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10

Cuando se hicieron las seis de la tarde, Wheein le llamó. Mientras Solar hablaba con ella, yo me fijé en mi teléfono por si encontraba mensajes de mi mamá. Exactamente eran las seis en punto, Wheein sin duda era la mejor amiga más sobreprotectora que había en la tierra.

— Diez minutos más — pidió Solar a mi lado. Había hecho un gesto muy infantil que me sacó de órbita en un segundo.

Prácticamente le estaba rogando a Wheein y por la constancia en que lo hacía, dio a ver que se estaba negando rotundamente.

Quería ofrecerme a llevarla a su casa después, si es lo que le hacía a Solar depender del transporte de Wheein, pero cuando iba a mencionarlo, Wheein ya había colgado.

— ¿Tienes que irte? — pregunté desanimada en cuento reparé en su rostro signos de tristeza y asintió mirando hacia la playa.

Luego de que me dejara besarla un rato, y hago énfasis en mi seria necesidad por sentir sus labios, le había invitado un helado en uno de los locales al otro lado de la calle. Nos quedamos sentadas en una banca para terminarlos mientras me contaba otros aspectos de su vida, como que le gustaba el tenis, su hermano iba a la misma escuela que yo y una de las cosas que me impactó, fue que me había confesado estar en nuestro partido de ayer.

Ella me había visto todo el juego, también me dijo que yo le había gustado mucho, pero las posibilidades de que yo me fijara en ella eran nulas — según ella —. Cambió de opinión cuando yo le confesé casi apresuradamente que en cuanto había llegado a la fiesta y la miré, no le había quitado el ojo de encima. Por su expresión al principio supe que no se creía nada de lo que yo le decía, entonces se lo afirmé una y otra vez, cada una más segura que la anterior. Se sonrojó demasiado mientras yo se lo decía. La verdad era que, ese pequeño accidente en el que nos tropezamos fue a favor de ambas y yo no podía estar más agradecida por eso.

Esos minutos en silencios en los que yo la dejaba pensar, me di cuenta que la idea de que Wheein ya venía por ella nos dejó a ambas devastadas.

— Puedo llevarte a casa, si quieres — me ofrecí aunque yo no tenía auto, pero estaba dispuesta a pagar un taxi hasta donde ella quisiera.

— No, está bien — se levantó de nuestra banca, yo me quedé sentada y moviendo mis pies nerviosa por la despedida que se vendría.

Antes de que dijera las primeras palabras ella, me levanté.

— Te acompaño.

— Dijo que se va a estacionar por allá — dijo Solar señalando el lugar, a unos metros de donde estábamos.

Caminé junto a ella, mi mano rozando la suya sin llegar a tocarla y pensar en tomársela como ella había hecho antes conmigo, me hacía cosquillas en la piel y en otras partes del cuerpo.

Pero antes de llegar, lo hice.

Entrelacé nuestros dedos mientras caminábamos, el primer contacto había sido suave, aunque ella se había sobresaltado y me había mirado sorprendida. Conforme caminamos, ella se apegó más a mi costado como si no quisiera alejarse o que yo me alejara de ella.

Ya estaba oscureciendo, así que no me importaba nada sobre si las personas alrededor nos miraban.

Cuando llegamos al punto de encuentro, no nos separamos. Ella continuó sujetando mi mano con fuerza a pesar de tenerlas sudadas y arriesgada de que Wheein me viera.

Se colocó frente a mí, meciendo nuestras manos de un lado a otro mientras nos veíamos con una pequeña sonrisa.

De verdad que cada vez me gustaba más.

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