CAPÍTULO 4
CAPÍTULO 4
Amelia:
Cierro la puerta del apartamento y dejó caer el peso de mi espalda contra la madera, mientras acaricio mi mejilla, justo donde Lucían lo hizo antes. Cierro los ojos y suspiró recordando el calor de su mano sobre mi rostro.
«El corazón se me quería salir del pecho.»
Es la primera vez que se acerca tanto a mi y por un momento creí que al fin hablaría conmigo, pero no fue así, no pronunció palabra alguna, aunque sus ojos en cambio gritan cada vez que me observan.
Algo lo atormenta y lo lastima. Lo sé, cuando lo vi tan alterado no lo dudé ni un segundo, no pude evitar correr hacia él. Nunca lo he visto así antes. Y se que lo más prudente hubiese sido alejarme y dejarlo pero, ¿cómo hacerlo? Él es importante para mí después de todo y no puedo simplemente darle la espalda o fingir que nada pasa.
Y además, nada me saca de la cabeza que algo ha cambiado en él. No sé con exactitud qué es, ni si es bueno o malo. Pero algo en él definitivamente ha cambiado. Pero... ¿que? No sé cómo, pero tengo que averiguar qué está pasando con él, solo así voy a poder ayudarlo.
—¡La tierra, llamando a Amelia! ¡Hola! —Aparece Sofi, sacudiendo sus manos frente a mi rostro llamando mi atención. —¿Qué pasa contigo...? Tardaste una eternidad y estas... algo extraña.
—¡No es nada!— respondo aclarando mi garganta y restándole importancia al asunto.
Pero mi amiga, claro que no me creía y por eso es que ahora me observaba como si intentara encontrar algo que le de la respuesta que tanto quiere.
—¿Estás sonrojada?— Pregunta inclinándose más sobre mi rostro.
—¿Qué? ¡No! ¡¡claro que no!!— Me defiendo tocando enseguida mi rostro hirviendo.
Sofi rio divertida.
—¡Aja! ¡ok! cómo digas, ya va a empezar la película.— Hizo una seña con su cabeza señalando el sofá.
La seguí y nos acomodamos frente al televisor, el cual iluminaba por completo la oscuridad del living con el reflejo de la película que habíamos elegido para comenzar el maratón...
̈"A través de mi ventana " Una de mis películas favoritas. Ame el libro y grité como una loca cuando supe que lo adaptaron a una película. Aunque el romance no es en realidad lo mio, las relaciones no se me daban bien.
«No es como si hubiese tenido una relación antes.» No una real al menos, pero de algo estoy segura, no estoy hecha para relaciones. Aunque no puedo negar que soy una romántica empedernida y amo el romance, siempre que permanezca en los libros o en la pantalla de mi televisor, ¡claro!.
Y así se resume nuestra noche, entre películas de romances que nunca viviríamos y palomitas con gaseosas. Pero aun no dejaba de pensar en los ojos de Lucian y la forma en que me miro, lo penetrante y cautivadoramente peligroso de sus ojos grises.
<¿Qué te atormenta Lucian?>
Dos días habían pasado desde la última vez que vi a Lucian y ya comenzaba a preocuparme su ausencia.
Había ido a verlo cada día pero no lo encontraba y solo me limitaba a dejarle lo que le llevaba a un lado de la tienda improvisada donde dormía, pero no lo veía y algo me decía que me estaba evitando y eso me molestaba. Pero si era así y él necesitaba espacio se lo daría. De todas formas no dejaba de preocuparme, la última vez que lo vi no lo note nada bien.
—¡Buenos días, señora Martínez! —Salude a la vecina del apartamento 2B, una anciana de unos 70 años. —¿Cómo está el señor Martínez de su cadera?— le pregunto.
—¡Amelia, querida!— beso mi mejilla y me envolvió en un abrazo cariñoso. —Ahh, ya sabes como es... se queja por todo, pero el médico dijo que debe guardar reposo así que no tiene más opción que acatar la orden como buen soldado. —me dice.
—Es una suerte que la tenga a usted para cuidarlo. —Respondí con una sonrisa.
«La señora Martínez es una ex enfermera jubilada de un hospital militar y su esposo el señor Martinez, es un ex soldado jubilado. Se conocieron cuando eran jóvenes y llevan más de 40 años de casados».
—Eso es un hecho querida— Me sonrió.
—Bueno, debo irme, hoy tengo doble turno en la cafetería.— Dije mirando mi reloj ya pasaban de las 08:45 am, lo que significaba que tenía 15 min para llegar.
—Niña, trabajas demasiado. Tu jefe es un explotador.
«si solo fuera eso...»
—Yo también lo creo— Ambas reímos. -Pero me viene bien el dinero extra. — Me despedí y retomé mi camino al trabajo para empezar con mi larga y tediosa jornada laboral.
La mañana se fue entre pedidos y mesas llenas de personas desayunando y charlando, al llegar el mediodía tomé mi turno para almorzar, si podía llamarse almuerzo lo que traía. Una medialuna de jamón y queso y un batido de frutas.
Tome asiento en una banca fuera de la cafetería, disfrutando del cálido sol del medio día.
—¡Amelia!— La voz de mi jefe me detuvo a media mordida de mi medialuna.
«Aquí vamos de nuevo...»
—Si, señor González.— Suspire resignada.
—Solo Jorge, Amelia.— Me corrigió. —Ya tenemos confianza, puedes llamarme por mi nombre de pila.— Dijo sentándose a mi lado invadiendo mi espacio personal.
—Lo siento señor Gonzalez, pero me gusta la formalidad... ya sabe ayuda a recordar cual es mi puesto aquí y cuál es el suyo.— respondí seca levantándome de mi asiento.
No me gustaba estar a solas con él.
—Esas formalidades no son necesarias entre nosotros Amelia, nos conocemos desde que... ¿Un año? ...¿Año y medio?— dijo el hombre calvo y regordete que aparentemente olvidaba por momentos que me doblaba por mucho la edad.
Me encamine a retomar mis tareas antes de que siguiera con su parloteo que ya sabía bien por dónde iba. Lo venía tolerando desde que comencé a trabajar aquí. Aunque no era la única que padecía su acoso, supe que muchas chicas antes de mi renunciaron por lo mismo, pero en mi caso... no tengo ese privilegio.
—Con su permiso, señor Gonzalez— Me excusé y me adentre al local.
El resto de la tarde transcurrió con normalidad. Mi turno ya estaba terminando así que preparé un capuchino y unas donas de chocolate en una bolsa de papel, me despedí de mis compañeros con la mano y me encamine a la salida.
Mi apartamento no estaba lejos, solo unas siete cuadras después de atravesar el parque. Me detuve una vez estuve frente a la entrada de este y no pude evitar voltear y mirar para todos lados con la extraña sensación de que alguien me observaba, no se si me estaba volviendo paranoica o que pero sentía la mirada de alguien sobre mi.
Recorrí la zona con la mirada pero no había nadie.
—¡Vamos, Amelia! ¡Deja la paranoia, nadie te sigue! ¡Ni siquiera es tan tarde!— Me susurré a mi misma y seguí caminando.
Luego de cruzar el parque caminé algunas calles más, hasta que llegué al punto donde me dirigía. «Dios parecía una acosadora pero debía asegurarme de que estaba bien »
Me detuve unos instantes dudosa, sobre si estaba haciendo lo correcto o no pero al fin retome la marcha, decidida pero aún con esa extraña sensación de ser observada .
Ya dentro del callejón la decepción volvió a golpearme la cara. Como lo imagine Lucían no estaba allí. «Otra vez no estaba» ¿Y si le había pasado algo malo? Apoyé mi mano sobre el techo del improvisado refugio donde dormía habitualmente mi amigo.
Me preocupaba y debía reconocer que lo extrañaba, habíamos compartido mucho tiempo juntos a pesar de su situación y la idea de no volver a verlo me preocupaba. Suspire y deje sobre un tanque viejo la bolsa de papel con las donas y el capuchino que traía para él.
«había descubierto que le gustaba mucho ese tipo de café.»
Di media vuelta y retomé el camino a mi edificio, ya resignada a que hoy sería otro día en que no vería a Lucían.
✨️Muchas gracias por leer. ✨️
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