Capítulo 30
El hombre la observaba con seriedad desde el otro lado del escritorio, mientras Astrid permanecía de pie en medio de la habitación. Su respiración aún mantenía un ritmo caótico. Dos hombres habían irrumpido en el cuarto y la habían conducido hasta llevarla allí, frente a quien suponía fuera la cabeza de toda esa maldita familia de mafiosos.
Nadie la había maltratado, pero no le habían dado demasiadas opciones tampoco. Así que allí estaba, aterrada y en el punto de mira de ese hombre tan peligroso. Quizás se debía a su ansiedad —o quizás simplemente había comenzado a delirar—, pero le pedía al cielo que uno de los hermanos apareciera para interceder por ella. El rostro inexpresivo de ese magnate japonés le causaba mucho más temor que cualquiera de las acciones de Hiroshi.
—Así que tú eres la chica que le ha causado tantas situaciones... «incómodas» a nuestra familia en estos días... —habló finalmente el hombre. Ella permaneció en silencio—. Mi nombre es Akihiro, y soy el padre y líder de esta familia. Comprenderás que luego de escuchar tanto sobre ti sentía curiosidad por conocerte...
—Ya me ha visto —respondió, sin mirarlo directamente—. ¿Puedo marcharme, entonces?
Quería escapar de esa situación cuanto antes, pero él parecía tener planes totalmente diferentes. Akihiro sonrió de una manera casi imperceptible y negó despacio con su cabeza.
—Lo siento, joven Astrid, pero creo que hay un par de cosas que debo decirte antes de que te marches. Es mi responsabilidad proteger a mi familia, y ya que eres el nuevo juguete de mi hijo, parece que—
—Yo no soy el juguete de nadie —lo interrumpió—, se equivoca respecto a eso, señor Akihiro.
Él solo se reacomodó en su sillón de cuero y suspiró profundo, sin despegar los ojos de ella. Astrid no sabía realmente qué reacción habían provocado sus palabras en él, pues era alguien impenetrable.
—Pues bien, desconozco entonces la naturaleza de la relación que mantienen tú y mi hijo. Solo sé que lo ha llevado a cometer algunas imprudencias, y tú comprendes que eso es algo que nos pone en riesgo a todos y que yo no puedo permitir, ¿no es cierto, Astrid?
Tragó en seco y asintió ligeramente sin levantar la cabeza. No mantenía ninguna relación con el bastardo de Hiroshi, eso jamás pasaría, pero no quería provocar la ira de ese hombre.
—Perfecto —continuó Akihiro—. Pues solo te diré algo: eres una chica hermosa, Astrid, mi hijo siempre ha tenido buen gusto, e imagino que eres igualmente inteligente. Sería una lástima que algo le ocurriera a una joven tan llena de vida como tú, así que he decidido que nuestra familia te protegerá. Al fin de cuentas, Hiroshi es mi primogénito y solo quiero su felicidad.
Astrid lo miró, totalmente escéptica. ¿Ese tipo acababa de decir que la protegerían? Ellos la tenían secuestrada, la habían arrancado de su familia y de su vida, la habían amenazado de muerte en más de una ocasión. ¿Estaba diciendo realmente que la protegerían?
Unos toques se sintieron en la puerta y, de inmediato, Hiroshi entró en la habitación. Los ojos azules del chico se cruzaron con los suyos un instante, y la mezcla de sorpresa y temor que vio en ellos la dejó ciertamente desconcertada. No podía negar que su presencia la tranquilizaba un poco, aunque eso fuera lo más descabellado que pudiera pasarle por la mente. No obstante, Hiroshi no se detuvo con ella, sino se encaminó hasta su padre y se inclinó ligeramente ante él.
—Padre...
Su mirada se posó en la cabeza del chico. Tenía puntos de sutura donde ella lo había golpeado con el tazón y, por algún motivo, sintió algo de culpabilidad. Pero no podía sentirse culpable, él merecía todo lo que había ocurrido e incluso más.
Sin embargo, otro detalle llamó su atención: la mano izquierda de Hiroshi. La tenía totalmente vendada, y no pudo dejar de preguntarse qué le habría ocurrido.
—Llegas en el momento justo, hijo —dijo Akihiro—. Decidí que ya era tiempo de conocer a nuestra invitada, y estaba por decirle algo muy importante...
«¿Nuestra invitada? Váyase a infierno, cabrón de mierda», pensó y clavó sus ojos en él. ¿Cómo podía ser tan cínico? Al parecer, ese era un mal de familia.
—Eres bienvenida a nuestra casa, Astrid —continuó, pero esa vez dirigiéndose a ella—. Te doy mi palabra de que, siempre que cumplas todas nuestras normas, serás considerada parte de nuestra familia.
—¿Y los demás miembros de su familia también tienen que permanecer encerrados contra su voluntad? —preguntó ella con algo de sarcasmo.
Ni siquiera había pretendido hablar, pero las palabras habían abandonado sus labios inesperadamente. La tensión en el ambiente aumentó a un nivel extremo y su miedo se acrecentó. Había sido una estupidez colosal retarlo de esa forma. No obstante, sentía un desprecio tan grande por todos en ese lugar que no había podido controlar sus impulsos.
Hiroshi se quedó paralizado al escucharla, y alternaba la mirada entre ella y su padre. Akihiro, por otra parte, la miraba como si fuera a atravesarla con los ojos.
Sin embargo, luego de un instante el hombre le dedicó una sonrisa ladeada que la hizo estremecerse y decidió finalizar la conversación:
—Ha sido un verdadero placer conocerte, Astrid, eso es todo por el momento.
Astrid permaneció algo turbada e indecisa, sin saber qué debía hacer en ese momento. Pero Hiroshi no se detuvo a pensar: asintió a las palabras de su padre y luego caminó hasta ella y la tomó por un brazo, sacándola de la habitación. Esa vez no pensaba resistirse, estaba increíblemente feliz de poder marcharse con el bastardo, pues el progenitor era incluso peor.
—Tú no estás bien de la cabeza, ¿cierto, Astrid? —le preguntó una vez que estaban lo suficientemente lejos de la oficina—. Pues la otra opción es que seas verdaderamente estúpida.
—Vete al carajo, imbécil, el único estúpido aquí eres tú —replicó con rabia y se soltó de su agarre. Él negó con incredulidad y siguió caminando tras ella.
—Nadie le habla así a mi padre, y mucho menos luego de que te haya dado una segunda oportunidad. Eso no ocurre dos veces, lo entiendes, ¿verdad?
El chico estaba evidentemente molesto, pero ya no se asustaba tan fácilmente cuando se trataba de él, así que solo ignoró sus palabras y continuó caminando sola hacia las escaleras. Ya conocía el camino de memoria.
—Es increíble —se mofó—, te pasas todo el tiempo intimidando a los demás y pretendiendo ser un tipo duro, pero actúas como un corderito asustado cuando tienes que encarar a «tu papi».
—Le debo respeto a mi padre, niñata inmadura, al igual que a todos mis ancestros.
—¿Respeto? —Soltó un bufido y detuvo su avance por las escaleras un momento para poder mirarlo—. Pensé que esa palabra ni siquiera existía en tu vocabulario.
—Pues ya ves, hay «muchas» cosas de mí que no sabes.
—Y que tampoco me interesa averiguarlas.
Cuando llegaron al cuarto de huéspedes, Astrid entró y se arrojó a la cama de espaldas a Hiroshi, que permaneció apoyado en el marco de la puerta. Tenía la esperanza de que si lo ignoraba él terminaría por irse y no la irritaría más con su presencia.
—A partir de ahora ya no estarás encerrada con llave —le dijo el chico.
—O sea, que puedo irme a donde quiera, ¿no? —se burló sin voltearse.
—O sea, que ya sabes que mientras no hagas nada estúpido estarás a salvo...
—Sí, claro... —escupió con desdén, y luego ambos permanecieron en silencio.
—¿Sabes, Astrid? —volvió a hablarle Hiroshi luego de un instante—. Deberías estar feliz.
—¿Ah, sí? ¿Y qué es eso que debería causarme esa enorme alegría? Evidentemente no es tu presencia.
Hiroshi soltó una carcajada de diversión, para luego responderle:
—Deberías estar feliz porque mi padre acaba de bendecir lo nuestro.
—¿Qué? —Se volteó y miró con incredulidad su sonrisa maliciosa—. ¿Lo nuestro? Sigue soñando, cerdo asqueroso. Eres un cabrón de mierda y, créeme, no pienso detenerme hasta meterte en la cárcel.
—Pues somos dos, princesa rebelde. Y, créeme, yo tampoco pienso detenerme hasta meterte en mi cama...
—¡Imbécil!
Tomó la almohada en sus manos y se la lanzó, pero él cerró la puerta justo a tiempo y no logró pegarle. Sí que era un idiota insoportable y no paraba de sorprenderla. Nunca caería tan bajo, no lo haría.
Y sí que iba a vengarse de todo el daño que él le había ocasionado.
¡Gracias por leer!
No olvides regalarme tu estrellita si te gusta la historia.
Este capítulo estuvo especialmente dedicado a JohannaGonzalez627
❤️
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