CAPÍTULO 10
⚠️Contenido sensible, aviso para las personas que puedan sentirse mal al leer, esto es solo ficción, y todo es en pro para el desarrollo de los personajes a largo plazo.⚠️
Capítulo 10
Lucían:
Recuerdo que en algún lugar escuché una frase que decía algo como: " Solo basta una pequeña chispa para que este podrido mundo como una granada estalle." Esa frase se quedó en mi cabeza durante mucho tiempo y justamente fue lo primero que se me vino a la mente en este preciso momento, en el cual sostengo entre mis brazos el cuerpo tembloroso y desorientado de la chica que se ve casi irreconocible.
Su rostro está completamente magullado, su ojo derecho permanece cerrado producto de la hinchazón, un hilo de sangre cae de su nariz y las marcas de dedos sobre sus delgados brazos me hacen arder la sangre. Su hombro tiene marcas notorias de la mordida de una persona y tiene otra igual en un costado de su mentón. Su fino y delgado cuello tiene la marca de lo que parece ser un cinturón o una cuerda gruesa que ejerció presión sobre la piel. Su bello vestido crema, ahora está cubierto de barro y hojas secas al igual que su cabello, que ya no luce un perfecto moño como hace unas horas.
Casi no hay rastro de la dulce y sonriente chica que siempre me regala sonrisas. Muy por el contrario, esta chica parece muerta en vida. No para de temblar y con una de sus manos jala hacia abajo la tela rasgada de su vestido sucio de sangre en un intento por cubrir sus piernas, que también están manchadas por la sangre que se escurre en finas líneas. No habla, solo solloza en silencio, sin moverse, solo dejando caer las lágrimas sin emitir sonido. Mientras que por mi parte siento que mi corazón retumba haciendo eco entre las calles, por las que me sumerjo mientras la sostengo con fuerza buscando llevarla al hospital más cercano. Como un loco y a toda prisa atravieso las oscuras calles vacías, en busca de algún centro médico.
Todo mi cuerpo tiembla pero aun así, reaccionó de forma automática como si algo me guiará. No pienso en nada que no sea la chica que tengo conmigo y la ira que recorre todo mi cuerpo al verla en este estado. El fuego que yace en mi interior se dispersa por cada centímetro de mi ser, queriendo hacer arder el puto mundo hasta dejarlo en cenizas. Las ganas de asesinar y desgarrar la piel de quien le ha hecho esto, solo aumentan con cada segundo que la siento temblar y sollozar en mis brazos. Quien sea el responsable de esto, lo pagará. ¡Juro que lo pagará.!
"-Lucían... por favor ayúdame".-
Mis dientes crujen cuando recuerdo las palabras que salieron de su boca, antes de que cayera semiinconsciente frente a mis pies en la entrada del callejón. «Solo Dios sabe desde cuando vagaba en este estado.»
Un siseo de dolor sale de sus labios y siento como su cabeza se sacude levemente en medio de gemidos casi inaudibles. ¡Demonios! ¡Tengo que apresurarme! Pienso una vez que bajo la mirada a su rostro y noto que poco a poco está perdiendo la conciencia.
-¡No, no, no! ¡Ángel, mírame! ¡Mírame carajo! -Grito en medio del pánico mientras veo como sus ojos se apagan poco a poco. No se, si es capaz de escucharme, pero de todos modos sigo hablándole . -Ángel... ¡no me hagas esto por favor! -Suplico en medio del desespero.
-No te duermas, no cierres los ojos.-Pido, pero en medio de su semiinconsciencia solo hace una mueca con los labios, como si intentará decir algo.
-Lucían... -Balbucea, pero no llega a decir nada más cuando el peso de su cabeza recae sobre mi pecho y sus ojos terminan por cerrarse por completo.
-¡Mierda! ¡No! - Aferro mi agarre sobre ella y apresuró más el paso, pero soy consciente de que a pie demorare más en llegar. Mi vista está tan nublada por las lágrimas que amenazan con escaparse de mis ojos, mezcladas con la ira y el miedo que no me dejan razonar. «Si Amelia muere yo... »
-¡No! Ella no puede morir. -Apartó la idea de mi cabeza, consciente de que no pienso dejarla morir y trato de concentrarme en encontrar un vehículo en el que pueda transportarla. A lo lejos visualizo un coche estacionado junto a un basurero y con ella en mis brazos me encamino a toda prisa hacia el vehículo.
Doy una rápida mirada hacia los lados asegurándome de que no hay nadie que pueda verme. Y aunque en este instante no me importaría romperle el cuello a quien se entrometa en mi camino, no puedo perder tiempo valioso que puede costarle la vida a Amelia.
Me coloco de espaldas al coche cubriendo a Amelia con mi cuerpo y con el codo rompo el vidrio del lado del conductor. Tan pronto los vidrios caen, abro la puerta y quitó el seguro de la puerta trasera donde la recuesto con sumo cuidado sobre el asiento, para posteriormente maniobrar los cables del tablero y encender el motor. Cuando al fin logró encender el coche y el motor ruge. Con fuerza pisó el acelerador a fondo, haciendo rechinar las llantas contra el concreto, mientras me pierdo a toda velocidad en las calles de la ciudad.
Me tomó menos de cinco minutos llegar al primer centro médico. Con Amelia en brazos pateó la puerta de emergencias con mi pie y la enfermera que estaba de espaldas se voltea asustada hacia mi. En el momento en el que sus ojos ven a la chica que yace inconsciente en mis brazos se apresura a pedir una camilla.
-¡Amelia Johnson! Veintitrés años. No sé nada más de ella. Pero por favor, no la deje morir. -Digo con la voz rota.
La mujer me miró de pies a cabeza con clara desconfianza y le dijo algo al guardia antes de marcharse con Amelia. El hombre me miró y emprendió camino en mi dirección. Entonces lo entendí. Baje la mirada a mi ropa y mire mis manos. Mi aspecto era terrible y estoy seguro de que no pasó desapercibido ni para la enfermera ni para el guardia.
Y cómo hacerlo cuando estoy manchado de sangre, sudado, vistiendo ropa vieja y totalmente cubierto de la tinta de los tatuajes que se asoman desde las mangas de mi playera. Los cuales gritan asesino por todos lados.
-¡Señor! ¡Debe acompañarme! -Habla el hombre que retrocede con la mirada llena de odio que le doy.
«Al carajo mi apariencia, no pienso irme de aquí hasta saber cómo está Amelia.» Giro sobre mis pies ignorando al sujeto y pegó la espalda contra la pared, cuando me agacho al lado de la puerta por donde se llevaron a Amelia.
El hombre me mira un instante y no se si sea el hecho de que parezco un demente o que, pero algo lo hace suavizar la mirada de golpe, como si entendiera que no me moveré de aquí. Con mi brazo aun cubierto de sangre limpió las lágrimas que escapaban de mis ojos y tras darme una última mirada, él simplemente se aleja.
No se cuanto tiempo pasa hasta que al fin la puerta de la sala se abre y una mujer de unos cincuenta años con gafas, sale vestida de blanco, sujetando una carpeta en la mano.
-¿Familiares de Amelia Johnson? - Inmediatamente me incorporo y me acerco a la mujer que me observa dubitativa, antes de aclararse la garganta. «Definitivamente mi aspecto es un asco.»
-¿Usted es familiar? -pregunta y asiento. -Bien. Es mejor que tomemos asiento. -señala una de las sillas metálicas de la sala de espera. Pero no me muevo. En cambio mi mirada se dirige hacia la puerta donde se fue Amelia y luego a la mujer que parece entender que no tengo intención de moverme. Ella suspira y luego continúa.
-Su estado es delicado, tiene contusiones fuertes en el cráneo, dos costillas fracturadas y los golpes del rostro también son graves, especialmente el del ojo derecho que estuvo a punto de sufrir desprendimiento de la retina. -Habla y cada palabra que sale de su boca me entierra un puñal en medio del pecho.
-Su cuerpo está lleno de hematomas que si bien no tardarán en sanar, el proceso puede tardar. También tiene dos fuertes mordidas en su hombro y mentón, las cuales ya desinfectamos. Por otro lado, de momento la mantenemos sedada. -Dice y frunzo el ceño, a lo que la mujer vuelve a hablar. - Se alteró cuando despertó y noto que los doctores revisaban sus costillas... lo que nos hizo suponer que el daño no solo fueron los golpes, ya que también tenía marcas de dedos en sus muslos.
Todo mi cuerpo se tensa y mi mandíbula se aprieta tanto que puedo sentir el crujir de mis dientes que amenazan con romperse, mientras hago todo por contener la rabia que se apodera de mis entrañas, en tanto la mujer continúa hablando.
-Y... -hace una pausa, pero aun así se lo que va a decir, pero no quiero escuchar. Me niego a escucharlo, a creer que alguien pudo hacerle algo así a mi Ángel. No...
-Le hicimos un examen ginecológico y se constató que lamentablemente hubo abuso sexual.
La doctora sigue hablando pero su voz de pronto se escucha lejana, casi como un murmullo. Mis oídos pitan y mi mirada se pierde en la nada. No proceso nada de lo que dice. Y de un momento a otro siento como si miles de agujas se me clavaran en la piel.
«Abusada»
Mi mente repite esa palabra una y otra vez. Si tan solo... Si la hubiese detenido, si le hubiese dicho que se quedara, que no se marchara. Los recuerdos de nuestros momentos juntos se apoderan de mi mente.
Su sonrisa, sus atenciones, cuando me regañaba por no responderle cuando me hablaba, las noches donde bajo la lluvia aparecía con comida caliente para mi, cuando se sentaba por horas y me leía... su cálida e inocente sonrisa... lo que pasó en su apartamento cuando casi nos besamos... todo.
Estrello mi puño contra la pared una y otra vez con furia, cuando siento que no puedo contener la rabia, el deseo de sangre me descontrola y en lo único que puedo pensar es en matar al hijo de puta que se atrevió a ponerle una mano encima.
«¡Hijo de puta! » Mil veces hijo de puta... ¡Estás muerto! ¡Jodidamente muerto! Porque se... se perfectamente quien le hizo esto y me voy a asegurar de que pague. ¡Lo voy a despellejar vivo y cuando con mis manos le arranque la piel del cuerpo, le voy a tirar su jodido cuero a los cerdos!
Mi respiración se vuelve agitada y mi cuerpo no deja de temblar en el intento de contener el odio que amenaza con salir de mi y arrasar con todo. La mano de la doctora se posa sobre mi hombro y giró el rostro con brusquedad, mis ojos se clavan en los suyos e inmediatamente aparta la mano.
-Se que esto debe ser muy difícil de asimilar...-me susurra. - Pero debe tranquilizarse o lo sacaran del hospital. -Dice y desvía la mirada tras de mí. Volteo mi cabeza sobre mi hombro y veo a dos guardias en la puerta que hablan mediante un radio a lo lejos mientras me miran.
«¡Mierda!» Es verdad, si armo un jodido alboroto me querrán sacar y no puedo dejarla sola. ¡No voy a dejarla! ¡nunca más!
Vuelvo la mirada a la mujer frente a mi y asiento, ella me mira un momento compasivamente, antes de hablar nuevamente.
-La chica solo pronunció un nombre antes de ser sedada, ella pidió por "Lucían." -Asegura e inmediatamente miró a la mujer con el corazón latiendo desenfrenado. «Mi ángel... »
-¿Tiene algún familiar más aparte de ti? -Pregunta y niego.
A decir verdad, solo conozco a su amiga y no se ni su nombre completo, mucho menos como ubicarla. Si Amelia tenía o no familia no lo sabía con exactitud, siempre estaba sola o con la garrapata rubia que no se le despegaba.
-¿Entonces asumo que tú eres Lucían? -Dice con media sonrisa y asiento otra vez . -Bueno, el sedante que se le suministro es fuerte, por lo que permanecerá dormida el resto de la noche mientras está en observación. Pero si gustas puedes pasar a verla unos minutos y luego sería conveniente que tú también vayas a descansar. Ella necesitará mucho apoyo a partir de ahora.
Señaló el pasillo al otro lado de la sala y la seguí a pasos firmes, mientras caminaba con la mirada al frente. Mientras siento como la rabia y el odio me consume, arrastrándome hacia el fuego del infierno. Donde sólo veo rojo y en medio una sola imagen se distingue, ella herida.
Mi mente viaja a la velocidad de la luz, llenándome de convicción y acentuando una sola idea en mi cabeza. Lo voy a asesinar. A él y a todo el que alguna vez le haya hecho daño, el que le haya puesto una mano encima y quien si quiera lo haya intentado. ¡Todos morirán! Pero tú... tú serás el primero en mi lista... Matteo.
¡Estás muerto, hijo de puta! ¡Muerto!
R
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