Marta
A mí nadie me vio nunca. Ni en la casa ni el barrio ni en el colegio. Nadie me vio. Mi papá no me vio cuando se fue de la casa y mi mamá tampoco cuando cayó deprimida a la cama y mi abuela me vio (pero poco) y me crió, me llevó a su casa y después mis papás volvieron y me vieron algo (pero yo sentí que no me veían, que se veían solamente entre ellos) y yo jugaba a ser invisible y me miraba en los espejos y hacía como que no me veía y me escondía de la gente y ahí yo me volví imperceptible y cada vez que me buscaban no estaba y me metieron al colegio y seguí convencida de que podía hacerme invisible y que tenía un poder secreto de hacerme así, transparente, y todo iba bien hasta que quedé amontonada en el grupo de las nerds, las que nadie miraba ni tomaba en cuenta y mis notas eran más o menos y descubrí que la mejor forma de volver a ser invisible era sacarse notas buenas pero no tanto, ser la tercera, la cuarta, no más, nunca adelante, nunca atrás, siempre al medio; y nos hicimos súper amigas con la Claudia que también era invisible (pero no lo sabía) y con ella jugábamos a ser investigadoras secretas y les seguíamos la pista a los profesores y a los compañeros y todo iba bien hasta que descubrimos que algo pasaba entre el profesor de educación fisica y la profesora de inglés, algo raro pasaba en las colchonetas del gimna sio, a pesar del frío del invierno, a pesar de la oscuridad, algo pasaba y no entendíamos nada pero intuimos de inmediato que no podíamos contarlo y entendimos todo después.
En esa foto de curso todavía somos invisibles, no nos vemos, cada una juró borrarse la cara en la foto y no nos vemos (a lo mejor nos vemos en la foto de un compañero), y nos vino el ataque del cuerpo, entre engordar primero y después la confusión de la cintura, el estirón, los pechos, incluso me dio vergüenza tenerlos grandes como mi mamá porque eso me impedía ser invisible y me ponía una faja con una camiseta para aplastarlos y no quería que me regalaran un sostén y me peleé con mi abuela por eso y lloré toda una tarde mirándome en el espejo el signo de visibilidad y ella me dijo «tienes unos ojos preciosos, tienes un cuerpo precioso, te pareces a tu madre» y eso me hizo llorar más porque por eso mis padres me vieron «aparecer» en sus vidas de nuevo y me peleé con ellos también y me encerré en el baño de un portazo y los escuché decir esas estupideces de la edad y todo eso y no quiero verme y me miré al espejo para concentrarme y desaparecer y desaparecí como cinco minutos y eso me alivió pero cuando volví a la realidad visible, cuando dejé de ser nadie y nada y ninguna, yo estaba ahí de nuevo con las tetas levantadas como hipopótamos y los hombres me miraban en la calle porque igual que la Claudia éramos altas y las nerds ya no eran tan nerds y ella andaba orgullosa y me contó lo de la playa, pero yo en la playa me hice la invisible porque estuve unos días no más en la playa y luego me arranqué al campo de mi abuelo y los peones me miraban, sobre todo el Elías que es buen mozo y moreno y tiene músculos y me pasaron cosas por dentro con él, con su mirada y cuando montaba caballo hicimos carreras con él y me pasó algo entre las piernas y él me desafió a montar a pelo y eso a mí me daba lo mismo y me subí a mi yegua Celeste y cabalgamos hasta el estero y yo estaba contenta, correr era una manera de ser invisible pero no podía sacarme los ojos del Elías y me dio esa cosa fuerte y eléctrica entre las piernas y en el cuerpo con el roce del lomo del caballo y me pregunté qué me estaría pasando y miré al Elías y me dio vergüenza su mirada a través de mi blusa y salí corriendo de vuelta y casi me caigo pero la Celeste saltó justo por encima de un muro cubierto de zarzamoras y me escondí en mi pieza y supe que nunca más sería invisible y el Elías golpeaba la puerta de mi pieza , «¿qué le pasó, patroncita?» y yo «nada, nada», muda.
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