Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capitulo 5

—¡Oh, no, no, no! ¡¿Quién? ¿Por qué? ¿Nos van a matar?! —chillé.

Kam me miró y al ver que me estaba alterando tomó mis hombros y me hizo mirarlo fijamente.

—¡Cálmate, Samantha! Vamos a estar bien.

Eso no me calmaba en lo absoluto, por supuesto que no, pero decidí hacerle caso ya que mi nerviosismo podía generar problemas, y yo realmente no quería eso.
Lo extraño de todo esto era que el chófer no decía nada, él simplemente iba manejando como si su vida dependiese de ello y la verdad no entendía por qué. Eso me tenía aún más asustada, no sabía si se estaba tomando en serio lo de ser héroe o solo quería morir a lo grande.
Miré hacia atrás y el auto estaba tan cerca de nosotros que sentí a mi corazón querer salir de mi pecho. No podía soportar tanto miedo, en cualquier momento me desmayaría, estaba segura.

Cuando el auto nos pasó, lo seguí con la mirada, lo que me tomó de sorpresa fue cuando se nos adelantó y frenó como obstáculo delante de nosotros, así que no tuve tiempo de sostenerme de nada y, cuando el chófer frenó, mi cuerpo fue impulsado hacia el asiento frente a mí.

No sentí dolor cuando mi nariz fue golpeada, pero sentí de inmediato el calor de la sangre saliendo de ella, luego sentí punzadas y por último un dolor demasiado molesto.

—¡Jesús! —exclamó el hombre.

—¿Estás bien? —inquirió Kam.

—Estoy sangrando.

Intenté con todo mi ser no ponerme a llorar ni a gritar cuando vi mi mano cubierta de sangre después de retirarla de la nariz.

—Tranquila…

—Oh, Dios, ahora sí voy a morir —lo interrumpí en un jadeo.

—No vas a morir —exclamó mientras sacaba el cuchillo que había debajo de su camisa y lo tomaba con fuerza—. Quédate en el auto ¿Okey?

Ni siquiera podía adivinar cómo ese cuchillo no se le había clavado en el abdomen cuando el auto frenó.

—¿Y tú?

Mi nariz seguía sangrando y yo muy probablemente me iba a morir en cualquier momento, las probabilidades de que sí pasara eran muy altas.

—Voy a ver qué pasa, solo eso —aseguró—, pero quédate en el auto.

Asentí, pero yo sabía muy bien que si veía algo demasiado mortificante iba a salir de él y comenzar a correr.

Yo era una cobarde.

Kam bajó del auto y el chófer también, no entendí muy bien por qué lo hizo, pero incluso fue el que se acercó aún más hacia la persona que nos seguía.
Cuando la puerta del conductor se abrió y unos zapatos de mujer se vislumbraron, me sorprendí, pero mi sorpresa aumentó cuando la persona que se bajó parecía tener cuarenta años, tener cabello muy largo y ser una mujer con el rostro contraído de lo que parecía molestia.

—¡Bartolo Javier! —gritó tan fuerte que en el auto cerrado se escuchó claramente.

El chófer pegó un salto en su lugar y caminó hasta ella para caer en el piso arrodillado.
No pude escuchar lo que decían porque estaban a una distancia considerable y él estaba con el rostro enterrando en las piernas de la mujer.

Yo no sabía qué estaba pasando.

Miré a Kam acercarse hasta el auto, abrió la puerta y me miró con una leve sonrisa.

—Todo está bien —afirmó—, ella es la esposa del chófer.

—¿Y qué pasó? —indagué sorprendida.

—A él lo operaron hace dos semanas, debería de estar en reposo, pero se escapó para trabajar.

De alguna manera la situación me causó gracia, y una pequeña carcajada se me salió. Kam también se rio  conmigo.

—¿Qué haremos entonces?

—Nos van a dejar en la siguiente parada para que podamos conseguir otro transporte.

Asentí, eso era bueno.

El señor Bartolo caminó cabizbajo hasta el auto y se montó, al igual que su esposa en el otro, la velocidad hacia la parada era muy lenta, pero era divertido mirar las muecas y sonidos que hacía él después de ser descubierto.

—Muchas gracias por toda su ayuda, señor —comenté acercándome a su asiento. Lo vi hacer una mueca de derrota—. Me imagino que debe ser difícil enfermarse y no poder llevar dinero a casa, con lo complicada que está la situación ahorita.

—Ella quiere que esté todo el día acostado. ¿Qué vamos a comer? ¿Cómo vamos a pagar el alquiler este mes? Gracias a Dios que no tenemos hijos porque sino ya habría muerto de la desesperación.

—Pero imagínese, ¿Si trabaja y eso empeora su situación? Tendría que guardar aún más días de reposo, no es eso lo que se quiere —intenté hacerlo razonar—. Ya usted va a ver que saldrá de esta situación, hágale frente con calma y una sonrisa, así será más llevadero el proceso.

—No lo entiendes —objetó enojándose.

—¿Cómo me va a decir que no? Yo he tenido que pasar hambre por días, dejé de estudiar por no poder pagar mis estudios y tuve que trabajar sin saber absolutamente nada de lo que hacía. ¿Llorar y quejarme iba a hacer que tuviera comida en casa y que pudiera volver a estudiar? —pregunté— No, señor, eso no me servía de nada, ni una moneda me generaba. No son las situaciones, es cómo las enfrentas.

Él se quedó en silencio, pero a través del espejo retrovisor me miró y sonrió en agradecimiento. Quise creer que había entendido.

Cuando llegamos a nuestro destino, Kam abrió el bolso levemente y sacó un pequeño bulto de dinero, yo seguí el recorrido de su mano con la mirada, totalmente sorprendida, parecía haber más de quinientos dólares allí. Estaba sorprendida porque yo tenía que trabajar todo un mes para ganar la mitad de eso.

Estaba demasiado sorprendida, de verdad.

El señor también lo estuvo, se negó tantas veces, pero Kam insistió, y él, al necesitarlo, aceptó.

—Chicos —nos llamó cuando bajamos—, en el maletero hay unas chaquetas.

Yo las acepté de inmediato porque tenía demasiado frío, ya sea por el clima que había esta noche o por el miedo que sentía y que me tenía los vellos de punta.

Cuando me puse una eran tan grande que las mangas guindaban.
Kam me sonrió burlándose y tomó una de mis manos, él me ayudó a enrollar las mangas.

Y yo puedo decir que nunca fui tratada de manera tan bonita por un hombre.

Él… estaba siendo tan atento conmigo que mi corazón se sentía extraño. Él me estaba tratando bien, estaba cuidando de mí y hasta ahora estaba cumpliendo su promesa.

El único trato medianamente amable que había recibido de parte de los hombres era cuando intentaban coquetear conmigo en la cafetería.

—Muchas gracias —susurré.

—Vamos a comer algo y luego tomamos otro taxi.

Nos despedimos de Bartolo, quien aún lloraba por el dinero, y seguimos nuestro camino.

—¿Estaremos seguros? —indagué mientras caminaba a su lado a la misma velocidad que él.

—Probablemente no, pero no has comido nada —recordó.

—Sí.

Entramos a un puesto de comida rápida y nos sentamos en el lugar más oculto después de hacer nuestro pedido.

—¿Estás bien? —preguntó refiriéndose a mi nariz manchada de sangre— Después de comer vamos a una farmacia, conseguiremos medicamentos para ti y algunos tapabocas.

—¿Me conocías? —inquirí cambiando el tema.

—¿Qué?

—¿Me conocías? Cuando entraste a mi casa, ¿Sabías que era Samantha?

—He visto tus fotos —sonrió—, la última que vi fue una que te tomaron en la secundaria, tenías catorce años, solamente has cambiado en el cabello, te lo cortaste.

—¿Por qué nunca nos vimos?

—Tu mama no quería que supieras que trabajaba para…

Él se interrumpió, sabiendo que iba a decir más de lo que quería decir.

—¿Para quién? —insistí.

¿No me iba a decir quién era? ¿De verdad?

—Sam…

—¿Quién eres, Kam? ¿Por qué mi mamá no me habló de ti? Dímelo.



• • •

Samantha cada dos minutos:


Cabe destacar que, según ella, quería morirse.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro