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Capítulo 42

Las opiniones de cinco ex mandatarios entrevistados por el canal del Congreso, consecuentes con el tema de la violencia en el país y en específico, el asunto candente de Lucía y su supuesto hijo, fueron argumentadas desde la perspectiva de sus mandatos en períodos y tiempos distintos, intentando aclimatarlas en una nueva época. Alguna entre ellas, con su elegancia soez y gracia sarcástica, fue dada a conocer como una reflexión vacía que, al analizarla en su simplicidad, dejaba al descubierto el efecto de la indiferencia por el país... Las entrevistas crearon su propia crónica social.

«No es nada nuevo —inició el primer ex mandatario— que la anhelada búsqueda de un bienestar para toda una nación, ha naufragado por años en los suburbios del conflicto incomprendido y mal liderado, para arribar a la actualidad sin el poder de un pensamiento honesto, al que sí se le pueden contar los días. La edad del conflicto armado es la edad de la violencia, la edad del miedo, la edad del ERAL, en representación de una historia que ha degenerado la anatomía colombiana desde el pasado, y se esfuerza en proclamar el trono cuando los seguidores no existen. Han despojado a la naturaleza y a la vida de todos los colores, incluso del color de la alegría, y han enlutado hasta el más inocente pensamiento. Lucía y Santiago, son solamente dos ejemplos entre cientos de casos, y probablemente, no sean los últimos». —Culminó el selecto discurso.

«Hoy, el poder de la guerrilla flaquea en la adversidad de la locura y la discordia —expresó el segundo ex mandatario—. Sus líderes se hartan a conciencia propia olvidando el séquito de orientación; envejecen, y su poder enfermizo comienza a perder el valor de la grandeza que la historia le asignó a su lucha. Los peones de la guerra huyen aterrorizados y Colombia contraataca; eso es de lógica. Hacen falta nuevas estrategias para menguar el conflicto de la paz, porque ésta, ya se ha convertido en eso, en un conflicto. En el ERAL, el valor de la moral ya está momificado, y el valor del dinero pretende subsistir para mantener el poderío, un poder mal encarado bajo las nuevas normas de la corrupción y el terrorismo al interior de su imperio. Están sufriendo una metamorfosis que a nadie beneficia, ni siquiera a ellos».

«Cuando el enemigo cae —dijo el tercer ex mandatario—, cuando la enfermedad sucumbe, o cuando la ira es apaciguada, es precisamente porque la maldad ha perdido el poder y sus encantos. Cuando la razón despierta, cuando la pasión de vivir bien se fortalece, cuando se habla nuevamente del sofisma de la paz desprovista de la piel de la violencia, cuando se construyen pensamientos sin temor, cuando se respira con fe, cuando se abraza con esperanza, cuando se entiende el verdadero significado de la diferencia y se promulga con el respeto, cuando se obra con justicia; cuando nos decidimos a inundar al país con ríos humanos para protestar por la injusticia, profesar el amor y la libertad con la certeza de estar en lo correcto; es precisamente, porque estamos neutralizando el síndrome de la violencia y eso nos hace más poderosos. Nos incita a visionar una paz ficticia, pero fantástica. Eso es precisamente lo que observo en las intenciones del actual mandatario». Finalizó cortésmente.

«Hoy día —inició melodramático el cuarto ex mandatario amenizando el discurso con la batuta de su mano derecha—, Paz, Lucía, Santiago, Esperanza y Acuerdo Humanitario, no son más que nombres. Dios no tiene la culpa de ser Dios, así como el diablo no tiene la culpa de ser diablo. Unos buenos y otros malos. Todo desafortunada y circunstancialmente ocurre, y debe ser visto como un asunto de equilibrio. El día de mañana... será la misma Violencia, la misma Paz, otra Lucía, otro Santiago, la misma Esperanza, y probablemente... un Desacuerdo Humanitario. No conozco el primer país sin un ataque al corazón. De cualquier forma, persiste el equilibrio. No significa que no hagamos nada, si no lo hacemos, no hay duda que habrá un desequilibrio a favor de los menos indicados». Culminó su intervención escueta y burlonamente.

«La guerra en este país del sagrado corazón jamás está desempleada —opinó el quinto y último ex mandatario—, siempre tiene trabajo, y si por desgracia escasea, los amos del poder le dan un adelanto sin tiempo que cumplir y hasta le inventan horas extras. No es muy diferente al resto del planeta, con algunos mágicos lugares donde la guerra se ha personificado, donde ha pasado de vestir andrajos y soportar penurias, a lucir un hermoso vestido rojo con escote pronunciado para tentar los toros, y amamantarse de lujos. Los amigos que viven en guerra y de la guerra, han aprendido a quererla, y les hace tanta falta que ya parece una relación nupcial: el hombre y la guerra juntos, hasta que la muerte los separe. Y yo me pregunto: ¿la muerte de quién?». Finalizó con una extraña y punzante mirada de odio, que era difícil reconocer si aborrecía la guerra o condenaba al hombre. 

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