Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 8. Un maestro aterrador.

Una sensación de fuerza sin igual azotó al conejo cuando cuatro dedos se incrustaron en el espacio que separaba su peto del pecho. Era como si un monstruo sujetara a un simple muñeco de papel y lo atrajera hacia él.

Sin opción de negarse, sin lo posibilidad de resistirse o siquiera intentar librarse. Eso era lo que abrumaba al albino, una diferencia de tal envergadura que era tan marcada que asustaría a aquel que hace llamar héroe.

El viento revoloteaba su cabello, la velocidad en la que esa fuerza lo arrastraba le impedía observar con claridad al responsable de ello.

Cuando por fin, después de milésimas de segundos que parecieron largos minutos de agobio para la víctima del "rapto", por fin pudo enfocar la mirada.

Se sentía ligeramente mareado, producto del cambio de velocidad tan repentino en su percepción de las cosas.

Se tambaleaba de forma errática.

(Es el callejón junto a "La señora de la abundancia..." ¿Qué hago aquí?).

Lo primero que hizo fue analizar la ubicación en la cual se hallaba.

No estaba muy lejos del sitio previo al secuestro. Es más, se hallaba justamente a un par de metros del lugar antes mencionado.

Entonces... ¿Qué sucedió?

El mareo se disipaba progresivamente conforme el tiempo pasaba en su transcurso natural. Tres figuras delante suyo se presentaron, tres que fueron convirtiéndose en una sola.

Cerró los ojos, presionó los párpados a ellos para apresurar la recuperación de ese estado semi indispuesto, pero al mismo tiempo, se impulsaba con sus piernas para alejarse de ese extraño. Buscaba dar un fuerte salto de espaldas y regresar a la calle principal, huyendo de sea lo que sea eso.

Sin embargo...

(N-No puedo moverme...).

Se dijo mentalmente. La impresión dentro de su ser aumentaba. A pesar de la gran fuerza que él, un aventurero de nivel 4 posee, lo único que provocó fue que sus pies se incrustaran al suelo sin movimiento alguno de la posición en la que se hallaba.

La presión del agarre era mayor a la de antes. Como si el extraño no dejara que escapara.

Abrió nuevamente los ojos, tratando de visualizar al responsable de la falla en su huida. Habiendo hecho esto, tuvo una mejor visión del susodicho.

Se trataba de un elfo de larga cabellera dorada y altura mayor a la de él. Poseía una piel blanca como se espera de la raza a la que pertenece y unos ojos rojos como los suyos. Aunado a ello, contaba con unas gafas que reposaban justo encima de su delicada nariz. Si lo vieses desde lejos, dudarías a la hora de asignarle un sexo debido a su apariencia andrógina. No obstante, teniéndolo así de cerca y con una expresión de desagrado apuntado a tu persona, era muy difícil no comprender que se trataba de un hombre.

Aquel elfo lo analizaba de pies a cabeza. El gesto en su rostro se retorcía progresivamente en una combinación de decepción, asco y odio, emociones perfectamente identificables para quien era objeto de ellas.

"¿Q-Quién eres...?".

Antes de que la interrogante del joven fuese emitida, su cuerpo fue sacudido de repente, estrellando la espalda a una de las paredes aledañas con una gran facilidad.

Sus dientes se sacudieron y chocaron entre sí.

"Ugh...".

Ese quejido salió del conejo, quien nuevamente poca o nula reacción tuvo ante ello.

"¡Tch! ¿Quién eres? ¿Qué significa esto?".

Chasqueando la lengua y frustrándose por lo poco que podía hacer para librarse, preguntó mientras posaba su mano sana encima de la muñeca del elfo, empujándola.

"No compliques las cosas mocoso. Es imposible que me iguales en fuerza".

El rubio declaró de forma calma y emitiendo un aura de superioridad muy marcada.

La piel del conejo se erizó.

(Este sujeto es demasiado fuerte. Da miedo, da mucho miedo).

Su corazón latió fuertemente producto del terror que le causaba tener enfrente a ese extraño.

Sin saber qué lo motivaba o la razón de lo que hacía.

Tragó saliva.

(Es una fuerza muy diferente a la de la señorita Aiz. Con ella, en nuestro enfrentamiento, a pesar de contenerse, pude mantenerle el ritmo un tiempo considerable. Pero él... él me hace comprender mejor la diferencia que hay entre los aventureros. Sin duda es un primera clase...).

Pensó, asociando el poder del elfo con la persona más fuerte a la que se ha enfrentado, en este caso se trataba de "La princesa de la espada" quien, a pesar de las condiciones de su batalla en aquel lejano conflicto de los Xenos, no se sintió tan superado.

Sin embargo, aquí y ahora, bueno... era como si una hormiga luchara contra un maldito elefante.

Empleando la mano con la que sujetaba un báculo que poseía una punta semejante a la de una espada, el elfo acomodó sus gafas y suspiró.

"No he venido a matarte, niño. Si ese fuese mi objetivo lo hubiese cumplido antes de que te dieras cuenta. Tu cabeza hubiese caído de tu cuerpo sin que siquiera lo notaras...".

Expresó, con una serenidad impropia de tal amenaza. Bell, por su parte, no dudaba que lo anterior fuese posible.

"Los motivos que me traen a ti son otros. Así que, entre más pronto te tranquilices y dejes de intentar soltarte, te soltaré ¿Entendido?".

Los ojos rojos de ambos chocaron. Los de él emitían una tenia opacidad mientras que los de Bell temblaban.

"E-Es difícil tranquilizarse en una situación como esta donde prácticamente fui secuestrado de la nada...".

Replicó. Su voz salía entrecortada y cada palabra que salía de su boca lo hacía como suma dificultad.

"Sí, lo comprendo. Pero de haberte soltado desde el principio, hubieses huido como un conejo aterrado, metiéndote de nuevo entre la multitud y llamaría demasiado la atención arrastrarte de nuevo a un lugar privado. Sinceramente suena agotador y una pérdida de tiempo tratar de recuperarte de darse esa situación. Así que opté por esto. Por lo que, si deseas tu libertad, debo estar seguro de que no harás lo anterior".

Respondió el rubio, acercando a su rostro al de Bell.

"Esa es una suposición muy acertada de hecho. D-De haber tenido la oportunidad, no lo pensaría dos veces".

El peliblanco le cedió la razón. Era justo lo que haría de presentarse tal escenario.

"Como sea. Supongo que es hora de presentarme".

El extraño ignoró la respuesta y comentó lo anterior.

Recuperó la postura, estirando la espalda y viéndose aún más alto que antes.

Su mirada bajó, viendo desde arriba al conejo como si de un mero desecho se tratase.

"Mi nombre es Hedin Selland, mejor conocido como Hildrsleif. Soy aventurero de primera clase perteneciente a la familia Freya".

Reveló su nombre, afiliación, posición y familia a la que está ligado.

Dos palabras sumieron en el miedo y la desesperación a Bell, a tal punto que la sangre se le heló.

"F-Familia Freya...".

Titubeó.

Alguien perteneciente a la facción más poderosa de Orario estaba a escasos centímetros de él y claramente no le agradaba en lo absoluto.

Ha oído solo historias de la familia Freya y en ninguna son descritos como aventureros amables.

Muchos dicen que entre ellos no se soportan e incluso se odian.

Otras fuentes comentan que si te acercas lo suficiente a Folkvangr, podrás oír gritos desgarradores a causa de dolor. Llamas ardiendo, huesos rompiéndose y rocas despedazándose.

Todos aseguraban que en la sede de esa familia no había día en el que no hubiese una carnicería al interior.

Si tan solo la cara de dicha familia, "El rey" Ottar imponía respeto y terror en los corazones de quienes osaran cruzarse con él.

Y de no ser suficiente, la diosa de esa familia...

(¿Freya-Sama lo mandó?).

Se cuestionó el chico.

Sabe desde el conflicto en contra de la familia Ishtar, que aquella deidad de la belleza lo observaba. Está completamente seguro de que ella ha sido la responsable de esa sensación de ser vigilado que lo golpea de vez en cuando al salir de su mansión.

Recordó las palabras que le dirigió cuando recién derrotó a Frine.

(Ella dijo "Te amo").

Eso volvió a su memoria.

Regresó la atención al elfo y por alguna extraña razón, su silueta se le hacia extrañarme familiar.

Su mente divagaba entre toda la información almacenada en el cerebro del aventurero en busca de alguien semejante a Hedin.

Los sucesos pasados aparecían a manera de película dentro de su cabeza hasta que se detuvo en el punto crítico de su batalla en contra de Asterius durante la misión de regreso a los Xenos a Knoss.

Debido a que estaba sumido en su combate ya que el minotauro negro le exigía una concentración alta, no fue capaz de apreciar a la gente que lo rodeaba.

Solo oía las palabras de apoyo. Escuchaba la manera en que coreaban su nombre, mandándole todo el apoyo que podían.

Cada paso que daba. Cada golpe que asestaba y que recibía era presenciado por miles de personas a la periferia de la entrada al calabozo.

Incluso gente a lo alto de los enormes edificios eras espectadores del enfrentamiento.

Y entre ellos... bueno...

(Esa mirada, a diferencia de las demás, no emitía buenos deseos. La suya... la suya era... aterradora...).

Entre ellos... estaba Hedin.

Por fin dio con él.

En uno de los edificios que albergaban gente notó por una fracción de segundo su presencia junto a la de otro elfo oscuro, quienes parecían evitar que Aiz y Bete interrumpieran el conflicto.

(Orario posó sus ojos en mí en aquella noche. Admiración, respeto, miedo... esos sentimientos yacían al interior de muchos. Sin embargo. también hubo algunas que dirigían odio y resentimiento. La suya era una de ellas).

(Quizás...).

Debido al largo silencio proveniente del joven aventurero al estar sumergido en su subconsciente, no cumplió una regla básica de convivencia.

Hedin apretó más fuerte el peto del conejo y lo levantó.

Sus pies abandonaron el suelo por unos cuantos centímetros para estar cara a cara con él, rompiendo así la burbuja en la que se sometió.

"Es de mala educación no presentarte ante alguien que lo hizo hacia ti, maldito mocoso".

La inconformidad, por no decir enojo, por parte del elfo era mayúscula, incluso frunciendo el ceño y aumentando la fuerza del agarre, causando así que las cintas que unían la armadura comenzaran a rasgarse al sostener el peso completo del usuario. A pesar de que muy seguramente poseía sus datos, exigía oírlos de él.

Bell infló sus pulmones de repente para contestarle de forma desesperada. No obstante, la punta del báculo se incrustó superficialmente a su cuello.

"Sin gritos, estúpido conejo".

Amenazó el elfo. Preveía que él levantaría la voz para presentarse debido a su nerviosismo, así que optó por silenciarlo y evitar llamar la anterior de los transeúntes.

La manzana de Adán del albino rosaba la punta filosa del báculo, rasgando la capa exterior de la piel.

Cuando tragó saliva instintivamente, esta se incrustó más al arma.

La herida no era lo suficientemente profunda para representar un riesgo. Tampoco para causarle dolor, pero sí para dar a entender que en un movimiento en falso, Hedin podría matarlo.

Un hilo rojo se deslizó por su piel desde ese lugar.

"B-Bell Cranel. Mi nombre es Bell Cranel. P-Pertenezco a la familia Hestia".

Sudando frío y controlando las emociones, por fin le dio la información que exigía.

El rubio alejó el báculo y lo posó a su costado, lugar donde estaba antes de apuntarle.

El agarre perdió fuerza hasta soltar el cuerpo colgante de su víctima.

Él cayó al suelo de pie.

"Dejaré un par de cosas en claro. Si huyes, te mataré. Si te niegas a hacer lo que te ordene, te mataré. Si haces preguntas estúpidas en mi compañía ¿Adivina? Te mataré".

Los ojos escarlatas del elfo brillaron intensamente luego de amenazarlo.

Bell dio un par de pasos hacia atrás, chocando con la pared nuevamente.

Hedin le dio la espalda.

Se posó de frente a la entrada del callejón. La gente no dejaba de cruzar en las concurridas calles de horario a primera hora de la mañana y tarde o temprano podrían llamar atención indeseada.

"Incluso esta breve conversación es producto de la suerte. Entre tantos ojos es imposible continuar. Hay que retirarnos".

Declaró.

"¿Retirarnos a dónde?".

El joven caminó un par de pasos hacia él, preguntándole aquello.

"A donde será tu entrenamiento".

El rubio volteó hacia él con una mirada amenazante.

Bell retrocedió otra vez.

"P-Pero...".

Comenzó a infringir la segunda regla que el elfo le impuso. Sin embargo, mientras lo hacía, sus ojos dieron con una pequeña ventana a su izquierda.

Avanzó hacia ella.

Dicha ventana daba con el interior de "La señora de la abundancia".

El lugar estaba repleto de gente.

Las camareras iban y venían de la barra para entregar comida y bebidas a los visitantes.

Entre las bellas chicas de uniforme, se hallaba Syr Flova, la chica a la que iba a visitar antes de este breve percance.

Ella entregaba los pedidos de los clientes con una dulce sonrisa para luego, en sus momentos libres, echarle un vistazo a la puerta de entregada, aguardando a su llegada.

Esa bella sonrisa que por varios días estuvo perdida... le encantaba.

"Yo... yo le prometí estar hoy con ella...".

Se justificó. Rememorando la promesa que le hizo la noche anterior. La de visitarla de nuevo.

Posó la mano en el cristal y acarició la lejana imagen de la peligris con tacto y cariño.

Su ritmo cardíaco se alteró.

Tal solo verla causaba ese efecto en su interior.

Hedin se posó detrás suyo, reflejándose en dicha superficie.

Bell giró hacia él, quien lucía menos aterrador.

"Me he encargado de eso. Es hora de partir".

Declaró.

"¿C-Cómo?".

El elfo le dio la espalda por segunda ocasión y avanzó al fondo del callejón.

"Recuerda lo que te dije sobre preguntas estúpidas. Solo sígueme y guarda silencio".

Indicó.

El peliblanco miró a Syr desde la ventana antes de hacer cualquier cosa.

"Prometo compensártelo, Syr".

Se comprometió.

Seguido de esto, se introdujo en las sombras, perdiéndose dentro de las mismas y desapareciendo de la escena.

El rubio lo vio de reojo.

(Interesante...).

Dijo mentalmente.

Al interior de "La señora de la abundancia".

"Ha sido una mañana muy tranquila ¿No es así? Se respira calma".

Comentó Lunoire, inhalando aire hasta llenar sus pulmones y exhalándolo posterior a ello.

En sus manos cargaba con varios platos sucios que llevaría a la cocina para ser lavados después de haber sido usados por los clientes.

"Sí. Siento que hoy será un día bueno".

Sonrió Ryuu tras responderle. La bella elfo limpiaba las mesas recién abandonadas y recogía la propina sobre las mismas.

"No lo sé-nya. Yo tengo mucho suelo-nya".

Chloe se apoyaba en una escoba, con la cual fingía barrer, y se quejaba como siempre.

"No holgazanees-nya. Cuando Mama Mia te golpea por eso te desmayas y nos dejas todo el trabajo-nya".

Anya, la chica gato castaña reprendió a su compañera.

"Es de mal augurio lanzar comentarios como ese a la hora de empezar una jornada laboral, Lunoire".

Expresó Mama Mia, la dueña del bar, desde el otro lado de la barra donde recibía los pedidos y entregaba los alimentos.

"¿Acaso cree en ese tipo de supersticiones, Mama Mia?".

Ryuu le interrogó a la enana, dándole las monedas que recolectó. Ella las guardó en la caja.

"Hay casualidades que sobrepasan la barrera de lo posible. Ocurre lo mismo con las supersticiones".

Comunicó la susodicha.

"Como por ejemplo, si esperas a que algo suceda, no pasará".

Agregó, echándole un vistazo a su camarera, quien aguardaba pacientemente enfrente de la puerta de entrada al bar la llegada de alguien en particular.

Tras dos largos días de ausencia debido a la muerte de Noel, en los que no recibieron ninguna noticia sobre su estado o paradero, por fin regresó al trabajo.

Esa cita junto a Bell le ayudó a recuperar su estado de ánimo y si bien aún sufre por la partida de su amada "Hija", teniendo varios recuerdos que revivir al estar en el lugar donde más convivió con ella, ha decidido seguir adelante

El resto de las chicas del bar le dirigieron su atención.

Syr permanecía expectante a la aparición de aquel chico que tanto amaba.

Su mirada estaba repleta de emoción. Se le dificultaba ocultar esa sonrisa temblorosa que traía como resultado dicho sentimiento. Las mejillas se le ruborizaban y, totalmente inquieta, un pensar no la abandonaba.

"Hoy también lo veré...".

Susurró, revelando lo que predominaba en su ansiosa y deseosa mente.

Claramente se refería a Bell Cranel.

La cita que compartió a su lado la noche anterior continuaba presente dentro suyo.

El calor de su abrazo, la fuerza de sus brazos, las dulces palabras, la promesa de amor. No hubo segundo alguno posterior a su separación en el que no reviviera esos instantes que quedaron marcados en su cuerpo, alma y corazón.

Debido a esto, se le dificultó dormir correctamente. Las ansias de verlo en un nuevo día, asegurarse de que todo fue real, no le permitían conciliar el sueño, manteniéndola con insomnio. Y a pesar de ello, no lucía cansada.

Al rostro de Mama Mia se le dibujó una diminuta sonrisa, pero en el interior, se encontraba realmente feliz.

Ver a su amada niña así la llenaba de orgullo.

Aún cuando al vio en su peor estado desde que la conoce... ha vuelto a ser feliz por ahora.

"Tonta, pareces una mocosa enamorada".

Se mofó. Un nudo se le formaba en la garganta. Repleta de alegría, genuinamente deseaba que ese estado se mantuviera en la persona a la que más ama en toda la tierra.

Su querida "madre", quien años atrás la acogió cuando nadie más lo hizo.

(Freya, espero que ese niño sea realmente lo que tanto has buscado).

Expresó dentro de sí.

Es increíble lo que te hace sentir la felicidad de la persona que más amas.

Se giró y tomó los platos de comida para luego dárselos a Lunoire para entregarlos a los clientes que los ordenaron.

"Ya ha tardado en llegar. Normalmente visita el bar justo antes de abrir".

Ryuu lanzó el comentario respecto al retraso de tan esperado individuo. La costumbre era la que mencionó.

Bell llegaba, Syr coqueteaba con él para después entregarle su bento y luego irse al calabozo. Así ha sido desde que ambos se conocieron. Era el momento favorito en el día para la peligris, los pocos minutos que pasaban juntos al amanecer la llenaba de energía para continuar el resto del día.

"Sí-nya. Es impropio de un caballero haces esperar a una dama-nya".

Anya adicionó, reprochándole al conejo mientras negaba con la cabeza.

"No sé-nya. Pero desde que amaneció Syr no se ha despegado de ahí-nya".

Agregó Chloe, posando una mano en su mejilla y luciendo un tanto sorprendida ante eso.

Lunoire, quien regresaba a la barra, también se unió a la conversación.

"De hecho, como hoy me correspondía limpiar la cocina, fui la primera en despertarme, o eso creí hasta que la ví sentada en una silla que arrimó al centro del bar para esperarlo. Ya se había vestido y todo. Es raro viniendo de ella quien muchas veces llega tarde o de plano no se aparece".

Relató la humana, recordando el susto que le dio ver en medio de la oscuridad una silueta sentada en medio de todo.

"Casi me mata del miedo. Estuve a punto de atacarla ya que creí que se trataba de un ladrón. Sin embargo, recordé que nadie sería tan idiota como para robarle a Mama Mia".

Se rió ligeramente, aunque el trauma no desaparecía, empleó ese simple razonamiento y de ese modo no cometió una locura.

"Sonará extraño viniendo de mi, pero les sugiero que le permitan hacer lo que le plazca. En su interior todavía mantiene el dolor de la pérdida y dudo que desaparezca por completo. Esa niña ha estado cambiando a pasos agigantados desde que ustedes y se conejo se unieron a su vida. Es más, me sorprende el salto que dio entre antes y ahora respecto al trato hacia Bell. Ninguna de nosotras dudaba de que lo amara, sus actos hablaban por sí solos a pesar de la constante negación que ella nos daba cuando le preguntábamos por sus sentimientos hacia él. Pero ahora se ha dado rienda suelta. Dentro de su corazón siente que por fin está cerca de conseguir lo que tanto ha anhelado... el amor verdadero".

Mama Mia interrumpió la conversación, adicionando su punto de vista referente a la bella camarera de cabellera gris.

Al resto de chicas se les hizo extraño la extendida respuesta de la enana, quien normalmente era severa y directa al hablar. Se le notaba preocupada por la camarera más antigua de su bar.

"Sea como sea. Háganme caso. Además, me alegra que haya regresado. O mejor dicho, que hayan regresado. Syr y tú le dan color y vida al bar. Las cosas se vuelven muy deprimentes sin ustedes aquí".

Adicionó la dueña del establecimiento, dándole una sonrisa a la chica gato castaña, quien se la devolvió.

"No me volveré a ir-nya. No huiré de nuevo, este es mi hogar-nya".

Contestó.

Mientras esto sucedía, la mente ansiosa y deseosa de la peligris se mantenía ocupada, tanto así que ignoraba los llamados de los clientes cercanos a su posición.

Poco a poco la desesperación la consumía, la cual era motivada por la tardanza de su amado Odr y la falta de razón de esto.

"Cuando llegue le reclamaré".

Prometió.

(Vamos Bell. Quiero saber cómo estuviste después de separarnos. Dudo que pretendas que lo de ayer no sucedió y tomarás la responsabilidad de tus actos, la responsabilidad de haber flechado aún más que antes el corazón de esta dama. Prácticamente me pediste matrimonio al prometerme que te mantendrías a mi lado y como agradecimiento no tuve otra opción que besarte. Quiero presenciar tu reacción al recordártelo ¿Te pondrás nervioso como siempre? ¿Gritarás de forma ahogada mientras te sonrojas y tratas de cubrir tu rostro para evitar que me burle de ti? Además quiero saber si también te mantuviste en vela aguardando a verme ¡Ah! ¡Son muchas las cosas que puedo usar para molestarte y avergonzarte! Pero al final eso solo demuestra lo mucho que te amo. Ya no fingiré que son bromas solamente. Yo... ¡Te dejaré completamente en claro el amor que te tengo!).

Ese largo monólogo mental reflejaba la interpretación que Syr le dio a los sucesos del día de ayer. El juramento que el conejo le hizo, ese que ataba sus vidas y fungía como un seguro, un apoyo mutuo que los levantaría del dolor de la pérdida. También desvelaba lo que deseaba hacer cuando el albino hiciese acto de presencia.

(Noel, gracias por esto. Te prometo que cuando nos reencontremos, nuestra familia no será una farsa, seremos una a toda regla, como tanto deseaste mi niña).

Unió sus manos y las posó encima de su corazón palpitante al igual que acelerado.

Sus labios temblaban al cruzar la imagen de la niña en su cabeza.

Seguía formándole un nudo en la garganta rememorarla.

Sin embargo, sería fuerte.

No fue un adiós.

No fue una despedida.

Fue simplemente un... "Hasta pronto".

Y la fecha del reencuentro llegaría, de eso estaba segura.

De repente, la perilla de la puerta fue movida.

Una silueta se asomó por los cristales de la puerta. Una sombra que indicaba la presencia de alguien del otro lado de la misma.

Su corazón, producto de la emoción, aceleró su ritmo, cosa que parecía imposible al considerar su estado previo.

"¡Es él!".

Vociferó, llamando la atención de los clientes y trabajadoras del bar, quienes dirigieron sus miradas a ese punto.

Ella salió corriendo rápidamente y abrió de un solo jalón la puerta para permitir la entrada de quien creía era Bell. Incluso las bisagras de la misma rechinaron ante la brusquedad.

De repente se lanzó hacia él y sin pensarlo dos veces lo rodeó en sus brazos fuertemente, incrustando su propio rostro al pecho de este.

"¡Mi Bell ha venido a verme! ¡¿Me extrañaste?! ¡¿Pudiste dormir a pesar de la emoción de verme a la mañana siguiente?! ¡¿Te acostaste mirando al techo y frotando la mejilla donde te besé?l ¡Cuéntamelo todo!".

Ella sacudía a su amado vehementemente como una niña a un juguete. Daba pequeños saltos desde su posición sin soltarlo.

Sin embargo, algo le parecía extraño respecto al físico de su ser amado.

"¿Are? ¿Desde cuándo te crecieron los pechos considerablemente?".

Cuestionó mientras un par de montañas se aplastaban contra sus pechos.

Bajó la mirada para presenciarlo.

"Wow. Son más grandes que los de Ryuu y eso que los he visto desnudos".

Declaró, quitada de la vergüenza.

"¡O-Oye!".

Ryuu desde atrás reclamó. No le agradaba que hablaran así de su cuerpo, incluso si se trataba de su mejor amiga. Aunque fue ignorada.

"E-Eto...".

La chica a la que Syr abrazaba, emitió ese sonido.

La peligris levantó la cabeza y vio un rostro familiar.

"¿Uh? ¡Oh! ¡Eres Anna!".

Rápidamente la reconoció.

Se trataba de Anna Claes, la joven chica que pertenece a una familia de floristas, quien, meses atrás, fue usada como moneda de cambio por las apuestas de su padre con gente peligrosa y que Ryuu y Syr tuvieron que rescatar de las manos de Terry Cervantes, el dueño de "El dorado" resort.

Tras los sucesos ocurridos ese día y después de que ella se enterrara que su salvador, del cual se había enamorado a primera vista, refiriéndose a Ryuu, resultó ser una mujer, formaron una linda amistad y de vez en cuando viene al bar acompañada de su familia.

"S-Syr, no negaré que jamás rechazaría un abrazo tuyo, p-pero me está costando respirar ¿Podrías soltarme por favor?".

Pidió la castaña, completamente aplastada por la fuerza de la camarera.

Ante la solicitud, Syr rápidamente hizo caso y se separó.

"¡P-Perdóname Anna! Es que creí que te tratabas de Bell ya que él prometió venir a verme y confundí sus siluetas. Lamento si actúe de forma muy enérgica pero es que ese tipo de relación es la que tengo con mi amado conejo. No, espera, eso no es lo que quiero decir, si no que hemos estado avanzando mucho en nuestros sentimientos desde ayer y estaba emocionada ¡Ah! ¡Eso tampoco es lo que quiero decir!".

Se disculpó mientras trataba de explicar la razón detrás de tan cariñosa bienvenida pero entre más lo intentaba, peor le resultaba, convirtiéndose en un embrollo de hilos de conversación sin sentido que eran cambiados repentinamente para iniciar otro.

"Como sea. No negaré que no me arrepiento de haberte abrazado. Tu piel es muy suave y tus pechos muy firmes. Tienen mi aprobación".

Recuperándose del breve desliz, alabó el físico de la florista, guiñándole el ojo y levantándole el pulgar.

"S-Syr. Eso estuvo de más. Por favor deja de revelar cosas referentes a mi cuerpo".

Exigió la castaña, avergonzada por la forma tan falta de pena en la que la peligris halagaba su exterior ante todos los clientes que visitaban el bar.

"Fufufu. ¡Siéntete orgullosa! ¡Eres realmente hermosa!".

Syr le dio un par de palmadas en la espalda, riéndose de ella.

"No creo que se trate de eso".

Replicó.

"Fufufufu. Dime ¿Vienes a desayunar? Es raro que nos visites sin tus padres ¿Están ocupados? ¿Te asigno una mesa junto al resto de nosotras para conversar?".

La camarera prontamente le dio un leve empujón para introducirla al bar, creyendo que venía en calidad de cliente como ya se había hecho costumbre en los últimos meses.

"Me disculpo, pero he de rechazar la oferta".

Anna se mantuvo de pie sin ceder ante los intentos de su magia.

"¿Uh? ¿Por qué?".

Interrogó la susodicha.

"Es que hoy no estoy aquí por eso".

Se justificó la florista.

"¿Are? ¡Oh! ¡Ya entiendo! Si es por Ryuu he de recordarte que es una chica. Sin embargo, yo respetaré tus preferencias ya que no te culpo. Ryuu es realmente hermosa. Su piel es muy suave y delicada al tacto, me encanta como se estremece con tan solo tocarla con la llena de los dedos. Además, su cabello huele a frutas por las mañanas y luce extremadamente tierna cuando se avergüenza...".

La peligris malentendido todo y comenzó a liberar detalles sobre su mejor amiga sin pelos en la lengua debido a que supuso que la visita de la castaña se debía a ese amor que dijo tenerle a la elfo cuando creyó que se trataba de un hombre. Quizá su amor había atravesado la barrera de lo común según la moralidad de ese mundo y Syr, o Freya, como buena creyente del amor, apoya la idea.

Antes de que continuara desvelando los secretos más profundos de una bella hada del bosque, la interrumpieron.

"¡N-No es por eso!".

"¡Syr! ¡Hay límites en lo que puedes decir sobre mí!".

Tanto Anna como quien era objeto de la descripción le reclamaron.

La camarera selló sus labios.

"Ay, qué exageradas. Si así son ahora no me imagino casadas...".

Replicó.

"¡YA BASTA SYR!".

Le gritaron nuevamente.

Aprovechando el breve instante de calma, Anna aclaró su garganta y se propuso continuar.

"Vine porque hubo un encargo de flores para ti, Syr".

Reveló.

La antes mencionada abrió los ojos con sorpresa.

Se señaló.

"¿Para mí? ¿En serio?".

Ladeó la cabeza e intentó confirmarlo.

"Sí".

La humana reafirmó.

La expresión de sorpresa cambió a una de total desagrado y repudio. El color gris de sus ojos cambió a uno opaco y ligeramente púrpura.

"¡Tch! Si no son de mi amado Bell no deseo siquiera verlas. Es más, incinéralas o regálalas".

Negándose rotundamente a aceptar un regalo de otro individuo a parte de su ser querido, rechazó aquel acto de amor antes de siquiera saber quién las mandó. Es más, le importaba poco o nada quien fuese.

"De hecho, por lo que decía la carta de encargo, sí son de él".

Avisó la florista.

"¡Entonces sí las aceptaré gustosamente!".

El desagrado de antes se convirtió abruptamente en una desbordante emoción.

Se acercó a las narices de Anna, quien tuvo que retroceder un par de pasos por la cercanía de la cara de su amiga a la suya.

"¡¿Dónde están?! ¡¿Dónde están?! ¡¿Por qué no me los dio personalmente?! ¿Acaso le da vergüenza actuar de manera romántica? ¡Tonto! ¡Quiero ver tu reacción cuando me las entregues!".

Interrogó repetidamente mientras se cuestionaba el por qué Bell mandó a una intermediaria para darle un regalo y quejándose debido a eso.

"E-Emm... respecto a lo primero... están afuera. No puedo meterlas".

Respondió la castaña.

"¿Uh? ¿A qué se debe eso?".

Preguntó Syr.

"Es que... sería difícil siquiera tratar de hacerlo...".

Contestó, con una gota de sudor bajándole de la frente y viendo de reojo a su espalda.

El resto de las camareras se acercaron a la entrada del bar, curiosas.

"Verán. Ayer en la noche recibimos una carta donde se describía la cantidad de flores que deseaban regalar y a quien dárselas. Dentro del sobre se hallaba el dinero para pagarlo. Como estábamos dormidos no pudimos verlo, pero en ella firmaban con el nombre de 'Bell Cranel', por lo que, al abrir esta mañana, nos llevamos la sorpresa de que prácticamente todas las flores de nuestra tienda a las justas alcanzaban para cumplir con la solicitud y el destinatario no otra otra que tú, Syr. El problema es que...".

Anna nuevamente dirigió su mirada al exterior del bar.

Las chicas se asomaron y grata fue la sorpresa al dar con el "encargo".

"Wow...".

Se escapó de sus bocas.

Enfrente de ellas se hallaba una enorme montaña multicolor con flores de todo tipo. La montaña superaba sin problemas lo tres metros de altura y uno de ancho.

Syr fue la primera en salir, completamente sin habla.

"Sí, puse la misma cara cuando me enteré que podríamos estar casi un mes sin vender debido a esta compra. Tuve que dar aproximadamente quince vueltas con una carreta para traerlas hasta aquí".

Declaró la florista, suspirando y apuntando a la carreta antes mencionada.

"A-Anna ¿De casualidad conservas la carta?".

Preguntó la peligris, pasmada.

"Sí. Aquí tienes".

La carta fue entregada.

El sobre abierto hizo más fácil indagar en su interior.

De este saco dos hojas de papel.

En la primera se leían las indicaciones hacia Anna y su familia.

Sin embargo, en la segunda... bueno, era dirigida hacia Syr.

Empezó a leerla. Su corazón latía fuertemente al saber que era hecha por él.

______________________________________________________

Querida Syr,

Espero que esta carta te encuentre bien. Quiero expresarte lo importante que eres para mí y mi deseo sincero de hacerte feliz. Tenía la ilusión de verte hoy o mañana, pero debido a motivos de fuerza mayor, no podré hacerlo.

Aunque la distancia nos separe temporalmente, quiero que sepas que cada minuto de mi tiempo estará dedicado a ti tan pronto como este periodo termine. Estoy ansioso por compartir momentos contigo y hacer todo lo posible para verte sonreír.

Hasta entonces, quiero enviarte este pequeño detalle como muestra de mi afecto. Espero que lo recibas con alegría y lo veas como un recordatorio de cuánto significas para mí.

Cuídate mucho, y estoy deseando el momento en que podamos estar juntos nuevamente.

______________________________________________________

"Con amor, Bell".

Leyó en voz alta el final de la misma, posando su mano encima del lado izquierdo de su pecho.

Mediante al tacto sintió el latir del corazón, el cual brincaba incesantemente.

Sus mejillas se ruborizaron. Un nudo se le formó en la garganta y de sus ojos brotaron pequeñas lágrimas a la vez que sus labios temblaban para formar una sonrisa repleta de emociones, en las que predominaba... amor.

Presionó la carta a su pecho.

"Entonces ¿Dónde las guardo? No creo que debamos dejarlas a media calle".

Cuestionó la castaña sin recibir respuesta por parte de a quien se le entregó tal detalle.

"Guárdalas en la habitación libre del bar. Era de ella, pero desde que se cambió de hogar no la ha habitado más que en contadas ocasiones. Si siguen en la entrada de mi bar me espantará a los clientes".

Mama Mia le respondió ante el silencio de su camarera, durante esto, el sonido de pasos llegó a sus oídos. Era Syr, quien caminaba lentamente hacia la montaña, luego aumentó la velocidad, saltó y... se tiró en ella.

"¡¿S-Syr?!".

La llamaron.

"¡Me encantan! ¡Huelen muy bien y son realmente hermosas! ¡Me encantan! ¡Me encantan! ¡Me encantan! ¡Jamás había recibido un detalle así! ¡Te amo Bell! ¡Te amo, te amo, te amo!".

Gritó repleta de júbilo, tomando varias flores en sus manos y tirándolas hacia arriba como si de una lluvia multicolor se tratase.

Era semejante a una niña disfrutando de un día nevado.

Recolectaba varias flores y las abrazaba mientras se acostaba en ellas y giraba de un lado a otro.

"¡Seguramente así de grande es el amor que me tiene Bell! ¡En verdad estoy muy encantada!".

Vociferaba. Ya no le apenaba que el mundo supiera su sentir.

Ella amaba a Bell Cranel.

Nada lo cambiaría.

Era una escena extremadamente linda a los ojos de los transeúntes.

El amor que una simple joven le profesaba a su alma predestinada era genuinamente tierno.

"¡Mama Mia! ¡Hoy dormiré en mi habitación del bar! ¡Quiero dormir rodeada de las flores y soñar con Bell al olerlas o verlas!".

Como una niña pidiéndole permiso a su madre, se dirigió a la enana.

La expresión de la susodicha se aligeró.

"Bueno, tal parece que habrá que cerrar el bar momentáneamente para guardarlas. Por lo que, chicas ¡Manos a la obra!".

"¡Hai!".

La orden fue acatada casi de inmediato.

Syr continuaba acostada en el suelo rodeada de las flores. Tomó una delicadamente y la olió.

"Fufufu, no sabía que eras así de detallista, mi amado Odr".

Se mofó.

No obstante... en el interior, ese amor de por sí grande, aumentó de tamaño.

Acercó la flor, una rosa violeta, a su pecho y la presionó mientras su corazón latía fuertemente.

"Bell, te amo...".

Concluyó. La imagen del joven se manifestó de inmediato en su soñadora mente.

En el bosque de Rivira.

"Hemos llegado".

Hedin avisó cuando frenó de repente y Bell, quien se encontraba detrás suyo siguiéndolo, también.

"¿Qué hacemos aquí?".

Cuestionó el albino, observando la enorme explanada enfrente de ambos.

"Aquí será tu entrenamiento, por supuesto".

Respondió el rubio.

"¿Entrenamiento? ¿Para qué?".

El joven continuó emitiendo sus dudas.

El elfo se limitó a mirarlo de forma fulminante.

La piel del conejo se erizó como consecuencia.

"Seré breve niño. En verdad odio a los que hacen muchas preguntas y para mi una pregunta ya entra en la categoría de "muchas". Y en especial te odio a ti, no obstante, hay motivos ajenos a mi persona por los cuales hago lo que hago y tolero el desagrado que me causas. A pesar de que ella no lo sepa, cada acto es por su bienestar".

Declaró, dándose la vuelta y encarándolo.

"Es imposible que permita que un ser tan mundano e idiota como tú se acerque a menos de 20 metros de Syr-Sama. Así que hay mucho que arreglar en ti para que de ese modo te conviertas en alguien digno de ella".

Explicó, acomodándose los lentes en el proceso.

"¿S-Syr-Sama?".

Musitó el joven.

"Por el momento ignora esa parte. Concéntrate".

Pidió el hijo de Freya.

"P-Pero ¿Exactamente para qué entrenaremos? No lo comprendo".

Replicó Bell.

"Debido al tiempo y el conflicto venidero al que esa Diosa estúpida de Loki nos arrastró tendremos que entrenar tus atributos porque probablemente serás indispensable en la batalla en contra de Evilus y por su puesto no permitiré que te maten".

Informó el elfo, revelando que sería parte de dicha misión.

"¿Mis atributos?".

"Así es".

Hedin afirmó la duda del albino.

"Sería un honor entrenar con un primera clase como usted, señor Hedin. Es solo que... mi brazo...".

Bell enseñó el aparato que cubría su extremidad izquierda.

"Estoy al tanto del daño que sufriste y las medidas de cuidado que se te indicaron. No obstante...".

De repente sacó varios frascos de sangre de sirena de su túnica.

"Créeme cuando te digo que, durante el entrenamiento, ese brazo será el menor de tus problemas".

Expresó.

Un escalofrío recorrió la espalda del conejo y tragó saliva.

Hedin elevó su báculo, apuntándolo.

"Sostén tus dagas...".

Ordenó.

"Mantente alerta...".

"No dudes...".

"No temas...".

Bell se puso de pie al instante y se preparó para el ataque.

"No falles...".

"Y sobretodo...".

Los ojos rojos del elfo brillaron intensamente.

Un círculo mágico lo rodeó y el sonido de electricidad resonaba en los oídos del joven muchacho quien estaba a punto de recibir lo que en la familia Freya comiencen como "iniciación".

"No mueras...".

Concluyó su discurso y seguido de esto dos palabras salieron con total enojo y fuerza.

"¡CAELUS HILDR!".

*¡BOOOOOOOOOOOOOOOOM!*

Una gigantesca explosión que era visible desde la ciudad de Rivira fue originada en el centro del bosque. Miles de rayos color azul cayeron precipitadamente desde lo alto del cielo repleto de cristales antes de siquiera emitir sonido.

.
.
.
.
.
.
.
.

.
.
.
.
.
.
.
.

Bueno, hasta aquí el capítulo de hoy, espero que sea de su agrado y dejen su apoyo a este nuevo fanfic.

En fin, déjenme sus opiniones respecto a la historia y si les gusta como se va encaminando.

¿Cómo estuvo el capítulo? ¿Sí les gustó?

Buzón de sugerencias/opiniones/comentarios.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro