1. La guía de un alma
Para las personas cuyo corazón sigue latiendo:
¿Es porque aman todo lo que conlleva vivir?
¿Es porque simplemente están existiendo?
¿O es su temor a morir lo que hace su corazón latir?
L709 (Liam)
—Escuchen, tengo algo muy importante que decirles —exclama con emoción la chica frente a mi. Su nombre es Susan y sus ojos azules brillan con una gran pizca de anhelo mientras habla. Aunque ella no pueda verme, puedo sentir como si estuviera hablando conmigo—. ¡Me aceptaron en el programa de intercambio de la escuela, me iré la próxima semana!
Sus amigas rápidamente sueltan gritos de emoción, llamando la atención de las demás personas dentro del restaurante. Pero las miradas ajenas no parecen afectarles en lo más mínimo.
—¡Que increíble! —comenta una.
—¿A donde iras? ¡Dinos! —pregunta otra de ellas.
—¡Al otro lado del mundo, chicas! — responde Susan con una sonrisa que no irradia más que alegría—. Así que no nos veremos por un tiempo, pero esta prohibido ponerse triste, ¿vale?
Las otras chicas le siguen el juego y continúan hablando entre ellas, emocionadas por el nuevo logro de Susan. A primera vista, esto es solo una salida entre amigas que ríen juntas y celebran los logros de las otras con una sonrisa. Jóvenes llenas de vida con todo un camino por delante, si tan solo tuvieran el tiempo para recorrerlo.
—¿Por qué hacemos esto? —pregunto a K410, la chica a mi lado. La habilidad que tenemos los ángeles de la muerte de que los humanos no nos puedan ver ni oír a menos que estén muertos, es una gran ventaja en momentos como este.
—Porque es nuestro trabajo —contesta con tanta calma que incluso podría pasar por frialdad—. Somos ángeles de la muerte, es lo que hacemos.
—¿Dices que tengo que llevarme el alma de una joven y alegre chica que justo ahora está planeando el viaje de su vida? —pregunto, sin poder evitar que la frustración se filtre por mi voz.
—Cuando ella muera, si —contesta con indiferencia—, que según la lista ocurrirá en unos cuantos minutos.
Eso no tiene ningún sentido. Pero para bien o para mal, yo no puedo decidir quien muere y quien vive. Mi único trabajo es ser el guía de las almas, el encargado de llevarlas al más allá.
—Si tienes más preguntas hazlas, novato —dice K410, mirándome por primera vez desde que llegamos al lugar—. Porque la siguiente guía la harás tú solo.
—No soy un novato. Parece que olvidas que tengo 100 años.
—Un siglo completo solo de entrenamiento —corrige—. Pero esto es la vida real, no una sesión práctica. Y deja de contar los años, eso no es más que tiempo humano.
Quiero protestar, decirle que todo ese entrenamiento lleno de teoría y libros no se comparan en nada con estar aquí, frente a los humanos, sintiendo de cerca la esencia de sus almas. Pero las dudas en mi mente y el anhelo a las respuestas le ganan a cualquier reproche.
—¿Por qué llegamos momentos antes de la muerte de una persona? ¿Por qué las vemos morir? ¿No es mejor llegar hasta que su alma haya salido de su cuerpo?
—No es tan simple —dice, volviendo a apartar la mirada—. Cuando ellos mueren, su alma se desprende de su cuerpo y tienen que asimilar que ya no están vivos. Si tardamos demasiado, esa alma asustada podría huir por el miedo y divagar por el mundo humano para siempre. Tómalo como llegar con anticipación.
—¿Y no te afecta verlos morir?
—Para nada. ¿Acaso olvidaste que los seres como nosotros no tenemos sentimientos? —pregunta con ironía.
—Susan se esta retirando —comento, ignorando su pregunta y señalando a la chica, quien acaba de despedirse de sus amigas y empieza a caminar con confianza por las calles de la ciudad.
—Hay que seguirla —indica—. Ya casi es hora.
K410 avanza, haciendo su largo cabello negro revolotear frente a mi. Con duda, miro mis manos, que son del mismo tono pálido que el de ella, igual que mi cabello, solo que corto, y mis oscuros ojos. Es como si alguien nos hubiera impreso con un solo tipo de diseño.
Pero tratando de sacar esos pensamientos de mi cabeza y sabiendo que tengo trabajo que hacer, las sigo.
—Se está acercando al lugar de su muerte —susurro con nerviosismo, mirando la lista que tengo en las manos, con el nombre de la chica impreso en la primera línea—. ¿No deberíamos hacer algo para detenerla? Si sigue ese camino ella...
—No puedes —exclama mi compañera—. Los humanos ni siquiera pueden vernos. ¿Cómo planeas advertirle? —Esa respuesta es más una burla que una pregunta.
Realmente no sé lo estoy haciendo, pero no puedo quedarme simplemente observando sin hacer nada, así que avanzo rápidamente hasta quedar frente a ella.
—¡Susan, tienes que cambiar de dirección! —grito, pero ella ni siquiera se inmuta, solo sigue caminado y me atraviesa como si fuera una simple nube de humo que se atraviesa en su camino, dejando un hueco en mi pecho.
—Tampoco podemos tocar a los humanos —aclara K410, alcanzándome. Puedo notar un severo toque de frustración en su voz—. No me digas que ya olvidaste todo lo que te he enseñado.
—¡Susan! —vuelvo a gritar, ignorando a K410.
—¡L709 tienes que controlarte, no llegarás a ningún lado si sigues así!
La ignoro de nuevo y vuelvo a seguir a Susan. Ya que ella no puede verme u oírme, intento otra técnica. Me acerco a un montón de cajas y bolsas de basura que hay a un lado de la calle y trato de empujar, inútilmente.
—L709, tienes que detenerte ya —insiste K410.
—¡¿Qué acaso soy el único que se da cuenta que esta es una completa locura?! —grito con enojo, mientras una de las cajas cae a mi lado, dándome una pizca de esperanza—. La moví...
—No hiciste tal cosa.
—Claro que si, se movió —insisto—. Solo tengo que intentarlo más, puedo advertirle.
—Ya es tarde —suelta K410 con voz fría, mientras mira la escena frente a ella.
Confundido, volteo a ver en la dirección en la que miro y lo entiendo todo.
Como si pasara en cámara lenta, un auto se desliza por la calle, dejando un sonido chirriante a su paso, y antes de tener tiempo de reaccionar, este se sube a la banqueta en un arranque de descontrol, impactando contra Susan en cuestión de segundos.
Me doy la vuelta rápidamente, evitando ver la escena, mientras escucho detrás de mi como los gritos de los presentes desgarran el lugar, personas hablando a emergencias y transeúntes acercándose para ofrecer su ayuda, pero sé mejor que nadie, que todo eso será en vano.
—No importa lo que hagas, ella va a morir hoy —dice K410 mirándome a los ojos con firmeza, mientras contempla el accidente como si fuera algo de cualquier lunes—. Lo único que tú debes hacer es esperar a que pase.
—No puedo quedarme quieto.
—Pues tendrás que hacerlo, porque cuando su alma se separe de su cuerpo, estará asustada, tendrá miedo y necesitará que tú la ayudes, porque eres el único que puede hacerlo. Es tu trabajo, y es lo único que debes hacer.
Los desgarradores gritos de Susan sucumbiendo por el dolor de sus heridas siguen resonando y hacen eco hasta lo más profundo de mi alma, si es que yo tengo una. De cualquier forma, es escalofriante.
—No puedo ver.
—Entonces no lo hagas. Solo espera.
Como si mi fuerza hubiera abandonado mis piernas, me deslizo hasta llegar al suelo y me siento en la banqueta con el accidente detrás de mí. K410 hace lo mismo y se sienta a mi lado. En silencio seguimos escuchando aquellas súplicas en agonía, sin poder hacer nada para impedirlo. Lo único que puedo pedir es que acabe pronto, no por mi, sino por Susan.
No sé cuanto tiempo pasa después de eso. ¿Cuánto tiempo se supone que toma la muerte de alguien? Sigo pensando que los minutos son eternos y la desesperación es infinita, hasta que empiezo a oír las sirenas de unas patrullas cerca de nosotros. Miro la lista frente a mi y el nombre de Susan está brillando.
Ha sucedido.
Sin decir más, me levanto del suelo y me dirijo hacia ella. La imagen frente a mi es indescriptible y desgarradora, por un lado está la parte física de Susan, tirada en el suelo a unos metros del auto que la ha atropellado, repleta de sangre y sin vida. Y a su lado, su alma —que ahora tiene una aspecto igual que como era en vida, solo que más irreal y menos vivido— viendo su cuerpo con horror, sin entender lo que esta pasando.
Enderezando mi espalda y saco mis alas llenas de delicadas plumas en tonos grisáceos, antes de acercarme lentamente a ella para presentarme. Uso mis habilidades para acallar el sonido del exterior y volver la realidad borrosa para que ella solo pueda concentrarse en mí.
—Hola, soy L709, soy un ángel de la muerte, y se me ha encargado la tarea de guiarte al más allá.
Susan es una chica lista, por lo que no tarda en entender su situación, pero aún así, no puede procesar el hecho de que ha muerto.
—Por favor, no me lleves, todavía no estoy lista —suplica entre lagrimas—. Esto es una locura, tengo 19 años. ¡Yo aún no he vivido nada!
Pero yo no puedo cambiar su situación. Su nombre está anotado en mi lista de pendientes, su alma ya ha salido de su cuerpo y ella ya se ha ido del mundo terrenal. Así que lo único que puedo hacer es completar mi trabajo y guiarla hasta la siguiente parte de su camino.
—¡No, por favor! —sigue gritando, mientas trata de aferrarse a su cuerpo en el suelo.
—Lo siento —me disculpo con sinceridad—. Pero no hay nada que pueda hacer, debemos irnos ahora.
—Pero, mi mamá, ella no sabe lo que me pasó, ella no sabe donde estoy —sigue sollozando—. ¿Y si no la localizan? ¿Qué pasa si nunca me encuentra?
—Eso ya no te concierne ahora. Tu ya no perteneces a este mundo.
Susan solo niega con la cabeza repetidamente. En un instante la tristeza pasa a convertirse en una llamarada de rabia.
—¡¿Y que hay con la persona que me asesinó?! — grita señalando su cuerpo, del que aún sale sangre fresca—. ¡¿Me tengo que quedar quieta y ver como sigue con su vida, como si nunca me hubiera quitado la mía?!
—Ese es el punto —digo con calma, aunque por dentro, estoy tan furioso como ella—. Tú ya no vas a verlo. Nunca volverás a saber nada de lo que pase en el mundo de los vivos.
Aunque en el protocolo de mi trabajo vienen los pasos a seguir en cada situación, las acciones de los humanos son tan impredecibles que el trasporte de las almas rara vez sale como debería.
—¿Y a donde se supone que iré? —pregunta con frustración—. ¿Qué sé supone que hay en el más allá?
—La verdad es que yo tampoco lo sé —digo, y nunca antes han salido palabras tan honestas de mi boca—. No se nos permite ir allá, yo solo seré tu guía en el camino.
—¿Quieres que vaya contigo a un lugar al que nunca has ido? —pregunta, con cierta pizca de sarcasmo en su voz—. ¿Crees que porque te pongas un traje elegante y saques unas alas emplumadas tienes el derecho a elegir el camino de los demás?!
—Yo no soy el que elige los caminos —respondo, manteniendo la calma, aunque cada vez me resulta más difícil hacer eso—. Como dije, mi trabajo solo es ser un guía.
—Y cuando mi asesino muera, ¡¿también te lo llevarás?! —pregunta con enojo—. ¡¿Lo vas a llevar al más allá del que tanto hablas?!
—No lo sé, seguramente ese trabajo se le delegue a otro ángel de la muerte. Y sobre el paradero, al igual que la última vez que preguntaste, lo desconozco.
—No quiero irme —solloza, mientras se cubre el rostro con las manos—. Tengo miedo.
—Lo sé —digo, con la voz más suave que soy capaz de expresar, mientras le ofrezco la mano—. Pero es mejor que lo hagamos.
—¿Y si me quedo? —pregunta, ignorando mi mano y limpiándose las lágrimas—. ¿Podré ver a mi mamá?
—Tal vez, pero estarías condenando tu alma, convirtiéndote en un fantasma que ronda el mundo humano, sin tener a donde ir. Eso no sería bueno para ti ni para las personas que amas y que te aman. Ellos querrían que estés bien, donde quiera que estés.
Hay un silencio. La chica solo mira fijamente el suelo mientras trata de comprender la situación. Pero ya no podemos esperar más tiempo.
—Entonces, ¿nos vamos? —pregunto, extendiendo aun más mi mano hacia ella.
La chica, con un poco de duda, toma suavemente mi mano. Lo siguiente es fácil, en un parpadeo, toda su alma se condensa hasta volverse una pequeña esfera azul brillante en mi palma, que tomo con fuerza antes de extender mis alas y de alzarme con ella sobre el horizonte, y en tan solo unos instantes, le he enseño el camino hacia al más allá.
Está hecho.
La parte más difícil de este trabajo siempre es convencerlos de venir con nosotros, llevarlos a la fuerza no es una opción, ya que eso podría destruir su alma. Pero una vez que ellos deciden aceptar su destino, el transporte es sorprendentemente rápido.
En un instante, ya estoy de vuelta en la tierra, con K410 al lado mío, y lejos del bullicio que dejo el accidente.
—Lo hiciste bien. Solo trata de no perder el control cuando mueran.
Asiento levemente, sin poder hacer contacto visual con ella.
—L709 mírame —dice, poniéndose justo frente a mi, para que pueda verla—. Este es nuestro trabajo. No tengas dudas, no desconfíes, no hagas preguntas ni cosas estúpidas. Solo haz tu trabajo. No pienso perder a otro compañero por culpa de los humanos.
La miro con sorpresa, preguntándome quien es ese compañero al que se refiere. Pero preguntar es una de las cosas que se supone que no debo hacer, así que cierro mis labios antes de que la pregunta pueda firmarse en mi boca.
—Estás listo para seguir tu solo —indica K410 ante mi silencio—. Continúa con los nombres en la lista y te veré en el cuartel cuando termines.
Sin decir más, abre sus alas y se va volando, dejando una brisa fresca detrás de ella. Con pesadez, hago lo mismo y me dirijo hacia la dirección de la siguiente persona en la lista.
Entro a la casa con facilidad, ya que traspasar objetos es parte de mis numerosas habilidades. El lugar esta un poco desordenado, lleno de polvo y de objetos antiguos, pero no tardo en llegar a la habitación, en donde un hombre de edad avanzada duerme.
Al menos parece que guiar esta alma será más fácil.
Esperando al momento de su muerte, me doy la libertad de observar las fotos colgadas en las paredes. La mayoría son de una pareja, que parece ir envejeciendo con el paso de los cuadros. La que más resalta es una donde la chica luce un vestido de encaje blanco y el chico un elegante traje y corbata. Ellos lucen felices y enamorados, como si solo importara ese momento, el uno junto al otro. Y aunque es una foto antigua, aún conserva la vitalidad de aquel momento.
—Así que así es como va a ser —comenta una voz ronca detrás de mi. Dándome la vuelta, me doy cuenta que ya ha sucedido, nuevamente.
—Hola, soy L709 —vuelvo a presentarme—. Soy el encargado de llevarlo al más allá.
—Eres la muerte, ¿no es así? —suelta con una leve risilla—. ¿Vas a darme con tu guadaña y a sacar mi alma de mi cuerpo?
—No soy la muerte, solo soy uno de sus ángeles —aclaro—. Y yo no saco almas. Las almas salen por si solas cuando el cuerpo ya no es apto para retenerla. Yo solo los guió una vez que eso pasa.
Un poco confundido, el hombre mira al lado suyo, en donde su cuerpo inerte se encuentra pálido y sin vida. De nuevo, dos versiones de una misma persona están frente a mi.
—Ya veo —dice el hombre, aclarando su garganta—. Como sea, te tardaste mucho chico. ¿Sabes cuánto tiempo llevo esperándote?
Ahora yo soy el que está confundido. Mis dos trabajos del día de hoy no pueden ser más opuestos.
—Vamos, llévame de una vez —repite el hombre—. Llévame con mi esposa.
Al no haber resistencia, logro guiarlo rápidamente sin ninguna clase de inconvenientes, pero las dudas no dejan de recorrer ni mente.
Por un lado, una persona me rogaba por su vida y por el otro, otra me pedía que lo llevara conmigo. ¿Por qué unos anhelan la muerte mientras otros huyen de ella? ¿Es por el amor a la vida? ¿O al anhelo por las personas que ya no están aquí?
Con cada trabajo, mi corazón solo se confunde más y más, hasta llegar a un abismo de preguntas que no pueden ser contestadas.
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