Capitulo 6
—¿Por qué insistes tanto en ese tema?
—¿Por qué no hacerlo?
Kam se recostó de la silla luciendo cansado, una sonrisa irónica escapó de sus labios.
—Es increíble —comentó—, tu madre evitaba a toda costa el que me vieras, pero aquí estamos… huyendo juntos.
—Kam…
—Soy todo lo que está mal en esta vida —confesó, él me miraba a los ojos como si ya no pudiese hacer nada más.
—¿Eres un asesino? ¿Traficas armas, drogas, personas? —pregunté sin quitarle la mirada, pero no respondió— ¿Eres un violador? ¿Pedófilo? ¿Ladrón?
Esperé por su respuesta, pero nuevamente no me la dio.
Una chica se acercó y dejó la comida en la mesa, yo ni siquiera la miré. Kam sí la detalló muy bien.
—Disfruten —comentó antes de irse.
—El que calla, otorga —le dije a Kam cuando la chica se fue.
Me dispuse a comer al ver que no recibiría una respuesta de su parte, pero mientras lo hacía pensé “¿Si todo lo que mencioné es verdad? ¿Si es peor que mi tío? ¿Por qué mi mamá no quería que nos viéramos?”. Tantas preguntas y ninguna respuesta.
La ansiedad me iba a consumir.
—Come, luego nos iremos —en medio del silencio, eso fue lo que dijo.
Al terminar me levanté y lo seguí todo el camino sin decir nada más, había determinando un plan: escaparía con él y listo, no iba a indagar en su vida, no iba a preguntar ninguna otra cosa. ¿Qué me importaba quién era? Él solo era una persona devolviendo un favor, solo estaba siendo agradecido.
Y si mi madre no me quería cerca de él era por algo, así que al alejarme lo más que pueda de mi tío, también me alejaría de Kam.
—¿A dónde iremos? —pregunté cuando estábamos en el taxi, con mi nariz limpia y tapaboca puesto.
Kam me sorprendió cuando se acercó demasiado a mí y pegó sus labios de mi oreja, incluso puso una mano en mi muslo. Por el espejo retrovisor vi que el conductor nos miraba con una mueca de reproche en su rostro.
—Solo nosotros podemos saber qué haremos a continuación —susurró—. Él nos dejará en Cátale, pero no nos quedaremos allí, caminaremos hasta encontrar un hotel viejo, sin cámaras de seguridad y pocos clientes, probablemente tenga que ser en un motel ¿De acuerdo?
Tenerlo tan cerca de mí, y hablando en aquel tono tan bajo, generaba en mi estómago una sensación parecida al miedo combinado con los nervios, no era desagradable, era extraño.
—De acuerdo —susurré.
—Pasaremos la noche ahí y luego buscaré maneras de comunicarme con una persona que nos ayudará a salir del país.
—¿Lo haremos?
—¿Salir del país? —asentí a su pregunta— Sí, ese es el plan desde el principio.
—¿Puedo hacerlo?
—Así sea ilegalmente, te sacaré de aquí —prometió—. Estarás tan lejos de tu tío que en algún momento se te olvidará su existencia.
Me dejé llevar por la emoción que me generaron sus palabras y me moví como pude hasta rodear su cuello con mis brazos.
Alguien estaba pensando en mí. ¿Sabes desde cuándo nadie lo hacía? La última vez fue cuando mi madre estaba viva.
Ni siquiera yo me preocupaba por mí misma.
Kam sin pensarlo mucho envolvió sus brazos por mi cintura y me apegó más a él.
—Gracias —susurré en su oído.
Sentí sus labios moverse cerca de mi lóbulo, supe que estaba por decir algo, pero…
—Llegamos —el chófer interrumpió, haciéndonos pegar un brinco en nuestro sitio.
Conseguimos un motel barato, Kam y yo compartimos la habitación, yo tomé la cama y él un pequeño sofá que había allí. En la farmacia habíamos comprado bocadillos y eso fue lo que comimos en la madrugada ya que no podíamos dormir.
No había televisor, radio, ni agua caliente, pero estábamos bajo un techo, con mantas y algo donde dormir, además habíamos comido suficiente.
—Kam —llamé.
Yo estaba acostada mirando hacia el techo y Kam estaba sentado con la cabeza recostada de la pared y los ojos cerrados. El silencio invadía la habitación hasta que yo hablé.
—¿Si? —murmuró.
—Esta es una de las experiencias más emocionantes de mi vida —confesé—, nunca había sentido tantas emociones juntas.
—¿Emociones donde predomina el miedo? —se burló.
—Exactamente —admití riéndome—. Es tan… loco… todo esto; recuerdo que lo más peligroso que hice en mi vida fue saltarme una clase en el último año.
La habitación quedó en silencio por varios segundos, pero luego se escuchó su risa.
—¿De verdad? —preguntó sorprendido.
—¡Sí! —exclamé divertida.
—Pensé que estabas bromeando.
Su risa se escuchaba claramente, era muy notoria y contraria a la mía que era aguda y un poco infantil.
—No estoy bromeando —le aclaré—. ¿Y tú? ¿Qué es lo más peligroso que has hecho?
El intento por saber algo más de él me salió solo, sin ni siquiera pensarlo.
Creí que no me respondería por el silencio que le siguió a mi pregunta, pero me sorprendió su voz baja y con el mismo tono divertido.
—Yo no podía salir sin seguridad de mi casa —habló—, pero estaba enojado con mi papá un día y logré escaparme de los guardaespaldas para buscar a Diana, con la idea en mente de irme a vivir con ella. Bueno, me secuestraron a mitad de camino…
—¡¿Qué?! —exclamé burlona ya que él lo estaba contando como si fuese un chiste.
—Eso pasó —él seguía riendo de su propia desgracia.
—¿Y entonces?
—Me convertí en Bryan Millis de Búsqueda implacable para poder escapar de los secuestradores, lo logré, y llegué a casa como si nunca hubiese pasado nada —yo realmente no le veía la gracia a aquello, pero él se estaba ahogando de la risa—, creo que mi padre nunca se enteró de eso.
—Estás completamente loco —acusé riendo.
—¿Te cuento otra?
—¡No! —jadeé fingiendo estar horrorizada— Me vas a traumatizar.
Cuando lo miré, él estaba sonriendo.
—Un día, unos conocidos, atraparon insectos y algunas ranas para hacer una supuesta parrilla, yo terminé comiendo algo que tenía veneno —siguió riendo—. Diana cuando me fue a ver al hospital no dejó de gritar “¿Me quieres matar de un infarto?”.
Al escucharlo me reí con ganas porque mi mamá me decía exactamente lo mismo cuando hacía alguna travesura.
—¡Esa era su frase!
—Definitivamente —aceptó—, y también decía…
—¡Yo estoy vieja para esto! —exclamamos al unísono.
Yo me reí, me reí por un buen rato… y luego comencé a llorar.
Lloré porque desde que había muerto mi madre nunca había hablado con nadie de ella, no había tenido la oportunidad de recordar sus virtudes, y lo único que pude escuchar de su persona fueron blasfemias dichas por mi tío.
Mamá pasó su vida trabajando día y noche, sin descanso, por eso nunca le conocí una amiga, nadie cercano a ella más que mi tío.
Creo que por eso mamá me dejó con él, porque era su única opción.
Y tuve tres años sin poder decir su nombre con una sonrisa en los labios, tres años en los que no pude decirle a nadie que mi madre fue la mejor que me pudo tocar en la vida, no pude decir cuánto la amé y cuánto nos cuidamos mutuamente.
En ese momento, cuando la perdí, tenía apego emocional hacia ella.
No podía dormir sin mamá.
No podía comer otra comida que no fuese cocinada por ella.
No podía salir sin pedir permiso.
No podía mentirle porque sentía que me estaba mintiendo a mí misma.
Cuando le hablaba mal, sentía que se me estaba saliendo el alma.
Entonces fue tan difícil, fue tan difícil porque yo dependía de ella de muchas maneras, y sentí que me la habían arrancado de la vida y del alma.
A partir de allí todo fue un infierno.
Tuve que crecer sin estar lista, sin querer hacerlo.
Sentí la cama hundirse y luego el brazo de Kam rozar con el mío. Yo no me moví.
—¿La querías… mucho? —sollocé.
—Ella fue… la única figura materna que tuve —confesó.
—Kam —lloré—… la extraño mucho.
Y cuando sentí que mis lágrimas me ahogarían, él me jaló hacia su cuerpo y me rodeó con sus brazos, entonces mis lágrimas fueron consumidas por su ropa y, por primera vez, no me estaba asfixiando hasta sentir que moría.
—Aquí estoy para ti, Sam, estoy para ti —susurró.
Quise creerle, pero cómo hacerlo si no lo conocía.
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