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Capitulo 18

Mi primer impulso fue gritar, pero cubrí mis labios con las manos justo a tiempo, no podía ver bien porque la luz me había cegado momentáneamente, pero cuando logré enfocarme me di cuenta de que había un pequeño foco en el suelo apuntando justo hacia mi rostro, volví mi vista hacia donde estaba Kam y me asusté muchísimo cuando su mirada alerta se encontró con la mía.

—Sam, quédate aquí.

Al escuchar su petición la acepté sin rechistar porque mi corazón estaba latiendo aún más rápido y sentía que iba a salirse de mi pecho.

Kam salió de mi campo de visión y luego todo volvió a la oscuridad cuando se apagó el foco. Por el sonido de arrastre supe que él estaba sacando a la persona a la que le había disparado.

La puerta se cerró y lo que podía escuchar eran los disparos, solo disparos, nadie gritaba, nadie se quejaba, solo se escuchaban sonidos de metal y explosión; nunca en mi vida había pasado por algo como lo que había estado viviendo estos días, me estaba cuestionando muchísimo si había sido una buena decisión haber huido, aunque no me entraba en la cabeza el regresar allá.

La puerta se abrió de nuevo y la luz se encendió, lo único que podía mirar eran unas botas negras bastante grandes y unos Jean rasgados. Esa persona caminó hasta el baño, revisó y luego salió de la habitación, permitiéndome respirar como se debía, entonces me di cuenta de que ellos estaban bastante excitados como para pensar en revisar meticulosamente; aunque si estaban buscando a alguien en específico quizás pensaron que esa persona nunca se escondería bajo la cama.

Pero él había dejado la luz encendida y la puerta abierta, y ahora me sentía aún más expuesta.

Pensé en que podría salir, apagar la luz, cerrar la puerta y esconderme nuevamente, como ya habían revisado probablemente tardarían más en volver, así que eso hice. Me arrastré con el arma en mano y salí de debajo de la cama, todo bien, aún se escuchaban disparos, pero ningún paso cerca de la habitación; cuando estuve de pies corrí rápido y cerré la puerta, inmediatamente extendí la mano y apagué la luz, pero cuando hice el intento de regresar a mi escondite la puerta se abrió y la silueta de un hombre cubrió el leve halo de luz que alumbraba el pasillo, pues esas luces también estaban apagadas.

Cuando recibí el impacto de la luz proveniente de un foco, no lo pensé mucho y alcé mi brazo, apretando el gatillo sin pensar en quién era esa persona. Escuché un quejido de su parte y luego el foco cayó en el piso, justo en el momento en que me agaché para tomarlo, el sonido de un disparo me aturdió completamente dejándome un molesto pitido en el oído derecho, me obligué a actuar sin importar el malestar y alumbré a esa persona, al ver que no era nadie conocido y que su arma apuntaba hacia mí, disparé nuevamente, logrando ver con bastante claridad su sangre derramándose por su brazo.

Disparé nuevamente.

Esa vez pude darle en el estómago y él por fin se rindió, soltando el arma y moviendo su brazo para cubrirse la herida.

Yo no sabía qué hacer.

¿Disparar de nuevo? ¿Salir de la habitación?

Lo que hice fue alumbrarle los ojos para cegarlo, apagar el foco y meterme bajo la cama, desde allí podía escuchar al hombre ahogarse, el sonido de su respiración entrecortada agraviaba la sensación de asco que sentía.

Debido a la situación confirmé que, al estar en estos momentos, mi cuerpo se dormía, no podía sentir ni siquiera mi propia piel. Estaba temblando y las lágrimas luchaban por empaparme los ojos, pero no lo iba a permitir, no podía, necesitaba estar atenta. Agradecí que el chillido en mi oído había disminuido e intenté regular mi respiración.
Alguien entró a la habitación y con un foco alumbró hacia el cuerpo, vi perfectamente cuando el cuerpo en el suelo recibió otro disparo, esta vez uno certero, pensé que el atacante era uno de los hombres de mi padre, pero esa persona se agachó y cerró los ojos del hombre.

—Descansa en paz, amigo —susurró.

A esas personas no les importaba la vida de nadie, me había dado cuenta.

Él salió y yo podía jurar que mi corazón ya no estaba latiendo, probablemente ya estaba muerta.

Sentí que había pasado una eternidad hasta que los disparos se detuvieron, pero ese hecho dio paso a gritos, se escuchaban gritos por toda la casa que llegaban a mis oídos como si estuviesen haciéndolo justo a mi lado, escuché a mujeres y hombres, habían personas llorando y otras intentando hacerse escuchar por encima de los demás.

El llanto de las personas contrajo mi pecho, yo no sabía qué estaba pasando, Tahil, Kam ni mi padre habían venido por mí y yo estaba muy asustada. El hombre al que le había disparado aún seguía allí y tenía miedo de que se levantara y me matara.

—¡¿Dónde está mi hija?! —ese grito se escuchó sobre los demás.

—Señor…

Estaban cerca de la habitación, y, aunque no había escuchado a mi padre por mucho tiempo, supe que era él.
Pero no salí, no lo hice porque no estaba cien por ciento segura de que lo era, nadie me había venido a buscar, debía hacerle caso a Kam.

—¡Busquen a mi hija! ¡Ahora! —gritó nuevamente.

—Señor, nosotros…

—¡En la habitación, Dereck! —cuando reconocí la voz de Kam, inmediatamente me puse alerta— ¡Búscala en la habitación!

La luz se encendió y alguien entró, buscando en el baño, luego entró otra persona y caminó directamente hasta la cama, cuando se agachó y sus ojos se encontraron con los míos, permití que las lágrimas salieran sin limitaciones.

Era Kam.

—¿Está ahí? —inquirió mi padre al mismo tiempo que se agachaba también para mirar. Un suspiro pesado salió de sus labios cuando me miró— Excelente.

—Ven, Sam, todo está bien —susurró Kam—. Ven conmigo.

Puse todo mi esfuerzo para que mi cuerpo no dejara de funcionar y me arrastré hasta salir de mi escondite.

—¿Estás herida? —preguntó mi papá, yo negué— ¿Por qué hay sangre en tu oreja?

—¿Qué…? —siseé.

Kam apartó el cabello cerca de mi oreja y miró.

—¿Te dispararon? —¡¿Me habían disparado en la cabeza?! Asentí a su pregunta, sintiendo que se me estaba saliendo el alma del cuerpo— Tranquila, solo rozó, estás bien…

Kam tomó mi mano y me quitó el arma lentamente, él tuvo que abrir mis dedos poco a poco porque sin darme cuenta me había aferrado a ella.

—¿Están… bien? —susurré.

Yo realmente estaba temblando, y me daba mucha vergüenza porque habían hombres alrededor mirándonos.

—¡Señor! —un tipo entró agitado, buscando con la mirada a mi padre, cuando lo encontró se acercó y respiró antes de hablar— El hombre que vino con los invitados está herido.

Supe de inmediato que estaba hablando de Tahil.

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