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II - Desaparecer

Madrid, España, mayo de 2024.

La plaza estaba repleta de gente, la cual reemplazaba el silencio con bullicio. Una pequeña brisa se adueñó de mi cabello por un momento, pero no me importaba que se desordenara. Caminábamos con lentitud, sin decir nada, solo disfrutando de nuestras compañías. Las personas que pasaban a mi lado me sonreían, una especie de luz amarilla irradiaba de sus cuerpos, como si ellos fueran la fuente de ésta. Las aves volaban sobre nosotros, atravesándose el cielo anaranjado. Sentí una mano cálida posarse sobre la mía; subí levemente la cabeza, encontrándome con la mirada risueña de Tyler.

—Amo cuando sonríes. —susurré sin poder despegar mi vista de él. 

—Entonces no tienes idea de lo que tu sonrisa provoca en mí.

Pocas veces había experimentado tal felicidad, tal comodidad, tal aceptación genuina por parte de alguien. Me sentía completa por primera vez en mi vida. Todo parecía que estuviera bien, se complementaba a la perfección con lo que en ese momento sentía en mi interior. El silencio se adueñó nuevamente de nosotros, sin hacerlo incómodo o algo parecido. Respiré profundo, disfrutando del aire puro que nunca había sentido en la ciudad en la que vivía.

—Me parece una pena que abras las piernas con cualquiera que se te ponga enfrente.

Todo comenzó a tornarse gris y un escalofrío recorrió mi cuerpo. Las personas alrededor comenzaron a oscurecer y su tez se volvió fría y pálida. Todo daba vueltas a mi alrededor, quise extender mi mano hacia la de Tyler para tomarla en modo de apoyo, pero en cuanto lo hice, sentí unas largas y ásperas garras, que me hicieron apartar mi mano de inmediato. En cuanto volteé hacia donde Tyler estaba, éste se había convertido en una especie de animal gigante. Sus venas brillaban y sus ojos se habían tornado de color rojo, su cabello había crecido más de lo normal en distintas partes del cuerpo, creciéndole también escamas en los brazos y cuello. Mi garganta lanzó un grito ahogado y mis pies retrocedieron al instante, apartándome sin siquiera pensarlo de él.

—¿Q-quién eres tú? ¿Qué hiciste con Tyler?

—Me engañaste, me mentiste, eres una sinvergüenza... —ignorando mi pregunta, lanzaba murmullos graves y toscos, haciendo eco por la oscuridad en la que para entonces me encontraba.

—Tú no eres Tyler, ¡regrésame a Tyler! —grité, intentando hacer que mi voz saliera autoritaria, pero más bien sonó como un ruego.

— Yo te di mi amor, te di mi confianza, te di todo, no mereces nada... —se comenzó a acercar a mí poco a poco, lo que causó que retrocediera aún más— No mereces respeto, no mereces amor, no mereces nada...

—¡Deja de hablar!

—Será mejor que me vaya con alguien que sí vale la pena, que no me traicione... —estaba a tan solo un metro de distancia, sus garras crecían cada vez más— Pero antes, debes ser eliminada.

Lo último que alcancé a ver fue cómo se abalanzó contra mí, y todo se tornó negro.

Abrí los ojos de golpe. Mi pecho subía y bajaba agitado, en busca de oxígeno suficiente para mis pulmones. Una opresión en la zona me mantenía alerta, con el recuerdo presente de lo que segundos antes había creído vivir. Sentí cómo las gotas de sudor bajaban con lentitud sobre la parte de atrás de mi cuello y en los laterales de mi rostro. Todo había sido un sueño.

Comencé a respirar con normalidad en cuanto verifiqué que nada de eso había sido real; que todo había sido un sueño paranoico. La imagen de los ojos rojos y brillosos de lo que Tyler se había convertido estaba vívida en mi mente, sus venas resplandecientes, sus dientes y colmillos ansiosos por tener algo qué devorar...

Por un momento llegué a pensar que solo era mi imaginación, que nada de la noche anterior había sucedido; ninguna criatura con ojos sedientos de sangre casi me había llevado a las puertas de la muerte; Tyler nunca había terminado conmigo...

—Perdona por lo ocurrido de anoche.

Una voz seria y grave hizo eco por la habitación inundada de la oscuridad de la madrugada. Entrecerré los ojos para mejorar mi vista y así facilitar mi búsqueda hacia el propietario de la voz, y a lo lejos, pude visualizar una sombra casi imperceptible en la esquina de mi habitación, al lado de la ventana.

Entonces sí había ocurrido algo anoche. Lancé un grito ahogado.

—¿Quién eres? ¡Fuera de mi habitación! —comencé a gritar— ¡Llamaré a la policía!

Casi no veía nada, pero como pude comencé a pasar mi mano por la mesa de noche para buscar mi teléfono y llamar a la policía para demandar al acosador de mi habitación, pero no encontré nada. Me pareció extraño ya que recordaba haberlo dejado ahí la noche anterior.

—No puedes llamar a la policía. —el sujeto se encontraba justo enfrente de mí, ¿cómo había llegado tan rápido? La luz de luna que se lograba filtrar por la ventana dio a revelar la mitad de su cuerpo, y el teléfono con funda rosada que reposaba en su mano izquierda. Mi teléfono.

—¿Cómo...? —ni siquiera era capaz de formular la pregunta. Sacudí la cabeza, intentando alejar esos pensamientos estúpidos que mi mente estaba comenzando a crear— No importa. Dame mi teléfono.

—No puedes llamar a la policía. —repitió.

—Obsérvame. —en un movimiento rápido, me levanté de mi cama y tomé el teléfono de su mano, instantáneamente comencé a teclear el número de emergencias y llamé. Mi corazón palpitaba a una gran velocidad, tenía un ardor en el pecho a causa del temor y la adrenalina que sentía en ese momento.

—No te conviene llamar. —su voz era calmada.

911, ¿cuál es la emergencia? —escuché del otro lado de la línea.

—¡Cállate! —le ordené con fuerza al muchacho.

¿Perdón? 

—¡No me refería a usted! —aclaré con rapidez a la chica de emergencias.

—No podrás probar nada. Según el gobierno yo no existo, en cualquier momento puedo desaparecer y solo quedarás como una adolescente con problemas de paranoia. No habrá pruebas de nada, ¿qué no lo ves?

Si esto es una broma, no volveremos a tomar otra llamada de este número. Por favor, díganos cuál es la emergencia.

—Ya cállate de una vez, y vete. ¿Acaso crees que soy estúpida? ¿Ahora me vas a decir que eres un mago encubierto y desaparecerás con tu humo mágico? Por favor. —reí sarcástica y le di la espalda para continuar hablando con la chica del otro lado de la línea—. Quiero denunciar un acosador en mi habitación. No conozco su nombre siquiera, solo apareció y no quiere irse. Por favor, estoy sola en mi casa con este maniático.

Escuché a la chica de la otra línea suspirar cansada—Por favor, dígame su dirección exacta.

—Claro, es... —me volteé de nuevo sobre mis pies mientras comenzaba a dictar mi dirección, pero en cuanto volteé por completo, no había nada más que la puerta de mi vestidor.

¿Señorita? —preguntó del otro lado de la línea. Mi boca estaba seca.

—Desapareció.

No logré dormir luego de lo que había pasado antes, así que me duché a las tres de la mañana, y bajé a desayunar una hora y media después. Todo estaba aún oscuro, seguía sola en casa por lo que no me molesté en hacer silencio y puse música a todo volumen para despejar mi mente. Sin embargo, fue en vano. Mi mente no dejaba de repetir la escena anterior, no dejaba de formular teorías acerca de cómo él había logrado desaparecer tan rápido y silenciosamente. La puerta aún estaba cerrada, y no había escuchado que la abrieran ni nada por el estilo. Habría notado si se hubiera escapado por la ventana, ya que estaba justo frente a mí, pero ésta también se encontraba cerrada. Todo había quedado tal y como estaba, como si nadie hubiese estado ahí.

«Perdona por lo ocurrido de anoche»

Solo tres personas habían estado conmigo la noche anterior: Tyler, el hombre moreno con la bolsa radiante y el hombre con ojos rojos y venas brillantes que casi me mataba.

Tyler quedaba descartado completamente, lo habría reconocido al instante. Solo quedaban dos posibilidades: el hombre de la bolsa y aquuella monstruosidad.

Ninguna de las dos me parecía una buena opción, no me daban un buen presentimiento. Pero, si de comparar se tratase, elegiría obviamente la primera opción.

El miedo y paranoia se adueñaron de mí por un momento. ¿Y si el hombre de las garras me encontró? ¿Qué pasaría conmigo?

Pero entonces, si me encontró, quería decir que descubrió que le había mentido, y si fue así, ¿por qué no me mató de una vez? Casi lo hacía si no le daba información, ¿qué era capaz de hacer si le daba información falsa? Honestamente, no quería ni imaginármelo.

Por lo que solo quedaba una sola opción: el hombre moreno de la bolsa radiante.

Él había desaparecido misteriosamente la noche anterior, me había parecido sospechoso, pero no le tomé importancia tomando en cuenta lo que me había sucedido. Pero ahora, todo me parecía más que claro; o bueno, lo más claro que se podía llegar dadas las circunstancias. Ese muchacho era el que estaba huyendo del hombre de garras, era el que había reaccionado de una manera extraña cuando la bolsa comenzó a irradiar luz; era el que sabía mi nombre.

Y ahora también sabía mi dirección.

¿Quién era ese hombre, y por qué de pronto sabía tanto acerca de mí?

Entre mis pensamientos, el agua para mi café comenzó a hervir, a tal punto de que se evaporó casi la mitad, ocasionando que tuviera que calentar otro poco.

Ya con mi descubrimiento acerca de la identidad del hombre de la madrugada, muchas más preguntas habían surgido en mi arremolinada cabeza: ¿Quién era el hombre de garras? ¿Por qué tenía garras, en primer lugar? ¿Por qué lo estaba persiguiendo? ¿Por qué la bolsa comenzó a brillar cuando se paró para hablarme? ¿Quién era él?

Miles de pensamientos me agobiaban en esos momentos, haciéndome difícil disfrutar mi desayuno de las cinco de la mañana. Para intentar distraerme, decidí cocinar unos panqueques de banano y nueces. Hacía mucho que no preparaba desayuno de cualquier clase, pero esa vez necesitaba distraerme.

Tardé alrededor de media hora para terminar mi desayuno y el cielo comenzaba a aclararse. Luego de cinco minutos de que había terminado de desayunar, la señorita de limpieza de turno de ese día llegó a la cocina para preparar el desayuno. Dio un respingo en su lugar al verme, no era muy común que yo me encontrara en la cocina en ningún momento del día, mucho menos a las cinco de la mañana.

—Buenos días, señorita. —apenas le presté atención. Apagué la música, tomé mi último bocado y me levanté del desayunador para ir a lavar mis dientes. 

Agradecí que mis papás estuvieran de viaje, así que fue mucho más fácil arreglarme sin tener a mi madre regañándome por el atuendo que decidí llevar. Una hora antes de que comenzaran las clases, ya estaba lista. Decidí perder el tiempo un rato en el teléfono. Tenía muchas notificaciones, más que todo de parte de Madison y Adeline. Ambas estaban locas enviando mensajes en el grupo que teníamos de chat, preguntándome cómo había salido todo la noche anterior. No quería decirles lo que había pasado, no quería que supieran que Tyler y yo ya no éramos nada, no quería que se enteraran de nada. El rostro decepcionado de Tyler llegó a mi mente de nuevo, y un dolor en el pecho me invadió al instante. Cerré el chat de mis amigas sin preocuparme en responder, y mejor comencé a jugar en el teléfono. 

La gran casa estaba muy sola, y un silencio sepulcral lo invadía, lo que me pareció extraño, ya que normalmente el ruido de las aspiradoras, lavadoras y los pasos de las señoritas de limpieza eran las que llenaban el ambiente hogareño. Intenté no preocuparme de ello y seguir jugando, convenciéndome de que solo estaba siendo paranoica por lo que había pasado dos horas antes. Solamente el sonido del juego de mi teléfono retumbaba por la enorme casa, por lo que le aumenté el volumen para intentar mantener mi mente ocupada.

—¿Podrías escucharme ahora?

Di un respingo en mi lugar al escuchar la misma voz varonil de la madrugada, mi corazón volvió a palpitar fuertemente del susto. Volteé a ver a todos lados, pero no encontré el autor de la voz en ningún lugar. La casa seguía igual de vacía. Tomé un largo y profundo respiro, permitiéndole a mi mente tranquilizarse.

La voz continuaba sonando como un eco lejano en mi cabeza y ya no lo soportaba, por lo que la agité con rapidez, intentando eliminarla. De seguro todo había sido producto de mi imaginación, de seguro mi mente había manipulado todo a tal punto de que mis oídos también fueron afectados; comencé a pensar seriamente en mi salud mental. ¿Y si era esquizofrénica? ¿Y si nada de lo de la madrugada había sucedido y todo me lo estaba imaginando? Oh por Dios, me internarían, me llenarían de medicamentos, tendría un psiquiatra...

—No eres esquizofrénica, tú de verdad estás escuchándome.

Mi cabeza comenzó a doler de la confusión y, hasta cierto punto, del miedo. Mi mirada vagaba a todos lados en busca del lugar del que provenía la voz, pero sentía que su origen venía directamente de mi cabeza, como si éste saliera por mis oídos en vez de entrar.

—¿Hilda? ¿Eres tú? —pregunté suplicando que fuese la señora de limpieza que me estaba llamando con una voz muy ronca. ¿Tal vez estaba... resfriada?

—Hilda no está despierta, y creo que ya sabes quién soy. Por favor, no vengo a hacerte daño, solo quiero charlar. 

Comencé a entrar en pánico, mis manos sostenían los laterales de mi cabeza con la esperanza de liberar la tensión que ahí se había acumulado.

—¿Qué mierda quieres decir con que no está despierta? ¡Quienquiera que seas, deja de molestarme o lo lamentarás! No sé en donde estás o cómo sabes quién soy, pero ya basta de juegos. ¡Te daré una oportunidad más antes de que llame a la policía! —comencé a lanzar gritos al aire, y en cuanto me di cuenta de cómo probablemente me estaría viendo peleando con el techo, me sentí estúpida y ridícula. 

—Tú y yo sabemos cómo eso resultó la vez anterior. Todas las presonas de al menos quince metros alrededor tuyo están en un estado parecido al coma, pero reversible en cuanto estén más alejados de ti. Tranquila, no es nada grave, es solo para que no crean que finalmente enloqueciste —aclaró—. Además, ninguno de ellos me podrían ver aun si estuviera frente a ti. 

—No me quieras ver la cara de estúpida, ¿de acuerdo? ¿Cómo pretendes que crea semejante circo? ¡Hilda, ven para acá! ¡Llama a la policía! —grité desde mi lugar, pero nuevamente, un silencio sepulcral reinó el lugar. Di un par de pasos en dirección a la cocina, pero el chico me interrumpió. 

—No te recomendaría ir allá, algunas imágenes pueden ser algo sensible para algunas personas. No todos soportan ver a alguien tirado en el suelo simulando estar muertos. 

Paré de caminar. En este punto, ya estaba más confundida que asustada de lo seguro que sonaba de sí mismo. Sin embargo, tenía razón. No quería arriesgarme a ver una imagen que no quería ver. 

—¿Cómo haces todo esto? ¿Acaso eres un brujo vudú o algo parecido? Por favor ya deja de molestarme y vete. Ya tienes tu bolsa brillante y ya sabes que no le dije nada a ese horrible hombre de anoche, ¿qué más quieres de mí? 

Oí cómo suspiraba. 

—No puedo explicarte todo así, debo hacerlo frente a frente. ¿Pero cómo hacerlo, si cada vez que lo intento quieres sacarme a patadas? —me crucé de brazos y oí otro suspiro de su parte— ¿Me permites salir de tu cabeza para que podamos charlar? 

Puse los ojos en blanco para disimular un poco mi nerviosismo. Honestamente, tenía curiosidad de saber cómo es que hacía todo eso, pero a la vez, algo de mí sabía que no quería involucrarme con nada respecto a ese chico. 

—Hazlo rápido. Tengo que ir a clases. 

—Bien. Cierra los ojos y mantén la respiración, esto puede que te duela un poco. 


(...)

—Mi nombre es Mateo, y fui enviado para encontrarte.

La sala seguía en estado de completo silencio debido a la supuesta hechicería que el muchacho había hecho sobre mi hogar. Lo único que se escuchaba era el sonido de nuestras voces, las cuales hacían eco por toda la sala. El muchacho, quien al parecer se llamaba Mateo, se encontraba delante de mí en uno de los sillones.

—Soy el aprendiz de una vieja bruja en un pueblo pequeño llamado MittsBurgo. Ni siquiera intentes buscarlo en Internet, ninguna información te aparecerá. En tu mundo, ese pueblo no existe —hizo una pausa para tomar otro respiro—. Me mandaron a buscarte, ya que mi pueblo necesita tu ayuda.

En un acto reflejo, lancé una risita en lo bajo, pero rápidamente mordí mi labio para contener la risa que seguía intentando salir. 

Sí, claro. Y mi tía es Capitana Marvel que quiere que juntas salvemos el mundo.

—¿Qué te causa tanta gracia? —preguntó Mateo con su boca formando una línea recta. Con una sonrisita ladeada, respondí. 

—Ya, ya, en serio, basta de bromas. Dime en serio quién eres, porque ese cuento de bruja y otro mundo ya te lo robó Harry Potter, ¿eh? —dije con sarcasmo.

Mateo lanzó un suspiro de cansancio, colocó ambos pulgares y dedos índices en el lateral de su frente y barbilla y comenzó a masajearlos. Escuché cómo susurró un pequeño "No me pagan lo suficiente", lo cual me ofendió pero no hice comentario al respecto. 

Subió la mirada a mí, y con una sonrisa temblorosa, como si estuviese conteniendo la rabia, susurró: 

—¿Acaso...? —se aclaró la garganta— ¿Acaso crees que esto es una broma?

—¿Tú no? No me quieras ver la cara de estúpida. Tendrás que inventarte algo mejor que eso si quieres que yo te crea. —dije, cruzando mis brazos sobre mi pecho.

Mateo bufó molesto.

— ¿Por qué querría hacerte una broma? ¿Alguna vez me has visto? Este es un pueblo pequeño y tú eres popular, estoy seguro de que conoces a cada individuo que vive aquí, pero ¿y a mí? ¿De dónde crees que vine?

—Puedes ser amigo de un conocido y ser extranjero. Eso no prueba nada. —me encogí de hombros. Mateo suspiró.

—¿Qué me dices del sujeto de anoche, ah? ¿Me vas a decir que él era un extranjero también? No me digas, es de las Vegas e irradiaba esas luces porque se robó un casino y se lo comió. ¡Por favor!

Rodé los ojos— Tampoco es necesario el sarcasmo, eh.

Mateo se levantó de repente del sillón y comenzó a dar vueltas por toda la sala, intentando calmarse. Realmente se había enfurecido y no entendía por qué, solo hice una pequeña broma.

—No puedo creer que la Bruja te eligió a ti. ¡Es suficiente con solo mirarte para saber que eres una niña malcriada e insolente! —exclamó— ¿Sabes qué? No necesitamos esto, mi pueblo no te necesita a ti ni a tu incredulidad. Buena suerte con el snog.

Sacó, de detrás de su espalda, una mochila y una bolsa negra, la misma que había irradiado luz la noche anterior, y la metió en la mochila que ni siquiera había notado que cargaba consigo. En un movimiento sumamente rápido que no pude distinguir realmente qué fue lo que hizo, la mochila se convirtió en un anillo. Mi boca quedó seca. Se puso el anillo como si fuera lo más normal del mundo, y con total tranquilidad, abandonó la sala y caminó hacia el patio trasero, sin decir una palabra más. Casi de inmediato, el ruido de las aspiradoras, lavadoras y los pasos de las empleadas de limpieza, se comenzó a oír de nuevo.

—Señorita, ¿se encuentra usted bien? —escuché a lo lejos que Hilda me hablaba. Me tomó unos instantes reaccionar ante lo que recién había sucedido, pero finalmente, alcancé a mover mis pies con rapidez hacia el mismo lugar.

—¡Espera! —grité al tiempo que cruzaba el umbral de la puerta trasera, pero en el momento en que mis pies pisaron el pasto, me di cuenta de que nadie se encontraba ahí. De nuevo, había desaparecido.

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