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Capítulo 9. Sálvame de mí misma.

En Rivira, la ciudad segura dentro del piso 18, se originó un temblor al centro de la misma.

Las piedras se levantaban y las maderas que conformaban las edificaciones y tiendas al interior del calabozo comenzaron a crujir una a una sin aparente fin.

Los visitantes de esta zona, contraria a la actitud que alguien normal tomaría ante este suceso, permanecieron con calma sin que esto influenciara sus actividades.

"Esos dos siguen peleando. ¿Cuánto tiempo va? ¿Día y medio? ¿Dos días?".

Interrogó el dueño de un bar mientras servía las bebidas a sus clientes en la barra con los que frecuentemente conversaba.

"El pequeño novato ha estado siendo víctima de Hildrsleif. No hay duda que en la familia Freya solamente hay monstruos".

Mord le respondió al cantinero, mirando a la ventana como varias explosiones y rayos se levantaban entre el profundo bosque. Incluso percibió movimiento en los árboles aledaños.

"Temo que si no se apresuran a irse, Rivira acabe como la vez pasada con el ataque del goliath negro".

El dueño del establecimiento se preocupó. Ese día perdió su negocio y le ha costado recuperarlo. Fue buena idea que el gremio se comprometiera a reparar los daños ante tal imprevisto, no obstante, eso no era suficiente. Ante los días sin trabajo, no había podido mantenerse a flote hasta ahora que reinaguró el bar.

"Hablando de eso ¿Aún no te han notificado que el calabozo será clausurado esta misma noche?".

El hombre con la enorme cicatriz en el rostro le preguntó aquello.

"Sí. Tal parece que los rumores de que habrá un gran conflicto avecinándose era verdad. De todas formas, compré el seguro de daños, así que no me preocupo".

Fue la respuesta del susodicho.

Las voces han hablado pasando un mensaje de persona a persona.

En todas las partes de Orario se respira un aire pesado y de no ser suficiente, últimamente el aura de desconfianza, al igual que de temor, se ha afianzado en mayor medida dentro de los corazones de los aventureros y ciudadanos comunes.

"¿Qué sabes sobre eso?".

Cuestionó el cantinero, asentando ambas manos al borde de la barra, reduciendo la distancia entre el cliente y él.

"No mucho. Se cree que las tropas de Evilus se movilizarán y atacarán a quien sea que se interponga en su victoria. Es difícil imaginarme la envergadura del conflicto".

La expresión de ambos cambió rápidamente. En la actual resaltaba una inquietud tremenda sobre su futuro y el de los habitantes.

Era una moneda en el aire.

Han pasado tantos años en los que Evilus ha sido mantenido a raya posterior a la edad oscura. Pero, a pesar de eso, no ha habido una paz perecedera.

Era quietud, no paz.

Hace poco el conflicto volvió a estallar, siendo contenido por la familia Loki y sus allegados. Pero todo parece indicar que eso finalizaría esa noche. Ya no podrían enmascarar los sucesos y fingir que las cosas estaban bajo control.

"Las caravanas de evacuación llegarán pronto. Más te vale no retrasarte".

Mord se puso de pie, sacando una bolsa repleta de valis y asentando un par de ellos al costado de su tarro de cerveza.

"Lo sé, lo sé. Créeme, no tengo ni la más mínima intención de estar en el fuego cruzado. Tuve suficiente con la edad oscura".

El señor rascó su barba blanca como la nieve luego de dar un largo suspiro.

"Aunque, a diferencia de antes que la esperanza y el ánimo estaba por los suelos, ahora tenemos el surgimiento de nuevos héroes. ¿Quién sabe? Quizás en este conflicto se eleve uno de los grandes candidatos a serlo y salve a la ciudad".

"Hagamos una apuesta, amigo".

El comentario del contrario captó la atención del aventurero.

"¿Uh? ¿Una apuesta?".

Esto pareció confundirlo.

"Te daré cada valí dentro de mi cuenta en el gremio si el héroe de esta travesía es una persona diferente al 'Pequeño novato'".

Los ojos del cantinero se abrieron en demasía.

"¿En serio? ¡Claro que acepto!"

Respondió después de procesarlo. En sus ojos se manifestó el signo de valis como un eufemismo al dinero que cree que recibirá.

"¿Seguro? No vale echarse para atrás".

Mord quiso confirmar la elección del dueño del bar.

"Por supuesto que sí. ¿Por qué dudaría de una apuesta segura? Existen muchos aventureros capaces de enfrentar a las fuerzas de Evilus, aventureros con experiencia de sobra para apaciguarlos. El 'Pequeño novato' ha demostrado su valía, pero aún le falta madurar".

Se justificó el hombre, posando ambas manos en la cintura mientras sonreía de manera calmada ante una apuesta, en el papel, ganada.

"¡JAJAJAJAJA! ¡Perfecto! ¡Entonces tenemos un trato!".

Las manos se extendieron, posteriormente se estrecharon, sellando el trato.

Seguido de esto, el único cliente del establecimiento se despidió.

Los habitantes y mercaderes al interior de Rivira se movilizaban en grandes carretas. Un grupo de ellos en específico contrató a Mord para fungir, junto a su grupo, como guardia de seguridad en el camino hacia la superficie.

Era un trabajo difícil debido a la cantidad de personas que abandonaban la ciudad oculta del piso 18. No obstante, dinero es dinero.

(Mucha suerte, niño, la necesitarás. Más te vale hacerme ganar dinero como las veces anteriores).

Pensó, sonriendo maliciosamente, confiando en la victoria.

(¡Dos patas de conejo jamás podrían fallar!).

Finalizó, pegando varios saltos para reunirse con los miembros de su familia para dar inicio a su trabajo.

Las explosiones en el centro del bosque continuaban originándose.

El entrenamiento entre el humano y el elfo estaba lejos de terminar a pesar de casi dos días ininterrumpidos de combate.

Seguro se preguntarán "¿Qué es lo que sucede ahí?" Bueno, la respuesta es sencilla...

"¡FIREBOLT!".

Una secuencia de explosiones azotó la zona.

Cientos de escombros se levantaron cuando tres bolas color carmesí fueron disparadas desde la palma de cierto albino hacia la nada, impactando en el suelo.

O quizás si tuvieron un objetivo en concreto, no obstante, este ya no se encontraba ahí.

Los ojos del conejo se movían a gran velocidad en cada ángulo posible, buscando predecir de dónde le atacarían.

Su cuerpo estaba repleto de heridas. A la herramienta en su brazo poco a poco se le desprendían las piedras mágicas debido a la cantidad de daño que había recibido.

Armadura, pantalones, botas, etc. No había ninguna prenda y artefacto encima del delgado, pero bien marcado, cuerpo del muchacho que no estuviese agrietado, rasgado o roto.

Su respiración se agitaba. Los músculos le ardían como si estos fuesen expuesto a las llamas sin ninguna clase de protección.

Únicamente una daga era el armamento con el que contaba. Esa daga color azabache que su diosa le había entregado hace muchos meses ya.

(La daga de cuerno de unicornio se despedazó. Ya me he acostumbrado tanto a luchar con dos que estar con una sola me es extraño).

Fue el pensamiento del joven, quien agudizaba sus sentidos para evitar que su contrincante lo dañara por millonésima ocasión.

Entre los árboles una figura oscura se movía a gran velocidad.

"¡FIREBOLT!".

Empleó su magia nuevamente para darle, sin embargo, solo encendió fuego a la madera que poco a poco se consumía por las llamas.

La cabeza le daba vueltas. El agarre a su daga vacilaba por la fuerza casi mermada que le infundía en el mango de la misma.

Su cabello perdió el color blanco que lo caracterizaba. Estaba lleno de quemaduras, cenizas, tierra y algunos restos de sangre seca.

No era diferente a un animal que se daba baños de tierra y lodo hasta dormirse.

Giraba dentro de su propio eje con la guardia en alto. Después de tantos golpes, puñaladas, electrocuciones e impactos en rocas y árboles, agudizó sus sentidos para no ser víctima de ninguna de las anteriores nuevamente.

Las hojas se sacudían, algunas se desprendían y caían lentamente al suelo, distrayendo al albino por breves fracciones de tiempo.

No era capaz de diferenciar si el responsable de ello era el propio viento o si acaso era "Él".

Tragó saliva, temeroso.

Si algo aprendió en los últimos días ante el entrenamiento tan brutal al que fue sometido, era que si no poseías miedo en tu interior, no podrías sobrevivir.

Así como muchos creen que el amor es una fuerza impulsora, el miedo a la muerte lo es aún más.

No hay mayor poder que el de un hombre que ve cerca a la muerte.

Pataleará, llorará, correrá, peleará sin importarle su salud con tal de salir vivo de esa situación.

(Dijiste que no deje de temerte. ¿Cómo podría hacerlo en primer lugar? Ya perdí la cuenta de las veces que quedé convertido en una bola de carne en llamas. ¿De este modo entrenan en tu familia, Hedin-Sensei? ¿Es tanta la diferencia entre ustedes y la familia Loki?).

Sudor bajaba de su frente mientras se cuestionaba aquello. Su atención no vacilaba a pesar de que su mente se ocupaba en breves instantes para concentrarse en lo que lo apenaba.

En la mano temblorosa que sostenía la daga, comenzó a brotar un hilo de sangre. La superficie porosa que el mango posee ha raspado cientos de veces la palma, originando esas heridas y las callosidades en la misma.

Presionó los dientes. Frunció el ceño.

Los segundos parecían eternos, pero dentro de lo más profundo de su corazón algo le decía que la espera estaba muy cerca de concluir, por lo que se preparaba para detener cualquier ataque.

"Concéntrate, Bell".

Cerró los ojos y tras esto murmuró.

Cuando sus palabras se detuvieron, el aire a su alrededor se volvió más pesado. A pesar de ello, se mantuvo quieto y estoico como un roble.

De repente escuchó que algo se impulsó desde uno de los árboles, el sacudir de las hojas y el crujir de las ramas se lo confirmaron. El sonido de un objeto cortando con suma facilidad el viento, como si de una simple barra de mantequilla se tratase, fue percibido por su parte, trazando la trayectoria imaginariamente, para concluir que esta estaba dirigiéndose a su cabeza.

Las botas ya desgastadas se deslizaron a un costado para evitar ser alcanzado por el golpe.

La punta del báculo del elfo fue incrustada en el suelo, creando un cráter superficial en este.

Bell abrió los ojos y cargó hacia enfrente, buscando contraatacar.

Pero cuando estuvo a punto de incrustar su daga al contrincante, algo extraño sucedió.

"No está".

El elfo no se hallaba ahí.

Solamente había una espada oxidada a un par de centímetros de los pies del albino, la cual fue empleada como un distractor.

Un escalofrío escaló su espalda a gran velocidad, más no la suficiente para cubrir todo el camino de esta ante de que un corte apuntara de frente a su rostro.

"¡Tch!".

A las justas ladeó la cabeza, recibiendo un corte en la mejilla del cual comenzó a escurrir la sangre.

Hedin extendía su báculo con ambas manos. Miraba directamente a su alumno con una determinación feroz. Le tiraba una mirada que solo le dirigirías a tu peor enemigo antes de asesinarlo.

Las cejas del conejo se fruncieron y, sin permitirse quedarse congelado, respondió.

Inclinó su cuerpo al lado derecho, lugar donde el rubio lo atacó.

Hedin deslizó las manos descendentemente por la superficie de su arma.

Un choque entre metal se emitió. Chispas saltaron.

La daga Hestia chocó con el mango, empujándola al costado para que, de ese modo, él quedara desprotegido.

El cuerpo del elfo siguió la trayectoria de su arma ante la potencia del impacto.

Posó firmemente los pies en el piso. Sus zapatos se deslizaron entre la arenilla, girándose.

Bell quería aprovechar esta brecha. Si le permitía ponerse de frente a él, no tendría ninguna posibilidad.

Su brazo izquierdo, el cual fue dañado en los pisos profundos semanas atrás, se iluminó.

Las campanadas no tardaron en manifestarse.

Había activado su habilidad argonauta.

En menos de un segundo consiguió concentrarse lo suficiente como para hacerlo.

Hedin lo miró de reojo, sin miedo en su expresión.

"¡AHHHHHHH!".

Bell gritó, como si hacerlo le diera la fuerza suficiente para empujar su puño sin que la resistencia del viento le representara un impedimento. También le ayudaba a ignorar el dolor que cada minúsculo movimiento en esa extremidad le producía

La distancia se reducía. Los nudillos del joven comenzaban a contactar con la suave tela de la que estaba conformada la túnica de tan aterradora presencia.

Sin embargo, ante esto, cometió un error... dar por sentado que no fallaría.

En un abrir u cerrar de ojos, Hedin tensó las fibras musculares de sus piernas. Era la primera vez en este día y medio que se esforzaba a la hora de pelear en contra suya.

Los ojos del conejo se abrieron con completo terror cuando pasó de estar a punto de golpearlo en el costado a estar dirigiéndose a la palma del elfo sin forma de evitarlo.

Fue entonces cuando el viento fue empujado ante el impacto.

Las hojas de los árboles fueron golpeadas por la corriente de aire que se originó, algunas se desprendieron de las ramas, siguiendo el curso de esta intensa brisa.

"Fallaste...".

Antes de que Hedin le echara en cara el intento fallido del albino, este sonrió.

"No, no lo hice".

Respondió.

Esto confundió a su maestro.

De repente tuvo un mal presentimiento y levantó la mirada.

Ahí estaba una daga color esmeralda a escasos milímetros de él. Esta bajaba en caída libre a una velocidad alarmante.

Todo objeto lanzado hacia arriba tiene que caer tarde o temprano. Si este es capaz de descender sin que la resistencia del aire se lo impida, caerá a la misma velocidad a la que fue lanzado.

Hedin soltó el puño del joven rápidamente y saltó hacia atrás.

La punta de la daga se incrustó en el suelo, rozando los dedos del elfo.

"Buen intento. Pero no debes revelar tu estrategia antes de tiempo".

Declaró, acomodándose las gafas y apuntándolo con el báculo.

Cuando enfocó su mirada en él, no se dio cuenta de que yacía con el brazo extendido sin nada en la mano.

"No lo hice".

Contestó Bell, orgulloso.

Una sensación de ardor emergió de la mejilla del rubio.

Lentamente, haciendo uso de su mano libre, quiso tocarla.

Sus dedos se humedecieron.

Al mirar de que se trataba, notó que era una sustancia rojiza y plasmática.

Volteó hacia atrás casi de inmediato y vio la daga Hestia incrustada en un árbol después de haber atravesado varios más.

"Pude cortarlo, Hedin-Sensei".

Comunicó el chico con la respiración dificultada. Le costaba llenar de aire sus pulmones debido al cansancio.

El fleco del elfo cubrió la zona media superior de su rostro.

Sus labios se despegaron y emitieron dos simples palabras.

"Caelus Hildr...".

Con una calma que helaría a cualquiera, invocó su magia.

"Jeje... aquí vamos de nuevo...".

Susurró Bell, sabiendo lo que se avecinaba y cruzando los brazos para recibir el ataque.

Un trueno color azul lo golpeó, electrocutándolo y mandándolo a volar hasta que los árboles frenaron su velocidad para después caer a un lago.

El aire salía de su interior, formando burbujas que se dirigían a la superficie del agua.

Su consciencia se desvanecía. El olor a chamuscado era ignorado porque, de aspirar oxígeno, daría entrada libre al agua hacia sus pulmones.

A pesar de dicho estado, un único pensamiento apareció en su cabeza.

(Pude herir a Hedin-Sensei...).

Declaró antes de desmayarse.

A la distancia, el elfo permanecía en estado catatónico.

Miraba sus dedos manchados de sangre. Su brazo temblaba producto de lo que se supondrían un enojo incontenible por haber sido dañado por tan miserable ser, como consideraba al muchacho que entrenaba.

Sin embargo, en su rostro había... ¿Una sonrisa?

No solo eso, sus ojos estaban encendidos. Esos ojos rojos brillaban intensamente.

Retiró el resto de la sangre con la palma, empapándola con dicho líquido y cerrándola con fuerza, formando de ese modo un puño.

"Eres grandioso".

Opinó. En su voz se identificaba un gran orgullo.

Caminaba lentamente entre el camino de destrucción.

"Ahora entiendo por qué Freya-Sama se fijó en ti. Tienes una voluntad inquebrantable".

"Te destruí. Quemé cada trozo de tu piel, corté cada fibra de tus músculos ¡ROMPÍ CADA HUESO DE TU CUERPO!".

Su subconsciente parecía emocionado.

"Y todavía luchas sin rendirte".

No daba crédito a la tenacidad con la que ese mocoso contaba.

"Una persona normal se hubiese rendido o quizás muerto. Pero en ti jamás hubo vacilación. Te he hecho trizas por un día y medio entero sin descanso. Pero no dudaste ni un segundo en continuar".

Sus pasos eran aún más pesados. Incluso sus pies se incrustaban en la roca.

Todo cobraba sentido.

"No ha sido obra de la casualidad. En verdad tienes el potencial de ser un grandioso héroe... ¡EL POTENCIAL DE SALVARLA!".

Declaró con vehemencia.

Llegó a la orilla del lago.

"Sal de ahí...".

Dijo.

Podía ver al conejo hundiéndose. Las burbujas de aire dejaban de salir de su nariz y boca.

"He dicho... ¡QUE TE LEVANTES!".

Vociferó, haciendo temblar la superficie del agua.

Los ojos del conejo se abrieron repentinamente.

Se ponía de pie con lentitud. El lago se deformaba cuando la cabeza de Bell salía de esta.

Tomó una gran bocanada de aire. Sentía hormigueo en cada parte del cuerpo.

Sus brazos colgaban y se movían de un lado a otro como si de péndulos se tratasen.

Estaban rotos.

"Ten".

Hedin le entregó una poción.

"No puedo... agarrarla".

Bell respondió, mirándolo totalmente agotado y tambaleándose.

El elfo la destapó y puso la boquilla del tubo en la boca de su alumno.

Ni corto ni perezoso, el chico comenzó a tragar. Tan pronto la poción pasaba por su esófago, pudo sentir que el dolor se disipaba.

Cuando el contenido se vació, escupió el tubo.

Con las fuerzas y la energía recuperada, tenía una cosa que hacer.

"¡¿Cómo lo hice, Hedin-Sensei?" ¡Pude cortar su mejilla!".

Cuestionó, celebrando el daño que le provocó al elfo.

Hedin volteó hacia él con el ceño totalmente fruncido.

"Cuando seas capaz de siquiera ensuciar mi uniforme, tendrás el derecho de alegrarte".

Él presionó la quijada del joven y lo levantó.

Terminada su réplica, lo tiró de nuevo y le dio la espalda.

Bell permaneció sentado, agachando la cabeza.

"Sí... lo suponía...".

Lucía ligeramente decepcionado.

(Y yo que creía que tuve un gran avance. Tiene razón, si no soy capaz de complicarle las cosas ¿Cómo podré siquiera proteger a Syr?).

Le cuestionó, parándose y saliendo del lago para ir detrás del rubio, quien lo miró de reojo caminando a su espalda.

"Aunque lo reconoceré, aprendes rápido. Quizás, con el tiempo suficiente, puedas ser digno de mi aprobación, alumno idiota".

Comentó.

El ánimo del conejo se elevó ante ello.

"¡Cumpliré sus expectativas, Hedin-Sensei!".

Le respondió.

"Deja de decirme de ese modo".

Lo amenazó, posando la punta filosa del báculo en su cuello.

"H-Hai".

Al albino se le bajaron los humos.

"Es hora de irnos. Nuestro entrenamiento, aunque fructífero, ha concluido por ahora".

Avisó Hedin.

"¿Eh? ¿Por qué?".

Interrogó el humano.

"Porque nuestra presencia será requerida pronto. El sol ha empezado a ocultarse en la superficie".

Contestó con gran seriedad.

La expresión del muchacho cambió.

No era necesario pensar mucho para llegar a lo que eso significaba.

"Evilus...".

Bell los nombró.

Sí... el conflicto daría inicio en un par de horas...

En Orario. Mansión crepúsculo.

"¡¿DÓNDE DEMONIOS ESTÁ ESE CONEJO?!".

Ese cuestionamiento, emitido con extrema preocupación, fue emitido por parte de Loki, quien prácticamente lo gritó a escasos centímetros del rostro de la pequeña Diosa de coletas.

"¡No lo sé! ¡Desde la mañana de ayer que no lo veo!".

Respondió Hestia con vehemencia.

"Esto no puede ser posible. Teníamos hechos los preparativos para la batalla y él estaba contemplado".

Finn se frotaba los párpados con claro estrés.

"Se supone que fue a visitar a Syr a primera hora, pero jamás regresó. Es más, ni siquiera se le avistó en el calabozo después de eso. Es como si solo se hubiese esfumado sin dejar nada a su paso".

Expresó Welf, cruzado de brazos y recargando la espalda en una pared aledaña mientras mordía la uña de su dedo pulgar.

Las tropas de la familia Loki y compañía se movilizaban.

Decenas sí no es que cientos de aventureros que se unieron a la batalla eran guiados por varios generales, entre los que destacaban Riveria, Gareth y... ¿LILI?

"Lili piensa que no es nada malo. De ser así hubiésemos recibido noticias".

Expresó la Hobbit mientras repasaba la estrategia que el capitán d Elva familia Loki le otorgó. A ella se le había dado el mando de 3 escuadrones, los cuales se encargarían de merodear en la calle dédalo.

"¿Cómo estás tan segura? ¡¿Qué tal si Evilus se enteró de que fue reclutado?!".

El miedo en Hestia se manifestó cuando cruzó por su cabeza esa posibilidad.

"Francamente lo dudo. Ha sido poco el tiempo con el que les pedí la ayuda, por lo que esa información no pudo circular así de rápido. Menos teniendo en cuenta que incluso ustedes se han enterado ahora".

Hermes entró a la conversación, dirigiendo este último diálogo hacia la diosa pelirroja y su hijo.

Loki suspiró pesadamente.

"Sea como sea. Si no aparece, debemos arreglárnoslas. Nada nos asegura que vaya a ser indispensable. Además, sin contarlo, todavía tenemos a varios aventureros mucho más fuertes que él".

La deidad se cruzó de brazos y declaró aquello mientras se inclinaba ligeramente hacia abajo para remarcar eso último hacia su rival.

"De ser así, Hermes no nos hubiese pedido ayuda, pecho plano".

Se mofó Hestia sin permitir que esos comentarios le afectasen.

Una vena se infló en la frente de Loki.

"Ya basta. No hay tiempo para esto".

Finn interrumpió.

"El asunto es el siguiente. Ustedes tres deben ir a la sede de Demeter-Sama. No podemos permitir que filtre información a los enemigos. Si eso sucede, muy probablemente seremos emboscados".

Informó el rubio, señalando a las tres deidades presentes.

"¡¿Eh?! ¡¿Y qué tal si hay aventureros protegiéndola?!".

Se quejó la diosa de la hoguera, preocupada por ponerse en riesgo.

"Es por eso que serán acompañadas".

Respondió el hobbit.

Fue en ese instante en el que tres mujeres aparecieron en la escena.

"¿A quién hay que llevar con Demeter-Sama?".

La primera habló. Era una chica de cabellera castaña. Su rostro parecía ligeramente apagado aunque demostraba cierta tristeza.

"Lunoire-nya...".

Una chica gato con el mismo color de cabello que ella posó la mano en la espalda de su amiga, acariciándola para tranquilizarla.

"No tienes que hacer esto si no quieres-nya".

Una segunda chica gato, aunque esta pelinegra, también mostró apoyo a su compañera.

"¿Are? ¿Las chicas de 'La señora de la abundancia'? ¿Cómo convencieron a Mama Mia de esto?".

Hermes estaba boquiabierto por ver al trío de camareras ahí.

Se trataba de Lunoire, Anya y Chloe quienes serían los guardaespaldas de los tres dioses que irían a por Demeter.

"Solo digamos que nunca había gastado tantos valis de mi cuenta del gremio".

Finn se limitó a decir eso como respuesta al dios viajero.

Las tres avanzaron hacia Hermes, Loki y Hestia.

"Niña de Demeter ¿Estas segura de esto?".

La segunda de ellos le cuestionó.

El ceño de Lunoire se frunció.

"Yo... me niego a aceptar que mi diosa sea la responsable de esto. No les pido ir con ustedes, se los exijo. Debo llegar al fondo de esto".

La luchadora respondió, conteniendo las lágrimas.

"Si Lunoire va, nosotras también-nya. No la dejaremos sola-nya".

Anya también participó.

"¡Somos un equipo-nya!".

Chloe agregó.

Hestia posó la mano en el hombro de la humana.

"Yo tampoco creo que Demeter sea la mente maestra detrás de Evilus".

Dijo, conectando con ella. Ambas la conocen, quizás Hestia más que Lunoire, y ninguna se traga esa historia.

"Limpiemos su nombre".

La pelinegra le guiñó el ojo y levantó el pulgar.

La palidez en Lunoire se disipaba ante el apoyo de la deidad de la llama.

Mientras esto sucedía, Hermes se dirigía al par de chicas gato.

"¿Y Lion?".

Preguntó Hermes. Su atención se centró en la ausencia de la bella hada de bosques que igual funge como trabajadora en el bar de esa enana amante del dinero.

"Pues-nya...".

Ambas voltearon a un costado.

Ahí estaba Ryuu. Conversaba con... ¡¿LEFIYA?!

"Esa elfo apareció en nuestro bar-nya. Pidió su ayuda con lo que se avecinaba-nya".

El castaño agudizó la mirada y sostuvo su barbilla.

(¿Qué planean esas dos?).

Preguntó mentalmente.

"No podemos esperar a Bell más tiempo. Es hora de que vayamos a nuestros puestos".

Finn alertó.

El pequeño grupo de dioses y un puñado de aventureros asintió.

Los rayos del sol se volvían anaranjados.

La enorme estrella se ocultaba en el oeste en su totalidad, abriendo paso en el cielo para que una luna llena emergiera.

Un silencio estremecedor se presentaba dentro de la ciudad. Sin perturbaciones... Ruidos... Ni una sola luz que demostrara la existencia de vida a los alrededores aunado a la atmósfera de intranquilidad que presagiaba una ruptura en el ambiente antes descrito.

Nadie se imaginaría que en ese momento el destino de muchos se pondría en juego...

En lo alto de un edificio, una diosa observaba con atención aquel lugar que antes llamó hogar. Se trataba de Demeter.

Su semblante serio e imperturbable, como una muñeca inexpresiva ante la magnitud de los sucesos próximos, causaba cierto miedo en quien posara su atención en ella.

A espaldas de dicha mujer se hallaba un extraño enmascarado cubierto por una tela color escarlata. Aquella presencia era el famoso Enyo, quien mueve los hilos de Evilus.

No era necesario ver su rostro para saber que detrás de aquella cubierta se dibujaba una sonrisa de oreja a oreja.

"Y... Da inicio la batalla... Espero que estés preparada, Loki".

Susurró, abriendo los brazos con deleite y cierto éxtasis en su tono.

Tras la finalización de su oración... El golpeteo de docenas de piernas movilizándose, rompiendo la calma, dieron parteaguas al encuentro que definiría el destino de miles de personas.

Demeter yacía cabizbaja, apretando su puño mientras este temblaba.

*¡BOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOM!*

Una potente explosión provino del ala oeste de Orario.

Murmullos y órdenes vinieron como consecuencia de dicha perturbación.

"Corran, resístanse. No importa cuántos sean ni lo mucho que se esfuercen... ustedes perdieron desde el momento en que decidieron oponerse a nosotros".

La arrogancia que se extrapolaba en forma de palabras era palpable.

De las profundidades del subsuelo emergió un ser hecho de vegetación. En el centro de las miles de raíces que le rodeaban había una figura humanoide que parecía controlarla.

Era un demi espíritu...

No era el único que había entrado en escena.

En las profundidades del calabozo también apareció otro, despedazando cada rincón de Rivira con suma facilidad.

Dentro de la calle dédalo un tercer demi espíritu se presentó, llevándose varios edificios a su paso.

En Knoss... dos mujeres estaban cara a cara a punto de pelear.

Se trataban de Aiz, quien apuntaba su estoque firmemente a... Revis, quien poseía una extraña armadura y espada hecha de carne.

Al centro de la ciudad, a escasos metros del gremio y la entrada al calabozo, un par de hermanas amazonas, un hombre lobo y uña elfo de cabellos naranjas estaban enfrente de una mujer encapuchada a punto de retirarse la tela que la cubría.

Y... por último...

"¡VUOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOH!".

Los Xenos recibieron la visita del último. El bramido se Asterius hizo temblar la ciudad. Fue como una alerta para los presentes. Un aviso de que esperaban para que las cosas estallaran.

En lo alto de la Torre de Babel, una mujer observaba lo que sucedía mientras bebía plácidamente una copa de vino.

Sus bellos ojos color violeta ubicaron a Hermes, Loki, Hestia y las chicas del bar dirigiéndose a la sede de Demeter.

"Hija de Hermes, estoy lista".

Dijo la susodicha.

"¿Está segura de esto, Freya-Sama?".

Interrogó una bella chica de cabellera celeste.

"Sí. Enyo ha de pagar el daño que le hizo a mi pequeña Noel...".

Respondió la diosa sin ninguna clase de filtro. Sin intención de ocultar su rencor.

"Así que usted es...".

Los ojos de Asfi se abrieron de par en par.

"¿Eso importa ahora?".

Freya volteó hacia ella con una mirada amenazante.

La piel de la Perseus se erizó.

Las talarías de Asfi fueron encendidas.

La diosa de la belleza fue cargada en los brazos de esta última no sin antes colocarse el casco color azabache que le fue proporcionado.

(Hermes-Sama tenía razón. Syr es Freya).

Fue su pensar antes de ponerse su propio casco y desaparecer.

Desde lo alto del mirador se lanzó, volando.

El viento revoloteaba el cabello plateado de Freya, quien fijó su atención en un solo objetivo.

Se estaba dejando llevar por sus deseos de venganza.

Y eso le aterraba.

(¿Qué pensaría Noel?).

Temía convertirse en algo contrario a lo que su hija vio en ella. Pero el odio que se originaba en su interior al tener tan cerca al responsable de su muerte la consumía muy rápido.

(Una última vez... seré esa diosa tirana una última vez para vengarte, mi niña).

Fue una promesa que se hizo.

Sin embargo, muy en el fondo, sentía que algo estaba mal.

Había decidido cambiar, pero había puesto una condición.

(Bell, por favor aparece y sálvame antes de que haga algo de lo que me arrepienta).

Pidió internamente.

"Sálveme de mi misma...".

Murmuró, posando la mano en su pecho y agachando la cabeza.

Quería ser detenida. Y puso todas sus esperanzas en que Bell evitará que tomará ese camino.

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Bueno, hasta aquí el capítulo de hoy, espero que sea de su agrado y dejen su apoyo a este nuevo fanfic.

En fin, déjenme sus opiniones respecto a la historia y si les gusta como se va encaminando.

¿Cómo estuvo el capítulo? ¿Sí les gustó?

Buzón de sugerencias/opiniones/comentarios.

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