Capítulo 15. Ser una mortal contigo.
Era una mañana tranquila en la ciudad de Orario a pesar de la turbulenta experiencia por la que cada zona de esa gran metrópoli que recién hace pocas horas conoció su final.
El humo causado por el aliento de fuego del temible Nidhogg todavía formaba una nube negra por encima, tapando parcialmente el sol que con dificultad conseguía penetrar esa densa barrera de suciedad y porquería mediante el envío de sus rayos.
El olor a ceniza y carbón no desaparecía, era arrastrando por las brisas frías y rápidas que cruzaban en diferentes direcciones, proporcionando un descenso en la temperatura al unirse con lo mencionado anteriormente.
A pesar de esas condiciones, de la destrucción que acechaba en varias partes, de los negocios, hogares y decoraciones queridas por los ciudadanos, la calma que se respiraba era invaluable.
Una gran amenaza había sido mermada, un nuevo héroe surgió entre la necesidad y el temor de los inocentes, levantándose para iluminarlos con su luz y permitirles un mañana esperanzador sin riesgos, uno en el que podrían sonreír sin la sombra de la maldad acechando a cada rincón, aguardando a realizar su movimiento y roblarles lo que más añoran, aman y desean.
El nombre de ese héroe es Bell Cranel. Pero la razón por la que ese faro de esperanza que brilla intensamente en el interior de su alma no se apagó, la salvadora de aquel héroe de la actualidad, anhelado y requerido, era una simple chica de ciudad, una sin aparente resaltes o magnificencia. Una humana cualquiera, el modo en el que los ignorantes la definirían. Su gran heroína, si fuese Bell quien la tuviese que describir.
O Freya, la diosa de la belleza y fertilidad, si a las personas más cercanas a la misma se les cuestionara por su identidad.
Pero, supongo que se preguntarán que, en este preciso momento inocuo y quieto, ¿Dónde se hallan esos dos individuos?
Bueno, la respuesta es sencilla...
"¡En un momento saldrá el desayuno~! ¡No se desesperen~!"
La voz armoniosa, casi angelical al finalizar cada oración con un alargue tipo cantar, de la animada chica peligris dio el aviso al asomarse desde la puerta que conectaba con la cocina en la que se desempeñaba para después cerrarla detrás de sí con un leve movimiento de cadera que la empujó con la suficiente fuerza para permitírselo.
En una mesa amplia en la que fácilmente cabrían ocho personas, yacían sentados, aguardando a que la comida fuese servida, una diosa de aspecto singular y coletas llamativas, una Hobbit de cabellera castaña cruzada de brazos con expresión complicada de leer, un herrero pelirrojo con un gesto divertido en su semblante que tenía a su costado a cierto aventurero joven de cabellera blanca y ojos rojos, asemejándose a un lindo y tierno conejo, el cual miraba hacia su regazo con clara incomodidad, tiñendo sus mejillas de un intenso color semejante al del escarlata que brillaba en los ojos previamente descritos.
Al interior de la cocina, acompañando a la chica de ciudad en el arte culinario, se hallaban una belleza inigualable estilo oriental con cabellera negra amarrada con una cinta, quien se notaba visiblemente horrorizada por lo que observaba, como si presénciela un asesinato a todas las reglas que se han de seguir si se quiere cocinar.
Al otro lado de la camarera, quien vestía un atuendo blanco y puro como el alma de la que se enamoró, del cabello del hombre al que le entregó su corazón, también la apoyaba y guiaba una bella renard de cabellera dorada y una cola esponjada de ese mismo color con punta blanca, entrando ligeramente en pánico, frenando la adición indiscriminada de ingredientes a la enorme olla humeante y burbujeante por parte de la visitante.
Como podrán darse cuenta, no estamos en otro lugar que no sea el hogar de la muy famosa "Familia Hestia" que tiene como capitán al héroe antes mencionado, Bell Cranel.
Esa enorme mansión que previamente le perteneció al Dios del sol, a Apolo, y que pasó a manos de la deidad de la hoguera por la cual la familia recibe su nombre, Hestia.
"La mansión de la chimenea" ni más ni menos. La cálida choza que por su tamaño difícilmente podría considerársele como tal.
Tras la agotadora batalla, tanto física como mentalmente, regresaron a la mansión al cumplir sus labores en la subyugación de Evilus. Cuando su capitán se vio consumido por la negrura, la invitada peligris lo detuvo y, como un acto de consideración por parte de la enana con coletas, se le permitió entrar a sus aposentos, cuidar de Bell hasta que despertara y dormir...
"¡YO NO LE PERMITÍ DORMIR CON ÉL EN LA MISMA CAMA! ¡SE ESCABULLÓ EN LA NOCHE Y NO PUDE EVITARLO! ¡ASEGURÓ LA PUERTA CON LLAVE Y UN MUEBLE!"
El grito de la diosa antes mencionada, rompiendo la cuarta pared, aclaró lo que para ella era un punto importante y vital para la comprensión de sus intenciones. Pero eso no quita que al final del día, Syr durmió con Bell.
Suena mal, incluso se le podría dar una interpretación pervertida, pero nada más alejado de la realidad.
El albino estuvo dormido por casi veinticuatro horas hasta que a la mañana siguiente de haber derrotado al Nidhogg, despertó, por lo que era obvio que moría de hambre al no consumir ningún alimento por más de un día. Cuando ese escenario se planteó, la propia cuidadora, quien pasó día, tarde y noche en vela hasta que abriese los ojos, se ofreció a cocinarle, aunque claro, conociendo sus limitantes, le pidió apoyó a las dos féminas del lejano oriente, preocupada de causarle un peor mal a su amado si se le dejaba en total libertad y sin supervisión.
Y bueno... digamos que ambas no se esperaron el caos que se avecinaba.
"¡Mikoto! ¡Mikoto! ¡¿Puedo echarle esto?! ¡Tiene un delicioso olor!"
Cuestionó Syr con rapidez a la pelinegra, agarrando un envase negro de metal en el que se hallaba un polvo fino.
"¡S-Syr-Dono! ¡No! ¡Eso es veneno para ratas! ¡No lo añada!"
Antes de que su "pinche chef" cometiera un error fatal que intoxicaría a todos los que comieran el estofado, la agarro de la muñeca y le quitó el envase.
"¿El veneno para rata huele bien?"
Se cuestionó la renard, levantando la ceja y oliendo el envase que la oriental trataba de alejar, trayendo como consecuencia un ardor fuerte en su nariz que la obligó a taparla con ambas manos y darse la vuelta.
"¿Por qué le hace caso, Haruhime-Dono?"
Rápidamente, Mikoto lo cerró, impidiendo que se siguieran causando estragos con esa arma letal. Al ser aventureros, no, al ser nivel dos, tanto ella como su amiga tienen los sentidos agudizados, por lo que una fragancia así de fuerte como la que emite ese veneno no era suficiente para causarles un daño considerable, pero sí para traerles malestar al olerlo.
"¡Oh! ¡Lo siento chicas! ¡Trataré de leer las etiquetas!"
Se disculpó Syr, moviéndose entre el pasillo de la cocina y abriendo los cajones en busca de más ingredientes para añadirle al estofado, como si no fuese suficiente los diez tipos de carne que tenían en la nevera y las miles de especias que le lanzó cuando empezó.
"Es lo primero que debe hacer, Syr-Sama. Si no lee las etiquetas no sabrá qué es lo que hace. Por favor permítame..."
"¡No! ¡Es mi responsabilidad cocinar para mi Bell! ¡No quiero que me interrumpan! Solo asegúrense de que no le añada algo letal"
Cuando la rubia quiso ayudarla a buscar, su apoyo fue negado a la prontitud, recibiendo la misma excusa que ha escuchado desde que las tres se adentraron a la cocina.
Mikoto y Haruhime bajaron la cabeza, rindiéndose. Si no podían evitar que el estofado supiera rico, lo mínimo que harían es impedir que se convierta en veneno. Con conseguir que sea comestible se le consideraría una enorme victoria.
Mientras eso se desempeña a en esa zona de la mansión, un escándalo sin igual del que nada podría resultar bien, en el comedor era todo lo contrario, reinaba en absoluto silencio y los susurros, incluso risas ahogadas sin trascendencia al mismo tiempo que los de los presentes se centraban en el albino que trataba de ignorarlos sin éxito.
Una palmada fue dada en su espalda, repleta de condescendencia e incluso lástima.
"La tienes difícil viejo. Si el Nidhogg no te mató, su comida sin duda lo hará. Aunque no me burlaré de más porque capaz ni yo sobreviva a este desayuno"
Comentó el herrero, sudando frío y rascándose el costado de la cara mientras trataba de bromear para aligerar la vergüenza de su compañero.
(¿Cómo demonios has sobrevivido a los bentos que te ha preparado?)
Se cuestionó para sí mismo, levantando la ceja y tragando saliva. No olvidaba que cada mañana en la que cruzaban por el negocio en el que la camarera trabajaba, "La señora de la abundancia" se llamaba, siempre le daba una caja de alimentos que ella misma preparaba y según el albino, el sabor no era malo y lo saciaba.
Pero ahora que escucha el completo descontrol e inexperiencia de la chica en la cocina, no pudo evitar preocuparse por la salud de su amigo y la enorme capacidad que su estómago posee para no haberse enfermado con anterioridad o la suerte de que no se le halla añadido un ingrediente que lo enferme en todos esos intercambios.
Sacudió la cabeza, proponiéndose cambiar de tema e indagar en la relación entre su amigo y la camarera.
"¿Al fin te ha cautivado su belleza? ¿La has aceptado? Digo, se saltaron muchos pasos, ya tuvieron una hija"
Expresó con diversión, escapándosele una risa cómica. Si bien el asunto de Noel todavía era sensible, el albino comprendía que no tenía malicia ni malas intenciones al nombrarla, al contrario, era su forma de hacerle ver que los "padres" se habían vuelto cercanos en los últimos días por no decir semanas.
Si el sonrojo de Bell era visible desde la otra punta de la ciudad, ahora mismo brillaba como el mismísimo sol al mediodía. La piel en su rostro estaba teñida por un rojo intenso que no le envidiaba nada al de las manzanas. La sola mención sobre aquello lo alteró, causándole un afianzado nudo en la garganta que le impedía hablar y le hizo temblar. Nunca ha sido bueno para afrontar ese tipo de asuntos, el romance es un aspecto del que todavía no conoce mucho, a pesar de saberse enamorado de una mujer. Pero entre estar enamorado y hablar de ello es un tramo enorme.
"¡N-No se trata de eso, Welf! ¡No hay nada que aceptar! ¡Y lo de Noel ya sabes que no ocurrió como los rumores cuentan! ¡Fue nuestra hija pero no biológica!"
Recriminó con un esfuerzo sobrehumano el joven, alzando la voz entre susurros para que la persona de la que hablaban no escuchara la conversación y complicara aún más la situación.
"¿En serio? ¿Puedes asegurarme que no han escalado hasta la adultez? Te recuerdo que estuvieron más de un día entero encerrados en tu cuarto sin noticias y con la puerta cerrada sin permitirnos la entrada. Ay mi amigo inocente, te has saltado muchos pasos"
Otra sonrisa retadora y maliciosa apareció en el pelirrojo, planteando esa situación y recordándole el nulo recibimiento de información por parte del resto de la familia durante sus horas de sueño. Quiso insinuar que capaz sucedió algo en esas horas de lo cual no quería que nadie se enterara.
Las orejas del conejo se crisparon y la piel se le erizó como si fuese de gallina, enderezando la espalda y sacando humo de la cabeza.
"¡Imposible! ¡Eso es imposible! ¡No hicimos nada de lo que podamos arrepentirnos! ¡Solo dormimos juntos! ¡Nada más! ¡Además, yo estaba desmayado así que dudo que Syr haya intentado algo estando en ese estado! ¡Sería incapaz de aprovecharse de mi vulnerabilidad!"
Refutó la teoría del herrero, mostrándose molesto y un tanto ofendido por las insinuaciones de este último. También se le escaparon un par de halagos y reconocimiento hacia la chica que se la vivió en vela para cuidarlo, por lo que no podía permitir que la malinterpretaran o la acusaran infundadamente.
Sin embargo, de frente al par, la diosa Hestia rió con nerviosismo, mirando de reojo hacia la cocina con una porción de su alma saliéndosele de la boca en evidente cansancio e inquietud.
(Bell, no estoy segura de que sea ese el caso. Al contrario, de comportarse como normalmente lo hace, tú seguirías en esa habitación y ella nos estaría pidiendo miles de botellas de agua para hidratarte. No hay que olvidar que es...)
Dijo mentalmente, algo consternada y yendo en contra de las creencias de su hijo mientras se asomaba a la sección de la mansión donde las tres féminas preparaban el desayuno, centrándose solo en una en específico.
(Que es Freya. Y si bien ha cambiado para bien los últimos días, tanto que me cuesta reconocerla y la acepté como tu pareja... ¡Todavía puede tener sus mañas y su lujuria desenfrenada! ¡No permitiré que te quiten tu pureza! ¡Si le quito el ojo de encima podría desencadenar sus deseos y perversión!)
Gritó internamente, encendiendo en fuego su alma y ojos, levantando el puño en el aire sin quitarle ni una pizca de atención a esa amenaza a la moralidad de su familia que, detrás de ese rostro inocente y palabras bonitas que emitieron su boca en la conversación que tuvieron luego de llegar a la sede, ocultaban un deseo desenfrenado por poseer al hombre del que se había enamorado.
(Literalmente estoy apoyando a otra chica para se quede con mi Bell, con quien me robó el corazón... ¿Acaso esto se le considera NTR o Netori? ¡¿Tengo una clase de fetiche con eso?! ¡Son demasiadas dudas!)
La cantidad de estupideces, arrepentimientos e incluso ridiculeces que se formulaban en la mente de la pequeña diosa de coletas eran incontables, por lo que lo mejor en este caso era solamente ignorarla y continuar.
Rompiendo su concentración en asuntos intrascendentes que no la llevarían a ningún lado, el codo de la castaña a su costado impactó en el lado derecho de sus costillas, trayendo consigo un punzante dolor que la hizo reaccionar y voltear con ferocidad. Pero antes de que le reclamara en voz alta, la hobbit le tapó la boca con su dedo índice, posándolo encima de sus labios, dando a entender que quería conversar con ella de un asunto secreto de mutuo interés y que no podía ser escuchado por los demás.
"¿Qué pasa, soporte-kun?"
Interrogó entre susurros, apartando la mano de la susodicha.
"Lili quiere saber cuál será la estrategia para apartar a Syr-Sama de Bell-Sama. Es una rival formidable que no se doblegará ante nada. Una rival digna de temer. ¡Pero usted ha de tener una estrategia para neutralizarla!"
Respondió la hobbit, mostrándose con un enorme espíritu competitivo sin estar al tanto que la competencia para la que trataba de prepararse hace mucho que terminó.
Con un suspiro largo y tendido, cargado de cansancio y resignación, se Hestia se preparó para contestar.
"Ya no hay plan. He aprobado que haga su movimiento para conquistarlo. Si me preguntas, es la que más posibilidades tiene de arrebatar a Bell de las manos de Wallenloquesea. Además, así quisiésemos frenarla, sería imposible. Las palabras no surtirán efectos, las amenazas serían contraproducentes y por mucho que tratemos de evitar que estén juntos, no podremos. Es... una batalla perdida"
Se justificó. Dando las mil y un razones por la que no harían ningún movimiento que limite las interacciones de aquellos jóvenes, bueno, no tan jóvenes considerando la edad real de Syr, en su camino a una relación de carácter romántico.
La piel de Lili palideció, no reconociendo a la deidad que tenía enfrente.
"¿Q-Quién es usted y qué le hizo a Hestia-Sama?"
Le cuestionó, atónita, temblando.
Una vena se infló en la frente de la chica con coletas con enormes pechos pero baja estatura, sintiéndose evidentemente ofendida por la mala percepción que parecía tener su hija de ella.
"Sigo siendo una entidad que merece respeto"
Recriminó, mirándola con enojo.
"Si, si. Lo que diga, Hestia-Sama. Lo importante aquí es..."
"¡No me pases de largo!"
Sin darle el valor que merece a esa declaración, Lili sostuvo su barbilla y analizó la situación aún con los reclamos de la deidad que tenía unas intenciones enormes de ahorcarla. Seguido de esto, se cruzó de brazos con una sonrisa traviesa, dejando escapar un suspiro ligero.
"Lili solo bromeaba, Hestia-sama. No quería incomodarla"
Hizo un gesto con la mano, como restándole importancia a su comentario
"Pero no entiende lo que Hestia-sama quiere decir. Sin dudas es así..."
Hestia asintió, aunque el alivio fue momentáneo. Un escalofrío recorrió su espalda, como si una sombra invisible se hubiera cernido sobre ella. Su mente no pudo evitar imaginar lo peor: ¿habría alguien más escuchado su conversación? ¿Quizá alguien con motivos para malinterpretarla?
La hobbit, al notar el cambio en el semblante de la diosa, alzó las cejas con sorpresa antes de aclarar apresuradamente.
"Ah, Hestia-sama no debe preocuparse. Lili no lo decía por lo que se imagina. No sería capaz de escuchar conversaciones ajenas. Solo que..."
Lili inclinó ligeramente la cabeza, buscando las palabras adecuadas.
"Por lo poco que Lili ha tratado con esa chica de ciudad, aparentemente dócil y sin nada en especial, cree que no es alguien común. Es una persona de temer, Hestia-sama. Una mujer que no se puede tomar a la ligera"
Hizo una pausa, como si pesara sus siguientes palabras.
"Es del tipo que haría lo que fuera necesario por conseguir lo que quiere"
Finalizó.
La deidad sintió un nudo formarse en su estómago mientras la miraba. Lili hablaba con seriedad, su tono no dejaba lugar a dudas.
(Eso es parcialmente correcto)
Pensó para sí misma, reconociendo que la percepción de su hija era increíblemente acertada y reprimiendo una risa nerviosa. Aunque, la realidad era aún más complicada de lo que se podía imaginar.
Se acomodó en el asiento, apoyando la espalda en el respaldo para intentar calmarse. Sus ojos viajaron automáticamente hacia la cocina, donde Syr se movía con gracia, preparando algo mientras sus acompañantes corrían detrás de ella. La simpleza de la escena no conseguía aliviar su inquietud.
"¿Sucede algo, Hestia-sama?"
Le preguntó la castaña, observándola con cautela.
Ella se limitó a negar con la cabeza, dibujando una sonrisa que esperaba ser convincente para no despertar sospechas.
"No es nada, Lili. Solo estaba pensando en si se tardarán mucho en terminar. Muero de hambre"
Le respondió, escudándose con lo primero que le vino en mente y rogando que fuese suficiente para que la perspicaz hobbit no sospechara de lo que en realidad pasaba.
En el fondo, muy en el fondo, sabía que no podía permitirse bajar la guardia. No con esa camarera. A pesar de aprobar la relación de esos dos en caso de darse, todo podría torcerse a la misma velocidad con la que cambió.
Se supone que los dioses no cambiar, sin embargo, rogaba, quería, que ese no fuese el caso con Freya, dándole el beneficio de la duda.
La cocina era un pequeño escenario de caos. Cada una de las tres chicas estaba inmersa en su propio mundo, creando un contraste tan hilarante como inevitable. Mikoto, con su paciencia al límite, alternaba entre dar indicaciones precisas como una maestra estricta y vigilar a Syr como si fuera un niño a punto de meter la mano en el enchufe.
"¡Syr-Dono, no agarres eso!"
Exclamó Mikoto al ver cómo la peligris tomaba un frasco lleno de algo viscoso y extraño.
"¿Por qué no? ¡Huele delicioso!"
La peligris se encogió de hombros, llevándose el frasco a la nariz y aspirando profundamente antes de sonreír.
"Seguro que sabe igual de rico ¡Se lo agregaré!"
Expresó, dirigiéndose a la estufa.
"¡Eso no es un criterio válido!"
La oriental casi gritó, arrebatándole el frasco antes de que pudiera vaciarlo en la olla.
"¿Cómo puedes cocinar con esa lógica?"
Le recriminó, haciéndole esa pregunta cargada de decepción, como si fuese una ofensa para todos los que se hacen llamar cocineros el meterla a una cocina. Y es curioso teniendo en cuenta que literalmente es trabajadora de un restaurante/bar que resalta por el buen sabor de su comida y la belleza de sus camareras.
"Es que la cocina es como el amor, Mikoto"
Syr cerró los ojos y juntó las manos con una expresión soñadora después de negar con la cabeza y chasquear la lengua, como si tildara de tonta a su maestra.
"A veces hay que arriesgarse"
Finalizó, guiñándole el ojo de forma pícara.
La pelinegra frunció el ceño y miró el extraño trozo de carne que Syr había colocado en la tabla de cortar.
"¿Y esto?"
Le preguntó, señalándolo con el dedo, horrorizada.
"¡Está gris! ¿De dónde sacaste esto?"
No se percató de en qué momento sacó se pedazo de carne de la nevera. No, lo peor era el aspecto que eso tenía.
"Estaba guardado allá, claro"
La chica parpadeó como si fuera obvio. Ladeando la cabeza y proponiéndose cortarlo.
"¿Qué tipo de carne será? Es gris y verde ¿Es carne de sapo?"
Musitó sus dudas, acercando el cuchillo y atravesando la piel con el filo del mismo.
"¡Es carne común y corriente! ¡Pero está en descomposición! ¡Por eso el color gris y verde!"
Exclamó la "maestra" de la cocina, quitándole el objeto punzo cortante y agarrando la tabla con esa carne caducada, haciéndola a un lado para tirarla al bote de la basura.
Apoyó la espalda en una de las paredes, suspirando y limpiándose el sudor de la frente. Ya no lo soportaba, quería irse y encargarle ese trabajo tan cansado a otra persona.
(Siento pena por Bell-Dono si se casa con ella. Lo matará con su comida en los primeros días de matrimonio)
Pensó con resignación mientras ponía la tabla y el cuchillo en el lavabo para limpiarlos luego.
Mientras tanto, Haruhime, ajena al drama culinario, estaba inmersa en una conversación más ligera con la invitada.
"De verdad te ves adorable con ese uniforme de maid"
Comentó Syr, sonriendo ampliamente y halagando la apariencia inocente y llamativa de la renard.
"Deberías venir a trabajar al bar. Mamá Mia estaría encantada de tenerte en las filas. Seguro que atraerías muchos clientes"
Guiñó el ojo, frotándose los dedos en clara referencia a la obtención de dinero, un gesto que la enana solía hacer cuando era hora del conteo de las ganancias del día.
"Ah, no, Syr-Sama..."
La rubia retrocedió un poco, agitando las manos nerviosamente.
"La lealtad de esta humilde servidora está con su familia... y con Bell-Sama"
Se tomó una pausa en la última parte de su respuesta, ruborizándose al nombrar al albino. El movimiento oscilante y cambiante de su cola delataba su nerviosismo. Al escucharla y notarlo, una sonrisa pícara se dibujó en los labios de la peligris amante del caos.
"Oh, ya veo... ¿Entonces eso significa que te gusta Bell?"
Le cuestionó con gallardía, inclinándose hacia Haruhime y marcando un falso territorio al inflar las mejillas como si estuviera celosa, propinándole un ambiente pesado en el que respirar se imposibilitaba.
"¡¿Eh?!"
El rostro de Haruhime estalló en sonrojo.
Rápidamente, su contraparte se separó de ella, abrazándose y llorando en una actuación digna de un razzie.
"¡Si te gusta! ¡No puedo creer que la dulce maid de esta mansión quiera robarme a mi hombre! ¡Creí que eras una mujer dulce y amable! ¡No una zorra! Aclaro que no me refiero literalmente"
Declaró la camarera, fingiendo ofensa y decepción por quien consideraba una amiga. Aunque nada de eso era real. Solo un simple acto para aligerar las interacciones.
Ella había decidido que, tome la decisión que tome su amado, no lo forzaría a que la quieran. Pero las reacciones de la rubia eran tan espontáneas y divertidas que casi le exigían molestarla.
"¡¿Su hombre!?"
La renard se sonrojó tanto que parecía que iba a explotar, remarcando esa parte.
"¡Pero Syr-Sama, Bell-Sama no es su hombre!"
"Ah, pero algún día lo será"
La chica de ciudad fingió un suspiro melancólico y se llevó una mano al pecho, como si estuviera en una obra teatral al responderle.
"Qué doloroso será para mí arrebatárselo a una chica tan dulce como tú..."
"N-No sería un problema... si yo solo fuera su concubina..."
El intercambio alcanzó un punto en el que la extrañeza dominó, trayendo consigo un silencio etéreo por la desvergonzada confesión de la renard.
Los ojos de Syr se abrieron en demasía, impresionada por lo que escuchó, frenando la actuación.
El cuchillo que Mikoto estaba usando se detuvo de golpe sobre la tabla. Miró a Haruhime con incredulidad y luego se apresuró a su dirección para darle un zape ligero en la cabeza.
"¡No digas esas cosas frente a Syr-Dono! ¡Podrías espantarla!"
"¿Eh?"
La pelinegra le recriminó a su amiga mientras la peligris no se inmutaba, al contrario, se mantenía estética como una estatua.
En ese momento, la olla comenzó a burbujear sospechosamente, y un olor extraño inundó la cocina.
"¡¿EHHHHHH?!"
La oriental corrió a arreglarlo, dejando al par tras de sí para que continuaran su conversación.
Syr quedó todavía inmóvil, con sus ojos abiertos en exceso mientras repetía mentalmente las palabras de Haruhime. La idea de ser compartida, incluso en un sentido simbólico, cruzó por su mente, y algo dentro de ella se tambaleó.
"¿De verdad podría permitir algo así...?"
Murmuró para sí misma, aunque su voz se perdió en el bullicio de la cocina.
Sus pensamientos vagaron hacia una promesa que había hecho tiempo atrás, una que ahora pesaba más que nunca. Su ánimo decayó, y la sonrisa que siempre lucía comenzó a desvanecerse.
(Le prometí a mi Noel que cuando ella volviera le daríamos una hermana y un hermano... Lo dije bromeando, pero...)
Llevó una mano temblorosa a su vientre, sintiendo un nudo en el pecho. Su mente regresó a aquella breve conversación, un momento donde la calidez de una familia parecía al alcance.
(Yo siendo una diosa... ¿Cómo podría cumplirlo?)
El peso de esa verdad la golpeó con fuerza. Aunque tenía la apariencia de una humana, aunque podía amar, vivir, y soñar como ellos, había una barrera infranqueable que la separaba de ese mundo. Como deidad, la maternidad estaba fuera de su alcance. El gran placer de volverse una madre no era una meta real, una que pudiese obtener con solo desearlo.
Sus hombros se tensaron, y su mirada se desvió hacia Bell. Él estaba al otro lado del comedor, siendo molestado por Welf mientras intentaba defenderse con una sonrisa tímida. Ella no pudo evitar que su propia sonrisa se torciera en un gesto amargo.
Agachó la cabeza, mordiéndose el labio inferior en un intento de contener su decepción.
"Si yo no fuese una diosa..."
El susurro salió de sus labios, inaudible para todos, pero retumbando en su propia alma.
Por un momento, permitió que su imaginación la llevara a un mundo diferente, un mundo donde el yugo de su divinidad no existiera. En ese mundo ideal, podía vivir como cualquier otra mujer, amar sin restricciones, soñar con un futuro junto a Bell y darle los hermanos que le prometió a su Noel.
(¿Y si fuera... mortal contigo...?)
Sin embargo, el aroma a quemado irrumpió como una alarma silenciosa en la cocina. Mikoto giró rápidamente hacia la estufa y, al notar el arroz olvidado, levantó la voz.
"¡Syr-Dono! ¡El arroz se está quemando!"
La peligris, que aún estaba sumida en sus pensamientos sombríos, dio un respingo al oírla.
"¿Eh? ¡Ah! ¡No puede ser!"
Exclamó, corriendo hacia la estufa con una agitación cómica. Apagó rápidamente el dispositivo de fuego de piedras mágicas y levantó la tapa.
"Por favor, que no esté arruinado... por favor..."
Murmuraba mientras revisaba con cuidado, revolviendo el arroz con una cuchara de madera. Finalmente, una sonrisa de alivio se dibujó en su rostro, soltando un suspiro de alivio al ver que el arroz aún estaba intacto.
"¡Está perfecto!"
Mikoto blanqueó los ojos, cruzándose de brazos mientras la observaba.
(¿Cómo le hace Mama Mia para que su cocina no termine en cenizas contigo trabajando allí?)
Se preguntó en sus adentros, sinceramente impresionada por la capacidad de la enana para mantener a raya a la destrucción del arte culinario hecho persona.
La camarera se quedó inmóvil un segundo, como si acabara de ser golpeada por una sensación inexplicable. Su mirada se agudizó, como si estuviera intentando detectar algo invisible en el ambiente.
"Siento que he sido ofendida y no tengo idea de quién fue o por qué"
Comentó, olvidando por completo sus preocupaciones previas, como si un sexto sentido le alertara de que malhablaban de ella.
Mientras esta escena continuaba en la cocina, en la mesa del comedor, Bell estaba atrapado en una conversación incómoda con Welf, quien parecía estar disfrutando demasiado de verlo nervioso.
"¿Recuerdas la conversación que tuvimos cuando Syr detuvo a Enyo?"
Preguntó Welf, con un tono casual mientras se recargaba en el respaldo de su silla y colocaba las manos detrás de su nuca.
Su amigo, pegando un brinco desde su asiento como si el tema a manejar fuese de todos menos sencillo, asintió lentamente, sintiendo cómo el calor subía a sus mejillas y escalaba hasta sus orejas.
"D-Difícilmente podría olvidarla..."
Respondió en voz baja, viendo de reojo a Syr, sintiendo su corazón latiendo con mayor fuerza que antes. Si... la escena en la que ella lo salvaba de la oscuridad que lo consumía era algo de lo que no podría olvidarse tan rápido. Cada palabra, expresión, lágrima y súplica se mantenían frescas e imperturbables en su interior como si fuesen expresadas por primera vez. Incluso en sus sueños, la interacción entre ambos se repetía incesantemente, proporcionándole una calma que no había conocido desde que su preciosa Noel partió de ese mundo.
Lo que la madre de su hija había conseguido era increíble. Y la estima que el albino de por sí ya le tenía no hizo otra cosa más que crecer a un nivel que ni lograba comprender.
El herrero soltó una risa ligera, mirando al techo como si estuviera recordando lo ocurrido.
"Solo alcancé a escuchar la última parte, ya sabes, porque llegamos corriendo"
Bajó la mirada hacia Bell, con una sonrisa tomando un matiz travieso, pero clara en sus intenciones.
"Pero por lo que oí, eso sonaba como una propuesta de amor"
Concluyó, provocando un escalofrío que recorrió a Bell, quien se sonrojó aún más, casi como si estuviera a punto de prenderse en llamas.
"L-Lo sé..."
Musitó, apretando los puños sobre sus rodillas.
"Soy consciente de ello. Es lo que más me aterra"
Confesó, haciendo que Welf arquee una ceja, apoyando un codo en la mesa mientras lo miraba con interés y, sobretodo, curiosidad.
¿Cómo podría el amor de una mujer aterrarte? Dejando de lado los aspectos de las mujeres Yandere y semejantes, el caso de Syr era especial. No se trataba de cualquier chica random que apareciera de la nada e intentara tenerte para sí misma. Al menos no desde la percepción del pelirrojo y no la actual diosa disfrazada de humana.
Se trataba ni más ni menos de la chica que siempre ha sido directa con él y que por una tragedia sus destinos se han unido por un lazo indestructible que les permite comprenderse mutuamente, compartir ese dolor y utilizarlo como motor para continuar con su pena para cumplir la promesa que de todo corazón le hicieron a esa niña, a ese ángel que los unió y seguía enlazándolos a pesar de ya no encontrarse entre ellos, en el mundo terrenal.
"¿Y por qué te aterra tanto?"
Sin rodeos, siendo directo como se caracteriza el "Siempre ardiente" le planteo esa interrogante.
El albino guardó silencio unos segundos. Sus puños se cerraron con mayor fuerza, como si le costara encontrar una explicación que pareciera válida o como si... la propia razón de que eso le aterrara ya no la sintiera tan sólida.
"Mi anhelo..."
El herrero enderezó su postura, recordando algo con una expresión de comprensión.
"La princesa de la espada, ¿verdad?"
Su compañero cerró los ojos, mordiendo su labio inferior, dejando que los mechones de su cabello le cubrieran el rostro. El ambiente se volvió sombrío, melancólico.
"Eso es lo que lo hace tan complicado..."
Declaró, dejando entrever la duda que lo carcomía.
Frotó sus muslos con las manos, tratando de obtener algo de calor en ellas. El día era caluroso, con un viento frío soplando de vez en cuando, pero, a pesar de eso, los dedos del joven podrían congelar al tacto. Esa era la profundidad de su sentir, la intranquilidad que le traía el pensar en... esa persona tan especial y el papel que sin dudas quiere desempeñar a su lado.
No era fácil, al contrario, entender lo que sucedía, lo que quería y las dudas que surgían sin aparente resolución lo devoraban internamente como cientos de gusanos hambriento, desgarrando carne y piel.
Dio un largo suspiro, tendido y extenso con el que vino un escalofrío, erizándole la piel como si de gallina se tratase.
"Yo... no quiero hacerle daño. No deseo lastimarla con mi indecisión y... el amor que ya le tengo a otra persona. Sus sentimientos son reales, el amor que me profesa lo es. Ya no son las típicas bromas que me hacía de vez en cuando para ponerme nervioso y burlarse de mi. Puedo sentir su afecto penetrante filtrándose en las fibras de mi corazón y dándose un lugar privilegiado en su interior. Pero cada que trato de verla con esos ojos, de elegirla... la señorita Aiz me lo impide. Es como si su figura me arrastrara hacia atrás, evitándome aceptarla. Yo... no sé qué me pasa"
Confesó de manera larga y detallará, describiendo del mejor modo posible lo que experimentaba. Seguía siendo un niño. Aunque Hedin lo haya entrenado, así su llegada al calabozo lo haya obligado a madurar más rápido, sigue siendo un niño que en situaciones críticas en las que muchos pueden salir heridos no ha sabido que hacer, guiándose meramente por sus instintos e impulsos.
Sus manos apretaron el pantalón. El ceño dibujado en su rostro se frunció y el nudo en su garganta pareció sofocarlo, a tal punto que empezó a hiperventilarse, a punto de romperse a llorar.
El solo imaginar a Syr llorando... por rechazarla... le hería el alma. No quería eso, no podía permitirle ser el artífice de su sufrimiento. Le prometió curarla y apoyarla. Pero... si ese punto inevitable en el que tenga que elegir llega, existe una enorme probabilidad de que ese juramento sea roto y las lágrimas rocen por las mejillas de aquella.. chica de ciudad.
No podía dividirse en dos, desearía ser capaz de tener ese poder, sin embargo, la realidad es otra. En la hora de la hora la decisión se ha de tomar y un corazón se debe romper.
No obstante... ahora mismo ya no está ni siquiera seguro de a quién tomaría en su mano de presentarse esa instancia, ese escenario.
Por un lado Aiz, su anhelo, aquella mujer que ha añorado desde hace varios meses ya. La princesa de la espada que lo ha motivado ha ser más fuerte, a continuar para alcanzarla.
Y... Syr...
Las palabras sobran para describir lo que era Syr para el joven albino, el impacto que ha tenido. Jamás olvidará los bentos que le ha regalado, hechos con todo el amor que ha logrado infundirle. El sabor no era el mejor, pero el gesto era lo que llenaba su corazón. Los momentos juntos, cómicos, tristes y divertidos que compartieron se han grabado en su alma sin forma de borrarse o siquiera eliminarse.
Y... los recientes acontecimientos nacidos de la llegada de su amada hija Noel le ponían la cereza en el pastel a todo lo antes mencionado, permitiéndole ampliar el panorama y comprender que esa camarera que ha estado a su lado, apoyándolo en sus momentos más oscuros y lúgubres... lo ama.
"Siento amor... estoy seguro de que es amor... sin embargo... ya no estoy seguro de hacia quién es"
Gotas caían de sus ojos una a una, mojando su pantalón e incluso el dorso de sus palmas, manteniendo la cabeza fija hacia abajo sin querer levantarla para no despertar atención indebida.
Un ardor que fácilmente podría pasar desapercibido se presentó en su espalda, uno que cualquier persona podría experimentar su el borde de una llama producida por un mechero pasa a unos cuantos centímetros de tu piel. He ahí el detalle, nadie estaba realizando esa acción, no existía mechero que encendiera el fuego. Pero aún con eso, el ardor seguía latente.
Como si de un instinto se tratara, sumergido en sus pensamientos sin darle la debida atención que eso representaba, se limitó a pasar su palma por encima de esa zona y rascar con suavidad, esperando que la incomodidad se disipe.
El herrero se cruzó de brazos, aplastando su espalda al respaldo de la silla y mirando confundido el techo, tratando de buscar las palabras idóneas que sirvieran de apoyo a su amigo. El amor no es sencillo, comprender que lo sientes es el primer camino, pero todo se tergiversa cuando hay muchas mujeres acompañándote, complicando la elección correcta.
No es tonto, recuerda que desde el principio, desde que se conocieron, él no tenía ningún una vacilación en sus emociones hacia la aventurera de la familia Loki. De eso cualquiera con el mínimo de materia gris y un ápice de conocimiento sobre las relaciones humanas podría confirmarlo. No obstante, por primera vez, esa indudable y perecedera realidad se ha ido agrietando, alcanzando este punto en el que el propio albino ha caído en una grieta sin fin, desconociendo de cuál soga sostenerse para escalar y encontrar la luz.
¿Qué hacer cuando tu amor ya no le pertenece a la persona que creías? ¿Qué camino se ha de seguir cuando la luz que creías tu guía se ha visto opacado por otra?
Aquella camarera de "La señora de la abundancia" había avanzado a pasos agigantados en ese objetivo. Cuando la conoció en el bar, al presenciar las interacciones con su amigo, tenía dudas de si lo que ella sentía era amor o simple obsesión, una obsesión peligrosa que podría acabar muy mal de no verse realizado su cometido. Pero ahora... la Syr que se le confesó era extremadamente diferente a la anterior. Algo en su interior cambió, su chispa, intenciones, todo de ella era extremadamente diferente, tanto que incomodaba al herrero.
Y no era muy difícil percatarse de lo que causó ese cambio, porque el propio Bell lo había sufrido. De no ser por esa chica, la alteración se habría concretado y aquel joven inocente que aspira a ser la esperanza de los demás se habría perdido.
(Aquella que te volvió lo que eres... o quien logró mantenerte en el camino para seguir siéndolo...)
Pensó. Era todo un dilema. Esos eran los papeles que desempeñaban ambas mujeres.
"Lo que queremos y necesitamos no siempre suelen ser lo mismo..."
Susurró, siendo la introducción de lo que diría a continuación. Una explicación larga y tendida que, con suerte, le ayudaría al chico a entender el camino que tomaría.
"Nadie sabe mejor lo que surge en tu corazón que este mismo. Siempre has sido una persona que se guía por lo que siente y cree correcto. Estoy seguro de que presentarse el escenario en que debas tomar una decisión, lo harás correctamente. No sobrepienses, que eso no va contigo. No pongas excusas, porque eso solo alargaría innecesariamente las cosas. Y, sobretodo, no permitas que tu mente domine a tu corazón, ya que la razón por la que muchas chicas se han enamorado de ti no es por tu raciocinio, que dicho sea de paso es nulo, sino porque tus emociones las han alcanzado. Valor, miedo, alegría, tristeza, todo eso lo has experimentado, ha sido pasajero, incluso monótono, pero forma parte de ti. Cuando tengas que aceptar o rechazar a una persona, deja que los momentos que compartieron te guíen a la resolución. Syr ya se te ha confesado y no podrás evitar tu respuesta para siempre. Ha sido paciente al no insistir, considerada al tomar en cuenta tu estado. Por el momento, maneja ese asunto antes de siquiera considerar cargarte otro suceso importante. Porque, como bien sabemos, pronto subirás a nivel 6 y alcanzarás a Aiz. Cuando eso llegue, te le confesarás, o al menos ese es tu plan. Pero eso aún no llega, piensa en el ahora, en lo que está a tu alcance. Porque de postergarlo y que ambas situaciones se junten, puede ser demasiado tarde y traerte arrepentimientos... que ambas manos que se te han extendido se te escapen"
Su intento de aclararle los múltiples escenarios a presentarse, las divisiones de los caminos que podría cambiar su final feliz estaban a la vuelta de la esquina.
El herrero tiene razón, nadie puede negar que tiene razón. Desde lo que menciona respecto a que su mejor rasgo es guiarse por sus ideales y emociones, aunque en ocasiones resulte contraproducente, hasta que cuando se trata del amor no te has de regir por pensamientos.
Pros, contras. Correcto o incorrecto. Si tienes en consideración cada minúsculo detalle cualquier opción puede parecer la mejor o la peor, dependiendo el enfoque. El aquí y el ahora, lo que sientes en ese instante puede equivocarse, pueden haber problemas, pero será amor verdadero si a pesar de ello no te arrepientes en lo más mínimo de... haberla elegido.
El albino apretó los puños suavemente sobre sus rodillas, el peso de sus pensamientos aplastaban cualquier intento de tranquilidad y lo dicho por su compañero no hacían otra cosa que afianzar esa inquietud. Era consciente de la fragilidad de su situación, de la posibilidad real de perderlas a ambas antes de siquiera tener la oportunidad de hacerlas felices. Ese temor lo carcomía, un miedo tan profundo que casi podía sentirlo vibrar en su pecho.
El miedo no era por él, sino por ellas. Su inmadurez, su indecisión, podían ser las semillas de un sufrimiento que no estaba dispuesto a permitir.
"Ojalá tuviera más tiempo para pensarlo..."
Dijo para sí mismo en un susurro de forma casi inaudible que escondía su indecisión, como si temiera que sus palabras cobraran más peso al ser escuchadas por los demás.
Sus ojos vagaron por la habitación hasta detenerse en Syr. Ella estaba ocupada en la cocina, con el cabello plateado cayendo como un delicado telón sobre su rostro mientras se concentraba y las demás chicas supervisaban cada paso que realizaba, así sea solo cortar en rodajas una zanahoria o lavar verduras. Como mencionó Mikoto, era la encarnación del caos de las artes culinarias, un huracán incesante que arrasa con la cocina.
Mirándola de ese modo, con las dos orientales nerviosas, provocó que no pudiera evitar sonreír. Había algo en su presencia que lo hacía sentir un poco más ligero, como si por un momento el caos de su corazón se calmara.
Sin darse cuenta, ni siquiera siendo consciente de ello, la miraba con la devoción de un loco enamorado.
"Más tiempo a su lado para saberlo..."
Musitó, embelesado por la figura de esa chica de ciudad, aligerando su carga. El brillo en sus ojos se retomó, las tonalidades opacas se disiparon y le permitieron respirar con tranquilidad por primera vez desde que inició el intercambio con su compañero.
("Te amo, Bell")
El recuerdo de aquel "Te amo", dicho en el momento más vulnerable y desgarrador, regresó a su mente como un susurro insistente. El joven sintió el calor subir a sus mejillas y orejas, y su primera reacción fue sacudir la cabeza con vehemencia, como si pudiera disipar esos pensamientos con un simple movimiento.
"Estás perdido, amigo"
La voz de Welf lo sacó de su ensoñación. Le dio un par de palmadas en el hombro, firme pero comprensivo.
"Mira, en lo que decidas, yo voy a apoyarte, pero... no te tardes tanto"
Le aconsejo, recibiendo la mirada del muchacho, visiblemente confundido.
"¿Por qué?"
Le cuestionó sete, provocando que el herrero blanqueara los ojos como si la respuesta fuera lo más obvio del mundo, y se inclinó hacia atrás en la silla, cruzando los brazos detrás de la cabeza.
"Porque una mujer no siempre estará dispuesta a esperar por algo que podría no suceder"
Sonrió con un toque de ironía antes de proseguir.
"Si vas a aceptarla, hazlo de una manera que le deje claro que la amas. Hazlo especial para ambos. Aunque, siendo sincero... será difícil superar su confesión en medio del caos"
Se mofó, reconociendo que la propuesta de la camarera era una de las más hermosas que ha presenciado.
El chico sintió un golpe de vergüenza en el pecho, agachando la mirada mientras el pelirrojo le daba un par de golpes en el hombro de manera animada y continua, trayéndole mas incomodidad como si no bastara con la ya reunida.
"Pero..."
Pasada la emoción inicial, continuó el herrero, con un tono más serio, siendo percibido por el receptor del mensaje que cambió su actitud.
"Si decides rechazarla, hazlo de forma clara, sin dudas, sin arrepentimientos ni falsas esperanzas. Cuando eso último sucede, solo acumularás sueños vacíos que tarde o temprano estallarán, hiriéndola, hiriéndote. Cuídala, porque así no la elijas, difícilmente te dejará de amar. No estás obligado a aceptarla, pero si a darle siquiera un cierre ideal que le permita seguir creyendo en el amor"
El aire en la habitación pareció cambiar, más denso, más pesado. Las palabras de Welf resonaron como campanadas en la mente de Bell, provocándole un escalofrío que recorrió su espalda.
Sabía que su amigo tenía razón. Si tomaba un camino u otro, debía hacerlo con firmeza, con sinceridad, incluso si eso implicaba enfrentar el dolor, porque, de ese modo, por lo menos sería uno fuerte y fugaz, no lento y continuo que cale más y más hondo hasta generar una herida eterna en el alma de la chica.
El amor no es un juego. Que alguien tenga el valor de dirigir sus emociones hacia ti no es algo de lo cual debas aprovecharte y jugar. En una confesión él o ella ponen sus más sinceros sentimientos para tratar de alcanzarte. Puede lograrlo o fallar, pero merecen respeto y consideración, no pena o burla.
"Gracias, Welf".
Levantando la cabeza y sonriendo levemente aunque sus ojos reflejaban gratitud y miedo, el albino le agradeció por su apoyo.
"Sólo espero que seguir tus consejos no cause más daño del que intento evitar"
Expresó, volviendo a ver a Syr.
El herrero se echó a reír, encogiéndose de hombros con despreocupación.
"¿Qué es lo peor que podría pasar? ¿Que destruyas Orario por rechazarla? Tómalo con calma, viejo"
Dijo, bromeando mientras Bell se reía junto con él, aunque ambos sentían un leve nudo en el estómago. Era una broma... ¿verdad? La idea de que algo así pudiera suceder era absurda, pero había una pequeña parte de ellos que dudaba en afirmarlo con tanta seguridad.
(Orario no se encenderá en llamas por rechazarla ¿Cierto?)
Se cuestionaron mentalmente, sintiendo la inseguridad crecer. Era solo una humana normal, una que jamás le haría daño a nadie. No se trataba de una deidad o una persona de gran poder que con solo mover un dedo podría desaparecer y arrasar con civilizaciones enteras... ¿No es así?
Los ojos de ambos se abrieron en demasía al recordar un aspecto importante.
"E-Ella es una protegida de la familia Freya..."
Antes de que la incertidumbre escalara por la revelación, la puerta de la cocina se abrió de golpe. Syr apareció sosteniendo una olla humeante con el estofado que habían preparado, su rostro iluminado por una sonrisa llena de orgullo.
"El desayuno está servido!"
Anunció con entusiasmo, como si todo lo demás pudiera esperar.
Bell y Welf se miraron, compartiendo una última sonrisa antes de levantarse para ayudarla. Por un momento, los temores quedaron atrás, reemplazados por la calidez de estar juntos, aunque fuera sólo por ahora.
La atmósfera en el comedor era alegre y llena de expectativa. Syr sonreía ampliamente mientras avanzaba con dificultad cargando la gran olla de estofado.
"¡Estoy segura de que te encantará, Bell"
Dijo con entusiasmo y sus ojos brillando en completa emoción, dirigiéndole una rápida mirada a su amado.
"¡Me esforcé mucho para preparar un platillo digno de... de mi Bell"
Como una doncella enamorada, se ruborizó de las mejillas, sonriendo de forma tonta y moviendo su cabeza de un lado a otro como si le avergonzara decirle de ese modo.
El susodicho, quien se quedó helado un segundo, levantó las cejas en confusión por lo que escuchó, cuestionándose a qué se refería al ser llamado como su propiedad de esa forma tan clara y quitada de la pena, como si fuese normal. La confusión y el leve nerviosismo que eso le causaba no se hizo esperar, reflejándose en el temblor de su voz al responder y el sacudir de una de sus cejas.
"¿A qué te refieres con "mi Bell"?"
Contestó a la declaración con una pregunta, indagando en las intenciones que eran estúpidamente claras. Pero ante esto la camarera simplemente lo ignoró, continuando su camino con una expresión resplandeciente. Nada, ni lo denso que su amado puede llegar a ser, arruinaría su estado de ánimo, no ahora que ha cocinado para él.
Esta ocasión era diferente al resto en la que le entregaba bentos. En esta podría decirse que es la primera vez que le cocina después de que sus almas se tocaron y los sentimientos salieron a flote, dándole un toque especial irreemplazable.
La luz dorada había alcanzado a sus almas, dándoles una guía, un camino donde los destinos se entrelazaban y quería tomar esa ruta, deseaba hacerla suya. Aunque... todavía era consciente de que, si era rechazada, todo se acabaría. Ya no habría movidas extras ni intentos por apropiarse de su ser.
Lo quería solo para ella. Pero si no era posible, entonces no lo forzaría. Su pensamiento había cambiado desde el arribo de Noel. Comprendió que el amor no se fuerza. A pesar de ser una diosa del amor, le costó tantos años entenderlo. Hay diferentes tipos de amor y todos y cada uno de ellos los experimentó con las dos personas más importantes en su vida.
Al final del día, cumplirían su promesa, así el romance no les permita estar juntos, todavía tienen a Noel como un lazo que les mantiene unidos. Ese lazo irreemplazable e inquebrantable que su hija les proporcionó. La volverían a ver, no importaba los años que pasaran o si Bell se enamoraba de otra mujer, ella y él siempre serán los padres de Noel. Esa posición, ese puesto de privilegio era suficiente para la diosa disfrazada de humana.
No obstante, eso no significaba que desistiera en sus coqueteos e intentos de enamorar al albino. Al contrario, ahora que ha sido la primera en confesarse sin recibir todavía una respuesta, deberá esforzarse el doble para que no le quede otra opción al chico que hacerla su pareja. O al menos hacerlo dudar de rechazarlo. El solo saber que en otra vida, en otro camino, si las cosas hubieran sucedido de diferente manera, ellos dos pudieron estar juntos, le era suficiente.
El cambio en ella era enorme. Tanto que nadie podría imaginarse que la diosa tirana de hace un par de meses y la dócil muchacha de ciudad que saltaba de lado a lado para estar con su Odr eran la misma persona. El amor cambia a la gente y a Freya le hizo dar una vuelta de 180 grados a lo que en un inicio fue. No quedaba rastro de la reina imperturbable, casi todo su ser era Syr.
En fin, prosiguiendo con los sucesos tras la interrupción, luego de esa extensa descripción sobre la heroína de esta historia, Mikoto, caminando detrás con los platos y el cucharón, no pudo evitar rodar los ojos ante la declaración arrogante con la que la compañera de cocina se vanagloriaba sin recatarse de que uno de los grandes impedimentos de terminar de manera satisfactoria el desayuno a tiempo fue su propia ineptitud.
(¿En serio cree que lo hizo bien? ¡Casi le añade veneno de rata! ¡¿Qué tal si puso algo mientras no me daba cuenta y terminamos todos intoxicados! ¡Un aventurero con resistencia anormal siendo envenenado por un estofado!)
Fue el pensar de la oriental, aterrada de sólo imaginarse la alta probabilidad de que ese sea el final de la familia Hestia, todo por permitirle cocinar a quien no deberían. Sin embargo ¿Qué les quedaba? Si rechazaban consumir los alimentos probablemente herirían a la chica, si no, se morirán. En la balanza de importancia claramente la autopreservación tenía mayor valor, sin embargo, debido a lo ilusionada y tierna que lucía Syr, les era difícil no cumplirle el capricho, así les costará la vida.
"Yo también me esforcé, pero no para entregarle el platillo a Bell-Dono"
Expresó la pelinegra, tambaleándose de lado a lado al estar agotada. Tras la gran cantidad de regaños que le dirigió a la camarera, se quedó sin aliento y saliva. Solo quería tirarse a la silla, comer esa cosa de una vez para no postergar su sufrimiento e irse a dormir nuevamente.
Por ese simple comentario, todos ladearon la cabeza en impresión.
"Sino para que usted no lo arruinaras, Syr-Dono"
La adición a lo dicho con anterioridad espantó a los presentes. Incluso Hestia y Lili trataron de huir al oler que todo eso pintaba mal, pero Haruhime las detuvo como si fuese un método de tortura, aunque la inocencia de la renard denegaba esa posibilidad. Solo las mantuvo ahí porque quería desayunar con todos juntos, como lo que eran, una familia.
La peligris infló las mejillas, ofendida, y giró la cabeza para mirar a la encargada de la cocina por encima del hombro en evidente molestia por la insensible crítica que interpretó como un ataque directo a su autoestima.
",Eso es muy cruel, Mikoto! ¡Dijiste que éramos amigas pero has estado siendo mala conmigo! ¡No te daré el regalo que planeaba por haberme ayudado a cocinar¡"
Exclamó la pobre joven, a punto de llorar y haciéndole una amenaza un tanto ridícula, como una niña de primaria, mientras hacía un puchero, inflando de forma tierna la mejilla derecha y quitándole la mirada nuevamente con rapidez.
"Incluso yo sola podría haberlo logrado sin tu ayuda! ¡Soy una grandiosa cocinera! ¡Solo que ustedes no saben sobre las recetas exóticas! ¡Le he cocinado muchas veces a Bell y a él no le ha desagradado ninguno de mis platillos! ¡Diles, querido!"
"¿Querido?"
Ahora inmiscuyó en la discusión al pobre conejo que solo quería comer y que se relamía los labios con ansiedad y deseo al ver por fin algo con lo cual alimentarse. El día entero de inanición ya le pasaba factura. A pesar de la consistencia burbujeante y espesa del estofado, le figuraba como lo más delicioso que haya visto.
Mientras Syr dirigía la atención al conejo, al girar la cabeza, siguió avanzando hacia el sitio de su amado y no vio una irregularidad en la alfombra justo frente a ella. En un instante, su pie tropezó, y el mundo pareció ralentizarse.
"¡¿Eh?!"
Salió de los labios de la chica, mirando con horror cómo la olla tambaleante se inclinaba peligrosamente hacia adelante y su cuerpo también caía en cámara lenta. La tapa comenzaba a abrirse y esto provocó que parte del caldo se saliera por la inercia del movimiento, casi saliéndose, a punto de derramarse.
"¡SYR!"
En un movimiento exacto y preciso no perceptible para el ojo humano, previo a que el desastre ocurriera, Bell, quien gritó su nombre, reaccionó con la rapidez y prontitud de un aventurero experimentado, siendo eso lo que era.
En un movimiento ágil, se lanzó hacia ella, sujetándola con un brazo para evitar que cayera mientras con la otra mano atrapaba la olla, caliente y pesada. Un leve siseo se escuchó cuando la palma de su mano hizo contacto con el metal ardiente que todavía tenía zonas al rojo vivo, no obstante, eso no le era de importancia en ese momento.
Durante unos segundos, estuvieron en esa posición, ella se giró y su espalda era sostenida por la mano del albino que por el peso de la muchacha, también se inclinó hacia adelante, reduciendo la distancia entre sus rostros a unos tantos centímetros, ruborizándola y mirándolo con ojos muy abiertos.
(E-Es como en las historias de amor... ¿V-Va besarme? ¿Debería besarme?)
Pensó, ilusionada con los ojos brillándole. Su corazón volvió a latir de forma acelerada. El calor en su rostro retornó.
Ella bajó sus párpados, acercando sus labios para darle un beso, contagiada por la atmósfera romántica que se presentaba, tanto así que no le permitía pensar con claridad y divagaba entre lo que era real y lo que era mera fantasía. En pocas palabras, era una mocosa delirante viviendo su comedia romántica y no quería perderse la escena del beso con el protagonista.
"¿E-Estás bien, Syr?"
Le preguntó Bell, ignorando el ardor en su mano mientras buscaba alguna señal de daño en ella, sacándola de ese trance y obligándola a abandonar su ilusión.
"¡A-Ah! E-Eto... y-yo..."
El aroma del aliento de su hombre la drogaba. Su rostro se enrojeció aún más al darse cuenta de lo cerca que estaba de él y lo claro que veía sus labios rojos que le pedían ser besados. Y corazón latió frenéticamente, incluso más que antes. En efecto, era una loca enamorada. O quizás... ¿Solo una loca? A este punto ya era difícil determinar si el amor la volvía loca o ese era su estado por defecto.
"S-sí... Estoy bien..."
Después de tartamudear, logró balbucear una respuesta coherente con un inhumano esfuerzo, asintiendo rápidamente mientras apartaba la mirada, completamente nerviosa, evitando el contacto visual ya que su cordura no podría soportarlo.
El albino la ayudó a enderezarse y, con cuidado, colocó la olla sobre la mesa. Solo una pequeña cantidad había caído a la alfombra, por lo que el desayuno se había salvado y podrían comerlo.
Al mismo tiempo que realizaba es acción, un leve ardor se presentó en la mano ya libre del metal de la base del contenedor, siendo asado por alto momentáneamente. Fue entonces cuando Mikoto notó la expresión de Bell y señaló su mano, percatándose de lo sucedía y la razón de ese gesto de dolor en el capitán de su familia.
"¡B-Bell-dono, su mano! ¡Está quemada! ¡Muy quemada!"
Exclamó con preocupación, tapándose la boca con una de las manos y dándose cuenta de que la herida era más seria de la que el propio chico desearía admitir.
Los presentes miraron hacia donde se le apuntó y el chico frunció ligeramente el ceño y levantó su mano, mostrando las leves quemaduras rojas en su palma, combinado con las brazas y la suciedad por el fuego al estar en contacto directo esa zona de la olla.
Todos se preocuparon, pero la que peor lo tomó fue la responsable del incidente, quien rápidamente se acercó a él y lo sostuvo de la muñeca, mirándolo más de cerca. Cuando se percató de que el daño era serio y considerable, bueno... su rostro atónito se descompuso, sumiéndola en una total desesperación que no le permitía reaccionar o siquiera hablar.
Su mente comenzó a llenarse de un torbellino de pensamientos, todos girando en torno a la culpa y la preocupación. Ya que, el incidente fue producido por su distracción.
"¡No, no, no, no! ¡Bell! ¡Esto es todo mi culpa!"
Exclamó, llevándose ambas manos a la cabeza mientras sus ojos se llenaban de lágrimas, exagerando de más las consecuencias, pero no podían culparla. Sus emociones estaban al aire, el temor de perder a la gente que ama la hacía exagerar en asuntos de esa índole.
"¡No debí haber hablado tanto, ni tropezarme! ¡Eres un aventurero, pero yo soy la que debería protegerte en estas cosas! ¡Te prometí que también te protegería pero ahora te lastimé!"
El llanto de la camarera se potenció, temblando y dejando caer las lágrimas al suelo, presentando un claro e inequívoco arrepentimiento por una herida que, para un aventurero que hace veinticuatro horas estaba peleando contra el aliento de fuego del Nidhogg, no debería significar nada.
Tratando de calmarla, el chico quiso hablarle, darle palabras que la tranquilizaran y no se inquietara, pero Syr ya había entrado en pánico, por lo que no se le permitió ninguna réplica.
"¡V-Voy a buscar un botiquín ahora mismo!"
Dijo apresurada, girándose hacia la puerta, pero antes de dar un paso, volvió a detenerse, como si hubiera recordado algo más urgente.
"¡N-No, mejor una poción! ¡Pero no hay ninguna de buena calidad aquí, así que...!"
Se giró hacia él nuevamente, con los ojos llenos de determinación.
"Te llevaré a la sede de la familia Dian Cecht, te cargaré en mis brazos! ¡Ven! ¡Ellos pueden curarte, y yo pagaré lo que sea necesario, incluso si tengo que pedir un préstamo! ¡Esto no debió pasar, Bell, esto no...!"
Estiró los brazos, exigiéndole al chico que se subiera en ellos, pero se le interrumpió al sentir que Bell tomaba su mano con firmeza, obligándola a detenerse. Sus ojos rojos estaban fijos en los de ella, serenos pero cargados de una ternura que parecía apaciguar incluso la tormenta en su pecho.
"Syr, basta"
Le dijo tranquilo pero firme, causando eco en la habitación, llenando el espacio y logrando que ella finalmente enmudeciera.
Sus hombros temblaban mientras miraba al joven, las lágrimas se deslizaban por sus mejillas sin aparente fin.
"Bell..."
Lo nombró con un hilo de voz, todavía con la culpa atorada en la garganta.
"No puedo... no puedo permitir que te pase algo por mi torpeza"
Expresó, agachando la cabeza. Bell suspiró, y una pequeña sonrisa se formó en sus labios. Con cuidado, ignorando el ardor en su palma, llevó la otra mano al rostro de la inquieta camarera y limpió las lágrimas que continuaban cayendo con el simple movimiento de su dedo pulgar, de forma cariñosa y dulce.
"En serio, estoy bien. No es nada grave"
Declaró suavemente, como si estuviera hablando con alguien a quien quería proteger más que a sí mismo.
"No necesitas buscar pociones ni médicos, Syr. Con un vendaje y algo de hielo será suficiente"
Le sugirió. Ella seguía temblando, su pecho subiendo y bajando por la agitación. Pero el toque de Bell, cálido, logró calmarla poco a poco.
"L-lo siento..."
Insistió en su disculpa, cuando no había nada que perdonar. Sus lágrimas cesaban lentamente, dándole descanso a lo mortificada que se sentía.
"De verdad, lo siento mucho. Por favor no me odies..."
Repitió, posando su mano encima de la de Bell que todavía le transmitía calor en su rostro.
El joven negó con la cabeza, retirando su mano del rostro a los pocos segundos, para sostenerla y apretarla ligeramente, entrelazando sus dedos los unos con los otros.
"No tienes por qué disculparte"
Le dedicó una sonrisa que parecía iluminar la habitación.
"Lo importante es que tú estás bien. Jamás podría odiarte por una equivocación. Si alguien desea cuidar de mi, eres tú, Syr"
Declaró, llenando el corazón de la chic, quien lo miró, todavía con las mejillas encendidas y los ojos ligeramente húmedos. Aunque el sentimiento de culpa no había desaparecido por completo, la calidez de las palabras de Bell hizo que su corazón latiera con más calma. Por primera vez, en ese breve instante, el caos se desvaneció y solo existían ellos dos y la suave sonrisa que él le dedicaba.
"Syr-Dono, en el baño podrá encontrar vendajes y ungüentos para curar la quemadura de Bell-Dono. No se preocupe, ha pasado por peores cosas en el calabozo"
Expresó la oriental con una gota de sudor bajándole de la frente ante el último comentario un tanto innecesario que agregó, señalando a una de las puertas, la primera, hallada en el pasillo que daba con las habitaciones.
"¡H-Hai! ¡Iré a buscarlo!"
A las prisas, la peligris salió de su trance tipo película romántica y asintió repetidamente, dirigiéndose a la dirección indicada a las prisas, soltándose del agarre suave del albino y precipitándose, casi tropezando.
Al haberse quedado atrás, el conejo solo suspiró con alivio y sonrió un tanto feliz de que los temores de la camarera no hayan escalado más de lo idóneo.
Era... era la primera vez que la veía así de desesperada y preocupada por algo tan banal. Ni cuando Noel partió de ese mundo se mostró así, solo resignada y quebrada. Sin dudas...
"Teme perderme..."
Susurró, cambiando su expresión a una de preocupación mientras la veía de espaldas abriendo la puerta del baño e introduciéndose en el mismo.
Le aterraba, en serio le aterraba perder a otra persona. Era como si aquella chica de ciudad no conociera lo que es perder a quienes quiere. En toda su vida... su existencia, jamás le ha importado nadie lo suficiente como para no desear su partida. O al menos de ese modo había sido cuando la muerte apareció de repente, implacable, sin tiempo de procesarlo o asimilarlo. La comodidad que había sentido día con día le hizo creer que sería para siempre, que no desaparecería jamás. Se convirtió en algo común, un suceso repetible a lo largo de su vida hasta que esa infante se volviera adulta y lo que inició como broma se volviese realidad. Pero... no fue así.
Levantó su mano, sosteniéndola con la otra, sin ser capaz de controlar la velocidad de su ritmo cardiaco y las emociones que brotaban desde su pecho sin aparente fin.
En el interior, algo que no confundía, una voz que no conocía, le imploraba...
"Proteger esa sonrisa..."
Y no solo era eso...
"Traerle muchas más..."
Agachó la cabeza. Sus labios temblaban y una pequeña parte de sí se sintió realizada ante esa conclusión que poco a poco formulaba la resolución que el albino no era capaz de alcanzar por su cuenta.
Sin percatarse, una palmada le fue dada en la espalda, repleta de condescendencia y, sobretodo, apoyo.
"Está perdidamente enamorada de ti, viejo. No creo que el aguardar mucho tiempo te funcione. Recomiendo responder a su propuesta antes de que se cuele en tu habitación otra vez. Solo que sin la intención de cuidarte..."
El herrero comentó aquello, dándole una risita traviesa y burlona que acompañó con un golpe en el hombro que empujó al costado a su amigo.
Las mejillas del muchacho volvieron a sonrojarse. Sería más fácil central los momentos en que no estuvieron rojas en las últimas horas que en las que sí. Ese era el efecto de su indecisión y, hasta cierto punto, su inocencia.
"¡N-No digas esas cosas! ¡Deja de molestarme!"
El conejo lo empujó con su hombro, casi haciéndolo caer. Parece que todavía no comprende la diferencia de fuerza qué hay entre ambos. Eso aplicaba también par el pelirrojo que insiste en hacer molestar a su amigo que con un solo golpe lo mandaría de regreso a Rakia.
"¡Beeeeeeeeeell! ¡No encuentro las vendas! ¡Ya abrí todos los cajones y no veo ni un botiquín aquí!"
Ese grito inquieto provino del baño, originado por la camarera que acompañaba el volumen de su voz con sonidos de cosas cayéndose al suelo e incluso otras rompiéndose.
Los dos hombres intercambiaron miradas.
"Será mejor que vayas a ayudarla antes de que destruya el baño"
Detrás de ellos, Hestia le dio esa orden a su hijo, al capitán de su familia, frotándose los párpados con los dedos índice y pulgar. La cabeza le dolía por el cúmulo de estrés que no ha hecho otra cosa más que aumentar desde los últimos días. Si seguía así, regresaría a Tenkai por una jaqueca fulminante.
"¡H-Hai!"
El conejo hizo caso de inmediato, apresurándose a un trote ligero para evitar un mayor desorden. Sus piernas todavía dolían después de la travesía contra ese monstruo. Las heridas habían sanado al menos en el exterior, pero el agotamiento que lo azotó todavía mostraba secuelas. Si, sin dudas ese muchacho necesitaba un descanso más largo o mínimo ir a revisarse a un hospital. No es normal que se encuentre cerca de morir cada semana y media.
"Permíteme. Normalmente ese tipo de cosas las almacenan arriba de la repisa"
Entrando al cuarto, el conejo llamó la atención de la peligris, quien seguía hurgando en los cajones y tirando lo que no le servía, provocando que todo estuviese regado en el suelo.
"¿E-Eh? ¡Ah, sí!"
Respondió la susodicha, abriéndole el camino y dando un paso al costado.
"A Haruhime no le agradará limpiar esto. Aunque nunca se queja"
Comentó el conejo, aligerando el ambiente.
"Fufufufu ¿Ella puede enojarse? Luce tan adorable y dulce que no me cabe en la cabeza que sea capaz de tener ese tipo de actitud"
Dijo Syr, soltando una risita que cubrió con sus dedos al oírlo. La posibilidad de que ese solecito se ennegreciera era mínima, casi ridícula.
El muchacho estiró la punta de sus pies, alcanzando una caja verde con una cruz roja en la caratula, bajándola.
"Solo la he visto molesta una vez. Cassandra le dijo que pesaba mucho cuando estuvimos en la expedición. Parece que los comentarios sobre su peso n son su debilidad"
Expresó, recordando lo ocurrido hace un par de semanas cuando la hija de Miach dio a entender que la renard estaba gorda, aunque esa no cu su intención en un principio.
Al regresar la mirada hacia la peligris, sus ojos perdieron brillo, inclinando la cabeza mientras le sonreía de forma digna de una Yandere.
"Bell... el peso de una mujer s su mayor inseguridad. Claramente se enojaría. Jamás debes hablar del paso de una mujer ni hacer bromas al respecto ¿Entendido?"
Dijo amenazantemente, agarrándolo del cuello de la chaqueta para que sus rostros se acercaran y enfatizara su declaración que parecía una regla no escrita entre las personas del sexo femenino.
"¡H-Hai! ¡Entendido y anotado!"
Asustado por el repentino cambio en el aura de la chica, no le quedó de otra que aceptar y asentir repetidamente.
"¡Hmph! ¡No lo olvides!"
Casi ofendida, inflando su mejilla en otro dulce y tierno puchero, le arrebató el botiquín al conejo, abriéndolo y sacando de este las vendas con la mirada atónita del susodicho fija en su espalda.
(S-Si me vuelvo su pareja... ¿Ella sería la dominante? ¿Acaso me celaría por estar rodeado de mujeres? Claramente no le sería infiel, pero si sin tener pareja hay personas que me tachan de escoria y mujeriego al tener muchas conocidas... ¿Qué me esperaría si decido sentar cabeza? No, lo peor sin dudas sería que ella me vea con otra chica... no parece de las que escuchan explicaciones ni apelan a la razón. Sin dudas se dejaría llevar por su impresión)
Bell se planteó un escenario imaginario en el que ambos fuesen parejas y las consecuencias que tendría. Lo que resultó de esa proyección le aterró hasta la médula. Pudo entrever a la camarera mandando a desaparecer a cualquier chica que ose hablarle a su novio.
Lloró internamente, temiendo por su propio pellejo. Si con Hedin-Sensei, mientras entrenaban, mostraba respeto y aprecio por Syr, y un desagrado y odio hacia él por haberla enamorado, obviamente la situación sería peor si el elfo, o los demás miembros de la familia Freya, se enteraran de que le es infiel, así no sea esa la realidad.
Mientras su mente divagaba, su acompañante cerró la puerta, dejándolos encerrados adentro.
"¿P-Por qué...?"
"Bell~"
Ella lo nombró de una forma tenebrosa, interrumpiéndolo antes de interrogarle por su acción, y que le trajo un mal presentimiento al chico.
Rápidamente ella se asomó por su espalda, posando ambas manos en sus hombros y asomándose detrás suyo.
"Siéntate en la taza del baño, por favor"
Ordenó, sonriéndole.
"¿Are?"
"Te curaré aquí. Siéntate en la taza. Yo me agacharé y la vendaré. No tienes por qué preocuparte. Heith me ha enseñado muchas veces cómo curar heridas"
Resopló la peligris mientras sus ojos brillaban intensamente en completa determinación de lograr su cometido.
"H-Hai..."
Haciendo lo indicado, el chico tomó asiento.
(¿Quién es Heith?)
Se cuestionó mentalmente. No reconocía ese nombre. Nadie del bar poseía ese nombre por lo que pudo intuir que se trataba de alguien ajeno a la misma.
No obstante, no tardó mucho en rememorarlo.
"Heith... ¿Es la chica que curó a Kami-Sama?"
Recordó a la joven de coletas y cabello rojo, una curandera que decía ser de la familia Freya.
Syr tapó su boca rápidamente, notando su descuido. Por un momento le hablo de una de sus hijas con tanta familiaridad.
"S-Sí, bueno... es que como Mama Mía era parte de la familia Freya, en ocasiones varios miembros la visitan y... por eso yo las conozco... jeje..."
Apartó la mirada, jugueteando con sus manos sobre su pecho y evitando el contacto visual a toda costa.
(Me está mintiendo. Lo dejaré pasar)
El conejo fingió creerle, sonriendo para que ella no sospechara de que no se tragaba ese cuento.
De ese modo, sin más interrupciones, con manos temblorosas y una expresión de concentración absoluta, la muchacha envolvía la mano de Bell en el vendaje humedecido con agua fría. Cada giro de la tela era lento, como si cualquier movimiento brusco pudiera empeorar la situación.
"¿Así está bien?"
Susurraba para sí misma, debatiendo internamente si estaba haciendo bien su labor, evitando mirarlo directamente.
"No sé si Heith lo haría de una forma distinta... tal vez más... profesional"
El nombre de la sanadora se le escapó otra vez. Pero estaba tan concentrada que no le interesó.
El muchacho arqueó una ceja, tratando de no reír ante su nerviosismo. Le divertía verla de ese modo.
"Está bien, Syr. En serio, no te preocupes tanto"
Expresó, interrumpiendo ese espectáculo, esa faceta de la joven coqueta y desvergonzada, que solo él conocía.
"¡P-Pero...!"
Balbuceó, mordiéndose el labio mientras terminaba el vendaje. Su mirada oscilaba entre la herida y el rostro de Bell, como si buscara algún signo de dolor o descontento, cosa que no se presentó. Al contrario, lo que se veía en el rostro del chico era calma, una que trataba de transmitirle.
Ella, avergonzada, volvió a prestar total atención al vendaje, ignorándolo o haciendo el intento. Le aceleraba el corazón recibir la mirada de su amado. Así ha sido desde que despertó del largo sueño.
En ese estado de calma. En el que si los pensamientos fuesen emitidos en un susurro casi inaudible lo podrían escuchar, la mente del conejo vagó, recordando lo que se le expresó en aquella ocasión, en esa en la que estaba a punto de perderse, esa que casi oscurece su alma. Las palabras que lo rescataron y... el autodesprecio mostrado por ella...
En su momento de más debilidad apareció un ápice de odio hacia sí misma, hacia lo que era, en Syr, uno que, con la mente fría, sin el sonido de su corazón latiendo y retumbando en sus oídos, Bell pudo interpretar.
Cerró sus ojos, permitiéndole a su memoria regresar esas palabras, simularlas en una calca, una copia exacta.
("Suena hipócrita viniendo de mí, lo sé. Yo, que he traído sufrimiento y dolor a tantas personas")
¿Qué sufrimiento pudo haberle causado? ¿Cuáles han sido los arrepentimientos que a la aparentemente muchacha normal sin un trasfondo extenso le pesaban?
("Sin embargo, en esta posición, siendo tú quien está a punto de caer en ese agujero oscuro sin fin... Debo ser hipócrita. Una trágica heroína hipócrita, como todos los héroes ¿Verdad?")
Una heroína trágica... una hipócrita...
("Hay muchas cosas que no conoces de mí...")
El misterio que representaba la camarera aumentaba. Sin importar de quien se tratara, las dudas que surgían respecto a lo que era en realidad crecían. Desde el principio... él supo que ella no era lo que se veía en el exterior.
("Y quizás la mayoría de ellas te hagan odiarme. Pero hay tres verdades que jamás serán puestas en tela de juicio en toda mi existencia")
Odiarla... ¿Qué pecados ha cometido que la hacen suponer que aquel joven llegaría a odiarla? Había oscuridad en ella, una negrura que cubriría como un manto a los que la rodeaban. Pero... también había luz, una que reemplazaba a lo existente.
Negó con la cabeza, abandonando cualquier teoría o sugestión. Lo entendía, esa chica guarda secretos, todos lo hacemos. Pero, sin importar el peso de esos secretos, sin que fuesen los peores del mundo... jamás reemplazarían lo que ha experimentado en carne propia a su lado.
"Ningún secreto borraría la impresión que tengo de ti.."
Musitó.
Por un instante, hicieron contacto visual y él le regaló otro gesto amable, sonriéndole de forma dulce.
El calor subió de golpe al rostro de la chica, quien apartó la mirada rápidamente.
"Y-yo... lo siento... otra vez..."
Dijo con torpeza, mientras sus manos, ahora más firmes, terminaban de ajustar el vendaje. Era el único modo que encontraba para cambiar de tema.
El muchacho soltó una risa ligera antes de responderle.
"Syr, no tienes que disculparte más. De verdad, no estoy molesto"
Le aseguró, queriendo que desistiera en su arrepentimiento. Pero ella seguía viéndose como un animalito acorralado, con los hombros tensos y los ojos bajos. Esa fragilidad contrastaba tanto con la Syr que Bell conoció, la mujer coqueta, segura de sí misma y un poco provocadora. Ahora, parecía una mezcla de ambas, como si las máscaras y la verdad comenzaran a entrelazarse.
La observó en silencio, dándose cuenta de cuánto habían cambiado ambos en las últimas semanas. Había algo distinto en sus interacciones, algo más profundo, más real. Y aunque aún había muchas preguntas sin responder, cosas que conocer del otro, en ese momento, solo importaba una cosa, solo importaban ellos. Sin trasfondo, solo esa tierna interacción que ahora mismo protagonizaban.
"Gracias, Syr"
Dijo en voz baja, pero con un peso que hizo que ella lo mirara de inmediato, sorprendida.
"¿P-Por qué?"
Ella no entendió de dónde vino el repentino agradecimiento. Él dejó que una sonrisa suave adornara su rostro mientras cerraba y abría lentamente la mano parcialmente vendada.
"Por siempre preocuparte por mí"
Ella, por primera vez, no supo qué responder. Las palabras resonaron en su pecho como una cálida melodía que endulzaba su existencia, y todo lo que pudo hacer fue asentir, tratando de contener las lágrimas que amenazaban con brotar de nuevo. Ya no por tristeza, arrepentimiento y miedo, si no de felicidad, una indescriptible felicidad que la consumía, la llenaba de dicha. Todos sus días estando con él eran las mejores experiencias que podría recibir, el mejor regalo entregado.
En ese estado, con ese aspecto, el corazón del albino pegó un salto. Admiraba su belleza, su sinceridad, pureza y... lo genuino de su ser.
Sin saber por qué, como su una fuerza invisible se apoderara de su ser y lo obligara a abrir la boca, pronunció las siguientes palabras, un juramento eterno que podría llenar de malinterpretaciones la relación que sostenían, que tenía un alto grado de probabilidad de tomar una ruta no deseada. Pero aún así... quería decirlo.
"Me quedaré a tu lado, Syr. Nada de lo que hayas en el pasado me hará cambiar de opinión. Comete los errores que quieras, ríe, enójate, compromete posesiva, tal vez celosa. No importa la actitud que adoptes o la personalidad que muestres. Yo... te acompañaré como tu leal caballero, dispuesto a protegerte y mantener esa... hermosa sonrisa que tanto adoro"
Sus más puros sentimientos fueron puestos en la respuesta a una pregunta que nadie emitió. La pausa que le continuó no hizo otra cosa que potenciar el romanticismo.
En un silencio donde el goteo de la llave era el único sonido a las cercanías, todo pareció ralentizarse.
Las manos de Syr se habían detenido, cesando en el vendado de la quemadura por un segundo, permaneciendo estática con la mirada fija en la tela blanca.
El retumbar de su corazón le hizo dudar si escuchó con claridad el mensaje que se le emitió.
Lentamente apartó la atención de lo que tenía delante, para ver, desde abajo, al chico que le dirigió tan bella propuesta que... le trajeron una felicidad incomparable.
La impresión que se reflejaba en sus ojos grises como las cenizas fue tal, que brillaron intensamente, como dos soles en su vida plena. Estos temblaban, sus cejas también. El rojo que se apoderaba de su piel no tenía nada que envidiarle al de una manzana.
No emitía sonido y mucho menos contestación, un nudo en la garganta se lo impedía, procesar lo que escuchó la detenía.
Ante esto, el joven respiró hondo, buscando las palabras adecuadas para continuar. Todavía faltaba transmitirle a Syr una parte más de lo que sentía, disipar sus miedos y, al mismo tiempo, mostrarle su gratitud.
"Te lo prometí, ¿recuerdas?"
Habló suavemente, mostrándole una calidez que se transmitía al pecho de la camarera, haciendo que subiera su puño encima del mismo.
"No importa lo que pase, voy a cumplirlo. Así que no tengas miedo..."
Él inclinó la cabeza. Ella, insegura, pero atrapada por la sinceridad de sus palabras, empezó a desbordar lágrimas.
"Sigue siendo esa camarera tierna, coqueta y un poco caótica que eres desde que te conocí. Esa es la Syr que me dio fuerzas cuando más las necesitaba... la que me enseñó que podía seguir adelante"
La peligris lo miraba con los ojos bien abiertos, su corazón parecía latir a un ritmo tan frenético que en cualquier segundo se le saldría de su posición.
"Me gustan ambas versiones de ti, Syr. Y estoy seguro que adoraré cualquier otros versión que exista"
Confesó Bell, inclinando un poco la cabeza como si quisiera conectar aún más con ella.
"Pero, sin dudas... prefiero a tu yo real. A la que me encontré la primera vez que nos conocimos. La que eres la mayoría del tiempo, la que me ha extendido la mano".
Esas palabras resonaron como un trueno en el interior de Syr. Su mente se llenó de un torbellino de emociones entre las que destacaban la alegría, sorpresa y amor desbordante. Sin darse cuenta, apretó el vendaje con más fuerza, arrancándole un quejido de dolor a quien se suponía debía tratar sus heridas y que dijo que no quiere herirlo.
"¡Ah! ¡Syr! ¡Eso duele!"
Se quejó el susodicho, encogiéndose un poco mientras la veía con incredulidad y diversión, incluso cariño, entiendo que la reacción de la chica era la correcta. Cualquier mujer, al oírlo reaccionaría igual, así esta no tenga interés romántico en él.
Pero Syr no lo escuchaba, estaba perdida en sus pensamientos.
(¡Me ama! ¡Lo dijo de una forma tan directa que es imposible malinterpretarlo!)
Internamente gritaba de emoción, imaginándose mil versiones de esa confesión, cada una más exagerada que la anterior.
(¡Noel, tu padre me ama! ¡Dijo que prefiere a mi verdadero yo! Lo amo, lo amo tanto que no puedo contenerlo. ¡Quiero gritarlo al mundo entero!)
Era una niña enamorada, desbordando esas emociones que la llenaban de dicha. El éxtasis que le causaba llegar a esa conclusión, comprender que su amor era recíproco, mutuo, no tenía comparación. Así no lo haya puestos en palabras literales, lo interpretaba como una inequívoca propuesta de amor puro y verdadero.
En ese estado, el chico volvió a intentar llamar su atención.
"¡S-Syr! ¡El vendaje! ¡El vendaje!"
"¡Oh no, lo siento mucho! ¡No me di cuenta!"
Finalmente, ella salió de su ensoñación y notó que había apretado demasiado. Con un grito ahogado, soltó las vendas y retrocedió, llevándose las manos a la boca.
Su amado rió suavemente, moviendo la mano lastimada con cuidado.
"Está bien, solo... no me arranques el brazo, ¿de acuerdo?"
Se mofó, riendo para no llorar. La camarera asintió frenéticamente aún con las mejillas enrojecidas. Se apresuró a vendarlo nuevamente, esta vez tarareando alegremente como una niña que no podía contener su felicidad, moviendo la cabeza de un lado a otro.
Fue observada por el hombre por el que esperó tanto tiempo, quien se hallaba fascinado por ese lado tan inocente y genuino. Aunque su mano ardía un poco, no podía evitar sentirse reconfortado al verla así, como si todas las preocupaciones que ella cargaba se desvanecieran por un instante.
No obstante, la alegría que iluminaba su rostro comenzó a desvanecerse lentamente mientras repetía las palabras del chico en su mente.
"A la yo real..."
Susurró, sintiendo cómo el éxtasis que la embriagaba se transformaba en una inquietante incomodidad.
(¡Mi yo real?)
Cuestionó para sí misma mientras sus manos dejaban de moverse por un momento, su respiración se hizo más profunda al entender que... su yo real... no era Syr Flova. Por más que lo deseara, por más que quisiera aferrarse a esa identidad, la verdad permanecía inalterada. Todo era una fachada, una mentira cuidadosamente construida. Porque ella no era Syr. Ella era Freya, una diosa, una existencia completamente diferente a la que Bell le dirigió esas palabras tan hermosas.
El peso de ese pensamiento cayó sobre sus hombros. Dubitativa y con el corazón encogido, se detuvo y alzó los ojos hacia Bell, su voz temblorosa mientras formulaba la pregunta que la carcomía por dentro.
"Bell... si no fuese realmente quien crees... ¿Me seguirías queriendo? ¿Cambiaría tu impresión sobre mí?"
El chico se quedó inmóvil y sus labios se abrieron como si quisiera responder al instante, pero ningún sonido salió de su boca. La pausa, aunque breve, se sintió eterna para Syr. Cerró los ojos con fuerza, como si prepararse para el golpe fuera a amortiguarlo y aferrándose a que se le aceptara todavía.
Y finalmente él habló...
"Syr es Syr. No importa nada más que lo que he conocido y visto de ti. Así seas una persona diferente, siempre serás Syr"
Ella abrió los ojos lentamente, sin entender del todo lo que había escuchado. Sus pensamientos eran dominados por la profunda confusión, pero también por alivio.
"¿Pfff? ¿Qué significa eso?"
Una risita escapó de sus labios mientras procesaba esas palabras.
De pronto, la risa se transformó en carcajadas sinceras, un sonido tan puro que llenó el aire. El albino, con las mejillas encendidas, apartó la mirada.
"¡N-No te burles!"
Le protestó, frotándose la nuca, visiblemente apenado por la burla.
"Fue una pregunta complicada. Solo dije lo primero que me vino a la mente..."
La peligris siguió riendo, secándose una pequeña lágrima que se formó en la esquina de su ojo.
"Lo entiendo, lo entiendo"
Lo consolaba mientras terminaba de vendarle la mano con cuidado.
"Y ¿Sabes qué...? Estoy conforme con tu respuesta. Es... algo que definitivamente dirías, Bell"
Se puso de pie, alisándose la falda del uniforme y sacudiéndose las manos como si terminara una tarea importante mientras le devolvía otra sonrisa, esta vez reconociendo que, así sea incoherente y un poco tonta, lo dicho por el muchacho era lo esperado.
"Vamos a comer. Los demás deben estar esperándonos"
Añadió, dándole la espalda y dirigiéndose a la puerta, alzando y bajando sus talones.
No obstante, se detuvo en el umbral.
"Ah... ve tú primero. Quiero... hacer mis necesidades rápido, los alcanzo enseguida"
Pidió, apenada. El joven parpadeó, asintió y salió sin más preguntas. Cuando la puerta se cerró, Syr giró el cerrojo, dejó caer todo el aire contenido en sus pulmones y se apoyó contra la pared.
"Bell... ¡Bell!"
Lo nombró, llevándose las manos al rostro, completamente sonrojada.
El calor que sentía no solo provenía de su rostro; parecía emanar de cada fibra de su ser. Su mente se llenó de las palabras de Bell, reproduciéndolas una y otra vez.
Se sacudió de un lado a otro, como si fuera una niña incapaz de contener la emoción.
"¡Ah, qué hago! ¡Lo amo! ¡Lo amo demasiado!"
Gritó ahogadamente para sí misma, aplastando su rostro en sus manos mientras pequeñas nubes de vapor salían de su cabeza.
Pasaron varios minutos en ese estado hasta que finalmente, retomando la compostura, con una sonrisa que no podía borrar, se enderezó, acomodó su cabello y abrió la puerta, lista para enfrentar al mundo... o al menos, al próximo plato de estofado.
Habiendo calmado sus nervios, renovándose y adoptando su calma habitual, sobretodo requerida para lo que vendría a continuación y lo que haría como su próximo coqueteo, caminó por el pasillo hasta el comedor donde los miembros de la familia Hestia, quienes la habían recibido tan amablemente, la esperaban para dar inicio al desayuno.
Todos la miraron, siendo el centro de atención. Era una sensación hogareña, una que pocas veces experimentaba. Su familia no era muy unida, no se reunían y emitían esa calidez al estar juntos. Tampoco beneficiaba a los vínculos afectivos entre los miembros que la propia diosa estuviese ausente. Quizás... si fuese menos caótica, podría tener esa cercanía que ellos poseían.
"En verdad son una familia..."
Dijo, permitiéndose disfrutar y sentirse parte de la misma.
(Tal vez reúna a mis hijos de vez en cuando en el comedor de Folkvangr para desayunar y conversar sobre sus días)
Hizo la nota mental, proponiéndose el dar inicio a una relación con quienes le han jurado lealtad.
Al llegar a la mesa, buscó los asientos que estuviesen vacíos, dándose cuenta de que el único sin ocupante se hallaba justo en medio del albino y la oriental, quien le tiró una rápida mirada, señalando la silla y levantándole el pulgar, dando a entender que es la responsable de que nadie fuese ahí.
El gris en las pupilas de la camarera brilló nuevamente, conmovida por el apoyo de la pelinegra para poder estar cerca de su amado.
(¡Mikoto! ¡Te amo Mikoto! ¡Le diré a Ottar que te traiga muchos regalos como agradecimiento por esto!)
Se sintió en deuda con la chica, moviendo la cabeza de lado a lado mientras daba pasos largos, yendo a su sitio bien preservado y reservado. Tenía que compensarle. Era capaz de comprar el mundo entero para saldar la deuda que tenía con ella.
Sin darse cuenta, o sin preverlo, se hizo de una nueva amiga. Para alguien que nunca consideró poseer relaciones genuinas hasta que conoció a Bell y Noel, provocando que se percatara de que las tenía con sus amigas e hijos, el obtener otro lazo genuino la emocionaba.
"Permítame guiarla, Syr-Sama"
"¿Oh? ¡C-Claro!"
Haruhime, quien estaba repartiendo los cubiertos, apareció, entrelazando su brazo con el de ella para llevarla a pesar de que no fuese necesario. No obstante, la peligris no se negó.
En cada mantel descansaba un plato con estofado humeante, emitiendo un aroma que, para sorpresa de los presentes ya que se trataba de algo preparado por la peor chef habida y por haber, olía bien. Pero no podían confiarse, un aroma delicioso no siempre viene de comida deliciosa.
Cuando Syr se sentó a la mesa y notó que solo había una cuchara para ella y Bell, sus ojos se iluminaron como si acabara de encontrar un tesoro.
"Oh, parece que no hay más cucharas"
Comentó Haruhime con un tono despreocupado, aunque era evidente que había planeado todo con precisión.
El albino parpadeó varias veces, confundido, seguro de que eso no era verdad y tratando de levantarse para buscarlas.
"Ah... puedo ir por otra, no hay problema"
Antes de que pudiera abandonar su asiento, la renard lo empujó suavemente hacia su asiento, con una sonrisa firme.
"No hay necesidad, Bell-sama. Ya no quedan más cucharas"
Insistió la rubia, sacudiendo su cola dorada de derecha a izquierda, delatándose, pero sin sen replicada por el conejo que la miraba con extrañeza e incluso cierta sensación de traición mientras que la camarera, comprendiendo rápidamente la situación, se llevó ambas manos al pecho y fingió estar profundamente conmovida.
(¡Haruhime, eres un ángel! ¡Prometo que haré que Allen cruce continentes hasta llegar al lejano oriente para traerte los kimonos más hermosos del mundo! ¡A partir de hoy eres mi mejor amiga!)
En Folkvangr, Allen sintió un escalofrío tan intenso que dejó caer su lanza, mientras otros miembros de la familia Freya miraban al horizonte, preocupados por su futuro. Mientras que en el bar, cierta elfa tonta sintió que su posición como mejor amiga peligraba.
Bell comenzó a sudar frío, incómodo ante la perspectiva de compartir una cuchara. Que sus salivas se combinaran era como si se dieran un beso indirecto. Un poco idiota pensar que eso era algo por lo cual avergonzarse teniendo en cuenta que ya ha sido besando por ella, pero una vez princeso, siempre princeso.
"N-No es problema, Syr. Puedo esperar a que termines para usarla"
Dijo nervioso, dando esa posibilidad en un pobre intento de evitar lo inevitable.
No obstante, Syr no iba a dejar pasar una oportunidad así, mucho menos cuando sus dos nuevas mejores amigas le prepararon el escenario ideal.
Con una sonrisa juguetona, tomó la cuchara, la sumergió en el estofado con movimientos elegantes, y lo interrumpió antes de que pudiera moverse.
"¡Deja que yo te alimente, Bell! Anda, abre la boca. Di '¡Ahh~!' Para mí"
El albino abrió la boca para protestar, pero Syr inclinó la cabeza, entrecerrando los ojos y fingiendo estar herida antes de siquiera recibir la negativa.
"¿O será que acaso no te gusta que yo te dé de comer? Si es así... p-puedo esperar a que tú termines de comer..."
Preguntó con una voz tan tierna que parecía diseñada para hacer imposible cualquier réplica. Era una maestra de la manipulación, usando sus encantos para conmoverlo y tocar su corazón. ¿Saben qué es lo peor de todo? Que estaba funcionando...
El chico sintió su ceja temblar. La incomodidad estaba grabada en cada centímetro de su rostro, pero al verla así, no tuvo más opción que ceder.
"Ah... está bien"
Expresó con resignación, abriendo la boca ligeramente y con rapidez, deseando que esto termine lo más pronto posible.
"¡Eso es, buen chico!"
Declaró la camarera con una sonrisa brillante, acercándole la cuchara cuidadosamente y, al mismo tiempo, colocaba una mano debajo del cubierto para evitar que cayera el caldo. Ya lo suficientemente cerca, Bell le dio el primer bocado y ella permaneció un segundo quieta tras esto, observándolo como si fuera el evento más adorable del mundo.
"Quisiera poder grabar este momento en mi memoria..."
Comunicó, no queriendo perderse ninguna toma o suceso.
El joven tragó rápidamente, deseando que aquello terminara pronto, pero ella no iba a detenerse.
"¡Qué bien lo haces, Bell! ¡Eres adorable!"
Le dijo de forma meloso, mientras le acariciaba el cabello suavemente a manera de recompensa, como una dueña a su mascota.
El albino bajó la mirada, incómodo, mientras los demás los observaban con expresiones variadas. Haruhime y Mikoto intercambiaban miradas llenas de satisfacción, incluso chocaron las manos en complicidad, mientras Lili y Hestia se retorcían en sus asientos, claramente disgustadas.
"No puedo creer que esto esté pasando"
Lili, cruzándose de brazos, moría de la pena ajena al estar tan acaramelados. Conoció por primera vez el significado de la palabra "Cringe".
"Esa debería ser yo..."
Se lamentó Hestia con un gesto que oscilaba entre la furia y la tristeza.
Por su parte, Welf intentaba contener la risa, pero algo en la mirada de Syr le decía que cualquier burla sería castigada severamente de ser emitida en presencia de la chica. Tal vez resultaría en un empalamiento a manos de un hombre gato y su afilada lanza.
"De acuerdo, así que otra vez, di '¡Ahhh~!'"
Repitió Syr, dirigiendo otra cucharada, esta vez cargada de trozos de verduras y carne en cubitos.
"¡A-Ahhh~!"
Bell abrió su boca por segunda ocasión, llorando de la vergüenza. La humillación recibida era injustificada. Ser alimentado como un bebé enfrente de su familia debería considerarse un método de tortura ruin y cruel.
No obstante, cuando la comida entró a su boca y la masticó, una especie de brillos brotaron de su cuerpo, su rostro se iluminó, mostrando total impresión.
Ese repentino gesto puso nerviosa a la fémina, quien abandonó momentáneamente su seguridad, reemplazándola por duda.
"¿Q-Qué tal está?"
Le preguntó. Quería saber si todo su esfuerzo había valido la pena. Antes de cualquier contestación, el joven tragó.
"¿Q-Qué tal está? ¡ESTÁ DELICIOSO! ¡ES EL MEJOR ESTOFADO QUE HE PROBADO EN MI VIDA!"
Respondió con gran emoción, no había ni una pizca de mentira.
"¡¿QUÉ?!"
Cuestionaron Mikoto y Haruhime que no podían creérselo. Todo el caos y adición de ingredientes random en el estofado... ¿Dio como resultado un alimento delicioso?
Los ánimos de la peligrosa se vieron renovados, mirando de reojo a las dos orientales con superioridad.
"Me alegra que te gustara"
Declaró, increíblemente contenta, sumergiendo la cuchara otra vez para proseguir.
Al observarla contenta y emocionada, Bell podía jurar que, del cuerpo de la chica, se emitían luces, un aura visible, tangible que era la manifestación de su felicidad.
"Entonces, di '¡Ahhh~!' otra vez"
Pidió Syr con prontitud, casi asemejándose una inocente niña que quería seguir jugando con su juguete.
"¡Ahhh~!"
El joven abrió su boca nuevamente y la comida ingresó.
"¡Una más!"
"¡Ahhh~!"
"¡Otra!"
Mientras esto se repetía continuamente hasta que el contenido del plato se terminara, Syr lucía completa y puramente feliz.
Una felicidad que hace años no sentía.
Una que, sin saberlo, tanto anhelaba recuperar.
Y lo había logrado.
Detalles pequeños.
Cocinar para alguien que quieres.
Darle de comer a dicha persona.
Pasar tiempo con él.
Son cosas pequeñas que le dan sabor a la vida.
Que purifican tu corazón.
Y era exactamente eso lo que pasaba en este preciso instante.
Este instante... era solo de ellos.
Y nadie se los quitaría...
Continuó alimentándolo sin disminuir su entusiasmo, dándole pequeños discursos de ánimo cada vez que aceptaba un bocado.
"¡Mira qué bien lo haces, Bell! ¡Seguro que serías el mejor bebé de todo Orario!"
Exclamó, riendo alegremente. Aunque ese comentario hacía que el susodicho deseara que la tierra lo tragara.
Finalmente, el plato quedó vacío, y ella lo miró con evidente sensación de triunfo.
"¡Te lo comiste todo, Bell! ¡Buen chico!"
Expresó mientras le daba unas ligeras palmadas en la cabeza, como si estuviera felicitando a un niño pequeño.
El conejo, soportando la humillación, decidió que era hora de devolverle el favor.
"¡E-Espera, Syr! Ahora te toca a ti. Yo te alimentaré"
Ella arqueó una ceja, claramente divertida, y le entregó la cuchara con una sonrisa que destilaba picardía.
"¿Oh? Está bien, Bell. Estoy en tus manos"
El albino tomó la cuchara, intentando mantener la calma, y comenzó a darle de comer con torpeza. Pero lo que esperaba que fuera una pequeña venganza rápidamente se convirtió en algo totalmente diferente ya que le aceptaban cada bocado con júbilo desbordante.
La chica cerraba los ojos, saboreaba lentamente, y en ocasiones dejaba escapar pequeños gemidos de satisfacción.
"Mmm... Bell, esto está delicioso"
Murmuraba con una voz suave y aterciopelada, mientras se relamía los labios de forma exagerada. Al parecer la sopa no era lo único caliente y, debido a esto, el rostro de Bell se encendía como una antorcha.
"¡S-Syr, por favor, come normal!"
Le exigió, mirando hacia otro lado para evitar ponerse aún más nervioso.
"¿Qué pasa, Bell? Solo estoy disfrutando de la comida que tú me das"
Le respondió Syr con un tono inocente, aunque sus ojos brillaban con travesura.
Welf ya no pudo soportar más la escena de melosería y sonidos exagerados, así que se levantó de golpe, mirando a su amigo.
"Y-Yo comeré después..."
Avisó, girándose rápidamente y marchándose hacia su taller sin siquiera terminar su plato.
La pequeña diosa de coletas, que ya estaba al límite, también se levantó de su silla, apretando los puños y mirándolos con furia.
"¡Es un estofado, maldita ninfómana!"
Gritó, refiriéndose claramente a Syr, o mejor dicho a la diosa detrás de Syr, antes de salir del comedor con un pisotón que resonó en toda la estancia.
Haruhime y Mikoto, que originalmente habían planeado toda la situación, comenzaron a intercambiar miradas nerviosas. Ambas estaban completamente sonrojadas, incapaces de seguir soportando los gemidos y jadeos que Syr dejaba escapar con cada bocado.
"N-No pensamos bien en esto..."
Comentó la pelinegra, poniéndose de pie rápidamente.
"Sí... Bell-Sama y Syr-Sama necesitan privacidad"
Añadió la renard, más roja que un tomate, antes de seguir a su compañera hacia otro lado. No importaba a donde, mientras fuese lejos de la pareja que no conoce la privacidad y la vergüenza.
Finalmente, Lili, que se había mantenido firme hasta entonces, no pudo aguantar más y se unión al resto, empujando su silla hacia atrás al posar sus manos en el borde de la mesa.
"¡BELL-SAMA ES UN PERVERTIDO!"
Exclamó, señalándolo con un dedo acusador antes de girarse y salir del comedor con pasos enfurecidos.
El susodicho, completamente perdido, levantó las manos en señal de defensa, intentando explicarse.
"¡¿Qué hice yo?! ¡Solo le estoy dando de comer!"
Mientras los demás desaparecían del lugar, Syr observaba la escena con una sonrisa traviesa. Con un gesto despreocupado, les guiñó un ojo antes de sacar la lengua juguetonamente.
(!Son tan fáciles de molestar!)
Pensó, divertida, dándose la vuelta hacia Bell mientras él se giraba hacia ella con una expresión severa.
"¿Por qué hiciste eso?"
Le preguntó, claramente exasperado.
Ella fingió demencia, levantando los hombros y poniendo una expresión inocente mientras giraba la cuchara en su mano.
"¿De qué hablas, Bell? Yo solo estaba disfrutando del estofado"
Respondió de forma tan despreocupada que casi parecía convincente.
El muchacho suspiró, llevándose una mano al rostro.
"De verdad no sé cómo llegamos a esto..."
Declaró, queriendo llorar. Syr simplemente rió, inclinándose hacia él para pellizcarle la mejilla.
"Llegamos aquí porque eres demasiado lindo para resistirse"
Más pronto que tarde terminaron de comer, y la hora de irse llegó. Bell la acompañó hasta la entrada, mostrando cierta timidez y la vacilación.
"¿De verdad tienes que irte?"
Le preguntó, evitando mirarla directamente mientras jugaba con sus manos.
Ella levantó una ceja, divertida.
"¿Qué pasa, Bell? ¿Acaso no quieres separarte de mí?"
Le insinuó, otra vez proponiéndose a molestarlo para que él mostrara ese nerviosismo que amaba. Y, como ya era costumbre, el albino se sobresaltó, moviendo las manos enérgicamente.
"¡No es eso! Solo... bueno, si quieres, podrías quedarte un poco más..."
"Porque a mí me encantaría quedarme contigo. Por el resto de mis días de ser posible"
La peligris rio suavemente, interrumpiéndolo en su justificación con una osada declaración, pero luego su expresión cambió a una más melancólica.
"En verdad quisiera... pero... tengo que ver cómo están todos. Mis amigas, mis compañeras..."
Hizo una pausa, su mirada se tornó más suave y preocupada.
"Anya..."
Añadió, nombrando a la chica gato.
"Ella resultó herida cuando me salvó. Quiero asegurarme de que esté bien, de que se haya recuperado"
El joven asintió comprensivamente. No era fácil estar tan cómoda disfrutando la compañía de los demás cuando una de tus amigas se encontraba en un complicado estado de salud.
"Entiendo. Si quieres, puedo acompañarte..."
Planeaba ofrecerse, pero Syr negó con una sonrisa, colocándole suavemente una mano en el pecho y un dedo encima de sus labios para silenciarlo.
"Gracias, Bell, pero es algo que debo hacer sola"
El conejo vaciló un momento antes de asentir, sin evitar que sus ojos emitieran un rastro de preocupación al notar lo asustada que ella estaba.
"Está bien. Espero que todo esté bien con Anya"
"Lo estará"
Respondió Syr inmediatamente, con total seguridad, dándole una última mirada antes de girarse para marcharse. Pero, justo antes de dar el primer paso, se detuvo y se inclinó hacia él, dejando un suave beso en su mejilla que lo dejó completamente congelado, incapaz de procesar lo que acababa de ocurrir.
"Eso fue por las rosas que me regalaste"
Comunicó la fémina, sonriendo con ternura mientras retrocedía unos pasos.
"Y... ¡El siguiente te lo daré al final de nuestra cita! ¡La esperaré con ansias, Bell!"
Con una última mirada llena de ilusión, la peligris se dio la vuelta y salió corriendo, dejando al chico pasmado en la entrada.
"¿R-Rosas? ¿Cita?l"
Repitió el muchacho , completamente confundido mientras miraba al vacío, tratando de recordar algo que pudiera darle sentido a esas palabras. Al no lograrlo, con un suspiro, se llevó una mano a la cabeza.
"Creo que estoy más agotado de lo que pensaba... mejor me voy a dormir"
Ha sido un día difícil. A pesar de haber dormido más de un día, se sentía a destrozado física y mentalmente, así que se dirigió a su habitación, sintiendo el peso del día en sus hombros, pero al abrir la puerta, se encontró con algo inesperado.
Alguien estaba ahí, esperándolo...
"Hola, estudiante mío"
La voz refinada y autoritaria lo sacó de su ensimismamiento. Sentado en el borde de su cama con tranquilidad y severidad, estaba un elfo de cabello rubio y gafas.
"¿H-Hedin sensei...?"
Lo reconoció, sorprendido por la inesperada presencia en su habitación.
Antes de que pudiera procesar lo que ocurría o preguntar qué hacía ahí, sintió un golpe seco en la nuca y un deja vú.
(Un día... solo quiero un día de calma...)
Pensó Bell, mientras caía hacia adelante, incapaz de resistirse al sopor que lo dominaba.
El mundo se desvaneció rápidamente mientras su mente soltaba un último lamento.
(Odio mi vida...)
Y... se desmayó.
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Bueno, hasta aquí el capítulo de hoy, espero que sea de su agrado y dejen su apoyo a este nuevo episodio.
En fin, déjenme sus opiniones respecto a la historia y si les gusta como se va encaminando.
¿Cómo estuvo el capítulo? ¿Sí les gustó?
Buzón de sugerencias/opiniones/comentarios.
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