres decir con eso?
—Zoey no quería que yo saliera con Adam porque él lo hacía para llegar hasta ella —respondió Jessica.
Una vez más, el oficial se mostró sorprendido. Ella le sostuvo la mirada otra vez.
—¿A ella le gustaba?
—Claro que no —dijo, negando pacientemente—. Es muy sabido que Zoey estaba enamorada de Zackary Collins y yo sé muy bien que no podía superar su muerte. Ella fue quién lo halló, ¿sabe? Yo lo vi apenas luego.
El hombre negó con la cabeza, tal vez recordando el terrible caso del muchachito muerto en la escuela. Sin embargo, puso ambas manos en la mesa y suspiró.
—De acuerdo. Volvamos a Adam Smith. ¿Por qué dices que te usaba?
—Porque efectivamente lo hacía —respondió ella, con soltura—. Superé la decepción que me causó su abandono con la ayuda de Zoey y de mi novio actual. Pero Adam me dijo algo el otro día...
Allí se generó la reacción esperada. El oficial estuvo a punto de saltar de su silla.
—¿El otro día?
Jessica apretó los labios.
—¿Entonces no lo sabían?
—¿Saber qué cosa, Jessica?
—Mi novio James, Rick Davenson, otro alumno del colegio, y yo vimos a Adam en el pueblo hace unas semanas. Él me amenazó con llevarse a Zoey después de decir que la amaba.
El hombre, nervioso, comenzó a pasar las hojas del caso de Adam.
—Sí, denuncia del día 15 de octubre.
—Nunca pensé... que realmente iba a pasar algo así —siguió la muchacha, con un tono más bajo.
—¿Crees que la secuestró? —le preguntó él, dudando de las posibilidades de sacar a una chica, sin que nadie más los viera, de un colegio—. ¿Cómo podría haberlo hecho?
Jessica fingió dudar también, pero trató de ser convincente para el oficial, pues tenía que dejar en claro que Adam había sido y siempre sería el malo de la historia.
—Mire, Zoey estuvo muy rara este año por culpa de lo que vio, pero yo estoy segura de una cosa: ella jamás se iría con Adam Smith a ningún sitio, menos de buenos modos.
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