III - El aprendiz
Luego de lo sucedido con Mateo, intenté sacudir todo recuerdo de ello y me apresuré a salir de mi hogar. Vi la hora en mi celular, y me di cuenta de que tan solo faltaban diez minutos para que empezara la primera clase. Por suerte, ya había cargado de combustible mi auto, por lo que no me preocupé tanto.
Durante el camino, no lograba despejar mi cabeza, todo parecía dar vueltas intentando encontrarle el sentido a lo que había ocurrido esa mañana. Todo parecía una broma, una muy buena y elaborada broma, pero algo dentro de mí se negaba a creerlo, me hacía pensar que aquello probablemente se trataba de algo superior.
Pero... ¿qué?
Una vez llegué al instituto y me estacioné, sentí que todas las miradas cayeron en mí y mi auto. Por un momento pensé que había llegado al lugar incorrecto, incluso tuve que verificar en una aplicación de GPS en dónde me encontraba; en ese momento podía dudar hasta de mi cabeza.
Pero no, no me había confundido de colegio. Entonces, ¿qué ocurría?
Bajé del auto con mi bolso en una mano, y con la frente en alto, caminé hacia la entrada, recibiendo demasiadas miradas curiosas y unos cuantos murmullos hacia mi persona. No es que el hecho me desagradara, siempre me había gustado ser el centro de atención, pero esa mañana se sentía una vibra diferente, ni siquiera yo entendía por qué estaba recibiendo tanta atención; lo cual, hasta cierto punto, me incomodaba.
Una vez llegué a mi casillero, me encontré con Madison y Adeline, quienes estaban en una plática bastante entretenida hasta el momento en que notaron mi presencia. Ambas callaron y me voltearon a ver con desagrado, como si se hubieran enterado de que yo dormí con uno de sus novios. Eso me pareció imposible, me había asegurado de que eso nunca saliera a la luz.
—¿Ustedes también? ¿Alguien en este maldito lugar puede decirme qué hice para que me vean así? —pregunté alterada.
—¿Qué? ¿Te harás la inocente? —preguntó Madison.
—¿Qué dicen?
—¿Cuándo planeabas decirnos que estabas engañando a Tyler? El pobre está destrozado, y ¿adivina quién lo está consolando? —intervino Adeline.
La sangre en mi cabeza comenzó a hervir en ese momento.
—No se atrevió...
—Oh, sí, de seguro su pecho es un buen psicólogo, porque desde que llegó su cabeza ha estado pegada a él como si de su mamá se tratase.
Cerré los ojos para contener la rabia que había crecido dentro de mí. De entre todo lo que me había ocurrido en las últimas horas, eso era lo que menos necesitaba.
—¿Dónde están? —pregunté entre dientes.
—¿Eso qué importa? Ya es muy tarde, y todo es por tu culpa. ¿Qué pasó con todo eso de "aprenderá a no meterse conmigo ni lo que me pertenece"?
—¿Qué pasó anoche exactamente, Andrea? —Madison se encontraba con los brazos cruzados, y su mirada me escudriñaba completa, como si quisiera escarbar todos los secretos que ocultaba mi alma.
Reí para ocultar mi nerviosismo y le mantuve la mirada, no dejando que me intimidara.
—¿Y qué les hace pensar que les voy a decir? Vamos, chicas, no sean tan ingenuas —dije más para Madison que para Adeline—, y díganme lo que quiero saber —demandé.
Ambas me vieron seriamente por un momento, pero luego de que alcé mi cuello para demandar autoridad, bajaron la cabeza en rendición y, luego de un suspiro, Adeline habló.
—Biblioteca.
Mis pies parecían volar a lo largo de los pasillos del colegio, mi mirada se mantenía fija en un solo destino, mientras que mi cabeza maquinaba demasiados pensamientos sobre lo que podría estar sucediendo del otro lado de esas puertas de madera. ¿Un llanto? ¿Una pelea? ¿Un beso?
No podía ni imaginar lo que pudiera ser de mi vida sin Tyler. Desde el momento en que entré a ese colegio, él había sido mi acompañante eterno. Desde mi compañero de clases, hasta mi mejor amigo y, por último, mi pareja. Nunca habría pensado el ser novia de él, pero cuando me lo propuso y acepté, creo que fue el mejor momento de mi vida.
La fiesta de fin de año lo decidió.
Madrid, España, diciembre de 2022
La tarde estaba fría y los adornos de navidad aún se conservaban en las casas. Recién había regresado de comprar mi vestido con Adeline y Madison, mis padres estaban de viaje, por lo que tenía mi casa libre para la mejor y última fiesta del año. Subí a mi habitación y encendí la ducha para tomarme un baño. Luego de alrededor una hora, ya me encontraba maquillada y lista para la fiesta, lo único que faltaba eran los preparativos. Bajé a la primera planta para comenzar a arreglar todo, pero el timbre principal resonó por toda la casa, interrumpiendo mi intención.
Un poco confundida debido a que aún era temprano para que comenzaran a llegar los invitados, fui hasta la puerta y la abrí, encontrándome con un paquete sin remitente, envuelto en un papel blanco. Vi para todos lados en busca del dueño de la caja, pero la única que se encontraba afuera a esa hora era mi vecina de cincuenta años, que paseaba a su perro como de costumbre. Fui hasta ella para preguntar si no había visto a alguien pasar por el lugar, pero como siempre, todo lo que tenía que ver conmigo o mi familia era de total indiferencia para ella, por lo que no fue de mucha ayuda.
Aun más confundida que antes, regresé a mi casa con la caja en manos. Una vez me encontraba sentada en la sala de estar, con la curiosidad carcomiéndome las venas, abrí el pequeño paquete blanco, encontrándome con un anillo de plata realmente hermoso, con unos pequeños detalles de diamante incrustados alrededor. Bajo él, tenía un pequeño papel con unas letras escritas en cursiva:
"Si aceptas esto, sabré que puedo presentarme ante ti."
Mi corazón comenzó a latir a mil por hora, no sabiendo realmente qué creer o qué hacer a continuación. El anillo estaba realmente hermoso, parecía hecho por ángeles y de seguro había costado una fortuna. ¿Quién podría ser el misterioso remitente?
No sabía muy bien si aceptarlo era una buena idea, ¿qué pasaría si el causante de todo era un secuestrador que traficaba jóvenes ingenuas?
Guardé el anillo en su caja nuevamente, sabía que no era buena idea el aceptar cosas a extraños que dejaban en la puerta de mi casa, ¿cómo podría saber que no se trataba de una bomba incrustada en uno de los diamantes? Al día siguiente llevaría ese anillo a la casa de empeño para deshacerme de una vez por todas de él.
Me paré y comencé a sacar todos los preparativos para la fiesta, no faltaba mucho para que los invitados comenzaran a aparecer. Saqué vasos de plástico, ron, vodka, tequila, cerveza, y todos los ingredientes necesarios para preparar diversas bebidas alcohólicas; en cualquier momento llegaría el Bar Tender para comenzar a prepararlas. Quería que todo saliera a la perfección esa noche, era mi primera fiesta en la que yo era anfitriona, mis nuevas amigas me habían confiado la tarea de organizarla, por lo que nada podía salir mal.
Justo cuando mi teléfono se había terminado de convertir en el reproductor de música, escuché el timbre principal sonar. Vi la hora y ya se acercaban las ocho de la noche, por lo que era de esperarse que fuera el primer invitado el que estuviera detrás de la enorme puerta blanca.
Arreglé mi vestido y me aseguré de que todo estuviera perfectamente listo para todos, cuando me topé nuevamente con aquel paquete pequeño, que aun yacía en la mesa de centro de la sala. Recordé entonces el anillo; ese hermoso accesorio que de seguro se vería aún más perfecto en mis dedos. Dudé.
Escuché nuevamente el timbre, presionándome para abrir la puerta. En un movimiento rápido, me acerqué al paradero de la caja, la abrí y me coloqué el anillo. Me quedé apreciándolo puesto en mi mano por un momento, realmente era muy hermoso. Tomé la caja y la escondí estratégicamente debajo del sofá, sabiendo que nadie la encontraría y que podría tenerla intacta para devolverla al día siguiente.
El haber tomado el anillo no significaba que lo estaba recibiendo oficialmente, solo quería presumirlo por una noche y deshacerme de él lo más pronto posible.
Escuché nuevamente que tocaban la puerta, y unos murmullos que logré escuchar como "¿Estás seguro de que era aquí?" y "Toca más fuerte, a ver".
Me apresuré a abrir, encontrándome casi a punto de recibir una golpiza por parte de Esteban, un chico del colegio, que estaba por golpear la puerta una vez más. Ambos se quedaron callados al verme, pero sonrieron al instante.
—Bienvenidos a mi humilde hogar. —exclamé con una sonrisa.
—¿Humilde? En ese caso mi casa es un basurero. —dijo en broma Camila, su acompañante, mientras ambos entraban a mi casa. Sonreí con suficiencia al saber que mi casa era una de las más grandes de la ciudad.
—Tienes razón.
La fiesta iba increíblemente bien, tanto, que estaba considerando ir a comprar más alcohol, debido a que ya se estaba acabando. Tomé mi bolso y me encaminé hacia la puerta principal, pero no pude llegar a mi destino, ya que una mano me jaló bruscamente del brazo y me sentó en el sofá.
—¡Hey! ¿Qué te ocurre? —exclamé enojada.
—Disfruta un poco, has estado tan ocupada en atender a los demás que no has tomado una gota de alcohol en toda la noche. ¿Qué te pasa? Normalmente tú eres el alma de la fiesta.
Puse los ojos en blanco ante lo que recién me había dicho—. ¿Y a dónde crees que iba? Ya no queda vodka, iba a comprar más.
—¿Y quién dice que tienes que ir tú? ¡Hey! —llamó a un chico desconocido que se encontraba bailando— Sé un buen chico y trae dos botellas de vodka y una de ron para mi amiga, ¿sí? —se inclinó un poco para adelante, dejando ver sus pechos bien pronunciados. El chico se puso tan nervioso, que ni siquiera esperó a la entrega del dinero, solo salió de la casa luego de asentir repetidas veces. Adeline sonrió— Problema resuelto.
Ni siquiera me dio tiempo de pensar en discrepar, ya que, cuando menos me di cuenta, Adeline ya me había lanzado al famoso juego de "girar la botella".
Bueno, no perdía nada con jugar.
—Bien, ¿quién comienza? —preguntó emocionada una chica al lado mío.
—Yo. —anuncié con seguridad. Todos comenzaron a chiflar, obviamente, emocionados con que alguno de ellos tuviera la oportunidad de besarme. Perdedores.
Giré levemente la botella de cerveza vacía con mi mano derecha, y luego de dar alrededor de diez vueltas, comenzó a disminuir la velocidad, deteniéndose frente a un chico de cabello castaño lacio, ojos verdes oscuros y unos anteojos de graduación alta frente a ellos. Tyler.
—Oh, no. —murmuró en voz baja.
—Oh, no. —repetí de la misma manera.
—Oh, sí. —escuché a Adeline, y pude jurar, aunque no la estuviera viendo, que estaba sonriendo de una manera muy pervertida— Siempre supe que ustedes dos terminarían besándose de una manera u otra.
Ambos la volteamos a ver de mala manera.
—No puedo hacer esto, no con Tyler.
—Sí, vamos, es mi mejor amiga. Esto es como la violación suprema a todos los códigos de amistad. —me apoyó el susodicho.
Adeline puso los ojos en blanco—. Si de verdad no hay sentimientos de por medio, esto debería ser pan comido. Vamos, solo un besito y ya, no sean llorones. Es para reforzar la amistad.
Hubo un pequeño silencio incómodo entre el grupo, cuando comencé a escuchar un leve bullicio que poco a poco se fue incrementando, exclamando "¡Beso! ¡Beso! ¡Beso!" ¿Qué acaso la gente no tenía vida propia?
Volteé a ver a Tyler en busca de algún indicio de negación por parte de él, pero el susodicho solo se encogió de hombros, murmurando un pequeño "Tiene razón". Suspiré en rendición, y me comencé a acercar lentamente a él, mientras que este hacía lo mismo. Luego de un poco de resistencia por parte de ambos, juntamos nuestros labios en un casto beso. Pude haber estado loca, pero sentí que él quería juntarse más y continuar con el beso, y lo que más me dio miedo, es que yo quería lo mismo.
Luego de lo sucedido con Tyler, continuamos jugando un rato más. Evité la mirada de mi mejor amigo en todo momento, aun cuando éste me veía más de lo normal, lo que hacía que mis otros besos se volviesen incómodos, por lo que decidí salirme del juego para tomar un poco de aire. Necesitaba descansar de ese ambiente tenso que se había creado entre nosotros.
Salí al patio trasero y me senté junto a un árbol que había plantado de niña. Me había asombrado lo rápido que este había crecido; en tan solo diez años ya me triplicaba el tamaño, y yo era bastante alta. Por suerte, mi jardín era amplio, por lo que hacía una bonita decoración mi "pequeño" arbolito. Unas cuantas personas se encontraban en el jardín, fumando o simplemente charlando por sobre el bullicio de adentro de la casa.
Apoyé mi cabeza sobre el tronco y no pud evitar pensar en lo que recién había ocurrido. A pesar de los otros tres besos que me tocó dar por parte del juego, el que había tenido con Tyler seguía presente en mi cabeza. Ese casto beso, que apenas rozó mis labios, hacía que mi corazón palpitara más rápido de lo usual, lo cual me atemorizaba.
Tyler se había convertido en mi confidente en los últimos meses; no entendía cómo, pero le tenía más confianza a él que a mis dos mejores amigas. No quería perderlo, pero tampoco podía ignorar el hecho de que ese pequeño beso había despertado un nuevo sentimiento en mí, uno que no había podido descifrar hasta el momento.
Una presencia ajena me despertó de mis pensamientos, volteé mi cabeza para ver sobre quién se trataba, y me encontré con el cuerpo trabajado de dos meses de Tyler. No dijo nada, solo se recostó sobre el árbol y se quedó viendo al cielo, lo único que se escuchaba era su respiración tranquila sobre el bullicio lejano de la fiesta. Su distancia era apropiada, estábamos cerca, pero no lo suficiente para crear más tensión. Estaba lejos, pero no lo suficiente para que lo sintiera distante. Como siempre, Tyler siempre hacía lo indicado.
—Ya no hay estrellas ahora, ¿te has dado cuenta?
—No realmente, no le pongo atención al cielo.
—Lo sabía, yo tampoco me había dado cuenta hasta ahora, solo quería romper con el silencio; ¿no te está matando por dentro?
Ladeé mi boca en una sonrisa, él realmente lograba conocerme.
—No sé cómo sigo respirando.
Ambos reímos y el silencio reinó nuevamente, pero la tensión se había ido un poco más.
—Yo tampoco sé qué significó ese beso.
Esa frase me había tomado por sorpresa, ¿tan obvio era lo confundida que me encontraba? Preferí no contestar, más que por no saber qué decir, no quería arruinar el momento diciendo algo incoherente. No es que yo normalmente dijera cosas fuera de lugar, pero en ese momento me encontraba muy nerviosa; y ni yo lograba explicarme el porqué. Mi mirada se posó en la parte lateral de su rostro, la suya perdida en alguna parte del cielo. Tyler continuó.
—Pero no necesito hacerlo, ¿sabes? —sus ojos verdosos chocaron con los míos a través de aquellos gruesos pedazos de vidrio— Lo único que necesito es hacerlo bien.
Mi ceño se frunció ante lo que recién había dicho.
—¿A qué te ref...? —mi boca no pudo terminar de pronunciar aquella pregunta, debido a que fue interrumpida por unos labios fríos a causa de la noche, pero que se sintieron cada vez más cálidos a la vez que bailaba al compás de los míos.
Esta vez no solo se trató de un choque de labios, esta vez fue algo más intenso, algo más significativo. Esta vez nuestras lenguas se juntaron, pero no de una manera vulgar ni asquerosa, se juntaron como si estuvieran hechas para estar así para siempre, como si se complementaran. Esta vez no había sido un tonto juego de la botella. Esta vez, no necesitábamos que significara algo, solo... lo necesitábamos.
Aquella noche fue la última del año, pero el principio de una hermosa relación con mi mejor amigo. Ni siquiera nos preocupamos si ya había pasado la medianoche, porque desde el momento en que nuestros labios se juntaron, supimos que ese sería el comienzo de algo aún mayor.
Cuando terminamos el beso a causa de la falta de oxígeno en nuestros pulmones, ambos nos quedamos juntos, cara a cara, disfrutando del calor que proporcionaba el otro. A pesar del insoportable frío que estaba haciendo, al menos yo, no podía sentir otra cosa más que calor. Coloqué mis manos en su rostro y lo comencé a acariciar con suavidad, al poco tiempo él puso la suya sobre mi cadera, acercándome aún más a él. Su otra mano la posó sobre la mía que se encontraba aún en su rostro, pasó su dedo sobre el anillo que posaba sobre mi dedo anular, tomó mi mano y se quedó viendo al anillo.
—Realmente te sienta la plata. —rio.
Mis labios pronto se formaron en una pequeña sonrisa al descubrir que el misterioso remitente del paquete blanco había sido él. Claro, como lo recibí, él presentó sus sentimientos ante mí. Todo tenía sentido entonces.
Él me había obsequiado el anillo.
—Gracias.
Mis dedos jugaban con lentitud el anillo sobre mi dedo anular, el recuerdo de aquella noche brindándome nostalgia. Conservé el accesorio, atesorándolo como si fuera mi vida; siempre lo cargaba conmigo, ni siquiera me lo quitaba para ducharme.
Me encontraba a dos pasos de las puertas que llevaban a la biblioteca, sin atreverme a cruzarlas. Sabía que él se encontraba con Marcela allá adentro, sabía que ella tenía sentimientos por él, sabía que a ella no le agradaba yo. Pero también, algo dentro de mí sabía que él no sería capaz de engañarme, sabía que él me quería lo suficiente como para intentar solucionar nuestra relación. Quería salvar nuestra relación, era lo más real que tenía en mi vida. Y también sabía que, si caminaba esos dos pasos y cruzaba esas puertas, eso no sucedería.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro