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Ding Dong
Ding Dong
La puerta se abre y detrás de ella me encuentro con el pequeño, descalzo y vistiendo solo una camiseta gigante que apenas le cubre los muslos.
Tiene los cabellos mojados como si acabara de salir de la ducha y juro por los dioses que podría caer rendido a sus pies ahora mismo y jurarle amor eterno.
—Hola.
—¿Jungkook, qué haces acá?
—Hola —Vuelvo a decirle y él muerde sus labios. «Esa boca tuya, es mía»— pienso y deseo.
Sonríe y dice:
—Hola —Siguiéndome el juego.
—¿Vive acá el hombre de mis sueños?
—No. Acá solo vivo yo.
—Y tú... ¿Eres?
—Soy Park Jimin. ¿Quién eres tú?
—Soy Jeon Jungkook, tu futuro amor.
Ríe y sus ojos se vuelven medialunas
—Hola Kook.
—Hola Mimi.
Retrocedió dos pasos, yo ingresé y cerré la puerta con un pie. Tomé su rostro y nos miramos por un rato largo.
—Antes de que me preguntes... Estoy aquí y Hannah lo sabe. Lo que tenía con ella se acabó hace mucho, pero hoy lo aceptamos y lo pusimos en palabras.
Sus ojitos parecían estallar en brillos. Me acerqué peligrosamente a su boca.
—¿Puedo besarte?
—¿Ahora pides permiso? No lo hiciste hoy en la casa de mis padres.
—Bueno, ese era un Jungkook desesperado por un beso.
—¿Ahora no lo estás?
—Más que nunca Jimin, cierra los ojos.
Tomo su mentón y le doy un suave beso es los labios.
—Más —susurra.
Y mi lengua se desliza suave por la comisura de su boca.
—Más —volvió a decirme muy bajito, casi diría que solo movía sus labios y yo adivinaba las palabras tras ese movimiento.
Cada vez que pronuncia ese «más» es una sensual llamada a mis más bajos instintos.
Mi lengua ahora ingresa a su boca, suave, pidiéndole permiso.
Él sigue con sus ojitos cerrados. Recibe mi lengua y la disfruta. Mi corazón quiere salirse de mi pecho, este juego es demasiado para mí.
—Eres tan hermoso, Jimin. Me vuelves loco.
Separa su rostro del mío, me detengo a observar cada centímetro de su piel, él me mira y sus pupilas doradas me suplican nuevamente:
—Más, quiero más de ti —Esas palabras, por Dios, ¿Será que me he muerto y voy llegando al paraíso?
—Quiero todo, Jungkook, dame todo.
El beso ahora se profundiza. Nuestras lenguas se mezclan en una exótica danza de fluidos. Muerdo su boca, quiero comerlo.
Él tomó mi mano, las riendas de este asunto y nos dirigió a su cuarto.
Este recinto huele a él. Caigo en la cuenta que estoy entre las sábanas del pequeño niño con cara de hada y cuerpo endemoniado y me siento dichoso.
La danza sensual sobre su cama fue única y exquisita. Nos tomó horas devorarnos, saborearnos. Hice mío cada rincón de su cuerpo. Él es más exquisito de lo que imaginé.
Dios mío tenme piedad, debajo de mi cuerpo el ser más hermoso del mundo jadea mi nombre y estalla en mil colores... No creo poder resistir.
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No sé qué nos deparará el destino de acá en más, nadie sabe esas cosas. Pero de lo estoy seguro es que encontré en él lo que he buscado toda mi vida. Sé con certeza que una porción de mi alma la comparto con el ángel que hoy duerme entre mis brazos.
—¿Qué me hiciste, Jimin? Siento que mi corazón te pertenece, pequeño mío —susurré a su oído creyendo que dormía
—Y el mío es tuyo, Kook.
—Estás despierto...
—Nunca me dormí. No paro de pensar.
—¿Qué piensas, Mimi?
—Mira, sé que es muy pronto para decirnos estas cosas. Hace apenas unas horas que nos dimos el primer beso, pero te juro Jungkook, que mi alma sabe que te conoce de antes. Siento que somos almas eternas reconociéndose en esta vida.
Sus ojos brillan con cada palabra.
—Sino, no encuentro explicación a lo que estoy sintiendo —Se lleva las manitas al pecho y yo quiero besarlas. Y no lo hago porque lo que está diciendo me conmueve.
—¿Cómo es posible? —Continuó— ¿Cómo puede ser que mi boca encaje perfectamente en la tuya? ¿Por qué mi corazón galopa a mil cuando te tengo cerca?
No puedo quitarle los ojos a su boca mientras habla, su voz es hipnótica.
—Bueno, sí, ya sé, hay cosas absolutamente lógicas —Prosiguió exponiendo mientras yo me moría de ganas de besarlo— eres bello, me gustas y me despiertas sexualmente. Pero por encima de esta cuestión de piel tan evidente, está la conexión que siento que tenemos. Puedo mirarte a los ojos y verme a mí mismo. Puedo entregarte mi vida en este instante, Jungkook, sin temores y sin miedos.
—Siento lo mismo, Jimin. ¿Seremos eso? ¿Almas destinadas uniéndose en esta vida?
—Creo que sí.
—Hola alma Jimin, te encontré.
—Hola alma Jungkook, nos encontramos.
Este veinticinco de diciembre será único para Park Jimin quién a lo largo de sus veintidós años nunca tuvo una cita navideña. Pero esta no será una cita típica de enamorados, no. No será en un bar ni en una disco donde el bullicio opaca gestos y palabras.
Esta será especial, única. Será en la intimidad de su hogar, frente al crepitar del fuego al lado de un hombre que acaba de ingresar a su vida pero que le ha arrebatado el corazón de manera estruendosa.
Nadie llega a este mundo con instrucciones de cómo amar ni a quién pero cuando la persona indicada llega a tu vida, el cosmos se expresa y te lo susurra al oído. No tienes escape, tu corazón caerá rendido a los pies del alma designada y se producirá magia. Magia exquisita, magia de colores, la misma que gracias a un corte de luz fortuito en la casa de los Park, la oscuridad se entretuvo tendiendo su lienzo renegrido alrededor de dos almitas destinadas a reconocerse para brillar juntas en este tramo de vida que les toque transitar.
Un apagón, dos manos que danzan al unísono, un hechizo de latidos y emociones revelándose aquella helada Nochebuena, no es otra cosa, más que el majestuoso universo de manifiesto.
Fin.
Un cuentito de Caracola.
Publicado el 15 de diciembre de 2021
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